Gazeta de Antropología
Gazeta de Antropología, 1990, 7, artículo 06 · http://hdl.handle.net/10481/13736
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Publicado: 1990-06
Religiosidad y clases sociales. La estructura social de un pueblo de Sierra Mágina (1)
Religiosity and social classes. The social structure of a village in Sierra Mágina (1)

Francisco Checa
Asociación Granadina de Antropología. Granada.


RESUMEN
En esta primera parte del trabajo se presenta una introducción al contexto geográfico, histórico y sociológico de Jódar, un pueblo de la provincia de Jaén situado en la Sierra Mágina. El estudio de un conflicto laboral da pie al análisis de la estructura de clases.

ABSTRACT
This first part of a series introductes the geographical, historical and sociological context of Jódar, a village in the county of Jaén, Spain, located in Sierra Mágina. The study of a labor conflict there provides an interesting system for the analysis of the structure of classes.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
religión y clase social | estructura social de un pueblo | Sierra Mágina, Jaén | contexto social | religion and social class | social structure of a village | social context


Aunque resulte paradójico, las limitaciones de la comarca de Sierra Mágina no están totalmente claras. Según el Ministerio y sus criterios, hay veces que Sierra Mágina no se conforma como una unidad propia, añadiendo su territorio al de Jaén capital; y otras se presenta dividida en dos partes, la norte para Ubeda, la sur para los Montes Orientales, ya en la provincia de Granada. Incluso la población de Jódar no ha sido siempre introducida dentro de sus límites (1). No obstante, según el proyecto de comarcas agrarias que propuso el Ministerio de Agricultura en 1978 nos parece acertado, donde la comarca de Sierra Mágina se conforma como una unidad, incluyendo a Jódar.

Limita al norte, con el río Guadalquivir y los términos de Begíjar y Baeza; al nordeste, con el término de Ubeda; al este, con la Depresión del Guadiana Menor y los términos de Quesada y Larva; al sur, con la provincia de Granada; al oeste, con los montes suroccidentales de Jaén y los términos de Frailes, Valdepeñas de Jaén, Jaén y Villatorres.

Nuestra investigación se centra en el pueblo de Jódar. Pertenece al partido judicial de Ubeda, a 627 metros de altitud, en la falda del Cerro de san Cristóbal; con 149'34 kilómetros cuadrados. Linda con los términos de Baeza, Bedmar, Bélmez de la Moraleda, Cabra de Santo Cristo y Solera. Es de clima continental-mediterráneo y unos 39 grados de máxima en el estío y -4 en el invierno; de lluvia irregular, con una media de 500 l. por metro cuadrado al año. Su término lo baña por el norte el Guadalquivir y el Jandulilla por el este, su afluente.

De su término municipal, más de 1.100 hás. son de regadío y más de 13.400 de secano. El cultivo preferente es el olivar, seguido de los cereales; productos hortícolas, pinar y encinar. Con una vegetación de monte bajo, espartizal y pastizal; abundan la alcaparra y los atochares. Asimismo destacan grandes rebaños de ganado lanar y cabrío. El conejo y la liebre, la tórtola y la perdiz son su caza menor. La economía se sostiene especialmente de la agricultura y el olivar; aunque el sector servicios abunda cada vez más, representando el 21% de la población activa.

Con un promedio de hijos en sus familias muy elevado (4-5), presenta un coeficiente de natalidad positivo.

Jódar es una ciudad a cuyos habitantes, en los últimos lustros, le han colgado el «sambenito» de violentos, agresivos, y epítetos similares. Ejemplos puntuales de ello no faltan, como la muerte de un practicante forastero, al que habían cortado los testículos; la enigmática muerte de una niña de dos años, aparecido su cadáver en una cueva; o los sucesos que en estas páginas se van a narrar durante la huelga general que CC.OO. convocó en los primeros compases de 1984 y que tuvo su clímax en las proximidades de la Semana Santa.

Pero no podemos mantener que el enfrentamiento que los jornaleros tuvieron estos días con sus propios paisanos y sobretodo con la guardia civil, se deban a la única razón (estúpida y falsa) de que los jodeños son, simplemente, unos incivilizados o algo similar.

¿Cómo puede explicarse que una huelga que convoca un sindicato como protesta por la aprobación de un Decreto gubernamental se trasformara en fuertes y violentos enfrentamientos de los jornaleros huelguistas con el resto de la población, con la iglesia y con las fuerzas del orden? Las causas son mucho más complejas y profundas y no devinieron así porque sí.

Observaremos que detrás de todo este entramado político y de lucha sindical, no hay sino un tipo de relaciones económicas, que representa una abierta lucha de clases sociales locales, entre los de arriba (los desposeídos), contra los de abajo (los propietarios). Esta estructura social que con tanta claridad se puso de manifiesto en 1984, toma forma simbólica dentro del marco de lo sagrado y de religiosidad, propios de la Semana Santa. De aquí el título de este trabajo.

Para una mejor comprensión de los acontecimientos, exponemos un cuadro cronológico de los mismos, para pasar a continuación a su análisis interpretativo: la lucha de clases local.

Ahora bien, como puede parecer un tanto exagerado hablar de «clases sociales» para Jódar y como no utilizamos otro término, quizá menos determinante, (como, por ejemplo, «grupo social» o «estatus individuales»), exponemos a continuación las razones que nos han llevado a hablar para Jódar de una estructura social dividida en clases sociales.

Entendemos por estratificación social, según la concepción clásica y global, el proceso mediante el que los individuos, familias y grupos sociales se jerarquizan en una escala, unos dentro de la superior y otros de la media o inferior.

Reconocemos, sin duda, una escala de status individuales en nuestra comunidad -muy remarcada en la clase dominante, en especial hasta la segunda década del presente siglo-; pero pretender explicar la estructura social de Jódar con la sola existencia de status individuales entre sus habitantes es tan insuficiente como irreal; pues se aprecia la existencia objetiva y jerarquizada de una serie de categorías sociales más o menos homogéneas, de las que son partícipes los individuos y las familias pertenecientes a una posición social común.

De esta forma, en el orden económico, podemos hablar de familias fuertemente propietarias de tierras y casas; otras autónomas y un grupo de familias enteramente desposeídas o pobres. En el orden social y político podemos asimismo establecer esta diferencia, entre clase dominante y clase dominada. Es decir, en torno a estos factores económicos, sociales y políticos, hay un agrupamiento de personas caracterizadas por una conducta semejante, por actitudes y opiniones comunes, incluso por un grado de integración y asociación mutuas, así como su hábitat.

¿Y qué son si no las clases sociales? Para Marx, en la Ideología alemana, «la teoría general de las clases es que determinados individuos que actúan como productores de un determinado modo, contraen entre sí relaciones sociales y políticas determinadas. [Pero] la observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en cada caso concreto..., la trabazón existente entre la organización social y política y la producción». En otros términos, las clases sociales se identifican con relaciones sociales y es posible reconocerlas, aunque no en todas las prácticas, sí en aquéllas que producen efectos pertinentes en la formación social.

Como esta estratificación se da perfectamente en Jódar, ello nos permite afirmar con justicia que nuestra comunidad está estratificada en clases sociales (2).

Ahora bien, sin olvidar, como diría Carmelo Lisón, que el mantenimiento de cualquier sistema social «no es simplemente una cuestión de comportamientos institucionalizados, sino cuestión de comportamientos institucionalizados, y de tendencias conflictivas estandarizadas». Esto es, la división de clases sociales en la comunidad conlleva aparejado conflictos y tensiones entre ellas, ya sean patentes o de forma larvada. Y esto es precisamente lo que ocurrió en Jódar a primeros de 1984 y que a continuación desarrollaremos.
 

El período de huelgas. Esquema cronológico

Enero: Día 20: Manifestación de los jornaleros, unas 1500 personas. Se concentran ante el ayuntamiento; ocasionan cortes de la carretera (Ubeda-Iznalloz).

Día 21, CC.OO. convoca unahuelga general. El motivo es la protesta por el Decreto Ley que cambia El Empleo Comunitario por el del Subsidio de Desempleo agrario (en el campo se utilizará el dinero del PER).

Días 30-31 y 1 de Febrero: Los señores Cristóbal Jiménez y Juan García, miembros de CC.OO. local y ex alcaldes por el Partido Comunista, al frente de 50 jornaleros, ocupan el ayuntamiento, para protestar contra esta aprobación del Gobierno socialista. Se paraliza la actividad municipal (los funcionarios no asisten al trabajo, por consejo del alcalde). Los huelguistas rechazan encerrarse en la Casa de la Cultura.

Abril: Día 5, CC.OO. convoca una huelga general indefinida. Los huelguistas protagonizan por la localidad toques de bocinas, caceroladas, arrastre de bidones por las calles, etc.

Día 13, Viernes de Dolores: Cristóbal Jiménez y Manuel Gámez, alcalde, acuerdan entrevistarse con el Gobernador Civil de la provincia, para poner fin a la situación que se está viviendo en el pueblo. No se llega a un acuerdo.

Por la tarde hay una asamblea de jornaleros y una posterior manifestación, por las calles del pueblo. A las 7'30 se encierran en la Parroquia de la Asunción, aprovechando la celebración de actos litúrgicos; (el párroco se había negado a cerrar la puerta, siendo avisado de los hechos que se iban a producir).

Día 14, Sábado de Gloria, continúa la huelga general. Entre los huelguistas hay una consigna: que no se abran los establecimientos y que nadie vaya a trabajar, para lo que se establecen, junto al mercado (mujeres) y en las salidas del pueblo (hombres), piquetes de personas que lo impidan.

Se intenta picar la carretera para obstaculizar la circulación de los vehículos, pero la policía lo impide. Continúa el encierro en la iglesia.

Día 15, Domingo Ramos, de buena mañana los huelguistas anuncian por altavoces en un coche que el lunes se abrirán las tiendas, de 8 a 10 de la mañana.

La procesión de la Palma no se celebra. Aunque sí en la parroquia de Fátima.

Continúa el encierro en la iglesia, ésta da un aspecto diferente al normal: niños sucios tendidos en los bancos, con mantas sucias, personas mayores, de extraño aspecto, que entran y salen durante la celebración, etc.

En el Círculo de Labradores, o casino, frecuentado por la burguesía local, se produce un enfrentamiento entre las mujeres huelguistas y quienes había allí. A un miembro de la UCD le rompen la chaqueta; interpone una denuncia, hecho que desencadena la llegada masiva de fuerzas del orden.

A media tarde se trata de impedir la celebración de un partido de fútbol, del Jódar C.F. (3); la policía logra que se juegue. Se establece una aparente tranquilidad, por lo que las fuerzas se retiraron.

Por la tarde se intenta impedir la celebración de la misa en la Parroquia de la Asunción: los huelguistas se suben al altar... A la salida, cantan la Internacional; la abundante lluvia que caía evitó duros enfrentamientos con la policía, ya que ayudó a disolverse antes.

Terminó el encierro de la iglesia.

Día 16, Lunes Santo. Por la mañana hay un nuevo intento de picar la carretera, impedido por la policía.

Según los manifestantes, por la mañana unos policías golpearon a algunos jornaleros, sin que éstos les provocaran. Por ello se subieron al barrio de La Constitución o «Las Malvinas», hasta donde fueron seguidos por la policía. A las 11 de la mañana llegaron 9 furgonetas más de policías.

Después del mediodía y hasta el atardecer se produjeron los acontecimientos más significativos: el enfrentamiento entre los huelguistas y la policía, con tiros de goma por la policía y lanzamiento de piedras con hondas, por los huelguistas. El balance fueron dos detenidos y un sargento herido, ingresado. Los huelguistas cortaron la carretera e incendiaron ruedas, robadas de un taller que iba a abrir próximamente, rompiendo sus cristales...

Las reivindicaciones que ahora se hacen públicas son: una semana de trabajo para quienes van a cobrar el subsidio de desempleo en el año 1984; dos semanas para quienes lo cobraron en el 83 y algunos días de trabajo para los jóvenes, aunque no tengan la cartilla del INEM.

Por la tarde tiene lugar una reunión entre los directores de Trabajo y del INEM, de Jaén, con el Gobernador Civil, para ampliar los fondos rurales.

Por la tarde, tras una asamblea de los jornaleros, ante la situación vivida, se desconvoca la huelga.

Día 17, Martes Santo, con la huelga desconvocada, la policía se retira a las afueras, en una vigilancia discreta. Hay una calma expectante.

A las 4'30 se reunieron CC.OO. y el Gobernador Civil, para analizar la situación y encontrar soluciones.

Día 18, Miércoles Santo,reunióndel párroco de la Asunción con los presidentes de las cofradías de Semana Santa, concejales y alcalde, para analizar la posibilidad de sacar las procesiones. La negativa del párroco, aduciendo recibir órdenes superiores, siempre fue rotunda, rechazando también sacar a todos los pasos en una única procesión. Hubo asimismo reuniones entre los presidentes de las hermandades; no faltaron quienes estaban dispuestos a sacar sus tronos.

Protestas de la población, aunque no se hicieron de forma oficial.
 

Hacia una interpretación de los acontecimientos

No es fácil dar respuesta a acontecimientos como los que se acaban de exponer, ya que no presentan una interpretación ni única ni mágica. Aunque la exposición cronológica de los hechos que precede pueda resultar un poco fría, estamos seguros que cualquier lector podrá imaginar la tensión, los avatares y vivencias que los vecinos de Jódar padecieron en la Semana Santa de 1984 y los días que la precedieron.

Ahora bien, como ya se ha apuntado, esta Semana Santa no puede considerarse como un hecho más, aislado y sin fundamento, sino que hay que interpretarlo dentro de la realidad económica y social del pueblo de Jódar; como estos hechos no son producto de la casualidad, hay que mostrar los exponentes históricos que los desencadenan. A lo que nos dedicamos a continuación.

En la actualidad, la población de Jódar se encuentra dividida entre dos grandes sectores: quienes tienen un trabajo, más o menos fijo, que les proporciona los suficientes ingresos como para vivir; y quienes carecen de trabajo, es decir, están en paro. Pero no es esta una realidad social de creación reciente, sino que viene arrastrada del pasado, aunque empieza a resentirse a partir de los años sesenta. Pasamos a la exposición de aquella realidad económica y social.
 

1. Jódar antes de los años sesenta

¿Por qué no se había resentido esta realidad económica y social? Por varios factores: el principal se debe al esparto, que amortiguaba el exceso de mano de obra que había en la población, o que se iba produciendo. La elaboración manual de capachos y capachetas daba el suficiente trabajo para quienes quisieran emplearse en esta tarea. No sólo a los varones, sino también a las mozuelas y mujeres, a familias enteras. El marido se dedicaba a la recogida y traslado de la materia prima. Era un trabajo penoso y difícil, pues los atochares eran muy escasos y estaban muy explotados, por el gran número de vecinos que se dedicaban a ello, incluso de otras localidades. Sólo el hecho de hacer varios kilómetros a pie sin una buena alimentación, cargados (ellos mismos eran el medio de transporte), es una tarea bastante ardua. Las mujeres y mozuelas eran las encargadas de mojar y majar el esparto y de la elaboración del capacho o capacheta para los molinos de aceite o almazaras. Con la pleita, tomizas y ramales que hacían los hombres cuando llegaban y los capachos de las mujeres, se iban obteniendo unas pesetas suficientes como para costear una comida caliente al día (el género era cambiado por comida). Los compradores de este género eran los dueños de las tiendas de comestibles, o capacheros. Sin duda corrían otros tiempos.

Ya hemos analizado en otro lugar (4) toda esta problemática del esparto. Pudimos demostrar que el «boom» del esparto no supuso una época dorada en la economía de Jódar. Salvo que por dorada traduzcamos hacer más ricos a los que ya lo eran, o quienes supieron aprovecharse de la situación, pues los capachos se pagaban con miserias, en especies, dejando a los capacheros grandes dividendos; por ello, éstos hicieron en esta etapa grandes capitales; y se contribuyó a mantener en la pobreza a quienes ya lo estaban. No podemos negar que quitó hambre a los pobres, pero mantuvo la miseria de la mayoría de la población (5).

Jódar se convirtió entonces en un foco de inmigración. Los pobres de los pueblos limítrofes y de la provincia que no tenían nada, llegaban a Jódar, donde, al día siguiente (pudiendo encontrar una cueva libre o tendrían que excavarla), empezaban a trabajar el esparto, es decir, a comer desde su llegada. Para familias que pasan hambre, verse en la posibilidad de comer todos una vez al día, era ya una conquista social y económica. De 6.828 habitantes del Jódar de 1900 se pasó a 14.424 en 1960. Un crecimiento de 7.596 personas en 60 años, ¡más del doble de la población originaria!

Había, además del capacho, otros trabajos temporales paralelos, como la recogida de aceituna, la rebusca (una vez terminada esta tarea), la rebusca de alcaparra, los espárragos, la caza, etc.

Aunque hemos apuntado quiénes eran las familias que trabajaban el esparto, conviene hacerlo con algo más de detenimiento.

Los trabajadores del esparto son además los rebuscadores de aceituna y alcaparra; son familias humildes o pobres. Su nivel de instrucción es nulo; son analfabetos. Sus familias están formadas por un gran número de hijos. El hijo es un valor económico en toda sociedad no desarrollada, pues aporta ingresos al hogar y conlleva, como los demás miembros, muy pocos gastos. En la artesanía del esparto todos los miembros son válidos para trabajar y necesarios. Desde esta situación, el mayor número de hijos supone la posibilidad de incrementar el número de capachos elaborados al día. Hay que reseñar que este tipo de economía, lejos de infravalorar la misión de la mujer, la resalta, pues a fin de cuentas, son las mujeres quienes trenzan la fibra: varones y hembras, chicos y grandes, son necesarios.

Pero hay otra peculiaridad que distingue a estas familias y que, para nosotros, será de capital importancia en el desarrollo de los hechos que páginas abajo estudiaremos: su hábitat: la mayoría de ellos viven en las cuevas, parte alta del pueblo, en la misma Serrezuela; también en el barrio de Andaraje, barrio originario de Jódar; por tanto, de construcción más antigua. En 1847 había en Jódar 573 casas y 295 cuevas. A finales de siglo, un tercio de la población habitaba en 406 cuevas.

Huelga aclarar que en las cuevas no hay luz eléctrica (en Jódar hay tendido eléctrico público desde primeros de siglo); ni agua potable (6). Las pocas calles que pueden formarse no están en condiciones, son de tierra y barro; no hay servicios, apenas tiendas o tabernas: allí vive la población más pobre y humilde. Como denominador común, la arquitectura de cuevas es una arquitectura marginal con respecto al núcleo urbano. Es decir, forman como un cinturón que marca la frontera entre el pueblo (abajo) y el cerro.

Actualmente, hay dos colegios de enseñanza primaria en la parte alta, son los que menor número de alumnos aportan al instituto y los peor preparados. No queremos significar con ello la falta de preparación o entrega del profesorado, pero sí, entre otras razones, la discriminación en infraestructura de material didáctico; muchos maestros son interinos, es decir, casi de paso (algo que no ocurre en los demás centros de la ciudad); el índice de faltas a clase en el alumnado es elevadísimo, pues los niños también van a la rebusca, etc. Queremos significar con esto cómo una de las primeras discriminaciones que esta parte de la población padece, de forma oficial, comienza por la enseñanza; por otro lado, el nivel cultural de los padres les lleva a despreocuparse bastante de la instrucción de sus hijos, su asistencia, la calidad de enseñanza, etc.

Igual ha ocurrido en el barrio de Andaraje, que fue quedándose atrás en servicios, ya que las nuevas construcciones que empezaron a hacerse en la población se orientaron a la parte oeste del pueblo, junto al hoy Paseo Primero de Mayo. Andaraje se sitúa en la salida hacia Ubeda, después de la Plaza, donde se ubican el ayuntamiento y la parroquia de la Asunción.

La calle General Fresneda es la principal, alargada, que recoge el resto de calles de la población, verticales a ella, arranca desde la Plaza y termina en el Paseo; junto con la plaza y el paseo, esta calle es el espacio central de la localidad. Las construcciones son mucho más recientes y señoriales. Está bien dotada de servicios públicos y privados y es, urbanísticamente, mejor trazada y con menos pendiente que la parte alta.

Al final del paseo, en dirección a Granada, la población va alejándose cada vez más del espacio central, habitada por vecinos más humildes y pertenecientes, eclesiásticamente, a la parroquia de Fátima, desde que ésta se inauguró en 1972.

Recientemente, a primeros de los ochenta, se ha habilitado en la parte alta, en la misma Serrezuela, dirección a Granada, un barrio, con casas de protección oficial, denominado de la Constitución o «Las Malvinas», como popularmente se le conoce. Habitado asimismo por familias humildes, muchas venidas desde las cuevas y parte alta.

¿Qué significa que los más pobres vivan concentrados en un espacio físico determinado, deslindado, a parte? Vivir en un lugar apartado del centro de la población conlleva que sus habitantes creen siempre una subcultura específica: en Jódar, «los de la parte alta» vestían de forma diferente (más humilde); tienen un acento en el habla que les distingue, con expresiones propias de la gente de las cuevas; saben incluso coplas y romances que el resto desconocen, que cantan mientras elaboran el esparto; les sacan letrillas a «los de abajo», como éstos a ellos.

Las mozas de Vistalegre
son altas y bailan bien;
les ponen un camisón
y no lo saben coser.

 El hecho de tener casi todas las horas del día ocupadas les impide bajar con frecuencia, por ello, su presencia abajo se aprecia con facilidad, les distingue y delata su clase social. De aquí que en el espacio de abajo se sientan desplazados, extraños, incluso marginados.

Los habitantes de la parte alta son, como se aprecia, los desposeídos y una población marginada. No cabe duda de que ellos lo sienten y son conscientes de ello, pero no pueden hacer nada por evitarlo.

Antes de los años sesenta -incluso los setenta (7)- a pesar de que no faltan razones económicas y políticas necesarias para un levantamiento de protesta de estos jornaleros, había una serie de condiciones desfavorables que lo impedían: sobretodo les falta conciencia de clase; carecen de una objetiva información sobre qué se debe y puede hacer; el régimen político de la dictadura oprimía cualquier conato de rebelión, especialmente si venía de los pobres; nunca recibieron ayuda por parte de la administración, ni local ni estatal; estaban necesitados de un líder carismático que supiese canalizar e instruir su espíritu revolucionario o inconformista. Sin embargo, a pesar de todo, ya hemos apuntado que por estas fechas se aspiraba a poco más de sobrevivir, y ellos, aun con una comida al día, «iban tirando» y nadie pensaba en morirse de hambre y miseria; por lo que «la esperanza se mantenía viva».

Ahora bien, la situación económica de Jódar experimenta un enorme cambio a partir de los años sesenta, y quienes más se van a resentir serán precisamente los pobres.
 

2. La economía de Jódar a partir de los años sesenta

Con los avances técnicos, el prolipileno, fibra sintética, desplaza en las prensas de los molinos a los capachos de esparto. La fibra de esparto es menos duradera, pero aporta una acidez muchísimo menor al aceite que la fibra sintética. «La gallina de los huevos de oro» empezó a flaquear y los años sesenta no se presentaban «tan felices» para los pobres, que veían de pronto cómo su empleo desaparecía por días. Los capacheros dejan de adquirir los capachos de esparto, al no necesitarlos los molinos. Las familias pobres empiezan a quedarse sin su comida diaria buena parte del año.

Décadas atrás no se utilizaban las cartillas del paro, ni había oficinas del INEM. Por ello, los efectos del desempleo no presentaban problema alguno: «todos estaban ocupados». Sin embargo, la realidad era muy diferente. Tanto que en unas décadas (1960-80), la población de Jódar se vio disminuir en casi 3.000 habitantes: 11.612 censados.

Este desempleo obligó a muchas familias a dejar sus hogares en busca de ingresos en otras tierras. Quienes permanecieron aquí tenían que seguir buscando el sustento en trabajos temporeros, como antes. La recogida de aceituna, la rebusca y alcaparra y los jóvenes en las emigraciones temporeras a «los hoteles». Algunos cabezas de familia que aterrizaron en el extranjero o Cataluña o Madrid, donde terminaron llevándose a la familia, fueron los más afortunados.

Así, con la eliminación del trabajo del capacho, una población enteramente ocupada, queda perfectamente desamparada, casi sin tener dónde ir: la edad de muchos y su analfabetismo no les promete mejores resultados en otro sitio. Además, hasta allí han de desplazarse, encontrar alojamiento -si no conocen a nadie- y buscar trabajo -si nadie conocido se lo ha encontrado-. Todo esto conlleva un excedente económico del que carecen. Una familia no puede, por ello, arriesgarse a un viaje de esta índole. Y permanecer aquí significa, no sólo seguir perteneciendo a la población más desposeída, sino carecer de entradas económicas, pues de donde pueden obtenerlas son insuficientes: hay escasos días de trabajo al año, y, de momento, mucho menos para mozuelas y mujeres, como hasta entonces. La imposibilidad de emigrar y de encontrar un trabajo constante en Jódar, les hace oficialmente los más desposeídos y, por ende, enteramente marginados.

Ahora bien, los tiempos ya no son los de hace unos años: para vivir una década después se precisa mucho más, ante un nivel de vida que no cesa de subir: la propaganda de una sociedad consumista «obliga» a comprar artículos hasta entonces innecesarios y comer y vestir es mucho más caro; amén de las discotecas, bares, televisión, etc.; todo ello exige un excedente económico que estos vecinos no tienen.

Todo ello conlleva unos desajustes emocionales, principalmente en la juventud, que no tiene para gastar, pero que observa a sus paisanos derrochar artículos lejos de su alcance. Con ello empieza a latir en ellos un sentido de rebeldía, resentimiento, inconformismo, revancha, de los que carecían sus padres, y que se ponen de manifiesto muchas veces en detalles de la vida diaria. No es de extrañar, por tanto, que una ola de delincuencia local se remarque alrededor de una banda de matones o «chorizos», conocidos por todos -incluso la guardia civil-, al frente de quienes hay una persona clave. La forman personas que viven arriba. Estas bandas están orientadas hacia pequeños hurtos (casetes de coche); pinchada de ruedas de coches o sustracción de los limpiaparabrisas; algunos robos de casas -escasos- y colegios. No obstante, durante la noche de Jódar no podemos asegurar que se respire una violencia o inseguridad patente, especial, distinta al resto de los pueblos colindantes. Pero es asimismo justo resaltar que en la conciencia de los de abajo está el que cuando suben, los mismos niños les apedrearán, sobre todo si la visita es asimismo de niños. Hemos preguntado a muchos muchachos de 18-20 años y nos han asegurado no haber subido nunca a las cuevas, o aquella zona,«por miedo», aunque reconocen que puede ser un miedo infundado.
 

3. La búsqueda de ingresos en «los de arriba»

Decíamos al principio que en Jódar hay una clara división social entre los vecinos que trabajan y quienes están en paro. Esta división empieza a agudizarse en los años sesenta, cuando, tras la caída del esparto, tarea más importante en los ingresos de los pobres, los desniveles económicos se acentúan. Tan sólo en una década se ha pasado de luchar por comer a luchar por comer, vestir y consumir. Las diferencias económicas quedan manifiestas externa o públicamente en situaciones como la posesión del coche, el vestir, los gastos extras en diversión, etc. Gastos que una clase social se costea y que la otra carece de ellos. La razón no es otra, como se adivinará, porque unos tienen un trabajo estable (en bancos, la enseñanza, alguna tienda, la agricultura, los olivos, un negocio particular, panadería, etc); se han comprado o construido una casa abajo; el resto siguen con trabajos eventuales y temporeros, incluso, modernamente, roban algunos sacos de aceitunas antes de empezar la temporada de recogida; de la caza ilegal con hurones; de los reductos del esparto -orientados hacia artículos de decoración o cestería (8)- y algún dinero del empleo comunitario. Con todo este cómputo general de ingresos les es insuficiente para mantener los gastos de su casa con dignidad, atendiendo a los gastos más elementales.

Pero antes de proseguir, consideramos oportuno detenernos en ampliar dos temas, tremendamente criticados por todos, aunque con un poco faltos de análisis.
 

A) El robo de aceitunas

La primera es referente a una forma que esta gente tiene de buscar sus ingresos, utilizando la fórmula de robar aceitunas. El padre y el muchacho, a veces también las madres, van con la motillo a cualquier parte, incluso a pueblos de alrededor, como Bedmar, en busca de algún saco de aceituna, que recogen y los llevan a casa, durante la noche. No es necesario aclarar que una vez que la recogida ha terminado cualquiera puede dedicarse a la rebusca, sin ser denunciado (9). Ahora bien, se necesita casi toda la jornada para conseguir juntar unos 40 ó 50 kilos, cuando mucho. Sin embargo, llegar a una finca no vareada y llenar un par de sacos es algo más fácil, pero evidentemente ilegal. A esto se le conoce como robar, sin más, por lo que está muy perseguido por los dueños, los guardas y la guardia civil.

No queremos significar que esta fórmula de obtener ingresos en la clase pobre sea exclusiva de los vecinos de Jódar, también se da en otras localidades, pero no tan arraigado y con tanta frecuencia como en nuestra localidad. ¿Y por qué en Jódar? Creemos que la razón hay que buscarla en la explotación que a lo largo de más de una centuria han venido soportando buena parte de sus gentes, siempre en unos vecinos muy determinados. Esto ha conformado una subcultura y una forma de ser específicas y peculiares en la clase social explotada. Tratemos de explicar esto para el caso de robar aceitunas.

Ante la explotación surgen siempre ganas de protestar, de revelarse, que no son posibles en todo momento. En esta clase social desposeída existe una conciencia, aunque sea de forma inconsciente, valga la contradicción, de que son los de abajo, de alguna u otra medida, los culpables de su situación económica; por lo que, si se puede, hay que mostrarles el descontento: pincharles las ruedas, robarles los cassettes, apedrearles cuando suben arriba, o robarles las aceitunas (unos son hechos para fastidiar, éste para comer).

Sería preciso aclarar que, según sus términos o concepción, no se trata de un robo, sino que sólo supone, irónicamente dicen, en «un cambio de lugar» o de dueño. A fin de cuentas mantienen que, aun reconociendo que se trata de un pequeño hurto, a ellos les hace más falta un saco de aceitunas que a los «ricos» (10), los dueños de las olivas.

Probablemente, si estas familias viviesen mezcladas con el resto de los vecinos, es decir, no tuvieran su hábitat propio, conviviesen juntos, si estos hechos no desaparecían, al menos podrían reducirse. Asimismo ha habido explotación, miseria y caciquismo en los pueblos colindantes -por no decir en todo el mundo rural español- también a lo largo de muchos años; entonces, ¿por qué estos hechos no se dan con la misma frecuencia en otras localidades? La razón puede encontrarse en que su vida actual, a pesar de seguir siendo la clase social más baja del pueblo, no se ha convertido en una subcultura específica dentro de una reducida comunidad, y su hábitat no presenta peculiaridades diferentes, sino que viven mezclados con el resto de vecinos; aunque, como es propio, en peores hogares y peor dotados que los miembros de la clase social superior. Ello, no sólo que no ha ocurrido en Jódar, sino que aquí se ha acentuado al mantener habitadas las cuevas y sus aledaños, en lo que conforma la parte alta del municipio.
 

B) Sus gastos: la ligá

Es cierto que en Jódar -a finales del siglo XX- hay muchas familias que pasan necesidades, aunque esto pudiera parecer un tópico o un slogan político; desgraciadamente no es ninguna de ambas cosas. Ahora bien, y esta es la segunda cuestión que queríamos tratar, probablemente en algunas de estas casas no falte televisión, y ciertos lujos, e incluso vídeo (11), que muchas de las familias de abajo, con un nivel de ingresos muy superior a ellos, no dispongan.

La moto, (al margen de que después pueda ser utilizada por los mozuelos para, abajo, ir de un lado a otro, formando un despreciable ruido -pocas llevan el tubo de escape correctamente- con el gasto de gasolina extra que ello supone), es para ellos un instrumento necesario para su economía: rebusca de aceituna y alcaparra, la caza, coger aceitunas, etc. Sin embargo, si tenemos en cuenta su pobreza, son más innecesarios otros lujos que poseen, cuando se habría de pensar en alimentarse bien y en la educación de la prole.

La explicación a situaciones similares creemos que no ha de buscarse exclusivamente en la incultura de las personas, sino que conlleva además una explicación psicológico-social. La televisión ha entrado en los hogares de forma suave, «inocente», por ello se ha adueñado de muchas mentes y conciencias y ha despertado en ellas -como la gran transmisora de la sociedad de consumo que es- el ansia de tener y poseer. Se es más cuanto más se tiene. Y esta filosofía cala en mayor medida en aquellas personas que tienen un especial interés en igualarse a la clase social superior, a base de (aparentemente) tener más: porque a lo largo de la historia de su familia han sido siempre pobres.

Estamos completamente seguros que el inicio de los desajustes emocionales de los de arriba, y las muestras de violencia y agresividad contra los de abajo, a las que ya nos hemos referido, tienen su inicio en la posibilidad de consumir, que la sociedad española ofrece a partir de los años sesenta -incluso a la clase trabajadora-; posibilidad que ellos tienen mermada en la mayoría de los artículos. De aquí también, las compras «innecesarias» que suelen realizar para «igualarse» con los de abajo.

Un hecho más que contribuye a mantener a estas familias en su pobreza es el dinero que gastan, especialmente los varones, en bares y máquinas. Cuando recogíamos material de campo para elaborar estas páginas, nosotros mismos pudimos comprobar cómo muchas personas de abajo nos recalcaban esta cuestión: «en los primeros días después de haber cobrado el paro u otros trabajos, se lo gastan casi todo en los bares o máquinas, en lugar de dárselo a su esposa para que pague las deudas de las tiendas, contraídas en los días anteriores». Gran parte de verdad se encierra en este aserto.

Al término de la temporada de aceituna, a los varones de las familias de arriba se les ve mucho más tiempo en los bares de abajo, o parados en la plaza, que el resto del tiempo anual; asimismo en los primeros días del cobro del paro. Hemos tenido ocasión de comprobar que en pueblos cercanos, como Bedmar o Albánchez, que también se alimentan en gran medida de los trabajos temporeros, este dinero ganado les dura más tiempo y los vecinos sufragan muchos más gastos con él, que los de Jódar, con un nivel de vida prácticamente idéntico en estas comunidades.

Ahora bien, cabe preguntarse, ¿son únicamente las familias de arriba y Andaraje los que gastan el dinero en bares y máquinas después de haber cobrado? Cualquiera que haya vivido en Jódar un tiempo prudencial, se habrá extrañado muy pronto al comprobar entre sus gentes lo arraigado del rito de la ligá (fino, cerveza y tapas), poco antes de comer, a la salida del trabajo, o la hora indicada y por las tardes; los sábados y domingos, ahora con la esposa o novia, amigos y amigas: no son pocos los alumnos del instituto que se «fugan» la última clase para «irse a echar una ligá». Conocemos a muchos padres de familia de los que dudamos puedan almorzar con su familia (salvo que le esperen), pues a esta hora siempre los encontrábamos en el bar, cuando nosotros íbamos a comer a las 3 de la tarde, y allí seguían, muchas veces, al irnos. Hay en Jódar más de 30 bares o tabernas con licencia fiscal, además de multitud de tabernas no declaradas; 3 salas de juegos; dos discotecas, etc. El dueño de un bar concurrido, en el que tiene alquiladas dos máquinas tragaperras, nos confirmaba sacarles en limpio unas 150.000 pts/mes, después de dar al dueño el 60% de lo extraído. Otro señor que quería comprar un bar al que no asiste la juventud (quienes beben cubalibres, donde el porcentaje de ganancias es mayor), le preguntamos por las razones de la compra, al no parecernos un buen negocio, a lo que contestó: «yo lo quiero para ponerle un par de máquinas tragaperras y con eso me costeo». No cabe duda que es un gran conocedor de sus negocios y de la forma de ser de los jodeños.

También en este momento nos volvemos a encontrar con una clara idea del miembro de la familia pobre al pretender igualarse con el «rico» de abajo. Ambos pueden estar «ligando» en la misma barra del mismo bar; algo impensable para tan sólo hace unas décadas. No hay que olvidar que cuando una persona que ha pasado necesidades desde pequeño, de pronto se encuentra con algún dinero del que puede disponer para gastos -a pesar de que no son realmente excedentes-, no es de extrañar que lo haga en bares, con los amigos, o comprándose cosas, objetos o artículos que soñaba con tener desde hacía tiempo (en una sociedad que continuamente le está invitando a ello), en lugar de emplearlo en pagar los débitos de alimentación, en mejorar la infraestructura de su hogar, en educación para sus hijos, etc. Al mismo tiempo creen igualarse con estas actitudes a los demás vecinos que económicamente tienen mejor posición. No se puede dejar de lado el hecho de que tras varias generaciones de sentirse indefensos y aislados, explotados, se busque una solución -al verse con un poco de dinero- en el teórico «bienestar» material que aporta, entre otros, «ligar» en la taberna con los amigos.

De esta forma, podemos asegurar que los hombres de arriba gastan más del 50% de los ingresos del mes, aunque pueda parecer una cifra disparatada. De los gastos extras que en las familias de abajo se ocasionan, un porcentaje muy elevado lo consumen los varones en sus ligás.



Notas

1. Véase la obra Sierra Mágina (Baeza, 1987), premio «Joaquín Guichot» de investigación 1987, que ha elaborado un equipo de profesores de EGB de la zona, dirigidos por nuestro amigo el Dr. José Manuel García García, en la que no se introduce a Jódar dentro de esta comarca.

2. No faltan, no obstante, sociólogos que distinguen entre clase y grupo y eliminan la primera para hablar de «agrupamientos sociales», que pueden clasificarse de muy distintas maneras. Véase G. Gurvitch: La vocation actuelle de la sociologie; vers une sociologie différentielle, 1957.

3. Hay en Jódar dos equipos de fútbol. Por lo general militan en la misma categoría provincial o regional: Jódar C. F. y Al-Andalus C. F. Al primero se le considera el equipo de los «ricos», y está apoyado económicamente por el ayuntamiento. El otro se mantiene de sus rifas y fiestas y es considerado como el equipo de los «pobres». Sus enfrentamientos de liga o algunos emparejamientos en la Copa del Gobernador son verdaderas muestras de la división de clases sociales que Jódar vive, manifiestas simbólicamente en el rectángulo de juego y en las gradas.

4. Véase F. Checa, «La artesanía del esparto en Jódar. Un estudio socioeconómico y cultural», VI Jornadas de Estudios de Sierra Mágina, Huelma, 1988.

5. No creemos que sea necesario incidir en la cuestión histórica de «otros tiempos»: Debido a la situación económica y social que se vivía en el país, en las personas había creadas muchas menos necesidades; los días pasaban con menos gastos, preocupados exclusivamente de la alimentación. La oferta es escasa y con un plato de comida sobre la mesa -y una naranja cuando más- era suficiente. No se disfrutaba de ropas, zapatos... Huelga hablar de otras necesidades tan imperiosas para nuestros días, como la televisión, las discotecas, pubs, viajes, cigarros, ropa de sport y de vestir, que eran casi impensables tan sólo hace varias décadas, y a las que hay que hacer frente económicamente, aunque ello suponga recortarse de otros presupuestos más necesarios.

6. Véase Joaquín Costa, La vida troglodita en Jódar (mecanografiado). Datos que tomó el autor de una visita que hizo al pueblo sobre 1890. O Blanca Lobato y Carlos Fernández, «Las cuevas de Jódar», Narria, Universidad Autónoma de Madrid, 1975, págs. 2-4.

7. Por estas fechas funcionaba en Almería una fábrica de celulosa, adquiriendo gran cantidad de esparto en nuestro pueblo. Pagaba 9 pesetas/kilo, y desde el Gobierno Civil de Jaén se subvencionaba con 2 pesetas/kilo, por lo que a 11 pesetas una familia arrancando podía obtener más de 1.000 al día, cuando el salario mínimo interprofesional era menos dinero. En estas fechas podían defenderse económicamente, pero la fábrica cerró a finales de los setenta.

8. Si antes hemos afirmado que los capacheros se enriquecieron a costa de los trabajadores del esparto, cabe ahora señalar que, a pesar de que continúan pagando miserias por estos artículos de cestería, fueron ellos quienes trataron de dar una salida a la situación de esta artesanía manual, y el vacío que dejaron los capachos se ha rellenado en alguna medida con los objetos de decoración. A fin de cuentas, siguen repartiendo miseria, pero no faltan familias que ayudan a la casa con esas 400 ó 600 pesetas/día que pueden ganar.

9. Para esta clase social, la rebusca es económicamente de suma importancia, tanto que los organismos oficiales se han hecho eco. Así se refleja en la carta que el gobernador civil de la provincia envía al alcalde de Jódar, D. Manuel Gámez, el 9 de enero de 1985, donde expresa su preocupación porque esta tarea pueda realizarse con normalidad: «En aquellos supuestos o situaciones en que algún agricultor proceda a arar o enterrar la aceituna, impidiendo la rebusca, considero necesario que sea puesto en conocimiento de este Gobierno Civil, a fin de iniciar el expediente sancionador oportuno».

10. Aunque a veces saben donde se meten, no siempre lo procuran, introduciéndose a coger aceitunas en propietarios de escasos ingresos. O imagínese si todos robaran grandes cantidades en la misma haza.

11. El vídeo fue adquirido por estas familias a partir de los años 1987-88, cuando se dieron créditos al consumo y facilidades para su adquisición en los bancos, pagándolos a 1.000 ptas/mes. Antes de 1984 sólo lo tenían las familias de clase alta, aunque era preciso desplazarse a Úbeda para alquilar las películas, pues el primer videoclub de Jódar se puso en 1986.


 Gazeta de Antropología