José Moreno Gutiérrez
El honor y respeto que merece una institución como el
Ejército vienen avalados por su pasado histórico y su innegable contribución en
el proceso integrador de una cultura, una nación y un Estado.
No puede compartirse,
sin más, el contenido del artículo de
opinión de “Tribuna Abierta” de ese periódico IDEAL, de fecha 20 de abril
actual, titulado ‘Los ejércitos y los valores reales’, porque al señalar los
valores militares clásicos y universales, los omite todos y se ensaña en
algunos conceptos que no son sino patológicos de los primeros, con amplia dosis
de pasión y mínimo respeto al colectivo de profesionales que integran las
Fuerzas Armadas.
Quiere ignorar
que los militares somos personas que hemos hecho de nuestra profesión, como
tantas otras, una forma de servicio a la sociedad. Efectivamente, estoy de
acuerdo en que es necesaria la tolerancia, la cultura, la inteligencia, etc.,
pero por parte de todo el colectivo social y de cada individuo en particular.
No está dentro de
los términos del rigor y de la tolerancia que se manifieste que los militares
somos “personas armadas eximidas de responsabilidad, despersonalizadas,
cosificadas”, y puedo asegurar, con la mayor humildad, que ni yo ni mis
compañeros que conozco respondemos a ese arquetipo.
Los militares
amamos la paz porque conocemos los crueles efectos de la guerra, al igual que
los médicos aman la salud y los mineros la luz.
No puede
recurrirse, en los tiempos que corren, a la obediencia debida como concepto
degradante de la milicia, sencillamente porque está desterrado de las Reales
Ordenanzas para las Fuerzas Armadas en sus artículos 34 y 84, en los que se
señala como conducta delictiva y punible cualquier orden que sea contraria a
las leyes o constituya delito, en particular contra la Constitución, y que
ningún militar debe obedecer asumiendo, en su caso, la grave responsabilidad de
su acción u omisión.
En la disciplina,
que nos obliga a todos por igual, pues como diría Sancho de Londoño, “sería andar
por las ramas hacer Ordenanzas y Estatutos para enfrentar y tener a raya a los
que han de obedecer, si no se introducen primero todos los necesarios en los
que han de mandar”.
En el sentimiento
del honor, que impulsa a obrar siempre bien y ha de llevar al militar al más
exacto cumplimiento del deber, en la mutua lealtad, que debe inspirar las
relaciones entre mandos y subordinados, en la eficacia en el servicio y
especialmente en el combate, que exige competencia profesional, sereno valor y
abnegación para sobrellevar la dureza de la vida militar; en la dignidad del
hombre y el respeto a los derechos inviolables, que han sido recogidos en
nuestras Reales Ordenanzas, sin otras limitaciones que las derivadas de la
esencial protección de la disciplina y de la defensa de la unidad de las
Fuerzas Armadas. Estos son los valores reales de los ejércitos.
No es de recibo
manifestar tan alegremente que el amor a la patria y a la bandera se hace
excluyente, y percibo que hay resentimiento y parcialidad cuando se dice que el
adoctrinamiento castrense es vejatorio y generador en el soldado de “una tosca
subcultura de acomodación sumisa”. Estoy seguro de que hay muchas personas que
se han sentido insultadas con esas palabras.
Me parece
respetable su aserto de que los ejércitos están al servicio del poder político,
pues no es otra cosa lo que señalan los artículos 8 y 97 de nuestra vigente
Constitución en relación a su dependencia del Gobierno, aunque ya puede ser más
discutible, sobre todo en países democráticos como el nuestro, el mantener con
rotundidad su sometimiento al poder económico, que no es momento de discutir.
No es cierto,
aunque se escriba en negrilla, que “los ejércitos son la garantía armada de la
insolidaridad más letal”, y mucho menos entrar en contradicción “utópica”
admisión de una Fuerzas Armadas al servicio de la ONU, que al parecer no
tendrían la subordinación política y económica que se atribuye a las
nacionales.
Un respeto por
favor.
José Moreno Gutiérrez es coronel de Infantería y abogado del
Ilustre Colegio de Granada.
Publicado en IDEAL el 23 de abril de 1999.