Los Nagas pertenecen a las mitologías del Indostán. Se trata de serpientes, pero suelen asumir forma humana.
        Arjuna, en uno de los libros del Mahabharata,
es requerido por Ulupi, hijo de un rey Naga, y quiere hacer valer su voto de castidad; la doncella le recuerda que su deber es socorrer a los infelices; y el héroe le concede una noche. Buddha, meditando bajo la higuera, es castigado por el viento y la lluvia; un Naga compasivo se le enrosca siete veces alrededor y despliega sobre él sus siete cabezas, a manera de un techo. El Buddha lo convierte a su fe.
        Kern, en su Manual del budismo indio, define a los Nagas como serpientes parecidas a las nubes. Habitan bajo tierra, en hondos palacios. Los sectarios del Gran Vehículo refieren que el Buddha predicó una ley a los hombres y otra a los dioses, y que ésta - la esotérica - fue guardada en los cielos y palacios de las serpientes, que la entregaron, siglos después, al monje Nagarjuna.
        He aquí una leyenda, recogida en la India por el peregrino Fa Hsien, a principios del siglo V:

«El rey Asoka llegó a un lago, cerca del cual había una torre. Pensó destruirla para edificar otra más alta. Un Brahmán lo hizo penetrar en la torre y, una vez adentro, le dijo:
    » - Mi forma humana es ilusoria; soy realmente un Naga, un dragón. Mis culpas hacen que yo habite este cuerpo espantoso, pero observo la ley que ha dictado el Buddha y espero redimirme. Puedes destruir este santuario, si te crees capaz de erigir otro que sea mejor.
    » Le mostró los vasos del culto. El rey los miró con alarma, porque eran muy distintos de los que fabrican los hombres, y desistió de su propósito.»