1.
«Acabada su obra, el gran Artífice andaba buscando
alquien que pudiera apreciar el sentido de tan gran maravilla,
que amara su belleza y se extasiara ante tanta grandeza (…).
Por eso, una vez acabada la obra (…) pensó en crear
al hombre. No había ya arquetipo sobre el que forjar
una nueva raza, ni más tesoros que legar como herencia
a la nueva criatura. (…) En consecuencia dio al hombre
una forma indeterminada, lo situó en el centro del mundo
y le habló así: ‘Oh Adán: no te he
dado ningún puesto fijo, ni una imagen peculiar, ni un
empleo determinado. (…) A los demás les he prescrito
una naturaleza regida por ciertas leyes. Tú marcaras
tu naturaleza según la libertad que te entregué,
pues no estás sometido a cauce angosto alguno. (…)
No te hice celeste ni terrestre, ni mortal ni inmortal. Tú
mismo te has de forjar la forma que prefieras para ti, pues
eres el árbitro de tu honor, su modelador y diseñador.
Con tu decisión puedes rebajarte hasta igualarte con
los brutos, y puedes levantarte hasta las cosas divinas»
(Pico de la Mirándola,
G., «Discurso sobre la dignidad del hombre», en
Santidrián, P.R. (comp.), Humanismo y Renacimiento,
Madrid, Alianza, 1994, pp. 121-153, p. 122-3)
2.
«La filosofía está
escrita en ese vasto libro que está siempre abierto ante
nuestros ojos: me refiero al universo; pero no puede ser leído
hasta que no hayamos aprendido el lenguaje y nos hayamos familiarizado
con las letras en que está escrito. Está escrito
en lenguaje matemático, y las letras son triángulos,
círculos y otras figuras geométricas, sin las
cuales es humanamente imposible entender una sola palabra»
(Galilelo, G., Il Saggiatori, 1623: El ensayista)
3. «Todo
va al revés en consecuencia de aquel desorden capital:
la virtud es perseguida, el vicio aplaudido; la verdad muda,
la mentira trilingüe; los sabios no tienen libros y los
ignorantes librerías enteras; los libros están
sin doctor y el doctor sin libros; la discreción del
pobre es necedad y la necedad del poderoso es celebrada»
(Gracián, B., El Criticón, I, cr. 6ª. V)
4. «Señor, las tristezas no se
hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los
hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias: vuestra merced
se reporte, y vuelva en sí, y coja las riendas a Rocinante,
y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que
conviene que tengan los caballeros andantes (....), pues vale
más la salud de un solo caballero andante que todos los
encantos y transformaciones de la tierra» (El ingenioso
hidalgo D. Quijote de la Mancha, parte II, cap. XI)
5. «[El mundo es Todo y Nada]. Nada,
porque el hombre trágico vive permanentemente bajo la
mirada de Dios, porque sólo exige y admite valores absolutos,
claros y unívocos, porque para él sólo
el milagro es real y porque, medido desde esta escala, el mundo
aparece como algo esencialmente ambiguo y confuso, o lo que
es lo mismo, como algo inexistente (...); cuanto es necesario
según Dios es imposible según el mundo e inversamente,
cuanto según el mundo es posible no existe para la mirada
de Dios (...) Y Sin embargo...el Dios de la tragedia es un Dios
siempre presente y siempre ausente. Su presencia indudablemente
desvaloriza el mundo y le quita toda realidad, pero su no menos
radical y permanente ausencia, por el contrario, hace del mundo
la única realidad» (Goldmann, L., El hombre
y lo absoluto, Barcelona, Península, 1968, 65-67)
6. «Para ir hacia la nada no hace falta
menos capacidad que para ir hasta el todo; se necesita una capacidad
infinita para una y otra cosa» (Pascal, Pensamientos,
Madrid, Alianza, 1986, fr. 72). «Bogamos en un amplio
medio, siempre inseguros y flotantes, empujados de un lado a
otro. Si hay algún punto en el que creamos poder afirmarnos
y unirnos a él, se tambalea y nos abandona, y si le seguimos,
se nos escapa, se desliza y huye en una eterna huida. Para nosotros
nada se detiene. Éste es el estado que nos es natural
y sin embargo el más contrario a nuestra inclinación:
ardemos en el deseo de encontrar un asidero firme y una última
base constante para edificar sobre ella una torre que se eleve
hasta el infinito, pero nuestro fundamento se hunde y la tierra
se abre hasta los abismos» (fr. 72)
7. [Observa cómo se repite el tema "Todo/nada"
en las postrimerías del siglo XIX en España. Abordaremos
este tema más adelante]:
«(...) todas las penas, aunque tantas
son una sola pena,
una sola, infinita, soberana,
la pena de vivir llevando al Todo
temblando ante la Nada»
(Unamuno, Obras Completas, VI, 246, cit. Pedro Cerezo,
Las máscaras de lo trágico, 102)
8. «Es seguro que todo lo trágico
es de algún modo también triste (…) Pero
no es menos cierto que no todo lo triste ni lo que provoca tristeza
posee un carácter trágico. La tristeza [trágica]
está peculiarmente limpia de toda ‘excitación’,
‘indignación’, ‘reprobación’
(…) y de todos los deseos concomitantes, de que ‘podría
haber sido de otro modo’: le es propia una grandeza serena
y calmada, un tipo especial de paz y serenidad. (…) Tiene
por ello una profundidad peculiar (…) recibe esta ‘profundidad’
del hecho de que el ‘objeto’ de lo trágico
siempre es doble: de una parte, el acontecimiento que tenemos
ante los ojos, y, de la otra, la constitución esencial
del mundo que se especifica en él, de la cual el acontecimiento
está ante nosotros como un ‘ejemplo’. Así,
la tristeza fluye más allá del acontecimiento,
en una lejanía indeterminada y carente de horizonte.
(…) El objeto es siempre el mundo pensado como unidad:
el ‘mundo’ en el que algo así es posible»
(Scheler, M., «Sobre el fenómeno de lo trágico»,
incluido en Scheler, Gramática de los sentimientos,
Barcelona, Crítica, 2003, pp. 209-211)
9. «Cuando contemplando una actividad,
somos partícipes inmediatamente de que al realizar un
valor superior, al mismo tiempo y en el mismo acto de la actividad,
se socava la condición de la existencia de este valor
o de otro emparentado con él esencialmente, entonces
la impresión de lo trágico es la más perfecta
y la más pura. (...) Que veamos la valiosa dirección
ideal del sentido de un hombre hacia bienes espirituales como
la razón de que en determinadas circunstancias fracase
y tenga que fracasar ante pequeñeces de la vida; que
todo, según las palabras de Madame de Staël, ‘tengamos
los errores de nuestras virtudes’, que los mismos rasgos
esenciales de las disposiciones de carácter hagan de
una persona lo mejor y al mismo tiempo sean la culpa de la ‘catástrofe’
—esto es ‘trágico’ en sentido eminente»
(Scheler,
M., «Sobre el fenómeno de lo trágico»,
incluido en Scheler, Gramática de los sentimientos,
Barcelona, Crítica, 2003, 213)
10. «En
el naufragio de lo finito contempla el hombre la realidad y
la verdad de lo infinito» (Jaspers, K.,
«Lo trágico»,
en Jaspers, K., Lo trágico. El lenguaje, Granada,
Ágora, 1995, p. 88)
11. «Si
Dios tuviera encerrada en su mano derecha toda la verdad y en
su izquierda el único impulso que mueve a ella, y me
dijera: “¡Elige!”, yo caería, aun en
el supuesto de que me equivocase siempre y eternamente, en su
mano izquierda, y le diría: “¡Dámela,
Padre! ¡La verdad pura es únicamente para ti!»
(Lessing, G.E., «Acerca de la verdad», en Maestre,
A. (ed.), ¿Qué es la Ilustración?, Madrid,
Tecnos, 1988, p. 52)
12.
«La
Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable
minoría de edad. La minoría de edad significa
la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la
guía de otro. Uno mismo es culpable de esta
minoría de edad cuando la causa de ella no reside en
la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión
y valor para servirse por sí mismo de él sin la
guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten
el valor de servirte de tu propio entndimiento!, he aquí
el lema de la Ilustración» (Kant,
I., «Respuesta a la pregunta:
¿Qué es la Ilustración?», Maestre,
A. (ed.), ¿Qué es Ilustración?,
Madrid, Tecnos, 1988, pp. 9-21; p. 9)
13. «(...)
aun en el caso de que no haya habido nunca acciones que hubiesen
surgido de esas puras fuentes, sin embargo no se trata aquí,
en modo alguo, de si sucede esto o aquello, sino de que la razón,
por sí misma e independientemente de todos los fenómenos,
mande lo que debe suceder, y, por tanto, acciones de las que
el mundo quizá todavía no ha dado hasta ahora
ejeml alguno, de cuya realizabilidad incluso podría dudar
mucho quien todo lo funda en la experiencia, estén sin
embargo mandodas inexcusablemente por razón, y de que,
por ejemplo, no disminuya en nada el grado en que puede ser
exigida a todo hombre la sinceridad pura en la amistad aun cuando
pudiese no haber habido hasta ahora amigo sincero alguno, porque
este deber reside como deber en general, ants toda experiencia,
en la idea de una razón que determina a la voluntad por
fundamentos a priori»
(Kant, I., Fundamentación de
la metafísica de las costumbres, Barcelona, Ariel,
1996, 408 1-10)
14. «El
imperativo categórico es así pues único,
y, por cierto, este: obra sólo según la máxima
a través de la cual puedas querer al mismo tiempo que
se convierta en una ley universal» (Ibid.,
421 5-10)
15. «La
autonomía de la voluntad es la constitución de
la voluntad por la cual ésta es una ley para ella misma
(independientemente de toda constitución de los objetos
del querer). El principio de la autonomía es, así
pues: no elegir sino de tal modo que las máximas de la
propia elección estén comprendidas a la vez en
el mismo querer como ley universal» (Ibid., 440
15-20) |