SEMINARIO
Análisis histórico-crítico del islam
  

Metafísica del islam

MARTÍN CASTILLA




El islamismo no es una religión como las demás. Cualquier estudio serio reconoce que la naturaleza del sistema islámico es singular: la diferencia específica del islamismo radica en la unión de religión y política o, en otras palabras, la vinculación indisoluble de una intensa espiritualidad con el deber del recurso a la violencia. En esto son unánimes todos los exegetas musulmanes desde el siglo VIII hasta la actualidad (cfr. Sami Aldeeb, Le jihad dans l'islam. Interprétation des versets coraniques relatifs au jihad à travers les siècles, 2016).


Lo expresó meridianamente Ibn Jaldún, cuando señalaba la diferencia existente entre las guerras del islam y las de otras religiones. Las guerras emprendidas por el islam pueden ser ofensivas, mientras que para las demás religiones las guerras solo pueden ser defensivas. Escribía el historiador musulmán:


"En el islamismo, la guerra contra los infieles es de derecho divino, porque esta religión se dirige a todos los hombres y ellos deben abrazarla de buen grado o por la fuerza. Se ha establecido para los musulmanes la soberanía espiritual y la soberanía temporal, a fin de que estos dos poderes se empleen simultáneamente en su doble fin. Las otras religiones no se dirigen a la totalidad de los hombres; tampoco imponen a los fieles el deber de hacer la guerra; solamente permiten combatir para su propia defensa" (Ibn Jaldún, Les prolégomènes, Tomo I, 1934: 427-428).


En nuestros días, sin embargo, existe un gran desconocimiento y a veces, lo que es peor, un conocimiento erróneo, una idealización falaz de esta religión. Más aún, podemos detectar que hay una política de desinformación, bien financiada y destinada a consumar el gran camuflaje. De ahí la conveniencia de exponer una abreviada sinopsis del mensaje y la esencia del islamismo, que, aunque necesite más amplios desarrollos, viene avalada por las mejores investigaciones.


Islam e islamismo es lo mismo. No hay dos. El sistema islámico es sin duda una religión, pero no solo eso, pues no hay que engañarse proyectando el concepto europeo de religión. La religión de Mahoma es también, indisociablemente, una ideología política, de signo totalitario, pero no solo eso. El islam implica asimismo un orden social sacralizado, es decir, más que una fe, una ley que hay que cumplir: una reglamentación teocrática de dominio y control sobre la vida privada y pública. El islam comporta, finalmente, un proyecto imperialista mundial, sustentado por una religión política y una teología que convoca a la destrucción de los rivales y la expansión hegemónica sobre el orbe entero.


1. El islam es una religión, cuyos textos presentan la imagen de un Dios que (a diferencia del Dios Padre de los cristianos) actúa arbitrariamente como un sátrapa oriental, despótico con sus criaturas, priva a los humanos de toda autonomía y les exige que renieguen de la razón y la libertad con las que los creó. Dios es clemente y misericordioso, pero tan solo con quienes obedecen ciegamente a Mahoma.


2. El islam es a la vez una ideología política de signo totalitario, que rechaza de plano los derechos humanos y la democracia. Para el islam no existe distinción entre sociedad y Estado, entre política y religión. La distinción básica es entre creyentes e infieles, para despojar a estos últimos de cualquier igualdad de derechos. Impone a toda la sociedad modos represivos de vida, mediante prescripciones y prohibiciones que conforman el sistema halal / haram, que no deja a la decisión personal el menor aspecto de la vida colectiva o individual.


3. El islam es a la vez un orden social sacralizado o sistema teocrático de dominio y sometimiento, cuyo objetivo consiste en imponer la ley islámica o saría: un sistema legal medieval, pretendidamente inmutable, que consagra la desigualdad jurídica entre musulmanes y no musulmanes, y la inferioridad de las mujeres, acepta la esclavitud y condena como apostasía la libertad de religión y de conciencia. Esta ley es de obligado cumplimiento, bajo un régimen de castigos terribles: flagelación, amputaciones, degüello, crucifixión, lapidación, destierro, etc.


4. El islam es a la vez un proyecto imperialista mundial, que se arroga el derecho, como deber religioso-político para los musulmanes, de conquistar todos los países de la Tierra y hostigar y destruir todas los demás sistemas culturales y religiosos, hasta que prevalezca en todo el mundo la religión de Alá, y todas las naciones queden sometidas a un poder califal.


Esta es la doctrina islámica, asumida por todas las escuelas del ámbito suní y chií, fundada en el Corán, en los hadices y la vida de Mahoma, así como en los códigos medievales de jurisprudencia que configuran la ley islámica. El conjunto de todos los esfuerzos y acciones de todo tipo, dirigidos a hacer avanzar ese proyecto de dominación y dimmitud, es lo que recibe el nombre de yihad.


Esta síntesis, claro está, no pretende definir una esencia metafísica, pero sí describir los axiomas y los temas del núcleo duro permanente del sistema codificado en el Corán, desarrollado y consolidado en la historia de los países musulmanes, durante siglos y hasta hoy.


No será decente camuflar, mediante añagazas, disimulación y manipulación mediática, el significado manifiesto de los textos sagrados del islam. Tampoco la cruda realidad de los hechos históricos, que evidencian cómo el régimen sobre el que se asentaron los imperios de la civilización islámica, aparte sus logros concomitantes, otorgó siempre un valor privilegiado y esencial a la guerra, el botín, la dimmitud, la misoginia, la esclavitud y el terror. Esto podrá camuflarse, pero no borrarse. Negar esta realidad solo puede hacerse renegando del pensamiento crítico y mintiendo sobre la historia.



Nota. Quien desee saber más que lea las documentadas obras de estudiosos como Patricia Crone, Richard Fletcher, Antonio Elorza, Anne-Marie Delcambre, Ibn Warraq, Bat Ye'or, Rafael Sánchez Saus, William E. Phipps, Christopher Caldwell, Serafín Fanjul, José Javier Esparza, Robert Spencer, Gilles Kepel.