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Rocinante en el camino,26 Febrero 2004 Ideal.

Han pasado cuatrocientos años y Shakespeare y Cervantes son los dos autores más geniales y desconcertantes, escandalosos y excesivos, productos de dos pueblos antagónicos, uno en alza y el otro en un declive imparable tras la derrota de la Invencible. Todavía en mis años jóvenes, cuando iba a Inglaterra para aprender inglés, la gente te preguntaba por Franco con una sonrisita malévola y uno no sabía dónde esconder la cabeza. Pero en los medios universitarios se leía y estudiaba el Quijote con reverencia y, gracias a ellos, empecé a amar a Cervantes y a reconciliarme con nuestra historia. Con dos personajes que ni siquiera habían existido, Cervantes nos aupaba al rankinq más alto de la cultura y, avatares políticos aparte, nos había convertido en un pueblo respetado y así seguimos en el día de hoy.

¿Han pasado cuatrocientos años y el Quijote de Cervantes, peregrino de peregrinos, como lo llamó Rubén Darío, o microcosmos paranoico, como lo llamó Dalí, sigue intacto desde su primera aparición en 1605, alabado por unos, vituperado por otros, pero siempre firme a lomos de su fiel Rocinante, saliendo a cabalgar - como diría Cervantes - a la hora del alba, una hora tan cierta como incierta, según María Zambrano, tan verdad como sueño, y que ha significado no sólo el triunfo de la literatura sobre el tiempo, sino nuestro propio modo de ser y de afrontar la vida, entre el sueño y la verdad, una filosofía tan literaria y española que nos remite a Segismundo y que es como la vivió don Quijote. Y sueño fue su vida hasta el final cuando se convierte en Alonso Quijano y toma conciencia de la realidad, ya moribundo, ¿no es fantástico?

Han pasado cuatrocientos años y cada época ha interpretado el Quijote de Cervantes de una manera y su grandeza está precisamente en esta riqueza interpretativa, clara muestra de la sensibilidad española como señalara Azorín. Los contemporáneos de Cervantes se rieron de su personaje y de su autor, llamándolo ingenuo. En 1864 Juan Valera consideró a Cervantes "un ingenio casi lego", pero también un compendio absurdo de sabiduría. Posteriormente se empezó a estudiar la obra simbólicamente y a ver en el Quijote los acontecimientos de la azarosa vida de su autor. Al mismo tiempo se descubrió su honda sabiduría e incluso se institucionalizó el tópico del Cervantes poeta, hasta que en 1925 Américo Castro lo consideró un adelantado de su tiempo, que es como hoy lo vemos todos. Vicente Gaos igualmente rechazó la pretendida inconsciencia de Cervantes, censurando sin ambajes las erradas lecturas simbólicas, pero añadiendo al mismo tiempo el humorismo y la ironía de la obra.

Y que decir de la estructura de la obra? Ascensión Rivas Hernández (suplemento Diario de Córdoba, 20 de enero del 2005) habla de la imperfección literaria de la obra, de los no pocos despistes de Cervantes y nos da una cita de Nabokov que me encanta: "Da la impresión de que mientras escribía la segunda parte no tenía un ejemplar de la primera sobre la mesa y no lo hojeó nunca: parece recordar esa primera parte como la recordaría un lector medio, no como la recordaría un escritor. Pero el mismo Cervantes parece responderle (II,3) cuando dice: "las obras que se hacen apriesa nunca se acaban con la perfección que requieren" y su imperfección tal vez se deba al hecho de acabar la primera parte en un tiempo record y la segunda igualmente con prisas, debidas a la aparición del Q uijote apócrifo de Avillaneda. Cervantes quería responderle como se merecía y lo hizo. Sin sus prisas no sé si el Quijote hubiera sido otro; pero incluso en sus faltas es magnífico, la obra de un talento natural, de un hombre cuyo ingenuo deslumbra, de un hombre que había vivido mucho más que sus contemporáneos.

 

(y hablando de errores, entre los más jocosos está el recorrido entre las lagunas de Ruidera y el Ebro, unos 500 kilómetros, que Don quijote y Sancho hacen en dos jornadas. Más divertido es el robo del burro de Sancho por parte de Ginés de Pasamonte, que el autor debió de decidir suprimir, pero de un modo tan burdo que dejó rastros en la historia. El resultado fue que en la primera edición el burro aparecía y desaparecía sin previo aviso. En la segunda, que Cervantes trató de corregir, pero sin revisar como es debido, el burro desaparece antes de que lo roben, se nos habla luego del hurto, poco más tarde aparece Sancho tan tranquilo montado en su animal y al final se nos explica que fue devuelto por el ladrón)

Sin duda estos pequeños deslices hubieran desaparecido si su autor se hubiera tomado la molestia de revisarlo a fondo. Pero con molestias o sin ellas, don Quijote es el padre de todas las criaturas literarias de una manera u otro. La concentración de energía en la obra es única y el humor también, así como los valores absolutos. Del polvo mesetario nos lleva a la figura casi alada que se enfrenta a las injusticias y al materialismo más sórdido, hasta transformarse en el símbolo universal del amor a los demás, de la justicia y de la libertad. Don Quijote no es un perturbado. Es un loco divino, modelo de todas las virtudes. Es el más humano de los hombres. Es el inventor de la literatura moderna. Es el antihéroe, el hallazgo por excelencia de tiempos muy recientes.

Otra virtud que Cervantes parece inventar es la ternura, una ternura áspera, un amor real, una amistad real entre Sancho y don Quijote, dice Harold Bloom en Cómo leer y por qué. , y añade, la grandeza de Cervantes y de Shakespeare se cruzan en ese punto, porque en Shakespeare nadie escucha realmente al otro. Su obra puede ser una descripción fiel de la vida humana; pero en Cervantes, por el contrario, hay dos personas que se escuchan de verdad y que discuten las cosas. Ni siquiera Sócrates y sus discípulos practicaron esa dialéctica real, como lo hacen el caballero y Sancho. Y hay más, mucho más. Ante personajes como Falstaff y Hamlet, los dos personajes más grandes de shakespeare, uno siente que Shakespeare no ha podido inventárselos, que han podido estar ahí desde el origen de los tiempos, cubiertos por una inmensa tela, sigue diciendo Bloom, y que Shakespeare ha llegado de pronto y ha tirado de la tela para que Falstaff pudiera comenzar a hablar. Falstaff y Hamlet son sencillamente asombrosos, pero siento que Shakespeare jamás hubiera podido ponerlos juntos en escena, como dijera Anthony Burguess. Y aquí de nuevo está la grandeza de Cervantes, quien, por cierto, tiene prioridad sobre Shakespeare ya que, como se sabe, Cervantes influye en Shakespeare y no al revés. Shakespeare escribe Cardenio, sin duda había visto la obra de Beaumont and Fletcher, titulada: El caballero de la mano de almidez llameante, basada en Cervantes. Shakespeare igualmente había leído la primera parte del Quijote, traducida por Shelton; pero sabemos que Cervantes no sabía inglés y que por tanto jamás había oído hablar de Shakespeare.

Las dos inteligencias más agudas de Shakespeare son sin duda Hamlet y Falstaff, ¿no hubiera sido fascinante ponerlas juntas en el escenario? Shakespeare nunca lo hizo, pero Cervantes ya lo había hecho. Falstaff es Sancho Panza, aunque sea un individuo muy diferente, y su caballero, Don Quijote, también es diferente a Hamlet, pero tan infinito como Hamlet, tan ambivalente o más, yo creo que más. Falstaff tiene lo que Sancho tiene. Falstaf comienza por rebelarse contra el Estado, pero su rebelión es contra el tiempo mismo. Se rebela contra el modo cómo los seres humanos se han autoimpuesto el deseo de un cosmos ordenado. Sancho también nos sirve para cuestionarlo todo. Se parecen por tanto como las caras de una misma moneda. También Hamlet estaría encantado de que existiera un cosmos ordenado, pero sabe que no existe y el caballero también lo sabe. Lo conseguido por Cervantes me parece increíble. Me parece distinto a todo lo que podamos encontrar en la literatura en ese momento en el que dice: "Yo sé quien soy y sé qué puedo llegar a ser.."y esto es algo que rebasa a Hamlet.

Rebasa a Hamlet en la ironía y en la autoconciencia; es más, está más allá de la ironía y para ello no hay más que pensar en la escena de la Cueva de Montesinos.. El límite más extremo, casi abismal de autoconciencia, se alcanza en el episodio espectacular en el que Don quijote le advierte a Sancho al final de la aventura sobre Clavileño, y que es como una revelación, una revelación casi religiosa, una transvaloración de la vida. Quizá lo único similar en Shakespeare está en El sueño de una noche de verano, cuando Bottom emerge de la transformación y dice: "He tenido una vision asombrosa. He tenido un sueño y no hay ingenuo humano que diga qué tipo de sueño. Quedará como un burro quien pretenda explicarlo, porque no tiene fondo. Soñé que era., lo que se aproxima mucho al caballero.

Tal vez el mejor momento de la novela de Cervantes está al final, cuando supuestamente por pluma de Cide Hamete, Cervantes afirma: Para mí solo nació don Quijote y yo para él; él supo obrar y yo escribir, solos los dos somos uno para el otro". No sé si éste es el momento más inabarcable de la novela, pero resulta muy difícil encontrar algo similar en Shakespeare. De Cervantes sabemos la vida difícil y dura que tuvo. Nada sabemos de la vida interior de Shakespeare y casi nada de la exterior. De ahí que en Cervantes sería fascinante estudiar la influencia de la obra en la vida y de qué manera la creación del personaje modificó al propio Cervantes

En definitiva una obra inabarcable la suya y un autor inabordable. Siempre he tenido la sensación de que los críticos que escriben sobre la evolución de la novela, suelen hacerlo en términos cronológicos, historiográficos y caen en profundas contradicciones. Da la sensación de que esa ironía cervantina, los turbadores juegos narrativos de Cervantes, sus deslizamientos de la ficción a la realidad y viceversa, anticipan todo posible experimento moderno y postmodeno, de que no se le puede rebasar, de que no hay nada comparado con la locura total de Cervantes, cuando lo capturas en ese instante en el que acaba de enterarse acerca de la segunda parte del Quijote de Avellaneda, y él está escribiendo la segunda parte y decide abordar el problema en ese instante preciso de la novela, haciendo que Don quijote encuentre el libro y comience a responder. Es asombroso. Es sencillamente escandaloso y genial. No cabe ir más allá. Quizá ese sea el motivo por el que Joyce, en el Ulises, va hacia Shakespeare y se mantiene alejado de Cervantes, porque es consciente de que no puede superarlo.

Y otro punto no menos interesante. Shakespeare a Hamlet lo hace una figura nórdica y cuando viaja a Italia, es una Italia mental, no real y mediterránea. Macbeth sucede integramente de noche, lo mismo que el Rey Lear, que parece tener lugar integramente de noche. Cuando en Cervantes algo sucede de noche, se trata de algo tremendamente cómico, como ese extraño episodio en la corte de la Duquesa. Episodio difícil de entender, supongo que se trata de algo antiaristocrático por parte del pobre hidalgo Cervantes, al igual que esos juegos eróticos que tienen lugar en la corte de los duques, que en relación con don Quijote resultan sádicos, desconcertantes y desagradables. Todo es exceso en el hidalgo, las ideas, las instituciones, la propia literatura. El tipo de pensamiento que tiene lugar en Cervantes no tiene relación real con la tradición, es un exceso inmenso, una gran anomalía que acaba convirtiéndose en una religión en sí misma. También sucede lo mismo con Shakespeare. Creo, para acabar, que es posible comprender lo que significan Fastaff y Hamlet, creo que también es posible comprender lo que significa Sancho, pero no estoy seguro de entender lo que significa don Quijote, y cada vez que creo entenderlo me doy cuenta de que piso un falso suelo debajo del cual hay otro y otro, y ésta es la principal diferencia con Shakespeare, la razón por la que la mejor crítica, incluso inglesa, nos admire e incluso respete nuestra historia.

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