Departamento Psicologia Social | UNA MIRADA PSICOSOCIAL A LA DESIGUALDAD ECONÓMICA
DESIGUALDAD, ECONÓMICA
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UNA MIRADA PSICOSOCIAL A LA DESIGUALDAD ECONÓMICA

UNA MIRADA PSICOSOCIAL A LA DESIGUALDAD ECONÓMICA

La desigualdad económica es uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos como sociedad. En España, en el 2007 —antes del inicio de la crisis económica— el 20% de las personas más ricas ganaba 5,5 veces más que el 20% más pobre. En 2014 esta diferencia aumentó hasta 6,8 veces, lo que ha llevado a España a ser el segundo país más desigual de la Unión Europea (solo detrás de Rumania; EUROSTAT, 2016). Algunas voces se han levantado poniendo de manifiesto la gravedad de la situación: “España se encuentra en el punto en el que rectifica o pierde tres generaciones de bienestar, derechos sociales, y democracia, para convertirse en una sociedad dual de ricos y pobres” (Intermón Oxfam, 2012, p. 1).

A pesar de las consecuencias que puede tener la desigualdad económica, son pocos los estudios de psicología social que directamente han examinado sus consecuencias psicosociales. Aunque es cierto que desde sus inicios nuestra disciplina ha priorizado el estudio de las desigualdades sociales. este se ha focalizado, por lo general, en las desigualdades de poder y estatus entre individuos y grupos sociales, pero mucho menos en el análisis de los factores psicosociales relacionados con la desigualdad económica. En nuestro grupo de investigación hemos intentado llenar esta laguna llevando a cabo estudios de tres tipos: a) experimentales, en los que hacemos variar por medio de supuestas noticias de periódico o escenarios de contextos más o menos desiguales económicamente, la percepción de desigualdad; b) estudios correlacionales, en los que medimos la percepción de desigualdad de población general a la vez que otros factores relacionados con ella; o c) a través de los datos obtenidos por bases de datos nacionales que normalmente utilizan muestras representativas (como los proporcionados por el CIS) o internacionales (como los que facilita la ISSP). En todos estos estudios hemos planteado, en términos generales, que la desigualdad económica tiende a perpetuarse a sí misma a través de la generación de procesos psicológicos que tienden a favorecer la propia desigualdad.

Hemos encontrado, por ejemplo, que la percepción de una alta desigualdad económica activa la parte más individualista del autoconcepto, dejando en un segundo plano su componente más relacional y colectivo (Sánchez-Rodríguez, Willis, y Rodríguez-Bailón, 2017). La desigualdad también puede disparar la importancia otorgada a la posición que los individuos ocupan en la jerarquía e incrementar la motivación por mejorar la posición socioeconómica, dando lugar a un fenómeno que se conoce como ansiedad por el estatus (i.e., una preocupación crónica por la posición relativa que uno ocupa en la jerarquía social), que en ocasiones puede aminorarse con la adquisición de productos asociados al estatus y en general con lo que se conoce como el consumo conspicuo. También hemos constatado que en los contextos desiguales no solo aparecen actitudes negativas hacia quienes se encuentran más desfavorecidos (deshumanizándolos, siendo percibidos como más semejantes a los animales), sino que también se deshumaniza a quienes se encuentran en la cúspide en la escalera social, pero en este caso mecanizándolos (Sáinz, Martínez- Gutiérrez, Moya y Rodríguez-Bailón, 2018). Todos estos procesos contribuyen a la generación de una sociedad más competitiva y jerarquizada, en la que se perpetua la desigualdad entre grupos y personas.

Por otro lado, también hemos explorado los efectos de la percepción de desigualdad económica sobre la justificación de esa misma desigualdad. En este sentido, la percepción actual de desigualdad económica predice positivamente el grado de desigualdad estructural que las personas perciben como ideal o justa (las diferencias salariales que se perciben como optimas y justas entre los individuos mejor y peor pagados): cuanto mayor es la brecha económica percibida entre las personas mejor y peor pagadas en la sociedad, mayor es a su vez la brecha económica ideal; sin embargo, esto es especialmente cierto entre las personas que suscriben en mayor medida ideologías conservadoras, y de oposición a la igualdad (Willis, Rodríguez-Bailón, López-Rodríguez, y García- Sánchez, 2015; Rodríguez-Bailón et al., 2016). La brecha económica percibida como ideal está relacionada, a su vez, con las actitudes que los individuos tienen hacia la redistribución de los recursos y la reducción de la desigualdad. Las personas que consideran que debe haber más desigualdad ideal tienen una actitud más negativa hacia acciones encaminadas a la reducción de la misma, como las políticas redistributivas, el salario mínimo o máximo, etc. (García- Sánchez, Rodríguez-Bailón, y Willis, en revisión).

Sin embargo, aunque el panorama parece un tanto desolador, nuestros resultados también ofrecen ciertos atisbos de esperanza. Algunos hallazgos preliminares sugieren que podemos hacer algo por motivar a los individuos para el cambio y salir de la espiral de la desigualdad: la atención sobre la desigualdad en la vida cotidiana (e.g., la constatada en las relaciones más cercanas), a diferencia de la desigualdad medida o entendida de forma abstracta, hace que las personas tengan menos tolerancia hacia la desigualdad, y por tanto estén más dispuestas a favorecer acciones y políticas encaminadas a la reducción de dicha desigualdad (García-Castro, Willis y Rodríguez-Bailón, en revisión).

En suma, nuestros resultados sugieren que la desigualdad económica puede perpetuarse a sí misma al generar un circulo difícil de romper: la percepción de una alta desigualdad aumenta la tolerancia a la desigualdad en distintos niveles y fomenta distintos procesos psicosociales, como la deshumanización, la ansiedad por el estatus o la competitividad, que pueden redundar en el mantenimiento o incluso en el aumento de la desigualdad. Sin embargo, creemos que llamando la atención de la ciudadanía sobre la desigualdad que existe en su contexto más cercano podremos conseguir que se sensibilicen y movilicen para conseguir cierto cambio social.
Este artículo ha sido publicado en el Boletín 13 de la SCEPS.

FDO: Rosa Rodríguez Bailón y Guillermo B. Willis

Referencias

Intermón Oxfam (2012). Crisis, desigualdad y pobreza. Aprendizaje desde el mundo en desarrollo ante los recortes sociales en España. Recuperado de: http://www.oxfamintermon.org/es/informate/publicaciones/estudios.

Rodriguez‐Bailon, R., Bratanova, B., Willis, G. B., Lopez‐Rodriguez, L., Sturrock, A., & Loughnan, S. (2017). Social class and ideologies of inequality: How they uphold unequal societies. Journal of Social Issues, 73(1), 99-116.

Saínz, M., Martínez-Gutiérrez, R., Moya, M., & Rodríguez-Bailón, R. (2018). Animalizing the disadvantaged, mechanizing the wealthy: The convergence of socioeconomic status and humanity attributions. International Journal of Psychology.

Sánchez‐Rodríguez, Á., Willis, G. B., & Rodríguez‐Bailón, R. (2017). Economic and social distance: Perceived income inequality negatively predicts an interdependent self‐construal. International Journal of Psychology.

Willis, G. B., Rodríguez-Bailón, R., López-Rodríguez, L., & García-Sánchez, E. (2015). Legitimacy moderates the relation between perceived and ideal economic inequalities. Social Justice Research, 28(4), 493-508.