Cuando Sergio dijo (hace un montón de tiempo) que teníamos casa en Valencia para ir a ver las Fallas todo el mundo decía que se apuntaba, aunque nadie se creía mucho que al final llegasemos a ir. Hacía un montón de años que tenía ganas de estar allí (con lo pirómano que soy...) pero no se había presentado la ocasión hasta ahora.

Al final fuimos los cuatro más inconscientes: Sergio, Isama, Gloria y el que escribe. Salimos de Granada el miércoles para pasar hasta el domingo por aquellas tierras del levante. Sergio y yo nos encargamos de hacer "La Compra Inteligente": de todo, barato, barato y rico, rico. Aunque, como suele suceder, terminamos hartos de comer siempre lo mismo (y aumenta peligrosamente la "Lista de alimentos censurados para futuras salidas").

Salimos de Granada por la tarde. Se nos había hecho un poco tarde y llegamos a Valencia pasadas las diez. Por cierto, la luz verde que se ve en una recta de la carretera desde cientos de kilómetros no es una gasolinera, ni un semáforo, ni un ovni ni una guardería...

El caso es que llegamos bastante tarde. La casa no estaba amueblada (está en venta) y sólo había luz en dos habitaciones: el carto de baño y la entrada. Menos mal que había espejo para afeitarse... Subimos kilos y kilos de maletas, mantas, bolsas, vajilla y mantelerías hasta el piso (sin ascensor) y plantamos nuestro ranchito (que diría Boris) en el desierto comedor de la casa. Inicialmente, pusimos tres aislantes formando un triángulo y dentro de éste la comida y una vela (supongo que los vecinos de enfrente creerían que estábamos de rito satánico...). El caso es que cenamos y acomodamos los aislantes y las mantas junto a una pared para dormir.

La mañana del día siguiente la pasamos visitando pueblecitos cercanos en busca de un notario para que le hicise un poder a Isama (The Power). Por la tarde buscamos, casi hasta la extenuación, un fax público y la oficina de una empresa de transporte urgente (que ni urgente ni na. Como era fiesta no trabajaban hasta el lunes). El caso es que fueron horas de nervios y estrés (Isama perdió el DNI, la tarjeta y el carnet de conducir) pero por lo demás acabó bien ya que teníamos con nosotros El Poder (The Power again).

Como Isama andaba tocada de la garganta, esa noche nos fuimos tempranito a casa para coger con más fuerzas el día siguiente. El viernes empezamos realmente a disfrutar de las Fallas. Desayunamos decentemente (bueno...) y estuvimos viendo las Fallas de categoría especial. Por la noche fuimos a ver los fuegos artificiales desde un puente que pasa sobre el antiguo cauce del rio. Fueron la leche, una pasada, espectaculares, los mejores que he visto nunca. Allí también cenamos un par de pizzas a las tantas...

Al día sigiente estábamos dedididos a ver la Mascletá. Nos levantamos relativamente temprano (¿las once?), nos arreglamos (se zamparon la Nocilla mientras me duchaba) y nos fuimos a la plaza del ayuntamiento. Hacía un día increible, mogollón de gente, un avión dibujaba en el cielo "Larios", el calor era veraniego... La Mascletá fue impresionante, nunca había escuchado alto tan fuerte, tal cantidad de cohetes, me pareció increible que no saltaran por los aires los cristales de las ventanas... Fue genial. Esa tarde seguimos viendo fallas y elegimos ver cómo se quemaba la que había cerca del Corte Inglés (por cuestiones estratégicas, más que nada...).

Primero vimos arder una falla infantil (que se queman antes). No fue nada comparado con la otra. Al principio nos pusimos bastante cerca para no perder detalle. Llegaron los bomberos y empezaron a hacer sitio, a refrescar fachadas y a prepararlo todo. Cuando se encedió la mecha empezaron a volar cohetes y a explotar petardos. De repente, todo estaba envuelto en llamas y humo. La nube negra inicial dejó ver una gran bola de fuego y sentimos como la temperatura aumentaba rápidamente. Todos nos echamos hacia atras (casi acojonados por el calor y la cantidad de fuego). Desde algo más lejos el espectáculo se veía mucho mejor.

Sergio y yo discutíamos si alguna parte de la falla caería fuera de control. Él decía que no, yo que iba a haber una catástrofe humana :) Al final una parte calló un poco al filo del cordón y hubo un sustillo que los bomberos arreglaron enseguida. La falla ardió durante unos diez minutos. Comenzó a verse la estructura de madera y a desmoronarse lentamente. La gente se emocionaba cuando caía cada columna que formaba el armazón. Al final, himno de Valencia por los altavoces que coincidió con la caida del último pilar (jo, que emoción. Casi lloro).

La verdad es que fue impresionante. Mereció mucho la pena y la lástima fue que se quemasen todas a la vez poque hubiera sido increible ver varias arder. En fin, otro año veremos más...

Se me ha olvidado contar que, desde que llegamos a Valencia hasta el día que acabaron las Fallas, no había un segundo (no exagero) en que no sonara un petardo, un cohete o una explosión del copón... Las mejores eran las del amanecer. A eso de las siete se empezaba a escuchar una banda de música a la que acompañaban petardos (de los de doscientas, por lo menos :) Al final lo integramos todo como ruido de fondo y llegamos a echarlo de menos (es un decir) el día que terminó.

Ese día nos fimos de Valencia. Recogimos el Ranchito y pasamos por el pueblo de la horchata (¿Cómo se llamaba?) para tomarnos una de esas con fartons (¡qué buenos!) en la avenida de la horchata. Sergio nos contó la leyenda del nombre de esta bebida y tras este almuerzo nos pasamos por unos grandes almacenes para completar la despensa.

Pasamos ese día por la provincia de Valencia y no llegamos a realizar el plan de ligarnos unos viejitos en Alicante para que nos resolvieran el futuro (mal hecho...). Isama se puso mucho peor de su garganta y fue Sergio el encargado de conducir la mayoría del tiempo. En esta ocasión, y no creo que se vuelva a repetir en años, encontramos un sitio para acampar bastante temprano (a eso de las once ya estaba la tienda montada y todo). El sitio era impresionante (como casi siempre que acampamos en plan caqui) y la tienda nos salió casi "De Luxe" (vamos aprendiendo).

Al día sigiente nos metimos por Sierra Aitana. Queríamos ver desde allí el mar ya que ésta era la última sierra española que veían los repblicanos que se tuvieron que ir de España durante la Guerra Civil desde el mar. Al final peinamos la sierra pero de mar nada. No se podía llegar en coche y la cosa no estaba como para hacer excursiones... De todas formas encontramos algunos parajes que ya forman parte de nuestra "Guía de sitios interesantes, desconocidos e inconscientes".

Por la tarde emprendimos la vuelta a casa. Triste como todo lo que se acaba pero con sus cosas buenas, como la cama y la comidita caliente que íbamos a encontrar...