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Según la
mitología escandinava, había tres clases de Alfes. Los Alfes Blancos,
que habitaban en el Ljosalfaheim (Mundo de los Alfes de la Luz), eran seres
benéficos y destacaban por su belleza, andaban por los aires y les gustaba
residir en las ramas de los árboles y danzar sobre la hierba. Eran expertos en
forja, razón porla cual los «Ases» (es decir, la familia de los dioses,
compuesta por 32 miembros) les encargaron que fabricaran una cadena para retener
al temible lobo Fenris, hermano de Hela, diosa del Infierno, y de la terrible
Serpiente Midgard. Los Alfes de las Tinieblas residían en el
Svartalfaheim (Mundo de los Alfes de las Tinieblas), eran malvados y tan negros
«como la pez». Eran seres subterráneos, dedicados a infligir a los humanos
todo tipo de enfermedades y dolorosas heridas. Su organización social y sus
hábitos eran bastante similares a los de los humanos. A ellos se les encargo -
por orden expresa de Odín - la famosa cadena «Gleipner» que inmovilizó
definitivamente a Fenris.
Entre unos y otros había un grupo intermedio, conocido como
«el Pueblo de la Montaña» (Haugalfolk), que, según se cree, gustaba de
residir en grutas y pequeñas colinas. Su comportamiento era un tanto ambiguo.
Podían adoptar formas humanas y eran comunicativos y amantes de la música y de
la limpieza.
J.M. Walker, Seres fabulosos de la mitología
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