MANUAL DEL JUGADOR DE LOTERÍA

Al igual que en muchas otras ciudades, periódicamente se celebra en Granada la Feria del Libro, en la que uno puede encontrar lecturas de todo tipo, amén de un enorme ambiente. En 1995 me encontraba deambulando de puesto en puesto por la Carrera de la Virgen, cuando me llamó la atención un rincón de una de las barracas, en el que se podía ver un montón de obras de aspecto antiguo, bastante ajadas. Siempre es curioso hojear el contenido de viejos libros del tipo que sea, así que me entretuve un rato, dado que no había aglomeración en aquel punto. Después de adquirir un conmovedor "Almanaque de la Madre de Familia para 1949: Toda la Vida de la Mujer", tasado por el editor en 14 pesetas, cuyo contenido carece de desperdicio al retratar a través de consejos, relatos y publicidad el reparto de papeles por sexos y la ñoñería victoriana propia de la época, descubrí semiperdido entre gruesos volúmenes un folletito publicado en 1943 cuya portada puede ver el lector y por el cual, aunque estaba tasado por detrás en tres pesetas, no dudé en pagar los veinte duros que me pedía el vendedor, sin tan siquiera echar un vistazo al interior. Me senté en un banco, comencé a pasar las escasas 30 páginas, y lo que leí me hizo olvidar la Feria del Libro, todo lo que me rodeaba, y que a esa hora tenía que acudir a una cita.

Siempre he leído u oído acerca de charlatanes que aseguran haber descubierto, en contra de la "opinión" de toda la "inmovilista" comunidad científica, la racionalidad de pi, la cuadratura del círculo, la trisección del ángulo, la duplicación del cubo, el perpetuum mobile y multitud de otras cosas cuya total, universal, indiscutible y absoluta imposibilidad hace siglos está bien demostrada. De hecho alguna vez he tenido la suerte de tropezar con alguno de estos empecinados ejemplares, desistiendo, naturalmente, de caer en el error de tratar de sacarles de su desatino. Habría sido inútil, y por otro lado casi un atentado contra una especie en vías de extinción.

En este caso, el autor, un tal L.M.T. (el nombre completo y su dirección están en el interior del folleto, pero pienso que es un detalle irrelevante, y además ignoro si aún vive), malagueño, parece ser un miembro destacado de la tribu de los iluminados. Aunque quizá no tanto, a juzgar por la cautelosa palabra "CASI" introducida en el subtítulo del prospecto, seguramente a última hora, cuando habría tenido que pagar de su bolsillo los gastos de impresión de vaya usted a saber cuántos ejemplares, y comprobó que sus ganancias procedentes de la lotería no le alcanzaban para el asunto.

El autor dedica, todo hay que decirlo, nada menos que 16 páginas de su obra a una rigurosa y exhaustiva descripción de la historia de la lotería española desde 1763 y su normativa, y ofrece una gran cantidad de tablas con resultados de los mismos desde 1868 hasta 1942, descontando el período del "Glorioso Alzamiento Nacional" 1936-1938, en que no hubo sorteos. Presta especial atención a los sorteos de Navidad, en los que los primeros premios son importantes. Finaliza esta primera parte con el siguiente muy significativo

con el que el lector puede sacar sus propias conclusiones.

Tras esta serie de datos, el autor decide que sus lectores ya están preparados para ser iniciados en el gran secreto. En la página 22 abre una sección titulada "Métodos de juego, para no perder", que comienza garantizando que

lo cual borra cualquier atisbo de duda. Pero antes de pasar a mayores detalles, y probablemente con el ánimo de calentar el ambiente, el autor describe el espíritu, la esencia de su método, la idea fundamental sobre la que se sustenta, en un alarde arrebatador de sublime genialidad creativa. Al tratarse de (en mi opinión) lo mejor y más delicioso del folleto, lo reproduzco sin omitir ni una coma.

La estrategia de luchar contra el azar para provocarle cansancio es algo que no me enseñaron en la carrera. ¿Me ocultaban deliberadamente algo trascendental?. De todas formas parece que su sistema requiere cierta sangre fría, a juzgar por su siguiente advertencia (por cierto, el estilo de redacción sugiere que la coma era barata, o bien que el autor padecía asma)

Consciente de haber soltado una bomba y de tener al lector en vilo (aunque fuese por otras razones, reconozco que conmigo lo consiguió), trata de calmar un poco los ánimos:

Y entonces entra en materia. Ofrece un correcto cálculo: si en un sorteo hay 48.000 billetes y 1.025 premios (sin contar los 4.799 reintegros, que deja para ulterior consideración), entonces la "proporción de reparto", o sea, el "porcentaje distributivo", se halla representado por un 4,24 por ciento o, lo que es lo mismo, una proporción de un premio por cada 23,5 números. Este cálculo es inmediatamente interpretado sui generis, cometiendo la que se conoce clásicamente como falacia o paradoja del soldado:

No me negará el lector que lo de la "contumacia en el no acertar" es de lo más cervantino. No es necesario reproducir aquí el muy trabajado cuadro que el autor da seguidamente. Basta decir que su "método" consiste en jugar 30 veces seguidas, apostando cada vez la cantidad mínima suficiente para, caso de ganar, resarcirnos de todas las pérdidas de las jugadas anteriores. Evidentemente cada vez hay que jugar mayor cantidad; así, comienza por jugar un décimo en las primeras jugadas, y termina llegando a la jugada 30 jugando 11 décimos al mismo número. Debido a que los precios de los décimos y los premios varían de unos sorteos a otros, la sucesión de costes de las jugadas no es monótonamente creciente, lo que hace que, por ejemplo, en la jugada 28 tenga que comprar 14 décimos. Por supuesto, no hay en las páginas subsiguientes la más mínima referencia a la posibilidad de que no se obtenga premio alguno en las treinta jugadas, en cuyo caso se perdería todo lo jugado, que no es poco. Claro que esta posibilidad, esta "contumacia", amén de ser remota, ha quedado pertinentemente "acorralada".

Continua el autor alegando que los reintegros (de los que hay que esperar tres, claro) proporcionan un superávit no computado, y da multitud de consejos, algunos tan magistrales como

consejo que el maestro deja cabalísticamente sin descubrir (¡no lo queramos todo!)

En una de sus últimas defensas de una de las variantes del método, se siente especialmente inspirado:

Finaliza el inventor su folleto con una postrera advertencia y una voz de ánimo de quien se sabe benefactor de la humanidad

La interrogante que más me inquieta es ¿de qué vivía este pobre ingenuo? ¿de vender ejemplares de su método? En tal caso quizá no era tan ingenuo.

Posdata: ¡Juro por Tutatis que no he tocado las comas, ni los plurales!