Gazeta de Antropología
Gazeta de Antropología, 1982, 1, artículo 01 · http://hdl.handle.net/10481/6718
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Publicado: 1982-10
Los gitanos y las cuevas, en Granada
The gypsies and their caves in Granada

Ángel Pérez Casas
Director del Museo Arqueológico de Almería


RESUMEN
Se hace un estudio de campo de las cuevas en los alrededores de Granada. Las cuevas fueron habitación tradicional de la población gitana. Se analizan las condiciones físicas, las técnicas de excavación y los tipos de cueva. También, sus relaciones con el nivel social y económico.

ABSTRACT
This fieldwork on troglodyte housing is made in the surroundings of Granada (Spain). The cuevas were the traditional housing among the gypsy population. The author analyses their physical conditions, the excavation skills and the types of caves. In addition, their relationship with the social and economic level is analysed.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
gitanos | cuevas | Granada | gypsies | troglodyte housing


La Granada gitana, íntimamente unida al medio físico, forma casi un cordón periférico en torno a la ciudad, sólo roto en algunos de sus tramos. «Meligrana» (1) se asienta en los cerros y barrancos del «tercer elemento del relieve granadino», que por sus condiciones geográficas presenta una excelente disposición para ser excavado (2).

La mayor parte de la población gitana de estos barrios trogloditas fue desalojada como consecuencia de los temporales, en octubre de 1962, y tras una serie de accidentados cambios pasó a formar parte de las actuales barriadas: Haza Grande, Zaidín, Virgencica y Polígono de la Paz.

Varias son las formas de vivienda que presentan los gitanos de Granada, la cueva, la casa y la choza; con un tipo intermedio y en evolución: la casa-cueva. De ellas, la cueva ha sido la que ha alcanzado mayor relevancia entre los gitanos, por su extensión en el espacio y en el tiempo. Diversos motivos en interacción han inducido al gitano granadino a adoptar uno u otro tipo de vivienda: motivos socioeconómicos y motivos histórico-culturales.

Tradicionalmente se viene asociando al gitano con la cueva, que constituía en Granada su vivienda por antonomasia, sin tener presente que ésta ha sido utilizada por el «castellano». Expresiones y dichos populares así lo demuestran: «viven en cuevas como los gitanos»; «esto parece una cueva de gitanos», etc. (3).

Esta forma de habitación se encuentra muy desarrollada en Granada y forma parte de su paisaje como elemento fundamental. En 1950 se habían censado en Granada 32.426 viviendas urbanas, de las que 3.682 eran cuevas y, «precisamente, la mayor parte (3.309) se encontraban dentro de los límites del casco urbano, en tanto que sólo un pequeño número (373) estaban localizadas en la zona periurbana, esencialmente campesina» (4). En 1960, el número de cuevas en Granada, según el proyecto CESA, era de 2.142 (5) y, en 1962, datos contenidos en la correspondencia del «Gobierno Civil - Auxilio Social de Granada», concretan 2.941 (6), lo que supone un incremento de 799 cuevas respecto a 1960 y una fuerte regresión frente a las 3.682 cuevas censadas en 1950.

La cueva reunía inmejorables condiciones para ser la vivienda predilecta del gitano. Por un lado, la seguridad que le confería su extrema posición respecto a la ciudad y como consecuencia su alejamiento de las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley, amén de otros enemigos. Por otro, su baratura y relativo confort: frescas en verano y caldeadas en invierno.

El carácter conservador de los gitanos ha hecho que se continúe adoptando la cueva como forma de habitación, aunque por las circunstancias pereciera inadecuada. Así lo confirman los propios gitanos: «Es que a los gitanos nos gusta mucho las collivas más que los queles esos modernos que hay, porque la colliva tiene una ventaja, que en verano, pues querela un baroji que da alegría estelar allí y en invierno también da alegría estelar allí, que se está uno metíomu jondo de la calorcica que querela» (7). Conviene, sin embargo, señalar que algunos gitanos les han añadido ciertas comodidades básicas, que las hacen similares a cualquier casa de planta baja.

Un indicio indirecto de que algunos gitanos habían adoptado este tipo de vivienda a finales del siglo XV lo encontramos en Francisco Quindalé: «Algunas de las balas de hierro que el rey Fernando lanzó contra los moros de Granada en 1491 fueron forjadas en las cuevas de la vecina sierra por los gitanos» (8).

No obstante la popularidad de las cuevas gitanas parte del siglo XIX, con la visita de los viajeros románticos. El Sacromonte o la «montaña de los gitanos», eclipsa desde entonces otros lugares donde también se habían horadado cuevas.

Charles Davillier ve el Sacromonte como «el cuartel general de los gitanos de Granada» (9). Sin embargo, a los escritores locales y nacionales les llamó menos la atención y consideraron un descrédito la existencia de tales zonas. Algunos como Jerez Perchet vieron el Sacromonte y sus cuevas como un lugar siniestro, donde la raza bohemia desnudaba su miseria (10); otros como Lafuente Alcántara, Giménez Serrano, Licenciado Escalada y Francisco de P. Mellado no las mencionan, aunque éste último sí señala que en Guadix se prefieren las cuevas a las casas (11). Hará falta llegar al siglo XX para que algunos escritores locales, como Seco de Lucena (12) o José Román (13), libres de prejuicios, toquen el tema.

La cueva, desde tiempos prehistóricos, ha sido refugio ocasional o vivienda temporal-permanente del ser humano. Igualmente ha sido propia de pueblos sedentarios y a veces de pueblos pastores, que las han ocupado periódicamente. Generalmente, las poblaciones que han adoptado este tipo de vivienda no tuvieron una tecnología avanzada, su pobreza era extrema, contentándose con simples agujeros que adaptaban a sus necesidades. Para Caro Baroja, la población rupestre es un elemento esencial de villas y ciudades, que albergó a las «viejas poblaciones ibéricas» en tiempos de la conquista romana y que actualmente se ha constituido en foco de atracción para los turistas gracias a las castas inferiores que la habitan (14).
 

Condiciones físicas

No hay duda que el medio natural ha tenido una fuerte participación en el medio cultural gitano (15). La cueva requiere unas condiciones muy favorables para poder ser excavada y servir de habitación. Una inadecuada orientación puede dar al traste con su climatización. La temperatura interior en una cueva bien orientada oscila entre los 16 y 19º C. Esto favorece económicamente a los moradores, dado que les evita gastos de calefacción y refrigeración. Por otro lado, debe estar bien situada en relación con el agua, por la gran dificultad que supone su acarreo a lo alto de un cerro. Entre los inconvenientes más frecuentes, encontramos: a) Acumulaci6n de basuras en lugares cercanos a la cueva, lo que crea problemas de insalubridad; b) la humedad de muchas de ellas a causa de los niveles de aguas subterráneas que, a veces, no están a mucha profundidad y como consecuencia provoca enfermedades reumáticas; c) el inmovilismo de la cueva restringe las tendencias nómadas de los gitanos.

La gran profusión del hábitat troglodita en la provincia de Granada, en parte, se debió a la facilidad que ofrecían ciertos suelos compuestos por conglomerados, areniscas, margas y calizas, para ser trabajados sin que presentasen problemas de derrumbe (16). Estos suelos que jalonan los ríos Darro, Beiro y Genil tienen fuertes pendientes que permitían, por su orientación, la mayoría al sur y al sudeste, el asentamiento humano en los diversos niveles del terreno, resguardando a sus moradores de los rigores del verano, en un juego de entrantes y salientes de los que sólo se aprovechan los espacios más idóneos, quedando otros vacíos (17).
 

Técnicas de excavación y tipos de cuevas

Por lo general, se adaptan a la forma del terreno, siendo casi nula la preparación del mismo. Sin embargo, no hay duda que, a veces, en algunos sectores se observa un acondicionamiento previo antes de la excavación, principalmente de los accesos y entradas. Éste consiste en cortar verticalmente un sector del cerro, donde va la fachada, dejándole, rara vez, visera en la parte superior. A la vez, y lateralmente, se preparan dos planos triangulares que sirven de muros de contención y resguardan la fachada. Estos planos con respecto a la fachada forman casi siempre un ángulo superior a 90º. También se nivela el terreno frente a la fachada, formando una especie de plazuela que da amplitud a la entrada y sirve de desahogo a sus moradores. Los trabajos comunitarios de desmontes para arreglar los accesos los realizan los miembros de los linajes que allí viven (18).

Cuando se excava una cueva, tanto si se hace horizontal como en foso, se acostumbra a utilizar la técnica del arco, consistente en trazar un arco de medio punto en la pared, desde el que se excavará de arriba abajo, penetrando un metro o metro y medio, espesor que se da a los muros de carga, de frente y lateralmente; luego se harán otros arcos sucesivos según se vayan horadando hasta conseguir la altura deseada. El arco, además de servir como referencia en la excavación, da seguridad a la misma (19).

Pese a la variedad de técnicas usadas en la horadación de las cuevas, dos formas son las más generalizadas: a) las excavadas de forma horizontal y a ras del suelo del camino o sendero, tipo más frecuente; b) las excavadas en foso y a partir de aquí y a ese nivel se horadan las demás habitaciones.

Desde el camino o sendero para llegar a la primera habitación se desciende mediante rampa o escalones. Este tipo es consecuencia de la poca elevación del cerro. Un cerro que tenga unos cinco metros de altura forzosamente habrá de excavarse en foso. Una y otra forma de excavación aprovecha intensamente el suelo, porque se hace en profundidad y perpendicular al cerro, excepto cuando se «sobaquea», es decir, se abre una habitación a cada lado de la primera. Estas habitaciones van dotadas de ventanas (20). La primera habitación es la entrada y sirve de acceso a las demás. La forma de esta primera habitación puede variar, así como sus dimensiones: las hay cuadradas, rectangulares, trapezoidales, ovaladas, etc. Por lo general presentan un techo con bóveda de medio cañón, con una altura en el centro de 2,5 m. a 4 m. y 1,5 m. a 2 m. en los arranques. El suelo se pica nivelado y si la arcilla es buena se le deja natural, fregándolo sólo con agua. En otras ocasiones, después de picado, se le echan de 3 a 4 cm. de granza de arena, encima se les da mezcla y luego se pone solería.

En cuanto a las paredes interiores, se procuran cortar de forma vertical y, a veces, en talud para mayor consistencia de las mismas. Si en plena excavación aparece una veta de arena, ésta se neutraliza con mortero. Las paredes presentan una textura tosca y rugosa, propia de las huellas de las herramientas aplicadas, sobre las que se dan lechadas de cal que con el tiempo van formando sucesivas capas. Igual ocurre con los techos. Otras veces la preparación de las paredes es más compleja, primero se levantan los lados con ladrillos, después de repellan con cemento y luego se enlucen con yeso. Una vez finalizada la operación se dan varias lechadas de cal, aproximadamente tres manos. En las paredes se acostumbra a excavar nichos que sirven de alacenas. La técnica utilizada es también la del arco, aunque los hay adintelados. El número de nichos varía de unas habitaciones a otras, siendo más frecuente en la cocina y comedor (21).

La chimenea es otra de las características internas y externas de algunas cuevas, dándose cierta variedad de ellas. La horadación de las mismas se hace desde el interior de la cueva, y de abajo hacia arriba. Se trata sencillamente de abrir un agujero que se comunique con el exterior para dar salida al humo. En algunas cuevas, la chimenea arranca desde el suelo mediante una construcción de ladrillo o mampostería, y en otras, aproximadamente, a un metro del mismo. En cuanto a la forma, las hay troncocónicas, cilíndricas, etc.

La mayoría de estas cuevas quedan separadas por muros medianeros, a veces dos cuevas pueden quedar unidas, si tienen un único dueño, mediante un pasillo que comunica, a través del muro medianero, dos habitaciones. Otras, más raramente, cumpliéndose el requisito anterior de un solo propietario y en el caso de que una cueva esté encima de otra, pueden quedar unidas externamente por una escalera, aunque el acceso a una y otra sea independiente. También pueden quedar aisladas del conjunto mediante obra de albañilería o con una verja.

Tipos de cuevas: Las cuevas se pueden dividir atendiendo: 1) a la disposición de las habitaciones; 2) número, y 3) función de las mismas.

1) Disposición. La disposición de las habitaciones varía dentro de un mismo sector y está relacionada con la forma del terreno y el número de habitaciones. La conjugación de ambos ha proporcionado los siguientes tipos:

1.1) En hilera, es decir, una habitación a continuación de otra:


1.2) En ala. Partiendo de una principal, se excavan habitaciones laterales, a un lado o a ambos. Varias cuevas de una habitación unidas interiormente pueden presentar esta disposición:


1.3) Tipo mixto, es decir, que participa de la hilera y del ala:



1.4) En forma de abanico. Son habitaciones que están dispuestas tangencialmente a la de acceso:





1.5) Disposición anárquica. Cuando no presenta ningún tipo anterior.

2) Atendiendo al número de habitaciones, las cuevas se pueden dividir:

2.1) Cuevas de una habitación.

2.2) Cuevas de dos habitaciones o más.

Ambas están presentes en todos los núcleos anteriormente citados.

Las fachadas de las cuevas, generalmente encaladas, son el resultado casi siempre de la disposición de las habitaciones. Las que han adoptado una disposición en ala, mixta o anárquica son las que abren ventanas al exterior. Aunque hay que señalar que hemos encontrado en algunas disposiciones en hilera ventanas al exterior, cuando la longitud de la fachada se lo permitía.

3) Atendiendo a la función. Por último, las cuevas se pueden dividir:

3.1) Cueva vivienda.

3.2) Cueva negocio.

3.3) Tipo intermedio.
 

Cueva vivienda

Vamos a describir la cueva vivienda, por ser la más abundante y encontrarse extendida en todos los núcleos de hábitat troglodita. Su aspecto exterior depende del cuidado y atención de sus moradores. Generalmente encaladas, presentan puertas adinteladas y ventanas enmarcadas. A veces, el vano es tapado con sacos, tela de algodón o manta. El arco, construido de ladrillo, en la mayoría de los vanos es escarzano o de medio punto. También las jambas son de ladrillo o madera. Externamente, algunas fachadas presentan un saledizo por encima de la puerta que las resguarda del agua a la vez que decora la fachada, rompiendo la monotonía de la misma (22).

El aspecto interno de la cueva depende de sus propietarios o de los que la habitan, así como del nivel económico de los mismos. El suelo puede ir desde la tierra batida a la solería, pasando por la piedra, cemento y ladrillo. Igual ocurre con los vanos interiores y con el remate de los techos, paredes y nichos. El techo generalmente está encalado y de él pende una lámpara o un simple cordón con una bombilla.

El nicho está presente en casi todas las cuevas y tiene la gran utilidad de servir de repisa y otras veces de minúscula alacena, donde se exhibe la radio y algún que otro vaso y platos. Su utilidad se hace más perentoria cuanto menor es el número de habitaciones.

En cuanto al destino que se le da a las habitaciones, siempre dependiendo de su número así como de las personas que las habitan, hay una tradicional forma de distribución: La primera habitación hace de comedor, sala de estar y recibidor y en algunos casos de cocina, y las del fondo se utilizan de dormitorios. Cuando el número de habitaciones es superior a dos y además hay habitaciones «sobaqueadas», indistintamente, una puede ser cocina o dormitorio y la otra cuarto trastero, gallinero o cuadra (23). Lo frecuente es que la primera habitación de la derecha se use como cocina. Esta habitación exige tener mayor luminosidad y aireación, por ser el lugar donde pasa mayor tiempo la gitana.

Las cuevas de una habitación todo lo reunían en una sola dependencia, excepto la cocina que alternaba fuera o dentro, según lloviera o no. También, a veces, cuando un gitano podía obtener una cueva adicional e independiente, la utilizaba como cuadra, gallinero o cocina.

En las entradas de los dormitorios es frecuente el uso de cortinas o similares, que los apartan de la vista de quienes se hallen en el comedor. El mobiliario depende del nivel económico, en la mayoría de los casos, y va desde una mesa de camilla de «railite» y unas sillas de anea o de plástico, con algunos cacharros de cocina y una cama, hasta la existencia de algunos muebles con brillo, armarios, muebles de cocina y aparatos electrodomésticos. Hasta hace unos años, cuando una familia conseguía poseer un frigorífico o similar, éste presidía el comedor, causando la sensación y envidia de los vecinos. Igual ocurre con el televisor.

La sala de estar es corriente que esté decorada con objetos de cobre, propios de su industria (24), con estampas devotas / retratos de familiares, así como con cuadros de recuerdo de nacimiento o primera comunión (25).
 

Cueva negocio

La cueva negocio no es muy frecuente y sólo se encuentran en determinadas zonas: Sacromonte y Barranco del Abogado. La cueva negocio puede ser a su vez: zambra, bar, tienda, etc., según lo que en ella se haga o venda. Su decoración es mucho más profusa en objetos de cobre, tejidos alpujarreños, platos, estampas y fotografías de gitanos o turistas famosos que han visitado el espectáculo. La zambra se da únicamente en el Sacromonte. El número de habitaciones casi nunca es superior a tres.
 

Tipo intermedio

El tipo intermedio es el que participa de negocio y vivienda. Está más extendido que el anterior, sobre todo en el Sacromonte y es más antiguo. Igual que la cueva negocio, puede ser: zambra, bar, tienda, etc. Las habitaciones interiores son las que se destinan a dormitorios y las laterales, cuando las hay, a cocina, comedor...

Las zambras ocupan los mejores lugares del Camino. Generalmente aparecen agrupadas en dos o más salas, cuando pertenecen a un mismo dueño o los propietarios acostumbran a atender conjuntamente a un grupo numeroso.

El acceso a la zambra se hace directamente desde el Camino o a través de una explanada de cemento, patio o escaleras. La primera habitación es la que sirve como salón-escenario, adaptándose su tamaño a la cueva, pues no hay unas medidas rígidas. Así hay unas con un sa1ón de 15 m. por 4 m. y otras de 5 m. por 3 ó 4 m. Las sillas pueden quedar pegadas a ambos lados, sólo en una parte o en forma de «L». Esta última forma deja un pasillo por detrás de los turistas, desde el que han operado algunos aficionados a lo ajeno. El salón de baile generalmente comunica con algunos huecos o habitaciones laterales, donde se sacan los vinos y otros productos con que se obsequia a los visitantes. Al fondo del salón de baile se encuentra generalmente una habitación de 3 m. por 2 m., que hace de dormitorio. Otras cuevas, con salones de baile independientes entre sí, quedan unidas mediante pasillo cuando son de un mismo dueño y una de ellas se dedica única y exclusivamente al baile, mientras la otra presenta la disposición descrita anteriormente.

Estas cuevas de las zambras son las mejores y más cuidadas. El suelo suele estar embaldosado y las paredes bien encaladas. Generalmente acostumbran a darle varias lechadas para que empapen la cal y resalte su blancura.

El techo de estas cuevas parece una nave invertida; otras veces semeja estalactitas y estalagmitas. Sin embargo hay que señalar que la forma más frecuente que hemos encontrado tanto en las cuevas espectáculo como en las de vivienda y negocio ha sido la de bóvedas de medio cañón y de arista.
 

Distribución de las cuevas en el marco granadino

Respecto a la distribución de las cuevas en el marco granadino, observamos la existencia de tres acumulaciones principales y tres secundarias, con una serie de subdivisiones dentro de las mismas (26).
 

1. Acumulaciones principales

1.1) El Sacromonte. Es un núcleo importante del hábitat troglodita gitano, que queda separado de las Cuevas de San Miguel y Cuevas Coloradas por una muralla del siglo XIV.

Dentro del Sacromonte se pueden distinguir cinco grupos diferentes:

1.1.1) Cuevas del camino del Monte.

1.1.2) Cuevas de las Veredas de Enmedio: Alta y Baja.

1.1.3) Barranco de los Naranjos.

1.1.4) Barranco del Negro.

1.1.5) Puente Quebrada.

Además de estos grupos están la Fuentecilla, junto a la muralla, y el Barrio de los Cascabeles, encima de la Vereda de Enmedio Alta.

El Sacromonte exhibe en su parte meridional cinco caminos que de forma escalonada, a veces serpenteando y otras a modo de espiral, ascienden aprovechando las curvas de nivel desde el Camino hasta la cumbre. Al borde de estos caminos se alinean cuevas excepto en la parte superior del Monte, donde existe una mayor dispersión y anarquía. Las cuevas de los barrancos están muy agrupadas, formando filas y aprovechando los desniveles que el terreno les permite; por ello, algunas están al borde del camino y otras como las del cuarto piso del Barranco del Negro tienen una plazoleta inmediata.

Los materiales que más se han utilizado para el acabado de algunas de estas cuevas han sido el ladrillo y la madera, así como otros materiales de acarreo.

1.2) Núcleo de San Miguel. Al otro lado del Sacromonte, como una derivación de éste y separado por la muralla, queda el núcleo de San Miguel, situado en la pendiente occidental de dicho cerro. Este núcleo enlaza con el anterior a través de Montes Claros, Vereda de Enmedio, Cuesta de los Chinos y Prolongáción de la misma:






El núcleo de San Miguel se subdivide en dos grupos:

1.2.1) Cuevas de San Miguel, situadas debajo de la Iglesia.

1.2.2) Cuevas Coloradas, ubicadas debajo de las anteriores.

El hábitat en esta zona aparece concentrado, pero siempre en función del terreno y formando filas. Aquí se usa con profusión el ladrillo para mejor acabado de la entrada, puertas y chimeneas. En cuanto al número de habitaciones, en este sector han aumentado en una más respecto al Sacromonte. Hoy las pocas cuevas que no se derrumbaron con los temporales están siendo utilizadas más como refugio de animales, de las casas de los alrededores, que de albergue humano.

Según versiones de los gitanos que vivían en esta zona, la mayoría de estas cuevas se excavaron en tiempos de la segunda República, siendo los terrenos gratuitos. Posteriormente, entre 1940 y 1950, el Gobierno Civil (Patronato de Santa Adela) midió los terrenos, cobrándoles diez pesetas por metro cuadrado (27).

Además de estos grupos mencionados, otros dos que no han llamado mucho la atención y que bien pueden quedar incluidos en el núcleo de San Miguel: Haza Grande y el Barranco de la Manuela.

Las cuevas de Haza Grande y del Barranco de la Manuela tienen apenas dos habitaciones, siendo a veces un simple agujero en el terreno.

1.3) Barranco del Abogado. Está situado «en la orilla derecha del valle del río Genil, por debajo de la antigua Cruz de los Mártires y sobre el camino de la Sierra» (28). Este núcleo enlaza con otros menos importantes: Camino Viejo del Cementerio y Camino Nuevo del Cementerio:


Dentro del Barranco del Abogado, se pueden distinguir varios grupos:

1.3.1) Cuevas junto a la muralla de los Mártires.

1.3.2) Cuevas del Barranco del Abogado. Estas últimas aparecen interrumpidas en algún tramo por el Camino Nuevo del Cementerio, Monte Sedeño, Perchel Alto y Perchel Bajo, Cuevas junto a las casas de la Falange, Cuevas del Palomo, Secanillo Alto y Cuevas del Celestino, junto al Cementerio.

El hábitat como en los anteriores barrancos, está en función del terreno y aparece concentrado, quedando algunos espacios vacíos entre los diversos grupos de cuevas. También aquí hemos observado la abundante utilización de ladrillos en puertas, ventanas y chimeneas. La mayoría de estas cuevas tenían como propietarios a «castellanos», que en principio las horadaron para obtener «garrufo» (29) que luego vendían en las obras. Posteriormente fueron utilizadas como vivienda (30). En la actualidad permanecen abandonadas.
 

2. Acumulaciones secundarias

2.1) El Generalife. Este núcleo presenta en sus alrededores dos grupos trogloditas:

2.1.1) El Camino del Avellano está situado frente al Sacromonte, entre el río Darro y el Generalife, zona, en algunos sectores, bastante umbría y poco apta para la excavación de este tipo de habitación. Las cuevas aprovechan el desnivel del terreno y, aunque en algunos lugares estas viviendas aparecen agrupadas, existe una gran dispersión. Comienza a verse poco antes de la primera fuente, llamada Fuente del Avellano, y concluyen en el recodo después de la tercera fuente: Fuente Agrilla, junto a un riachuelo que atraviesa un pequeño barranco.

Ninguna cueva está al borde del Camino, sino en algunos senderos que no se aperciben desde el mismo y constituyen un primero y único piso. Todas ellas tienen un acceso difícil y fuerte pendiente. Como en las anteriores zonas se utiliza la madera y el ladrillo en puertas y ventanas. La mayoría de estas cuevas están provistas de chimeneas.

2.1.2) La Cuesta del Rey Chico, Cuesta de los Muertos y de los Chinos, se encuentra pegada a la muralla de la Alhambra. En su parte izquierda muestra cuevas derrumbadas, en un terreno poco apto para este tipo de habitación, por lo que el número de habitaciones es escaso y sus dimensiones reducidas, con algún fuego exterior. No hay vestigios de puertas ni de ventanas.

2.2) Barranco de la Zorra y Camino Alto de Huétor Vega. Este segundo núcleo se encuentra excavado en los conglomerados de la orilla izquierda del río Genil, que lo separan «de la Vega Alta de Huétor y de la Zubia» (31).

2.2.1) El Barranco de la Zorra está situado entre el Genil, el Camino de los Neveros y el Camino de las Conejeras (plano 4). Las cuevas de este sector exhiben las mismas características de concentración, con espacios libres intercalados, que las anteriormente mencionadas en los barrancos sacromontanos, aprovechando los desniveles que el terreno les ofrece. Sin embargo, el número de habitaciones es más reducido que el de los citados barrancos.

En este mismo bloque se deberían incluir:

2.2.1.1) El grupo del Martinete, que queda entre el río Genil y el Barranco de la Zorra por un lado y el Barranco de la Zorra y la Fuente de la Bicha por otro.

2.2.1.2) Así como el Barranco Bermejo que queda en la orilla derecha del Genil y atraviesa la Carretera de la Sierra, entre el Carmen de Valladares y la Venta de la Pastora:


El Martinete (citado en primer lugar) presenta la mayoría de las cuevas excavadas en la base del monte y una mayor perfección en el acabado de las mismas. Casi todas las entradas están adinteladas, utilizando el ladrillo en los nichos y chimeneas y la madera en puertas y ventanas.

2.3) El Beiro. Está ubicado entre Cartuja y la Estación de Andaluces, entre las carreteras de Peligros y Pulianas. Sus características son similares a las descritas anteriormente. El número de habitaciones de estas cuevas es escaso, su tamaño más reducido y la mayoría son insanas, no sólo por su emplazamiento sino también porque la zona ha sido durante mucho tiempo un enorme basurero público.

La mayoría de los grupos de cuevas citados, en la actualidad, están abandonados.
 

Las acumulaciones trogloditas, fronteras e indicadores de distintos niveles sociales y económicos: Algunos datos sobre las viviendas

Entre estas zonas y la ciudad hay unos espacios inconexos que convierten a las acumulaciones trogloditas en «islas humanas», unidas artificialmente a la ciudad, pero a la vez y a modo de fronteras estos espacios separan unas zonas de otras. Así cada sector de los enunciados tiene su territorio propio con una frontera delimitada y un territorio de nadie, que es la ciudad. Unas zonas son más prestigiosas que otras: El Sacromonte es un barrio de nivel económico más alto, mientras que el Beiro era uno de los sectores más bajos. Decir que tal gitano vivía en el río Beiro equivalía a decir que era muy pobre, o que poseía escasos recursos. A veces, puede llegar a significar que es un pedigüeño, que no tiene profesión o que carece de iniciativa. Los gitanos tienen una forma de calificados: «Los del Beiro son la mayoría erdichaos» (32). La desigualdad económica ha sido elemento básico en la configuración de la comunidad gitana y perfilador de determinadas actitudes. Vivir en el Beiro puede llevar connotaciones como la de ser «pobre», «peligroso» o «peleante».

El traspasar estas fronteras, cuando se trata de linajes enemigos o en «compromiso» (33), equivale a una declaración formal de guerra. Lo prescrito es respetarlas y de esta forma evitar el «compromiso». Una transgresión de lo establecido es sancionada por la comunidad: «Si es de un barrio no debe acudir a otro». De igual modo, dentro del mismo sector quedan establecidas otras fronteras entre los linajes en «compromiso». A veces sirve de frontera una carretera o una plaza. De esta forma se pueden dividir en los de «arriba» y los de «abajo», o los de tal plaza. Los límites sólo son perceptibles para ellos. El «compromiso», por tanto, obliga a defender el propio territorio y a excluirse del otro, a la vez que sirve para definir la territorialidad de los diversos grupos gitanos. A veces, el temor al enemigo ha hecho que algunos linajes elijan lugares incómodos y apartados.

El tipo de vivienda anterior a las inundaciones, su agrupamiento y lejanía respondía a patrones culturales. Indicaba la armonía entre los linajes y familias que allí vivían, así como expresaba la existencia de lazos de parentesco entre algunos de ellos. El aislamiento voluntario o forzoso de los grupos ha protegido y facilitado la endogamia.

La mayoría de estas viviendas carecían de servicios necesarios como son la luz, el agua o retrete. Si comparamos los datos que hemos obtenido en los gitanos de Granada capital, en 1962, con los de la población total de la provincia de Granada y España en 1960, veremos las condiciones ínfimas en que vivían y viven los gitanos, sobre todo los de cuevas.
 

% de viviendas no equipadas con electricidad(34)

España 1960

10,70

Provincia de Granada 1960

18,60

Gitanos de Granada capital 1962

42,36



% de viviendas no equipadas con agua (35)

España 1960

54,40

Provincia de Granada 1960

75,50

Gitanos de Granada capital 1962

90,29



% de viviendas no equipadas con retrete (36)

España 1960

39,50

Provincia de Granada 1960

66,00

Gitanos de Granada capital 1962

94,21

-

Varias cuevas podían albergar a un linaje o un linaje podía poseer una sola cueva. El número, tamaño y el aspecto de las mismas era expresión de las posibilidades económicas de sus dueños y en algunos casos un claro indicio del estadio en que se encontraba el linaje dentro del proceso de aculturación. En cada vivienda se comprimían físicamente los miembros de cada linaje, como una necesidad impuesta para la responsabilidad y cooperatividád del mismo. Unos datos nos muestran el hacinamiento en que vivían los gitanos, en 1962, y su evolución hasta 1974:


España (37)


Censo 1960 Informe de 1966 Encuesta INE 1968 Encuesta propia 1969
Nº de miembros por hogar 4,3 4,4 4,5 4,3
Nº habitaciones por vivienda 4,0 4,0 4,2 3,9
Índice de hacinamiento 1,1 1,1 1,1 1,1


Gitanos de Granada capital(38)


1962

1974

Nº de miembros por hogar

4,18

6,22

Nº habitaciones por vivienda

2,06

3,63

Índice de hacinamiento

2,03

1,71

La inseguridad que ofrecían algunas cuevas sobre todo a partir de los temporales de 1962 y el escaso valor adquisitivo que presentan estas zonas, ha hecho que algunos gitanos, de nivel económico superior, adquirieran terrenos en dichas zonas y edificasen una casa. Las casas que hay junto a las cuevas equivocadamente representan en la conciencia «castellana» un romper con las tradiciones culturales, cuando por el contrario no representan sino un simple cambio de vivienda, que sigue ofreciendo aquellas inmejorables condiciones que el marginalismo le confería a la cueva y reúne nuevas ventajas, como son la de no presentar peligro de derrumbamiento y poder emplazarle adecuadamente. Así no es de extrañar que en estas zonas de cuevas encontremos casas diseminadas.

Otro caso muy diferente es cuando el despegue económico y cultural de algunas familias gitanas, las menos, hace que adopten la casa como vivienda, rivalizando con los «castellanos» en arreglo, decoración y mobiliario, llegando incluso al distanciamiento físico del grupo y aventurándose, estos gitanos, a una etapa de incomprensión de dos grupos antagónicos: gitanos y «castellanos», pero con la esperanza de que la adopción de costumbres «castellanas» y el dinero todo lo solucionarán.

Un grupo más numeroso está representado por aquellos otros gitanos que, careciendo de algunos medios económicos, impulsados por los derrumbamientos y expulsados por las autoridades, tuvieron que adoptar la casa tras la dura prueba de los albergues. Para éstos últimos, ingente cantidad de gitanos, hubo un desarraigo del lugar y un traslado apremiante y forzoso a la casa, en otra zona, en unas condiciones económicas incomprensibles. De este modo aparecieron los ya históricos grupos de viviendas para gitanos, en Haza Grande, Zaidín, Polígono de la Paz y Virgencica, que obligaron a vivir, a veces, separadamente a miembros de un mismo linaje, y otras, a vivir junto a linajes en «compromiso» (39).

La solución, a todas luces arbitraria, tomó como unidad a la familia «castellana», sin pararse a pensar en la posible existencia entre los gitanos de una unidad mayor: el linaje (40). Este caos surgió ya con los albergues, donde se vieron separados incluso padres e hijos. El objetivo parecía claro: la destrucción de la cultura gitana, bien por la integración de algunos de sus componentes, bien atacando sus estructuras.

La cueva también era símbolo del complejo socioeconómico tradicional, frente a la casa, que tiene un matiz de transición al modo urbano «castellano», que ha llevado a la supresión de algunas de las partes de la anterior estructura en la que junto a la vivienda se incluía la cuadra, el taller artesanal, el negocio o el salón de baile. Esta diferencia de estructura entre la casa y la cueva creó una serie de problemas en los gitanos, que del día a la noche se encontraron de la cueva en la casa. A modo de ejemplo podemos decir uno de los muchos casos que ocurrieron. Cuando les dieron las primeras casas a los gitanos, algunos se empeñaron en meter el burro en el piso, lo que produjo una fuerte reacción negativa en los vecinos «castellanos». De igual modo hubo protestas de los golpes y lumbres que hacían los gitanos artesanos en las casas. El resultado fue la expulsión de burro y amo y de gitano y fragua, ante el conforme regocijo general de los que habían pronosticado que los gitanos no podían vivir nada más que en cuevas.

Con la creación de los nuevos barrios, gran número de gitanos adoptan la casa como forma de habitación, a la vez que ceden parte de su capacidad de imponer el control ante la organización socioeconómica «castellana».

La llevada de los gitanos a estos barrios no ha sido masiva sino dosificada con arreglo a su grado de aculturación. A mayor adopción de formas urbanas «castellanas», más prontitud en sacarlos de las cuevas y trasladarlos a casas mejores y confortables. A la vez que servía de garantía no ya para la tranquilidad del barrio sino también para la seguridad de la pronta efectuación del pago de las casas. Pero una fuerte demanda de casas de esta índole por parte de los «castellanos» terminó perjudicando a los gitanos, incluso a aquellos cuyas formas externas de vida eran puro calco de la «castellana». Esto demostró que a la hora de dar las casas había otros factores que jugaban un papel importante, además del económico y cultural. Ser gitano o «castellano» podía decidir en el momento de confeccionar una lista para ir a uno de los nuevos barrios. A la vez, ocasionó una aceleración por parte de los linajes a adoptar, aunque fuera externamente, formas «castellanas», creyendo de este modo que rápidamente serían recompensados. Así hubo linajes que recriminaron a sus miembros el ser tan gitanos. También se produjo momentáneamente un mayor acercamiento a la Iglesia, para captarse el favor del párroco. El cura podría así decir que eran buenos y honrados... y por tanto merecedores de estar en una casa y no en una cueva.



Notas


1. Granada.

2. J. Bosque Maurel: Geografía urbana de Granada. Departamento de Geografía Aplicada del Instituto Juan Sebastián Elcano. CSIC, Zaragoza, 1962: 36.

3. Estas expresiones tienen un sentido peyorativo y marcan la posición adoptada por la mayoría «castellana», frente a la etnia gitana, a la que considera inferior.

4. J. Bosque Maurel: op cit.: 253.

5. Caritas Nacional, Centro de Estudios de Sociología Aplicada (CESA): Proyecto de plan social para los damnificados de las inundaciones de Granada. S/a: 13.

6. Archivo de «Auxilio Social» de Granada, Negociado de Asistencia e Información Social, Carpeta Gobierno Civil S. O. «Informe del Delegado Provincial, 9 de febrero de 1967, Preámbulo, Apartado I».

7. A. Pérez Casas: Estudio etnológico de los gitanos de Granada. Tesis doctoral. Granada, 1974, vol. II, p. 43, doc. n2 1, cas. n2 27, cara A, pp. 8-9. Inédito.

8. F. Quindalé: Diccionario gitano. Madrid, 1867: 19.

9. Ch. Davillier: Viaje por España. Madrid, 1949: 250: «Es para hablar con propiedad, una ciudad dentro de la ciudad, con una población que tiene costumbres y lengua particulares. Ibamos a decir también casas diferentes, pero aunque el Sacromonte está muy poblado, carece de casas. Las faldas de la colina están socavadas por infinitos agujeros o grutas que sirven de viviendas a los gitanos. En general, precede a estas curiosas habitaciones un pequeño patio, de ordinario mal cerrado o sin cerrar, pues no hay mucho que robar en estas miserables moradas. En seguida se penetra en la cueva, compuesta por una sola pieza y cerrada con algunas tablas mal unidas. Y aquí en la pieza de paredes encaladas, viven en confusión toda la familia, a menudo más de diez personas. Un agujero hecho en la cueva da salida al humo, pues la pieza también sirve de cocina. El miserable mobiliario se compone únicamente de algunas cojas banquetas, de una mesa de madera blanca y rara vez de un camastro, pues la mayoría de los gitanos se acuestan en el suelo. los hijos, completamente desnudos, tan negros como pequeños africanos, bullen de acá para allá, en medio de aves famélicas e inmundos animales domésticos... Es preciso decir que los gitanos de Granada son aún más pobres que los de otras provincias».

10. H. Jerez Perchet: Granada pintoresca. Málaga, 1885: 131. La visión de este autor no difiere mucho de la anterior: «El Sacromonte reclama una visita por lo que en sí vale y representa y al propio tiempo gracias a las condiciones del camino que allí conduce.
  Se trata de un trayecto que en gran parte ocupan las viviendas de los gitanos y estas viviendas ofrecen la particularidad de ser cuevas más o menos profundas, abiertas en la vertiente del cerro.
  El realismo imperó en las lúgubres moradas de aquellos infelices; los muchachos exhiben completamente desnudos sus cuerpos y las mujeres, salvo excepciones, cubren sus carnes con harapos. Cada reducido albergue sirve de residencia a una familia, en ocasiones muy numerosa, a la que hacen compañía casi siempre diversos animales domésticos, entre los cuales, según la tradición de la raza bohemia, ocupa un lugar preferido el pollinejo triste y escuálido, llamado a representar un papel importante en ferias de ciudades, villas y pueblecillos».

11. F. Mellado: Guía del viajero en España. Madrid, 1846 (3ª ed.): 430.

12. L. Seco de Lucena: Guía práctica y artística de Granada. Granada, 1909 (2ª ed.): 400.

13. J. Román: Granada... Granada... (De la ciudad y las almas). Málaga, 1925. Es muy interesante la visión de este autor: «Los cerros del Sacro-Monte parecen horadados con gubia formando callejas, reforzadas de pedruscos del Darro, para que no se desmoronen. Las callejas son absolutamente extrañas, como de un país lejano. Los habitantes que no suelen venir a la ciudad, tipos genuinamente moriscos, hombres huraños, mujeres altivas y pintorescas, que allí viven como un pueblo olvidado del mundo.
  En la entrada de este barrio, en las cuevas que se exhiben famosas, las del camino de los coches, hay un poco de escenografía, un poco de convencionalismo para llamar la atención del extranjero, que va a ellas intrigado por el espectáculo de la danza, que los guías han organizado en su honor y buenos billetes les cuesta.
  Y las cuevas originales, verdad, sin bambalinas ni afeites, son interiores, las arañadas en el cerro, guaridas de la raza nómada, agujeros de topos socavados en las faldas de las lomas que persiguen al río».

14. J. Caro Baroja: «Razas, pueblos y linaje», Revista de Occidente, Madrid, 1957: 197 y 278.

15. M. J. Herskovits: El hombre y sus obras (La ciencia de la antropología cultural). México, Fondo de Cultura Económica, 1952: 176. «Si puede mostrarse, en el caso del determinismo ambiental, que dos culturas insertas en el mismo hábitat difieren, o que existe en el mismo tipo de cultura dos hábitat distintos, alguna otra fuerza, además de la pretendidamente determinante, debe de haber ejercido alguna influencia.»

16. O. Jesen: «Las viviendas trogloditas en los países mediterráneos». Trad. de Fernández Alonso, en E. G., nº XVI, Madrid, 1955: 137-157, observa que «en la provincia de Granada, la Cuenca de Guadix y Baza, rellenada con depósitos jóvenes con su marcado carácter estepario, es extraordinariamente rica en cuevas artificiales, las cuales están situadas en las rocas de carácter loésico de la formación de Guadix, apropiadas para la excavación de cuevas. Existe una adaptación de las cuevas al paisaje como si constituyeran una parte natural y necesaria de éste... lo mismo podría decirse de las famosas cuevas de las pendientes cubiertas de cactus del Sacromonte y del Cerro de los Mártires de Granada, habitadas en mayoría por gitanos». Igualmente L. Torres Balbás: «La vivienda popular en España», Folklore y costumbres de España, vol III, 3ª ed., Barcelona 1946: 201, señala que «los tipos de suelos que más se prestan a este género de habitación son los terrenos terciarios, compuestos de conglomerados, areniscas, margas y calizas, en rocas muy compactas, impermeables y altamente aisladoras de la humedad, blandas al pico y capaces de endurecerse por la acción atmosférica».

17. J. Bosque Maurel: Op. cit.: 254-256.

18. El linaje está formado por todos los descendientes por línea masculina de un antepasado común, entre los que existen unos derechos y unos deberes. Acerca de la preparación de la cueva en la Huerta de Valencia, cf. J. M. Casas Torres: La vivienda y los núcleos de población rurales de la Huerta de Valencia. Madrid, CSIC, 1944: 196-197.

19. L. Torres Balbás: Op. cit.: 205-206. Hablando de las cuevas de Guadix apunta algo sobre la técnica del arco: «A la derecha del portal se traza el arco de entrada para la cocina y enfrente otro para la cuadra...»

20. Generalmente estas ventanas son rectangulares o cuadradas y se acostumbra a enmarcarlas. A veces, para mayor seguridad de las mismas, se las dota de barrotes o tela metálica.

21. Estas alacenas pueden llevar varias lejas de madera.

22. J. M. Casas Torres: Op. cit.: 197-198. Este saledizo fue también observado por el autor en las cuevas de Valencia.

23. Para evitar malos olores, los gitanos guardan sus animales en la habitación más cercana a la entrada.

24. Acerca de la industria gitana véase A. Pérez Casas, op. cit., vol II, passim.

25. Generalmente acostumbran a poner el recuerdo de nacimiento ya que el bautismo es un orgullo para ellos y uno de los pocos contactos que mantienen con la Iglesia a lo largo de su vida.

26. Cf. J. Bosque Maurel: Op. cit.: 254-256; L. Torres: Op. cit.: 202-203, señala sólo dos núcleos trogloditas. Uno en el Valle del Darro, ladera del Albaicín y Sacromonte, y otro en la vertiente del Genil, en los «repliegues del barranco del Abogado».

27. También es sabido por los habitantes de esta zona que allí hubo un cementerio hispanomusulmán.

28. J. Bosque Maurel: Op. cit.: 256.

29. Así llaman los gitanos y algunos «castellanos» de Granada al material que sale de horadar las cuevas y que se utiliza para cimentaciones.

30. Estas cuevas fueron alquiladas tanto a gitanos como a «castellanos».

31. J. Bosque Maurel: Op. cit.: 256.

32. Según opinión de los gitanos, los que vivían en el Beiro son desgraciados y miserables.

33. La lucha entre dos linajes es conocida por los gitanos con el nombre de «compromiso» y el linaje enemigo como «contrario».

34. Estimación propia. FOESSA: Informe sociológico sobre la situación social de España. Madrid, 1970: 1.141.

35. Estimación propia. FOESSA: Op. cit.: 1.141.

36. Estimación propia. FOESSA: Op. cit.: 1.141.

37. FOESSA: Op. cit.: 1.141.

38. Estimación propia.

39. Ver nota 33.

40. Ver nota 18.


 Gazeta de Antropología