Gazeta de Antropología
Gazeta de Antropología, 1996, 12, artículo 09 · http://hdl.handle.net/10481/13592
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Publicado: 1996-10
Cultura, subsidio agrario y reestructuración simbólica. Estudio de un caso
Culture, agrarian subsidy and symbolic restructuration. A case study

Rafael Merinero Rodríguez
Doctorando en antropología. Universidad de Sevilla.



RESUMEN
Analizar el fenómeno del subsidio agrario implica necesariamente ir más allá de la visión que lo considera como algo que es manifestación exclusivamente de lo político. Para su verdadera comprensión es necesario introducir el sistema de subsidio agrario en la matriz cultural en la que toma existencia. Para ello es necesario analizar la interrelación que dicho sistema tiene con el resto de las esferas que configuran lo social, que en nuestro caso van a ser los hábitos de alimentación y los rituales funerarios. Y es dicha interrelación la que determina los cambios y la que configura los caracteres de lo social. Para este tipo de estudio reclamamos una concepción operativa de la cultura, que implica una interacción precisa con la estructura social y las acciones de los individuos.

ABSTRACT
In this analisis of the phenomenon of the agrarian subsidy it is necessary to go beyond the vision that considers it to be an exclusively political manifestation. For true understanding it is necessary to situate the system of agrarian subsidy inside of the cultural matrix in which it exists. The analisis of the interrelations between the system and the rest of the spheres configuring social reality is required, here the feeding habits and the funeral rites. And it is in this interrelation that changes are determined and characters of social reality are configured. For this type of study we claim an operative conception of the culture, which implies a precise interaction between the social structure and the actions of the individual.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
subsidio agrario | representación simbólica | hábitos de alimentación | ritos funerarios | agrarian subsidy | symbolic representation | feeding habits | funeral rites



Pero son precisamente las manifestaciones, aparentemente insignificantes, las que, a menudo, nos revelan aspectos de la estructura social y de la evolución espiritual...
                                                         Norbert Elias

I. Introducción

Abordar el estudio de los fenómenos sociales implica realizar un análisis de las interdependencias entre las múltiples esferas de la realidad social, por muy insignificantes que éstas puedan parecer. Sólo así se conseguirá aportar la suficiente claridad para comprender dichos fenómenos. La intención de este artículo es mostrar como el subsidio agrario se convierte en una esfera más de lo social, que atraviesa y es atravesada por el resto de las otras. Esto hace que cada una de las esferas se convierta en un factor explicativo que forma parte de un sistema interdependiente de causas que nos sirve para describir las características de la transformación social que sufren las sociedades (Inglehart 1991). De esta forma, el subsidio agrario es analizado en su interacción con los hábitos alimentarios y los rituales funerarios que son propios de la comunidad que se ha estudiado, que para muchos son manifestaciones insignificantes a la hora de abordar el estudio del subsidio agrario, pero que desde nuestra perspectiva se convierten en fundamentales para la comprensión de dicho fenómeno.

Pero antes de abordar el tema es necesario andar a la «caza de fantasmas» que han producido una imagen poco real del sistema de subsidio agrario. En primer lugar habría que mencionar al empirismo abstracto que caracteriza hoy a una gran parte de la Ciencia Política, y que en su intento de analizar las tendencias del voto en nuestro país, nos muestran el subsidio como el sistema mantenido por los gobernantes para conservar el poder político (voto cautivo). En segundo lugar, hay que esforzarse por alejarse del «hiperrealismo» de la teoría de la acción racional, donde el subsidio es una parte del mercado electoral que hace que el individuo adecue su voto utilitariamente, después de un cálculo racional a la opción política que le proporcione mayor beneficio. Y en tercer lugar, hay que desmitificar la asociación entre subsidio agrario y la vagancia del trabajador del campo, puesto que como se expondrá más adelante el subsidio agrario está íntimamente relacionado con la economía informal. Este tipo de acercamientos al estudio del subsidio agrario no hacen sino cortar la conexión del sistema del subsidio con el entramado cultural del que forma parte.

Antes de continuar es necesaria una aclaración previa, en el sentido de que lo expuesto en este artículo no significa un emparejamiento con una consideración «buena o mala» sobre el sistema del subsidio agrario, sino que lo que se pretende es sólo y exclusivamente la descripción de una situación social.

El caso que se utiliza para el estudio de este fenómeno social está definido por ser una pequeña localidad rural, dependiente económicamente del campo y con pocas iniciativas en otros sectores de la economía, que se encuentra en la zona centro de Andalucía. Sus características hacen que muchas otras localidades de la región andaluza y de Extremadura tengan un sistema de subsidio agrario parecido al que se describe aquí, con lo que su enclave en la cultura será muy semejante.


II. De la historia reciente

Esa interacción de esferas de lo social (subsidio agrario, hábitos de alimentación y ritos funerarios) que nosotros hemos considerado como clave para la comprensión del fenómeno analizado tienen su base en la historia reciente, que se convierte en el soporte lógico de dicha interacción y del papel que los individuos juegan en ella. No es nuestra intención en este momento hacer una descripción extensa ni completa de la historia del caso analizado, pero sí consideramos necesario aportar una serie de hechos sociohistóricos que son claves para comprender la fundamentación de la actual situación, que nos sirvan de hilos para conducir nuestra argumentación sobre el sistema de subsidio agrario. Lo que pretendemos es ofrecer una panorámica de los últimos treinta y cinco años, no el estudio de la articulación de lo social durante ese tiempo, puesto que la descripción de esta articulación nos interesa para la situación actual.

El caso que hemos estudiado, al igual que la mayor parte de nuestro país, estuvo dominado por la lógica franquista, lo que hacía que el pueblo estuviese controlado por personas fieles a dicho régimen. Estas personas controlaban tanto los recursos políticos como los recursos económicos, lo que hacía que la propiedad de la tierra económicamente productiva estuviese en sus manos. Ante esto, la situación de dependencia de la población jornalera era total.

Las relaciones sociales estaban cargadas de desigualdad, siendo las propias de un sistema caciquil caracterizado por el particularismo y el favoritismo de los «señoritos» con respecto a la gran masa jornalera. Durante estos años se dio una relación patrono-cliente unidireccional y vertical, una relación entre dos personas de status, poder y recursos desiguales (Gellner 1986). Estos vínculos establecidos son particularmente eficaces en situaciones en las que la estructura institucional formal de la sociedad es débil y no puede proporcionar con la suficiente regularidad la cantidad necesaria de bienes y servicios, sobre todo en los niveles extremos de la escala social (Wolf 1980: 35). Esta situación hacía que el disfrute de los bienes de consumo que denotaban prestigio estuviesen limitados a una minoría de habitantes del pueblo, quedando excluidos de ellos la gran masa de jornaleros. Esto hacía que en éstos perviviese la conciencia de desigualdad.

La transición democrática en el pueblo fue extraordinariamente conflictiva, al producirse un enfrentamiento abierto entre los jornaleros y las personas que durante el régimen franquista habían estado en el lado favorable de la situación de desigualdad. Los parámetros del poder local habían cambiado sustancialmente por dos causas fundamentales: la primera porque el ayuntamiento, como arma de los caciques locales había desaparecido, puesto que tras las primeras elecciones municipales los representantes del partido comunista se hicieron con la alcaldía; y la segunda porque una gran parte de la tierra que pertenecía a la familia más importante del pueblo había pasado a manos de propietarios que no pertenecían al pueblo, con lo que la transacción capital-trabajo se alejaba del pueblo, al depender de propietarios forasteros que apenas tenían cabida en la vida cotidiana de la localidad. Este período, como referí anteriormente, fue muy conflictivo debido a que los jornaleros se encontraban ahora en una mejor posición política que los «representantes del antiguo régimen», puesto que tenían en sus manos el poder local y, a su vez, mucha de la tierra económicamente productiva ya no pertenecía a personas del pueblo, con lo que su dependencia respecto a los propietarios había disminuido. Pero existía todavía una desigualdad evidente: el poder adquisitivo. Los jornaleros difícilmente podían llevar un nivel de vida cómodo (el jornal a mediados de los setenta estaba en torno a las 640 pts.), mientras que las familias que no dependían de un jornal diario podían llevar un ritmo de vida muy distinto al de los jornaleros. Esto seguía produciendo una gran diferencia en el acceso a bienes de consumo que denotaban prestigio (aunque simplemente ese bien fuera un pollo asado), esta situación provocaba que la conciencia de desigualdad siguiese estando de manera presente en el pueblo.

Esta situación hizo que se propagase la radicalidad extrema entre los jornaleros, dando paso a una serie de revueltas en el campo en pos de un reparto equitativo de la tierra, que tuvo su manifestación más evidente en los ataques físicos a personas y propiedades que representaban el régimen franquista. Con estas acciones revolucionarias no consiguieron el reparto, pero sí lograron que el poder central aprobara una medida tendente a paliar la mala situación de los jornaleros, aparece así el Empleo Comunitario como medida de subsidio. Comienza aquí el período de consolidación del sistema de subsidio agrario como mecanismo fundamental para obtener dinero («el sueldo», como lo denominan los jornaleros), ello provoca el desarrollo del discurso subvencionista, donde el subsidio agrario se convierte en el elemento fundamental de la renta de los jornaleros.

A partir de mediados de los ochenta se desarrollan dos procesos íntimamente relacionados: por un lado el subsidio agrario ofrece a los jornaleros la posibilidad de obtener una cantidad considerable de dinero «fácil», ya que no sólo obtienen el dinero del subsidio varios miembros de una familia, sino que al mismo tiempo están realizando un trabajo diario en otras actividades económicas que no son declaradas. La mayor parte del dinero obtenido con el subsidio se utiliza para la obtención de bienes de consumo de los que en tiempos anteriores habían estado separados, bienes que se utilizan para denotar prestigio y expresar la nueva posición social alcanzada. Además, los jornaleros pasan a ser propietarios de tierras, ya que muchos de ellos empiezan a comprar tierras a los propietarios forasteros que, a su vez, en tiempos anteriores las habían comprado a la familia más adinerada de la comunidad. Por otro lado, se empieza a desarrollar un proceso paralelo al anterior, ya que los representantes de las familias que en el régimen franquista habían estado en una posición acomodada y que durante la transición habían sufrido los ataques de los jornaleros se introducen en el «juego del subsidio», realizando las acciones pertinentes para obtener el dinero que con tanta facilidad están obteniendo los jornaleros. De manera, que es muy difícil encontrar alguna familia que no tenga a uno de sus miembros implicado en el proceso de obtención del subsidio agrario.

Este doble movimiento ha tenido una consecuencia sumamente importante para comprender las relaciones sociales de la comunidad estudiada: el proceso de igualación social. Esa igualdad se hace manifiesta en que no sólo se realizan las mismas actividades encaminadas a la obtención del subsidio, sino que ahora la mayor parte del pueblo tiene acceso a esos bienes de consumo que denotan prestigio social.


III. Subsidio agrario: estrategias para una nueva situación

Para comprender de manera efectiva las características del sistema de subsidio agrario es necesario atender a los mecanismos que hacen posible la obtención de dicho subsidio, mecanismos que al mismo tiempo nos sirven para mostrar el proceso de igualación que se ha venido produciendo en los últimos años.

Como se ha puesto de manifiesto anteriormente, la comunidad que ha sido objeto de estudio venía de una época extremadamente penosa, producida por la mala situación económica en la que se encontraban la mayoría de sus habitantes, situación que siguió siendo difícil hasta mediados de los ochenta, época en la que las familias que dependían para su subsistencia de los jornales encontraron un aporte complementario fundamental en el subsidio agrario, que les ha posibilitado llevar hasta hoy un buen nivel de vida.

El sistema de subsidio agrario está fundamentado en relaciones interpersonales producidas al mismo nivel, producto de una situación de semejanza social de los actores que intervienen en los intercambios. Los mecanismos que se van a exponer a continuación se producen todos al mismo nivel, ello quiere decir que los recursos utilizados para el intercambio no son posesión de un grupo determinado, sino que aparecen como propiedad de muchos de los habitantes del pueblo.

El sistema de subsidio agrario está fundamentado en la obtención de peonadas como requisito para la consecución del dinero. Las peonadas se pueden conseguir a través de tres mecanismos:

1) Trabajos realizados en las tierras de los propietarios: aquellos propietarios que poseen cartilla agrícola están en disposición de apuntar los días a aquellas personas que hayan trabajado en sus tierras. Estos días son computados por los trabajadores como peonadas necesarias para la obtención del subsidio agrario.

2) Compra de los días a los propietarios de las tierras: cuando a algún trabajador le faltan peonadas para cubrir las exigidas, estas peonadas son compradas a los propietarios de tierras, que les apuntan en sus cartillas los días como si hubiesen trabajado en sus tierras. Hay que poner de relieve que esta no es una relación de explotación del propietario sobre el trabajador, ya que ambos salen con más que suficientes beneficios. Por una parte el propietario tiene que pagar al Estado por los días que un trabajador realiza, pero sale doblemente beneficiado, ya que estos días le desgravan en los impuestos y les supone un ingreso directo por su venta . Por otra parte, el trabajador sale beneficiado debido a que esas firmas le van a permitir cobrar un dinero (el del subsidio) por un trabajo que no ha realizado.

3) El tercer mecanismo es el Plan de Empleo Rural (PER): el PER es un medio utilizado por la Administración Pública para realizar obras de infraestructura y mejora en los municipios. Estas obras tienen una parte de materiales para su realización y una parte de trabajo, es esta parte de trabajo la que se utiliza para el subsidio agrario, ya que los días que un trabajador está en el PER se pueden utilizar como peonadas, además de obtener un dinero por cada día trabajado.

En función de lo expuesto más arriba, la igualdad y la semejanza social se encuentran en los procesos de intercambio de días para las peonadas. Como referimos anteriormente, muchos de los jornaleros han conseguido comprar tierras, con lo que se convierten en propietarios con posibilidad de utilizar mano de obra o de vender los días necesarios. Estos propietarios no pueden verse inmersos en el cobro del subsidio, pero sí sus familiares que son los que trabajan o compran las peonadas. De manera, que un propietario no está en posesión de algo de lo que carecen otras personas, ya que sus familiares (no sólo directos) están inmersos en el cobro del subsidio y dependen de los otros propietarios. Un ejemplo puede ser aclarativo: un propietario tiene una hija y un hermano que necesitan las peonadas para el cobro del subsidio, este propietario contratará y venderá días a otras personas, que sean familia (cercana o lejana) de otros propietarios, para que así les faciliten a su hija y a su hermano los días que le son necesarios para acumular las peonadas requeridas. Se establece así un conjunto de interdependencias que están atravesadas y producidas por una situación de igualdad. Las relaciones interpersonales han pasado de ser unidireccionales y verticales a ser bidireccionales y horizontales.

Ante esta situación nos podríamos preguntar quiénes son las personas que están implicadas en el sistema, las que perciben el dinero del subsidio agrario. En nuestro estudio no hemos encontrado que el género, el nivel educativo, la edad, o la procedencia familiar sean variables explicativas del sistema de subsidio agrario. Hemos encontrado dos variables explicativas para determinar quién cobra y quién no cobra el subsidio: a) quedan fuera del sistema del subsidio agrario aquellas personas que por cuestiones de conciencia no quieren participar en el sistema; b) aquellas personas que no pueden percibirlo, dada su situación socioeconómica, bien porque sean funcionarios, bien porque sean propietarios de tierras, bien porque tengan algún negocio, o bien porque no tienen la edad para poder percibirlo (impedimento administrativo).

Como referimos anteriormente, el sistema de subsidio agrario se compatibiliza informalmente con el trabajo en otras actividades económicas que no son declaradas. Nos encontramos así a muchas personas que realizan su trabajo cotidiano en la construcción, en la agricultura o en las actividades que se enmarcan dentro del sector servicios ( trabajo en bares y tiendas fundamentalmente). Esto hace que la renta de las familias del pueblo tenga una parte variable, que es la se ve afectada por estos trabajos cotidianos que no están declarados, y una parte fija, que es el cobro del subsidio agrario, el sueldo como es denominado por sus perceptores. Para comprender la importancia del sistema de subsidio agrario podemos describir la situación de una familia tipo del pueblo: tres de sus miembros se encuentran implicados en el subsidio agrario, además de lo que se ingresa por la percepción del subsidio, dos de esos miembros trabajan en otra actividad económica. Esto hace que una familia tipo del pueblo ingrese al mes una cantidad considerable de dinero que le permite llevar un buen nivel de vida. Una vez que el consumo básico está asegurado el subsidio posibilita la existencia de un excedente de renta, que la mayoría de las veces se destina para el consumo de productos que en épocas anteriores no estaban a su alcance.

Esto nos hace ver que el sentido del subsidio agrario hay que situarlo más en el plano sociointeractivo que en el plano eminentemente político, ya que ha demostrado un extremado valor adaptativo a las exigencias de la sociedad actual.


IV. De los ritos funerarios y hábitos alimentarios

Al comienzo, propusimos el estudio de la interacción del sistema de subsidio agrario con otras esferas de lo social como mecanismo más apropiado para encontrar la lógica de dicho sistema. Las esferas de lo social que se han seleccionado en este artículo han sido los hábitos alimentarios y los ritos funerarios. El estudio abarca la investigación de otras esferas con las que el sistema de subsidio tienen una relación más directa (como puede ser por ejemplo el consumo de artículos de decoración personal), pero nosotros hemos considerado más apropiado las dos esferas antes mencionadas, ya que el esfuerzo analítico es mayor, y por lo tanto, puede aportar más claridad a la comprensión del subsidio agrario.

Para conseguirlo, vamos a intentar proporcionar la mayor claridad expositiva, por lo que en este punto vamos a detallar los cambios ocurridos en las esferas de la alimentación y de los ritos funerarios, y en el siguiente punto expondremos la interacción del subsidio con estas dos esferas, con el individuo y con la estructura social, o lo que es lo mismo, introduciremos el subsidio agrario en el sistema cultural que le ha dado sentido.

La relación que los hábitos de alimentación tienen con la cultura en la que se producen empezaron a cobrar importancia analítica en la Antropología, para la que los hábitos de alimentación son una ventana cultural, la cocina de una comunidad es un lenguaje en el que dicha comunidad traduce toda su estructura (Lévi-Strauss 1970). Se ha puesto de relieve que los alimentos no son sólo portadores de nutrientes, sino que son portadores de significados simbólicos que metafóricamente nos conectan con el resto de la estructura social y cultural (Garine 1980). Para nosotros, la alimentación no es sólo una manifestación del cambio, sino que los hábitos alimentarios, en su interacción con el resto de las esferas sociales, se convierten en motor de cambio social.

Los cambios producidos en el sistema alimentario (1) del caso estudiado en los últimos treinta y cinco años aparecen resumidos en el siguiente cuadro que figura en la página siguiente.

Ese cuadro expone la transformación sufrida en los hábitos de alimentación de la población que en el pasado se encontraba en mala situación económica, siendo éstos los sectores sociales que más han cambiado (2) sus hábitos alimentarios, y en los que más claro se puede ver la interrelación con el sistema de subsidio. La exposición de los hábitos alimentarios se va a estructurar en base a dos ejes fundamentales: a) a las operaciones alimentarias de ¿que se come? (que hace referencia a los alimentos o comidas y su obtención), y a ¿cómo se come lo que se come? (que no es otra cosa que el consumo); b) y a los tres períodos históricos que son fundamentales en la evolución social sufrida por el pueblo: 1960-1975; 1975-1984; 1984-1995.

En lo que se refiere al primer período, el que va de 1960 a 1975, hay que comenzar diciendo que fue el período de mayor miseria de los analizados, en el que la distancia social era enorme, encontrándonos con un número escaso de familias que vivían en una situación cómoda, y con la mayoría de la población que se encontraba en una situación pésima, con pocos recursos, y por lo tanto con pocas posibilidades de alimentarse adecuadamente. En cuanto a los hábitos alimentarios de la población más desfavorecida hay que decir que estaban caracterizados por la escasa diversidad de alimentos, lo que provocaba que las comidas fueran excesivamente repetitivas, casi a diario se comía lo mismo. El desayuno estaba compuesto de un café de malta al que se le migaba el pan que había sobrado del día anterior. El almuerzo consistía en un «hijoputa», que es el nombre que se la da a la mezcla de vinagre, aceite y sal, o bien se comía un «hoyo» de aceite que es un trozo de pan al que se le quita parte de la miga y se rellena de aceite; a este tipo de comida se le solía añadir un segundo que consistía en una sardina arenque, o bien un poco de chacina que se había guardado de la matanza y unas bellotas de postre, esta comida se solía hacer en el campo donde se trabajaba. La cena era la comida más importante del día, ya que era la que proporcionaba la mayoría de los nutrientes necesarios a las personas y solía consistir en un guiso de garbanzos con un poco de carne de cabra y algunas tagarninas. La compra de los pocos alimentos, aunque escasa, tenía que ser diaria, ya que no había posibilidad de conservarlos.

 


1960-1975 1975-1984 1984-1995
COMIDAS -Escasa diversidad de los alimentos.
 

-La comida más fuerte es la cena.

-Aumenta la diversidad de alimentos.

-La comida más fuerte es la cena, pero el resto empiezan a ser más copiosas.

-Gran diversidad de alimentos.
 

-La comida más fuerte es la comida del medio día.

ADQUISICIÓN DE LOS ALIMENTOS -La compra de los alimentos es diaria. -Se compra todos los días. -Se compra una vez a la semana.
UTENSILIOS DE CONSUMO -Un solo recipiente para toda la familia.
 
 

-No hay cuberterías, sólo una o dos cucharas que tienen que ser compartidas.

-No hay manteles.

-Para cada miembro de la familia su plato.
 

-Para cada miembro sus cubiertos.
 
 

-Hay mantel.

-Para cada miembro hay más de un plato (hay varias vajillas).

-Para cada miembro más de un cubierto (hay varias cuberterías).
 

-Hay varios manteles.

LUGAR DE LA COMIDA -El lugar de la comida es la cocina. -El lugar de la cocina es el salón. -El lugar de la comida es el salón lujoso.
DISTRIBUCIÓN DE LAS COMIDAS EN LA SEMANA -No hay días especiales en la semana. -El domingo es un día especial para hacer una comida especial. -Aparece el fin de semana como el tiempo especial para comer fuera de casa.
   

En cuanto al consumo de estos alimentos hay que decir que se realizaba en un solo recipiente, que se colocaba en el centro de la mesa, para la que no se disponía mantel, en el que comían todos los miembros de la familia con una o dos cucharas que iban rotando entre las personas. El lugar de la casa utilizado para comer era la cocina. Tampoco existían días especiales en los que se comía algo especial, sino que por el contrario, todos los días de la semana se comía lo mismo. Sin embargo, el sistema alimentario de las personas de status y situación económica más elevada era totalmente distinto al descrito. En primer lugar, porque disponían de dinero para comprar alimentos, lo que hacía que la diversidad fuese mucho mayor, fundamentalmente la diferencia se podía apreciar en el consumo de carnes. El desayuno estaba compuesto por café y pan tostado con aceite. En el almuerzo se ponían dos platos: el primero consistía en guisos variados y el segundo alguna receta cuyo componente principal era la carne o el pescado, y de postre solían comer fruta. Para este sector social la comida más importe no era la cena, sino el almuerzo, que lo hacían en su casa, ya que no tenían que desplazarse fuera del pueblo a trabajar. La cena estaba compuesta por sopa y algún tipo de pescado o carne, se caracterizaban por ser cenas muy ligeras. La compra de la mayoría de los alimentos era diaria, pero se caracterizaba por su abundancia. En cuanto al consumo, hay que señalar que cada miembro de la familia tenía su cubierto y su plato, y la mesa se preparaba con mantel. El lugar de la comida era el salón de la casa. Y en este sector social cualquier día era apropiado para hacer una comida especial.

El segundo período , que va desde 1975 a 1984, se caracteriza por la mejoría relativa de la situación de las personas de clase baja, pero la distancia social se mantenía. Aumenta la diversidad de alimentos, aunque este aumento es pequeño. El desayuno estaba compuesto por café de malta y tostadas con aceite. En el almuerzo encontramos dos tipos de comidas: por una parte, se hacía la porra, a la que se enriquece con pimiento y naranja; y por otra parte, se hacía la tortilla de patatas de primero y algún tipo de fiambres después; esta comida seguía haciéndose en el campo. La cena continuaba siendo la comida más importante del día, aunque en esta época empieza a ser más variada, junto al guiso de garbanzos (que ahora tiene más carne) aparecen las lentejas, la sopa y alguna que otra vez los filetes de pollo, a la vez que empieza a extenderse la fruta como un postre habitual. La periodización en la compra de alimentos no varía mucho, ya que se sigue sin poder conservar los alimentos. También se puede apreciar un cambio en los utensilios de consumo, ya que cada miembro de la familia tiene sus propios cubiertos y sus propios platos, desaparece así el consumo en el único recipiente compartido. El lugar habitual de la comida se desplaza desde la cocina al salón de la casa. Y aparece el domingo como un día apropiado en el que se puede cocinar para el almuerzo alguna comida especial, aprovechando que las personas que están en edad de trabajar descansan. Los hábitos alimentarios de las personas de alto status no sufren en esta época un cambio radical con respecto a la época anteriormente descrita. El desayuno sigue siendo el café con tostadas, pero ahora se cambia el aceite por la mantequilla. El almuerzo se sigue realizando en la casa, y las comidas son prácticamente iguales a las de la época anterior, con la salvedad de que se introducen los yogurt y los preparados como postres habituales. La cena sigue caracterizada por los mismos platos que en la época anterior: caldo, sopa y algo de carne o pescado, continuaban siendo comidas ligeras. La periodización de la compra se extiende, y ahora se va a la tienda dos o tres veces por semana, ya que se encuentran en disposición de incorporar a sus casas las neveras. Cada miembro seguía teniendo sus cubiertos y sus platos y en las mesas se usa mantel. El lugar de la comida sigue siendo el salón de la casa. Y se sigue aprovechando cualquier día para hacer una comida especial. Empieza a extenderse la práctica de utilizar el fin de semana como el tiempo apropiado para comer fuera de casa.

Como puede observarse la distancia entre una clase y otra se sigue manteniendo, pero se ha visto acortada. La clase más pobre empieza a tener acceso a alimentos que antes no podía adquirir, pero en esta época los miembros de la clase mejor situada económicamente siguen marcando las diferencias, bien con la introducción de nuevos alimentos, como la mantequilla y los postres preparados (yogurt, flan, etc.), o bien por el consumo más habitual, como es el consumo de la carne, que se come más días a la semana que en los hogares de los personas de clase baja. En cuanto a los utensilios la diferencia se encuentra en la calidad, ya que si bien se extiende la individualización de los utensilios, la diferencia aparece en la calidad de esos utensilios. La diferencia también la hemos apreciado en la posesión de la nevera, que permite a las personas de clase acomodada distribuir los alimentos a lo largo de la semana. En cuanto al lugar de la comida, la diferencia la encontramos no ya en el espacio, que en ambos casos es el salón, sino en su adorno y acondicionamiento.

Pero es el período que va desde 1984 a 1995 en el que se han producido los cambios más significativos. Este período lo hemos dividido en dos: a) 1984-1989 y b) 1990-1995. En cuanto al primer período, lo hemos denominado como el período de igualación, ya que es el período de tiempo en el que las prácticas alimentarias entre las dos clases se igualan. El desayuno está en ambos casos compuesto por café y tostadas con mantequilla o aceite. El almuerzo está caracterizado también por su igualación (diversidad de alimentos y comidas), al tiempo que los miembros de la clase que antes se encontraba en peor situación socioeconómica realizan también la comida en sus casas de manera habitual. La cena también está caracterizada por su consumo igualitario. Esto hace que los alimentos que consumen la mayor parte de los habitantes del pueblo sean prácticamente los mismos y en igual proporción. La periodicidad de la compra es la misma, al poseer útiles de conservación de los alimentos, todas las familias realizan la compra (al menos la mayor cantidad de lo que se compra) en un solo día de la semana. La calidad de loa utensilios de consumo se iguala, ya que los miembros de clase que procedían de la clase más desfavorecida empiezan a comprar cuberterías y vajillas de buena calidad. Y en cuanto al lugar de la comida se pueden observar el mismo proceso de dotación de lujo al espacio usado para la comida (que es el salón de la casa). Al mismo tiempo, la práctica de comer fuera de casa los fines de semana se extiende a una gran parte de los habitantes. En lo que respecta al segundo período, lo hemos denominado como período de reafirmación, en la que los miembros que proceden de la clase que se había encontrado en una situación socioeconómica penosa comienzan a utilizar el excedente de dinero en prácticas que reafirmen su nueva posición socioeconómica: entre estas prácticas podemos destacar lo que hemos denominado como el «no consumo», que consiste en tirar a la basura buena parte de lo que no se consume en lugar de guardarlo o reutilizarlo en otras comidas; la acumulación de electrodomésticos que no se usan (los más significativos son los lavavajillas); y la construcción de cocinas lujosas que sólo las utilizan como escaparate, pasando a hacer de comer en otra cocina que tienen en la casa. Como se ha dicho anteriormente, es este período en el que se producen más cambios, tanto cualitativos como cuantitativos, en los hábitos de alimentación.

La segunda esfera de lo social que ha sido seleccionada para estudiar su interacción con el sistema de subsidio agrario son los ritos funerarios (3), y dentro de éstos nos centraremos en el estudio del cementerio y las tumbas. Hay que destacar que los cementerios tienen una importancia grandísima como visión del mundo (Ariès 1992), se convierten, al igual que los hábitos alimentarios, en una ventana a través de la cual podemos asomarnos a la estructura de las sociedades. El cementerio no es sólo un espacio especial para las sepulturas, es el medio que posibilita la presencia de los vivos en el medio de los muertos.

La exposición sobre los rituales funerarios la vamos a estructurar en dos épocas: la primera llega hasta el primer cuarto de la década de los ochenta; y la segunda hasta la actualidad.

Esa primera época, como bien sabemos, estaba caracterizada por la polarización social, que hacía que la distancia social entre los miembros de las distintas clases fuera enorme. Esta distancia también podía apreciarse en las características de los enterramientos, que era diferentes según la clase social a la que pertenecían. El enterramiento de los miembros de la clase acomodada adquiría la forma de panteón familiar; la estructura de estos panteones está formada de dos partes: la parte visible es en una gran lápida, normalmente de mármol, que se levanta un metro del suelo, y en la que aparecía el nombre de la familia a la que pertenecía, con una entrada que da paso al interior del enterramiento, que se encuentra situada debajo de tierra; en la parte de dentro del enterramiento se encuentran las lápidas de los fallecidos distribuidas a ambos lados. Por su parte, la sencillez es uno de los caracteres necesarios de la muerte de los miembros de la clase que en esta época se encontraban en una situación socioeconómica desventajosa. El enterramiento era horizontal, casi a ras del suelo, su forma era igual que la del ataúd, y sólo servía para un muerto; constaba de una pequeña lápida de loza y una estructura de ladrillo encalada.

Sin embargo, la situación cambia en la década de los ochenta, lo que hace que las características de los enterramientos varíen, coincidiendo con la consolidación del sistema de subsidio agrario. Al igual que ocurría con los hábitos de alimentación, son los cambios que se producen en las tumbas de las familias de clase baja las que nos proporciona el ejemplo más revelador de la interacción de esferas antes mencionada. En primer lugar, hay que poner de relieve que el 90% de las obras que se han realizado en el cementerio desde mediados de los años ochenta hasta la actualidad, pertenecen a las familias que en el pasado se encontraban en una situación económica deprimida. La sencillez ha desaparecido como característica destacada de los enterramientos de esas familias; el lujo en los adornos, los caracteres de su forma y los elementos de construcción las convierten en verdaderas obras de arte. Su forma también ha cambiado, ha pasado de ser un enterramiento horizontal y a ras del suelo, ha tener una forma vertical y elevada varios a más de dos metros del suelo. Así mismo, se pasa de la cal al mármol como elemento exterior de los enterramientos, y no sólo las lápidas, sino que es toda la estructura del enterramiento la que está revestida de mármol.

En nuestro intento de descubrir cuales son las motivaciones que han llevado a estas personas que en el pasado se encontraban en mala situación económica a realizar esta obras en el cementerio, convirtiendo las tumbas de sus familiares en obras de arte, nos hemos encontrado que estas motivaciones no responden a un intento de mejorar la situación en la otra vida de las personas fallecidas, sino que responde a un interés manifiesto de demostrar la nueva posición social alcanzada, posición que representa el acceso a bienes que antes estaban fuera de su alcance; en este caso el interés está en convertir los enterramientos en una manifestación del exceso de renta.

Pero la utilización del cementerio como manifestación de la nueve posición alcanzada no se limita a la construcción y a la forma de los enterramientos. Esa manifestación la podemos encontrar en la celebración de las fiestas de Todos los Santos y los Difuntos los días uno y dos de noviembre. En estos días el cementerio es lugar más importante del pueblo, prácticamente todos los habitantes del pueblo lo visitan, y no sólo son los habitantes los que van al cementerio, sino que muchas personas que viven fuera y que tienen algún familiar enterrado en el pueblo se desplaza al cementerio a llevarle flores como expresión de su recuerdo. Estas fiestas se convierten en una buena ocasión para limpiar los enterramientos y adornarlos, pero esta limpieza y este adorno se han convertido en los últimos años en una herramienta más de expresión del aumento del nivel de renta. Los enterramientos se adornan a base de jarrones de cerámica y floreros de plata y todo tipo de adornos que denotan valor económico, al mismo tiempo el tipo de flores que se usan son flores caras, que resaltan mucho más las tumbas. Hemos encontrado que este refuerzo decorativo se da de manera mayoritaria entre las familias que en el pasado se encontraban en una mala situación socioeconómica, lo que nos lleva a pensar que esta apuesta por el lujo en el adorno responde a un intento de exteriorizar su nueva posición socioeconómica, es una manifestación más de su nuevo status.


V. Cultura, subsidio agrario y reestructuración simbólica: una lectura de las transformaciones en lo social

Las trasformaciones descritas aquí podían ser explicadas a través de una causación simple, diciendo que los cambios producidos en los hábitos de alimentación y en los enterramientos son producto del aumento de renta que lleva aparejado la consolidación del sistema de subsidio agrario. Esto no es falso, pero sí es una realidad a medias, puesto que es una explicación demasiado simplista. Para alejarnos de este tipo de interpretaciones es necesario abordar el análisis de los fenómenos sociales desde una perspectiva relacional, ello implica considerar las sociedades como entramados de interdependencias entre individuos, grupos sociales y estructuras que deben ser estudiados como un proceso integrado (Elias 1982). El proceso de cristalización de los modelos de cambio es necesariamente resultado de la interacción de la historia, la estructura y la cultura, junto con la acción del hombre que los reúne. Las transformaciones ocurridas en la comunidad estudiada vienen explicadas por la historia reciente, donde la polarización social era evidente, por la introducción del sistema de subsidio agrio, base de la actual semejanza social, junto con las características de la cultura producidas por la interacción de las esferas de los social. Y todo esto se hace visible en las acciones de los individuos, que son los que han sufrido la penumbra, los que han visto las ventajas del subsidio agrio, y los que como consecuencia de todo ello han llevado a cabo estrategias que han dado lugar a las nuevas características de lo social. Es evidente por tanto, que la capacidad de cambio y transformación no es accidental ni exterior al campo de la cultura, sino inherente al entrelazamiento básico de la cultura y la estructura social como elementos gemelos de la construcción de las características de una comunidad (Eisenstadt 1992).

Los hábitos de alimentación y las características de los enterramientos ejemplifican los cambios que en esta comunidad se producen, pero a su vez son parte constitutiva de ese mismo cambio, ya que esas dos esferas son utilizadas por los individuos, y es precisamente ese uso el que los dota de potencialidad de cambio. Ese uso que hacen los individuos no se puede entender si no es puesto en relación con el proceso de reestructuración simbólica que se manifiesta en el paso de las relaciones entre clases caracterizadas por la desigualdad y la verticalidad a otro tipo de relaciones que se caracterizan por la igualdad y por la horizontalidad. Este proceso de igualación social, como se explico en apartados anteriores, tiene en la introducción del sistema de subsidio agrario su elemento fundamental debido a que posibilita un aumento del nivel de renta, y por tanto de acceso a todo tipo de bienes que denotan prestigio social (y que en el pasado estaban vedados para la gran mayoría del pueblo) y a que en este sistema los actores que participan se encuentran todos al mismo nivel; a lo que hay que agregar que prácticamente todas las familias del pueblo están inmersas en el proceso de obtención del subsidio agrario. El uso de la alimentación y de los enterramientos como expresión social no se puede entender al margen de esta reestructuración simbólica, que es manifestación del paso de la exclusión a la igualación.

Nos encontramos con un gran número de personas de la comunidad estudiada a las que el acceso a productos de primera necesidad les es muy difícil, y el acceso a aquellos bienes que denotan prestigio es imposible; la situación era tan deprimente que hasta la posibilidad de poder disponer de un poco de carne de pollo era un lujo. Ante la tremenda escasez de alimentos no les quedaba más remedio que reproducir la misma comida todos los días, comida en la que su semántica era extremadamente simple, puesto que la simple condimentación era muy difícil de conseguir. La compra de estos alimentos era diaria debido a que no había posibilidad de conservarlo y a que vivían al día, compraban lo que se podía, no se podía prever lo que iba a hacer falta al día siguiente, porque no se sabía si para el día siguiente habría dinero para comprarlo, con lo que la cesta de la compra iba prácticamente vacía. Estas familias no disponían de cuberterías, ni de vajillas, sino que el consumo se hacía en un solo recipiente y con un sólo cubierto para toda la familia. Al ser las casas muy pequeñas el espacio usado para la comida tenía que ser la cocina. Estas personas que sufrían la situación de penumbra tenían muy cerca la posibilidad de contemplar la situación radicalmente extrema, familias en las que la diversidad de alimentos era considerable, donde la compra se hacía para dos o tres días, ya que había posibilidad de prever que comidas se iban a hacer los días siguientes. Los miembros de estas familias disponían cada uno de sus platos y sus cubiertos, y hasta de sus manteles para no ensuciar las mesas, y el lugar de la casa donde comían era el salón, ya que había suficiente espacio.

Pasa el tiempo y la situación empieza a mejorar para los miembros de esas familias excluidas del buen nivel de vida, ahora tienen posibilidad de acceder a algunos alimentos más, con lo que la diversidad aumenta; también pueden comprar para dos o tres días, puesto que tienen un pequeño margen de dinero para los días siguientes. También empiezan a poder disponer de cubiertos y platos para cada uno de los miembros de la familia, y pueden hacer algunas reformas en sus casas, con lo que construyen el salón como espacio apropiado para comer. Pero la situación de los miembros de la clase mejor situada económicamente sigue siendo distinta, ya que la diversidad de alimentos a la que pueden acceder es mayor; la compra se realiza una sola vez a la semana, ya que disponen de nevera en la que almacenar los alimentos, con lo que el volumen de las cestas sigue siendo mayor. Disponen de diferentes cuberterías y vajillas, que se utilizan dependiendo de las ocasiones. El lugar de la casa donde se come es el mismo que el de los miembros de la otra clase social, pero lo diferencia la decoración lujosa. Los miembros de estas familias comienzan a utilizar los domingos como un día especial para poder comer fuera de sus casas. A pesar de que la situación de las personas de la clase social peor situada socioeconómicamente va mejorando, la distancia con los miembros de la otra clase sigue siendo considerable.

Es el período de tiempo que se inicia en el segundo cuarto de la década de los ochenta el más importante en el proceso de igualación social, ya que la introducción del sistema de subsidio agrario, no sólo posibilita que el nivel de renta se equipare, sino que posibilita que esa renta se utilice para igualar las prácticas. La diversidad de alimentos ya no encuentra diferencia entre las clases, se compra una vez a la semana, con lo que la dimensión de las cestas se iguala. La posibilidad de tener más de una vajilla y una cubertería por familia también se iguala; al igual que el lujo del espacio utilizado para comer. También se ha extendido a prácticamente todo el pueblo el uso del fin de semana para trasladar la comida desde las casas a la calle (salir a comer fuera de sus casas). Aparece bien claro el hecho de que la alimentación está ligada al prestigio social y al status, los modos de alimentarse constituyen un medio de afirmarlos y de adquirir prestigio social (Contreras 1992).

Prácticamente lo mismo ocurre con los cambios en las características de los enterramientos. Los miembros de la clase económicamente deprimida no tenían más remedio que enterrar a sus familiares en pequeñas tumbas a ras del suelo, donde los elementos decorativos se reducían a una pequeña lápida de loza y al encalo de las paredes. Por contra, los miembros de las familias de posición socioeconómica ventajosa podían ser enterrados en los panteones familiares, enterramientos que por sus dimensiones y sus adornos de mármol, permiten apreciar la buena posición en la que se encontraban.

La década de los ochenta marca el momento del cambio en las características de los enterramientos de las familias que en el pasado habían estado en una mala posición económica. Estas personas empiezan a disponer de un exceso de renta al tener las necesidades básicas cubiertas, y esta renta sobrante la usas para realizar prácticas que puedan expresar su nueva posición. Parte de esa renta se dedica a modificar los enterramientos, a convertirlos en expresión de su posición alcanzada. Por ello la forma pasa de ser horizontal a vertical, para poder hacer así más visible sus construcciones, y pasan de usar la cal como elemento decorativo a usar el mármol; son en definitiva cambios que denotan su prestigio.

La alimentación y las tumbas se convierten en un capital social, que dadas las nuevas características de le estructura social, es utilizado por los individuos para expresar la posición alcanzada (Coleman 1988). Es la intención de los individuos de utilizar la alimentación y los enterramientos como manifestación de su nueva situación social, la que proporciona las características a estas esferas; ello hace que la alimentación y los ritos funerarios lleven intrínseco la posibilidad de cambio, actúan como motor de cambio. No son sólo manifestación del cambio ocurrido en el nivel de renta, sino que al ser utilizados por los individuos como mecanismo expresivo de status configuran sus características. Entre el nivel de renta y el cambio en los hábitos de alimentación y los enterramientos aparecen el subsidio agrario como mecanismo causal, que a pesar de su importancia no puede ser entendido sino es como interrelación con el resto de las esferas sociales; es en esa interrelación donde encuentra su sentido, interrelación que ha provocado el proceso de reestructuración simbólica analizado aquí. Esta intención de los individuos de utilizar la alimentación y los enterramientos como expresión de su nueva posición social (y por lo tanto usar la comida y las tumbas como motor de cambio) se ve más clara en los procesos que nosotros hemos de nominado procesos de refuerzo, que se caracterizan por ser utilizados por los individuos para reforzar la nueva posición conseguida. Entre estos procesos de refuerzo se encuentran la diversidad de alimentos, ya que el poder realizar una compra variada es síntoma de buena posición social; otros ejemplos son la compra de electrodomésticos que no se usan, la compra de un número bastante considerable de cuberterías y vajillas a las que es muy difícil dar uso, la construcción de cocinas de gran lujo que no son usadas para cocinar o salones que no se usan para comer, sino que son usados para mostrar a la gente, pasando a otro lugar de la casa para cocinar y comer. En el caso de los enterramientos, los refuerzos más utilizados son los elementos decorativos, que no tienen un uso muy acorde con el cementerio y la sobre carga de adornos y flores que se produce en los días de todos los Santos y los Difuntos. Este tipo de procesos de refuerzo nos permiten ver de una manera aún más clara como los individuos usan estas esferas de lo social con un fin concreto, y como este uso convierte a las esferas señaladas en motor de cambio social.

El análisis de lo social implica optar por una concepción operativa de la cultura, concepción que presenta la cultura de una sociedad como depósito o caja de herramientas de estrategias de acción que pueden verse activadas en diferentes situaciones, según los intereses de los distintos agentes sociales; las estrategias de acción son un producto cultural que inevitablemente interactúan con la estructura social. Aparece, así, la acción del hombre como agente que reúne a la cultura y a la estructura social, como elementos que entrelazados construyen el orden social (Swidler 1986).

Estudiar un fenómeno social implica necesariamente analizar cómo la cultura interactúa con la estructura social y la acción de los individuos. Por ello, para intentar comprender en toda su extensión el sistema de subsidio agrario, es necesario introducirlo en el entramado cultural que lo posibilita.



Notas

1. No pretendemos detallar de manera exhaustiva todas las características del sistema alimentario de la comunidad estudiada, sino solo aquellos aspectos que por su relevancia nos permiten ver con mayor claridad la interacción de la esfera de la alimentación con el sistema de subsidio agrario.

2. La distribución temporal de los cambios en los hábitos de alimentación no hace referencia al hecho de que en un miembro de una clase social se pueda constatar la modificación de algunos de las caracteres de sus hábitos alimentarios, sino que hace referencia al período en el que los cambios descritos se hacen extensibles a la mayoría de los miembros de esa clase. Un ejemplo lo podemos encontrar en el período de 1975-1984, que es el período en el que se empiezan a introducir las neveras en la mayoría de los hogares de las personas que pertenecen a la clase más acomodada del pueblo.

3. Fue precisamente la investigación de los rituales funerarios que realicé bajo la dirección del profesor Rafael Briones en la Universidad de Granada la que me proporcionó la interrelación que los ritos funerarios tenían con el sistema de subsidio agrario, interrelación que después fui extendiendo a otros campos de los social.



Bibliografía

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 Gazeta de Antropología