Gazeta de Antropología
Gazeta de Antropología, 1987, 5, artículo 06 · http://hdl.handle.net/10481/13771
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Publicado: 1987-06
Las fiestas de la Granada musulmana. Análisis de las fiestas de Granada (5)
The fiestas in Muslim Granada. Analysis of the festivities of Granada (5)

Demetrio E. Brisset Martín
Asociación Granadina de Antropología. Granada.


RESUMEN
Nueva entrega del análisis de las fiestas populares de Granada. Este artículo se aproxima a las fiestas existentes durante la dominación musulmana. Recorre la historia desde el siglo IX hasta el siglo XV. Nos presenta el calendario festivo en la época del Reino nazarí, al tiempo que señala algunas de sus pervivencias en la actualidad.

ABSTRACT
A new delivery of the analysis of the folk fiestas in Granada is given. This article examines the fiestas existing during the Muslim dominance. Their history is followed from the 9th until the 15th century. The author presents the calendar of the fiestas in the time of the Nazari Kingdom of Granada, at a time when some of the traditions which persist today were practiced.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
fiestas de Granada | Granada musulmana | fiestas populares | etnohistoria | calendario festivo | fiestas of Granada | muslim Granada | folk celebrations | ethnohistory | festivities calendar


No abunda la documentación sobre el desarrollo festivo durante el largo periodo en el que los pueblos ibéricos profesaron la religión musulmana. Sin embargo, parece razonable suponer que los caudillos árabes y bereberes aportarían sus gustos festivos, influenciando así las costumbres de los peninsulares, que eran designados genéricamente «andalouch» (1).

En la actualidad, lo que se considera herencia directa de los hispanomusulmanes es la música andalusí (tal como se ha conservado en el Norte de África) y las zambras del Sacromonte (a cargo de las familias gitanas). Aunque por «zambra» se conozcan ciertas cuevas con una o varias dependencias, de paredes encaladas, decoradas con vasijas de cobre bruñido y cerámica local, donde se ofrece bebida, cante y baile acompañados con guitarras, para el diccionario de la Real Academia Española la palabra proviene del árabe samra, «fiesta nocturna, velada, sarao», y se describe como «Fiesta que usaban los moriscos con bulla, regocijo y baile (...) Fiesta semejante de los gitanos de Andalucía». Conocida la afición trashumante del pueblo gitano, desde que a mediados del siglo XV comenzaron a llegar a Andalucía las extensas familias de los «Condes del Pequeño Egipto» (2), no resulta descabellado suponer que se les unieran luego muchos de los moriscos que se dedicaban a oficios tales como arrieros, trajinemos, herreros y albañiles, que les permitían la movilidad conveniente para escapar al creciente control y a las órdenes de expulsión. Así, en las caravanas de gitanos y moriscos se habría perpetuado el arte musical hispanomusulmán en su vertiente popular, originando el flamenco al confluir con las tradiciones propias de los gitanos.
 

Antiguos datos sobre las fiestas hispanomusulmanas

El primer poeta andalusí conocido fue Abu-l-Majsi, quien por enfrentarse a los poderosos con sus sátiras, fue castigado a que le arrancasen los ojos y la lengua. A pesar de ello siguió componiendo, acompañado por una joven que recitaba las poesías. Según cuentan, siendo anciano le volvió a crecer la lengua. Murió el afío 794 en Elvira, capital por entonces del reino de Granada (3).

En el siglo IX, en el Emirato Omeya de Córdoba, algunos juristas fanáticos arremetieron contra la música de los hispanomusulmanes, destruyendo sus instrumentos. Pero lo habitual fue la tolerancia de los cadíes hacia las borracheras colectivas a las que los indígenas eran tan afectos, y su fomento de la creación musical: en el 822 se funda un conservatorio en Córdoba, que difundirá las «nubas» o especie de sinfonías profanas, con predominio de la música sobre el canto (4). Mientras, en los zocos o mercados se congregaban los paseantes en torno a los «rawi», narradores o recitadores gesticulantes de leyendas épicas y amorosas, en prosa y verso, a veces en colaboración con músicos, semejantes a los que aún hoy día integran el decorado de los zocos de Marrakech, Fez y otras ciudades marroquíes. Esta especie de juglares fueron bien acogidos en varias cortes de reyes cristianos peninsulares, al igual que eran muy valoradas las esclavas cantoras y danzarinas.

En la Córdoba califal de Abderramán III (siglo X), que marca el apogeo de Al-Ándalus, gozaba de esplendor la pascua de Ansara o fiesta del solsticio de verano, el 24 de junio, que conmemoraba tanto la natividad de Juan el Bautista como la hazaña de Josué al detener el curso del sol para conseguir el exterminio del ejército de los Amorrheros (5). En tal día destacaban las carreras de caballos, ejercicios de destreza, disfraces carnavalescos, certámenes poéticos y hogueras, preferentemente .encendidas junto a higueras. Otras costumbres típicas, como regar las casas y sacar los vestidos al rocío, eran criticadas como propias de «incrédulos» (6). El influjo de costumbres de los cristianos sobre los musulmanes es denunciada en un documento enviado al poeta y rey de Toledo y Córdoba Al-Ma'mun (siglo XI), respecto de una de sus mayores fortalezas, la de Magerit, posterior ciudad de Madrid: «En las noches de San Juan y de san Pedro se tenía que reforzar la vigilancia en las murallas de la plaza, porque los infieles y enemigos de Alá se juntaban a pretexto de sus devociones a los benditos siervos del Señor, y recorrían los campos con lascivos bailes y gritos de alegría, así los hombres como las mujeres, que, sin velos que tapasen sus rostros, corrían desordenadamente ofendiendo a Alá con sus gritos», y a pesar de las advertencias en sentido contrario, los musulmanes acudían «a estas escandalosas fiestas a pretexto de encender luminarias, en las que oían azalás (preces) subversivas y blasfemias contra el profeta querido de Dios», por lo que se solicitaba del poderoso monarca «que tales noches prohíba ir a los cristianos a la ermita de la Virgen de las Tochas, que contra la ley del Corán se les permite adorar como gentiles idólatras de los ídolos, y que mande se cierren las casas de los ídolos cristianos, que cercando la población eran cuarteles donde, además de juntarse para maldecir a Alá y al Profeta, tramaban conspiraciones para apoderarse de las fortalezas» (7). Respecto al rey Al-Ma'mun, fue el organizador de una de las más famosas f ¡estas de su época, con motivo de la circuncisión de su hijo y heredero el año 1063 (8). Esta especie de «presentación en sociedad» de los varones a los ocho días de nacidos era esplendorosamente celebrada, con bailes y banquetes, sacrificando animales según las posibilidades económicas del padre. Posteriormente se trasladó la fiesta de la circuncisión a cuando el niño cumplía los ocho años.

Buena prueba de las dificultades para rastrear los datos sobre la evolución de las fiestas la ofrece el último rey zirí de Granada, Abd Allah, contemporáneo de Al-Ma'mun y que así mismo fue destronado por los almorávides y exiliado en Marruecos. Allí, a finales del siglo XI entretuvo su exilio con la redacción de unas Memorias de su linaje y reinado, inéditas en castellano hasta 1980. Entre sus recuerdos son escasísimas las pinceladas descriptivas de cómo eran las fiestas de la corte granadina. Según cuenta, se practicaban carreras de caballos en la rambla, y «eran mis secretarios los que solían recitar poemas en las sesiones de aparato organizadas cuando había vagar para ello, con objeto de pasar el tiempo si no había otra ocupación... A ello añadía yo, tomados de obras literarias o de vidas de personajes, algunos trozos escogidos, de los que se quedan en la memoria» (9). Cerca del final de sus Memorias, Abd Allah se defiende de los ataques lanzados contra su vida privada: «También busqué a veces diversiones frívolas y me entregué, sin que hubiera en ello afrenta para el reino ni mengua para mi autoridad, a esas distracciones que suelen tomarse a hurtadillas, al acabar el trabajo, para cobrar ánimos y consolarse de las dificultades que nos rodean. Los sabios sostienen, en efecto, que prescindir en absoluto de los placeres es causa de indigestiones, de enfermedades de la piel y otras perniciosas dolencias... Sólo te queda que digas: 'El rey de Granada no deseaba más que amontonar riquezas, amar a las bellas mujeres y convidar efebos'. Pero si tal haces, demostrarás no haber reflexionado sobres las cosas. ¿Es que no sabes, ignorante, que un rey no utiliza el dinero más que para liberarse de los fardos que sobre él pesan?... En cuanto a que yo invitaba efebos a mis fiestas, dado que era fuerza hacer un uso moderado del vino -cosa de la que ya Dios me habrá perdonado- ¿por qué tienes que ocuparte de mis libaciones y de mis convidados? No se trataba de reuniones de Estado» (10).

En aquel tiempo las mayores fiestas del calendario religioso de los hispanomusulmanes eran la ruptura del ayuno tras el Ramadán, en la luna nueva del décimo mes del afío, y la Pascua del Sacrificio, que conmemoraba el sacrificio de Abrahán con la muerte de carneros. Como los habitantes de los países conquistados por el Islam tenían ya arraigadas sus tradiciones festivas cristianas, había varias que se celebraban conjuntamente, entre las cuales:

-La circuncisión de Jesucristo, al séptimo día de su nacimiento.

-El jueves santo, llamado por los sirios «jueves del arroz» o «de los huevos», porque se comían tales manjares.

-La ya mencionada natividad del Bautista o pascua de Ansara, que en Granada gozaba de un fenómeno particular: Según documentos anteriores al siglo XIII, en el cerro que domina al Albaicín había una ermita cristiana, una fuente y un olivo. Al despuntar el sol en tal fecha, aumentaba el caudal de la fuente y florecía el olivo. A medida que transcurría la jornada se veía nacer y crecer las olivas, y la muchedumbre que subía en romería al monte «toman cuanto pueden de aquellas aceitunas y de aquel agua, guardando lo uno y lo otro para sus remedios, y así se consiguen entre ellos grandes beneficios» (11). Actualmente se sigue celebrando la romería al cerro, en honor del arcángel Miguel, y un rito imprescindible es beber de la fuente. «Milagro de las olivas» no se aprecia, porque a fines de septiembre ya están maduras de por sí.

- La natividad de Jesucristo, tan arraigada que provocó el asombro de Abu l-Qasim al-Azafí, rey independiente de Ceuta a fines del XIII, quien escribió: «¿No es maravilla cómo (los musulmanes) llevan el cómputo de las fechas de los cristianos... se preguntan acerca de la navidad de Jesús, del 72 día de su nacimiento y el día del nacimiento de Yahya (sobre él y sobre nuestro profeta sea la paz)», este Yahya no siendo otro que Juan el Bautista, y prosigue: «Se han añadido innovaciones reprobables... en estas fiestas se hacen unos a otros preciosos regalos... mesas adornadas para comilonas... poner una col debajo del lecho para la buena suerte... Todo esto se ha propagado (como una enfermedad) a esta orilla del Estrecho... causadas por la vecindad de los cristianos... en Al-Ándalus está la sede del saber en occidente... quien imita a gente extraña se convierte en uno de ellos» (12). Para evitarlo, instauró este rey la fiesta del nacimiento del profeta Mahoma en sustitución de la de Jesús, arrinconando así la navidad al interior de los hogares cristianos en el occidente musulmán. Llamada Mawlud, en esta fiesta competían los poetas con versos y casidas elogiosas para el profeta y el monarca reinante, en el precedente de lo que serían los «villancicos».
 

Diversiones en el siglo XIV

Cuando sólo permanecía musulmán el Reino de Granada, en la Península, a mediados del siglo XIV, el rey nazarí Yusuf I firmó una tregua con los cristianos y se volcó en reglamentar la vida de sus súbditos. Así, para uniformar el culto proclamó unas ordenanzas en las que incluye:

«-Las fiestas para celebrar las pascuas de Ruptura del Ayuno y de las Víctimas han sido causa de alborotos y escándalos... Cuadrillas de hombres y mujeres circulan por las calles arrojándose aguas de olor, y persiguiéndose con tiros de naranjas, limones dulces y manojos de flores, mientras tropas de bailarines y juglares turban el reposo de la gente piadosa con zambras de guitarras y de dulzainas, canciones y gritos: Se prohíben tales excesos...

-En los regocijos de bodas, en los que se celebran para poner a los reciennacidos bajo el auspicio de las buenas hadas y en reuniones familiares sea licito divertirse con zambras y convites espléndidos, pero obsérvese el mayor decoro, reine la discreción y no incurra convidado alguno en el abuso de la embriaguez...

-Siendo las calles y plazas lugares impropios para rogar a Dios, se prohíbe hacer en ellas procesiones ni rogativas en tiempos de seca (deberán salir al campo)» (13).

Durante el reinado de Yusuf I ocupó el cargo de visir el historiador y poeta Ibn al-Jatib, quien refleja las costumbres populares: «Los días festivos son hermosos de ver en esta ciudad, dando ocasión para la composición de versos y poesías, resonando el canto por todas partes, y hasta en los bazares, donde concurre gran muchedumbre de jóvenes», añadiendo que en tales días se come pan de trigo, frutas, unas y frutos secos (14). «Es costumbre trasladar al campo su domicilio, para pasar la pascua del otoño en vendimia, así como también el salir a regocijarse a las campiñas con sus hijos y familiares, si bien yendo prevenidos y confiados en su valor y en sus armas» (15), por miedo a las incursiones de los cristianos fronterizos. En otro lugar habla del valle de la Plata, cerca del Generalife, donde: «destinado a lugar de recreo y esparcimiento estaba el palenque abierto en el que los caballeros, así moros como cristianos, solían ventilar sus recíprocos agravios y querellas, la plaza de torneos, corridas de toros con perros alanos y otras fiestas» (16). Estos toros o «vacas salvajes» eran atacados primero con fuertes perros alanos, que se colgaban de las orejas como si fueran pendientes, restándoles vigor (en función parecida a la de los actuales picadores), para entrar luego en la lidia los hombres, que solían montar a caballo y emplear el rejón. También menciona el juego al-tabla, consistente en un blanco de madera colgado en el aire, contra el que los caballeros tiraban sus lanzas (17).

Otro conocido poeta del siglo XIV, Ibn Jaldún, refiere que por entonces la música andalusí ejercía gran influjo en todo el Norte de África, y destaca las «bailarinas vestidas de muchachos, montadas en caballitos de madera... que simulaban... verdaderos combates singulares» (18).

En este siglo, ingredientes imprescindibles de las fiestas eran el vino y el hashish. Respecto al vino de Málaga, diría el poeta granadino Ibn Sadra: «En esta tierra puede ser lícito beber vino a pesar de estar prohibido. Y si el fuego del infierno será nuestro castigo, en un día frío como éste el infierno parece delicioso», mientras que para el también poeta Ibn Jamis, el hashish era preferible (19).
 

El calendario anónimo y los juegos de cañas

Ciertamente, hay penuria de datos sobre las fiestas en Al-Ándalus, no recogidas por cronistas cristianos y perdidas las fuentes de información directas. Por este motivo es destacable el reciente hallazgo de un calendario manuscrito granadino, que ilumina ciertos aspectos de la vida popular en los últimos tiempos de la Granada nazarí.

Son escasos los tratados populares donde los astrónomos musulmanes asociaron un sistema de combinaciones astrológicas de la India con otro propio, para previsiones meteorológicas y agrícolas, en almanaques anuales. El occidente, tan sólo se conservan uno de Córdoba del siglo X, otro marroquí del XIV, basado en él, y éste granadino del siglo XV. Para el cómputo del tiempo se emplea el calendario romano «juliano», mientras que para las fiestas se sigue otro lunar. El conjunto, al que se añaden consejas prácticas y creencias populares, constituye un complejo religioso-técnico-moral para cubrir las necesidades de los agricultores pertenecientes al Islam.

Así, sabemos que se conmemoraba entre los nazaríes de Granada:

Enero

 1 Noche del destino.

 6 Día bendito.

10 Muerte de Abu Bakr (suegro de Mahoma y sucesor suyo).

12 Y le sucede nuestro señor Umar (califa conquistador de Siria, Palestina, Persia y Egipto).

14 Nuestro Señor Jesucristo.

15 Salen los caballos.

Febrero

3 Día bendito y Alá es más sabio.

8 Día nefasto y Alá es más sabio.

21 Entra el husum (¿?).

Marzo

 8 Nacimiento de Moisés, sobre él sea la paz.

18 Se vende a José, sobre él sea la paz.

23 Fiesta de la Ruptura del Ayuno (que es variable).

30 Fin de la fiesta.

Abril

11 Muere Adán, sobre él sea la paz.

17 Se reveló el Evangelio. (20)

Por desgracia, a partir del mes de mayo el ejemplar está incompleto, sin apenas detalles. Pero por las fiestas anteriores se pueden establecer curiosas relaciones: permanencia festiva del 1 y 6 de enero; cambio del José del Antiguo testamento por el José esposo de María un día después; posible que el san Marcos Evangelista de la liturgia católica tenga que ver con la fiesta nazarí ocho días anterior; recuerdo de la muerte del primer padre, Adán, tiempo ha olvidada.

Para el romancero morisco, elemento esencial de toda fiesta nazarí era el Juego de Cañas, asimilado en los reinos cristianos de tal modo que fue luego, junto con las corridas de toros y las comedias, la diversión más extendida. Se sabe que aún subsistió en Andalucía hasta principios del XIX, aunque hoy día tan sólo quede su recuerdo en la frase «las cañas se tornaron lanzas» y en algunas representaciones populares de moros y cristianos. Para el orientalista Mercier, es «un juego pasado por alto por los historiadores y que es el único que sigue vivo en oriente... me inclino a su origen árabe puro, por participar del carácter del jinete oriental... basado en la concepción de la guerra que el beduino expresa en su táctica de la carga y el repliegue brusco, la huida simulada... su persistencia en Abisinia, donde se sigue practicando en el campo de competiciones de Addis Abeba con ocasión de las grandes fiestas religiosas, como Epifanía-, Pascua, Día de la Cruz... me hace descartar la hipótesis del origen cruzado. ¿Serían ellos los inventores de este tipo de torneo, exportado al sur de Arabia desde el siglo I, y luego extendido al emigrar las tribus árabes hacia Siria y Mesopotamia?... En Siria figura en el programa de toda fiesta o feria en centros urbanos» (21).

Llamado Jerid (que significa en árabe palma deshojada, vara de palma/jabalina de justa -sin hierro-), consiste en la lucha entre dos o varias cuadrillas, separadas por líneas de demarcación que sólo al ser traspasadas por un atacante se permite a uno o varios de los caballeros defensores contraatacar, intentando rodear al agresor y hacerlo prisionero, lanzando sus cañas o jerids que son detenidas con los escudos. El golpe recibido de frente no es deshonroso, pero sí lo es por la espalda, lo que exige la venganza del bando humillado. A veces, los adversarios se desafiaban recitando versos. En la Península Ibérica, los caballeros solían disfrazarse con marlotas moriscas y costosas libreas, cabalgando a la jineta, que era la técnica de los árabes. En vez del jerid o palma se usaban cañas afiladas, con un corcho (a menudo plateado) en su punta.

Para terminar con la mentalidad festiva de los descendientes de hispanomusulmanes, se puede traer a colación el alegato editado en Huesca, en 1612, por el P. Aznar, donde justificaba la expulsión de los moriscos. En el capítulo titulado «De la condición, trato, traje, comida, oficio, vicio y pestilencia pegajosa de los moriscos», expone lo siguiente: «Eran muy amigos de burlarías, cuentos, berlandinas, y sobre todo amicísimos (y así tenían comúnmente gaytas, sonajas, adufes) de baylas, danzas, solazes, cantarcillos, aldabas, paseos de huertas y fuentes, y de todos los entretenimientos bestiales en que con descompuesto bullicio y gritería, suelen ir los mozos villanos vozinglando por las calles. Vanagloriábanse de baylones, jugadores de pelota y de la estornija, tiradores de bola y del canto, y corredores de toros, y de otros hechos semejantes de gañanes. Eran dados a oficios de poco trabajo... echados al sol en invierno con su botija al lado» (22).

Volviendo al principio, resulta difícil de entender el odio que llegó a despertar la diversión de la zambra. En una pragmática de 1566, Felipe II se opone a los rasgos

culturales diferenciales de sus vasallos moriscos, entre otras prohibiciones con: «Que en bodas, velaciones y fiestas semejantes siguieran las costumbres cristianas, abriendo ventanas y puertas, sin hacer zambras, ni leilas, con instrumentos y cantares moriscos, aunque éstos no fueran contrarios al cristianismo» (23). Y para que nadie se olvidase, durante muchísimos años se publicaba en las iglesias de España, tras la misa del tercer domingo de cuaresma, el Edicto de las delaciones de la Santa Inquisición, conteniendo, entre otros motivos de denuncia, que «alguno se haya casado según rito o costumbre de moros. 0 que haya cantado cantares de moros o hecho zambras o leylas con instrumentos prohibidos» (24).

Y a pesar de todo, las zambras han persistido.



Notas

(1) En su crónica de la invasión de España, lbn-el-Athir (muerto en 1233) refiere que «los primeros habitantes se llamaban andalouch, que se arabizó en andalus», Annales du Maghreb et de 1'Espagne. Alger, 1898: 42.

(2) En los anónimos Hechos del condestable don Miguel Lucas de Iranzo, se mencionan dos tribus viajeras de paso por Jaén en 1470, «faciendo penitencia por mandato del Santo Padre» y que portaban «una carta del rey recomendándolos», por lo que fueron muy obsequiados por el condestable (Madrid, Espasa-Calpe, 1940, cap. XLIII).

(3) M. 'Al¡ Makki, «Las aportaciones orientales en Al-Ándalus», Revista del Instituto de Estudios Islámicos en Madrid, 1961-2, vol. IX-X.

(4) Juan Orellana, I Encuentro de música andalusí. Málaga, 1980.

(5) En el calendario mozárabe de Córdoba del año 961, la fiesta del 24 de junio conmemoraba juntamente «Cuando Josué detuvo el sol» y la «Natividad de Juan, hijo de Zacarías». Leyde, Ed. R. Dozy, 1873.

(6) Fernando de la Granja, «Fiestas cristianas en Al-Ándalus», Al-Ándalus, Madrid, 1970, t. XXXV.

(7) Basilio S. Castellanos, «Costumbres españolas...», citado por Julio Caro Baroja, La estación de amor. Madrid, Taurus, 1979: 151.

(8) M. 'Al¡ Makki, op. cit.

(9) 'Abd Allah, Memorias del último rey zirí de Granada. Madrid, Alianza, 1980: 304. El manuscrito fue encontrado en 1930.

(10) Ibídem: 330.

(11) F. J. Simonet, Cuadros históricos y descriptivos de Granada. Granada, 1896: 71-72.

(12) Fernando de la Granja, op. cit. 1969, t. XXXIV.

(13) M. Lafuente Alcántara, Historia de Granada. Granada, 1846, t. 3: 168.

(14) F. J. Simonet, op. cit.: 96.

(15) Ibídem: 97.

(16) En el Ihàta, citado por L. Eguiluz, Informe. Granada, 1881.

(17) Mojtar Abbadi, «Las fiestas profanas y religiosas en el Reino de Granada», Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, Granada, 1965, t. XIV, citado también el Ihàta.

(18) E. Lèvy-Provenzal, España musulmana. Madrid, Espasa-Calpe, 1957: 292.

(19) Mojtar Abbadi, op. cit.: 94.

(20) Transcripción y traducción de J. Vázquez Ruiz: «Un calendario anónimo granadino del s. XV», Revista del Instituto de Estudios Islámicos en Madrid. Madrid, 1961-62, vols. IX-X.

(21) L. Mercier, La parure des cavaliers et l'insigne del preux. Paris, 1924: 403.

(22) P. Aznar Cardona, Expulsión justificada de los moriscos españoles, citada por Mercedes García Arenal, Los moriscos. Madrid, Ed. Nacional, 1975: 232.

(23) Promulgada el 17-XI-1566, a petición del Sínodo de Granada, convocado el mismo año por el arzobispo Guerrero, tal como señala Julio Caro Baroja, Los moriscos del reino de Granada. Madrid, Istmo, 1976: 158.

(24) J. A. Llorente, Historia crítica de la Inquisición de España. Barcelona, 1836, t. VIII: 336.


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