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Cuarto viaje a Marruecos

Organización del viaje

Primer día Granada-Marrakech

Segundo día Marrakech-Merzouga

Tercer día Merzouga-Azrou

Cuarto día Azrou- Fez

Quinto día Fez-¿Granada?, mejor dicho Fez-Ceuta

Sexto día Ceuta-Granada

Organización del viaje

Este viaje ha sido uno de los mejores que he hecho en mi vida. Todo comenzó cuando Nohemi, poco antes de Semana Santa, me pidió que le enseñara aquel país. En principio me negué porque me pareció precipitado y que necesitaría muchos días para poder enseñarle cosas. De ir a Marruecos, a la fuerza tenía que enseñarle el desierto, pero para eso yo creía que necesitaba al menos una semana, que era un tiempo del que no disponía. Sin embargo, algunos días después calculé una ruta que se podía hacer en cinco días (días finales de la Semana Santa) que incluía visita al desierto. Para esto tenía que conducir una media de 500 kilómetros diarios y en un plan de ver muchas cosas en poco tiempo.

La fecha estaba decidida, pero ahora faltaba localizar a más gente que se apuntara al viaje además de Nohemi y yo. En primer lugar, Nohemi se lo comentó a Elvia, que le entusiasmó la idea de conocer Marruecos. Ahora faltaba localizar a otra persona, dado que el número ideal para mi Renault 5 era el de cuatro pasajeros con sus equipajes. Esta tarea resultó más difícil, puesto que nadie me aseguraba que se podía venir.

Por aquel momento conocí a Gustavo en un curso de doctorado y cuando le hice la propuesta le encantó, pero justo en los días del viaje, lo iba a visitar un amigo que venía de Londres.

Cuando le comenté a Nohemi que Gustavo quería venir, pero que tenía ese problema, lo solucionamos de la mejor manera posible: reduciendo equipaje para liberar una plaza en el coche.

Cuando Mario (el chaval que venía de Londres) se enteró de la posibilidad de ir a Marruecos, se animó a apuntarse en el acto, con lo cual ya estaba el viaje organizado.

Al final íbamos al viaje cinco personas dentro del R5 de tres nacionalidades y dos continentes (mexicanas, brasileños y yo el único español).

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Primer día Granada-Marrakech

Por una parte quedé con Nohemi y Elvia, y por otra con Gustavo, ya que no se conocían entre ellos. A Mario lo conoceríamos todos cuando viniera con Gustavo.

El hecho de no conocer a la gente junto a la que emprendes un viaje, considero que es un aliciente que invita a interaccionar más entre todos. Una persona que no conoces de nada tiene más cosas que contarte de su vida y su cultura que si se tratara de un viejo amigo. Por esto, el viaje era una oportunidad excepcional de aprender de los demás e impregnarse de las diferentes culturas sin dejar de sorprenderse de los diferentes puntos de vista y de las muchas semejanzas que compartimos todos, pero además en un contexto como Marruecos.

En Granada, justo antes de salirCuando nos encontramos todos, cargamos el coche con el exiguo equipaje de cada uno y comenzamos el viaje después de las dos y media de la madrugada con dirección Algeciras.

En la carretera, por la noche comenzaron a surgir los primeros problemas: las luces de mi coche empezaron a fallar y automáticamente se ponían las luces largas, así que estuve deslumbrando a todos los coches que me cruzaba hasta llegar al puerto de Algeciras.

Nos subimos en el segundo barco porque perdimos el primero. Entonces, el coche estaba ya sin luces. No se le encendían ni las cortas ni las largas.

Llegada a CeutaCuando llegamos a Ceuta era de día. Echamos gasolina y buscamos un lugar tranquilo para arreglar las luces del coche. Entre un amasijo de cables, desmontamos el sistema que controla las luces. Yo, que soy un manazas abrí la pieza principal y saltaron todos los muelles, pero eso daba igual, porque el plástico se había fundido por dentro y no se podía arreglar. La solución pasaba por hacer un puente por la noche para conectar los faros o ir a un desguace a buscar una pieza nueva.

En el desguace de CeutaCon toda la parte del volante desmontada llegamos a un desguace tras dar muchas vueltas y logramos encontrar un R5 igual que el mío con la pieza que yo quería en perfectas condiciones. Gracias a los conocimientos en mecánica de Mario, la pieza estuvo colocada en un momento y en seguida nos fuimos a la frontera para entrar en Marruecos.

Sin duda, este paso siempre es lo más horrible del viaje. Si no sobornas a los funcionarios marroquíes te tienen esperando unas dos o tres horas, aunque no haya nadie en la cola.

Por fin atravesamos la frontera y comenzó el maratón - aventura rumbo a Marrakech. Habíamos perdido mucho tiempo y no nos podíamos permitir hacer paradas turísticas, así que tomamos la ruta más rápida para llegar a la autopista.En el área de servicioEn la autopista

Hicimos una parada para echar gasolina en un área de servicio.

A la altura de Casablanca estábamos hablando sin parar y por despiste me salté la salida hacia Marrakech por unos metros, así que tuve que dar marcha atrás en plena autopista para tomarla. Menos mal que estas carreteras apenas tienen tráfico y que ahí no había ningún policía.Parada para estirar las piernas

Al poco paramos un poco para estirar las piernas, pero enseguida continuamos el viaje.

La autopista terminaba en Setat, a unos 170 Km hasta Marrakech. Ahí tuvimos que coger la carretera, que estaba atestada de vehículos y que atravesaba numerosas obras de los nuevos tramos de autopista que estaban en construcción. Además había montones de pueblos, cuya velocidad máxima era de 40 km/h.

Como soy un impaciente, iba adelantando a todo el mundo, a menudo superando ampliamente los límites de velocidad y en línea continua.

Había muchos policías que estaban colocados en sitios estratégicos para pillar a los temerarios como yo, así que me hicieron parar varias veces. Pero siempre ocurría lo mismo: el policía nos preguntaba algo en francés y nosotros le decíamos que sólo entendíamos el español, portugués e inglés, así que nos dejaba marchar sin más.

Por fin llegamos a Marrakech cuando estaba anocheciendo. Atravesamos esta caótica ciudad con su caótico tráfico y con el típico comportamiento suicida de los peatones. Sin duda era algo realmente divertido conducir un coche por esta ciudad, sorteando obstáculos de todo tipo. De hecho fue de lo más divertido del viaje.

Llegamos al centro, dejamos el coche en un aparcamiento y nos pusimos a buscar alojamiento.

Todos los hoteles estaban llenos y los típicos "voluntarios" nos llevaban a cuchitriles perdidos en el laberinto de la ciudad que no te daban buena espina.

Habitación donde nos metimos los cincoInsistimos en buscar por el centro y encontramos un hotel con una sola habitación de dos camas, así que decidimos meternos los cinco en ella.

Para aprovechar el tiempo, nos fuimos a la famosa plaza Jem l'Fna. El espectáculo se abría ante nuestros ojos en forma de numerosos tenderetes donde podías encontrar de todo tipo de comida. Nada mejor para nosotros que estábamos hambrientos de no haber comido casi nada en todo el día.

Aspecto nocturno de la plaza

Un puesto de zumo de naranja

Probando bebidas extrañas

Puesto de dátiles

 

 

Puesto de comida

Cocinero

Todos sentados a la mesa

Todos sentados a la mesa

 

 

Cuando terminamos de comer era tarde y nos fuimos a la cama para descansar, porque al día siguiente teníamos que ver muchísimas cosas.

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Segundo día Marrakech-Merzouga

Este día tenía previsto hacer un viaje de 500 Km en plan semitranquilo y viendo muchas cosas. Pero para eso no podíamos salir muy tarde de Marrakech.

Como las cosas nunca salen como las planeas, lo primero que hicimos fue ir a un hammam para darnos un baño a fondo. El baño con masaje costaba 5 euros, pero merecía la pena.

A mí me tocó un hombre mayor. En sus manos, nosotros éramos títeres. Nos sentaba, nos echaba agua encima, nos tumbaba, nos enjabonaba, nos frotaba con una especie de estropajo que quitaba toda la piel muerta, nos volvía a enjabonar... Cuando me quitó el jabón del cuerpo comenzó un masaje que era un poco salvaje. Te doblaba todas las articulaciones y todo lo que no son articulaciones hasta conseguir posturas imposibles. Te hacía crujir las vértebras a lo largo de toda la espina dorsal. Muchas veces dolía, pero mereció la pena, porque salimos reparados completamente y con una suavidad en la piel que resbalaba.

Mario con los encantadores de serpientesNos dirigimos a la plaza para ver el espectáculo que se monta de día, pero aunque yo contaba con unos pocos minutos, al final se transformó en un tiempo interminable. Resulta que Gustavo y Mario cayeron en las manos de los encantadores de serpientes. Cuando nos conseguimos escapar, marchamos hacia el coche dejando atrás a los cuentacuentos, aguadores, vendedores, magos, peluqueros, grabadores de henna y todo un sinfín de formas ingeniosas de ganarse la vida.La Kutuvía, torre gemela de la Giralda

 

 

Mercado al que fueron Nohemi y MarioA la salida de la ciudad paramos a echar gasolina, pero al lado de la gasolinera había un mercado, así que algunos se fueron a comprar algo. Entre unos y otros, al final perdimos un tiempo que nos pasaría factura más tarde.

 

Furgoneta mucho más cargada que mi coche

Poblado de adobe subiendo el AtlasPor fin salimos en dirección al Gran Atlas. Nos cruzamos con vehículos muy peculiares por el camino. Fuimos atravesando paisajes cada vez más extraños, donde iban apareciendo las primeras kashbas, o poblados de adobe.

 

Primera nieve que veíamosCañón que se veía desde el mismo lugarCumbres nevadasEn una de las curvas tuve que dar un frenazo porque apareció un paisaje con las primeras nieves que veíamos al fondo, tras unas montañas cubiertas de un bosque precioso, y por si fuera poco había un valle con un cañón impresionante.

 

Grupo de niños pidiendo caramelosHabía muchos niños en la carretera que pedían: ¡Bombón, bombón! Esto desolaba a Elvia y Nohemi, porque ninguno nos habíamos traído caramelos.

 

Poblado difícil de verA medida que alcanzábamos mayor altitud, el paisaje era más árido y frío y los pueblos de barro se confundían con la montaña en que se asentaban.

 

Las cascadas se ven mejor allí que en la fotoAquí sí que merecía la pena parar. La montaña se presentaba a nuestros ojos con unas dimensiones descomunales. A lo lejos se veían cascadas altísimas rodeadas de finas manchas verdes en mitad del color marrón de las piedras de la montaña. Una chica bereber estuvo escondida detrás del cortijo durante todo el tiempo que pasamos aquí.

Carretera que sube al puerto

Carretera que sube al puertoSubimos el puerto de Tizi-n-Tichka por la carretera cada vez más empinada y con paisajes más escarpados. Pasado el puerto, comenzamos a bajar hacia la parte desértica de Marruecos.

 

Hicimos una breve parada para comer algo en el primer pueblo que encontramos y para aprovechar lo que quedaba de tarde reanudamos corriendo la marcha con dirección Ait-Benhaddou.

En mitad del camino que tomé por equivocaciónCuando estábamos cerca de esta ciudad, ví una indicación en una piedra que señalaba a un camino, así que me metí por ahí. Resulta que el camino estaba bastante mal, de forma que más de una vez tuvieron que salir todos del coche. Estaba claro que me había equivocado y seguro que debía de haber una entrada mejor a la ciudad, pero ya no me iba a dar la vuelta, porque estábamos cerca.

Ait-BenhaddouHombre sentado en Ait-BenhaddouTodos con la ciudad al fondoNiño al que Gustavo hizo una fotoEn efecto, tras atravesar una zona completamente desierta apareció la maravilla de Ait-Benhaddou, ciudad que nos dejó a todos boquiabiertos. El paisaje de esta ciudad representaba lo que todos nos imaginamos cuando oímos un cuento de las mil y una noches. Una ciudad antiquísima con altos edificios construidos en barro que evocan a épocas pasadas llenas de esplendor. Con mucho dolor por no tener mucho tiempo, dimos una vuelta rápida por la ciudad y partimos en seguida para intentar ver las gargantas del Todra con luz, cosa que resultó imposible.

OuarzazateTarde en el valle del DadesGrupo en mitad de ninguna parteAtardecer en el valle del DadesAtravesamos Ouarzazate, la ciudad más importante, y al cabo de un rato comenzó el sol a ponerse, mostrándonos un paisaje con unos colores preciosos, que cambiaban de tonalidad por momentos. Vimos un grupo de personas con burros vino de ningún lugar y se perdió hacia ningún lugar.

Llegamos a una población del valle del Dades, donde se nos hizo completamente de noche. Resulta que en lugar de un pueblo, se trataba de un sinfín de casas junto a la carretera durante cerca de 100 Km hasta llegar a Tinherir (Tingir).

En el restaurante de TingirAdemás de comida hubo fiestaAl llegar a Tingir teníamos mucha hambre, así que buscamos un restaurante. Como nos habíamos dado una pequeña paliza en coche buscamos el más caro, porque nos merecíamos una buena cena. Así que por el desorbitado precio de 7 euros comimos hasta reventar. Disfrutamos mucho con los dueños que montaron una fiesta tocando música y cantando. Además se estaban metiendo con un japonés al que llamaban "corocoropá" (loco).

Después de las doce de la noche nos fuimos hacia las gargantas del Todra. Cuando llegamos, la luna llena comenzó a salir, de forma que poco a poco nos fue descubriendo las dimensiones de esta paredes. Pudimos comprobar por qué las llaman la meca de la escalada en el mundo. Había una serie de pequeños hotelitos en la base de las paredes para los escaladores. Aquello estaba lleno de todoterrenos españoles y se veían grupos de personas que estaban de fiesta. Dimos un paseo andando para contemplar bien la Garganta, con la luna cada vez más elevada.

Salimos de allí a las dos de la madrugada. Como convenía que yo no me durmiera y que los demás descansaran saqué la cinta de la quinta sinfonía de Chaikovski para darme energía. Pasamos por carreteras totalmente desiertas, pueblos sin luz eléctrica y hubo un momento en el que me invadió una sensación de libertad extrema. Tuve que parar para disfrutar. Estábamos en un lugar desierto, yendo a donde nos daba la gana en mitad de una inmensidad iluminada por la luna llena. El tiempo no agobiaba, porque de todas formas era de noche y el paisaje parecía que estaba para que exclusivamente lo devoráramos nosotros. La alegría de la música agudizaba aún más esa sensación de libertad.

La luna llena sobre el desierto de MerzougaLlegamos a Erfoud y de ahí, a Rissani y Merzouga finalmente. ¡¡Habíamos llegado al desierto!! Eran las cinco de la mañana. Buscamos una duna adecuada y plantamos los sacos de dormir. Ingenuo de mí que pretendía ver el amanecer en el desierto...

 

 

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Tercer día Merzouga-Azrou

En la mañana del Viernes Santo, un horrible rayo de sol me hizo despertar y salí del saco corriendo porque me iba a derretir de calor en su interior. Eran las ocho de la mañana así que me perdí la salida del sol.

Hundir los pies en la arena es todo un gustazoJuegos en la arenaBuena forma de comenzar el díaEste era un lugar para disfrutar. La arena limpia invitaba a revolcarse, a dar volteretas y a tirarte de cabeza desde lo alto de la duna. La temperatura era perfecta. Al principio bastante fresquito, pero poco a poco subía la temperatura sin llegar a ser agobiante.

 

Gustavo durmiendoEstábamos realmente cansados. Nos metimos en una construcción donde ponían té. Allí tomamos contacto con gente del lugar y al final nos convencimos para dar una vuelta en camello, pero antes, mis compañeros querían comprar unos turbantes Tuareg. Gustavo se fue directamente a dormir y los demás nos fuimos a Merzouga a comprar. Entramos en una casa de adobe, guiados por su dueño, donde había un montón de telas de diferentes colores entre otras cosas. Para no perder tiempo, nos dirigimos directamente a los turbantes. Comenzó el regateo: él pedía 150 DH (dirham) por cada uno, pero enseguida pidió 500 DH por los cinco. Yo le ofrecía 20 DH por cada uno. El hombre se echaba las manos a la cabeza diciendo que aquello estaba hecho a mano y que representaba su tradición, por lo que no valía menos de lo que había dicho. Yo le dije que en Chauen costaban 15 DH (que era mentira) y por tanto me daba igual comprarlos en Merzouga o en Chauen. Tuve que salir de la casa dos veces diciendo que no me interesaba y al final quedaron los cinco turbantes por 150 DH (30 DH cada uno). Con la compra hecha nos fuimos a esperar a los camellos para dar el paseo.

Antes de subirnos a los camellosPaseo con los camellosCamello rebelde de NohemiPor detrás estoy yo subiendo a la gran dunaGustavo seguía durmiendo, y antes de que llegaran los camellos me fui a ver algunos pájaros como la collalba negra de Brehm. Cuando llegaron los camellos nos subimos para comenzar la excursión. A Nohemi le tocó un camello un tanto rebelde que no hacía caso y que aparentaba no querer tener a nadie encima. Nos acercamos a la gran duna de Merzouga y ahí paramos. Yo tenía que aprovechar la oportunidad y coronar la cima de la gran duna. La arena quemaba por el sol, los pies se te iban hundiendo y cansaba un montón. Desgraciadamente, el guía comenzó a llamar cuando todavía estaba lejos de la cima, así que no pudo ser por esta vez. Queda pendiente para el futuro.

Cuando terminó el paseo nos montamos en el coche y comenzamos el regreso al norte.

Conducir por la arena era de lo más divertido, porque el coche patinaba un poco y se iba hacia los lados como si de una barca se tratase.Desierto de piedras negras

En dirección a Erfoud atravesamos un desierto de piedras negras tostadas por el sol.

 

Niños jugando al fútbol en ErfoudEn Erfoud paramos para comprar algo. Había niños jugando al fútbol en la calle. Cruzando la ciudad, vieron la matrícula de mi coche y algún niño gritó: ¡Hey, Granada!!

Llegamos a Er-Rachidia, la antesala del Gran Atlas. Bordeamos un embalse y enseguida entramos en el valle del río Ziz, que forma una garganta espectacular en esta parte de la cordillera.

Garganta del Ziz desde la llanura superiorPoblados en la gargantaLa gaganta del Ziz es un profundo y ancho socavón que está excavado en una gran llanura. La carretera se mete en la garganta, sube hasta la llanura, de nuevo entra en la garganta... ofreciendo todo un espectáculo de geología de proporciones desmesuradas. La base de la garganta es un oasis larguísimo con un montón de pueblos.

Si el paso de Tizi-n-Tichka es impresionante, este no lo es menos. La carretera cruza por una serie de valles extensos separados entre sí por montañas escarpadas. Cada nuevo valle tiene más vegetación. Aquí vimos la planta roca y otras especias adaptadas al clima desértico.

Todos teníamos hambre, pero el tiempo se echaba encima y yo tenía intención de ver la laguna de Sidi Ali con luz.

El tiempo comenzó a cambiar y empezaron a caer gotas. Por la tarde llegamos a Midelt, una ciudad en mitad de la gran llanura que separa el Gran Atlas del Medio Atlas, donde comimos algo. Había estado lloviendo un poco, pero cuando reanudamos la marcha llovía a cántaros. Se notaba que cada vez había menos luz hasta que cayó la noche. Era noche cerrada cuando llegamos a la laguna de Sidi Ali. A pesar de la oscuridad me asomé entre la lluvia, pero aparte de ponerme como una sopa, no conseguí ver nada más aparte de la claridad de su cuenca. Esta vez no pude ver los tarros canelos. Nos pusimos en marcha. Desde ahí supuestamente quedaba una hora hasta llegar a Azrou, ciudad donde queríamos dormir, pero la carreterilla del Medio Atlas nos tenía una sorpresa reservada. Además de la lluvia intensa se metió la niebla más espesa que yo jamás había visto. Las luces de los coches que venían de frente no se veían hasta que no estaban a unos cinco metros de distancia. Teníamos una visibilidad de dos metros como mucho. Los cristales no dejaban de empañarse, por lo que veíamos incluso menos. Además la niebla se movía rápido y a veces confundías la propia niebla con la carretera. No se veían los límites del asfalto. Todo esto se traducía en una situación curiosa: yo, conduciendo, Mario, que estaba de copiloto, limpiando los cristales y tirando del volante en sentido contrario de como yo lo hacía, sobre todo en zona de curvas. Los pasajeros de atrás procuraban dormir para no ponerse nerviosos.

Tras unas tres horas (tres veces más de lo previsto) la niebla se despejó y llegamos a Azrou. Hacía frío y estaba todo húmedo. Nos pusimos a buscar hotel, pero todos estaban llenos. Al final encontramos uno fabuloso cuya única ducha se usaba igualmente de retrete, con un caño grueso de agua helada (no había calentador) para ducharse. Todavía recuerdo los gritos de Gustavo cuando se duchó.

Comimos en un restaurante cercano y aprovechamos Gustavo y yo para hacer algunas compras antes de que fuera más tarde. No obstante, al día siguiente tendríamos más tiempo para comprar cosas.

Tras haber pasado el Viernes Santo más movido de mi vida, nos fuimos a la cama para descansar, que falta hacía. 

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Cuarto día Azrou- Fez

AzrouPreparando buñuelosEl nuevo día nos mostró la imagen de esta bonita ciudad del Medio Atlas. Dimos una última vuelta para comprar leche, buñuelos, recuerdos... pero nos despistamos un poco. Había un mercado que me dejó estupefacto. Ahí lo vendían todo. Tenían ropa muy usada, colchones viejos, repuestos de bicicletas y de coches que estaban como arreglados a martillazos, piezas viejas cuya utilidad me resultaba difícil de averiguar, etc.

Cedro enormeBosque de cedrosCuando nos encontramos, subimos al coche y fuimos directamente al bosque de cedros. Este es el bosque de árboles más altos de toda la región mediterránea. El día estaba oscuro, muy nublado y medio lloviznando, así que se veían pocos pájaros. Lo único que conseguí detectar fue un pito real. De hecho lo perseguí, pero estaba muy escondido y al final se marchó sin que llegara a verlo.

¡Changuitos!A pesar de ser un bosque tan magnífico, a los cuatro americanos no les sorprendió mucho, porque de hecho ellos vienen de países con grandes selvas. Sin embargo, a Elvia le entusiasmaba la idea de ver los monos, a los que llamaba “changuitos”. Como suena a chiste, comenzó la coña con la palabra: Qué boniiiiitooooo... los changuiiiiitoooosss...

No conseguimos verlos en el interior del bosque, pero los encontramos al lado de la carretera.

Elvia ante las cascadas de IfraneDespués fuimos hacia Ifrane, la conocida como Suiza marroquí, donde está la principal estación de esquí del país. Esto, realmente era artificial, así que pasamos de largo. Yo quería ver unas cascadas famosas y nos pusimos a buscarlas. Preguntando a un montón de gente, al final las encontramos. Era algo bonito, pero no espectacular. Para mí, lo más interesante era la población de tejos que había en esa zona.

Llovía de camino a FezFezBurros corriendoDespués de aquello tomamos dirección a Fez. Por el comino llovió bastante. Llegamos a la ciudad imperial a primera hora de la tarde. Como no había mucho tiempo decidimos buscar la oficina de información y turismo. Esto fue cosa difícil y a pesar de preguntar mucho, lo único que conseguíamos era dar vueltas por el mismo lugar. Vimos algo muy curioso: dos burros corriendo solos por una calle. Finalmente, a alguien se le ocurrió que podíamos coger un taxi y que nos llevara. Resulta que estaba muy cerca y contratamos a un guía llamado Mohamed por 150 DH (15 euros). Se montó con nosotros en el coche y los seis nos fuimos hasta la parte antigua de la ciudad.

Nos contó que es la medina más grande del mundo, un laberinto de callejuelas muy estrechas que se entrecruzan entre sí de una forma muy peculiar, donde viven más de 300.000 personas. Estaba dividida en barrios, cada uno con su escuela, mezquita, hammam, fuente pública y algo más que no recuerdo.

TintoreríasEn un telar con nuestro guíaFarmacia tradicionalEn una tienda de ropaVimos la famosa tintorería, uno de los trabajos considerados más duros de mundo, entramos en talleres con telares donde hacían de todo tipo de tejidos tradicionales, orfebrerías, artesanos, farmacias con perfumes y plantas medicinales Alfombra preciosaCalle típicaEl transporte más usadopropias de ahí, tiendas de alfombras espectaculares, tiendas de ropa... Recorrimos algunos palacios, mezquitas, posadas, etc. En definitiva, nos metimos de lleno en de la vida de la ciudad. Resultaba fascinante cómo las calles atravesaban por debajo de las casas, había calles enteras en plan túnel completamente cubiertas de viviendas, a veces el tejado de una casa se juntaba con el tejado de la casa de enfrente. Donde menos te lo esperabas, se abría un agujero en una pared y encontrabas Niño que iban a circuncidarunas escaleras que te llevaban hasta otra calle. Además de estar las calles atestadas de gente, abundaban los burros transportando cosas. Nos encontramos con una fiesta en la calle dedicada a un niño que iban a circuncidar.

 

En la cenaNuestra habitaciónPara finalizar la intensa visita, Mohamed nos buscó un hotel que estaba muy bien, que tenía en la puerta un aparcamiento seguro. Fue el hotel más caro del viaje (7 euros por persona). La habitación estaba cubierta de alfombras y estaba tan limpia que si no hubiera sido por el tipo de decorado, habría sido difícil afirmar que estábamos en Marruecos. Nos regalamos una cena estupenda y nos fuimos a dormir.

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Quinto día Fez-¿Granada?, mejor dicho Fez-Ceuta

Despedida de FezEl domingo no podíamos entretenernos mucho, porque teníamos que coger el barco de regreso. Yo, de hecho tenía planes para estar en Granada a las diez de la noche. Cogimos el coche temprano para salir de Fez con dirección a Chauen. Sin embargo, no conseguíamos salir y siempre volvíamos al mismo punto. No sé de qué forma logramos finalmente salir a la carretera que queríamos a una hora muy avanzada en la mañana.

Las prisas nos jugaron una mala pasada, porque en el peor tramo de carretera que tomamos había muchos baches, y en uno de ellos se metió la rueda delantera de coche. No llegó a reventar, pero al neumático le salió un bulto. Como no nos podíamos fiar por si reventara, decidimos ir a un taller a que cambiaran la rueda a la parte de atrás para tener más seguridad.

Curiosamente, a escasos kilómetros atravesamos un pueblo donde había un taller. Mientras hacían el cambio, yo me fui a un mercadillo que había cerca. Fue el único mercado de los que vi que no tenía nada turístico. Allí iba la gente del pueblo a comprar las cosas que necesitaba. Había animales vivos, comida y especias de todas clases, etc. Yo compré té con mucho esfuerzo, porque allí sólo entendían el francés y el árabe.

Calle de ChauenCalle de ChauenCuando terminaron el cambio de rueda nos subimos al coche para llegar cuanto antes a Chauen. A pesar de las prisas, llegamos a la ciudad a primera hora de la tarde. Fuimos directamente a la plaza principal para comer algo. No estábamos mal de tiempo, pero tampoco estábamos sobrados. Sin embargo, esta vez, lo camareros fueron más lentos de la cuenta. Tanto que al final les Calle de ChauenCalle de Chauendijimos que no nos trajeran el té con hierbabuena, porque llevábamos más de media hora esperando. Eran ya alrededor de las cuatro de la tarde, pero no podía salir de allí sin enseñarle la ciudad a mis compañeros. Así que andando rápido dimos una vuelta por la parte alta de la ciudad azul del Rif. Los llevé hasta el nacimiento, que a pesar de estar estropeado para que los turistas lleguen con comodidad y les parezca más bonito, no deja de ser espectacular por el hecho de haber tal cantidad de agua saliendo de la pared.

De camino a CeutaRegresamos al coche y mientras unos fuimos a orinar a un hotel, otros se dispersaron por tiendas, comprando varias cosas. Esto fue lo que hizo que saliéramos de la ciudad después de las seis y media. Entre este lugar y la frontera con Ceuta llevé el coche de la forma más temeraria de todo el viaje. Iba adelantando a todo el mundo, corriendo como un condenado, y a medida que nos acercábamos a la frontera y veíamos coches españoles, aceleraba más para que no me adelantaran. Llegamos a la frontera pasadas las ocho de la tarde, ya de noche. La cola era enorme y no avanzaba. Supuestamente teníamos tiempo de sobra para coger algún barco. Lo malo era que íbamos a llegar a Granada muy tarde.

Muchos marroquíes se ofrecían a mediar con la policía de la frontera para sobornarlos y que nos dejaran pasar rápido. Pedían cinco euros por persona, pero yo me negaba a eso.

Se me ocurrió que seguramente tendríamos que pasar por el calvario de los papeleos interminables con la policía marroquí y no me equivocaba. Recogí los pasaportes de todos y me dirigí a las oficinas, dejando a Mario para que siguiera avanzando con el coche. En la oficina había una cola no muy larga. Sin embargo, la velocidad de los funcionarios era lentísima. Había personas que habían avanzado un paso en una hora y les faltaba un metro y medio para llegar a la ventanilla.

Se empezó a correr el rumor de que el último barco saldría a las once. En ese momento eran las nueve pasadas. La cola seguía sin avanzar y continuaba viniendo más gente para unirse. Había gente que tenía que estar el día siguiente en Zaragoza, cosa que me consolaba. El tiempo pasaba y casi a las once cogieron nuestros pasaportes. Los sellaron tras un rato y por fin nos los dieron. Los trámites no habían terminado y faltaba por registrar el maletero del coche, que al ver que estaba tan lleno de cosas, nos dejaron marchar sin más.

Pasarela del puerto de Ceuta donde dormimosEntre unas cosas y otras, llegamos al puerto de Ceuta a las once y media y nos encontramos con que el último barco se había marchado y estaban cerrando las instalaciones. Ya no había más remedio que pasar la noche en Ceuta. Nos encontramos con un grupo de españoles que también habían perdido el barco y terminamos durmiendo todos juntos en una pasarela del puerto. 

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Sexto día Ceuta-Granada

Dormimos poco porque habíamos estado hablando hasta bien tarde. Recogimos todo, organizamos el coche y nos pusimos en cola para entrar en el primer barco. Embarcamos al poco y por fin cruzamos el Estrecho hasta Algeciras. Al pasar por la aduana del puerto ocurrió algo gracioso: un guardia civil me pidió la documentación de Nohemi y de Elvia y en seguida comprendí lo que pensaba. A esto que les dije a las niñas: ¡Este hombre os ha confundido con marroquíes! El mosqueo de ellas y nuestra carcajada no pudo ser más grande, pero peor fue la vergüenza que pasó el guardia civil, que se puso rojo como un tomate.

Estaba tan avergonzado que ni siquiera nos registró el maletero.

Parada de Cantarriján

Playa de CantarrijánBaño que nos dimos en la playaEn la piedra tomando el solTomamos la autovía y, mucho después, al llegar a Málaga, no nos desviamos hacia Granada, sino que seguimos recto por la costa con dirección a Motril. Al llegar a la provincia de Granada hice una parada para descansar a la altura de Cantarriján. La verdad es que no habíamos probado el mar en todo el viaje. Entonces Gustavo y sobre todo Mario comenzaron a pedirme que bajáramos a la playa para verla. Yo tenía casi más ganas que ellos pero los estuve mareando un poco. Bajamos a la playa y nos dimos un baño que nos sentó estupendamente. Elvia y Nohemi no se bañaron, como es lógico, ya que el agua estaba fresquita.

En la AlmijaraÓrganos de la AllmijaraTodavía no había finalizado el viaje y teníamos oportunidad de ver más cosas bonitas, así que el broche de oro para este viaje inolvidable fue el regreso a Granada por la carretera de la Cabra para contemplar las formas espectaculares de la sierra de la Almijara.

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