De un bestiario anglosajón resumimos el texto siguiente:

«Hablaré también en este cantar de la poderosa ballena. Es peligrosa para todos los navegantes. A este nadador de las corrientes del océano le dan el nombre de Fastitocalon. Su forma es la de una piedra rugosa y está como cubierta de arena; los marinos que lo ven lo toman por una isla. Amarran sus navíos de alta proa a la falsa tierra y desembarcan sin temor de peligro alguno. Acampan, encienden fuego y duermen, rendidos. El traidor se sumerge entonces en el océano; busca su hondura y deja que el navío y los hombres se ahoguen en la sala de la muerte. También suele exhalar de su boca una dulce fragancia, que atrae a los otros peces del mar. Éstos penetran en sus fauces, que se cierran y los devoran. Así el demonio nos arrastra al infierno.»

La misma fábula se encuentra en el Libro de las Mil y Una Noches, en la leyenda de San Brandán y en el Paraíso Perdido de Milton, que nos muestra a la ballena durmiendo «en la espuma noruega».

J.L. Borges, El libro de los seres imaginarios