Criterios de análisis

de la deficiencia mental

 

La deficiencia mental ha sido abordada desde distintos criterios de análisis que observaremos a continuación:

 

1. Criterio psicométrico y sociométrico

 

El modelo clásico de análisis de la deficiencia mental  ha sido el psicométrico, tanto en el campo de la psicología como en el de la pedagogía.

 

Se basan exclusivamente en el CI (coeficiente intelectual) para establecer los criterios clasificadores y diferenciadores entre deficientes mentales y “normales”.

 

Sin embargo, este criterio tan exclusivista, era insuficiente y restrictivo, por lo que algunos autores introdujeron, sin desdeñar que los problemas de conducta fuesen debidos a déficits de inteligencia, una escala con la que se obtenía un Cociente Social y una Edad Social; pero, poco después, y debido a los avances en las pruebas de inteligencia de Wechsler, se volvió a utilizar el CI como criterio exclusivista.

 

Las críticas a este criterio no fueron pocas y es que, el CI, no pronostica el potencial de aprendizaje del individuo y, ciertamente, no abarca la complejidad de la conducta de los sujetos, ni sus déficits específicos e, igualmente, no recoge los elementos expresivos no verbales. El CI sólo aporta información sobre la ejecución puntual de una prueba. Por todo esto, el problema quedaba abierto a otras alternativas.

 

2. Criterio evolutivo y de la deficiencia específica

 

La escuela de Ginebra viene a aportar el enfoque evolutivo del retraso mental, que se muestra eficaz en su aspecto descriptivo, pero su fragilidad es manifiesta en el orden explicativo de las causas del retraso.

 

Este enfoque considera que el deficiente mental, excepto en los casos extremos, puede alcanzar el umbral evolutivo y actitudinal normal, sólo que más tardíamente que los sujetos de su edad. No considera que ligado con el retraso puede haber presente un déficit y que la disfunción derivada de aquél implicará no sólo acceder tardíamente al nivel evolutivo, sino que no podrá alcanzarlo jamás.

 

Inhelder, defensor de este enfoque, trabajó con 159 sujetos con deficiencia mental, a los que aplicó las tareas piagetianas. Las conclusiones que obtuvo fueron:

 

1.    Los sujetos con retrasos pasan los mismos estadios que los normales.

 

2.    Los individuos que no alcanzan la noción de la conservación del volumen, no pueden alcanzar el estadio de las operaciones formales. Ésta, es la característica, a partir de la cual, podemos clasificar a un sujeto como deficiente.

 

Según lo anterior, la escala de la deficiencia para la teoría desarrollista sería:

 

a)     Deficientes ligeros: Los que adquieren la capacidad de conservación de la sustancia, pero no la del volumen.

 

b)     Deficientes moderados: Los que adquieren la capacidad de conservación de la sustancia, pero no la del peso.

 

c)     Deficientes severos o profundos: Aquellos que ni siquiera acceden a la comprensión de la conservación de la sustancia.

 

Las voces críticas reprocharon a Inhelder, entre otras cosas, que la muestra utilizada era muy heterogénea; que como técnica de recogida de datos utilizó la entrevista clínica, con la carga de subjetivismo que ello conlleva; a lo que añadía las limitaciones de las respuestas de los sujetos en cuestión y, además, el análisis de los datos no respondían a ninguna prueba estandarizada. También, fue criticado el paradigma desarrollista piagetiano, porque imposibilitaba, debido a su concepción vertical de los estadios, su férrea vinculación cronológica, la intervención individualizada, etc.

 

En los años setenta, apareció el modelo del defecto específico y, con él, se abrió un problema metodológico importante, ya que llevó a que la intervención habría de ejercitarse sobre el déficit y potenciar igualmente los elementos indemnes a nivel cognitivo por su contribución compensadora.

 

3. Criterio conductual

 

Este modelo se fundamenta en la teoría conductista, cuya metodología empírica y positivista llega a oponerse de forma drástica a los planteamientos teóricos alternativos, por considerarlos especulativos o al menos inconsistentes, ya que se mostraban extremadamente frágiles a nivel explicativo. En lo referente a la intervención, también censura la ausencia o escasez de técnicas para modificar las conductas retardadas.

 

Los defensores de este modelo, entienden que un niño retrasado es un sujeto con un repertorio de conductas limitado, en comparación con los niños de su misma edad. Al mismo tiempo, señalan que la mejora del rendimiento de un sujeto se obtiene con la intervención en el entorno; esto es, cambiando los estímulos pertinentes.

 

Algunas de las variables que consideran indeseables del entorno son:

 

a)     A nivel biomédico: Las anomalías del sustrato genético. Las prenatales y las perinatales, y los efectos que causen el equipo de respuestas del niño.

 

b)     Patologías biomédicas: En conjunción con prácticas agresivas en la atención infantil, consideran al niño como un enfermo crónico, de manera que trata al niño retrasado con sobreprotección incapacitante.

 

c)     Condiciones socioculturales adversas: Condición económica marginal, limitaciones del entorno físico, ausencia de apoyo de los padres: indiferencia, negatividad, agresividad, etc.

 

El control de las variables anteriores y la sustitución de las mismas en el entorno del sujeto es la base de la intervención configurada para cada individuo.

 

4. Criterio cognitivista

 

Para este modelo el retraso metal se interpreta desde la vertiente del procesamiento de la información. El déficit cognitivo hay que entenderlo como un déficit en alguna de las distintas etapas en las que se desarrolla el procesamiento de la información: percepción, discriminación, elaboración, formación de conceptos, reglas, memoria, etc.

 

5. Criterio biomédico

 

Este modelo es el menos optimista, ya que considera el retraso metal como un síndrome o conjunto de síntomas de diversa procedencia etiológica que tenían, por lo común, inmutable como era el de la irreversibilidad del deterioro cerebral y, por tanto, de la actividad mental. La intervención se traduce, por consiguiente, en la acción de la medicina preventiva.

 

En el campo de la clínica, se han utilizado diferentes clasificaciones, de las que observaremos tres:

 

Ø     CRITERIOS ESTADÍSTICOS: Utiliza el CI como criterio clasificador. Teóricamente el CI de un individuo promedio normal debería ser de 100. El calculo de éste sería:

 

CI = (EM / EC)100

                 

Grado de deficiencia

CI

Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), podemos clasificar a los deficientes mentales:

Profundos

0 – 25

La dependencia del sujeto es prácticamente total. A nivel motor presenta serias dificultades de autocontrol y a nivel comunicativo, el intercambio es extremadamente pobre.

Severos

25 – 50

Autonomía personal muy pobre. Presentan un deterioro psicomotor más o menos apreciable. El nivel comunicativo es mediocre.

Medios

50- 70

El sujeto es socialmente dependiente, con dificultades de dominio y de expresión del lenguaje oral. Mantiene conductas estereotipadas. Como su desarrollo motor es más o menos suficiente, puede realizar algunos trabajos sencillos.

Ligeros

70 – 80

Presenta una alta incidencia de casos, en gran parte vinculados a grupos sociales marginales. Estos sujetos pueden desarrollar habilidades sociales y de comunicación estandarizadas. El grado mínimo de privación motora les posibilita acceder al mundo laboral.

Limites (fronterizos)

80 - 90

Esta denominación tiene una existencia breve, ya que podría confundirse, por ejemplo, con problemas de aprendizaje, etc.

 

Ø     CRITERIOS ETIOLÓGICOS: El profesor Bueno (1990) ha propuesto una clasificación, en la que distingue dos tipos de causas en el retraso mental:

 

a)     Causas predisponentes: Como la edad parental, la consanguinidad, factores socioculturales desfavorables y el factor sexo (+ incidencia en varones).

 

b)     Causas determinantes: Son aquellas que, por sí solas, pueden determinar la existencia del retraso y su grado, como por ejemplo: traumatismos, tumores, agentes tóxicos, etc.

 

          En cuanto a la incidencia y prevalencia los datos son confusos, quizás debido a los criterios seguidos en los estudios. La AAMD (1977) sugiere cuatro criterios para dar una buena cifra de prevalencia:

 

a)     Que el CI sea al menos < 70.

b)     Que el retraso se manifieste en la edad infantil.

c)     Que el diagnóstico permanezca estable.

d)     Que el índice de mortalidad sea equiparable al de la población normal.

 

              Los datos disponibles hablan de una incidencia algo superior en los varones e, igualmente, de un porcentaje considerable de causas no orgánicas y sí derivadas de las esferas ambiental, cultural y familiar.

 

Ø     ETIOLOGÍA DEL RETRASO MENTAL: Desde el punto de vista biomédico, la etiología del retraso mental puede ser de origen genético o no genético.

 

a)     Genético: Las causas más frecuentes son debidas a los factores ligados a genes recesivos, dominantes  o a síndromes debidos a anomalías cromosómicas.

 

b)     No genético: Nos encontramos con tres tipos de afecciones dependiendo del momento en el que se produzcan: Afecciones prenatales: rubéola, drogodependencia, sífilis, radiación, algunos medicamentos, malnutrición, quimioterapia, etc. Afecciones perinatales o neonatales: prematuridad, diabetes, diversas infecciones, encefalitis, placenta previa, etc. Afecciones postnatales: insolaciones, derrames cerebrales, shocks eléctricos, exposición a gases, enfermedades infecciosas, etc.