La
cortesía verbal: perspectiva pragmalingüística
Miguel
A. Martínez-Cabeza
(en
de Molina Redondo, A. y J.D. Luque Durán (1997) Estudios
de lingüística general. Vol II, Granada: Método ediciones, págs.
231-244)
Cortesía
de boca, mucho vale y poco costa
El
prudente desconfía de la mucha cortesía
La
cortesía verbal como campo de estudio dentro de la pragmática ha tenido un
desarrollo creciente desde los años setenta, muy en especial desde la propuesta
de análisis de Brown y Levinson (1978). Este trabajo presenta y analiza los
principales enfoques de la cortesía desde la perspectiva pragmalingüística,
esto es considerando las estrategias verbales como índices del comportamiento
en la interacción entre hablantes, así como los avances en el estudio y las
posibles aplicaciones en áreas como el análisis de la conversación, la enseñanza
de la lengua o la lingüística de contrastes.
1.
Introducción: pragmática y lingüística
El estudio del significado por parte de la lingüística ha sido un
desarrollo relativamente tardío aunque inexorable en la expansión del foco de
atención de la disciplina desde la dimensión física del habla al estudio de
las relaciones entre forma, función y contexto. Tanto los estructuralistas como
los primeros generativistas consideraron el significado un área demasiado
confusa para realizar análisis rigurosos. Pero cuando a finales de los sesenta,
linguistas como Lakoff formulaban su "semántica generativa", el campo
ya había sido abonado por filósofos como Austin y Searle.
Una cuestión inicial en la definición de la pragmática ha sido
delimitar su área de estudio en la investigación del significado frente a la
semántica. Leech (1983:6) da un sencillo ejemplo contrastando las dos
acepciones del verbo to mean en inglés: (a) "significar" y (b)
"querer decir".
[1] ¿Qué significa X?
[2] ¿Qué quieres decir con X?
La semática se ocuparía del significado como relación abstracta doble
[1], entre unidades lingüísticas diversas -desde morfemas a oraciones- y los
objetos y estructuras lógicas designados mientras que la pragmática se definiría
como relación triple [2] en tanto que además incluye al hablante. Pero la
explicación del significado en contexto puede tomar caminos muy diversos, desde
los aspectos sociológicos y psicológicos hasta el estudio de los deícticos, y
ello considerando los fenómenos universales o específicos de cada idioma. Es
por esto que al menos en la tradición anglo-sajona la pragmática se ha
concretado como "the study of those relations between language and
context that are grammaticalized, or encoded in the structure of a
language."[i]
(Levinson 1983:9) Dicho estudio incluiría específicamente la deixis, la
presuposición, los actos de habla o la implicación conversacional pero podría
ampliarse a cualquier principio sistemático de uso con repercusión en la
estructura de la lengua. Asímismo, el estudio general de las condiciones del
uso de la lengua puede mantenerse en un nivel de mayor o menor abstracción, o
llevarse hacia el extremo más gramatical o más sociológico, de forma que se
podría distinguir una faceta pragmalingüística de los análisis pragmáticos
que considerarían los recursos de una lengua para expresar los diversos actos
ilocutivos, y otra sociopragmática que consideraría cómo funcionan los
principios generales de uso en las distintas culturas y situaciones.
Este es el marco en que se pueden encuadrar los distintos enfoques de la
"cortesía verbal" como principio de uso: entendida y discutida como
fenómeno universal, estudiada en sus estrategias verbales particulares de
lenguas como el inglés o el japonés, y propuesta como instrumento de análisis
sociológico. La cortesía verbal se ha considerado un principio conversacional
que complementa al Principio de cooperación de Grice, como una serie de
estrategias orientadas al control de la imagen de los hablantes, como
parte del contrato conversacional o como ajuste funcional. Estos son los cuatro
enfoques que a continuación examinaremos.
2.
Enfoques pragmáticos de la cortesía
2.1.
Perspectiva de la máxima conversacional de Leech
Leech (1983) adopta un enfoque retórico de la pragmática y señala que
aunque el Principio de cooperación[ii]
aclara la relación entre sentido y fuerza ilocutiva cuando se consideran tipos
de oraciones no declarativas, por sí mismo no puede explicar por qué las
personas son tan indirectas al expresar lo que quieren decir y propone a tal
efecto la existencia de un Principio de cortesía que completa a aquel,
con una serie similar de máximas (tacto, generosidad, aprobación, etc.). Según
Leech, en la interacción los hablantes persiguen unos objetivos ilocutivos,
aquello que se trata de expresar, y unos fines sociales, la posición que adopta
el hablante. En esto el Principio de cortesía funciona para mantener el
equilibrio social y las relaciones amistosas que permiten que se asuma que los
hablantes son cooperativos.
La relación entre objetivo ilocutivo y objetivo social es clasificada en
cuatro tipos:
Competitiva:
el objetivo ilocutivo compite con el objetivo social, ej. exhortar, pedir,
rogar.
Amistosa:
el objetivo ilocutivo coincide con el objetivo social, ej. ofrecer, invitar,
agradecer.
Colaborativa:
el objetivo ilocutivo es indiferente al objetivo social, ej. declarar,
relatar, anunciar.
Conflictiva:
el objetivo ilocutivo entra en conflicto con el objetivo social, ej.
amenazar, acusar, reprender.
De estas cuatro posibilidades, a las dos primeras es a las que atañe la
cortesía. Cuando la función ilocutiva es competitiva, la cortesía habrá de
tener un carácter negativo, esto es, reducir el desajuste implícito entre lo
que el hablante quiere lograr y los "buenos modales". Por el
contrario, cuando la función es amistosa la cortesía adopta un carácter
positivo, buscando el mayor acuerdo.
Cada máxima tiene una serie de escalas que permiten al hablante
determinar la cortesía requerida por una situación pero Leech sólo detalla
las escalas de la máxima de tacto, que se representan como coste-beneficio
(el coste o beneficio de un acto para hablante y oyente), opcionalidad
(grado de elección que el hablante da al oyente), e insinuación
(esfuerzo del oyente para inferir la intención del hablante).
Como propuesta de análisis, el Principio de cortesía de Leech
resulta difícil de evaluar ya que no proporciona modo alguno de determinar la
aplicación de las máximas y escalas, su dimensión o grado de relevancia. Por
otra parte resulta conceptualmente dudoso en una teoría sobre el uso de la
lengua el partir de posiciones tan tajantes como que existen actos intrínsecamente
corteses o intrínsecamente descorteses. Por poner dos ejemplos el agradecer a
alguien que cumpla con su cometido puede resultar altamente descortés o el
exhortar a alguien a que acepte una invitación puede ser muy cortés.
2.2
Perspectiva del control de la imagen de Brown y Levinson
Los 'fenómenos de cortesía' ('politeness phenomena'), han sido
estudiados en detalle en sus manifestaciones verbales por Brown y Levinson
(1978, 1987), quienes han mostrado que los modos que adoptan en la distintas
lenguas parecen estar condicionados por una serie de factores contextuales como
son las relaciones de poder, las diferencias sociales y las imposiciones que los
hablantes realizan; así que un análisis de las estrategias de corrección
dejará traslucir el tipo de relaciones entre participantes.
El modelo de Brown y Levinson se propone integrar el uso de la lengua y
las relaciones sociales de los hablantes y para ello los autores parten de la
noción de imagen que da Goffman (1967:5) en su estudio de la interacción
cara a cara:
[Face
is] the positive social value a person effectively claims for himself by the
line others assume he has taken during a particular contact. Face is an image of
self delineated in terms of approved social attibutes.[iii]
Brown y Levinson añaden a este aspecto positivo otro negativo, y adoptan
como presupuesto que todo miembro adulto competente de una sociedad tiene una imagen
negativa, la reclamación de competencias, terrenos personales y derecho a
la no distracción, esto es, libertad de acción y de imposiciones; y una imagen
positiva, la aspiración a una imagen consistente y positiva, que incluye
que esta imagen sea apreciada y aprobada. Estos dos aspectos de la imagen
son tratados como deseos, por lo que las definiciones quedan en la siguiente
formulación:
(a)
imagen negativa es el deseo de que las acciones de uno no sean impedidas
por otros;
(b)
imagen positiva es la aspiración de que los deseos de uno sean
atractivos al menos para algunos de los demás (Brown y Levinson 1978:67).
La imagen se define por tanto con arreglo a unos deseos que se
satisfacen por medio de acciones de los demás, de lo cual resulta que el
contribuir al prestigio del otro redunda en el mantenimiento del propio, esto
es, el mantenimiento de la imagen es un interés mutuo de los hablantes. Pero
los hablantes tienen necesidad de amenazar esa imagen (por ejemplo pidiendo a
alguien que haga algo). Las posibilidades son las siguientes:
(i) Actos que amenazan la imagen negativa del oyente: exhortar,
aconsejar, amenazar.
(ii) Actos que amenazan la imagen positiva del oyente: quejarse,
criticar, discrepar
(iii)
Actos que amenazan la imagen negativa del hablante: aceptar ofertas, aceptar
agradecimientos.
(iv)
Actos que amenazan la imagen positiva del hablante: disculparse, aceptar
cumplidos, confesar.
Según Brown y Levinson existen cinco posibles estrategias en cuanto a la
realización de estos 'actos de amenaza de la imagen' ('face-threatening acts')
que permiten conjugar amenaza y mantenimiento de la imagen:
(1) realización del acto de amenaza de modo explícito, abierto y sin
desagravio
(2)
cortesía positiva: realización del acto de amenaza de modo explícito,
con el desagravio de la imagen positiva del hablante u oyente
(3)
cortesía negativa: realización del acto de amenaza de modo explícito,
con el desagravio de la imagen negativa del hablante u oyente
(4) realización del acto de amenaza de modo implícito, indirecto
y ambíguo
(5) no realización del acto de amenaza
La estrategia se decidirá según una combinación de factores que
incluye las ventajas y efectos de la estrategia en cuestión, y los riesgos de pérdida
de prestigio que conlleve, así esta escala va de menor riesgo (1) a mayor (5).
Cada estrategia cuenta con una serie de ventajas e inconvenientes. La realización
de los actos de amenaza de modo directo y explícito es ciertamente lo más
eficaz y su interpretación no ofrece dudas ya que se ajusta por entero a las
cuatro reglas conversacionales de Grice. Esta estrategia está justificada
cuando la imagen se sacrifica en favor de la eficacia, cuando el riesgo
de pérdida de prestigio del oyente es mínimo (ej. invitaciones) o cuando la
diferencia en términos de poder es muy grande o inexistente. Las ventajas de la
realización del acto de amenaza abiertamente es que el hablante se muestra
sincero, claro y con confianza en el oyente.
Al emplear la estrategia de cortesía positiva el hablante indica
que a pesar de la amenaza explícita, coincide al menos en algunos deseos con el
oyente de forma que la amenaza queda minimizada por un desagravio. Por ejemplo:
[3] Sé que no soportas la fiestas, pero esta será excepcional - ven!
[Estrategia
9: afirmar/presuponer el conocimiento y preocupación del hablante por los
deseos del oyente]
Con la cortesía negativa, el hablante es igualmente explícito y
expresa algún desagravio pero satisfaciendo la imagen negativa: la
amenaza se contrarresta con la muestra de respeto y deferencia, y mantiene las
distancias sociales. Otra ventaja de esta estrategia es que el hablante se
muestra reacio a realizar imposiciones sobre el oyente. Un ejemplo sería:
[4] Estoy seguro de que tienes mucho que hacer pero puedes enviarme este
fax.
[Estr.
6: disculparse -admitir la intromisión]
La realización de la amenaza de la imagen de modo implícito
carece de las ventajas de claridad, eficacia y desagravio de las estrategias
anteriores. Pero al ser una amenaza implícita no existe conexión directa entre
tipo de enunciado y sentido ilocutivo por lo que el hablante evita su
responsabilidad sobre el acto. Además de esta ventaja, la estrategia implícita
satisface la imagen negativa del oyente hasta el extremo de descartar la
limitación de su libertad. Por ejemplo:
[5] Vaya, me he vuelto a dejar la cartera en casa.
[Estr. 2: dar pistas de asociación]
La quinta estrategia no amenaza el prestigio del oyente pero a costa de
no realizarse la amenaza. Dado el riesgo de ofender al oyente asociado a la
agresión a la imagen, Brown y Levinson se preguntan por qué no se selecciona
siempre la estrategia implícita, lo que justifican considerando los factores
que operan en sentido contrario. La amenaza implícita puede ser poco eficaz y
además no contribuye a mantener la imagen, que como se ha visto es una
tarea conjunta y recíproca. Otra consideración es que el emplear una
estrategia implícita para una amenaza que implique poco riesgo de ofensa puede
ser entendido por los oyentes como una indicación de que el riesgo es mayor (Brown
y Levinson 1978:79).
La gravedad de un acto de amenaza de la imagen es una combinación de
tres factores:
(i) la distancia social entre hablante y oyente
(ii) el poder relativo de hablante y oyente
(iii) el grado de imposición de un acto de agresión de la imagen en una
sociedad
Estos factores operan de modo que a mayor amenaza del prestigio mayor número
de estrategia (3 ó 4); y a menor amenaza menor número de estrategia (1 ó 2).
En otras palabras, si el hablante es inferior al oyente o son desconocidos, o
bien la imposición es grande, el hablante escogerá las estrategias que más
atenúen la amenaza, mientras que si el hablante es superior en poder o tienen
confianza, o el grado de imposición es mínimo, el hablante seleccionará una
estrategia más directa. A través del examen de las estrategias de cortesía es
posible recuperar información sobre la distancia social entre los participantes
y su relación de poder.
La realización de una agresión a la imagen de modo explícito y directo
hace que el hablante sea informativo, veraz, pertinente y claro, por lo que la
estrategia lingüística común serán los imperativos. Las estrategias verbales
de agresiones implícitas, cortesía positiva y cortesía negativa
son más variadas. Brown y Levinson realizan un estudio pormenorizado de cada
estrategia en diversas lenguas que resultaría prolijo reproducir. Valga dar un
ejemplo del tipo de análisis:
[6] Sólo quería saber si podría usar tu ordenador un momento.
[cortesía
negativa: sólo... un momento: Estr.4: minimizar la imposición;
quería saber: Estr.3: ser convencionalmente indirecto; podría: Estr.2:
atenuar el valor realizativo]
La precisión y exhaustividad con ha sido planteado este modelo de análisis
ha originado una pléyade de aplicaciones, revisiones y críticas. Una década
después de que el trabajo de Brown y Levinson apareciera como un largo capítulo
en el volumen editado por Goody, Questions and politeness (1978), los
autores reeditaron el mismo texto integro (Brown y Levinson 1987) junto con una
extensa revisión de investigaciones empíricas y trabajos teóricos sobre la
cortesía en campos como la lingüística, sociolingüística, psicolingüística,
antropología y ciencias de la comunicación. Los autores han reconocido algunas
limitaciones pero han mantenido integramente la formulación inicial. Quizá el
aspecto que ha acumulado más evidencia en contra es la gradación e
independencia de las estrategias. Las revisiones proporcionan evidencia a favor
de la combinación de estrategias en la consideración de los comportamientos
discursivos que van más allá de los microactos de habla (Coupland, Grainger y
Coupland 1988).
2.3.
Perspectiva del contrato conversacional de Fraser
Mucho menos elaborado que los anteriores pero con el propósito de dar un
giro que corrija las limitaciones de aquellos está la explicación de la cortesía
por medio del contrato conversacional que propone Fraser (1990). La idea se
deriva del Principio de Cooperación de Grice y consiste fundamentalmente en que
cuando los hablante entablan una conversación, asumen una serie de derechos y
obligaciones que determinarán, al menos inicialmente, lo que cada participante
puede esperar de los demás; naturalmente dicho contrato es renegociable y los
derechos y obligaciones se pueden reajustar (Fraser 1990:232).
Las dimensiones en las que se establecen deberes y derechos son variadas
pero Fraser establece tres grupos: la convención (ej. intervenir en turnos,
hablar de forma inteligible) que es raras veces negociable; las condiciones
institucionales (ej. tratamiento a las autoridades, intervenciones en un juicio)
menos negociables aun; los encuentros previos y los particulares de cada situación
determinan unas condiciones altamente negociables según la consideración que
tengan los hablantes de factores como el estatus, el poder y el papel de cada
hablante.
Dentro de este marco, el ser cortés significa el seguir en cada momento
los términos y condiciones del contrato conversacional. La diferencia con Brown
y Levinson es que la intención de ser cortés no se entiende como marca verbal
explícita ni como desviación de la comunicación con la máxima eficacia: el
ser cooperativo es ser cortés. Por lo tanto para Fraser no tiene sentido el
elaborar un inventario de formas lingüísticas en las que se manifiesta la
cortesía.
Como planteamiento ofrece una alternativa al modelo dominante en
principio adecuada si bien no aporta como evidencia más que la intuición del
autor. Pero para poder aplicar este modelo de forma mínimamente consistente haría
falta precisar las condiciones del contrato conversacional que los hablantes
asumen en la interacción.
2.4.
Perspectiva del ajuste funcional de Meier
En la línea de Fraser, Meier (1995) parte de una definición de la
cortesía que la cifra en hacer lo socialmente aceptable, asumiendo así un estándar
externo pero interrelacionado con el comportamiento verbal. De lo anterior se
deduce que la cortesía sólo puede ser juzgada en relación a un contexto, unas
expectativas y una interpretación concreta. Por ejemplo, el empleo de un término
de tratamiento no es una cuestión de cortesía sino de deferencia[iv],
que puede ser apropiado (cortés) o inapropiado (descortés) en un contexto
particular: se puede ser descortés tanto por defecto como por exceso. Meier
incide también en lo inapropiado de juzgar actos de habla como inherentemente
corteses (ej. disculparse) o inherentemente descorteses (ej. exhortar), lo que
lleva a una segunda crítica más radical: que la cortesía no es un acto
secundario, tal como propugnan Brown y Levinson, sino que actos como el de
disculparse pueden constituir el acto principal.
De lo anterior se deduce lo innecesario de equiparar la cortesía con
actos de habla o índices prosódicos, sintácticos o léxicos. Que cada
comunidad lingüística tenga recursos para expresar deferencia o mitigación no
significa necesariamente que estos recursos tengan una equivalencia funcional en
distintas lenguas y culturas.
Para Meier, la cortesía es universal en tanto que todas las sociedades
poseen normas de lo que se considera conducta apropiada. No obstante son
necesarios estudios entre culturas que comparen los comportamientos verbales en
distintas situaciones e identifiquen los patrones de estimación de lo
apropiado; así no se tomará una lengua como término de las comparaciones.
Con este planteamiento, se trata entonces de analizar los actos de habla
dentro del sistema de la interacción social considerando los objetivos de su
uso. Meier propone un modelo del concepto de Reparación ("Repair
Work") entendiendolo como remedio para el daño causado a la imagen de un
participante al establecerse una responsabilidad del hablante hacia una conducta
por debajo de la media relativa a un grupo (Meier 1995:388). El daño a la
imagen produce una divergencia entre el mundo del hablante y del oyente, de
forma que las estrategias de reparación permiten la rehabilitación de la
imagen y la convergencia de los mundos del hablante y del oyente. La reparación
entonces es una estrategia de interacción cuyo objetivo es el establecimiento y
mantenimiento de las relaciones sociales por medio de la negociación de
actitudes compartidas (Aston 1988, cit. por Meier 1995:388).
Frente al modelo de cortesía de Brown y Levinson, diseñado para
mantener prioritariamente la imagen del oyente, la reparación se enfoca
hacia la imagen del hablante y la hace la figura central. Por otra parte, esta
perspectiva hace innecesaria la constatación empírica puesto que la razón de
ser de la reparación no ha de buscarse en la elección entre estrategias
postivas y negativas como no han de identificarse ni cuantificarse las
estrategias. Tampoco han de computarse los factores de distancia, poder e
imposición. En su lugar, la reparación basada en el ajuste funcional y
su papel en el marco de la interacción social aporta a los estudios empíricos
una explicación funcional y una base para establecer taxonomías y análisis (Meier
1995:389).
Los tipos de reparación son considerados en función del tipo de
convergencia entre hablante y oyente que persigan: (a) que el hablante vea las
cosas como el oyente, expresando aprecio por los sentimientos del oyente (ej.
expresar comprensión, desagraviar); (b) que el oyente veas las cosas como el
hablante (ej. excusarse, justificarse); (c) que hablante y oyente se encuentren
a medio camino (ej. expresar deseos de continuación, vuelta al statu quo). De
este modo, en lugar de asumir un nivel de cortesía para cada acto de habla o
cada estrategia, esta perspectiva se centra en identificar lo que los hablantes
perciben como apropiado en situaciones concretas, lo cual lleva a la consideración
de valores contextuales y su percepción con arreglo a los sistemas de valores
de comunidades lingüísticas particulares, reduciendo el etnocentrismo de este
tipo de estudios.
3.
Estudio de la lengua en contexto
Las diferencias conceptuales entre los cuatro enfoques presentados llevan
a grandes diferencias en sus posibilidades de aplicación al estudio de las
lenguas naturales. Dejando a un lado por el momento el grado de formalización
de los modelos, las propuestas de Leech y Brown y Levinson estiman que la cortesía
es un fenómeno universal que explica un área importante de las relaciones
entre lengua y contexto no englobada por otros principios pragmáticos,
concretamente el de cooperación, pero asimilable a este en su función
regulativa del uso. En todo caso, es posible determinar una serie de principios
regulativos y escalas de aplicación que permiten el estudio de la lengua en
contexto. La indeterminación de este último nivel en la propuesta de Leech ha
hecho mucho más popular la aplicación de la teoría de Brown y Levinson, que
especifica con gran detalle -aunque se dejen como inventarios abiertos- las
estrategias verbales concretas que materializan la cortesía.
En el trabajo de Brown y Levinson no está totalmente claro el nivel
fundamental de análisis. Por una parte se da la explicación basada en los
actos mientras que por otra se da a entender que la cortesía no es
cuantificable sino que viene dada por la estructura semática de todo el
enunciado (Brown y Levinson 1978:22). Pero aunque esto no quede del todo
aclarado, es posible considerar la amplia gama de estudios que han tenido que
hacer el modelo operativo para llevar a cabo investigaciones empíricas. Paradójicamente,
la adaptación más precisa para la aplicación al análisis de las lenguas
naturales ha sido la de Brown y Gilman (1989), diseñada para el inglés
isabelino de las tragedias de Shakespeare. La propuesta de Brown y Gilman asigna
un punto por cada una de las 15 estrategias de cortesía positiva y las 10 de
cortesía negativa. Este simple procedimiento ofrece una medida verificable de
la cortesía, no obstante la equiparación a más estrategias más cortesía
tiene como límite un principio pragmático diferente: la claridad. Holtgraves y
Yang (1992), interesados en la producción y recepción de los actos
exhortativos por parte de los hablantes, ofrecen una solución alternativa. Su
experimento calculó la cortesía global dividiendo las exhortaciones en forma
de tratamiento, acto (exhortación), y adjuntos. Una vez computados
los componentes, cada tipo de exhortación fue evaluada en su cortesía global
en una escala del 0 al 9 por 300 hablantes. Este procedimiento ofrece una
alternativa cuyos resultados proporcionan un patrón objetivo para evaluar la
cortesía.
Por su parte, Clark y Schunk (1980) establecen un análisis doble en las
exhortaciones indirectas, del significado literal y del significado indirecto.
El significado indirecto representa la fuerza ilocutiva pero es el literal el
que expresa la cortesía. Los autores especifican una serie de categorías
descriptivas para las exhortaciones junto con los factores que determinan su
nivel de cortesía.
La diferencia de lo anterior con los enfoques de Fraser y Meier está en
las distintas respuestas para un modelo de estudio de la lengua en contexto. ¿Es
más adecuado un modelo basado en el significado oracional o uno basado en el
significado enunciativo? El segundo parece intuitivamente más adecuado aunque
no se ha concretado hasta la fecha en aplicaciones en las líneas sugeridas por
los autores. La dificultad reside en la incapacidad de los modelos de análisis
de la conversación para hacer predicciones.
Por el momento lo que está dando resultados es aplicar la teoría de
Brown y Levinson con importantes correcciones como son considerar no sólo la
cortesía indicada sino también la implicada; estimar que pueden existir
motivaciones distintas de la cortesía; refinar la simplificación de equiparar
número de estrategias y grado de cortesía; introducir variables adicionales al
poder, la distancia y grado de imposición; y en resumen proceder a un estudio
tanto cuantitativo como cualitativo.
4.
Aplicaciones
Aunque siga habiendo problemas en las áreas mencionadas, hay evidencia
que corrobora la validez de la teoría como modelo de uso de la lengua. Las
numerosísimas aplicaciones (vid. Brown y Levinson 1987:1-50, y Holmes 1994) se
han orientado hacia cuestiones inter-lingüísticas/inter-culturales. El
aprendizaje de la segunda lengua: estudio de la comunicación interétnica centrándose
en los problemas de comunicación, las normas culturales de cortesía, la
transferencia de estrategias de cortesía de una lengua a otra, las diferencias
en normas y valores que sustentan las estimaciones del poder, la distancia y los
grados de imposición.
En el campo del lenguaje infantil se ha estudiado la adquisición del
lenguaje y el dominio de los actos de habla y las estrategias de cortesía. En
el análisis de la conversación se ha analizado la relación entre cortesía y preferencia:
tras un turno conversacional específico hay dos respuestas, una preferible
(directa, abreviada, inmediata, no marcada) y otra no preferible, en gran medida
condicionada por el mantenimiento de la imagen. En el terreno de las relaciones
entre lengua y poder se ha buscado correlación entre diferencias de sexo y
diferencias de recursos verbales o con un enfoque más general se puede explicar
el modo en que proceden y se perpetúan las relaciones sociales "asimétricas"
por medio de estrategias verbales.
La atención que han recibido la lengua y cultura españolas ha sido mínima
(Walters 1979, 1980; Haverkate 1979, 1990), aunque el interés del tema y la
oportuna puesta en común ofrecida al hispanismo por Haverkate (1994)
seguramente empezará a dar resultados en breve.
El modelo es tanto analítico como predictivo, lo cual lo hace
especialmente apto para la psicología social en el campo concreto del diagnóstico
y tratamiento de problemas de habilidades sociales. Tampoco es exagerado apuntar
que los programas de ordenadores que hablan tendrán que incluir un componente
que evite que los usuarios se sientan amenazados (al menos no más de lo que ya
lo van a estar).
5.
Conclusiones
Este trabajo ha reflejado las dos posiciones fundamentales que resumen lo
que es la cortesía y cómo debe enfocarse su estudio. Muchas de la dificultades
que plantea el estudio de la cortesía sólo han sido apuntadas, empezando por
la medida en que el fenómeno puede ser considerado universal. Mientras más
explícita es la formulación más críticas se suscitan pero también es mayor
la capacidad explicativa. En resumen, la cortesía positiva y negativa son
conceptualmente distintas puesto que la primera engloba todos los aspectos de la
imagen positiva de una persona, cuando la segunda es específica del acto de la
imagen agredido en cada caso. La graduación de las estrategias no puede
establecerse fuera de contexto y no es difícil encontrar situaciones en las que
una persona encontraría mucho más impositivo el recibir una crítica que
realizar casi cualquier acción. Si la unidad de análisis no es el microacto
habrá de reanalizarse la relación entre estrategias y funciones. Pero qué
forma puede adoptar un modelo de estudio de la cortesía si esta no puede
establecerse a priori y está sujeta a factores inmediatos y negociados en
contexto.
El requisito para evaluar cualquier teoría es que sea suficientemente
precisa. Una cosa es adoptar el Principio de cooperación y otra
concretar el peso relativo de una serie de máximas como tacto, modestia o
aprobación que establezcan las líneas en que se desarrolla la interacción
cortés.
¿Es la cortesía un resultado de no ser cooperativo o es inherente a la
cooperación?
¿Es
la cortesía una implicación o un presupuesto? ¿Es primordial el evitar la pérdida
de imagen o el ser cooperativo? ¿La elección de formas verbales está
determinada por la apreciación de una responsabilidad hacia el oyente o un
imperativo del propio hablante? Las respuestas a estas preguntas en una u otra línea
dan las dos orientaciones básicas que engloban las perspectivas sobre un
aspecto de la compleja cuestión del uso de la lengua. Quizá los modelos
existentes no están suficientemente perfeccionados o quizá simplemente no es
necesario un modelo específico de la cortesía. Lo que sigue siendo necesario
es una teoría del uso de la lengua que incluya una explicación coherente de la
convergencia entre lengua e interacción social.
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J. (1980), "The perception of politeness in English and Spanish", en
Yorio, C., K. Perkins y J. Schachter (eds.) The learner in focus: the issue
of the decade (TESOL 1979), Washington: TESOL.
[i]
"el estudio de aquellas relaciones entre lengua y contexto que están gramaticalizadas,
o codificadas en la estructura de la lengua."
[ii]
"Make your conversational contribution such as is
required, at the stage at which it occurs by the accepted purpose or
direction of the talk exchange in which you are engaged."
(Grice 1975:45) [Haga
su contribución a la conversación tal como sea requerido, en el punto en
que tenga lugar por el propósito o dirección aceptados en el intercambio
verbal en que participa]
[iii]
"[imagen es] el valor social positivo que una persona
efectivamente reclama para sí mismo por la línea que los demás asumen que
él ha adoptado durante un contacto concreto. La imagen es una idea
de uno mismo que se define en términos de atributos sociales
reconocidos."
[iv]
La deferencia es definida por Goffman (1971:56) como "that component of
activity which functions as a symbolic means by which appreciation is
regularly conveyed" [aquel componente de la actividad que funciona como
medio simbólico por el que se transmite normalmente aprecio]