2.- REFLEXIONES RELATIVAS A LAS POSIBLES CONSECUENCIAS DE LA EVALUACIÓN SOBRE LOS ALUMNOS.

Edita: Grupo HUM 731
I.S.B.N.: 84-688-8169-4
Depósito Legal: GR-1685-2004

Prof Nicola Comunale Rizzo

No me caben dudas de que la evaluación de los alumnos, es una de las actividades más difíciles y espinosas de cuantas incumben a los profesores.
Además, creo poder afirmar con razón que evaluar es un acta que implica mucha responsabilidad y, por ello, no hay que tomarlo nunca a la ligera.
Aunque creo que raramente puede haber profesores que evalúan con frivolidad o caprichosamente, sí es posible que, en un consistente número de ocasiones, el alumno pueda recibir esa impresión.
Por otra parte, estoy convencido de que, como en la política, no solo hay que ser honesto sino que hay que parecerlo; así en la enseñanza, no solo hay que evaluar con "justicia", sino que también hay que dar esa misma impresión.
Por último, no quisiera pasar por alto una cuestión que, quizás, algunos docentes olvidamos: es que nuestra evaluación, por muy meditada que sea, tiene una posibilidad de acierto no tan alta como para podernos quedar tranquilos, pensando a lo mejor de haber decidido con perfecta justicia.

Tal vez no son muchos los docentes que se han enterado de unas investigaciones llevadas a cabo, entre otras, en los Estados Unidos (Starch y Elliot 1910-1913; E. F. Lindquist 1961), en Francia (Laugier y Weimberg 1930; F. Hotyat 1962) y en Inglaterra (A. Moon 1957; A. Yates y D. A. Pidgeon 1957).

Estos investigadores, concretamente, han demostrado que no solo hay diferencias notables de evaluación entre diversas materias (eso podría ser incluso normal), sino que también averiguaron "desacuerdos" entre examinadores que evaluaron el mismo ejercicio.

Starch y Elliot pidieron a 147 profesores de inglés (se recuerda que para los americanos esa es la asignatura de "Lengua") que examinaran dos ejercicios. Estos asignaron al primero notas que variaron entre 6,4 y 9,8 y al segundo notas que variaron de 5,0 a 9,8.


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Más aun, los mismos investigadores demostraron que también había desacuerdos entre profesores de asignaturas del área de las ciencias "exactas". Starch y Elliot pidieron de evaluar un ejercicio de geometría a 114 profesores de la materia, que asignaron al mismo notas variables entre 2,8 y 9,2. De manera similar, pidieron a 70 profesores de historia de evaluar un ejercicio de la misma disciplina y estos le asignaron notas que variaron de 4,3 a 9,0.

Por otra parte, se demostró también que hay "desacuerdo" con un mismo profesor.

Laugier y Weimberg (en Francia) pidieron a un profesor de ciencias de evaluar 37 ejercicios de esa materia y volvieron a pedirle al mismo, después de 3 años, de evaluarlos otra vez. Entre la primera evaluación y la segunda se encontraron variaciones similares (r=0,58)(1) a las averiguadas por Starch y Elliot.

Así que, si todos nos hubiéramos enterados de estas investigaciones, todos podríamos afirmar que: no puede haber suficiente seguridad de que una nota sea objetiva, puesto que mucho factores irracionales y otros imponderables condicionan la evaluación de un profesor, cuyo juicio (es oportuno recordarlo) es siempre bastante sujetivo.

Este último postulado nos obligaría a mantener una actitud flexible sobre la evaluación y en caso de dudas (debería valer la presunción de inocencia!) deberíamos decidir siempre a favor del alumno, nunca en contra.

Esta actitud no solo sería correcta porque es sabia y justa, sino que debería considerarse como debida, porque se relaciona con un derecho que deberíamos reconocerle al alumno sin ninguna reserva.

Por otro lado, una actitud sabia y justa sobre esta actividad, tiene un alto valor educativo, en tanto en cuanto, con ella, se ofrece al alumno un buen ejemplo para aprender a ser nobles y no malos pensadores que se dejan condicionar por los propios prejuicios.

Un profesor que quiere mantener alta su imagen de educador no puede enturbiar al mismo tiempo su actividad evaluadora con una imagen de rígido inquisidor.


Nota (1): El grado de acuerdo y desacuerdo se puede medir utilizando indices de asociación, entre los cuales se encuentra el coeficiente de Pearson utilizado en estas investigaciones. El valor de "r" varía de +1 a -1. El valor +1 equivale a un acuerdo perfecto; y -1 equivale a un desacuerdo radical. Los resultados positivos, cuanto más se acercan al valor +1 indican un acuerdo cada vez mas ajustado. Pero para que el valor "r" se considere satisfactorio debe acercarse mucho a +0,99.


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Pienso en definitiva que la evaluación hay que considerarla con un gran sentido de responsabilidad, flexibilidad y con una actitud razonablemente favorable a los intereses y expectativas de los alumnos.

Aquí cabe señalar una consideración (traducida desde el italiano por el autor de estas reflexiones) de Gabriella Grandi(2):

"CONSECUENCIAS IRREVERSIBLES DE LAS NOTAS. Un profesor no puede evitar preguntarse qué consecuencias tendrán sus evaluaciones, sobre el futuro de los alumnos. No puede no preguntarse el mismo, sobre que sentido y que peso alcanzarán los resultados de los controles del aprendizaje, una vez que quedan traducidos a notas y se vuelven instrumentos de comunicación social: cuando adquieren, en cierto modo, una dimensión externa a la escuela (o universidad). Entonces un 4 (o suspenso), un 6 (o aprobado), un 8 (o notable), con independencia de la subjetividad de la evaluación que los han generado, adquieren un significado público inequívoco: significan la posibilidad o no de seguir adelante y asumen un peso determinante sobre las posibilidades de decidir el futuro formativo y profesional".

Por eso creo no vendría mal plantear una serie de reflexiones sobre las consecuencias que afectan a los alumnos a causa de la evaluación que sufren en su propia carne.

Por otra parte, quisiera evitar manifestar simples opiniones, aunque mi personal experiencia (dicho sea con la debida humildad) que se inicia en el lejano 1968 y el estudio de una asignatura pedagógica (Ciencias de la Educación) de un curso ministerial para obtener la habilitación a la enseñanza en Italia, me dan un poco de confianza y me hacen pensar que no me equivoco demasiado.
Así que voy a utilizar el sondeo anónimo(3) que hemos realizado como Grupo de Trabajo al que pertenezco para sustentar un poco más mis reflexiones.

Soy plenamente conciente de que estas afirmaciones mías no son verdades científicas, pero por lo menos creo que se pueden aceptar



Nota (2): GRANDI Gabriella: "Misurazione e valutazione" (Trad. Medición y evaluación), Ed. La nuova Italia, Firenze, 1977.
Nota (3): Se ha realizado un sondeo anónimo para animar a los alumnos a opinar libremente.



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como hipótesis para abrir un debate general (o incluso una eventual investigación exhaustiva) sobre un campo en que demasiado poco se investiga y del que aun menos se habla.

Me parece sintomático de que no hay términos que traduzcan al castellano, en su sentido de investigación sobre la evaluación, de las palabras italianas "docimologia", "dossologia", y "docimastica"(4). Parece casi como si todos los profesores supiéramos perfectamente lo que hay que hacer y no hubiera la más menor posibilidad de equivocarnos.

¿Entonces, por qué se quejan muchos alumnos? (ver la encuesta...)

Pues, a menudo la respuesta que damos a esa pregunta, algunos profesores, es: "La razón de sus quejas es que no quieren estudiar, porque son un vagos ¡esa es la verdad!"

Aparte de algunos sabios profesores, los demás no pensamos casi nunca en poner en entredicho nuestra capacidad para evaluar "correctamente". Ni siquiera estamos tan seguros de lo que sería "correcto" y posiblemente, nunca, o casi nunca, hemos meditado lo suficiente en las consecuencias de nuestras notas sobre los alumnos.

Por ello creo que estas reflexiones mías podrían ser útiles para muchos compañeros, si ellas fueran capaces de estimular un serio debate sobre este argumento.

Tengo la esperanza que dialogar, con humildad científica y honestidad intelectual, sobre la evaluación, podría llevarnos a lograr algunas conclusiones, que nos hicieran más concientes de lo que vamos haciendo en esta delicada tarea docente, y se podrían beneficiar un poco más los alumnos y, en última instancia, el conjunto de la sociedad.

¿Qué clases de consecuencias determina la evaluación sobre los alumnos?

La evaluación - podemos suponer - influye sobre los alumnos en cinco ámbitos: en el psicológico, didáctico, administrativo, social y económico; aunque las sensaciones que percibe el alumno de esas consecuencias pueden ser globalizantes.


Nota (4): La palabra "docimologia" no se encuentra traducida al castellano. Las palabras "dossologia" (que en italiano quiere decir: "Estudio sistemático de las funciones de la evaluación") y "docimastica" (que en italiano quiere decir. "Técnica de los exámenes") si tienen traducción en castellano, con doxología y docimástica (o docimasia) que, pero, significan, respectivamente, "Arte de ensayar los minerales para determinar los metales que contienen y en qué proporción" y "Fórmula de alabanza a la Divinidad, especialmente a la Trinidad en la liturgia católica"


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Naturalmente, hay que considerar las diferentes evaluaciones, las insuficientes, medianas y altas de manera diversa, en tanto que no tienen, obviamente, las mismas repercusiones. Así que reflexionaremos teniendo en cuenta también ese aspecto.

En el AMBITO PSICOLÓGICO una nota insuficiente (dependiendo del carácter del alumno), puede dar lugar a que:

1) Uno pierda autoconfianza y se convenza que es un incapaz y que en el fondo se lo merece (hay pérdida progresiva de la autoestima y aumento del sentido de culpabilidad);

2) Alguno se cree evaluado de manera injusta y reacciona con la insurgencia de una actitud rencorosa hacia el profesor, además puede empezar a tener antipatía para la asignatura que ha motivado su nota baja;

3) Otro (él que tiene un carácter fuerte) reacciona poniéndose a estudiar con más ahínco, para demostrar "a todo el mundo" que no es un incapaz; que cuando quiere, ¡puede!...

Vamos a ver que han expresado concretamente los 363 alumnos, de los primeros tres cursos de la Facultad de Bellas Artes de Granada, que han respondido al cuestionario del sondeo:

¿Qué han opinado los alumnos a la pregunta 12, sobre si es justo asignar una nota baja a aquellos que, a pesar de sus esfuerzos, no consiguen (según el profesor) alcanzar el nivel mínimo de la asignatura?

Respuestas: en primer curso, 58 no es justo contra 25 sí; en segundo, 70 no es justo contra 24 sí; y en tercero, 61 no es justo contra 40 sí.

El comentario que considero oportuno expresar es: que resulta evidente de que los alumnos en mayoría sufren como una injusticia el hecho de suspender un alumno que da el máximo para aprender, aunque al profesor no le parezca que haya alcanzado lo mínimo para aprobar.

¿Qué han opinado los alumnos a la pregunta 13, sobre si los profesores le han evaluado menos de lo que se merecían?

En primer curso, 26 sí contra 33 no; en segundo, 34 sí contra 50 no; y en tercero, 47 sí contra 32 no.

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El comentario que me parece oportuno manifestar es que: a pesar de que se puede considerar que ésta es una respuesta bastante positiva en los alumnos de primero y segundo, el hecho de que hay un porcentaje tan alto (casi un 30 % en total) de alumnos que consideran que han sido evaluado injustamente (menos de lo que se merecían), es bastante alarmante, sobre todo en una facultad de BBAA, donde hay un promedio de evaluación muy alto.

¿Qué han opinado los alumnos a la pregunta 17, sobre si una nota baja les provoca un rechazo hacia la asignatura?

En primer curso, 27 si contra 42 no; en segundo 46 si contra 46 no; y en tercero, 32 sí contra 57 no.

El comentario que me parece interesante señalar es que: hay un porcentaje notable (casi un 30 %) de alumnos que frente a una nota baja reaccionan negativamente en contra de la asignatura; y es lo peor que le puede pasar a un profesor que considera el aprendizaje de sus alumnos como el objetivo principal de su actividad didáctica, porque muy difícil lo tendrá con esos alumnos.

¿Pero, qué han opinado los alumnos a la pregunta 18, sobre si una nota baja les impulsa a estudiar la asignatura con más ahínco?

En primer curso, 49 sí contra de 27 no; en segundo, 43 sí contra de 48 no; y en tercero, 31 sí contra de 49 no.

El comentario que me parece oportuno subrayar es que: a pesar de que se puede pensar que puede ser bueno poner notas bajas, mirando las respuestas de los alumnos de primero, pasando en segundo y tercero, estos se vuelven progresivamente menos animados psicológicamente y posiblemente muchos de ellos irán a engordar el número de fracasados en la carrera universitaria.

En el mismo ámbito psicológico, una nota media se supone que no debería causar algún daño, salvo las notas que se acercan peligrosamente al suspenso - que podemos deducir - que pueden derivar un poco de estrés en el ánimo de los alumnos.

En el caso de las notas altas, es razonable pensar que estas crean un estado de euforia en los alumnos y les fortifica la autoconfianza. Todo ello les anima a estudiar con mayor satisfacción y suelen rendir al máximo de sus capacidades.

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Pero, seguimos interpretando lo que han contestado los mismos 363 alumnos del sondeo:

¿Qué han opinado los alumnos a la pregunta 16, sobre si una nota alta les hace la asignatura más atractiva?
En primer curso: 57 si contra 23 no; en segundo 85 sí contra 23 no; y en tercero 47 sí contra 39 no.

El comentario que me parece útil precisar es que: hay un porcentaje importante (más del 50 %) de alumnos que frente a una nota alta reaccionan muy positivamente en favor de la asignatura; y eso supongo le interese a un número considerable de profesores por potenciar la eficacia didáctica.
Aqui surge una pregunta: ¿es beneficioso para el aprendizaje animar psicológicamente el alumno asignándole una nota lo más alta posible dentro de sus méritos?

En el ÁMBITO DIDÁCTICO una nota insuficiente, como hemos visto en el psicológico, predispone el alumno a tomar una actitud rencorosa con el profesor y de rechazo hacia la asignatura. Por lo tanto, podríamos deducir que se han comprometido totalmente dos de los pilares didácticos fundamentales de la enseñanza: la confianza en el docente y el gusto de aprender la asignatura.

Eso, sin contar con la actitud que habrá asumido el profesor con respecto al alumno implicado.

La nota media, normalmente, no crea demasiados problemas. Sí, puede alentar cierto "pasotismo": el alumno casi siempre asume que no puede dar más de si y opta por trabajar sin demasiado esfuerzo y sin ninguna inquietud. En esta faja se acepta con resignación la pertenencia a la categoría de la mediocridad.

Por el contrario, en muy escasa ocasiones he podido constatar, en mi carrera docente, una reacción negativa a una nota alta por haber asumido el alumno que ya no necesitaba aprender más. Casi siempre he tenido una respuesta positiva: los alumnos evaluados con notas altas han seguido dando el måximo de si mismos.

En cuanto al sondeo me parecen interesantes las respuestas a la pregunta 16, ya comentada en el ámbito anterior.

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En el ÁMBITO ADMINISTRATIVO una nota insuficiente bloquea radicalmente el alumno:

1. Primero no promociona y debe repetir la asignatura que no ha aprobado, debiendo volver a estudiar todo el temario otra vez y además se queda muy contrariado.
2.
Segundo, le queda el suspenso en la certificación académica. 3. Tercero, le puede impedir de acceder a cualquier beca.
4. Cuarto, le perjudica a la hora de buscar una promoción profesional.

La nota media, perjudica también (aunque bastante menos) en el administrativo. En las becas solo se le permite el acceso (salvo alguna excepción) al alumno con un promedio académico muy alto

En cuanto a la nota alta, más de lo mismo, esta abre todas las puertas de las carreras públicas y, por supuesto, del acceso a las becas que incluso favorece el acceso a la carrera docente e investigadora, además de la profesional.

En el ÁMBITO SOCIAL una nota insuficiente se configura como una mancha en la personalidad del alumno. La nota baja rebaja drásticamente la imagen y el prestigio del alumno y puede condicionar sus relaciones interpersonales.

Su propia familia, los amigos y su micromundo existencial asumen la nota baja como una baja calidad de la personalidad del alumno que la ha recibido. A menudo, el alumno, si acumula bastantes notas bajas, viene considerado un inútil o un incapaz. Sus perspectivas sociales se quedan muy mermadas.

La nota media, tampoco en el social crea demasiados problemas. También puede alentar cierto "pasotismo": el alumno casi siempre asume que no puede aspirar a llegar a un estatus social muy alto. Salvo si no puede poner en marcha alguna picardía (como conseguir algún pequeño cargo político) para intentar engañar a la gente con que se relaciona.

En cuanto a la nota alta, como es natural, esta hace crecer el prestigio del alumno en su entorno familiar y en la comunidad en que vive.

Finalmente, en el ÁMBITO ECONÓMICO es fácil deducir como una nota insuficiente obliga a dedicar tiempo añadido para aprobar en una segunda ronda, con todos los gastos que ello supone, de matrícula, de estancia, de libros, de medios de trasporte, de ropa, de comida, etc...

La nota media, en principio no crea problemas. Pero perjudicando el acceso a las becas y dificultando la entrada en el mundo del trabajo (pudiendo retrasar su conseguimiento), sí puede acarrear problemas económicos de forma indirecta y a medio plazo.

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En cuanto a la nota alta, obviamente, no solo no provoca gastos añadidos sino que permite ahorrar, si se consigue obtener alguna beca a las que se tiene un fácil acceso.

CONCLUSIÓN.

Por supuesto, todos los profesores sabemos de estas consecuencias que repercuten sobre los alumnos, y a veces pueden dar lugar hasta a tragedias: no es la primera vez que un alumno se suicida por haber sufrido una pésima evaluación.

Pero el problema es: ¿Cuántas veces nos paramos a pensar en ellas, cuando estamos asignando una nota a un alumno, sobre todo si es insuficiente?

¿Es justo asumir una actitud flexible y razonablemente bondadosa?
Algunos dicen que la vida (o el tiempo) se encargará de poner todos en su sitio.
Entonces ¿por qué debemos tener esa ansia de ser jueces inflexibles y no dejar que algunos alumnos tengan su oportunidad? Tenida cuenta que bastante nos equivocamos los profesores cuando evaluamos.
Una última pregunta: ¿por qué no dedicamos un poco más de investigación a esta tarea docente tan difícil y tan tremendamente influyente en la vida de tantos jóvenes?


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