En el verano de 1996 conseguí una beca Intercampus de Cooperación en Costa Rica. La beca consistía en la colaboración con la Universidad Hispanoamericana de San José para realizar allí cursos y el desarrollo del sistema de gestión de bliblioteca. Además de todo esto, conocí un montón de gente maravillosa y un pais espectacular.

El viaje, vía Miami, fue bastante largo (creo que unas catorce horas desde Madrid). En el aeropuerto me estaban esperando el rector de la universidad y Carlomagno (pasé el mes y medio de la beca en su casa). Del aeropuerto me llevaron a conocer la universidad y me presentaron a todo el mundo (es una universidad pequeña). En la foto, Carlomargo (más a la izquierda), el rector de la universidad (a la derecha) y su esposa junto a mí.
Los primeros días conocí a la gente de secretaría y la biblioteca. Eran chicas de mi edad que me miraban un poco raro... Yo era "el español". A los pocos días pasaba más tiempo hablando con ellas que trabajando. En aquellos días conocí también a los demás españoles que estaban allí con otras becas. Conectamos rápidamente, teníamos en común las ganas de conocer el pais y sus gentes. En seguida el grupo se fue haciendo más grande. En cada universidad había dos o tres españoles y cada uno ibamos conociendo gente que se apuntaba a nuestras "actividades culturales". Las chicas de secretaría y el guarda de seguridad

Hicimos excursiones todos los fines de semana. El primero, visitamos el Parque Nacional de Manuel Antonio, en la costa Pacífica (suena bien ¿eh? :). Allí nos quedamos en un hotelito que tenia grupos de dos casas distribuidas de forma que desde una no se veían las otras, sólo el mar y la selva. Fue nuestro "primer hotel". Las casitas eran alucinantes. Ocupamos dos que estaban comunicadas. Las ventanas no tenían cristales (no los necesitaban), sólo mosquiteras.
Ese fin de semana descubrimos que hay tres cosas en Costa Rica que son más grandes que en cualquier otro lugar del mundo: Los bichos (de todo tipo) son gigantes, las camas y las duchas de los hoteles son de cuatro plazas. Allí conocimos también un animal llamado pizote capaz de abrir una mochila, sacar un sandwitch, quitarle el queso y comerse el resto, increible. Otro fin de semana conocimos la zona de Flamingo, playa flamigo y conchal. Ésta última es una calita en la que no hay arena, sino pequeños trozos de conchas, y el agua es completamente transparente y de un tono turquesa imposible.
Visitamos también las reservas naturales de Santa Elena y Monteverde. Son bosques tropicales nubosos y lluviosos, lo que quiere decir que en su interior, entre sus inmensos árboles milenatios se forman nubes y llueve. Allí vimos monos de cuello blanco (que tiraban frutas desde las copas de los árboles a los invasores) y un montón de aves preciosas. Hablando de aves, en Costa Rica abunda el colibrí, un pájaro diminuto capaz de volar en todas direcciones (incluso hacia atrás). En algunos lugares tenían bebederos colgados con agua azucarada para atraerlos. Son realmente bonitos.
El fin de semana siguiente lo dedicamos a hacer rafting en el rio Pacuare. Ninguno lo habíamos hecho antes y fue una experiencia fantástica. Al principio, en el autobús, nos acojonamos bastante cuando firmamos un documento que decía algo así como: "Sé que el rafting es un deporte peligroso en el que se puede perder la vida. Libero de toda responsabilidad a los organizadores en caso de accidente...". Fue fuerte...

El caso es que cuando llegamos al punto de partida ya nos habían tranquilizado, en realidad es un deporte bastante seguro si se hace lo que se debe hacer (remar, sobre todo). En la orilla nos enseñaron las órdenes básicas, cómo remar y qué hacer si caíamos al rio: ¿nadar? ni de coña, la corriente es tan fuerte que es mejor adoptar una posición segura y dejarte llevar hasta un remanso y esperar. Tambien llevábamos un cayack de apoyo (el que hizo las fotos con una cámara de esas desechables a prueba de agua). Tras las explicaciones entramos en el agua. Pasamos dos horas dando saltos sobre los rápidos, después paramos a comer en un claro de la selva e hicimos otras dos horas más. ¡Fue increible! una experiencia que recomiendo a cualquiera. Realmente genial.
El volcán Arenal es uno de los muchos que hay en Costa Rica pero, además, se encuentra en activo (hay varios así en el pais). Pudimos ver sus erupciones y bañarnos en un balneario cuyas aguas eran calentadas por el volcan. Era alucinante estar por la noche en el cauce del rio, con el agua caliente fluyendo y el resplandor del volcan en el cielo acompañados por el sonido casi inquietante de las erupciones.
Tortuguero es una zona pantanosa en la costa caribeña donde acuden cinco especies diferentes de tortugas gigantes a poner sus huevos. Estuvimos allí un fin de semana. Por las características de la zona, había que desplazarse a cualquier parte en una barcaza. Estuvimos en un pequeño hotel regentado por un par de locos que tenían un grupo de música. Ellos eran también los encargados de llevarnos aquí y allá. Pasamos todo el fin de semana tocando música (cada vez que salíamos nos daban algún instrumento a cada uno y a tocar...).
Una noche vimos la puesta de huevos de las tortugas. Esa noche fue genial. A la vuelta por los canales apagaron las luces de la barcaza y permanecimos en silencio un rato contemplando los reflejos y los sonidos de la selva. Alucinante. La foto de protada es el pueblo de Tortuguero visto desde los canales.

Costa Rica es un pais con la extensión de extremadura en el que se puede encontrar una gente maravillosa y los parajes más bellos del mundo: Selvas tropicales, volcanes en activo, rios, cascadas, playas, miles de especies animales (mariposas bellísimas)... ¿qué más se puede pedir? El mes y medio que pase allí me marcó. Nunca olvidaré la gente que conoci (aunque no escriba mucho :) ni todo lo que vivimos aquellos días juntos.