DESARROLLO A ESCALA HUMANA

Conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones

 

Manfred A. Max-Neef

con colaboraciones de: Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn

 

Indice

Presentación, Joan Martínez Alier

Prólogo a la presente edición, Rubén G. Prieto        

Prefacio

Primera Parte

Desarrollo a Escala Humana

1    Relectura de la crisis latinoamericana: Crisis y perplejidad

Crisis de propuestas y crisis de utopías              

Limitaciones para nuestro desarrollo

Objetivos del Desarrollo a Escala Humana         

2    Desarrollo y necesidades humanas

Reflexiones para una nueva perspectiva              

Fundamentación         

Bases para una sistematización posible             

Notas sobre metodología         

Opciones que definen el desarrollo       

3    Desarrollo y autodependencia

Hacia un desarrollo autodependiente   

Sobre el mundo invisible          

Sobre las micro-organizaciones             

Sobre recursos             

Recapitulación            

4    La problemática no resuelta de la articulación micro-macro

Respuestas pendientes  

El problema de la agregación        

Articulación y direccionalidad del sistema  

Segunda Parte

Algunas reflexiones para seguir pensando

5      Sobre la poda del lenguaje (y otros ejercicios inusuales) para comprender el progreso social

El problema  

Manifestaciones del problema

La búsqueda de respuestas   

Conclusiones              

6    Una manera estúpida de vivir

La idea          

La crisis        

La coacción del lenguaje          

¿Existen soluciones?

El futuro posible          


Presentación

Veamos lo invisible

 

El libro que el lector o lectora tiene en las manos no es el único que Manfred Max-Neef ha publicado, ni es tampoco el más conocido. Es el más nuevo. Antes Max-Neef publicó un par de libros muy famosos en diversos círculos de Europa del Norte y de América del Sur: La Economía Descalza y Real Life Economics (en colaboración con Paúl Ekins). El autor también es conocido por haber sido candidato verde en las elecciones presidenciales chilenas en 1993, alcanzando el 6 por ciento de los votos. En esa contienda, en la derecha estuvo un candidato apellidado Alessandri (representando lo que en otra época de Chile se llamó momios); en el centro e izquierda moderada, un candidato apellidado Frei, que ganó ampliamente las elecciones. Un déjàvu. Hubo también un candidato de la izquierda tradicional no reciclada, sin apellido histórico y de ideas inamovibles. La novedad fue Max-Neef, y su actuación política fue convincente y digna. Hubo también en esas elecciones un intento de confusión (como ocurre en España) a cargo de la secta de los siloístas disfrazados de "humanistas" y "ecologistas", pero su votación no llegó al uno por ciento.

Max-Neef no es sin embargo un político profesional. Es una persona con experiencia en la economía transcendental, precisamente la vinculada al petróleo (¿cómo Schumacher estuvo vinculado al carbón?). A partir del exilio tras el golpe militar de Pinochet en 1973, se ha convertido en uno de los más prestigiosos economistas alternativos y ecológicos. Max-Neef nos hace ver lo que permanece invisible en la economía convencional. Como se sabe, el trabajo doméstico no remunerado proporcionado mayormente por mujeres, esos trabajos de cuidar de las personas, supondrían una parte importante de toda la producción, pero no están contabilizados.

El PIB es el valor de toda la producción de la economía, sin restar las amortizaciones; lo que Max-Neef llama PGB, producto geográfico bruto. Si contáramos esos trabajos invisibles de las mujeres, comprobaríamos que suponen el 20 o el 30 por ciento del PIB. En la contabilidad macroeconómica tampoco se incluyen los servicios ambientales prestados por la naturaleza, es decir, la absorción gratuita de contaminantes, su capacidad de proporcionar agua, energía, elementos y compuestos químicos, riqueza genética. Esas condiciones naturales de la producción permanecen invisibles para los economistas. Sólo si son destruidas, sólo al surgir una percepción social de que la economía ha entrado en colisión con la ecología, sólo entonces algún que otro economista empieza a musitar algo acerca de las "externalidades", los "impuestos pigouvianos", la atribución de "derechos de propiedad" sobre la naturaleza...

También son invisibles para los economistas y para los políticos que les son fieles todos esos otros trabajos de los hombres y las mujeres pobres del mundo que se "buscan la vida". Se confunde el concepto de trabajo con el de empleo asalariado, se olvidan de los campesinos, de las cooperativas informales, de los trabajos voluntarios. Todo lo que no da "valor añadido" crematístico, o que da poco, es casi invisible.

En cambio. Max-Neef y sus colaboradores dicen que debemos quitarnos esos anteojos crematísticos. También, debemos abandonar el ansiado modernización uniformizadora. Debemos pensar en los valores de uso y apreciar la diversidad. Reconforta el ánimo que en estos momentos, en los países ibéricos, haya libros como el de Max-Neef, y, además, una revaloración general de los trabajos de amar y de cuidar.  El éxito de Laura Esquivel con la novela “Como agua para chocolate” y simultáneamente la sorpresa neo-zapatista (desgraciadamente por la vía armada) en favor de las tradiciones indígenas mayas, de sus bosques y cultivos, indican un cambio de tendencia. Mejor Max-Neef, Laura, Esquivel y los neo-zapatistas, que esta dieta de Octavio Paz y Vargas Llosa (un criollo que aprendió el inglés y no sabe quechua) que habitualmente nos llega de ultramar. Max-Neef nos recuerda que la agricultura "moderna" de lowa e Illinois es menos eficiente energéticamente y más destructora de la diversidad biológica que las agriculturas tradicionales del sur de México y de los Andes, arrojadas a un lado en la carrera por la "modernización" y la competitividad. ¿Cuándo se darán cuenta los economistas, y de quienes de ellos se fían, que su medida de la "productividad" es ecológicamente falsa? Ni los servicios de la naturaleza ni los trabajos no asalariados, son valorados por la contabilidad económica.

Y sin embargo, esos servicios de la naturaleza y esos trabajos invisibles, son esenciales para la satisfacción de las necesidades. Esta teoría de Max-Neef presupone una investigación de la noción de "necesidad". Para los economistas neoclásicos, "necesidad" es una palabra improcedente. Ellos hablan de "preferencias reveladas" en los mercados. Contra ese subjetivismo de los economistas, algunos economistas críticos (el propio Georgescu-Roegen ya en los años 1930, antes pues de desarrollar su paradigma de economía ecológica), señalaron que algunas necesidades eran más importantes que otras. Desde otro ángulo, Veblen presentó a principios de siglo una teoría sociológica sobre las necesidades superfinas. Pero los economistas han despreciado a psicólogos y sociólogos. Abraham Maslow (citado por Max-Neef) no aparece en los textos de economía.

Desde el marxismo, la doctrina predominante ha sido que la producción determina las necesidades. El "sistema" nos crea necesidades. Otros, como Marcuse, soñaron en 1968 junto con toda una generación, en la posibilidad de que los humanos tengamos una estructura autodeterminada de necesidades.

La famosa aportación de Max-Neef a una teoría operativa de las necesidades va más allá de esas discusiones. En este libro desarrolla esta teoría con la colaboración de Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn. Hay que distinguir entre necesidades y "satisfactores" de esas necesidades. Las necesidades humanas no son infinitas e inescrutables. Por el contrario, son finitas y las conocemos bien. Eso no supone un reduccionismo biológico o etiológico, ni tampoco la aplicación del enfoque de "necesidades básicas de los pobres" (propio del Banco Mundial y otras organizaciones internacionales a partir de los años 1970). Las necesidades humanas lo son de todos los humanos, de los Mapuche y de los neoyorquinos, son finitas e identifícables, pero los "satisfactores" pueden ser muchos y variados. Los mejores son los sinérgicos, es decir, los que satisfacen varias necesidades a la vez.

Este es pues mi resumen de las páginas más importantes de este libro, una ayuda al lector algo perezoso para animarle a emprender la lectura.

Joan Martínez Alier

Barcelona, 20 de enero de 1994


Prologo a La Presente Edición

«No es sencillo discernir entre lo que conviene conservar

 y lo que hay que destruir»

Alfonso Barceló. Filosofía de la Economía. Barcelona. Ed. Icaria. 1992

 

Nos encontramos en una encrucijada. Y la perplejidad frente a la realidad en que hemos desembocado, luego de décadas de pro­greso y desarrollo, por momentos nos paraliza. Estamos obligados a definir caminos al andar, desde un desafío de alguna manera similar al que, en el origen, enfrentaron los primeros habitantes en sus cavernas, sin ninguna tradición y desde la escasez de lenguajes. Tenemos que volver a dibujar en la penumbra, al abrigo de nuestras pequeñas comunidades, los signos que puedan simbolizar nuestra comprensión de una realidad amenazante y facilitar la creación de alternativas.

Estamos enfrentados al riesgoso momento de la creación. Ineludiblemente debemos interrogar a lo visible o a lo que somos capaces de visualizar, y desde allí hacer visible lo posible, desde sueños que tal vez parezcan imposibles.

Su lectura nos prepara para el advenimiento de una nueva realidad, creada a imagen y semejanza de los mejores deseos de libertad y de justicia. Porque de eso de trata, ya que más que inventar nuevos cuentos o procedimientos tecnológicos, estamos convocados a elaborar un nuevo paradigma que nos rescate de esa convicción de vivir días sin mañana, en que parece hundirse nuestra época.

Este libro inaugura una discusión que no termina con él y al mismo tiempo nos impulsa a la búsqueda de alternativas. Por ello se aproxima más a una obra de arte en un nivel artesanal en las antípodas de los reiterados discursos tecnocráticos. Aquí la eco­nomía que se había insubordinado, poniéndose por encima de los seres humanos y de la naturaleza, convirtiéndolos en meros recursos para un desarrollo omnipotente, es abrazada para retraerla a lo que es su función, y que nunca debió haber abandonado: un pensamiento efectivo que va y viene entre la experiencia y la construcción teórica de los dalos emergentes de la realidad, referidos a los requerimientos reproductivos, a la lógica de la repetición cíclica de los procesos de producción, circulación y consumo. La esfera económica es así concebida como un com­ponente más de la sociedad humana y, por consiguiente, en Íntima conexión con la política y la cultura, con la ecología y la sociología, la psicología y la antropología.

Por oposición hemos sufrido el embate hegemónico, a izquierda y derecha, de una postura tecnocrática, economicista, que nos presenta como «ciencia económica, lo que en realidad es una mezcolanza de proposiciones científicas, recetas técnicas, instrumentos analíticos, idearios políticos y propaganda política» (A. Barceló. Filosofía de la economía, p. 79)

Max-Neef nos propone una comprensión de la estructura y dinámica de aquellos aspectos de las actividades sociales que denominamos «sistema económico» desde la perspectiva de la atención de las necesidades humanas básicas, incluidas dentro del marco social y ecológico.

A diferencia de la teoría económica convencional, cuyo nivel científico queda cuestionado, aquí están presentes el marco ecológico, la estructura institucional, la existencia de grupos sociales y su interconexión en lo económico y político, así como la urdimbre cultural que da sentido desde un imaginario social radical, a la totalidad sistémica en que se inscriben las relaciones de los seres humanos y la de éstos con la naturaleza y la historia.

Superada la algarabía del progreso y el desarrollismo y la también ilusa construcción de un «socialismo» contra la socie­dad, tenemos que reaprender a criticar lo falso e inconsistente, lo meramente instrumental y socialmente injusto, e ir construyendo una negación rigurosa y sustentable. Pero también necesitamos crear un discurso positivo que pueda fundar alternativas reales y convertirse en fuente de propuestas y experiencias cargadas de esperanzas. De esperanzas y no de ilusiones.  Enraizadas en lo que Cornelius Castoriadis destaca como «la capacidad que tienen los colectivos humanos de hacer surgir de manera inmotivada - aunque condicionada - formas, esquemas nuevos que más que organizadores son creados de mundos». (El mundo fragmentado)

El paro estructural, la dualización social y la degradación ambiental son el trasfondo del discurso de la lógica del mercado de la revolución tecnológica y de la ofensiva conservadora y reaccionaria que campea en la economía y la política actuales.

Una creciente producción de «economía crítica» empieza a abrir nuevas perspectivas. Las ideas expuestas en este libro de una u otra manera ya han pasado la prueba de fuego, circulando de mano en mano desde Venezuela a Bolivia, de Chile y Uruguay hasta Brasil. Paraguay o Colombia, pero también confrontadas en Estocolmo. Madrid. Londres y Penang. En ámbitos académi­cos, en organizaciones barriales, en proyectos cooperativos de autoconstrucción, en centros de atención primaria de la salud, en organizaciones de productores rurales, en experiencias comuni­tarias y en grupos de ecología social. La «matriz de necesidades humanas» es ya familiar en muchos espacios de socialidad concretos, fuente de inspiración, que provoca respuestas creativas y que se ha convertido en un instrumento agudo de crítica de la situación vivida.

La oportunidad de esta obra es evidente, ya que lo que caracteriza este período de fin de siglo es, sin duda, el descrei­miento frente a un estilo de desarrollo que se ha revelado ecológicamente predatorio, socialmenle perverso y políticamen­te injusto. La publicación en castellano, paradójicamente antece­dida por versiones en inglés y en alemán, puede dinamizar, en nuestro continente las corrientes presentes en numerosos movi­mientos sociales, que perciben que los magros e injustos resulta­dos económicos, son la contraparte de los deterioros realizados. Y que la lucha manifiesta entre privatización y estatización, aparentemente nueva, juega como ocultamiento y negación de un verdadero y radical planteo que reponga a la sociedad, a través de sus formaciones básicas, en el protagonismo de la gestión polí­tica y económica, por medio de la autoorganización y la autoges­tión.

«La panacea liberal que se ofrece a nuestros pueblos no es capaz de garantizar un desarrollo ecológicamente sustentable socialmente justo y políticamente viable», afirmaban unánimes los representantes de organizaciones ecologistas de todo el con­tinente en el momento de formar el Pacto Acción Ecológica de América Latina y el Caribe, en octubre de 1989. Y más recien­temente otras voces afirman complementariamente y enfilando hacia el futuro que «la creciente inoperancia del Estado para resolver los problemas ecológicos podrá llevara formas inéditas de autogestión comunitaria». (Brailovsky y Foguelman. Momería Verde, p. 375)

Tal vez sea oportuno cerrar esta presentación con una pizca irónica, aportada por el economista Joan Robison, en su «Teoría del desarrollo»: «El estudio de la economía no tiene por objeto la adquisición de un conjunto de respuestas preparadas para los problemas económicos, sino aprender a no dejarse engañar por los economistas», (p.27)

Un última instancia, y como lo señalan sus autores, la pro­puesta aquí planteada no quiere ser un modelo. Nada en ella pretende apuntar a soluciones definitivas, pues «es una opción abierta que sólo se justifica en la medida en que se la asuma y entienda como construcción permanente».

Rubén G. Prieto

Montevideo, 20 de agosto de 1993


Prefacio

Este documento cristaliza un trabajo esencialmente transdisciplinario realizado por un equipo de investigadores de distintos países de América Latina. El trabajo fue preparado a lo largo de un año y medio con la colaboración de profesionales provenientes de Chile, Uru­guay, Bolivia, Colombia, México, Brasil, Canadá y Suecia, dedicados a disciplinas tales como economía, sociología, psiquiatría, filosofía, ciencia política, geografía, antropología, periodismo, ingeniería y derecho. Los participantes constituyeron un grupo estable de re­flexión e investigación colectiva que se reunió, en el curso de los dieciocho meses de trabajo, en tres seminarios – talleres, manteniendo contacto intelectual estrecho y permanente desde el comienzo hasta el término del proyecto. Además del grupo estable, cuya continuidad permitió profundizar la reflexión colectiva en torno a problemáticas específicas del desarrollo, hubo invitados especiales en cada una de las reuniones.

Los principales insumos para este trabajo lo constituyen los relatorios de cada uno de los Seminarios. Talleres y distintos docu­mentos producidos por lo participantes. La redacción final estuvo a cargo del equipo del CEPAUR y apunta más a integrar de manera coherente la diversidad de los aportes que a reflejar la opinión particular de cada uno de los participantes. El documento producido sobre la base de los tres talleres, fue discutido en un seminario de evaluación final, en el centro Dag Hammarskjöld en Uppsala [1]

La propuesta que aquí se contiene constituye un aporte para una filosofía del desarrollo. Pretende por lo tanto, ser un aporte sugerente, susceptible de ahondarse en cualquiera de los múltiples ámbitos que aborda.

El proyecto fue realizado de manera conjunta por el Centro de Alternativas de Desarrollo (CEPAUR) de Chile y por la Fundación Dag Hammarskjold de Suecia. Nació de la necesidad de situar en el contexto latinoamericano (y a la luz de los cambios de escenario ocurridos durante el último decenio) la propuesta contenida en el Informe Dag Hammarskjold de 1975 «Que hacer: Otro Desarrollo». El texto resultante aspira a tener como interlo­cutores a agentes del desarrollo regional, planificadores y políti­cos, grupos de desarrollo local, académicos de diferentes disci­plinas relevantes para el desarrollo, foros internacionales y pro­fesionales e intelectuales dedicados a pensar caminos de humanización para un mundo en crisis.

La propuesta contenida en este trabajo es, pues, un esfuerzo por integrar líneas de reflexión, de investigación y de acción que puedan constituir un aporte sustancial para la construcción de un nuevo paradigma del desarrollo, menos mecanicista y más huma­no.

La primera parte de este libro, fue publicada en 1986 como número especial de la revista Development Dialogue, con él titulo "Desarrollo a Escala Humana": una opción para el futuro"

A esta edición, se ha sumado una nueva sección: «Notas sobre Metodología», así como dos nuevos capítulos que consti­tuyen la Segunda Parte de este libro. De éstos, el primero es una versión ampliada del ensayo «La poda del lenguaje» que fue publicado en 1988 en Development, la revista de la Sociedad para el Desarrollo Internacional. El otro capítulo incorporado, es una versión corregida de la conferencia que el autor dio en el marco de la Conmemoración de Schumacher. Octubre de 1989 en Bristol, Inglaterra.

Estas dos adiciones al libro, representan, aunque no sean productos terminados, al menos, caminos hacia campos nuevos y abiertos de investigación y reflexión. Subrayan el carácter elusivo e interminable de la búsqueda de respuestas finales para la cuestión del mejoramiento humano a través del desarrollo.

El Centro de Alternativas de Desarrollo -CEPAUR- es una organización no gubernamental de espectro internacional, dedi­cada, a través de la investigación de naturaleza transdiciplinaria y proyectos de acción, a una reorientación del desarrollo, a través de la promoción de formas de autodependencia local que satisfagan las necesidades fundamentales de los seres humanos, y de una manera más general, a promover el desarrollo a escala humana.

Las oficinas de CEPAUR están en la Avenida Santa María 349, Apto 42-B, Santiago, Chile, y la dirección postal es CEPAUR, Casilla 27001, Santiago 27, Chile.

Manfred Max-Neef

Director Ejecutivo. CEPAUR.


Primera Parte

Desarrollo a Escala Humana

 

1.   Relectura de la crisis latinoamericana: crisis y perplejidad

Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn

 

Crisis de prepuestas y crisis de utopías

Hoy es casi un lugar común afirmar que América Latina está en crisis. Son muchas las versiones, descripciones e interpretaciones que se han hecho de la crisis, por lo que el diagnóstico de la enfermedad parece estar completo, por lo menos en sus contenidos más profundos y trascendentes. Lo que aún no ha generado consenso es el tratamiento, debido a la complejidad del cuadro que se nos presenta. La perplejidad, resultante de una situación a la que no le reconocemos precedentes similares, nos ha mantenido en una especie de callejón sin salida, que bloquea el paso hacia soluciones imaginativas, novedosas y audaces. Se intuye con claridad que las recetas convencionales y tradicionales, de cualquier trinchera que venga, no funcionarán. Sin embargo, hay una especie de temor paralizante que inhibe el diseño de caminos radicalmente distintos que pudieran eventualmente sacamos del embrollo.

El temor es entendible, porque no es nada fácil renunciar a diseños estratégicos o construcciones teóricas e ideológicas en las que se han cimentado durante largo tiempo no sólo creencias, construcciones y esperanzas, sino incluso pasiones. Pero el he­cho es que la magnitud de la crisis parece trascender nuestra capacidad de asimilarla e internalizarla plenamente. Después de todo, no se trata de una crisis clara. No es sólo económica, ni es sólo social, cultural o política. De alguna manera, es una conver­gencia de todas ellas pero que en su agregación, resulta en una totalidad que es más que la suma de sus partes.

En lo político, la crisis se ve agudizada por la ineficacia de las instituciones políticas representativas frente a la acción de las elites de poder financiero, por la internacionalización creciente de las decisiones políticas y por la falta de control que la ciudadanía tiene sobre las burocracias públicas. Contribuyen también a la configuración de un universo político carente de fundamento ético, la tecnificación del control de la vida social, la carrera armamentista y la falta de una cultura democrática arraigada en las sociedades latinoamericanas. En lo social, la creciente fragmentación de identidades socioculturales, la falta de integración y comunicación entre movimientos sociales, la creciente exclusión social y política y el empobrecimiento de grandes masas, han hecho inmanejables los conflictos en el seno de las sociedades, a la vez que imposibilitan las respuestas constructivas a tales conflictos. En lo económico, el sistema de dominación sufre actualmente cambios profundos, donde inci­den de manera sustancial la mundialización de la economía, el auge del capital financiero con su enorme poder concentrador, la crisis del Estado de Bienestar, la creciente participación del complejo militar en la vida económica de los países, y los múltiples electos de las sucesivas oleadas tecnológicas en los patrones de producción y consumo.

Todo esto sorprende a los países en desarrollo en condiciones de tremenda desventaja y los obliga - con la complicidad de gobernantes y clases dominantes- a enormes sacrificios y costos sociales para «sanear» sus sistemas financieros y pagar los tan mentados servicios de sus deudas con los acreedores del mundo industrializado. Ante este panorama incierto, más desolador que halagador, las respuestas y búsquedas de alternativas al auto­ritarismo, al neoliberalismo, al desarrollismo y al populismo, se empantanan en programas inmediatistas, y en balbuceos reactivos, o se reducen a la reivindicación y recuperación de los «niveles históricos».

Al tratar de identificarla con un nombre, nos hemos inclinado por llamarla la crisis de la utopía, porque su manifestación más grave nos parece el hecho de que estamos perdiendo - si es que no hemos perdido ya- nuestra capacidad de soñar. Nos debati­mos en un agotador insomnio que nos impide la lucidez impres­cindible para enfrentar con vigor e imaginación nuestros proble­mas. Nos hemos convertido, en cambio, en una especie de somnolientos administradores de una crisis a la que intuimos imposible de resolver por nuestros propios medios. Esta somno­lencia en que nos hace desembocar la crisis de la utopía se manifiesta con muchos rostros: el derrotismo, la desmovilización, la abulia, el individualismo exacerbado, el miedo, la angustia y el cinismo.

Los campos en los que en el pasado - con o sin éxito- luchamos por nuestras propias causas, hoy nos aparecen como cubiertos de bruma. Nuestras razones se hacen difusas, y los que aún mantenemos una voluntad de lucha, acabamos, sin darnos cuenta, emprendiendo luchas que nos son ajenas. De allí que nuestro primer y desesperado esfuerzo ha de ser el de encontrar­nos con nosotros mismos y convencemos además, de que el mejor desarrollo al que podremos aspirar - más allá de cualquier indicador convencional que, más que nada, ha servido para acomplejarnos- será el desarrollo de países y culturas capaces de ser coherentes consigo mismas.

La propuesta contenida en este documento no pretende ser la solución final para superar nuestra crisis. Sin embargo, es un camino posible. Es una opción surgida de una larga reflexión colectiva por parte de un grupo de latinoamericanos que, acom­pañados en la jornada por amigos solidarios de Suecia y Canadá, han decidido compartir los resultados de su recuperada capaci­dad de soñar.

Limitaciones para nuestro desarrollo

Si limitamos nuestro análisis a los componentes económicos de la crisis, y observamos su comportamiento histórico a través de las políticas económicas y de desarrollo que se han aplicado en Latinoamérica durante las últimas cuatro décadas, lo primero que detectamos es un claro proceso pendular. Los períodos de expan­sión acaban generando desequilibrios financieros y monetarios, que derivan en respuestas estabilizadoras que, a su vez, acaban generando elevados costos sociales, lo que induce a nuevos impulsos de expansión.

En este juego pendular se confrontan las dos grandes concep­ciones económicas que han dominado el panorama de América Latina: el desarrollismo y el monetarismo neo-liberal. Ambas comparten el no haber logrado lo que originalmente se propusieron, pero cada cual de manera distinta y por rabones distintas. Por otra parte, no todo es negativo en un fracaso, de manera que vale la pena dedicar algunas reflexiones al sello que cada una de estas concepciones ha dejado impreso en la historia económica y socio-política de la región.

Frustraciones del desarrollismo y del monetarismo

El desarrollismo fue una experiencia profundamente movilizadora. Fue generadora de ideas y de corrientes de pensamiento. Es durante el período de su predominio en que surge no sólo CEPAL, que le da su gran impulso, sino el Banco Interamericano de Desarrollo, la ALALC, el Pacto Andino y otras importantes iniciativas regionales tales como la Alianza para el Progreso. En los contextos nacionales aparecen las instituciones de planifica­ción, las corporaciones de fomento de la producción en sus distintas versiones, las políticas que impulsan la industrializa­ción y revierten la composición demográfica de países hasta entonces predominantemente rurales, las reformas bancarias, el mejoramiento de los sistemas estadísticos, la promoción popular y los variados intentos de reformas estructurales. Surgen, ade­más, los primeros argumentos y tesis sólidas que apuntan a la defensa de nuestras exportaciones, afectadas - como logra de­mostrarse - por un deterioro constante de los términos de inter­cambio. Por último, son economistas latinoamericanos adscritos al pensamiento desarrollista quienes aparecen como actores de­terminantes en la creación de la UNCTAD.

Durante las décadas de los años cincuenta y sesenta tienen pleno sentido hablar de un pensamiento cepalino o de una filoso­fía del BID. Existen posiciones que generan debate. Hay una efervescencia creativa indiscutible. Los centros de poder del Norte contraargumentan, pero, por primera vez a la defensiva. Todo ello empieza a diluirse en la década siguiente, y los orga­nismos internacionales latinoamericanos comienzan a perder su identidad original. El monetarismo neo-liberal, que había hecho sus incursiones esporádicas sin lograr imponer su carácter más allá de episodios coyunturales de estabilización, comienza a irrumpir con toda su energía.

El fracaso del desarrollismo no puede, ciertamente, atribuir­se ni a faltado ideas ni a pobreza de creatividad. Por el contrario, sus aportes han sido formidables en cuanto a crear una infraes­tructura económica rica y diversificada. Las razones de su fraca­so se han debido fundamentalmente a su propia incapacidad para controlar los desequilibrios monetarios y financieros, a que la estructura productiva que generó - especialmente la industria - resultó tremendamente concentradora, ya que su enfoque del desarrollo, predominantemente económico, descuidó otros pro­cesos sociales y políticos que comenzaban a emerger con fuerza y gravitación crecientes, especialmente después del triunfo de la revolución cubana.

La historia del neo-liberalismo monetarista es otra y bien distinta. Si el desarrollismo fue generador de pensamiento, el monetarismo ha sido fabricante de recetas; por lo menos el que hemos visto aplicado en nuestros países. En nuestro medio no es posible detectar propiamente un pensamiento, o una filosofía neo-liberales. Ello no se debe, por cierto, a que la mencionada escuela carezca de tales sustentos. Basta leer para ello a los economistas austríacos. El problema radica en que el esquema aquí aplicado ha sido el de un neoliberalismo inculto, dogmático y fuera de contexto.

A diferencia del desarrollismo, el neo-liberalismo monetarista ha fracasado en un período mucho más breve y de manera mucho más estrepitosa. Más aún, se parece a un derrumbe fenicio, que nada deja después de su paso excepto un inmenso vacío. El que hoy en día sólo logre sustentarse, en América Latina, con el apoyo de regímenes dictatoriales o pseudo-democráticos, es prueba suficiente de que la presión generada por los costos sociales sólo puede mantenerse bajo control con la aplicación de medidas represivas.

Suponiendo, empero, que el neo-liberalismo monetarista se hubiese aplicado de manera más acorde con la riqueza de pensa­miento de sus creadores, especialmente austríacos, su fracaso, en el contexto latinoamericano, habría sido igualmente inevitable. Esto es así al menos por tres razones. Primero, porque a pesar de poder impulsar el crecimiento económico, no es generador de desarrollo en el sentido amplio que hoy lo entendemos. Segundo, porque sus supuestos de racionalidad económica son profunda­mente mecanicistas e inadaptables, por lo tanto, a las condiciones de países pobres, donde la miseria no puede erradicarse como consecuencia de la liberalización de un mercado del que los pobres se encuentran, de hecho, marginados. Tercero, porque en mercados restringidos y oligopólicos, donde los grupos de poder económico no se enfrentan a fuerzas capaces de limitar su comportamiento, la actividad económica se orienta con sentido especulativo, lo que deriva en resultados concentradores que son socialmente inaguantables.

Hay que destacar, por último, que ambas concepciones eco­nómicas han compartido algunos elementos, aunque con distinta intensidad. Las dos han pecado de mecanicistas y de provocar resultados económicos concentradores. Para el neo-liberalismo, el crecimiento es un fin en sí mismo y la concentración se acepta como una consecuencia natural. Para el desarrollismo, el creci­miento es una condición económica que conllevará desarrollo. Ambas suponen que la concentración estimula el crecimiento lo cual es demostrable estadísticamente - pero mientras el neo-liberalismo no ve necesidad alguna de limitarla, el desarrollismo que sí le reconoce límites, no logra controlarla. El desenlace de esta historia de cuarenta años nos inserta, finalmente, en la situación de perplejidad en que hoy nos encontramos.

Reacciones ante las frustraciones

Hay diferentes reacciones frente a la situación actual. Están, por ejemplo, los que sostienen que después de todo el naufragio no se ha producido. Argumentan para ello que durante las ultimas dos décadas y media los niveles de ingreso se han más que duplicado, que ha habido una notable expansión del producto y que se han multiplicado las exportaciones. Todo ello es cierto. Sin embargo, están los que exhiben la otra cara de la realidad: el agravamiento de la pobreza en los sectores populares, el hecho de que algo más de un tercio de la población económicamente activa se debate entre el desempleo y el subempleo, el agravamiento de los grandes déficits sociales, especialmente la vivienda, y, por último, una deuda externa que, al margen de consideraciones éticas respecto de lo que tendríamos o no tendríamos que hacer, resulta claramente impagable a menos que agravemos nuestra pobreza y agotemos nuestros recursos hasta límites estruc­tural mente irreversibles.

Hay quienes ven la posibilidad de que, al enmendar ciertos errores, es posible revitalizar esquemas que resultaron atractivos en el pasado. Otros, como es el caso de los autores de este documento, ven un inmenso espacio abierto para diseñar alterna­tivas radicalmente distintas. La segunda posición se sustenta no sólo en la percepción de una experiencia histórica agotada, sino en algunos errores graves que podrían cometerse al aplicar soluciones convencionales para escapar de la crisis.

Al enfrentar el futuro se corre el riesgo de caer en errores de percepción o de equivocarse en la acción. En materia de percep­ción se cometen dos errores graves. El primero es pensar que la crisis económica latinoamericana es atribuible a la crisis externa. El segundo, que se desprende del anterior, es suponer que nuestra depresión es coyuntural. Si bien es cierto que las condiciones externas influyen en economías dependientes y vulnerables como las nuestras, no es menos cierto que una recuperación de la economía capitalista del norte no tendría necesariamente efectos significativos para nuestra propia recuperación. Las razones se desprenden de los errores que pueden cometerse en materia de acciones, y que señalamos a continuación.

Sería totalmente ilusorio sustentar una estrategia de desarrollo futura en la expansión de las exportaciones de productos primarios, por la sencilla razón de que todo indica que el grueso de ellos mantendrá, por diversas razones, condiciones desfavorables en los términos de intercambio, mientras otros comienzan a ser desplazados por sustitutos más eficientes. Del mismo modo, una estrategia sustentada en la diversificación de las exportaciones, entendida ésta como exportación de manufacturas, se es­trellaría inevitablemente contra las políticas proteccionistas de las potencias del norte. Suponer por otra parte, un desarrollo apoyado en las contribuciones externas de capital, queda des­cartado de plano por el gravísimo e irresoluble estado en que nos mantiene el endeudamiento.

De lo dicho se desprende que nuestra situación dista mucho de ser coyuntural. De allí que resulta inevitable, en nuestra opinión, desplegar todos los esfuerzos posibles para diseñar alternativas imaginativas pero viables. Las condiciones de tal -o de tales- alternativas parecen bastante claras. Por una parte, si las dos concepciones económicas que han dominado el escenario latinoamericano no han logrado satisfacer las legítimas carencias de las mayorías latinoamericanas, una nueva concepción ha de orientarse primordialmente hacia la adecuada satisfacción de las necesidades humanas. Por otra parte, si el desarrollo futuro no podrá sustentarse en la expansión de las exportaciones (por las barreras descritas), ni en sustanciales aportes de capital foráneo por las dramáticas limitaciones que impone la deuda externa, la nueva concepción ha de orientarse inevitablemente hacia la generación de una creciente autodependencia. [2]

Objetivos del Desarrollo a Escala Humana

Este trabajo propone, como perspectiva que permita abrir nuevas líneas de acción, un Desarrollo a Escala Humana. Tal desarrollo se concentra y sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales, en la generación de niveles crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado.

Necesidades humanas, autodependencia y articulaciones orgánicas, son los pilares fundamentales que sustentan el Desarro­llo a Escala Humana. Pero para servir su propósito sustentador deben, a su vez, apoyarse sobre una base sólida. Esa base se construye a partir del protagonismo real de las personas, como consecuencia de privilegiar tanto la diversidad como la autono­mía de espacios en que el protagonismo sea realmente posible. Lograr la transformación de la persona-objeto en persona-sujeto del desarrollo es, entre otras cosas, un problema de escalar porque no hay protagonismo posible en sistemas gigantísticos organizados jerárquicamente desde arriba hacia abajo.

El Desarrollo a Escala Humana apunta hacia una necesaria profundización democrática. Al facilitar una práctica democráti­ca más directa y participativa puede contribuir a revertir el rol tradicionalmente semi-paternalista del Estado latinoamericano, en rol estimulador de soluciones creativas que emanen desde abajo hacia arriba y resulten, por lo tanto, más congruentes con las aspiraciones reales de las personas.

Estado y Participación Social en América Latina

Sin pretender realizar un análisis histórico o sociológico sobre los modelos de Estados en la región, parece importante, empero, constatar la incapacidad histórica de tales modelos para la plena promoción de espacios de participación popular.

A los procesos de independencia y constitución de estados nacionales en América Latina siguieron procesos de desarrollo impulsados y controlados por las oligarquías nacionales. Estos se desenvolvieron en el marco de democracias liberales y tuvieron por objetivo el desarrollo capitalista y la integración con los mercados externos. Pero estas democracias excluyeron de la vida política a las masas populares, privándolas de canales de partici­pación social o de presión política.

Este carácter ostensiblemente restringido de los espacios de participación y de los beneficios sociales del desarrollo-capitalista-oligopólico, precipitó la crisis del Estado oligárquico. Una nueva fase en la modalidad estatal fue la de los regímenes populistas-nacionalistas, los que intentaron combinar mayor participación po­pular con la formulación de proyectos nacionales homogéneos que permitieron una modernización más ágil y sólida de la nación. Estos sistemas abrieron canales de representación política - el sufragio universal - y crearon mecanismos de representación sectorial. Como forma de gobierno, el principal aporte del populismo fue el recono­cimiento de grupos sociales hasta entonces excluidos del concierto político. Puesto que el Estado mismo se hizo cargo de este proceso de incorporación de nuevos actores al desarrollo, esto redundó en un considerable aumento de su función reguladora. A la mayor partici­pación política de sectores incorporados a la vida socio-política acompañaron políticas redistributivas piloteadas por el Estado.

Si bien este modelo estatal tuvo la fuerza para legitimarse frente al tradicional Estado oligárquico, el Estado populista necesitó, por su propia precariedad frente a grupos internos de poder económico y a las presiones imperialistas de países ricos, consolidar de manera compulsiva proyectos nacionales homogé­neos. Estos proyectos no fueron capaces de reflejar la hete­rogeneidad de sectores y comunidades que componen la socie­dad civil, de modo que la participación social y el protagonismo popular se vieron socavados por el autoritarismo implícito en el «proyecto único», y por mecanismos burocráticos y paternalistas que reforzaron la verticalidad y la concentración de poder.

La tensión entre proyectos nacionales homogéneos y diver­sidad de actores sociales que claman por mayor protagonismo, se repite en la ola de regímenes progresistas que ocuparon buena parte del escenario político en muchos países de la región. Tales Estados no buscaron legitimación mediante la democracia polí­tica - y esto los diferencia de los populismos constituidos por sufragio universal -, sino a través del respaldo popular obtenido mediante la expansión de conquistas sociales y nacionales, y a través del control sindical de tipo corporativo en muchas de las funciones del Estado.

Los regímenes políticamente autoritarios, y liberales a ultranza en lo económico, han sido los más representativos del último decenio, muy especialmente en el Cono Sur de América Latina. En ellos se combina la concentración del poder político (acom­pañado de represión tísica y psicológica sobre la población civil) con la privación para amplios sectores de los beneficios sociales y económicos que habían conquistado bajo el alero de gobiernos populistas o progresistas. Es en estos regímenes represivos, de corte neoliberal, donde la participación social y el protagonismo popular se han visto mas desvastados.

Pero es precisamente en estos regímenes, y frente a esta crisis aguda, donde las oposiciones democráticas revalorizan la nece­sidad de fundar un orden basado en la articulación de la democra­cia política con la participación social. Es en esta dirección que apunta, también, el presente documento. La alternativa, en las actuales condiciones, gira menos en torno a opciones ideológicas estereotipadas que en la posibilidad de combinar procesos de desconcentración económica, descentralización política, fortale­cimiento de instituciones auténticamente democráticas y autono­mía creciente de los movimientos sociales emergentes.

El desafío va más allá del tipo de Estado y se extiende hacia la capacidad de la propia sociedad civil para movilizarse y adecuar un orden político representativo a los proyectos de los diversos y heterogéneos sujetos sociales. La pregunta candente, no sólo para un Estado democrático sino también para una sociedad y una cultura democrática en la región, no es ya cómo contener la diversidad, sino cómo respetarla y estimularla. Al respecto, un tipo de desarrollo orientado a fortalecer espacios locales, micro-organizaciones y la multiplicidad de matrices culturales dispersas en la sociedad civil, no puede eludir la tarea de consolidar prácticas y mecanismos que comuniquen, sociali­cen y rescaten las diversas identidades colectivas que conforman el cuerpo social.

Estos procesos de protagonismo creciente resultan, pues, decisivos para articular proyectos que expandan la autonomía nacional y que socialicen de manera más equitativa los frutos del desarrollo económico. De allí que sea indispensable zanjar la creciente atomización de movimientos sociales, identidades cul­turales y estrategias comunitarias. Articular estos movimientos, identidades, estrategias y demandas sociales en propuestas glo­bales no es posible mediante la homogeneización que caracterizó a los populismos o nacionalismos. Requiere, por parte del Esta­do, nuevos mecanismos institucionales capaces de conciliar participación con heterogeneidad, formas más activas de representatividad y mayor receptividad en cada una de las ins­tancias públicas.

No es el objetivo del presente documento desarrollar una propuesta en torno al modelo de Estado adecuado para la promo­ción de un Desarrollo a Escala Humana. Nuestro énfasis recae en las exigencias para y desde la propia sociedad civil. Esto no implica en absoluto la minimización de la problemática del Es­tado, sino la voluntad de complementar propuestas políticas para el Estado con la perspectiva de los actores sociales, de la parti­cipación social y de las comunidades y del potencial que en sí mismos puedan contener. Nuestro énfasis en una «democracia social» o bien en una «democracia de la cotidianeidad» no obedece a la despreocupación por la «democracia política», sino a la convicción de que sólo rescatando la dimensión «molecular» de lo social (micro-organizaciones, espacios locales, relaciones a Escala Humana) tiene sentido pensar las vías posibles de un orden político sustentado en una cultura democrática. Compar­timos en este sentido la idea de que, para evitar la atomización y la exclusión, sea en lo político, en lo social o en lo cultural, es imprescindible generar nuevas formas de concebir y practicar la política. El presente documento no pretende describir tales for­mas, sino abrir - siempre abrir - espacios de reflexión y de sensi­bilización que expandan la conciencia crítica ante lo que vivimos y promuevan la sensación de urgencia por nuevos caminos de acción política.

Hábitos y sesgos en los discursos del desarrollo

Más allá de la apretada síntesis de los acápites precedentes, nuestra reflexión compartida nos ha permitido concretar algunas conclusiones que amplían el contexto de la problemática urgente de modificar sustancialmente nuestros conceptos y enfoques de desarrollo.

Vivimos y trabajamos una historia que desconoce la sub-historia que la hace posible. De allí que observamos cotidianamente las graves desarticulaciones que se dan entre las actuaciones de las cúpulas políticas y las aspiraciones e impulsos que se desencadenan en los sectores populares. Buscamos justificación para nuestras acciones en los planteamientos o pensa­mientos que atribuimos a nuestro difunto héroe de turno, sin siquiera percatarnos de la sabiduría del hombre y la mujer que siembran el maíz y que, al compartirlo en la olla común, logran sobrevivir, no por lo que hemos hecho, sino a pesar de lo que no hemos hecho.

Vivimos y trabajamos modelos de sociedad que desconocen la complejidad creciente de la sociedad real en que estamos inmersos. De allí que observamos el quehacer febril y obsesiona­do de los tecnócratas que diseñan soluciones antes de haber identificado el ámbito real de los problemas. La justificación de los modelos la buscamos en los modelos mismos, de manera que cuando las soluciones fracasan, no es por fallas del modelo, sino por trampas que hace la realidad. Esa realidad que se hace presente no se percibe como un desafío que hay que enfrentar, sino como un obstáculo que hay que domesticar imprimiendo aún mayor fuerza en la aplicación reincidente del modelo.

Vivimos y trabajamos la importancia orientadora de nuestros conocimientos formales adquiridos. De allí que observamos en tantos dirigentes un miedo patológico al protagonismo y a la libertad. El pueblo está para ser orientado, aún por aquellos que se dan el lujo de desconocer la orientación del pueblo. Así se diseñan programas para «concientizar», porque por alguna extra­ña razón se supone que el que sufre no sabe por qué sufre, y al que le va mal no sabe qué es lo que lo aqueja.

Vivimos y trabajamos la construcción de un orden, sin en­tender lo que es ordenable ni lo que estamos ordenando. De allí que observamos el culto fetichista por la forma, como manera de ocultar el temor inconciente a las incertidumbres que encierra el fondo. Confundimos así la ley con la justicia y el reglamento con la eficiencia. Identificamos la generosidad con la limosna y la participación con la reivindicación concedida. Utilizamos las palabras sin respetar su contenido y acabamos así construyendo caricaturas en vez de contextos coherentes en los cuales sustentar la construcción de nuestros proyectos de vida individuales y colectivos.

Conscientes de todo lo expuesto, la propuesta que hemos elaborado no es un modelo. Nada en ella pretende exhibir el rango de solución definitiva, porque entendemos que el ser humano y todo su entorno son componentes de un fluir perma­nente que no pudo detenerse con milenarismos ni menos con ocasionalismos.


2.   Desarrollo y necesidades humanas

Manfred Max-Neef, Antonio Elidido y Martín Hopenhayn

 

Reflexiones para una nueva perspectiva

¿Hay algo que aportar a lo que ya se ha dicho?

La bibliografía sobre necesidades humanas a que pueden recurrir los interesados es vasta y. en muchos casos, contiene aportes contundentes. La temática ha trascendido los ámbitos de la filosofía y la psicología, para convertirse en centro de atención de las disciplinas políticas, económicas y sociales en general. Los organismos internacionales preocupados por la promoción del desarrollo han hecho suyo, en estos últimos años, el criterio de que éste debe orientarse preferentemente hacia la satisfacción de las llamadas necesidades básicas. Más aún, en 1975 el Informe Dag Hammarskjold «Qué hacer: Otro desarrollo», colocaba tal propósito como uno de los pilares fundamentales del nuevo tipo de desarrollo que debía desencadenarse urgentemente a fin de superar la desoladora miseria que sufría la mayoría de los habi­tantes del Tercer Mundo.

Hoy es aceptado casi como un lugar común que desarrollo y necesidades humanas son componentes de una ecuación irreductible. Sin embargo, en esta línea de reflexión queda aún mucho por aportar.

En primer lugar, está el hecho de que el nuevo enfoque no puede reducirse a mero arreglo cosmético de un paradigma en crisis. Implica desde la partida, la apertura hacia una nueva manera de contextualizar el desarrollo. Ello significa modificar sustancialmente las visiones dominantes sobre estrategias de desarrollo, en el sentido de entender, por ejemplo, que ningún Nuevo Orden Económico Internacional podrá ser significativo si no está sustentado en la reformulación estructural de una densa red de Nuevos Ordenes Económicos Locales.

Significa, además, reconocer la incompletitud e insuficien­cia de las teorías económicas y sociales que han servido de sustento y orientación a los procesos de desarrollo hasta el presente. Significa tomar conciencia, concretamente, de que en un mundo cada vez más heterogéneo por su creciente e inevitable interdependencia, la aplicación de modelos de desarrollo susten­tados en teorías mecanicistas, acompañados de indicadores agre­gados y homogeneizantes, representa una ruta segura hacia nue­vas y más inquietantes frustraciones.

Un Desarrollo a Escala Humana, orientado en gran medida hacia la satisfacción de las necesidades humanas, exige un nuevo modo de interpretar la realidad. Nos obliga a ver y a evaluar el mundo, las personas y sus procesos, de una manera distinta a la convencional. Del mismo modo, una teoría de las necesidades humanas para el desarrollo, debe entenderse justamente en esos términos: como una teoría para el desarrollo [3]

Tal como una piedra tiene atributos distintos para un geólogo que para un arquitecto, las necesidades humanas adquieren visos distintos en el ámbito de la psicología clínica que en el ámbito del desarrollo. Ello no implica, empero, sugerir la construcción de nuevos reduccionismos. Los ámbitos y los atributos están imbricados en ambos casos. De lo que se trata es de una cuestión de forma y de énfasis: es decir, de enfoque.

El desafío consiste en que políticos, planificadores, promo­tores y. sobre todo, los actores del desarrollo sean capaces de manejar el enfoque de las necesidades humanas, para orientar sus acciones y aspiraciones.

La necesaria transdisciplinariedad

Los aportes que siguen apuntan a ese propósito. Es decir, hacer entendible y operativa una teoría de las necesidades humanas para el desarrollo. El esfuerzo no puede sustentarse, sin embargo, en ninguna disciplina particular, porque la nueva realidad y los nuevos desafíos obligan ineludiblemente a una transdisciplinariedad. [4]

La evidencia central es que las nuevas calamidades sociales se nos revelan, cada día más, ya no como problemas específicos, sino como problemáticas complejas que no pueden seguir atacándose satisfactoriamente mediante la aplicación exclusiva de políticas convencionales, inspiradas por disciplinas reduccionistas.

Tal como la enfermedad de una persona puede traducirse en un problema médico, y esa misma enfermedad transformada en epide­mia trasciende el campo estrictamente médico, del mismo modo nuestro desafío actual no consiste tanto en enfrentar problemas, como en enfrentar la tremenda magnitud de los problemas.

Es la cuestión de la creciente magnitud y complejidad la que determina la transformación de problemas con claros contornos disciplinarios en problemáticas generadoras de difusos entornos transdisciplinarios.

Exclamaba el Marqués de Sade, en medio del terror de la Revolución Francesa: «Ya no existe ninguna hermosa muerte individual». De manera análoga podemos exclamar nosotros, en medio de una realidad actual que nos agobia: «ya no nos queda ningún hermoso problema particular».

Sólo un enfoque transdisciplinario nos permite comprender, por ejemplo, de qué manera la política, la economía y la salud han convergido hacia una encrucijada. Descubrimos, así, casos cada vez más numerosos donde la mala salud es el resultado de la mala política y de la mala economía.

Si las políticas económicas diseñadas por economistas, afectan como, de hecho, lo hacen- a la totalidad de una sociedad, los economistas ya no pueden pretender que su única preocupa­ción son los problemas económicos. Tal pretensión sería poco ética, puesto que implicaría asumir la responsabilidad por la acción, pero no por las consecuencias de la acción.

Nos enfrentamos a situaciones desconcertantes, donde cada vez entendemos menos. De ahí que las cosas están realmente mal, y se volverán peores, a menos que dediquemos mucha más energía e imaginación al diseño de transdisciplinas coherentes y significativas. Vivimos una época de transición trascendental, lo cual significa que los cambios de paradigma no sólo son necesa­rios, sino imprescindibles.

Tres postulados y algunas proposiciones

El desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos

Este es el postulado básico del Desarrollo a Escala Humana.

Aceptar este postulado ya sea por opciones éticas, raciona­les o intuitivas- nos conduce a formularnos la siguiente pregunta fundamental: «¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo es mejor que otro?». Dentro del paradigma tradicional, se tienen indicadores tales como el Producto Bruto Interno (PBI), el cual es, de alguna manera y caricaturizándolo un poco, un indicador del crecimiento cuantitativo de los objetos. Necesitamos ahora un indicador del crecimiento cualitativo de las personas. ¿Cuál podría ser?

Contestamos la pregunta en los siguientes términos: «El mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas». La pregunta siguiente se des­prende de inmediato: «¿Qué determina la calidad de vida de las personas?».

«La calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales». Surge la tercera pregunta: « ¿Cuáles son esas necesidades fundamentales? y/o ¿quién decide cuáles son?». Antes de responder a esta pregunta, deben hacerse algunas disquisiciones.

Necesidades v satisfactores

Se ha creído, tradicionalmente, que las necesidades humanas tienden a ser infinitas: que están constantemente cambiando, que varían de una cultura a otra, y que son diferentes en cada período histórico. Nos parece que tales suposiciones son incorrectas, puesto que son producto de un error conceptual.

El típico error que se comete en la literatura y análisis acerca de las necesidades humanas es que no se explicita la diferencia fundamental entre lo que son propiamente necesidades y lo que son satisfactores de esas necesidades. Es indispensable hacer una distinción entre ambos conceptos como se demostrará más adelante- por motivos tanto epistemológicos como metodo­lógicos.

La persona es un ser de necesidades múltiples e interdependientes. Por ello las necesidades humanas deben entenderse como un sistema en que las mismas se interrelacionan e interactúan. Simultaneidades, complementariedades y compen­saciones (trade-offs) son características de la dinámica del pro­ceso de satisfacción de las necesidades.

Las necesidades humanas pueden desagregarse conforme a múltiples criterios, y las ciencias humanas ofrecen en este senti­do una vasta y variada literatura. En este documento se combinan dos criterios posibles de desagregación: según categorías existenciales y según categorías ortológicas. Esta combinación permite operar con una clasificación que incluye, por una parte, las necesidades de Ser, Tener, Hacer y Estar; y, por la otra, las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto. Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad. [5] Ambas categorías de necesidades pueden combinarse con la ayuda de una matriz. (Ver Bases para una sistematización posibleUna taxonomía de las necesidades humanas).

De la clasificación propuesta se desprende que, por ejemplo, alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades, sino como satisfactores de la necesidad fundamental de subsis­tencia. Del mismo modo, la educación (ya sea formal o informal), el estudio, la investigación, la estimulación precoz y la medita­ción son satisfactores de la necesidad de entendimiento. Los sistemas curativos, la prevención y los esquemas de salud, en general, son satisfactores de la necesidad de protección.

No existe correspondencia biunívoca entre necesidades y satisfactores. Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción de diversas necesidades o, a la inversa, una necesidad puede requerir de diversos satisfactores para ser satis­fecha. Ni siquiera estas relaciones son fijas. Pueden variar según tiempo, lugar y circunstancias.

Valga un ejemplo como ilustración. Cuando una madre le da el pecho a su bebé, a través de ese acto, contribuye a que la criatura reciba satisfacción simultanea para sus necesidades de subsistencia, protección, afecto e identidad. La situación es obviamente distinta si el bebé es alimentado de manera más mecánica.

Habiendo diferenciado los conceptos de necesidad y de satisfactor, es posible formular dos postulados adicionales. Pri­mero: Las necesidades humanas fundamentales son finitas, po­cas y clasificables. Segundo: Las necesidades humanas funda­mentales (como las contenidas en el sistema propuesto) son las mismas en todas las culturas y en todos los periodos históricos. Lo que cambia, a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades. ( Ver “Fundamentación”. )

Cada sistema económico, social y político adopta diferentes estilos para la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. En cada sistema, éstas se satisfacen (o no se satisfacen) a través de la generación (o no generación) de diferen­tes tipos de satisfactores.

Uno de los aspectos que define una cultura es su elección de satisfactores. Las necesidades humanas fundamentales de un individuo que pertenece a una sociedad consumista son las mismas de aquel que pertenece a una sociedad ascética. Lo que cambia es la elección de cantidad y calidad de los satisfactores. y/o las posibilidades de tener acceso a los satisfactores requeri­dos.

Lo que esta culturalmente determinado no son las necesida­des humanas fundamentales, sino los satisfactores de esas nece­sidades. El cambio cultural es entre otras cosas- consecuencia de abandonar satisfactores tradicionales para reemplazarlos por otros nuevos y diferentes.

Cabe agregar que cada necesidad puede satisfacerse a niveles diferentes y con distintas intensidades. Más aún, se satisfacen en tres contextos: a) en relación con uno mismo (Eigenwelt); b) en relación con el grupo social (Mitwelt); y c) en relación con el medio ambiente (Umwelt). La calidad e intensidad tanto de los niveles como de los contextos dependerá de tiempo, lugar y circunstancia.

La pobreza y las pobrezas.

El sistema propuesto permite la reinterpretación del concepto de pobreza. El concepto tradicional es limitado y restringido, puesto que se refiere exclusivamente a la situación de aquellas personas que pueden clasificarse por debajo de un determinado umbral de ingreso. La noción es estrictamente economicista.

Sugerimos no hablar de pobreza, sino de pobrezas. De hecho, cualquier necesidad humana fundamental que no es adecuada­mente satisfecha revela una pobreza humana. La pobreza de subsistencia (debido a alimentación y abrigo insuficientes); de protección (debido a sistemas de salud ineficientes, a la violen­cia, la carrera armamentista, etc.); de afecto (debido al autoritarismo, la opresión, las relaciones de explotación con el medio ambiente natural, etc.): de entendimiento (debido a la deficiente calidad de la educación); de participación (debido a la marginación y discriminación de mujeres, niños y minorías); de identidad (debido a la imposición de valores extraños a culturas locales y regionales, emigración forzada, exilio político, etc.) y así sucesivamente.

Pero las pobrezas no son sólo pobrezas. Son mucho más que eso. Cada pobreza genera patologías, toda vez que rebasa lími­tes críticos de intensidad y duración. Esta es una observación medular que conviene ilustrar.

Economía y patologías

La gran mayoría de los analistas económicos estarían de acuerdo en que el crecimiento generalizado del desempleo, por una parte, y la magnitud del endeudamiento externo del Tercer Mundo, por otra, constituyen dos de los problemas económicos más impor­tantes del mundo actual. Para el caso de algunos países de América Latina habría que agregar el de la hiperinflación.

Desempleo

A pesar de que el desempleo es un problema que, en mayor o menor grado, siempre ha existido en el mundo industrial, todo parece indicar que nos estamos enfrentando a un nuevo tipo de desempleo, que tiende a permanecer y que, por lo tanto, se esté transformando en un componente estructural del sistema econó­mico mundial.

Es sabido que un individuo que sufre una prolongada cesan­tía cae en una especie de «montaña rusa» emocional, la cual comprende, por lo menos, cuatro etapas: a) shock, b) optimismo, c) pesimismo, d) fatalismo- La última etapa representa la transi­ción de la inactividad a la frustración y de allí a un estado final de apatía donde la persona alcanza su más bajo nivel de autoestima.

Es bastante evidente que la cesantía prolongada perturbará totalmente el sistema de necesidades fundamentales de las perso­nas. Debido a los problemas de subsistencia, la persona se sentirá cada vez menos protegida; las crisis familiares y los sentimientos de culpa pueden destruir las relaciones afectivas; la falta de participación dará cabida a sentimientos de aislamiento y marginación y la disminución de la autoestima puede fácilmente provocar crisis de identidad.

La cesantía prolongada produce patologías. Sin embargo, esto no constituye la peor parte del problema. Dadas las actuales circunstancias de crisis económicas generalizadas, es decir, dada la magnitud del problema, no podemos seguir pensando en patologías individuales. Debemos necesariamente reconocer la existencia de patología colectivas de la frustración, para las cuales los tratamientos aplicados han resultado hasta ahora in­eficaces.

Aun cuando son procesos económicos los que generan el desempleo, una vez que éste rebasa magnitudes críticas, tanto en cantidad como en duración, no hay tratamiento económico algu­no que sea capaz de resolver la problemática en que el problema original se ha transformado. Como problemática pertenece a una transdisciplina que aún no se ha comprendido ni organizado. Esto último, en términos de un programa para el futuro, represen­ta el primer desafío. En lo que se refiere a tendencias, estas patologías colectivas aumentarán.

Deuda externa

La deuda externa del Tercer Mundo también será responsable de otro tipo de patologías colectivas. Con el fin de mantener al sistema bancario internacional robusto y sano, una gran cantidad de países y sus poblaciones tendrán que someterse a costa de quedar debilitados y enfermos.

El Presidente del Partido Conservador Británico, John Gummer, señaló, a comienzos de 1985: «Estados Unidos importa los ahorros del resto del mundo y exporta la inflación. Esto constituye un grave problema». Ahora bien, debido a un dólar americano sobrevaluado y a tasas de interés exorbitantes, las naciones deudoras deberán pasar por todas las penurias para poder maximizar sus ingresos por concepto de exportaciones. Este hecho, inevitablemente, se realizará a costa de la depreda­ción irreversible de muchos recursos, del aumento de hambrunas y de un creciente empobrecimiento, no coyuntural, sino estruc­tural. Determinar cuales serán las terribles patologías colectivas que irán surgiendo en los países pobres, como consecuencia de esta aberrante situación, es el segundo desafío.

Hiperinflación

La experiencia latinoamericana demuestra que la hiperinflación también trasciende la esfera económica y condiciona el conjunto de la vida social. Durante los últimos años, países como Brasil, Argentina, Bolivia y Perú han sido psicosocialmente devastados por una moneda en la que sus usuarios confían cada vez menos. Más allá de las consecuencias económicas de devaluaciones diarias (especulación financiera, disminución crónica de inver­siones productivas, deterioro sistemático de salarios reales) la inflación sostenida, a tasas anuales de tres y hasta cuatro dígitos, erosiona la confianza de un pueblo, crea falsas expectativas que luego frustra violentamente, y despierta una profunda incertidumbre respecto del futuro. El temor por la «salud» de la moneda irradia sentimientos colectivos de creciente pesimismo respecto del país, del Estado y del futuro de cada persona. El agudo deterioro de la confianza conlleva inseguridad y escepticismo generalizados, fenómenos difíciles de revertir, y con los cuales es aún más difícil construir alternativas capaces de superar esa misma crisis inflacionaria.

La problemática de la hiperinflación no sólo tiene componentes económicos, sino psicológicos y sociales además. El nuevo concepto de inflación inercial reconoce precisamente que, en parte, la inflación es consecuencia de la propia inflación. Es decir, las expectativas inflacionarias determinan que el compor­tamiento de las personas sea tal, que acaba imprimiendo aún más aceleración a la espiral inflacionaria, lo que es un ejemplo claro de profecía autocumplida. De ahí que la única manera eficaz de atacar esta problemática sea a través de una coherente estrategia transdisciplinaria.

Hemos aportado sólo tres ejemplos. Sin embargo, son mu­chos más los procesos económicos que, concebidos y diseñados en forma tecnocrática y con visión reduccionista, generan pato­logías colectivas. Los economistas, especialmente los ubicados en posiciones de influencia, deberían hacer su propio esfuerzo de honesta autocrítica para descubrirlos y reconocerlos. Ello impli­ca, por cierto, asumir como principio algo que pareciera olvidar­se con demasiada frecuencia: que la economía esto para servir a las personas, y no las personas para servir a la economía.

Política y patologías

Las persecuciones, producto de intolerancias políticas, religiosas y de otros tipos, son tan antiguas como la humanidad. Sin embargo, nuestro «logro» más novedoso es la tendencia de los principales liderazgos políticos actuales, de orientar sus acciones a generalizaciones tan increíblemente esquizofrénicas acerca del «enemigo» que nos están conduciendo directamente hacia el homicidio; es decir, hacia la posible matanza de todos nosotros.

El miedo

Dicha esquizofrenia política no se encuentra sólo a nivel de confrontaciones globales entre los grandes poderes: también se dan casos similares en muchos niveles nacionales. Todos son responsables de la generación de diversas patologías colectivas del miedo.

Sugerimos aquí, en calidad de ejemplo, cuatro tipos de patologías colectivas del miedo, de acuerdo a su origen: a) por confusión semántica originada en manipulaciones ideológicas; b) por violencia; c) por aislamiento, exilio y marginación; y d) por frustración de proyectos de vida. Seguramente hay otros, pero éstos parecen suficientes a modo de ejemplo.

Los eufemismos

Los discursos del poder están llenos de eufemismos. Las palabras ya no se ajustan a los hechos. A lo que deberíamos llamar aniquiladores, lo llamamos armas nucleares, como si se tratara simplemente de versiones más poderosas de las armas conven­cionales. Llamamos «mundo libre» a un mundo lleno de ejem­plos de las más obscenas inequidades y violaciones de los dere­chos humanos. En nombre del pueblo se instituyen sistemas donde el pueblo simplemente debe acatar, de manera obediente, los dictámenes de un Estado Todopoderoso. Marchas pacíficas de protesta son severamente castigadas y los que en ellas parti­cipan son detenidos y condenados por «atentar contra el orden público y subvertirlo». Sin embargo, y al mismo tiempo, las variadas formas de terrorismo de Estado se aplican en nombre de las leyes y el orden. Podrían llenarse muchas páginas con ejemplos. El caso es que las personas dejan de comprender y, por lo tanto, se transforman en cínicas, o bien en masas perplejas, alienadas e impotentes frente a la realidad.

Violencia, marginación y exilio

La violencia perturba directamente la necesidad de protección y, de este modo, da paso a una profunda ansiedad. Por otra parte, el aislamiento, la marginación y el exilio político destruyen la identidad de las personas y causan rupturas familiares con des­trucción de afectos, y generan sentimientos de culpa, a menudo acompañados de fantasías o intentos reales de autoaniquilación. Además, la frustración de los proyectos de vida debida a una intolerancia política aniquiladora de la libertad, destruye la capa­cidad creativa de las personas, lo cual conduce lentamente, a partir de un profundo resentimiento, a la apatía y pérdida de la autoestima.

Nuestro tercer desafío consiste en reconocer y evaluar las patologías colectivas que los diversos sistemas socio-políticos son capaces de provocar cada uno a su manera y con su propia intensidad- como resultado del bloqueo sistemático de necesi­dades tales como entendimiento, protección, identidad, afecto, creatividad y libertad.

Resumen

Lo que se ha sugerido en esta reflexión es que:

a)   cualquier necesidad humana fundamental no satisfecha de manera adecuada produce una patología:

b)   hasta el momento, se han desarrollado tratamientos para combatir patologías individuales o de pequeños grupos;

c)   hoy en día, nos vemos enfrentados a una cantidad de patologías colectivas que aumentan de manera alarmante, para las cuales los tratamientos aplicados han resultado ineficaces;

d)   para una mejor comprensión de estas patologías colectivas es preciso establecer las necesarias transdisciplinariedades.

La posibilidad de desarrollar diálogos fecundos entre disci­plinas pertinentes para la adecuada interpretación de problemáticas como las mencionadas constituye el cuarto desafío.

Nuevas patologías colectivas se originarán en el corto y largo plazo si continuamos con enfoques tradicionales y ortodoxos. No tiene sentido sanar a un individuo para luego devolverlo a un ambiente enfermo.

Cada disciplina, en la medida en que se ha hecho más reduccionista y tecnocrática, ha creado su propio ámbito de deshumanización. Volver a humanizamos desde dentro de cada disciplina, es el gran desafío final. En otras palabras, sólo la voluntad de apertura intelectual puede ser el cimiento fecundo para cualquier diálogo o esfuerzo transdisciplinario que tenga sentido y que apunte a la solución de las problemáticas reales que afectan a nuestro mundo actual.

La humanización y la transdisciplinariedad responsables son nuestra respuesta a las problemáticas y son, quizás, nuestra única defensa. Si no asumimos el desafío, nadie será inocente. Todos seremos cómplices de generar sociedades enfermas. Y no hay que olvidar aquello que América Latina ha aprendido a costa de mucho dolor; que ... si «en el país de los ciegos el tuerto es rey»; en «las sociedades enfermas son los necrófilos los que detentan el poder».

Sugerencias

Una línea de investigación fecunda en relación a las tendencias animadas por las estructuras existentes es el estudio de proble­máticos a fin de estimular enfoques y perspectivas transdisciplinarias. La creciente complejidad de nuestras sociedades requiere de aproximaciones más amplias que las meramente disciplinarias. De ello derivan exigencias metodológicas y epistemológicas que será necesario identificar y responder.

Por último, es imprescindible iniciar el reconocimiento de la magnitud y características de las patologías colectivas propias de la actual crisis, y diferenciarlas conforme a cómo se expresan en los distintos órdenes socioeconómicos y políticos que enfrentan dicha crisis. Deberá también trabajarse en el diseño de indicado­res capaces de expresar la evolución y profundidad de patologías colectivas que surgen de fenómenos tales como el desempleo, la hiperinflación, la marginalidad en sus distintas manifestaciones y la represión. Será necesario asimismo introducir en los ámbitos académicos y políticos una reflexión más sistemática sobre las patologías colectivas, en el entendimiento de que desbordan los límites de las disciplinas individuales.

Fundamentación

Necesidades humanas: carencia y potencialidad

Una política de desarrollo orientada hacia la satisfacción de las necesidades humanas, entendidas en el sentido amplio que aquí les hemos dado, trasciende la racionalidad económica conven­cional porque compromete al ser humano en su totalidad. Las relaciones que se establecen y que pueden establecerse- entre necesidades y sus satisfactores- hacen posible construir una filosofía y una política de desarrollo auténticamente humanista.

Las necesidades revelan de la manera más apremiante el ser de las personas, ya que aquél se hace palpable a través de éstas en su doble condición existencial: como carencia y como poten­cialidad. Comprendidas en un amplio sentido, y no limitadas a la mera subsistencia, las necesidades patentizan la tensión constan­te entre carencia y potencia tan propia de los seres humanos.

Concebir las necesidades tan solo como carencia implica restringir su espectro a lo puramente fisiológico, que es precisa­mente el ámbito en que una necesidad asume con mayor fuerza y claridad la sensación de «falta de algo». Sin embargo, en la medida en que las necesidades comprometen, motivan y movilizan a las personas, son también potencialidad y, más aún, pueden llegar a ser recursos. La necesidad de participar es potencial de participación, tal como la necesidad de afecto es potencial de afecto.

Acceder al ser humano a través de las necesidades permite tender el puente entre una antropología filosófica y una opción política y de políticas; tal parecía ser la voluntad que animó los esfuerzos intelectuales tanto de Karl Marx como de Abraham Maslow. Comprender las necesidades como carencia y potencia, y comprender al ser humano en función de ellas así entendidas, previene contra toda reducción del ser humano a la categoría de existencia cerrada.

Así entendidas, las necesidades como carencia y potencia, resulta impropio hablar de necesidades que se «satisfacen» o que se «colman». En cuanto revelan un proceso dialéctico, constitu­yen un movimiento incesante. De allí que quizás sea más apro­piado hablar de vivir y realizar las necesidades, y de vivirlas y realizarlas de manera continua y renovada.

Necesidades humanas y sociedad

Si queremos definir o evaluar un medio en función de las nece­sidades humanas, no basta con comprender cuáles son las posi­bilidades que el medio pone a disposición de los grupos o de las personas para realizar sus necesidades. Es preciso examinar en qué medida el medio reprime, tolera o estimula que las posibili­dades disponibles o dominantes sean recreadas y ensanchadas por los propios individuos o grupos que lo componen.

Satisfactores y bienes económicos

Son los satisfactores los que definen la modalidad dominante que una cultura o una sociedad imprimen a las necesidades. Los satisfactores no son los bienes económicos disponibles sino que están referidos a todo aquello que, por representar formas de ser, tener, hacer y estar, contribuye a la realización de necesidades humanas. Pueden incluir, entre otras, formas de organización, estructuras políticas, prácticas sociales, condicio­nes subjetivas, valores y normas, espacios, contextos, comporta­mientos y actitudes, todas en una tensión permanente entre consolidación y cambio.

La alimentación es un satisfactor, como también puede serlo una estructura familiar (de la necesidad de protección, por ejem­plo) o un orden político (de la necesidad de participación, por ejemplo). Un mismo satisfactor puede realizar distintas necesi­dades en culturas distintas, o vivirse de manera divergente por las mismas necesidades en contextos diferentes.

El que un satisfactor pueda tener efectos distintos en diversos contextos depende no sólo del propio contexto, sino también en buena parte de los bienes que el medio genera, de cómo los genera y de cómo organiza el consumo de los mismos. Entendidos como objetos y artefactos que permiten incrementar o mermar la eficiencia de un satisfactor, los bienes se han convertido en elementos determinantes dentro de la civilización industrial. La forma como se ha organizado la producción y apropiación de bienes económicos a lo largo del capitalismo industrial ha con­dicionado de manera abrumadora el tipo de satisfactores domi­nantes.

Mientras un satisfactor es en sentido último el modo por el cual se expresa una necesidad, los bienes son en sentido estricto el medio por el cual el sujeto potencia los satisfactores para vivir sus necesi­dades. Cuando la forma de producción y consumo de bienes conduce a erigir los bienes en fines en sí mismos, entonces la presunta satisfacción de una necesidad empaña las potencialidades de vivirla en toda su amplitud. Queda, allí, abonado el terreno para la confir­mación de una sociedad alienada que se embarca en una carrera productivista sin sentido. La vida se pone, entonces, al servicio de los artefactos en vez de los artefactos al servicio de la vida. La pregunta por la calidad de vida queda recubierta por la obsesión de incrementar la productividad de los medios.

La construcción de una economía humanista exige, en este marco, un importante desafío teórico, a saber: entender y desen­trañar la dialéctica entre necesidades, satisfactores y bienes económicos. Esto, a fin de pensar formas de organización econó­mica en que los bienes potencien satisfactores para vivir las necesidades de manera coherente, sana y plena.

La situación obliga a repensar el contexto social de las necesi­dades humanas de una manera radicalmente distinta de como ha sido habitualmente pensado por planificadores sociales y por diseñadores de políticas de desarrollo. Ya no se trata de relacionar necesidades solamente con bienes y servicios que presuntamente las satisfacen, sino <Je relacionarlas además con prácticas sociales, formas de organización, modelos políticos y valores que repercuten sobre las formas en que se expresan las necesidades.

Para una teoría crítica de la sociedad no basta especificar cuáles son los satisfactores y bienes económicos dominantes al interior de ella, sino presentarlos además como productos histó­ricamente constituidos y, por lo tanto, susceptibles de ser modi­ficados. Por consiguiente, es necesario rastrear el proceso de creación, mediación y condicionamiento entre necesidades, sa­tisfactores y bienes económicos.

La reivindicación de lo subjetivo

Suponer una relación directa entre necesidades y bienes econó­micos permite la construcción de una disciplina objetiva, tal como la economía tradicional supone serlo. Es decir, de una disciplina mecanicista en que el supuesto central es el de que las necesidades se manifiestan a través de la demanda que, a su vez, está determinada por las preferencias individuales en relación a los bienes producidos. El incluir los satisfactores como parte del proceso económico implica reivindicar lo subjetivo más allá de las puras preferencias respecto de objetos y artefactos.

Podemos comprender cómo se viven las necesidades en nosotros mismos y en nuestro medio: grupo familiar, comunita­rio o social, sistema económico, modelo socio-político, estrate­gias de vida, cultura o nación. Podemos tratar de entender cómo se relacionan en nuestro medio los satisfactores y bienes econó­micos dominantes con las formas de sentir, expresar, y actuar nuestras necesidades. Podemos detectar cómo los satisfactores y bienes disponibles o dominantes limitan, condicionan, desvir­túan o, por el contrario, estimulan nuestras posibilidades de vivir las necesidades humanas. Podemos, sobre esa base, pensar las formas viables de recrear y reorganizar los satisfactores y bienes de manera que enriquezcan nuestras posibilidades de realizar las necesidades y reduzcan nuestras posibilidades de frustrarlas.

Las formas en que vivimos nuestras necesidades son, en último termino, subjetivas. Parecería, entonces, que todo juicio universalizador podría pecar de arbitrario. Tal obje­ción bien podría surgir desde la trinchera del positivismo. La identificación que el positivismo hace de lo subjetivo con lo particular, si bien pone de manifiesto el fracaso histórico del idealismo absoluto, constituye para las ciencias sociales una espada de Damocles. Cuando el objeto de estudio es la relación entre seres humanos y sociedad, la universalidad de lo subjetivo no se puede soslayar.

El carácter social de la subjetividad es uno de los ejes de la reflexión sobre el ser humano concreto. No existe imposibilidad de juzgar sobre lo subjetivo. Lo que existe, más bien, es miedo a las consecuencias que pueda tener tal discurso. Un caso claro lo encontramos en la teoría económica, desde los neoclásicos hasta los monetaristas, donde para no hablar de necesidades se acuña la noción de preferencias. Tras esta opción se revela el marcado recelo hacia lo universal-subjetivo y a las consecuencias de asumirlo, sobre todo si se trata de defender una economía de libre mercado.

Las preferencias se definen en el ámbito de lo subjetivo-particular, son competencia de cada persona, y no amenazan, por lo tanto los supuestos de la racionalidad del mercado. Hablar, en cambio, de necesidades humanas funda­mentales obliga a situarse desde la partida en el plano de lo subjetivo-universal, lo cual torna estéril cualquier enfoque mecanicista.

La forma en que se expresan las necesidades a través de los satisfactores varía a lo largo de la historia, de acuerdo a culturas, referentes sociales, estrategias de vida, condiciones económicas, relaciones con el medio ambiente. Estas formas de expresión tocan tanto lo subjetivo como lo objetivo, pero están permeadas por la situación histórica del vivir de las personas. De ahí que los satisfactores son lo histórico de las necesidades y los bienes económicos su materialización.

Necesidades humanas: tiempo y ritmos

Por carecer de la necesaria evidencia empírica, no podemos afirmar a ciencia cierta que las necesidades humanas fundamentales son permanentes. Sin embargo, nada nos impide hablar de su carácter social-universal, en tanto necesidades cuya realización resulta de­seable a cualquiera, y cuya inhibición, también para cualquiera, ha de resultar indeseable. Al reflexionar en tomo a las nueve necesida­des fundamentales propuestas en nuestro sistema, el sentido común, acompañando de algún conocimiento antropológico, nos indica que seguramente las necesidades de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio y creación estuvieron presentes desde los orígenes del «Homo habilis» y, sin duda, desde la aparición del «Homo sapiens».

Probablemente en un estadio evolutivo posterior surgió la nece­sidad de identidad y, mucho más tarde, la necesidad de libertad. Del mismo modo es probable que en el futuro la necesidad de trascen­dencia, que no incluimos en nuestro sistema por no considerarla todavía tan universal, llegue a serlo tanto como las otras.

Parece legítimo, entonces, suponer que las necesidades hu­manas cambian con la aceleración que corresponde a la evolu­ción de la especie humana. Es decir, a un ritmo sumamente lento. Por estar imbricadas a la evolución de la especie, son también universales. Tienen una trayectoria única.

Los satisfactores tienen una doble trayectoria. Por una parte se modifican al ritmo de la historia y, por otra, se diversifican de acuerdo a las culturas y las circunstancias, es decir, de acuerdo al ritmo de las distintas historias.

Los bienes económicos (artefactos, tecnologías) tienen una triple trayectoria. Se modifican a ritmos coyunturales, por una parte, y, por la otra, se diversifican de acuerdo a las culturas: y dentro de éstas, se diversifican de acuerdo a los diversos estratos sociales.

Podríamos decir, quizás, que las necesidades humanas fun­damentales son atributos esenciales que se relacionan con la evolución, los satisfactores son formas de ser, tener, hacer y estar que se relacionan con estructuras: y los bienes económicos son objetos que se relacionan con coyunturas.

Los cambios evolutivos, los cambios estructurales y los cambios coyunturales ocurren con velocidades y ritmos distin­tos. La tendencia de la historia coloca al ser humano en un ámbito crecientemente arrítmico y asincrónico en que los procesos esca­pan cada vez más a su control. Esta situación ha llegado actual­mente a niveles extremos.

Es tal la velocidad de producción y diversificación de los ar­tefactos, que las personas aumentan su dependencia y crece su alienación a tal punto, que es cada vez más frecuente encontrar bienes económicos (artefactos) que ya no potencian la satisfac­ción de necesidad alguna, sino que se transforman en fines en sí mismos.

En algunos de los sectores marginados por la crisis, y en grupos contestatarios a los estilos de desarrollo dominantes, es que se generan procesos contra hegemónicos en que satisfactores y bienes económicos vuelven a subordinarse a la actualización de las necesidades humanas. Es en esos sectores donde podemos encontrar ejemplos de comportamientos sinérgicos que, de algu­na manera, aportan un germen de posible respuesta a la crisis que nos apabulla. Esos procesos, dignos de estudiarse y entenderse, se analizan en la tercera parte de este documento.

Bases para una sistematización posible

Una taxonomía de las necesidades humanas

Tal como ya quedo dicho, lo que precisamos es una teoría de las necesidades para el desarrollo. Eso nos plantea la exigencia de construir una taxonomía de necesidades humanas que nos sirva como instrumento de política y de acción.

Sin duda existen muchas maneras de clasificar necesidades, y todas ellas dependen de los propósitos que con la clasificación se persigan. De allí que toda taxonomía deba considerarse como provisoria, abierta y sujeta a cambios en la medida en que surjan nuevas razones o evidencias para hacerlos. Para los propósitos del desarrollo, una taxonomía pluridimensional que distinga claramente entre necesidades y satisfactores es una herramienta útil y factible. Lamentablemente, en la formulación de dicha taxonomía nunca podremos estar al resguardo de la objeción de arbitrariedad. Pero considerando que el esfuerzo es, de todas maneras, imprescindible, podemos reducir el riesgo sí respeta­mos los siguientes requisitos:

a)   La taxonomía debe ser comprensible: las necesidades enumeradas deben ser fácilmente reconocibles e identificadas como propias.

b)   La taxonomía debe combinar amplitud con especificidad: debe llegarse a un número reducido de necesidades claramente enunciables (una palabra para cada necesidad), pero capaces de crear en su conjunto un universo suficientemente amplio para que cualquier necesidad fundamental vivida pueda remitirse a él.

c)   La taxonomía debe ser operativa: para todo satisfactor existente o pensable, una o más de las necesidades enunciadas ha de aparecer como necesidad objetivo del satisfactor. Lo que debe pretenderse es que la taxonomía haga posible el análisis de la relación entre necesidades y formas en que ellas se satisfacen.

d)   La taxonomía debe ser potencialmente crítica: no basta que la taxonomía remita satisfactores a necesidades. Es preciso también poder determinar las necesidades para las cuales no existen satisfactores deseables o satisfactores que destruyen o inhiben la realización de necesidades.

e)   La taxonomía debe ser potencialmente propositiva: en la medida en que sea crítica y capaz de detectar insuficiencias en la relación entre satisfactores disponibles y necesidades vividas, la taxonomía debe servir de resorte para pensar un orden alternativo capaz de generar y fomentar satisfactores para las necesidades de todas las personas y de todo la persona- y sustituir satisfactores excluyentes, que sacrifican unas necesidades, por otros, más comprehensivos, que combinen la satisfacción de varias necesi­dades.

La taxonomía propuesta representa una opción. Está referida al desarrollo y la consideramos operacional para el desarrollo. Además satisface los requisitos enunciados. Sin embargo, aún así debe considerarse como propuesta abierta, susceptible de ser perfeccionada.

Necesidades, satisfactores y bienes económicos

En el contexto de nuestra propuesta ha de entenderse, como ya quedó dicho, que las necesidades no sólo son carencias sino también, y simultáneamente, potencialidades humanas indivi­duales y colectivas.

Los satisfactores, por otra parte, son formas de ser, tener, hacer y estar, de carácter individual y colectivo, conducentes a la actualización de necesidades.

Bienes económicos, por último, son objetos y artefactos que permiten afectar la eficiencia de un satisfactor, alterando así el umbral de actualización de una necesidad, ya sea en sentido positivo o negativo.

Una matriz de necesidades y satisfactores

La interrelación entre necesidades, satisfactores y bienes econó­micos es permanente y dinámica. Entre ellos se desencadena una dialéctica histórica. Si, por una parte, los bienes económicos tienen la capacidad de afectar la eficiencia de los satisfactores, éstos, por otra parte, serán determinantes en la generación y creación de aquéllos. A través de esta causación recíproca se convierten, a la vez, en parte y en definición de una cultura, y en determinantes de los estilos de desarrollo.

Los satisfactores pueden ordenarse y desglosarse dentro de los cruces de una matriz que, por un lado, clasifica las necesida­des según las categorías existenciales de ser, tener, hacer y estar y, por el otro, las clasifica según categorías axiológicas de subsis­tencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. (Ver Cuadro 1)

La matriz que se presenta en el Cuadro I no es de ninguna manera normativa. Es sólo un ejemplo de tipos de satisfactores posibles. De hecho, cada persona o cada grupo puede construir y llenar la suya según sea su cultura, su tiempo, su lugar o sus circunstancias, o bien según sus limitaciones o sus aspiraciones.

De la observación de los distintos casilleros de la matriz que contienen propuestas de satisfactores posibles, se desprende que muchos de los satisfactores indicados pueden dar origen a diver­sos bienes económicos. Si se escoge, por ejemplo, el casillero 15 que indica formas del hacer para satisfacer la necesidad de en­tendimiento, se encuentran satisfactores como investigar, estu­diar, experimentar, educar, analizar, meditar e interpretar. Ellos dan origen a bienes económicos, según sea la cultura y sus recursos, tales como libros, instrumentos de laboratorio, herra­mientas, computadoras y otros artefactos. La función de estos es, ciertamente, la de potenciar el hacer del entendimiento.

Ejemplos de satisfactores y sus atributos

La matriz que se propone es sólo un ejemplo que no agota los tipos de satisfactores posibles. De hecho, los satisfactores pue­den tener diversas características que abarcan un amplio abanico de posibilidades. Proponemos distinguir para fines analíticos al menos cinco tipos, a saber: a) violadores o destructores, b) Pseudo-satisfactores, c) satisfactores inhibidores, d) satisfacto­res singulares, y e) satisfactores sinérgicos. (Ver Cuadros 2 al 6)

Cuadro 1 Matriz de necesidades y satisfactores [6]

Necesidades según

categorías existenciales

____________________

Necesidades según

 categorías axiológicas

Ser

Tener

Hacer

Estar

Subsistencia

1/

Salud física, salud mental, equilibrio, solidaridad, humor, adaptabilidad.

2/

Alimentación, abrigo, trabajo

3/

Alimentar, procrear, descansar, trabajar

4/

Entorno vital, entorno social

Protección

5/

Cuidado, adaptabilidad, autonomía, equilibrio, solidaridad

6/

Sistemas de seguros, ahorro, seguridad social, sistemas de salud, legislaciones, derechos, familia, trabajo.

7/

Cooperar, prevenir, planificar, cuidar, curar, defender

8/

Contorno vital, contorno social, morada

Afecto

9/

Autoestima, solidaridad, respeto, tolerancia, generosidad, receptividad, pasión, voluntad, sensualidad, humor

10/

Amistades, parejas, familia, animales domésticos, plantas, jardines.

11/

Hacer el amor, acariciar, expresar emociones, compartir, cuidar, cultivar, apreciar.

12/

Privacidad, intimidad, hogar, espacios de encuentro.

Entendimiento

13/

Conciencia crítica, receptividad, curiosidad, asombro, disciplina, intuición, racionalidad.

14/

Literatura, maestros, método, políticas educacionales, políticas comunicacionales

15/

Investigar, estudiar, experimentar, educar, analizar, meditar, interpretar

16/

Ambitos de interacción formativa, escuelas, universidades, academias, agrupaciones, comunidades, familia

Participación

17/

Adaptabilidad, receptividad, solidaridad, disposición, convicción, entrega, respeto, pasión, humor

18/

Derechos, responsabilidades, obligaciones, atribuciones, trabajo.

19/

Afiliarse, cooperar, proponer, compartir, discrepar, acatar, dialogar, acortar, opinar

20/

Ambitos de interacción participativa, cooperativas, asociaciones, iglesias, comunidades, vecindarios, familia

Ocio

21/

Curiosidad, receptividad, imaginación, despreocupación, humor, tranquilidad, sensualidad

22/

Juegos, espectáculos, fiestas, calma

23/

Divagar, abstraerse, soñar, añorar, fantasear, evocar, relajarse, divertirse, jugar

24/

Privacidad, intimidad, espacios de encuentro, tiempo libre, ambientes, paisajes

Creación

25/

Pasión, voluntad, intuición, imaginación, audacia, racionalidad, autonomía, inventiva, curiosidad

26/

Habilidades, destrezas, método, trabajo

27/

Trabajar, inventar, construir, idear, componer, diseñar, interpretar

28/

Ambitos de producción y retroalimentación, talleres, ateneos, agrupaciones, audiencia, espacias de expresión, libertad temporal

Identidad

29/

Pertenencia, coherencia, diferencia, autoestima, asertividad

30/

Símbolos, lenguaje, hábitos, costumbres, grupos de referencia, sexualidad, valores, normas, roles, memoria histórica, trabajo

31/

Comprometerse, integrarse, confundirse, definirse, conocerse, reconocerse, actualizarse, crecer

32/

Socio-ritmos, entornos de la cotidianeidad, ámbitos de pertenencia, etapas madurativas

Libertad

33/

Autonomía, autoestima, voluntad, pasión, asertividad, apertura, determinación, audacia, rebeldía, tolerancia

34/

Igualdad de derechos

35/

Discrepar, optar, diferenciarse, arriesgar, conocerse, asumirse, desobedecer, meditar

36/

Plasticidad espacio-temporal

 

Cuadro 2 Violadores o destructores

Supuesto satisfactor

Necesidad que se pretende satisfacer

Necesidad cuya satisfacción imposibilita

1    Armamentismo

Protección

Subsistencia, Afecto, Participación, Libertad

2    Exilio

Protección

Afecto, Participación, Identidad, Libertad

3    Doctrina de Seguridad Nacional

Protección

Subsistencia, Identidad, Afecto, Entendimiento, Participación, Libertad

4    Censura

Protección

Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad, Libertad

5    Burocracia

Protección

Entendimiento, Afecto, Participación, Creación, Identidad, Libertad

6    Autoritarismo

Protección

Afecto, Entendimiento, Participación, Creación, Identidad, Libertad

Destructores

Los violadores o destructores son elementos de efecto paradojal. Al ser aplicados con la intención de satisfacer una determinada necesidad, no sólo aniquilan la posibilidad de su satisfacción en un plazo mediato, sino que imposibilitan, por sus efectos cola­terales, la satisfacción adecuada de otras necesidades. Estos elementos paradojales parecen estar vinculados preferencialmente a la necesidad de protección. Esta necesidad puede provocar comportamientos humanos aberrantes, en la medida en que su insatisfacción va acompañada del miedo. El atributo especial de los violadores es que siempre son impuestos. (Cuadro 2)

Cuadro 3  Pseudo-satisfactores

Satisfactor

Necesidad que aparenta satisfacer

1    Medicina mecanicista: ”A pill for every ill”

Protección

2    Sobreexplotación de recursos naturales

Subsistencia

3    Nacionalismo chauvinista

Identidad

4    Democracia formal

Participación

5    Estereotipos

Entendimiento

6    Indicadores económicos agregados

Entendimientos

7    Dirigismo cultural             

Creación

8    Prostitución

Afecto

9    Símbolos de status

Identidad

10  Productivismo eficientista obsesivo

Subsistencia

11  Adoctrinamiento

Entendimiento

12  Limosna           

Subsistencia

13  Modas

Identidad

Pseudo-satisfactores

Los pseudo-satisfactores son elementos que estimulan una falsa sensación de satisfacción de una necesidad determinada. Sin la agresividad de los violadores o destructores, pueden en ocasiones aniquilar, en un plazo mediato, la posibilidad de satisfacer la necesidad a que originalmente apuntan. Su atributo especial es que generalmente son inducidos a través de propaganda, publicidad u otros medios de persuasión. (Cuadro 3)

Cuadro 4  Satisfactores inhibidores             

Satisfactor

Necesidad

Necesidad cuya satisfacción se inhibe

1    Paternalismo    

Protección

Entendimiento, Participación, Libertad, Identidad

2    Familia sobreprotectora

Protección

Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Identidad, Libertad

3    Producción Tipo Taylorista

Subsistencia

Entendimiento, Participación, Creación, Identidad, Libertad

4    Aula Autoritaria

Entendimiento

Participación, Creación, Identidad, Libertad

5    Mesianismo (Milenarismos)

Identidad

Protección, Entendimiento, Participación, Libertad

6    Permisividad ilimitada

Libertad

Protección, Afecto, Identidad, Participación

7    Competencia económica obsesiva

Libertad

Subsistencia, Protección, Afecto, Participación, Ocio

8    Televisión comercial

Ocio

Entendimiento, Creación, Identidad

Inhibidores

Los satisfactores inhibidores son aquellos que por el modo en que satisfacen (generalmente sobresatisfacen) una necesidad determinada, dificultan seriamente la posibilidad de satisfacer otras necesidades. Su atributo es que salvo excepciones, se hallan ritualizados, en el sentido de que suelen emanar de hábitos arraigados. (Cuadro 4)

Cuadro 5  Satisfactores singulares

Satisfactor

Necesidad que satisface

1    Programas de suministro de alimentos

Subsistencia

2    Programas asistenciales de vivienda

Subsistencia

3    Medicina curativa

Subsistencia

4    Sistemas de seguros

Protección

5    Ejércitos profesionales

Protección

6    Voto

Participación

7    Espectáculos deportivos

Ocio

8    Nacionalidad

Identidad

9    Tours dirigidos

Ocio

10  Regalos

Afecto

 

Satisfactores singulares

Los satisfactores singulares son aquellos que apuntan a la satisfac­ción de una sola necesidad, siendo neutros respecto a la satisfacción de otras necesidades. Son característicos de los planes y programas de desarrollo, cooperación y asistencia. Su principal atributo es el de ser institucionalizados, ya que tanto en la organización del Estado como en la organización civil, su generación suele estar vinculada a instituciones, sean estas Ministerios, otras reparticiones públicas o empresas de diverso tipo. (Cuadro 5)


Cuadro 6  Satisfactores sinérgicos

Satisfactor

Necesidad

Necesidad cuya satisfacción se inhibe

1    Lactancia materna

Subsistencia

Protección, Afecto, Identidad

2    Producción autogetionada

Subsistencia

Entendimiento, Participación, Creación, Identidad, Libertad

3    Educación Popular

Entendimiento

Protección, Participación, Creación,  Identidad, Libertad

4    Organizaciones comunitarias democráticas

Participación

Protección, Afecto, Ocio, Creación, Identidad, Libertad

5    Medicina descalza

Protección

Subsistencia, Entendimiento, Participación

6    Banca descalza

Protección

Subsistencia, Participación, Creación, Libertad

7    Sindicatos democráticos

Entendimiento, Participación, Identidad

Entendimiento, Participación, Identidad

8    Democracia directa

Participación

Protección, Entendimiento, Identidad, Libertad

9    Juegos didácticos

Ocio

Entendimiento, Creación

10  Programas de autoconstrucción

Subsistencia

Entendimiento, Participación

11  Medicina preventiva

Protección

Entendimiento, Participación, Subsistencia

12  Meditación

Entendimiento

Ocio, Creación, Identidad

13  Televisión cultural

Ocio

Entendimiento

 

Satisfactores sinérgicos

Los satisfactores sinérgicos [7] son aquellos que por la forma en que satisfacen una necesidad determinada, estimulan y contribuyen a la satisfacción simultánea de otras necesidades. Su princi­pal atributo es el de ser contrahegemónicos en el sentido de que revierten racionalidades dominantes tales como las de competencia y coacción. (Cuadro 6)

Satisfactores exógenos y  endógenos

Los satisfactores correspondientes a las primeras cuatro catego­rías, por ser habitualmente impuestos, inducidos, ritualizados o institucionalizados son en alto grado exógenos a la sociedad civil, entendida ésta como comunidad (Gemeinschaft) de per­sonas libres capaces, potencialmente o de hecho, de diseñar sus propios proyectos de vida en común. En tal sentido se trata de satisfactores que han sido tradicionalmente impulsados de arriba hacia abajo. La última categoría, en cambio, revela el devenir de procesos liberadores que son producto de actos volitivos que se impulsan por la comunidad desde abajo hacia arriba. Es eso lo que los hace contrahegemónicos, aún cuando en ciertos casos también pueden ser originados en procesos impulsados por el Estado.

El que el Estado latinoamericano sea capaz de mutar su rol tradicional de generador de satisfactores exógenos a la sociedad civil, en estimulador y potenciador de procesos emanados desde abajo hacia arriba, es justamente uno de los propósitos principa­les del Desarrollo a Escala Humana. Particularmente en las condiciones tremendamente restrictivas que impone la crisis actual, el aumento de los niveles de autodependencia local, regional y nacional debiera entenderse como meta altamente prioritaria. Pero también es preciso entender que la mejor manera de alcanzar tal meta es a través de la generación de procesos sinérgicos en todos los niveles. La tercera parte de este Informe se ocupa precisamente de describir algunas formas de desenca­denar tales procesos.

El hecho de que varios de los satisfactores que se dan de ejemplo en los cuadros no aparezcan en la matriz, se debe a que los de los cuadros tienen un mayor nivel de especificidad. La matriz, recuérdese, es sólo ilustrativa y no normativa.

Aplicaciones de la matriz

La sistematización propuesta es aplicable para fines de diagnós­tico, planificación y evaluación. La matriz, de necesidades y satisfactores puede servir, en primera instancia, de ejercicio participativo de auto-diagnóstico de grupos insertos en el espacio local. A través de un proceso de dialogo interactivo preferentemente con la presencia de un promotor que haga las veces de elemento catalizador- el grupo puede ir identificando sus carac­terísticas actuales en la medida en que sus integrantes vayan llenando los respectivos casilleros.

El resultado del ejercicio permitirá al grupo tomar conciencia de sus carencias y potencialidades más profundas. Una vez visualizada la situación actual, pueden repetir el ejercicio en términos propositivos. Es decir, en términos de qué satisfactores serían necesarios para la más adecuada satisfacción de las necesi­dades fundamentales del grupo. En la medida en que los satisfac­tores se vayan identificando con crecientes niveles de especificidad, deberán posteriormente ser analizados crítica­mente por el grupo en cuanto a sus características y atributos, para establecer si son o deben ser- generados exógenamente o si pueden ser generados por la propia comunidad. Tal análisis revelará la capacidad potencial de autodependencia que puede lograrse en ese espacio local. El mismo análisis, al examinar las características de los satisfactores propuestos, permitirá al grupo evaluar sus efectos positivos si son singulares o sinérgicos, y sus efectos negativos si son violadores, inhibidores o Pseudo-satisfactores.

La etapa siguiente consistirá en constatar las posibilidades de acceso a los bienes económicos necesarios. Es decir, a los re­cursos materiales como capital, tecnologías y artefactos.

El ejercicio propuesto tiene una doble virtud. En primer lugar, permite hacer operativa, a niveles locales, una estrategia de desarrollo orientada hacia la satisfacción de las necesidades humanas. En segundo término, por sus propias características, resulta educador, creativo, participativo y generador de concien­cia crítica. En otras palabras, el método es por sí mismo genera­dor de efectos sinérgicos.

La técnica descrita no se circunscribe solamente a su aplica­ción en los espacios locales. Es igualmente utilizable a niveles regionales y nacionales. En los espacios locales asume la forma de un proceso participativo lo más amplio posible, en que puedan expresarse tanto los ámbitos económicos, políticos, sociales y culturales de la comunidad, como los diversos estamentos con­formados por jóvenes, mujeres, adultos, ancianos y otros grupos representativos.

En el plano regional el ejercicio debe ser realizado por un equipo cuidadosamente seleccionado que no sólo représente los distintos ámbitos del que hacer regional, sino que, por su representatividad, conjugue los intereses tanto públicos como priva­dos. En la esfera nacional el equipo debe asumir, inevitablemen­te, características transdisciplinarias, dada la complejidad que asumen las problemáticas vistas desde el ámbito global.

Articulación y rescate de la diversidad

De este modo un proceso interactivo que va desde lo local hasta lo nacional, pasando por lo regional, exige elaborar metodologías apropiadas que permitan compatibilizar en una articulación ar­mónica las visiones, aspiraciones y propuestas surgidas de los distintos espacios. En la tercera parte de este documento se hacen algunas propuestas en ese sentido.

Un desarrollo orientado hacia la satisfacción de las necesida­des humanas no puede, por definición, estructurarse desde arriba hacia abajo. No puede imponerse por ley ni por decreto. Sólo puede emanar directamente de las acciones, aspiraciones y con­ciencia creativa y crítica de los propios actores sociales que, de ser tradicionalmente objetos de desarrollo, pasan a asumir su rol protagonice de sujetos. El carácter contrahegemónico que tiene el Desarrollo a Escala Humana no implica necesariamente agu­dizar el conflicto entre Estado y sociedad civil. Por el contrario, intenta demostrar, a través del método propuesto, que el Estado puede asumir un rol estimulador de procesos sinérgicos a partir de los espacios locales, pero con capacidad de abarcar todo el ámbito nacional.

El rescate de la diversidad es el mejor camino para estimular los potenciales creativos y sinérgicos que existen en toda socie­dad. De allí que parece aconsejable y coherente aceptar la coexistencia de distintos estilos de desarrollo regionales dentro de un mismo país, en vez de insistir en la prevalencia de «estilos nacionales» que han demostrado ser hasta ahora eficientes para el enriquecimiento de algunas regiones a costa del empobreci­miento de otras. Los «estilos nacionales» están concebidos en su mayor parte con el propósito de reforzar o mantener la unidad nacional. No debe, sin embargo, olvidarse que la unidad no significa uniformidad. Puede existir una base más sólida para la unidad real cuando un cúmulo de potenciales culturales afloran libre y creativamente, contando con las oportunidades, el respal­do técnico y el estímulo para hacerlo.

Notas sobre metodología

El esfuerzo por comprender

Desde la publicación en 1986 de la primera versión de Desarrollo a Escala Humana, se logró acumular una considerable experien­cia en lo relativo a la utilización de la matriz de necesidades y satisfactores (descritos en el capítulo anterior) con fines analíti­cos, con distintos grupos en diferentes países. La metodología desarrollada hasta el momento muestra que dicha matriz permite lograr una idea acabada de los problemas centrales que impiden la actualización de las necesidades humanas fundamentales en la sociedad, comunidad o institución que se estudia.

Si partimos de la suposición desarrollada por el autor en el presente trabajo (véase capítulo 5, Sobre la poda del lenguaje, pág. 125), se puede decir que sabemos cómo describir, y que hemos aprendido a explicar. Sin embargo que muchas veces pasamos por alto es el hecho de que describir más explicar no es igual a comprender. La metodología que estamos planteando probablemen­te permita una mayor concientización en cuanto a esta etapa adicio­nal.

Para presentar esta metodología en forma simple y a la vez amplia, seguiremos el desarrollo de un taller imaginario de dos días de duración, con cincuenta asistentes. El propósito de este ejercicio es permitir a los participantes que reflejen la realidad de su sociedad en su conjunto a la luz de la teoría del Desarrollo a Escala Humana, para decidir formas de vencer o hacer frente a los problemas más importantes que se detecten.

Primera etapa. El grupo se divide en cinco subgrupos de diez personas. (La experiencia demuestra que diez es un numero óptimo para alcanzar los objetivos planteados.) La tarea que se propone a cada grupo es elaborar la matriz que contenga los elementos destructivos (satisfactores) que afectan a su sociedad, o sea, todos aquellos «factores de destrucción» que impiden la actualización de las necesidades humanas fundamentales. Con este fin, cada grupo recibe treinta y seis hojas de papel autoadhesivo numeradas del 1 al 36. Cada una de ellas representa un casillero en blanco de la matriz, los cuales deberán ser llenados.

Segunda etapa. Durante las primeras dos horas, se pide a los grupos que se dediquen al llenado de los casilleros correspon­dientes a la columna SER; o sea, los casilleros 1,5,9, 13, 17,21, 25, 29 y 33. (Según cuadro 1, pág. 58 y 59) Cada punto que se ingrese en el casillero debe ser resultado de la discusión del grupo. El coordinador del Seminario debe hacer hincapié en que en la columna que lleva el nombre de SER se deben registrar atributos, personales o colectivos (en este caso, deben ser nega­tivos), que puedan expresarse como nombres. Por ejemplo, en el casillero 17, Participación, algunos elementos negativos pueden ser: autoritarismo, discriminación, indiferencia, etc.

Una vez que transcurren las dos horas, se recolectan todas las hojas y se adhieren en la pared, quedando así completa la columna SER, a suficiente distancia una de otra, dejando espacio para colocar las otras tres columnas que se armarán después, para completar las cinco matrices.

Las dos horas siguientes se dedican a llenar los casilleros de la columna TENER. Se debe recordar a los participantes que en esta columna se registran instituciones, normas, mecanismos, herramientas (no en sentido material), leyes, etc., que puedan expresarse con una o más palabras. Algunos ejemplos pueden ser: doctrina de la seguridad nacional, instituciones represivas, leyes de educación discriminatorias, etc. Una vez finalizado el tiempo, se juntan otra vez todas las hojas y se colocan en la pared, al lado de cada una de las columnas correspondientes ya realiza­das.

Se establece una pausa de tres horas, y los participantes se reunen nuevamente de tarde. Es importante un descanso largo, porque si se lleva a cabo en forma correcta, este ejercicio es muy intenso y exigente.

Las dos horas siguientes se dedican de manera análoga a la columna HACER. Se aclara que en la columna hacer, deben registrarse acciones, personales o colectivas, que se expresen como verbos. Como ejemplo podemos mencionar discriminar, oprimir, imponer, censurar.

Durante las dos horas finales, se debe completar la columna ESTAR. Se explica a los participantes que Estar se refiere a ubicaciones o entornos en el sentido de tiempos v espacios.

Al terminar la jornada, tenemos cinco matrices negativas -matrices de destrucción- ordenadas en la pared.

Tercera etapa. Durante la noche, se solicita a un grupo de voluntarios que unifiquen las cinco matrices en una. La forma práctica de hacerlo es tomar todos los casilleros número 1, eliminar todas las repeticiones y los sinónimos y obtener un sólo casillero representativo del conjunto. Se hace lo mismo con el resto de los casilleros hasta que se obtiene una sola matriz, que representa las percepciones de los cincuenta participantes. Se dibuja la matriz en un mural grande (por ejemplo de 120 x 80 cm.) y se coloca en la pared, de modo que pueda ser examinada por los participantes en la mañana del día siguiente.

Cuarta etapa. En la sesión siguiente, los participantes se dividen en nueve grupos, uno para cada necesidad humana fundamental. Se recorta la matriz en nueve tiras, para que cada grupo reciba una parte. Debe quedar claro que cada tira representa una nece­sidad con sus cuatro casilleros llenos con satisfactores negativos.

Se pide al grupo que inicie una discusión para seleccionar de cada uno de los cuatro casilleros el elemento que consideren más importante y decisivo. En otras palabras, se debe seleccionar el factor destructor de más peso en el conjunto. En casos excepcio­nales, se pueden seleccionar dos Ítems de un mismo casillero. En cada caso, la selección debe partir de un consenso, producto de la discusión y debate del grupo. Esta etapa puede llevar el tiempo que se requiera.

Quinta etapa. Cada grupo entrega la lista, que contiene entre cuatro y ocho satisfactores negativos seleccionados. Se escribe la lista en una nueva matriz en blanco, la cual se identificará como la matriz de síntesis. Representa los elementos más negativos que afectan a una sociedad, comunidad o institución (según la per­cepción de los participantes) en lo que se refiere a la actualiza­ción de las necesidades humanas fundamentales. Representa los desafíos principales que deben abordarse. Por lo tanto, la discu­sión e interpretación de la matriz de síntesis debe realizarse en sesión plenaria.

Sexta etapa. Si el tiempo lo permite, o si el coordinador logra establecer una relación a largo plazo con los participantes, se recomienda la realización de una experiencia adicional. Utilizan­do exactamente el mismo procedimiento de construcción de la matriz negativa, se pide a los participantes elaborar la matriz de su Utopía o sea, de cómo debería ser su sociedad para que ellos se sientan realmente satisfechos. Mientras se lleva a cabo esta parte del ejercicio, la matriz negativa no debe estar en manos de los participantes, porque puede pasar que se elabore la nueva matriz simplemente anotando los opuestos de la anterior.

Séptima etapa. Una vez completo el segundo ejercicio, se con­fronta a los participantes en sesión plenaria con ambas matrices: la negativa y la positiva. A continuación se inicia una discusión sobre los posibles puntos de contacto entre ambas. Otra vez se pueden organizar grupos pequeños, con una mecánica de juego, en la que el equipo ganador es el que encuentra los satisfactores «comunicantes» más sinérgicos. De hecho, la discusión consis­tirá inevitablemente en seleccionar satisfactores. Por esta razón, cada ítem seleccionado deberá ser analizado en forma conjunta para establecer sus características. ¿Es endógeno o se origina fuera de la comunidad? ¿Es singular, lineal o sinérgico? Este tipo de discusión participativa puede resultar muy rica y estimulante, y representa en sí misma una experiencia con efectos sinérgicos.

La nueva conciencia

A principios de 1987 se llevó a cabo un seminario como el que se describió anteriormente, en Bogotá, Colombia, con cincuenta participantes, universitarios y académicos de alto nivel de todo el país. Después de reflexionar sobre los elementos destructivos que afectan a la sociedad colombiana, y pasar por las etapas del ejercicio, seleccionaron de la matriz de síntesis la siguiente lista de elementos como los más significativos: Agresividad, Indife­rencia. Obediencia. Censura, Aceptación. Apatía. Dependencia. Alienación. Neutralidad (interna). Desarraigo. Manipulación ideológica e Instituciones represivas.

Esta lista determinó el siguiente análisis y conclusiones. Si uno pide una descripción de la sociedad colombiana, la respuesta seguramente reflejará la imagen de una sociedad con un alto grado de violencia. Si se piden explicaciones, probablemente se dé un perfil de los distintos grupos que están en conflicto, y que entonces determinan esa violencia. Pero si examinamos la lista anterior, producto de un intenso proceso de análisis introspectivo, percibimos algo muy interesante y probablemente inesperado. Hay violencia mucha violencia- en la sociedad colombiana, pero según lo que revela la lista, se considera que el gran problema subyacente es el miedo. Es difícil, o casi imposible determinar si el miedo es resultado de la violencia o su causa (o ambas cosas). Pero de todas maneras, todo parece indicar que la «enfermedad» que sufre el paciente es el miedo. Por lo tanto, si el medicamento recetado se concentra exclusivamente en inten­tar curar la violencia, sólo se estará aplicando una medicina inadecuada o incompleta para la «enfermedad» incorrecta. Como resultado, puede ocurrir que el paciente empeore.

La valoración final de los participantes fue que la metodolo­gía de trabajo más allá de que revele o no verdades nuevas, permitió descubrir facetas inesperadas de un problema, y aumen­tar así la conciencia acerca de los temas relevantes.

Otros ejemplos

A partir de la experiencia colombiana, se realizaron otros semi­narios tanto en el Norte como en países del Tercer Mundo. Aún cuando se debe trabajar mucho para confirmar algunas tenden­cias probables, ya queda claro que se han hecho hallazgos inesperados pero significativos. Uno de los más interesantes puede ser el hecho de que no parece existir correlación entre los niveles alcanzados de crecimiento económico y la felicidad relativa de la gente involucrada. El otro aspecto que sale a la luz son las pobrezas (según la definición de la Teoría del Desarrollo a Escala Humana) que existen en cada sociedad.

Cuadro 7 Matriz negativa consolidada (Gran Bretaña)

 

 

Ser

Tener

Hacer

Estar

SUBSISTENCIA

Egoísmo, derroche, desconexión, falta de equilibrio, favorecimiento de la adicción, falta de moderación, insaciabilidad, pasividad, codicia, avaricia, egocentrismo, confusión, ansiedad, stress, regresión, dependencia, falta de poder

Malnutrición, falta de techo, mala salud, desempleo, monetarismo, sobreproducción, contaminación, política económica, desigualdad, consumismo, insustentabilidad, centralización, hiperurbanización, política de salud, aceptación social de la desigualdad

Contaminar, robar, degradar, especular, monopolizar, hacer propaganda, aislamiento, ignorar, comer en exceso, apropiarse, hablar para evitar hacer, acaparar, discriminar en el oficio, adulterar alimentos.

Falta de armonía con la naturaleza, efecto invernadero, contaminación, desarrollo de la vivienda, congestión, alejamiento de la tierra, destrucción del habitat animal, exceso de planificación, diseños arquitectónicos pobres, gasto sistémico

PROTECCION

Miedo, nacionalismo, hostilidad, paranoia, sigilo, posesividad, represión, autodestrucción, agresividad, paternalismo, egoísmo, imprevisibilidad, dogmatismo, dependencia, racismo

Totalitarismo, armamentismo, Ley de Secreto Oficial, censura, nacionalismo, mercantilismo, burocracia, ejército, propiedad, - medicina curativa -, mercado y política de vivienda, aceptación social de la violencia, discriminación, prejuicio, vandalismo.

Destruir, envenenar, explotar, negar responsabilidad, destruir otras especies, causar confusión, imponer, controlar, mandar, luchar, armarse, manejar en forma arriesgada, contaminar no cumplir, sobreprotegerse

Bases militares, degradación del medio ambiente, calles peligrosas, transporte peligroso, viviendas mal diseñadas, discriminación espacial, superpoblación, distribución demográfica no balanceada, falta de espacios comunes seguros, urbanización

AFECTO

Racionalidad, cinismo, superficialidad, miedo, narcisismo, agresividad, celos, sobreprotección, alienación, posesividad, forma de ser inglesa, inseguridad, permisividad, promiscuidad, soledad, desconfianza, inhibición, reserva, timidez, arrogancia inglesa, inseguridad, permisividad, promiscuidad, soledad, desconfianza, inhibición, reserva, timidez, arrogancia.

Sistema de educación, organización, medios de comunicación, ruptura familiar, brecha generacional, pornografía, sexismo, prostitución, transformación de la afectividad en comodidad, comercialización, separación de la familia numerosa, comercialización de la preocupación, automatización, computarización

Separar, aislar, descuidar, dominar, destruir, dar por supuesto, abusar, actuar precipitadamente, inhibir, moralizar, poner precio a las cosas, comerciar con el afecto, devaluar, fallar en la comunicación

Aislamiento en la multitud, pérdida del sentimiento de permanencia, problemas de diseño, agendas sobrecargadas, contaminación visual, superpoblación, paranoia espacial, disolución del entorno familiar, prioridades de tiempo alteradas, clima, falta de tiempo, falta de espacio cualitativo.

ENTENDIMIENTO

 

Fanatismo, Sigilo, - inteligencia -, falta de receptividad, apatía, prejuicio, ignorancia voluntaria, miedo, insularidad, reserva, egoísmo, elitismo, competitividad, xenofobia, centrase exclusivamente en el objetivo, inseguridad, avaricia, desconfianza, cinismo, autoritarismo, servilismo, clasificación de casta.

Prensa/Medios de Comunicación, sistema de educación, orientación al éxito, dogmatismo político, despreocupación por la Madre Tierra, especialización, la Iglesia y los Diez Mandamientos, las instituciones británicas, autocensura, condicionamiento, prejuicio, exceso de información, dogmatismo.

Intelectualizar, manipular, planificar en exceso, complicar, simplificar en exceso, hacer hincapié excesivo en la tecnología, renunciar, desvalorizar la intuición, despersonalizar, desinformar, utilizar jerga, confundir, desvalorizarse, filtrar, sentirse superado emocionalmente, sentimentalizar, ignorar, actuar sin compasión, negar.

Distanciamiento de la naturaleza, estructuras educativas alejadas del medio ambiente, ritmo de cambio rápido, inhibición de la integración a causa de la velocidad de la información y la actividad, incompativilidad de los sistemas del lenguaje con el entorno social

PARTICIPACION

Inhibición, aislamiento, esnobismo, coerción, apatía, egoísmo, anonimato, haraganería, mentalidad cerrada, desacuerdo, emotividad, racionalismo, colectivismo, ignorancia, analfabetismo, estupidez, cinismo, inexperiencia, intelectualismo, complacencia, deshonestidad, defensa, superficialidad, pragmatismo, parálisis.

Mala salud, sistema electoral británico, sistema de clases, gobierno centralizado, democracia representativa, ayuda alimentaria, monopolios, sociedades secretas, asociaciones y cuerpos profesionales, burócratas, expertos, leyes discriminatorias, instituciones de atención mental, estado benefactor, poder creciente del gobierno, estructuras jerárquicas, normas sociales fuera de época, desigualdad social, prejuicio.

Dividir, no tolerar, excluir, retirar, censurar, imponer participación, ocultar, estar en connivencia, decepcionar, patrocinar, reprimir el voto, renunciar a las responsabilidades, optar por fuera, controlar, desconfiar, ocultar, desear saber todo lo que pasa.

Clubes elitistas, excesiva profesionalización del deporte, transporte peligroso, falta de espacios comunales, discriminación espacial, propiedad privada del espacio, fragmentación de la vivienda, conurbaciones, centralización.

OCIO

Hiperactividad, apatía, utilitarismo, favorecimiento de la adicción, nerviosismo, inflexibilidad, soledad, depresión, egoísmo, competitividad, rigidez de horarios, fatiga, stress, calvinismo, productividad, culpa, confusión, falta de imaginación, explotación, represión, avaricia, obsesiones, dar órdenes en exceso, miedo, inseguridad, afiebramiento.

Desempleo, profesionalismo en el deporte, ética laboral, criminalidad, valores victorianos, droga, calvinismo, televisión, familia / padres, maestros, consumismo, propaganda, teléfono, obligaciones, trabajo, entorno hostil, apostar.

Ganar, correr maratones, andar precipitadamente sin rumbo, tratar de obtener resultados, planificar, horarios en exceso, juzgar y reprimir, trabajar demasiado, negocios, concentrar nuestra atención fuera den nosotros, ignorar lo que ocurre dentro de nosotros, actuar llevados por condicionamientos y  hábito, consumirse.

Congestión, codicia colectiva por el espacio, clima británico, vacaciones en excursión, agendas sobrecargadas, paranoia temporal, falta de ratos de ocio, entorno no adaptado al clima, falta de tranquilidad y espacio privado.

CREACION

Inhibición, reserva, miedo, torpeza, aburrimiento, conformismo, adicción al trabajo, apatía, anomía, formalismo, institucionalismo, inadecuación, saturación terquedad, obstinación, miedo, aceptación, seriedad, falta de aptitud, práctica de la represión, indiferencia, autonegación, parálisis.

Opresión, censura, industrialización, producción masiva, división del trabajo, industria de la propaganda, producción a gran escala, protocolo, medios de comunicación, especialización, sistemas de examen, los militares, enfermedad, naturaleza didáctica del sistema educativa para la producción masiva, sistemas escolares, predominio de objetivos materiales.

Comercializar, desvalorizar la creatividad local, influenciar las mentes creativas en función de las necesidades industriales, idolatrar, hacer fetichismo, destruir, desalentar, institucionalizar, descalificar a los demás, juzgar, comprar, moralizar, centrarse en los fines más que en los medios, negar equilibrio izquierdo / derecho.

Presión de tiempo, falta de espacio, medio ambiente controlado, alejamiento de la naturaleza, medio ambiente domesticado, falta de espacio para cosas creativas, falta de espacios comunitarios, alteración del sentido del uso apropiado del tiempo, falta de acceso a infraestructuras comunitarias, ritmos creativos pobres, falta de tiempo para analizar, superpoblación, exigencia de velocidad en la producción, falta de creatividad grupal.

IDENTIDAD

Falta de poder, miedo, chauvinismo, inseguridad, elitismo, fatiga, nacionalismo, saturación, insignificancia, racionalismo, centralismo, colectivismo, discriminación por causa de la edad, sexismo, racismo, falta de autoestima, posesividad, alienación, conformidad, falta de raíces, neurosis, agresividad, falta de equilibrio.

Sistema de castas, reglas sociales, estructura de clases, medios de comunicación, modas, despreocupación por la Madre Tierra, separación, conflicto de roles, irrelevancia, industrialización, grandes agrupamiento de gente, pérdida de la personalidad, pérdida de comunidad, pobreza material, estadísticas, preconceptos, prejuicios, ridículo, estereotipos, dinero, poder, propaganda.

Búsqueda de unicidad, practicar ritos, volverse obsesivo, reprimir, aislarse, conformarse, estar en connivencia, mantener el status quo, institucionalización de la gente, usar uniforme, esconder y suprimir, rendirse a las expectativas de otros, adoptar posiciones, negarse al conocimiento de sí mismo, rechazar la vinculación con los demás y el entorno.

Viajar a diario, cultura de bar, superpoblación, reglamentación estricta, medio ambiente degradado, sistemas familiares cerrados.

LIBERTAD

Coacción, opresión, codicia, pasividad, totalitarismo, ignorancia, racionalismo, miedo, obediencia, falta de recursos, urbanidad, cobardía

Privación, pobreza, censura, enfermedad, sistema electoral británico, representación desigual, machismo, injusticia del sistema judicial, individualismo, censura, cetralización, Whitehall, sistema de clases, desempleo, ley de Secreto Oficial, hipotecas, pensiones, normas sociales, estereotipos, prejuicios.

Polarizar la toma de decisiones, desconfiar, reprimir, robar, desvalorizar el miedo, engañarse a sí mismo, negar responsabilidad, corromper, controlar a través del dinero y/o el poder, actuar por costumbre, conformarse, legislar.

Falta de espacio, semana de trabajo de cuarenta horas, leyes de regulación de horarios de apertura, amenaza al medio ambiente, dominación por parte del entorno cultural, falta de derechos a espacios comunes, fronteras nacionales, sobrepoblaclón, creación de espacio de poca calidad, los derechos de la mayoría contra la libertad individual.

 

Cuadro 8 Matriz negativa de síntesis (Gran Bretaña)

 

Ser

Tener

Hacer

Estar

SUBSISTENCIA

Falla de moderación

Insustentabilidad

Contaminar

Falta de armonía con la naturaleza

PROTECCION

Autodestrucción

Especulación, prejuicio

Explotar

Degradación del medio ambiente

AFECTO

Ruptura familiar

Racionalidad, alienación

Desvalorizar

Ruptura del medio familiar, deformación de las prioridades temporales

ENTENDIMIENTO

Prejuicio

Falta de conciencia ecológica

Abdicar

Ritmos de cam­bio rápidos, in­compatibilidad de los sistemas de lenguaje en el me­dio social

PARTICIPACION

Apatía

Gobierno

Centralizado

Renunciar a las responsabilidades.

Falta de espacios comunitarios

OCIO

Culpa

Droga, entretenimiento

Correr siempre, ignorando lo que hay dentro de nosotros

Congestionamiento

CREACION

Inhibición

Predominio de objetivos materiales

Comercializar, desmoralizar

Alejamiento total de naturaleza

IDENTIDAD

Miedo, desarraigo

Falta de conciencia ecológica

Rehuir el conocimiento de sí mismo, rechazar toda conexión con los demás y el medio ambiente

Degradación ambiental

LIBERTAD

Miedo

Privación

Desvalorizar

Creación de espa­cios de calidad pobres

 

Cuadro 9 Matriz de síntesis negativa (Suecia)

 

Ser

Tener

Hacer

Estar

SUBSISTENCIA

Falta de sentido, glotonería

Sociedad a gran escala

Autodestrucción

Explotación del medio ambiente

PROTECCION

Miedo, anonimato

Centralización

Evitar responsabi­lidades. Evitar contacto

Contaminación

AFECTO

Miedo a la intimidad

Sociedad masticada

Evitar contacto

Arquitectura deshumanizada

ENTENDIMIENTO

Prejuicio

Fragmentación

Someterse a tensión nerviosa

Aislamiento

PARTICIPACION

Falta de poder

Gran Scaleness, reglamentación

Subordinación

Aislamiento

OCIO

Falta de confianza en sí mismo

Conducta de trabajo [8] protestante

Preocuparse, ocupar el tiempo con cosas importantes

Falla de tiempo

CREACION

Actitud de "quién te crees que sos para decirme tal cosa"

Conformidad de masas

Sobrestimar pensamientos tecnocráticos

Falla de expresio­nes tradicionales, distancias gran­des entre el hogar y el trabajo

IDENTIDAD

Falta de confianza, falsedad

Mentiras oficiales

Decidir contra los principios

Tomar decisiones sin tener en cuenta a las personas afectadas

LIBERTAD

Orientación de seguridad

Burocracia

Obedecer, regularse en exceso

Conformidad con la planificación urbana y edilicia.

Aún sin iniciar un análisis, los siguientes ejemplos son dramáticos en sí mismos. El cuadro 7 muestra la matriz negativa unificada correspondiente a la sociedad británica, según la interpre­tación de un grupo de alrededor de cuarenta activistas y hombres de negocios interesados en los problemas sociales. Se puede apreciar claramente, al examinar la totalidad de elementos incluidos en cada casillero, que el ejercicio estimula a los participantes para vencer todo tipo de modestia o timidez. En realidad, nuestras observaciones demuestran que en algún momento del ejercicio, se intensifica en forma importante la urgencia por sacar a luz, verdadera y honesta­mente (no importa cuan doloroso sea), los problemas que importan en la sociedad. El cuadro 8 es la matriz de síntesis de la anterior, y muestra una sociedad que falla en la comunicación, por nombrar el menor de los males.

El cuadro 9 es la matriz de síntesis de una experien­cia con participantes similares a los del ejemplo británico, pero en la sociedad sueca. Al examinarla, se siente casi enseguida que se está frente a una sociedad de personas solitarias.

Los otros cuadros siguientes son ejemplos de casos latinoame­ricanos. El cuadro 10 es la matriz de síntesis de una experiencia en Bolivia, efectuada con representantes de cuarenta y cinco organizaciones no gubernamentales que trabajan con la comu­nidad, especialmente con campesinos. Los cuadros 11 y 12 (páginas 80 y 81) corresponden a un ejercicio completo, efectuado por doscientos ciudadanos en siete fases en La Paz, que es la municipa­lidad más pobre de la Provincia de Mendoza, Argentina. El cuadro 11 es la matriz de síntesis negativa y el cuadro 12 es la deseada. Es interesante señalar que el contenido de la última matriz, tiene poco que ver con lo que generalmente se asume que son parámetros de los criterios de desarrollo convencional. ¡Algo para meditar!

Opciones que definen el desarrollo

Necesidades humanas: del enfoque lineal al enfoque sistémico

Las necesidades humanas fundamentales conforman un sistema en el que no cabe establecer linealidades jerárquicas. Esto signi­fica, por una parte, que ninguna necesidad es per se más im­portante que otra, y por otra parte, que no hay un orden fijo de precedencia en la actualización de las necesidades (que la necesidad B, por ejemplo, sólo puede ser satisfecha luego de que la A haya sido satisfecha) Simultaneidades, complementariedades y compensaciones (trade-offs), son características de la conducta del sistema. Existen, sin embargo, limites para esta generaliza­ción. Es preciso reconocer un umbral pre-sistema, por debajo del cual la urgencia por satisfacer una determinada necesidad llega a asumir características de urgencia absoluta.

Cuadro 10 Matriz de síntesis negativa (Bolivia)

 

 

Ser

Tener

Hacer

Estar

Subsistencia

Ignorancia

Corrupción

Explotar

Falta de infraestruc­tura en general, Mala distribución poblacional

PROTECCION

Inseguridad

Arbitrariedad institucional

Discriminar

Discriminación espacial

AFECTO

Inseguridad

Pérdida de valores morales

Engañar

Aislamiento geográfico. Distanciamiento familiar

ENTENDIMIENTO

Ignorancia

Sistema educativo obsoleto

Marginar, dogmatizar

Ambientes inadecua­dos, distanciamiento, falta de redes de comunicación

PARTICIPACION

Discriminación

Centralización, No respeto de los Derechos Humanos

Prejuzgar

Carencia de infraestructura básica

OCIO

Desorientación, Represión

Ausencia de sistemas educativos

Manipular

Falta de tiempo pro­pio por estrategias de supervivencia

CREACION

Alineación

Sistema educativo memorístico

Subestimar

Falta de tiempo y ambientes adecua­dos para investigar y crear

IDENTIDAD

Dominación

Falta de políticas de integración y protección

Adoctrinar

Crecimiento urbano irracional

LIBERTAD

Autoritarismo

Injusticia

Dominar

Dependencia

El caso de la subsistencia es el más claro. Cuando esa necesidad está insatisfecha, toda otra necesidad queda bloqueada y prevale­ce un único impulso. Pero el caso no es sólo válido para la subsis­tencia. Es igualmente pertinente para otras necesidades. La ausencia total de afecto o la pérdida de identidad, puede llevar a las personas hasta extremos de autoaniquilación.

Cuadro 11 Matriz de síntesis negativa (Mendoza, Argentina)

 

 

Ser

Tener

Hacer

Estar

SUBSISTENCIA

Dependencia

Desempleo

Depender

Destrucción del oasis

PROTECCION

Paternalismo

Seguridad social inadecuada

Depender

Aislamiento

AFECTO

Egoísmo

Falta de valoración de las actitudes positivas del prójimo

Criticar

Diseminación tempo­ral dé la familia por cuestión laboral

ENTENDIMIENTO

Incomunicación,

Autoritarismo Mediocridad

Aceptar, Seudo - Informar

Destitución inadecua­da de la población

PARTICIPACION

ignorancia

Desconocimiento de derechos y obligaciones

Depender

Aislamiento

OCIO

Desinterés

Carencia de medios recreativos

Desvalorizar

Ausencia de ámbito incentivador

CREACION

Conformismo

mediocridad

Destruir

Aislamiento, Hacinamiento

IDENTIDAD

Falta de personalidad

Falsos prejuicios

Dividir

Aislamiento

LIBERTAD

Dependencia

Falta de conciencia de las verdaderas libertades

Dividir,  Especular

Ambito de dependencia

La opción de trabajar con el supuesto de linealidad o con el supuesto sistémico es, sin duda, la opción más importante para definir un estilo de desarrollo.

Regirse por la lógica de la linealidad da origen a patrones de acumulación divorciados de la preocupación por el desarrollo de las personas. Si se opta por la linealidad, la estrategia establecerá prioridades a partir de las pobrezas de subsistencia observadas. Los programas se orientarán preferentemente de manera asistencial, como un ataque a la pobreza entendida convencionalmente.  Las necesidades serán entendidas como carencias y, en el mejor de los casos, los satisfactores que el sistema genere serán singulares. Paradojalmente, tal opción impulsa una causación circu­lar acumulativa (en el sentido de Myrdal) y los pobres no dejan de ser pobres en la medida en que aumenta su dependencia de satisfac­tores generados exógenamente a su medio.

Si se opta por el supuesto sistémico, la estrategia priorizará la generación de satisfactores endógenos y sinérgicos. Las necesidades serán entendidas simultáneamente como carencias y como potencias, permitiendo así romper con el círculo vicioso de la pobreza. De lo anterior se desprende que la manera en que se entiendan las necesidades y el rol y atributos que se asignen a los satisfactores posibles, son absolutamente definitivos para la definición de una estrategia de desarrollo.

Cuadro 12 Matriz de síntesis positiva (Mendoza, Argentina)

 

 

Ser

Tener

Hacer

Estar

SUBSISTENCIA

Toma de iniciativas

Capacidad de finiquito

Edificar Escuela Normal Superior Fidela Amparan

Conciencia de los recursos naturales y ámanos

PROTECCION

Personalidad

Respeto por el núcleo familiar

Concientizar

Integración

AFECTO

Solidaridad

Entrega mutua

Criticar constructivamente

Espacios de encuentro

ENTENDIMIENTO

Armonía, Conciencia

Perseverancia

Valorar virtudes personales

Comunicación sin discriminación: familia, escuela y comunidad

PARTICIPACION

Iniciativa, Humanidad crítica. Diálogo

Respeto de los derechos humanos

Dialogar

Fábricas y universidades

OCIO

Predisposición, Originalidad

Imaginación

Recrearse

Lugares de encuentro

CREACION

Imaginación

Originalidad

Trabajar

Ambitos de producción

IDENTIDAD

Autenticidad

Personalidad integrada

Asumir

Participar en el medio social

LIBERTAD

Respeto

Responsabilidad

Tomar conciencia

Disponer de ámbitos propicios

De la eficiencia a la sinergia

Enfocar el desarrollo en los términos aquí propuestos, implica un cambio de la racionalidad económica dominante. Obliga, entre otras cosas, a una revisión profunda del concepto de eficiencia. Esta suele asociarse a nociones de maximización de productividad y de utili­dad, a pesar de que ambos términos son ambiguos. Tal como Taylor la entendía -para ilustrar con un caso, conspicuo-, al llevar el criterio económico al extremo más alienado de la razón instrumental, la productividad se nos aparece como bastante ineficiente.

Sobredimensiona la necesidad de subsistencia y obliga al sacrificio de otras necesidades, acabando por amenazar la propia subsistencia. Cabe recordar que el taylorismo pasó a la historia como la «organi­zación del surmenage».

En discursos dominantes del desarrollo también se asocia la eficiencia a la conversión del trabajo en capital, a la formalización de las actividades económicas, a la incorporación indiscriminada de tecnologías de punta y, por supuesto, a la maximización de las tasas de crecimiento. El desarrollo consiste para muchos en alcanzar los niveles materiales de vida de los países más industrializados, para tener acceso a una gama creciente de bienes (artefactos) cada vez más diversificados.

Cabe preguntarse hasta qué punto esos intentos de emulación tienen sentido. En primer lugar, no existen evidencias de que en aquellos países las personas vivan sus necesidades de manera inte­grada. En segundo lugar, en los países ricos, la abundancia de recursos y de bienes económicos no ha llegado a ser condición suficiente para resolver el problema de la alienación.

El Desarrollo a Escala Humana no excluye metas convenciona­les como crecimiento económico para que todas las personas puedan tener un acceso digno a bienes y servicios. Sin embargo, la diferencia respecto de los estilos dominantes radica en concentrar las metas del desarrollo en el proceso mismo del desarrollo. En otras palabras, que las necesidades humanas fundamentales pueden comenzar a realizarse desde el comiendo y durante todo el proceso de desarro­llo; o sea, que la realización de las necesidades no sea la meta, sino el motor del desarrollo mismo. Ello se logra en la medida en que la estrategia de desarrollo sea capaz de estimular permanentemente la generación de satisfactores sinérgicos.

Integrar la realización armónica de necesidades humanas en el proceso de desarrollo significa la oportunidad de que las personas puedan vivir ese desarrollo desde sus comienzos, dando origen así a un desarrollo sano. autodependiente y participativo, capaz de crear los fundamentos para un orden en el que se pueda conciliar el crecimiento económico, la solidaridad social y el crecimiento de las personas y de toda la persona.

Un desarrollo capaz de conjugar la sinergia con la eficiencia quizás no baste para dar cumplimiento cabal a lo deseado: pero sí basta, y plenamente, para evitar que en el ánimo de las personas lo no deseado parezca inexorable.


3.   Desarrollo y autodependencia

Manfred Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn

 

Hacia un desarrollo autodependiente

Sobre las múltiples dependencias

Los esfuerzos por establecer un Nuevo Orden Económico Inter­nacional (NOEI) y una nueva división internacional del trabajo no han logrado atenuar las relaciones de dependencia económica, financiera, tecnológica y cultural de los países en desarrollo respecto de las naciones industrializadas. El auge del capital financiero ha restringido aún más la capacidad y el derecho de los países deudores de decidir sobre sus propios destinos. Al respec­to, las políticas de ajuste impuestas por el Fondo Monetario Internacional a los gobiernos de los países latinoamericanos, que solicitan créditos para pagar los desorbitantes servicios de sus deudas, reflejan el poder de la banca privada internacional para mermar la soberanía de los países pobres.

Las pautas de consumo que el mundo rico exporta e impone al mundo en desarrollo somete a este último a relaciones de intercambio que agudizan su dependencia, perpetúan sus desequilibrios internos y amenazan su identidad cultural. Son los países industrializados los que controlan la producción y comercialización de los insumos y productos de las tecnologías de punta y de gran parte de la producción industrial. Son también estos países los que difunden el criterio de que tales tecnologías y productos son imprescindibles y preferibles para cualquier sociedad que aspire a incrementar el bienestar de sus miembros.

La dependencia en materia de pautas de consumo, que desde los propios países en desarrollo es alentada por los grupos de poder económico que se benefician con la comercialización correspondiente, ha aportado de modo significativo al monto de las deudas externas de los países latinoamericanos. Según esti­maciones del economista Jacobo Schatan [9] , entre 1978 y 1981 se generaron en México importaciones prescindibles que ascendie­ron a catorce mil millones de dólares, cifra que alcanzó a diez mil millones de dólares para Brasil y cinco mil millones de dólares para Chile. En términos per capitel, en Brasil las importaciones suntuarias significaron setenta y nueve dólares, en México doscien­tos, mientras en Chile fueron de quinientos trece dólares. La India, en cambio, muestra una importación de bienes suntuarios de sólo cinco dólares per capita, y no es casualidad que su nivel de deuda externa sea tan inferior al de los países de América Latina.

Romper con modelos imitativos de consumo, no sólo conjura la dependencia cultural sino que hace posible además un uso más eficiente de los recursos generados en la periferia. Reduce, también, el impacto negativo de las políticas proteccionistas que los países industrializados impulsan en defensa de sus productos. Las relaciones de dependencia se imbrican y refuerzan entre sí. No pueden considerarse aisladamente los diversos ámbitos de dependencia (económico-financiero, tecnológico, cultural y po­lítico), pues la fuerza de cada uno de ellos radica en el apoyo que recibe de los ámbitos restantes.

Es en razón de estas múltiples dependencias, que las mismas inhiben un desarrollo orientado hacia la autodependencia y la satisfacción de las necesidades humanas. La satisfacción de necesidades tales como subsistencia, protección, participación, creación, identidad y libertad se ve inhibida por las exigencias que, de manera explícita o soterrada, los centros internacionales del poder hacen a la periferia en cuestión de modelos políticos, pautas de crecimiento económico, patrones culturales, incorpo­ración de tecnologías, opciones de consumo, relaciones de inter­cambio y formas de resolver los conflictos sociales. La acepta­ción de tales exigencias no sólo se nutre de las dependencias, sino que además las refuerza. Nos encontramos, pues, ante un círculo vicioso dentro del cual poco o nada puede avanzarse en la satisfacción de las necesidades más vitales de las grandes masas de los países en desarrollo. Bajo tales condiciones sería más fiel a los hechos, hablar de países del «anti-desarrollo» que de países en vías de desarrollo.

El problema político del Desarrollo a Escala Humana no puede entonces plantearse en base a la búsqueda de espacios que el NOEI abra a las economías periféricas; por el contrario, de lo que se trata es de definir una estrategia de desarrollo nacional autodependiente para abordar desde allí la posibilidad de que el NOEI contribuya a promover sus objetivos. No es cosa de empujar las exportaciones al máximo en función de la demanda del centro, para después preguntarse cómo utilizar los ingresos provenientes de las exportaciones. Más bien debe comenzarse por regular el flujo de exportaciones y reducir el de importacio­nes conforme lo requiera un desarrollo más endógeno y autodependiente.

Tal como nos vemos enfrentados a una interrelación de ámbitos de dependencia (económico-financiero, tecnológico, cultural y político) nos hallamos paralizados por una agregación de espacios de dependencia', local, regional, nacional e interna­cional. La concentración económica y la centralización de las decisiones políticas generan y refuerzan dependencias entre es­tos distintos niveles: los países pobres están sometidos al arbitrio de los países ricos, y al interior de los países pobres sucede lo mismo que entre países pobres y ricos: realidades locales y regionales parecen destinadas a subordinar sus opciones a los designios de los gobiernos centrales y de quienes concentran el poder económico de la nación.

La autodependencia como eje del desarrollo

Las relaciones de dependencia, desde el espacio internacional hasta los espacios locales, y desde el ámbito tecnológico hasta el ámbito cultural, generan y refuerzan procesos de dominación que frustran la satisfacción de las necesidades humanas. Es mediante la generación de autodependencia, a través del protagonismo real de las personas en los distintos espacios y ámbitos, que pueden impulsarse procesos de desarrollo con efectos sinérgicos en la satisfacción de dichas necesidades.

Concebimos esta autodependencia en función de una interdependencia horizontal y en ningún caso como un aisla­miento por parte de naciones, regiones, comunidades locales o culturas. Una interdependencia sin relaciones autoritarias ni condicionamientos unidireccionales es capaz de combinar los objetivos de crecimiento económico con los de justicia social, libertad y desarrollo personal. Del mismo modo, la armónica combinación de tales objetivos es capaz de potenciar la satisfac­ción individual y social de las distintas necesidades humanas fundamentales.

Entendida como un proceso capaz de fomentar la participa­ción en las decisiones, la creatividad social, la autonomía políti­ca, la justa distribución de la riqueza y la tolerancia frente a la diversidad de identidades, la autodependencia constituye un elemento decisivo en la articulación de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, de lo personal con lo social, de lo micro con lo macro, de la autonomía con la planificación y de la sociedad civil con el Estado.

Articulación entre seres humanos, naturaleza y tecnología

La conducta generada por una cosmología antropocéntrica, que sitúa al ser humano por encima de la naturaleza, es coherente con los estilos tradicionales de desarrollo. De ahí que la visión economicista del desarrollo, a través de indicadores agregados como el PGB, considera como positivos, sin discriminación, todos los procesos donde ocurren transacciones de mercado, sin importar si éstas son productivas, improductivas o destructivas. Resulta así, que la depredación indiscriminada de un recurso natural hace aumentar el PGB, tal como lo hace una población enferma cuando incrementa su consumo de drogas farmacéuticas o de servicios hospitalarios.

Las tecnologías presuntamente modernas suelen, a su vez, resultar engañosas. Un ejemplo conspicuo es el del sistema agrario norteamericano, reconocido por su enorme eficiencia. Altamente mecanizado y con subsidios para el petróleo, es, sin embargo, un sistema notablemente ineficiente si se lo mide en términos de la cantidad de energía consumida para producir una cantidad determinada de kilo/calorías. No obstante, si se mide en términos monetarios, genera supuestamente beneficios enormes y, de ese modo, contribuye al crecimiento del PGB. Estos ejemplos son igualmente válidos para los países del Tercer Mundo tan influidos por el «hechizo» de las tecnologías de punta. En Méxi­co, según la fundación Xochicalli, se estima que se gastan alre­dedor de 19.000 Kcal. para colocar 2.200 Kcal. de alimentos en la mesa. Más aún, la cantidad de energía gastada sólo en el transporte de productos alimenticios, es en México casi igual al total de energía requerida por el sector primario para la produc­ción de alimentos. Que tales situaciones se consideren positivas, constituye sin duda una aberración conceptual.

Debido a que el Desarrollo a Escala Humana está principal­mente comprometido con la actualización de las necesidades humanas, tanto de las generaciones presentes como futuras, fomenta un concepto de desarrollo eminentemente ecológico. Esto implica, por una parte, construir indicadores capaces de discriminar entre lo que es positivo y lo que es negativo: y. por otra, diseñar y utilizar tecnologías que se ajusten a un proceso de desarrollo verdaderamente eco-humanista que pueda garantizar la sustentabilidad de los recursos naturales para el futuro.

Articulación de lo personal con lo social

Los modelos políticos y estilos de desarrollo dominantes se han tropezado con tremendos obstáculos para compatibilizar el desa­rrollo personal con el desarrollo social. Tanto las dinámicas del ejercicio del poder, como los efectos de ideologías excluyentes, tienden a disolver a las personas en arquetipos de masas, o a sacrificar a las masas por arquetipos del individuo. Abundan los modelos que postergan el desarrollo social en nombre de la soberanía del consumidor, en circunstancias que reducir la per­sona a la categoría de consumidor también coarta el propio desarrollo personal.

Desarrollo social y desarrollo individual no pueden darse de manera divorciada. Tampoco es razonable pensar que el uno pueda sobrevenir mecánicamente como consecuencia del otro. Una sociedad sana debe plantearse, como objetivo ineludible, el desarrollo conjunto de todas las personas y de toda la persona. Tradicionalmente, se ha pensado que la escasez de recursos obliga a optar entre ambas posibilidades, ya que en la práctica no parece posible aplicar políticas inclusivas. Tal criterio nace, sin duda, de una concepción convencional de la eficiencia. Si, por el contrario, tomamos en cuenta, además de los recursos convencionales, los recursos no convencionales con su potencial sinérgico, comprobamos que las políticas inclusivas son viables, y que sólo combinando desarrollo personal con desarrollo social es posible alcanzar una sociedad sana, con individuos sanos.

La articulación de la dimensión personal del desarrollo con su dimensión social puede lograrse a partir de niveles crecientes de autodependencia. En el ámbito personal, la autodependencia estimula la identidad propia, la capacidad creativa, la autoconfianza y la demanda de mayores espacios de libertad. En el plano social, la autodependencia refuerza la capacidad para subsistir, la protección frente a las variables exógenas, la identidad cultural endógena y la conquista de mayores espacios de libertad colec­tiva. La necesaria combinación del plano personal con el plano social en un Desarrollo a Escala Humana obliga, pues, a estimu­lar la autodependencia en los diversos niveles: individual, grupal, local, regional y nacional.

Articulación de lo micro con lo macro

Las relaciones de dependencia van de arriba hacia abajo: de lo macro a lo micro, de lo internacional a lo local, y de lo social a lo individual. Las relaciones de autodependencia, por el contrario, tienen mayores efectos sinérgicos y multiplicadores cuando van de abajo hacia arriba; es decir, en la medida en que la autodependencia local estimula la autodependencia regional y ésta estimula la autodependencia nacional. Esto no significa que las políticas de nivel macro sean intrínsecamente incapaces de irradiar autodependencia hacia los niveles micro-sociales, sino que deben enfrentar siempre dos desafíos. El primero implica reducir al míni­mo, mediante mecanismos institucionales u otras vías, el riesgo de reproducir relaciones verticales «en nombre de» la autodependencia para las unidades regionales y locales. El segundo implica que, en términos operativos, los procesos de autodependencia desde los micro-espacios resulten menos burocráticos, más democráticos, y más eficientes en la combinación de crecimiento personal y desarrollo social. Son precisamente estos espacios (grupales, comunitarios, locales) los que poseen una dimensión más nítida de escala humana, vale decir, una escala donde lo social no anula lo individual sino que, por el contrario, lo individual puede potenciar lo social. En relación a un Desarrollo a Escala Humana, estos espacios son fundamentales para la generación de satisfactores sinérgicos.

No pretendemos sugerir que la autodependencia se logra mediante la mera agregación de pequeños espacios. Tal postura no haría sino reproducir una visión mecanicista que ya bastante daño ha provocado en materia de políticas de desarrollo. Sin la complementación entre procesos globales y procesos micro-espaciales de autodependencia, lo más probable es la cooptación de lo micro por lo macro. Las complementariedades entre lo macro y lo micro, y entre los diversos micro-espacios, estimulan el potenciamiento recíproco entre procesos de identidad socio-cultural, de autonomía política y de autodependencia económica.

Articulación de la planificación con la autonomía

Lograr niveles crecientes de autonomía política y de autodepen­dencia económica en los espacios locales, exige promover pro­cesos que conduzcan a ello. Esto plantea, como desafío central para un Desarrollo a Escala Humana, conciliar ^promoción desde fuera con las iniciativas desde adentro. Difícilmente la acción espontánea de grupos locales o de individuos aislados puede trascender si no es potenciada también por planificadores y por acciones políticas concertadas. Se precisa una planificación global para las autonomías locales, capaz de movilizar a los grupos y comunidades ya organizados, a fin de que puedan transmutar sus estrategias de supervivencia en opciones de vida, y sus opciones de vida en proyectos políticos y sociales orgáni­camente articulados a lo largo del espacio nacional.

Articulación de la sociedad civil con el Estado

Revertir la dependencia en sus distintos espacios y ámbitos requiere de profundos cambios estructurales en las relaciones entre el Estado y la sociedad civil; cambios que apunten tanto a generar y reforzar autodependencia, como a resolver las presio­nes y contradicciones que puedan surgir dentro de los propios espacios y ámbitos que acceden a una autodependencia crecien­te. En el primer caso, la interconexión entre múltiples dependen­cias (de lo internacional a lo local, de lo tecnológico a lo socio-cultural) sólo puede enfrentarse con la movilización, la consoli­dación de la autonomía dondequiera que brote y el respeto por la diversidad de culturas, de formas de organización y de reivindi­caciones micro-espaciales. En el segundo caso, la autodependencia multiplica la conciencia crítica y, con ella, las expectativas de participación de múltiples actores sociales, lo cual se traduce en demandas movilizadoras en procura de cambios, que deben armonizarse dentro de una globalidad orgánica.

Mientras la organización social y económica siga encuadra­da dentro de una lógica política de carácter piramidal, difícilmen­te podrán asignarse y diversificarse los recursos en función de la heterogeneidad estructural de la población latinoamericana. Por ello, es necesario contraponer a la lógica estatal de poder la autonomía política que emana desde la sociedad civil, es decir, de la población y sus organizaciones. Es a través de experiencias efectivas y articuladas de autodependencia que podrá relativizarse el prejuicio de que la eficiencia necesariamente va de la mano con la centralización en la toma de decisiones.

Desdeñar el papel del Estado y de las políticas públicas en la ejecución de las tareas de planificación y asignación de recursos es expresión de irrealismo. En el otro extremo, reducir la orga­nización social y productiva gestada por la sociedad civil a un Estado macrocefálico es viciar el proceso desde la partida.

Fomentar la autodependencia en múltiples espacios exige, en cambio, considerar el desarrollo ya no como expresión de una clase dominante ni de un proyecto político único en manos del Estado, sino como producto de la diversidad de proyectos indi­viduales y colectivos capaces de potenciarse entre sí. De ahí que para garantizar tales procesos, el Estado deberá desempeñar un papel fundamental abriendo espacios de participación a distintos actores sociales, a fin de evitar que, a través de la reproducción de mecanismos de explotación y de coerción, se consoliden proyectos autónomos perversos que atenten contra la multiplici­dad y diversidad que se pretende reforzar.

Potenciación de grupos y actores sociales

En contraste con la racionalidad económica dominante, el Desa­rrollo a Escala Humana, centrado en la promoción de la auto­dependencia en los diversos espacios y ámbitos, no considera la acumulación como un fin en sí mismo ni como la panacea que remedia todos los males de los países en desarrollo. Pero no por ello minimiza la importancia de la generación de excedentes, sino que la subordina a la constitución de grupos, comunidades y organizaciones con capacidad para forjarse su autodependencia. Mediante su expansión y articulación, desde los micro-espacios hasta los escenarios nacionales, podrá asegurarse que la acumu­lación económica redunde en una satisfacción progresiva de las necesidades humanas de la población. La capacidad de los diver­sos grupos e individuos para decidir sobre sus propios recursos y regular sus destinos garantiza un uso de excedentes que no sea discriminatorio ni excluyente.

Espacios y actores

En los espacios locales -de escala más humana- es más fácil que se generen embriones de autodependencia cuyas prácticas cons­tituyan alternativas potenciales a las grandes estructuras pira­midales de poder. Es en los espacios a escala humana donde desarrollo personal y desarrollo social más pueden reforzarse entre sí. No hay, por lo tanto, dependencia que pueda combatirse si no se empieza por rescatar los embriones contradependientes que se gestan en las bases de la organización social. El rol del Estado y de las políticas públicas debe incluir, pues, la tarea medular de detectar estos embriones, reforzarlos, y promover su fuerza multiplicadora. Es, por lo demás, en los espacios locales donde las personas se juegan la primera y última instancia en la satisfacción de las necesidades humanas.

Políticas alternativas centradas en el Desarrollo a Escala Humana han de estimular la constitución de sujetos sociales capaces de sostener un desarrollo autónomo, autosustentado y armónico en sus diversos ámbitos. Esto no significa, claro está, que el desarrollo sólo se limite a privilegiar espacios microsociales. La fuerza con que la recesión internacional remece a los países latinoamericanos, y los desequilibrios estructurales del capitalis­mo periférico, tornan insuficiente dicho énfasis si no se lo concilia con políticas globales que aligeren la precariedad de las grandes masas desposeídas. Pero tales políticas deben incluir en su agenda el imperativo de asignar recursos que puedan potenciar procesos de autodependencia en el espacio local.

Autodependencia versus instrumentalización

El desarrollo autodependiente revierte la tendencia a homogeneizar e instrumentalizar a los sectores y actores sociales en nombre de la eficiencia y de la acumulación, La corriente en el mundo en desarrollo, y en América Latina en particular, pagar por la acumulación y la eficiencia el precio de la dependencia. Pero la dependencia inhibe la satisfacción de las necesidades humanas, y por lo tanto es un precio que no debiera tolerarse. Obliga a manipular a las masas desposeídas en función de las exigencias de los grandes centros de poder económico, e induce a interpretar las heterogeneidades culturales, productivas y orga­nizativas como meros obstáculos al crecimiento.

A esta racionalidad económica es preciso oponer otra racio­nalidad cuyo eje axiológico no sea ni la acumulación in­discriminada, ni el mejoramiento de indicadores económicos convencionales que poco dicen del bienestar de los pueblos, ni una eficiencia divorciada de la satisfacción de las necesidades humanas. Esta otro racionalidad se orienta al mejoramiento de la calidad de vida de la población, y se sustenta en el respeto a la diversidad y en la renuncia a convertir a las personas en instrumentos de otras personas y a los países en instrumentos de otros países.

Lógica económica versus ética del bienestar

A una lógica económica, heredera de la razón instrumental que impregna la cultura moderna, es preciso oponer una ética del bien­estar. Al fetichismo de las cifras debe oponerse el desarrollo de las personas. Al manejo vertical por parte del Estado y a la explotación de unos grupos por otros hay que oponer la gestación de voluntades sociales que aspiran a la participación, a la autonomía y a una utilización más equitativa de los recursos disponibles.

Es imperioso desembarazarse de categorías a priori y de supuestos que hasta ahora han sido incuestionados en la macro-economía y en la macropolítica. Una opción por el Desarrollo a Escala Humana requiere estimular el protagonismo de los sujetos para que hagan de la autodependencia su propia opción de desenvolvimiento y tengan la capacidad de irradiarla a otros sectores de la sociedad. Lo decisivo para este desarrollo es cómo y qué recursos generar y utilizar para potenciar micro-espacios y sujetos con voluntad de autodependencia.

La autodependencia implica una especie de regeneración o revitalización a través de los esfuerzos, capacidades y recursos de  cada uno. Estratégicamente significa que lo que puede pro­ducirse (o lo que puede solucionarse) a niveles locales es lo que debe producirse (o lo que debe solucionarse) a niveles locales. El mismo principio se aplica a niveles regionales y nacionales.

La opción por la autodependencia

Autodependencia significa cambiar la forma en la cual las perso­nas perciben sus propios potenciales y capacidades, las cuales resultan a menudo, autodegradadas como consecuencia de las relaciones centro-periferia imperantes. La reducción de la depen­dencia económica, que es uno de los objetivos del desarrollo autodependiente, no intenta ser un sustituto del intercambio económico, que será siempre necesario. Siempre hay bienes o servicios que no pueden ser generados o provistos local, regional o nacionalmente. Por lo tanto, la autodependencia debe necesa­riamente alcanzar una naturaleza colectiva. Debe transformarse en un proceso de interdependencia entre pares, a fin de que formas de solidaridad prevalezcan por encima de la competencia ciega.

El desarrollo autodependiente permite una satisfacción más completa y armoniosa del sistema total de necesidades humanas fundamentales. A través de la reducción de la dependencia económica, la subsistencia se protege mejor, puesto que las fluctuaciones económicas (recesiones, depresiones, etc.) provo­can mayores daños cuando prevalece una estructura de depen­dencia centro-periferia. Más aún, incentiva la participación y la creatividad. Estimula y refuerza la identidad cultural a través de un aumento de la autoconfianza. Por último, las comunidades logran un mejor entendimiento de las tecnologías y de los proce­sos productivos, cuando son capaces de autoadministrarse.

Sobre el mundo invisible

El mundo invisible y su potencial

En las páginas que siguen no se pretende convertir a los sectores invisibles ni a las micro-organizaciones en los absolutos portado­res de una transformación estructural de la sociedad, ni tampoco en los redentores de la historia contemporánea. Si hemos consagrado un espacio considerable del documento a estos actores, ha sido con la intención de enfatizar lo que en buena parte de la literatura del desarrollo se soslaya, a saber: toda esa «infrahistoria» de la vida cotidiana donde las prácticas productivas se entroncan con estrategias colectivas de supervivencia, identidades cultura­les y memoria popular. Conscientes de todas las limitaciones del mundo invisible, tanto en lo económico como en lo cultural, nos parece, sin embargo, que ese mundo contiene y produce relacio­nes entre prácticas económicas, organizaciones sociales y rasgos culturales, que no pueden obviarse en el análisis si lo que se busca es un desarrollo endógeno. Finalmente, nuestro énfasis en el mundo invisible y sus micro-organizaciones obedece también a la necesidad de complementar otras perspectivas, que han con­centrado sus esfuerzos en comprender las dinámicas de otros actores (los jóvenes, la mujer, los sindicatos, los empresarios, el Estado, etc.), con una perspectiva «de abajo hacia arriba» capaz de recuperar como relevante lo que tradicionalmente ha tenido rango de marginal. No con el objeto de mistificar lo marginal, sino de reconocer su valor y potencial, en tanto uno de los actores sociales protagonices para una democratización participativa, descentralizada y a escala humana.

La situación de crisis económica que atraviesa América Latina se manifiesta de muchas maneras. Una de las más signi­ficativas es la expansión sostenida de los sectores invisibles en el curso de los últimos años. En países con altos índices de desem­pleo, como es el caso de Chile, el contingente de población activa que trabaja en ocupaciones no asalariadas es de tal magnitud que ya pierde todo sentido considerarlo como sector residual de la sociedad. Por una curiosa dialéctica, tales sectores se manifiestan a la vez como expresión extrema de la crisis y como eventual embrión para revertiría. Por falta de oportunidades en el mercado formal, los trabajadores desocupados y sus familias generan formas alternativas de organización productiva y de actividad laboral, dando origen a una sorprendente diversidad de estrate­gias de supervivencia. En cuanto expresión extrema de la crisis, los sectores invisibles revelan la máxima precariedad de condi­ciones de vida y de trabajo, producto de la inseguridad permanen­te que impone un mercado competitivo donde la baja productivi­dad del sector plantea grandes desventajas. Todo esto se agrava por el hecho de que los sectores invisibles se tornan funcionales a un capitalismo que es incapaz de generar los empleos produc­tivos necesarios en la economía formal.

Fortalecimiento de las micro-organizaciones

En cuanto embrión para revertir la crisis, el mundo invisible crea, en función de sus estrategias de supervivencia, un sinnúmero de microorganizaciones productivas y comunitarias, donde la ética solidaria que se da al interior de las mismas constituye un recurso indispensable para sobrevivir y desplazarse en un medio en el que impera la lógica competitiva. De modo que las fuerzas endógenas de la solidaridad se confrontan permanentemente con las fuerzas exógenas de la competencia. En esta confrontación, las perspectivas son dos, y diametralmente opuestas: 1) que las presiones exógenas debiliten estas organizaciones, las disuelvan por «inercia» o las incorporen a la racionalidad competitiva del sistema dominante; o 2) que estas organizaciones se fortalezcan, conquisten grados crecientes de autodependencia e irradien su fuerza solidaria hacia otros segmentos de la sociedad. Para que lo segundo suceda se requiere descentralizar las decisiones, desconcentrar los flujos de recursos y promover la participación popular.

Lo anterior no significa que una política de desarrollo autodependiente deba abocarse exclusivamente al fortalecimien­to interno de los sectores invisibles. Semejante tesitura sería parcial y reduccionista. De lo que se trata es de rescatar todo el arsenal de creatividad social, de solidaridad y de iniciativas autogestionarias que el mundo invisible se ha forjado para sobre­vivir en un medio excluyente, para oponerlos, a través de políti­cas globales, al imperio exclusivo de una lógica competitiva y dependiente.

La necesidad de redes horizontales

En este sentido, los actores invisibles deberían configurar redes horizontales, desarrollar acciones de apoyo mutuo, articular prácticas individuales y grupales, y así plasmar proyectos com­partidos. Así será posible acabar con la atomización que amenaza su existencia. Proyectos nacionales que abran a estos sectores las posibilidades de participar en la toma de decisiones, permitirán atenuar las presiones exógenas y fortalecer los potenciales endó­genos.

El mundo invisible y la crisis latinoamericana

Un rasgo inconfundible del desarrollo latinoamericano en lo que se refiere a los mercados de trabajo es la insuficiencia de los sectores económicos para absorber el incremento de la población económicamente activa. Ello genera un excedente de fuerza de trabajo que desemboca en un aumento del contingente de desempleados y subempleados. Quienes se encuentran en este contingente se insertan en el mercado de trabajo de manera muy diferenciada, constituyendo segmentos heterogéneos que con­forman tanto el auto-empleo de bajos ingresos como también una pluralidad de formas de organización social del trabajo donde predominan unidades productivas no institucionalizadas, es de­cir, localizadas fuera del sector productivo formal.

Individuos y familias, organizados en microunidades econó­micas que ocupan los intersticios del sistema y desempeñan actividades económicas desdeñadas por el núcleo capitalista moderno, componen una fracción significativa de la fuerza de trabajo en casi todos los países de América Latina. Este exceden­te de naturaleza estructural vio extendida su participación con el discurrir de la crisis económica que ha afectado a los países de la región desde 1981. Esto significa que a un excedente estructural de la fuerza de trabajo se incorporó un contingente coyuntural de considerable magnitud, lo que agudiza un problema que ya era crónico.

Estudios realizados para varios países revelan tanto un au­mento sustancial del desempleo como una intensificación del subempleo. Para muchos trabajadores que han sido expulsados del sector moderno, la inserción en mercados no organizados y en actividades no institucionalizadas constituye la principal al­ternativa al desempleo, sobre lodo ante la falta de cualquier legislación social de protección al trabajador desempleado. Esti­maciones bastante conservadoras muestran que en Brasil, entre los años 1981 y 1983. los sectores informales urbanos crecieron a una tasa del 6.6% al año, aumentando significativamente la participación de estos sectores en la ocupación no agrícola. Dichos segmentos han tenido un importante papel en el ajuste de los mercados de trabajo, amortiguando el impacto social del desempleo durante la crisis e incrementando su peso relativo en el total de la población ocupada.

Las omisiones de las estadìsticas

Los sectores no organizados y no institucionalizados de la fuerza de trabajo, denominados genéricamente sectores «informales», no agotan el concepto de «sectores invisibles», sino que están contenidos en estos últimos. Si los sistemas de informaciones estadísticas existentes en la mayoría de los países de la región son incompletos e inadecuados para comprender la dimensión, es­tructura y dinámica de los sectores informales, la medición de los otros segmentos invisibles es prácticamente inexistente y sólo asoma en encuestas e investigaciones aisladas de carácter local.

En contraste con estas carencias en la investigación, los segmentos invisibles, vistos como un todo, tienen considerable importancia en los países de la región, pues desarrollan estrate­gias de supervivencia alternativas a las que existen en el mercado formal del trabajo. La relevancia de tales segmentos no se limita ni a su volumen absoluto ni a su peso relativo, sino que compren­de también su papel alternativo en cuanto a las formas de super­vivencia de sus miembros. Esto último trasciende la capacidad de los sistemas de información vigentes, lo que una vez más eviden­cia que, desde el punto de vista analítico y de la formulación de políticas, dichos sistemas sólo parecen tomar en cuenta lo que puede ser medido. Al carecer de una adecuada base teórica para abordar estos ámbitos, los registros demográficos, de fuerza de trabajo y de cuentas nacionales carecen de una orientación básica para producir las mediciones relevantes.

Desafíos metodológicos y de reconceptualización

Las lagunas teóricas y estadísticas recién mencionadas dificultan el diseño de una taxonomía para los sectores invisibles. Dicha taxonomía debiera esclarecer no sólo lo que hacen y no hacen esos sectores, sino además agrupar las múltiples actividades y ocupaciones «invisibles» en categorías de análisis que permitan aprehender, tras la absoluta heterogeneidad de estos sectores, los elementos que ellos comparten entre sí. Semejante tarea es indispensable para estudiar la presencia de un conjunto muy extendido de personas que ocupan intersticios en la moderna economía de mercado, desde donde forjan alternativas en mate­ria de organización productiva y organización social del trabajo -alternativas que son esenciales para su supervivencia individual y colectiva.

Una primera exigencia es la de extender el concepto de trabajo allende la noción convencional de empleo. Esta ultima se reduce a una relación de salario y de subordinación al capital. En las socieda­des latinoamericanas los sectores invisibles presentan, por su propia heterogeneidad, una diversidad de formas de trabajo que escapan a la noción convencional de empleo. Este trabajo puede asumir un carácter individual, como es el caso de los auto-empleados, o colectivo organizado en familias, asociaciones, pequeñas organiza­ciones comunitarias, micro-empresas, etc. No siempre el trabajo en estos ámbitos tiene motivaciones exclusivamente económicas, si bien en la mayoría de los casos surge de la necesidad de obtener ingresos. El trabajo también puede ser solidario, movilizador de energías sociales, participativo, dirigido a mejorar la infraestructura social o bien consagrado a lograr alguna conquista política como puede ser la generación de mayor autonomía en las decisiones comunitarias. Esto exige trascender la reducción del concepto de trabajo a la óptica de factor de producción o de la condición de demanda derivada. Estas son categorías convencionales aplicadas a la noción de empleo y de poco sirven para comprender formas de trabajo regidas por racionalidades o motivaciones distintas. Una perspectiva integral del desarrollo debe contar con un concepto más amplio del trabajo, entendiéndose tanto su función de generador de ingresos (salarios u otros) como en sus efectos sobre la calidad de vida, a saber: como satisfactor de necesidades humanas y como catalizador de energías sociales.

Un proyecto de sociedad más justa y participativa para los países de América Latina debe incluir la evaluación del signifi­cado histórico de estas diversas formas de organización indivi­dual y social del trabajo. Es necesario verificar si las mismas constituyen formas alternativas para un nuevo estilo de desarro­llo aunque tengan, por el momento, sólo un carácter embrionario. Tal evaluación obliga a detectar las múltiples racionalidades existentes en estas organizaciones. Pero para que la investigación teórica pueda traducirse en cambios políticos es preciso también identificar a los nuevos actores sociales que están emergiendo desde el interior de aquellos segmentos y que constituyen agentes potenciales de cambios. Tanto la identificación de racionalidades como de actores sociales contribuiría a viabilizar nuevas formas de organización capaces de transformar la realidad social. Tales tareas no pueden, empero, minimizar el papel histórico que, en las sociedades latinoamericanas, han desempeñado el capital, principal instrumento de modernización económica en la región, y el Estado, que siempre ha asumido el papel de viabilizador de los avances capitalistas. Estos dos componentes tienen una dimensión insoslayable en nuestros países, y descono­cerlos puede inducir a graves errores de análisis en relación a los rumbos que el desarrollo podrá asumir en estas sociedades.

Autodependencia y producción de conocimientos

El Desarrollo a Escala Humana requiere reestructurar la promo­ción de conocimientos con miras a socializar la conciencia crítica y los instrumentos cognoscitivos necesarios para contrarrestar las múltiples formas de dependencia. Tal reestructuración preci­sa que las nuevas ideas se confronten con aquéllas hasta ahora dominantes en los espacios de las políticas públicas. De allí la necesidad de realizar un conjunto de acciones que permitan lograr que estas ideas sean discutidas y profundizadas en los múltiples ámbitos y escenarios donde se intenta promover un desarrollo centrado en las personas.

Es preciso desarrollar estudios que permitan crear bases de datos capaces" de medir o evaluar lo relevante para el Desarrollo a Escala Humana. En tal sentido, será necesario modificar los sistemas de información estadística y cualitativa, de manera que reflejen las heterogeneidades estructurales y las especificidades psicoculturales de las distintas regiones, y sobretodo, las poten­cialidades que subyacen en estas diversidades.

Es necesario impulsar la participación popular en los siste­mas de producción de información. Ello requerirá, por una parte. rediseñar los sistemas estadísticos y de producción de datos, de forma tal que hagan accesible la información a las personas y resulten relevantes para sus intereses. Lo dicho demandará profun­dizar y socializar las técnicas de autodiagnóstico comunitario.

Resulta conveniente impulsar la creación de bancos de ideas a nivel nacional e intercomunicados a nivel latinoamericano. En dichos bancos debería reunirse información sobre proyectos e iniciativas de base que apunten hacia la autodependencia local potenciando el uso de recursos no convencionales, como también sobre tecnologías y políticas públicas afines con el Desarrollo a Escala Humana.

Es recomendable hacer esfuerzos para modificar los currículos de enseñanza en los centros de educación superior para que incorporen sistemáticamente la reflexión sobre alternativas de desarrollo en sus aspectos propositivos, epistemológicos y metodológicos. La formación de investigadores en esta materia es indispensable tanto para integrar conocimientos y experiencias en provecho del Desarrollo a Escala Humana como para evitar la tiranía de ideologías reduccionistas y de visiones unidimensionales sobre el tema.

Es preciso mejorar la formación de educadores de adultos y la capacitación de promotores del desarrollo para que sea consistente con los objetivos de la autodependencia, la satisfacción de las necesidades humanas y la participación comunitaria.

Es aconsejable, también, elaborar programas de post-grado en docencia e investigación, a fin de hacer aportes sistemáticos en torno de los problemas que se plantean en relación a la búsqueda de alternativas de desarrollo para nuestros países.

Por último, es recomendable propiciar la formación de una red de centros de investigación y capacitación que mantengan entre sí una estrecha relación, a fin de retroalimentarse permanentemente en la construcción de un nuevo paradigma de desarrollo.

Sobre las micro-organizaciones

Las micro-organizaciones en los sectores invisibles

Una de las manifestaciones más gravitantes de los sectores invisibles la constituye un amplio espectro de micro-empresas y otras pequeñas organizaciones económicas que operan en los intersticios o brechas dejadas por el gran capital. La racionalidad de estas micro-organizaciones puede estar determinada por la necesidad de supervivencia en el marco de crisis agudas, por la falta de oportunidades brindadas en la moderna economía de mercado, o por una alternativa consciente asumida frente a la disciplina y jerarquía dominantes, tanto en el empleo del sector formal como en la tradición histórica general. En todos estos casos, la racionalidad que rige a las micro-organizaciones no tiene como fundamento único el principio capitalista de acumulación mediante el lucro.

Heterogeneidad de las micro-organizaciones

Cabe destacar que generalmente estas micro-organizaciones económicas se encuentran subordinadas al núcleo capitalista moderno; pero la diversidad de estas organizaciones y sus distintas racionalidades las diferencia de las empresas que, ubicadas en el sector moderno, operan sobre bases capitalistas en mercados cada vez más caracterizados por el oligopolio concentrado. Algunos estudios han demostrado cómo las diferentes estructuras con que operan esas micro-organizaciones generan diferencias de productividad y de ingresos que tornan poco atrayentes los trabajos ejercidos en esos segmentos no institucionalizados, salvo para grupos de baja calificación y para personas con mayor dificultad para acceder al mercado formal. Sin embargo, también existen casos en que las micro-organizaciones han emergido como alternativa consciente a la disciplina del trabajo asalariado o como mecanismo social de defensa frente a un ambiente social y políticamente hostil. En tales casos, donde prevalece la motivación por nuevas experiencias sociales o por mecanismos de solidaridad dictados por la necesidad de supervivencia de grupos o comunidades, el trabajo desempeña un papel diferente al ejercido cuando los segmentos sólo operan por falta de oportunidades deseables en el sector moderno de la economía. La heterogeneidad del sector es multidimensional; a las dimensiones recién aludidas cabe agregar que los segmentos invisibles son también muy diversos en lo que se refiere al sector de actividad donde se localizan, a su producción y comercialización de bienes y servicios y a sus formas de organización social del trabajo (micro-unidades individuales, cooperativas, micro-unidades familiares, etc.)

Inestabilidad de las micro-organizaciones

Otro rasgo de las micro-organizaciones es su inestabilidad, evidenciada por sus elevadas tasas de nacimiento y muerte. Tales organizaciones encuentran serias dificultades para sobrevivir individualmente. Su supervivencia depende de factores tales como: tamaño del mercado, localización, estructura de costos, divisibilidad de las ventas, posibilidades para ingresar en un mercado competitivo, posibilidad de diversificar sus fuentes de insumos y de materias primas, capacidad para evitar la dependencia respecto de pocos compradores (en especial los intermediarios), acceso al crédito, etc. Estos elementos, determinantes para la auto-reproducción de las micro-organizaciones, pueden reforzarse en base a programas de asistencia, provengan de instituciones públicas o privadas. A partir de una nueva concepción de la gestión de los recursos económicos y sociales, (ver Sobre recursos) y de una visión alternativa del proceso de desarrollo, puede atenuarse gradualmente el carácter dependiente, inestable e intersticial de las micro-organizaciones en sociedades que, como las latinoamericanas, cuentan con una aguda heterogeneidad estructural.

De no mediar nuevas visiones e interpretaciones, la mayor parte de las microorganizaciones económicas tenderán a vivir una historia corta, pautada por episodios limitados de acumulación y por tentativas frustradas de crecimiento. Aunque parezca paradojal, estas actividades propias de los sectores invisibles tienen un tremendo potencial para atacar el flagelo del desempleo. De ahí la necesidad de apoyarlas y estimularlas de manera coherente, ya que los sectores modernos de la economía no serán capaces por sí solos de resolver los efectos adversos de la crisis.

Micro-organizaciones y macropolíticas

Para la permanencia y el desarrollo de estas organizaciones es fundamental el papel ejercido por el Estado. Este podrá minar la existencia de aquéllas, sea por simple omisión o por la represión de movimientos sociales que, al nacer en el seno de las microorganizaciones, pueden aliarse a otros sectores de la sociedad civil en la lucha por rescatar el poder concentrado por el Estado. De fundamental importancia para la promoción de micro-organizaciones con vistas a cambios estructurales resulta, pues, la articulación micro-macro, por cuanto el impacto socio-político y económico de las micro-organizaciones que se forjan en los sectores invisibles dependerá de su capacidad de gravitación en el conjunto de la sociedad. Ella dependerá, a su vez, de si estas organizaciones sólo estructuran estrategias de simple supervivencia o si además, y a través de estas estrategias, se constituyen en embriones de un desarrollo alternativo.

Limitantes y potenciales de las microorganizaciones

Sería totalmente absurdo identificar el Desarrollo a Escala Humana, en su más amplio sentido, con los sectores invisibles, y mucho menos con un subconjunto de éstos que llamamos micro-organizaciones económicas. Cabe, empero, identificar en estas unidades el embrión de formas diferentes de organización social de la producción y del trabajo que podrían rescatarse para nuevos estilos de desarrollo y potenciarse con esa finalidad a través de la acción política y de programas de apoyo pertinentes.

Una de las dimensiones a través de las cuales se manifiesta la crisis económica y social que padecen los países de la región es la problemática de los sectores invisibles. De allí la función relevante que éstos cumplen en la búsqueda de una opción para la superación de la crisis. Pero aunque alternativas al orden existente nazcan y maduren en algunos espacios micro-sociales del mundo invisible (espacios contra-hegemónicos que conjugan una economía, una cultura y una voluntad política), su transformación en alternativas viables de efecto global requiere identificar y reforzar aquel los sujetos capaces de impulsar su realización práctica. Es desde esta perspectiva que la cuestión de lo invisible ha de concebirse como parte de la problemática de la transición hacia nuevas formas de organización social. Al respecto no puede desconocerse que en algunas experiencias asociadas con el mundo invisible, ya se despliegan iniciativas que pueden llegar a sobrevivir a la coyuntura de crisis que les dio origen.

Cualquiera sea la estructura que define a los sectores invisibles, la incidencia política de éstos sobre el resto de la sociedad dependerá también del carácter reactivo o creativo de los sujetos involucrados. En otras palabras, para la promoción de cambios estructurales es necesario separar, al interior del mundo invisible, lo que son meros mecanismos de resistencia frente a la crisis, de lo que son mecanismos motivados por la búsqueda de mayor autonomía. Estos últimos pueden desembocar en una estructura más durable e inspirar la creación de nuevas estrategias de desarrollo.

La autodependencia como proceso socioeconómico

La mayor autodependencia que las organizaciones populares pueden alcanzar en su funcionamiento y gestión está directamente determinada por la manera en que tales organizaciones se insertan y participan en el mercado. Hay que reconocer, sin embargo, que la aulodependencia absoluta es una utopía. Lo deseable-posible es la conquista de grados crecientes de autodependencia. En otras palabras, la autodependencia queda determinada por el modo en que las micro-organizaciones se relacionan con otros sujetos y organizaciones. Puesto que la autodependencia se forja a través de esas relaciones, no se trata de un hecho, sino de un proceso definido por un sistema de relaciones. Si ante las presiones de la crisis, muchas organizaciones económicas populares se esfuerzan por forjar practicas de autogestión, ello constituye de por sí un importante paso no sólo hacia la autodependencia, sino también hacia una mayor autonomía, pues revela, por parte de grupos y comunidades, la voluntad de ejercer el control sobre sus propias condiciones de vida. Es en esa medida que constituyen uno de los embriones para un Desarrollo a Escala Humana. El problema consiste, pues, en identificar modos de organización y operación internos y sistemas de relaciones con el mercado externo, que permitan a estas organizaciones conquistar grados crecientes de autodependencia y autonomía para adoptar libremente decisiones en función de sus propios objetivos e intereses. Todo esto en la perspectiva de un progresivo desarrollo de las capacidades personales y de control sobre las propias condiciones de vida, para desplegar modos de ser y de actuar alternativos que se proyecten hacia una transformación de las relaciones económicas y sociales, sustentadas en una cultura democrática.

La consecución de estos fines requiere que las organizaciones posean los factores necesarios para generar los activos e ingresos económicos indispensables a fin de satisfacer las necesidades de consumo de sus integrantes y reponer y ampliar los factores utilizados. Estos factores deben combinarse en cantidades y calidades definidas de tal forma que la unidad económica pueda asegurar su reproducción y crecimiento. Por ello la capacidad de las microorganizaciones de perpetuar su existencia mediante la generación de excedentes que permitan financiar su crecimiento resulta esencial, además, para incrementar su autodependencia.

Desafíos del Estado

Una amenaza permanente para el logro de mayores niveles de autodependencia y autonomía de las micro-organizaciones es el intento de cooptación por parte del aparato del Estado, de los partidos políticos y de otras instituciones que operan con la lógica del poder. Las organizaciones económicas y movimientos sociales en general son con frecuencia neutralizados por un escenario político de estructuras piramidales que entre sí se disputan hegemonías.

El problema de la cooptación es determinante para las articulaciones entre organizaciones locales y procesos globales. La cooptación se realiza mediante la identificación y manipulación política de los actores sociales, lo que invariablemente conduce a la pérdida de identidad de éstos y a su utilización para fines que desvirtúan sus objetivos endógenos. En esta dinámica, el sistema de relaciones que se establece entre las micro-organizaciones y las macroestructuras de poder, remata en la pérdida del control de aquéllas sobre sus propios recursos y sobre su destino.

El sentido que asuman estas articulaciones depende en gran medida de las características del proceso político, del carácter de las instituciones estatales y del proyecto ideológico que define al Estado. En el contexto de los procesos políticos autoritarios y anti-democráticos, las subvenciones públicas suelen acompañarse de condicionamientos y mensajes destinados a inducir en las comunidades beneficiadas determinados comportamientos, o dirigidos a evitar acciones que el Estado considera inconvenientes para el orden social y político establecido. En los casos en que rige el estado de derecho y la sociedad se organiza como democracia meramente representativa, las subvenciones y asignaciones de recursos públicos se encuadran en políticas de reforma social que van acompañadas de mensajes ideológicos o doctrinarios que también condicionan el funcionamiento de las micro-organizaciones y de los movimientos sociales, mermando su capacidad de autonomía y autodependencia. Sin embargo, es evidente que un estado de derecho es mucho más propicio para la coexistencia de múltiples identidades socioculturales que un régimen autoritario. Más aún, es condición necesaria -aunque no suficiente- para promover la autonomía y la autodependencia en los diversos ámbitos y espacios. Tanto el juego político democrático, como un sistema económico que distribuya recursos conforme a las necesidades de los distintos grupos y sectores sociales, son requisitos indispensables para la promoción de un estilo de desarrollo como el que aquí se propone.

 

Sobre recursos

Recursos para la autodependencia

En materia de políticas concretas orientadas al Desarrollo a Escala Humana en América Latina, un elemento decisivo es el de la generación y asignación de recursos destinados a fortalecer organizaciones locales que operan con una racionalidad contrahegemónica (solidaria, sinérgica, participativa) y a incrementar la autodependencia de estas organizaciones.  Si se fortalecen “embriones de organización” puede atenuarse el riesgo de la cooptación de lo micro por lo macro, y puede aumentar la permeabilidad de lo macro por lo micro.  Una política de recursos para el desarrollo local (descentralizadora y participativa) y desde las organizaciones locales constituye la piedra angular para una transformación estructural “de abajo hacia arriba”.

En este sentido es preciso examinar el problema de los recursos al interior de las pequeñas organizaciones económicas, evaluar críticamente las nociones convencionales para el desarrollo local y, particularmente, para el de las pequeñas organizaciones económicas.

 

El trabajo como un multi-recurso

Al analizar una unidad productiva a fin de evaluar su eficiencia y su modo de organizar el proceso productivo, el paradigma ortodoxo de la teoría económica, basado en el concepto de función de producción, postula que el flujo de producción, durante un cierto período de tiempo, depende del stock de capital y del uso de una cantidad determinada de trabajo, combinados en una proporción dada.  De ello se deduce que tanto el trabajo como el capital no son sino factores de producción, vale decir, insumos para el proceso productivo.  Bajo semejante perspectiva nada diferencia, en un sentido formal, la máquina del trabajo humano; éste se adquiere en el mercado como una mercadería cualquiera dado que tiene un precio (salario) y está sujeto al libre juego del oferta y demanda.

Si en su versión primitiva trabajo y capital fueron, para la teoría económica, considerados homogéneos, posteriormente la noción de homogeneidad del capital fue superada por la llamada «Controversia del Capital» o «Controversia de Cambridge». La idea de homogeneidad del trabajo fue trascendida por la «Teoría del Capital Humano», pero ésta redujo el trabajo humano a la condición de capital acumulable mediante inversiones en educación y entrenamiento. Además de ser objetable en el plano ético, esta teoría contiene un sofisma ideológico merced al cual los trabajadores también aparecen, en cierta forma, como capitalistas.

Más allá de los reduccionismos aludidos, estas nociones omiten un conjunto de recursos relacionados con el trabajo y que la experiencia histórica obliga a considerar. El trabajo constituye mucho más que un factor de producción: propicia creatividad, moviliza energías sociales, preserva la identidad de la comunidad, despliega solidaridad, y utiliza la experiencia organizacional y el saber popular para satisfacer necesidades individuales y colectivas. El trabajo tiene, pues, una dimensión cualitativa que no puede explicarse por modelos instrumentales de análisis ni por estimaciones econométricas de funciones de producción.

En el marco de la actual crisis, la dimensión cualitativa del trabajo se hace más manifiesta en las actividades que desarrollan muchas de las microorganizaciones. Se trata de elementos intangibles, no mensurables ni definibles en unidades comparables a las usadas para los factores de producción convencionales. Ligados a una noción más amplia del trabajo, estos recursos desempeñan un papel decisivo al compensar la escasez de capital con elementos cualitativos para el aumento de la productividad. Entendido como una fuerza que moviliza potencialidades sociales, el trabajo, más ¿fue un recurso, es un generador de recursos?

La reconceptualización de los recursos -incluido el trabajo- es necesaria y viable. Permite superar visiones unidimensionales que tienden a subordinar el desarrollo a la lógica exclusiva del capital.

Las reconceptualizaciones a que se ha hecho referencia y la definición de alternativas para la generación de recursos exigen considerar dos ámbitos fundamentales que se examinarán en los Ítems siguientes. El primero se refiere a los recursos no convencionales, y el segundo a las alternativas de financiamiento para el desarrollo local.

Los recursos no convencionales

Los recursos no convencionales son importantes no sólo para la supervivencia de micro-organizaciones sino también para la constitución y el desarrollo de movimientos sociales en distintos países de América Latina. Casos ilustrativos los encontramos en las Organizaciones Económicas Populares chilenas (OEP), en las comunidades cristianas de base del Brasil, en las organizaciones de barriadas del Perú, en los movimientos juveniles y de mujeres, en las asociaciones indígenas, en los grupos ecologistas y en tantos otros.

Organizaciones análogas existen en todos los países de la región, y son formadas por personas que han resuelto unir esfuerzos para enfrentar grupalmente la satisfacción de sus necesidades fundamentales mediante la construcción de proyectos colectivos de vida.

En el caso de las micro-organizaciones, muchas de ellas se crean a fin de paliar la ausencia de oportunidades de trabajo en los sectores más modernos de la economía, pero también buscan alternativas conscientes frente a la alienación y a la jerarquización vertical del trabajo en las fábricas, en las oficinas y en otros servicios organizados en torno al núcleo capitalista moderno. Buena parte de estas organizaciones no sólo se consagran a actividades económicas que garanticen su auto-reproducción, sino que también desarrollan actividades sociales, culturales y recreativas. La producción y la comercialización de bienes y servicios se complementa allí con actividades de autoconstrucción, huertos orgánicos, cocina comunitaria, compras comunes, teatro popular y otras.

Más allá de los recursos económicos

Los recursos que tales movimientos y organizaciones movilizan no se agotan en lo que convencionalmente suele entenderse por recursos económicos. Mientras estos últimos se reducen al trabajo, con sus varias calificaciones, y al capital, entre los otros recursos se incluyen:

1. Conciencia social;

2. Cultura organizativa y capacidad de gestión;

3. Creatividad popular';

4. Energía solidaria y capacidad de ayuda mutua;

5. Calificación y entrenamiento ofrecido por instituciones de apoyo;

6. Capacidad de dedicación y compromiso de agentes externos o internos.

Es preciso destacar la particularidad muy especial que distingue a los recursos convencionales de los no convencionales. Mientras los primeros se agotan en la medida en que se utilizan, los segundos se pierden sólo en la medida en que no se utilizan. Por ejemplo, el poder que se entrega, es poder que se pierde: el dinero que se da es dinero que se deja de tener. En cambio, la solidaridad que se da es solidaridad que crece: el conocimiento que se entrega es conocimiento que se expande.

Los recursos no convencionales potencian un desarrollo que va más allá de la noción convencional de acumulación (aun cuando la incluye), ya que se funda, además, en el acervo del saber práctico generado por la propia comunidad. Tal acumulación de conocimientos amplía a su vez la potencialidad de los propios recursos: capacidad organizativa, generación de nuevas conductas y opciones enriquecedoras de interacción comunitaria. Otro rasgo distintivo de estos recursos, y que revierte las perspectivas economicistas habituales, es que, contrariamente a los recursos económicos convencionales que se caracterizan por la escasez, los recursos no convencionales abundan. Tienen, además, una enorme capacidad de conservar y transformar la energía social para procesos de transformaciones profundas.

Complementación entre recursos convencionales y no convencionales

La potenciación de recursos no convencionales, como los enumerados, estimula no sólo la autodependencia, sino que garantiza una mejor utilización de los recursos convencionales, especialmente del capital. Esto es fácilmente comprobable a la luz de la experiencia de muchos proyectos locales ejecutados en América Latina con apoyo de organismos internacionales. Muchísimos proyectos que han contado con todo el apoyo financiero necesario, acaban por desvanecerse debido a su incapacidad de estimular las motivaciones y potencialidades endógenas de los grupos que se pretende beneficiar. De ahí que todo recurso convencional que no se apoye en un querer ser y en un querer hacer de la comunidad, es decir, en la emergencia de los recursos no convencionales que la comunidad decida movilizar, acabará por ser ineficiente.

Esta reconceptualización de los recursos no sólo extiende las opciones en materia de planificación y políticas, sino que además destaca que el principal agente de transformación es la capacidad del ser humano de movilizar su sensibilidad, imaginación, voluntad y su talento intelectual en un esfuerzo que se extiende desde el desarrollo personal al desarrollo social y que genera así una conciencia integradora que va de lo individual a lo colectivo, transformando recursos internos a la persona en catalizadores de una energía social transformadora. Es precisamente este caudal sinérgico de los recursos no convencionales lo que los convierte en una pieza clave para el Desarrollo a Escala Humana. Y es por su dimensión histórico-cultural que una política de recursos no convencionales es mucho más que una política económica.

Recursos no convencionales y democracia social

Estos recursos pueden ser instrumentos importantes de transformación en la medida en que se encuentran enraizados en las comunidades y «almacenados» en la tradición histórica y cultural. Son las comunidades las que pueden maximizar y viabilizar el uso de ellos, pues tales recursos les son inherentes. De modo que el potenciamiento en el uso de los recursos no convencionales implica también el potenciamiento de la participación comunitaria de la sociedad civil frente al Estado y de la autodependencia frente a la dependencia.

A los recursos no convencionales mencionados pueden agregarse otros análogos que hacen referencia tanto al ámbito histórico-antropológico como al de las estructuras sociales, tales como las redes sociales, la memoria colectiva, la identidad cultural y las visiones del mundo.

La alternativa orientada al Desarrollo a Escala Humana pasa necesariamente por una política de activación de recursos no convencionales. Ello obliga a asumir un enorme desafío ideológico, cual es el de avanzar en la perspectiva de:

1.   Identificar y aprovechar las coyunturas históricas favorables a fin de multiplicar las iniciativas que la sociedad civil forja para administrar los recursos disponibles en una dirección renovada.

2.   Identificar y ampliar los espacios sociales que albergan mayor potencial en materia de recursos no convencionales.

3.   Identificar y estimular los actores sociales capaces de utilizar estos recursos en función de cambios estructurales hacia un Desarrollo a Escala Humana.

Alternativas de financiamiento local

El sistema financiero convencional no ha sido adecuado para la promoción del desarrollo local ni ha respaldado experiencias alternativas de organización económica. Ello es parte de un contexto político que requiere de una revisión crítica. Tanto más importante es esta revisión cuando se toma conciencia de la crisis económica que atraviesan los países de la región. Las políticas estabilizadoras destinadas a resolver los problemas de desequilibrio interno y endeudamiento externo, fueron minadas por un proceso irresponsable de financiamiento a los grandes grupos económicos y al Estado por parte del sistema financiero privado internacional. Lejos de conducir a nuestros países a su desarrollo, estos procesos precipitaron una profunda crisis económica y social que no tiene paralelo en la historia latinoamericana. Si algo no puede soslayarse, es el hecho de que el financiamiento a los grandes grupos económicos y al Estado agudizó una crisis que empobreció aún más a aquellos sectores que han sido tradicionalmente excluidos social, económica y políticamente del proceso histórico de expansión económica.

Uno de los principales problemas en relación al financiamiento local es el de la hipertrofia y centralización del Estado en América Latina. Más recursos estarían disponibles para promover la autodependencia de los espacios locales si se llevaran a cabo, en muchos de los países de la región, reformas a los sistemas tributarios, monetarios y financieros. Esto, a fin de permitir que tanto los recursos públicos como los privados estén más directamente vinculados a las necesidades locales y a los grupos más desprotegidos de la población. La discusión en tomo a la disyuntiva entre descentralización y centralización se sitúa así en el centro de la problemática del Desarrollo a Escala Humana. Con ello se replantea el papel del Estado como asignador de recursos para favorecer el desarrollo orientado al fortalecimiento de los espacios locales.

Las instituciones Financieras que se dediquen al financiamiento local en función de un Desarrollo a Escala Humana deben plantearse fines y formas de operar que desborden el marco convencional del financiamiento. En primer lugar, estas instituciones deben promover la creatividad local y apoyar iniciativas comunitarias que se organicen a través de relaciones solidarias, horizontales y equitativas. En segundo lugar, tales instituciones deben maximizar, en el nivel local, la velocidad de circulación del dinero. Esto significa captar el excedente generado localmente y hacerlo circular la mayor cantidad de veces posible al interior del espacio local, ampliando así la capacidad multiplicadora del financiamiento a partir de un nivel determinado de ahorro. En tercer lugar, estas instituciones han de adecuarse para que los propios ahorrantes o generadores de excedentes puedan decidir sobre el destino de sus recursos, lo que permitiría mayor transparencia a la relación ahorrante - inversor, promoviendo más participación en las actividades consagradas a viabilizar alternativas de desarrollo en el espacio local. En cuarto lugar, tales instituciones Financieras deben administrarse en forma cooperativa por personas de la propia comunidad, para lo cual la gerencia también debe ser de origen local. Por último, para que la institución Financiera local pueda sostener una imagen de credibilidad debe contar con protección contra eventuales crisis de liquidez. Esta protección podría asumirla una organización bancaria tal como el Banco Central o cualquier otro sólido banco oficial.

En función de lo anterior, es menester que el sistema bancario en América Latina incorpore una nueva orientación que amplíe su concepción de financiamiento. Así podrá superarse la práctica restrictiva en materia de préstamos, removiendo las barreras conservadoras que exigen garantías patrimoniales como condición imprescindible para la concesión de créditos.

Sin desmedro de su autonomía, los bancos locales también podrían estar vinculados tanto al sistema financiero nacional como al internacional. Con relación a esta última articulación cabría pensaren la creación de un banco regional latinoamericano cuya función primordial fuera la de apoyar el financiamiento local. Dicho banco, de cobertura regional, podría concebirse como una institución cooperativa integrada por bancos locales. Otra forma de financiamiento local es la de la llamada Banca Descalza (Barefoot Banking).  Se trata de un mecanismo que generalmente se vincula con alguna institución financiera oficial.

Su objetivo es el de asignar recursos a actividades que pueden desarrollar grupos locales que, de no mediar esta gestión, no tendrían acceso a financiamiento de ninguna otra institución bancaria, fuere pública o privada. El sistema tiene múltiples variantes, pero en general funciona a través de la identificación de oportunidades de inversión realizada por personas entrenadas que conviven con la comunidad. Tales agentes seleccionan actividades en función de las condiciones locales y en la medida en que contengan potencialidades de desarrollo. En estos casos el apoyo se adopta a las posibilidades reales del proyecto local, en lugar de que el proyecto se adapte a las exigencias del mercado financiero.

El financiamiento local exige también que la propia institución financiadora (o cualquier otra agencia pública o privada) suministre, de ser necesario, apoyo técnico para la formación y ejecución de proyectos que aprovechen las oportunidades económicas existentes en la localidad. Tal exigencia no debe entenderse como formal, sino como instrumento que permita evaluar la viabilidad del esfuerzo y mejorar el apoyo externo.

El financiamiento para pequeñas organizaciones económicas en espacios locales obliga a las instituciones a ser capaces de captar los ahorros y canalizarlos mediante el crédito para atender las necesidades locales. En el caso del Grameen Bank Project, en Bangladesh, el crédito generó ahorros, lo que es poco usual. Suele ocurrir lo contrario, a saber, que el ahorro genere crédito. La relación entre ahorro y crédito ha sido objeto de algunas propuestas en trabajos recientes. Se argumenta al respecto que, a la luz de los problemas enfrentados por las comunidades más pobres que buscan o vivencian formas alternativas de desarrollo, la movilización del ahorro, combinada con créditos a nivel local, constituye uno de los medios más importantes para la promoción del desarrollo de la comunidad. Por otro lado, hay experiencias que demuestran que el sector informal cuenta con gran potencial para la generación de ahorros, y que dicho potencial ha sido escasamente aprovechado.

Las instituciones de ahorro en los espacios locales surgen, pues, como importantes agencias de apoyo a experiencias alternativas, sobre todo si no persiguen fines de lucro y se limitan a pequeños espacios geográficos, asumiendo así el papel de bancos típicamente populares. Para mayor coherencia con el desarrollo local, estas instituciones deben además: 1) poseer una estructura descentralizada, 2) ligar de la manera más estrecha posible la formación de ahorros a las necesidades de crédito local; y 3) superar o encontrar formas alternativas a las exigencias habituales de garantías para la concesión de créditos.

Autonomía y macropolíticas

Resulta imprescindible diseñar políticas para apoyar el desarrollo de los sectores invisibles mediante la aplicación de programas de capacitación, crédito y asistencia técnica a los pequeños productores urbanos y rurales, privilegiando especialmente a micro-organizaciones capaces de decidir y dirigir sus proyectos por sí mismos, de manera colectiva y solidaria.

Asimismo, los programas de capacitación, crédito y asistencia técnica deben tener como objetivo primordial el aumento de la capacidad de control por parte de las micro-organizaciones y de las poblaciones organizadas sobre el conjunto de bienes y servicios necesarios para reducir la pobreza, garantizar la calidad de vida, el mejoramiento del habitat y del ambiente y estimular, así, la autodependencia en las comunidades, municipios y regiones.

Convendría fomentar la aplicación de estrategias de desarrollo que reconozcan y respeten la diversidad de realidades y formas de organización que en los planos locales, regionales y nacionales caracteriza a América Latina, y convertir así la diversidad en elemento potenciador del desarrollo. Ello debe implicar un esfuerzo sistemático de desconcentración del poder político, de modo de distribuir más igualitariamente su ejercicio en los distintos ámbitos de la sociedad y así asegurar la adecuada consideración de los intereses locales y regionales.

Finalmente, aparece como imperiosa la necesidad de abocarse a estudios profundos que apunten a una reestructuración de los sistemas financieros y bancarios dentro de nuestros países, de tal manera que aporten al desarrollo no sólo en términos globales, sino que lo estimulen específicamente en los espacios regionales, municipales y comunitarios, con especial énfasis en el potencial de autodependencia en las organizaciones locales. En tal sentido, cabe considerar la creación de bancos locales (no sucursales de bancos nacionales) que estimulen el ahorro comunitario y la circulación de excedentes en las propias comunidades que los generan.


Recapitulación

Desafíos y alternativas

El Desarrollo a Escala Humana, orientado hacia la satisfacción de las necesidades humanas, alcanza en la autodependencia su condición, su medio y su valor irreductible.  En el plano de la práctica, tal opción requiere, como impulso inicial, una política de movilización de la sociedad civil. Para promover cambios estructurales, la movilización debe asumir dos desafíos:

1)   potenciar el uso de recursos no convencionales en la construcción de proyectos colectivos de vida encaminados al logro de la autodependencia y a la satisfacción de las necesidades humanas;

2)   potenciar los desarrollos locales para que su influencia trascienda las limitaciones espaciales y puedan participar en la construcción de una nueva hegemonía en el ámbito nacional. Para que las diversas prácticas locales o micro-espaciales se constituyan en una realidad social nueva deben articularse en un proyecto con exigencia de globalidad. De allí la importancia política decisiva de la articulación micro-macro. La cuestión capital es hacer viable la constitución de sujetos que, desde los pequeños y muy heterogéneos espacios, sean capaces de sostener y desarrollar sus propios proyectos.

Desafíos para el quehacer político

Para las estructuras políticas existentes se presenta el desafío de ser capaces de rescatar la riqueza de las dinámicas que ofrecen los movimientos sociales del mundo invisible, para integrarlos como actores significativos, y no residuales, de un nuevo proyecto de sociedad. En las condiciones actuales, por factores tales como la marginación económica y social, y la inoperancia de las prácticas políticas convencionales, son cada vez más frecuentes las respuestas de lucha social cuyas formas no encajan en los patrones tradicionales del quehacer político. La tendencia a la formación de grupos con estructuras no burocráticas e informales, la disposición a formas colectivas en la toma de decisiones y la orientación más práctica que ideológica en la definición de objetivos, constituyen rasgos que las organizaciones políticas deberían considerar para redefinirse a sí mismas.  Tal redefinición obliga a que estas organizaciones forjen mecanismos de participación en las decisiones, combinen sus exigencias ideológico-estratégicas con las de orden práctico y ético y actualicen sus discursos en función de las necesidades sentidas y movilizadas por las propias comunidades.

Articulación y cooptación

Un problema crítico es el del tamaño de la organización, ya que esto no es ajeno a la estructura de valores que se pueda generar en su interior.  Las organizaciones más pequeñas cuentan con posibilidades para forjar relaciones internas horizontales, solidarias y menos ideologizadas; pero carecen de capacidad para promover alternativas globales y para superar el carácter coyuntural o precario de sus expresiones.  En este marco, la cuestión central para la alternativa de desarrollo que buscamos es la agregación sin burocratización, o dicho en otras palabras, la articulación sin cooptación.  Este desafío no está resuelto y sólo puede resolverse a través de la interacción entre la teoría y la práctica social.  Si no se ataca este problema, la alternativa del Desarrollo a Escala Humana quedará reducida a un mecanismo de refugio en los espacios micro-sociales, perpetuando en los espacios mayores un orden excluyente que, por lo mismo, acabaría por diluir esta alternativa en sus meras intenciones.

Sólo un estilo de desarrollo orientado a la satisfacción de las necesidades humanas puede asumir el postergado desafío de hacer crecer a toda la persona y a todas las personas.  Sólo la creciente autodependencia en los diversos espacios y ámbitos  puede enraizar dicho desarrollo en el continente latinoamericano.  Sólo el inclaudicable respeto a la diversidad de los innumerables mundos que habitan en el ancho mundo de América Latina garantiza que esa autonomía no se confine al jardín de las utopías.  Sólo la articulación de estas diversidades en un proyecto político democrático, desconcentrador y descentralizador puede potenciar los recursos sinérgicos indispensables para la decantación de un desarrollo a la medida del ser humano.

 

4. La problemática no resuelta de la articulación micro-macro

Manfred Max-Neef

 

Respuestas pendientes

El problema de la articulación micro-macro aún está por resolverse tanto en la teoría económica como en las políticas de desarrollo. Tan lejos está, en efecto, de haber alcanzado una solución satisfactoria, que incluso resulta legítimo preguntarse si acaso se trata de un problema real y, en caso de serlo, si acaso tiene solución. En relación al asunto, hay que tener claro que la propia historia de la teoría económica ha sido una historia de opciones y no de soluciones.

Los vaivenes de la teoría económica

La primera visión de mundo de la economía en cuanto disciplina propiamente tal, el mercantilismo, fue una visión macro-económica. La crisis del mercantilismo trajo como consecuencia que las tres revoluciones económicas siguientes -representadas sucesivamente por los fisiócratas, los clásicos y los neoclásicos- correspondieran a visiones microeconómicas, cuyas diferencias entre sí estaban fundamentalmente determinadas por criterios divergentes respecto de la noción de valor [10] . La cuarta revolución, el keynesianismo, volvió a entender la economía como macro-economía, dando origen, entre muchos aportes hoy difíciles de descartar, a los indicadores agregados.

Los post-keynesianos, los neo-keynesianos y los monetaristas actuales, por mucho que traten de desligarse del pasado inmediato, siguen habitando el edificio macroeconómico que Keynes construyó. Pero la mera crisis replantea el dilema una vez más: ¿La economía es macroeconomía o microeconomía? Tal vez no haya respuesta porque es posible que después de casi 400 años acabemos por concluir que el problema no radica en que no hemos encontrado una respuesta, sino en que no hemos sabido plantear la pregunta.

Las teorías, políticas, estrategias y estilos de desarrollo surgidas con posterioridad a la segunda post-guerra han sido influidas determinantemente por la teoría económica reinante. Si esta ha sido macroeconómica, el desarrollo también se ha entendido como macrodesarrollo, y los indicadores del desarrollo han sido preferentemente los indicadores agregados que aporta la macroeconomía keynesiana. La articulación micro-macro no resuelta por las teorías económicas tampoco ha encontrado, por lo tanto, solución visible en los procesos de desarrollo.

El problema de la agregación

El desconcierto que caracteriza la situación actual se manifiesta en debates y tomas de posición bastante extremas las unas de las otras. Por una parte, los economistas de la escuela neo-austríaca afiliados al «individualismo metodológico» sostienen que todo comportamiento es entendible sólo en términos individuales y que, por lo tanto, no existen entidades colectivas como comunidades, sociedades y gobiernos cuyas propiedades sean distintas de las de los individuos. Al revivir el supuesto del «homo economicus», que actúa racionalmente al utilizar los medios más eficientes para el logro de sus fines, se concluye que la nueva teoría económica debiera concentrarse específicamente en el nivel microeconómico, único nivel real y concreto.

Por otra parte, encontramos argumentos que justifican la existencia de ambos niveles en cuanto entes reales, a partir de constataciones paradojales sustentadas tanto en evidencias empíricas como en demostraciones matemáticas. En este sentido se ofrecen ejemplos en que lo que cada individuo persigue como mejor para sí mismo, puede, a nivel de agregación, resultar en una situación que nadie desea. De tales evidencias se concluye que no se pueden agregar las decisiones individuales y suponer que la totalidad sea la simple suma de las mismas ya que, más allá de un determinado umbral crítico, las consecuencias agregadas pueden acabar negando por completo las intenciones individuales.

Una interpretación dialéctica

Sin ánimo de fabricar soluciones eclécticas, es preciso reconocer, a nuestro Juicio, que hay elementos de fuerza en los dos argumentos que hemos escogido como ejemplos extremos. Parece sensato aceptar, por una parte, que los comportamientos entendibles y observables ocurren efectivamente en planos individuales, es decir, al nivel micro. Del mismo modo habría que aceptar la existencia real de situaciones macro, lo cual no implica, sin embargo, poder hablar de comportamientos macro.

Quizás lo más acertado sea sugerir, entonces, una interacción dialéctica entre estados macro y comportamientos individuales, de tal suerte que, aún cuando se influyan recíprocramente, ni los unos ni los otros son predecibles mecánicamente a partir de la sola observación de su opuesto. En otras palabras, lo que postulamos es que un determinado estado macro (político, económico, ambiental, etc.) influye en los comportamientos individuales, y éstos, a su vez, influyen en los cambios de estados macroscópicos. Pero como los sistemas humanos no son mecánicos, las interacciones no lineales entre los microelementos de un sistema pueden dar origen a diversos estados macroscópicos compatibles con las interacciones microscópicas.

La imposibilidad de la predicción mecánica en el caso de sistemas humanos, obliga a asumir la tarea y el esfuerzo de trabajar con nociones tales como inestabilidad, azar, incertidumbre, umbrales, desadaptaciones, catástrofes y efectos perversos. De todo lo sugerido sólo cabe desprender que, si bien es cierto que entre lo micro y lo macro existe una indisoluble relación, no es menos cierto que ello de ninguna manera implica una articulación [11] .

Llegamos así al planteamiento de las dos preguntas fundamentales, a saber:

1    ¿en qué consistiría propiamente la articulación micro-macro? y

2    ¿es realmente posible lograrla?

Articulación micro-macro

Entendemos la articulación como la efectiva complementación entre los procesos globales y procesos micro-espaciales de autodependencia, sin que se produzca la cooptación de lo micro por lo macro. Esta complementariedad vertical la entendemos acompañada, además, de una complementariedad horizontal entre los diversos micro-espacios, a fin de estimular el potenciamiento recíproco entre procesos de identidad sociocultural, de autonomía política y de autodependencia económica.

Lo anterior no es, ciertamente, una definición. Somos conscientes de que se trata más bien de una manifestación de «deber ser». En tal sentidos se trata de un «deber ser» que no se da en la realidad latinoamericana observable. Más aún, basándonos en las evidencias acumuladas, sólo cabe concluir que la articulación micro-macro, en el contexto de los estilos económicos actualmente dominantes en nuestros países, no es posible. Esta conclusión es bastante drástica, pero nos parece, a la vez, difícilmente refutable.

Cualquier articulación posible trasciende ampliamente las causalidades y los supuestos mecanicistas en que se sustentan tanto la teoría económica como las estrategias de desarrollo aplicadas hasta ahora. Implica necesaria e inevitablemente una transformación profunda en los comportamientos y modos de interacción social. Exige, en la realidad, la transformación de la persona-objeto en persona-sujeto y, en la teoría, la sustitución de la racionalidad competitiva maximizadora del «homo economicus» por la racionalidad solidaria optimizadora del «homo sinergicus».

Articulación, protagonismo y flexibilidad

Una sociedad articulada no surje mecánicamente se la construye. Su construcción sólo es posible a partir de la acción de seres protagonices, y el protagonismo, a su vez, sólo se da en los espacios a escala humana donde la persona tiene presencia real y no se diluye en abstracción estadística. De allí que todo proceso articulador debe organizarse desde abajo hacia arriba, pero promovido por sujetos cuyo comportamiento consciente conlleve una voluntad articuladora. Es decir, por personas capaces de actuar sinérgicamente. El programa no es simple, pero por complejo que sea, no vislumbramos otra alternativa.

En última instancia la articulación se hace posible cuando se construye un sistema social capaz de desarrollar su capacidad de adaptación. Es decir, un sistema capaz de internalizar orgánicamente la innovación, la novedad y el cambio cualitativo, aún cuando estos sean imprevisibles e impredecibles. En este sentido, hay que tener presente que la capacidad de adaptación de un sistema es inversamente proporcional a los grados de rigidez de su estructura, entendidas esas rigideces ya sea como jerarquías fosilizadas, marcadas desigualdades sociales, autoritarismos o burocracias inerciales. De ahí que protagonismos e interdependencias reales construidas desde la base social hasta su superestructura, representan la única posibilidad de mantener una estructura flexible capaz de articularse.

Es necesario tomar conciencia de la complejidad que encierra la eventual solución del problema planteado, aun cuando se rehuya su aplicación. Sirve al menos para desmitificar intentos que, por ubicarse en contextos mecanicistas convencionales, parecen condenados a la frustración desde la partida.

Articulación y direccionalidad del sistema

El panorama latinoamericano nos presenta un conjunto de sociedades profundamente desarticuladas. Incluso en períodos pasados, en que varios países presentaron tasas elevadas y sostenidas de crecimiento del Producto, la desarticulación no se resolvió. Prueba de ello es la tasa de crecimiento más sostenida de todas: la de las pobrezas (como se han definido en este documento) en que se debaten las grandes mayorías de nuestro continente.

Se han planteado muchas razones para explicar esta dramática contradicción. No pretendemos invalidar ninguno de los argumentos hasta aquí esgrimidos. Sólo pretendemos agregar otro que ha sido, quizás, el menos examinado. Lo planteamos en términos de hipótesis: toda direccionalidad a priori que se imponga a un sistema socio-económico desarticulado, inhibe sus posibilidades de articulación. Dicho en otras palabras: no es la direccionalidad impuesta la que logrará la articulación, sino, al revés, será la articulación la que determinará la direccionalidad deseable.

Dadas las condiciones actuales, no tiene sentido «forzar» la dirección de un sistema. La prioridad es clara. Lo que se precisa es vertir todos los esfuerzos para articular la interrelación de las partes del sistema. Sólo un sistema articulado puede aspirar a ser un sistema sano. Y sólo un sistema sano puede aspirar a la autodependencia y a la actualización de los sujetos que lo integran.


Segunda parte

Algunas reflexiones para seguir pensando

5. Sobre la poda del lenguaje (y otros ejercicios inusuales) para comprender el progreso social [12]

Manfred A. Max-Neef

 

El problema

Mientras enfrentamos los muchos componentes de la mega-crisis que se ha apoderado de nuestro mundo, padecemos de una especie de confusión generalizada cuando hacemos el esfuerzo de comprenderla. Básicamente parecería que no logramos comprender en qué consiste comprender. En otras palabras, no hay manera de quebrar el código de la crisis, si no logramos codificar de manera adecuada nuestra propia manera de comprender.

Como seres que utilizan lenguajes complejos, somos capaces de describir situaciones, procesos, circunstancias. Como producto de algunos conocimientos especiales adquiridos, también sabemos explicar situaciones, procesos, circunstancias. Lo que parece, empero, escapar a nuestra atención, es el hecho de que describir más que explicar no implica comprender. Comprender es algo más; es algo distinto.

El describir y el explicar se vinculan al conocimiento que es materia de la ciencia. El comprender, en cambio, es forma de iluminación respecto de la esencia y del sentido de las cosas y, por lo tanto, más que contribuir al incremento del conocimiento, es generador de sabiduría. Así acotados los conceptos, es posible constatar que hemos alcanzado una etapa de nuestra historia que se caracteriza por el hecho de que sabemos mucho pero comprendemos muy poco. Es aquí donde, a mi juicio, radica el meollo del problema.

Manifestaciones del problema

La confusión que nos invade cuando nos esforzamos por comprender, se manifiesta de al menos tres maneras:

a)   nuestro compromiso con opciones de relevancia secundaria,

b)   la utilización de teorías simplistas para la interpretación de realidades sociales complejas, y

c)   el empobrecimiento de nuestro lenguaje.

Opciones de relevancia secundaria

Luchamos por opciones. Si, después de haber optado, las cosas no resultan como esperábamos, es muy probable que la opción escogida haya sido -sin percatarnos de ello- de relevancia secundaria. Ello significa que debe haber -el propósito es encontrarla- una opción de relevancia primaria, subyacente y determinante de la que inicialmente escogimos. Vayan algunas ilustraciones.

Obsesionados como parecen estar la mayoría de los seres humanos con el poder, predomina la creencia de que las cosas cambiarán (por cierto para mejor) cuando seamos «nosotros» los que tengamos el poder: es decir, cuando «ellos» dejen de tenerlo, quienes quieran que sean los nosotros o los ellos. Creer en algo así es, evidentemente, bastante ingenuo. Si lanzamos una mirada retrospectiva, resultará interesante constatar que, a estas alturas de la historia, prácticamente todos los poderes y combinaciones de poderes ya han estado en el poder. Las cosas, sin embargo, no parecen mejorar mucho, a pesar de todos los ejercicios de poder ya pasados. La preocupación respecto de quién debe ejercer el poder es, por lo tanto, asunto de relevancia secundaria. Lo que subyace como de relevancia primaria, es la necesidad de examinar el concepto del poder en sí mismo. Si lo entendemos como la capacidad de control y manipulación ejercida por la persona (o grupo) que tiene la fuerza, y lo comparamos con autoridad -entendida como la capacidad de influir ejercida por la persona o grupo a quien se le otorga legitimidad en reconocimiento a sus capacidades y cualidades- nos podemos preguntar lo siguiente: «¿Las cosas van mal porque el grupo equivocado está en el poder, o las cosas van mal porque hay algo que está mal con el poder mismo?». Hoy. más que nunca en este siglo, esta pregunta necesita una respuesta, y la respuesta consiste en decidir si queremos o no sustituir el poder por la autoridad y reinventar asi nuevamente la verdadera democracia. La autoridad tal como se la define aquí puede funcionar sólo a Escala Humana.

En medio del Nuevo Desorden Económico Internacional, causante de la injusticia y la inequidad de la deuda del Tercer Mundo, muchos países se preocupan otra vez por el problema de quién debe tener el control del sistema bancario -el estado, el sector privado, o una mezcla de ambos. Sin duda, este es un problema importante. Sin embargo, deberíamos preguntamos: «¿Están mal las finanzas de tantos países porque los sistemas financieros están en malas manos, o están mal las finanzas de tantos países porque hay algo que está mal con los sistemas financieros?». Aunque esta pregunta justificaría todo un tratado, citamos aquí sólo algunos desastres económicos característicos de nuestros tiempos.

«La producción de bienes y servicios dejó de ser la arista dinámica de la actividad económica, se produjo una transición hacia las transacciones documentarías y la especulación. Los mercados del futuro y la especulación empezaron a dominar a los verdaderos productores y consumidores que son los pobres, las mujeres, los pueblos tribales y los campesinos del Tercer Mundo, y prescinden de ellos a menos que se «adecuen» a las transacciones comerciales con precios creados artificialmente. En lugar de apuntar a una reproducción sustentable de riqueza, el sistema económico mundial, conducido por el capitalismo comercial, se ha dedicado a crear riqueza instantánea a través de la especulación efectuada a expensas del futuro -y de los pobres. La década transcurrida entre 1973 y 1982 fue testigo de una intensificación de los movimientos de capital que van desde los bancos transnacionales y las instituciones financieras hacia el Tercer Mundo. Esta etapa de solicitud de préstamos constituye la raíz, misma de la crisis de la deuda contemporánea del Tercer Mundo. Y los préstamos se estimularon con el fin de reciclar la enorme liquiden que el sistema financiero del Norte había generado y no podía absorber. El Tercer Mundo se convirtió en un importante campo de inversión con una gran rentabilidad: las ganancias de los siete bancos estadounidenses más importantes aumentaron vertiginosamente del 22% en 1970 al 55% en 1981, y al récord del ñ0% registrado el año siguiente. El Sur cayó en una trampa de deudas, recibiendo préstamos con la sola finalidad de pagar los intereses de préstamos anteriores». [13]

En los viejos tiempos, el crecimiento económico se debía a la producción, mientras que hoy en día la riqueza se origina por medio de ficciones económicas improductivas. No más del 5% de las transacciones comerciales en mercados de futuro se convienen en intercambios reales de mercancías. No hace falta decir que ya es tiempo de que este sistema sufra una reconceptualización radical, para colmar las demandas y exigencias de la realidad actual de nuestro mundo.

Una de las opciones más candentes, especialmente en América Latina, es la que se plantea entre dictadura y democracia política. Resultaría monstruoso afirmar que tal opción no es altamente relevante. Pero así y todo, hay una opción aún más relevante que debe atenderse. La podemos plantear en los términos siguientes «¿Acabarán las sociedades latinoamericanas por consolidar una cultura autoritaria (y frecuentemente represiva), o serán capaces de construir una cultura democrática, es decir, una democracia de la cotidianeidad?». Esta interrogante es, por cierto, de relevancia primaria, ya que ninguna democracia política representativa puede durar, por bien concebida que esté, si está construida sobre los cimientos de una cultura autoritaria. Se desplomará tarde o temprano, tal como lo hemos podido vivir y constatar trágicamente tantas veces en nuestro continente. Las dictaduras en América Latina, aún en países como Uruguay y Chile, no deben ser archivadas como accidentes históricos que afectaron sociedades de larga tradición democrática. La verdad del problema es que las dictaduras son en muchos sentidos, exacerbaciones históricas de culturas autoritarias subyacentes.

Complejidad social y teorías simplistas

Una mente simplista es una mente llena de respuestas. También es una mente que no se percata del hecho de que las respuestas deben estar precedidas por preguntas pertinentes. La persona de mente simplista busca inspiración y conocimientos en teorías simplistas. Más aún, se trata de personas que suelen ser muy activas y, por lo tanto, doblemente peligrosas. No faltan los expertos en desarrollo que reúnen los atributos señalados. Si tales personajes pudieran representarse en una tira cómica, el arquetipo sería un hombrecillo cargando un maletín lleno de soluciones, buscando con una experiencia perpleja, los problemas que se ajusten a esas soluciones. Tal personaje circula por todos los rincones de nuestro continente, y de su presencia no se libran ni siquiera muchas de las organizaciones y movimientos del mundo contrahegemónico.

Caricaturas aparte, lo que resulta serio y preocupante es que mientras nuestras sociedades se tornan cada vez más complejas, nuestras teorías -sean sociales, políticas o económicas- destinadas a interpretarlas, se tornan crecientemente simplistas. Esto es peligroso, ya que se sabe que los parámetros de un sistema sólo pueden ser controlados desde un sistema de mayor complejidad. Ello equivale a decir, en otras palabras, que a través de teorías y modelos simplistas no podemos pretender comprender el comportamiento de sistemas sociales como aquellos que nos preocupan y de los que formamos parte. Hay muchos ejemplos de simplismo, de modo que sólo algunas pocas ilustraciones bastan.

Primero que nada cabe destacar la desproporcionada importancia que, en nuestro mundo actual, se le asigna a lo económico en contraposición a otros ámbitos de la preocupación humana, como la política y la cultura. De hecho, parecería que la preocupación central de la política es la economía. Las tan mentadas cumbres de líderes del Primer Mundo, son casi siempre cumbres económicas en las que la macroeconomía ha llegado a transformarse en la gran catedral de las mitologías actuales. Pareciera que ya no va quedando ningún problema de la humanidad fuera del alcance de las manipulaciones macroeconómicas. Todo ello, a pesar de lo que la historia reciente nos enseña. Al respecto, un comentario de Jane Jacobs, la distinguida economista urbana inglesa:

«La macroeconomía -es decir la economía a gran escala- es una rama de la ciencia relativa a la teoría y la práctica de comprender y fortalecer las economías nacionales e internacionales. Es un fracaso. Su falencia está en la mala suerte de haber sido ampliamente aceptada y reconocida. Suponemos, y con razón, que los experimentos de los físicos y exploradores espaciales son extraordinariamente costosos, Pero estos costos no son nada en comparación a los fondos enormes que bancos, industrias, gobiernos e instituciones internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las Naciones Unidas han volcado para llevar a cabo experiencias de la teoría macroeconómica. Nunca una ciencia, o una supuesta ciencia, ha sido aceptada tan indulgentemente. Y nunca un experimento ha dejado tantos fracasos, sorpresas desagradables, esperanzas frustradas y confusión, al punto de que surge seriamente la duda de si esta tragedia será reparable. Si lo fuera, no sería, indudablemente, por aumentar el uso y difusión de la misma teoría y práctica.»  [14]

La insistencia en creer en la eficiencia de ciertos modelos macroeconómicos es tan intensa que, a veces, da la impresión de que más que de la economía han pasado a formar parte de una teología. De hecho, podemos observar una y otra vez que cuando una determinada política económica sustentada en su correspondiente modelo macroeconómico fracasa, la reacción de sus impulsores y promotores pareciera corresponder al supuesto de que el modelo está bien, y que es la realidad la que hace trampas. Por lo tanto se insiste en la reaplicación del modelo, sólo que con mayor vigor.

La fascinación que provocan los modelos macroeconómicos se debe, quizás, al hecho de que sus componentes son medibles. Ello es importante, porque para una mente simplista, todo lo que es importante es precisamente aquello que puede ser medido. De allí que no debería sorprendernos que haya tantos economistas que, en lugar de conformarse con estar más o menos acertados en sus predicciones, prefieren equivocarse con alta precisión.

Otra manifestación de simplismo es lo que quisiéramos identificar como el principio del «pensar norteño para la acción sureña» (northern thinking for southem action). Si en nuestra calidad de latinoamericanos deseamos convertirnos en expertos en desarrollo de América Latina, debemos hacer nuestro postgrado de especialización en los Estados Unidos o en Europa. De ese modo seremos respetados, no sólo en la opinión de nuestros colegas del norte, sino en la de nuestros colegas sureños también. Huelga advertir que una situación de este tipo es no sólo absurda, sino que peligrosa. De hecho, ha contribuido a la sistemática inhabilidad para reconocer e interpretar su propia realidad. Valga un ejemplo.

En todas las teorías económicas, desde Cantillón y Adam Smith, continuando con Stuart Mill, David Ricardo, Marx y Engels, pasando por Schumpeter, Keynes y Phillips, para terminar con los post-keynesianos y con los adherentes al neo-liberalismo monetarista de la escuela de Chicago-, había algo que simplemente no podía ocurrir y que, sin embargo ocurrió. Algo que contradecía todas las teorías económicas. Tanto fue así, que al fenómeno aparecido hace unos quince años, hubo que encontrarle un nombre: estagflación (stagflation). No encajaba en ninguna teoría económica conocida en el momento de su aparición. Ahora bien, en términos simples y sencillos, este extraño fenómeno puede describirse como una situación caracterizada por precios altos con tendencia a aumentar, junto con insuficientes fuentes de empleo. ¡Sorprendente! En efecto, porque se trata precisamente de una caracterización que ha predominado en muchos de los países pobres del mundo. Bajo el predominio del «pensar norteño», algo como la estagflación sólo podía ser descubierto y adquirir existencia legítima si ocurría en el norte.

El hecho de que se tratara de algo corriente en el sur, simplemente no fue registrado ni siquiera por los economistas sureños, tan fascinados como sus colegas del norte con las famosas curvas de Philips, muy en boga por aquellos tiempos, y que demostraban la imposibilidad del fenómeno.

Empobrecimiento del lenguaje

Una de las consecuencias del tipo de simplismo descrito es, por cierto, el empobrecimiento del lenguaje y, en particular, del lenguaje del desarrollo. Indicadores agregados que tienen mucho menos sentido del que normalmente se les atribuye, y acerca de los cuales ya bastante se ha escrito, son sólo un ejemplo. El hecho de que toda vez que una autoridad económica anuncia un porcentaje elevado de crecimiento del Producto Bruto, se presuma que el público debe percibirlo como una buena noticia, es evidencia del grado en que un lenguaje pobre (simplista) puede utilizarse para «domesticar» a las personas. Frente a un crecimiento anunciado del PNB, nadie pregunta lo único que sería pertinente preguntar: «¿A costa de qué será ese crecimiento?» De hecho, lo que la mayoría de las personas no sospechan (y la mayoría de los economistas tampoco dicen) es que un país puede crecer a costa de empobrecerse, puede crecer a costa de quedar igual y, en casos excepcionales, el crecimiento puede conllevar un aumento de la riqueza real. Es evidente, por ejemplo, que si se depreda con gran 'eficacia' un recurso natural, durante el proceso el producto crece. Del mismo modo crece si la sociedad se ve atacada por una epidemia que obliga a incrementar el consumo de productos farmacéuticos y de servicios hospitalarios. Es obvio que ambos tipos de crecimiento son indeseables. No obstante, por falta de conciencia pública al respecto, buena parte del crecimiento de nuestras economías latinoamericanas se está realizando a costa de la depredación de recursos, impulsados, como estamos, a servir la descomunal deuda externa. En otras palabras, estamos creciendo a costa de aumentar nuestra pobreza estructural de manera irreversible. Todo ello ocurre por la utilización de un lenguaje «adecuadamente empobrecido» en el que las gentes creen. Otra característica del lenguaje empobrecido del desarrollo se manifiesta por los enfoques reduccionistas y mecanicistas que dominan el pensamiento económico actual.

Un lenguaje empobrecido es extremadamente peligroso y, por lo tanto, resulta imprescindible hacer esfuerzos para enriquecerlo. Lo interesante de tal esfuerzo es que, contrariamente a lo que parecería obvio, un lenguaje pobre no requiere ni de más ni de nuevas palabras o conceptos. En efecto, la característica de un lenguaje pobre es que tiene demasiadas palabras detrás de las cuales -a sabiendas o no- ocultamos nuestra ignorancia. El desafío que se plantea en el intento por enriquecer el lenguaje consiste, entonces, en encontrar aquellas «palabras tapón» detrás de las cuales se extienden nuestros vacíos de percepción y de entendimiento.

Un lenguaje es, a la vez, producto y generador de una cultura. Si el lenguaje es pobre, la cultura es pobre. Si el lenguaje de nuestro desarrollo es pobre, nuestro desarrollo será pobre.

La búsqueda de respuestas

Como ejercicio mental, una poda adecuada de las palabras claves podría ser la solución para un lenguaje empobrecido. El principio fundamental de la acción de podar queda claro para cualquiera que se haya interesado alguna vez en huertos. Por medio de la poda, logramos más y mejor a través de menos. Menos ramas y hojas permiten una mayor absorción de luz y darán mejores frutos. En el caso del lenguaje el podar ciertas palabras nos forzará inevitablemente a lograr mayores niveles de claridad.

La solución a los peligros derivados de la utilización de teorías simplistas consiste en idear métodos que, ya sea por nuestra participación directa o nuestra vinculación intelectual comprometida, nos permitan realmente ser parte, o sentirnos realmente identificados con aquello que pretendemos comprender. Es imposible la comprensión si nos separamos del objeto al que pretendemos comprender. La separación sólo puede generar conocimiento, pero no comprensión.

Las posibilidades de mejorar nuestra elección de opciones, nuestra capacidad de distinguir fluidamente entre opciones de importancia primaria o secundaria, dependerá en gran medida de la calidad de las soluciones que demos a los otros dos problemas: lenguaje y simplismo. Por esa razón examinemos las soluciones sugeridas en acción.

Sobre la poda

Lo que sigue es el resultado de un experimento personal, y se entrega aquí a guisa de ejemplo de lo que vale la pena intentar. La poda alcanzó a los siguientes términos de un lenguaje largamente utilizado: Desarrollo, Crecimiento económico. Eficiencia, Productividad y los indicadores agregados como el Producto Geográfico Bruto. La incógnita surgida de inmediato, después de la operación, era si acaso sería posible emitir juicios sobre la sociedad, en particular sobre su eventual mejoramiento, o si el intento resultaría vano y mutilado desde la partida.

Una preocupación constante ha sido la de identificar y explicitar las metas que nuestra sociedad debería alcanzar. En tal sentido -hablando en un lenguaje pre-poda- aparecería como bastante corriente y probable una afirmación del siguiente tipo: «Aspiramos a una sociedad más desarrollada, de crecimiento económico sostenido (ahora se está usando el término sostenible) donde la mayor eficiencia y productividad que conlleva la modernización, permitan una vida mejor para todos». Súbitamente, como resultado de la poda, esa frase nos parece aterradoramente vacía y carente de significación real. Descubrimos, en cambio, que lo que ahora aspiramos es a la construcción de una sociedad coherente. Es decir, una sociedad coherente consigo misma, lo cual implica que no sea caricatura de otra. Esa sociedad coherente habrá de satisfacer a lo menos tres atributos: Completitud, Consistencia y Decidibilidad.

1.   Completitud: significa que el sistema contiene -y genera- todos los elementos necesarios que, si adecuadamente organizados, permiten su reproducción de manera crecientemente autodependiente. En otras palabras, que las necesidades humanas fundamentales de todos los miembros del sistema, pueden ser crecientemente satisfechas a través de satisfactores generados dentro del propio sistema [15] . Lo dicho no apunta ni a la autosuficiencia, ni a la autarquía o al aislacionismo. Tanto el comercio exterior como otros tipos de intercambio son necesarios y convenientes. De lo que aquí se trata es que dichas transacciones no ocurran a expensas de privaciones de las personas.

2.   Consistencia, significa que el estilo de reproducción que se escoja para el sistema, no conlleva contradicciones autodestructivas. Retornando al lenguaje no podado, puede ilustrarse un caso de inconsistencia, como el crecimiento económico a costa de la depredación de recursos o de daños ecológicos irreversibles. Las contradicciones autodestructivas no sólo pueden surgir en el ámbito económico. También pueden presentarse en las esferas de la preocupación política, social, cultural, científica y tecnológica. Un sistema consistente es, esencialmente, un sistema capaz de generar efectos sinérgicos.

3.   Decidibilidad, implica que el sistema está imbuido de una capacidad que le permite aprender de la experiencia, propia y ajena. Como consecuencia de ello sus miembros tienen mejores posibilidades de reconocer alternativas y opciones relevantes. Un sistema que satisface este atributo no puede construirse sobre la base de una estructura autoritaria, ya que en tales estructuras la información fluye en una sola dirección: de arriba hacia abajo. Requiere de una estructura participativa, donde la retroalimentación no sea inhibida. Un sistema decidible es esencialmente una democracia directa.

La poda del lenguaje nos abre caminos para la elaboración de indicadores nuevos y relevantes de mejoramiento social. Los indicadores de completitud, consistencia y decidibilidad pueden llevar, sin caer en los errores matemáticos de los indicadores globales agregados, a la eventual aparición de algún tipo de noción general de coherencia. Se ha comenzado un programa (en el sentido científico de la palabra) para investigar en ese sentido. [16]

Sobre interpretación

Un elemento aislado (objeto real o simbólico) «a» puede ser descrito pero no puede ser explicado. Una relación entre elementos a través de un operador que haga posible esa relación -algo como «a * b»- puede escribirse y puede explicarse. Pero, tal como explicamos con anterioridad, describir más explicar no significa comprender. El sistema «a * b» sólo puede comprenderse desde un sistema de mayor complejidad. Ello significa que sólo cuando elevamos la complejidad del sistema al integrarnos hasta formar parte de él y compenetrarnos de él: «(a * b) * Y», podemos pretender comprenderlo.

Aunque las formulaciones del párrafo anterior no hayan quedado claras para algunos, ilustran (quizás de manera muy simplificada) lo que tenemos en mente. Sin embargo, la idea puede ser expresada en términos más sencillos. Suponga que usted ha estudiado todo cuanto es posible estudiar -desde el punto de vista antropológico, cultural, psicológico, biológico y bioquímico- acerca del fenómeno del amor. Usted es un erudito. Usted sabe todo lo que es posible saber acerca del amor, pero nunca comprenderá el amor, a menos que se enamore. Este principio es válido para todos los sistemas humanos, aunque casi siempre se lo pasa por alto. En realidad, la investigación social y económica rara vez va más allá de la descripción y la explicación. Tomemos por ejemplo, el caso de la pobreza. Me animaría a decir que si hasta ahora hemos sido incapaces de erradicar la pobreza, es porque sabemos demasiado de ella, pero no comprendemos su esencia.

La última frase me lleva a una reflexión adicional. El resolver problemas pertenece al terreno del conocimiento y requiere un pensamiento fragmentado. En el terreno del comprender, el plantearse problemas y la resolución de problemas no tiene sentido, dado que nos manejamos con transformaciones que comienzan con y dentro de nosotros mismos. Ya no funciona aquello de que «nosotros estamos aquí, y los pobres están allí, y tenemos que hacer algo para remediarlos desarrollemos entonces una estrategia para resolver el problema». Ahora debemos decir: «somos parte de algo que debe ser transformado porque está mal, y dado que compartimos la responsabilidad por aquello que está mal, no hay nada que nos impida comenzar nuestro propio proceso de transformación». Aún si soy un investigador, debo aprender a integrarme al objeto de mi investigación.

Hay, por supuesto, distintas formas de lograr la integración entre el investigador y el objeto de la investigación. No tiene que ser necesariamente una integración física, aunque en el caso de la investigación social, económica y a menudo cultural, debería serlo. Hay métodos de integración mental en los campos abstractos de investigación, pero no es el propósito de este capítulo describir tales métodos. En todo caso, podría agregarse que si hubiera más economistas y sociólogos «descalzos», seríamos testigos de un mejoramiento en los resultados de las políticas económicas y sociales.

Conclusiones

Una vez realizado el ejercicio de podar, y habiendo tomado conciencia de los límites del conocimiento por un lado, y de las diferencias entre conocimiento y comprensión por otro lado, no hay problema en volver a mis viejas palabras, y aún a mi viejo lenguaje. Si lo hago ahora, tanto las palabras como el lenguaje que conforman ya no serán máscaras detrás de las que se esconde la ignorancia sino que serán espacios fértiles para el progreso permanente hacia la integridad intelectual.

Traducción: Soledad Domínguez.


6. Una manera estúpida de vivir [17]

Manfred Max-Neef

 

La idea

Desde niño me ha preocupado lo que considero una cuestión importante: «¿Qué es lo que hace únicos a los seres humanos? ¿Hay algún atributo humano que ningún otro animal posea?» La primera respuesta recibida fue que los seres humanos tenemos alma, y los animales no. Esto me sonó extraño y doloroso, porque amaba y amo a los animales. Además, si Dios era tan justo y generoso -hecho que yo todavía creía firmemente en esos días- no hubiera hecho semejante discriminación. O sea, que no me convencí.

Varios años más tarde, bajo la influencia de mis primeros maestros, se me llevó a concluir que nosotros éramos los únicos seres inteligentes, mientras que los animales sólo tienen instintos. No me llevó mucho tiempo darme cuenta que estaba otra vez sobre la pista falsa. Gracias a las contribuciones de la etología, hoy sabemos que los animales también poseen inteligencia. Y reflexioné, hasta que un día finalmente creí que lo tenía -los seres humanos son los únicos seres con sentido del humor. Otra vez fui desengañado por estudios que demuestran que hasta los pájaros se hacen bromas entre sí y se «ríen». Ya era un estudiante universitario y había casi decidido rendirme, cuando mencioné a mi padre mi frustración. Simplemente me miró y dijo: «¿Por qué no intentas por el lado de la estupidez?». Aunque al principio me sentí impactado, los años pasaron, y me gustaría anunciar, a menos que alguien más pueda reclamar una precedencia legítima, que estoy muy orgulloso de ser probablemente el fundador de una nueva e importante disciplina: la Estupidología. Sostengo, por lo tanto, que la estupidez es un rasgo único de los seres humanos. ¡Ningún otro ser vivo es estúpido, salvo nosotros!

Claro que estas afirmaciones pueden sonar extrañas y hasta caprichosas al principio. Pero en el período escolar de invierno en 1975, dicté un curso en el Wellesley College de Massachusetts, abierto también para estudiantes del Massachusetts Institute of Technology (MIT), cuyo título fue «Investigación sobre la naturaleza y las causas de la estupidez humana». Como se podrán imaginar fue un curso muy concurrido. La gente pensó que iba a ser divertido, y de hecho las dos primeras clases lo fueron. Durante la tercera clase los participantes empezaron a verse un poco más serios, y en la cuarta sesión ya había caras largas. A medida que el curso avanzó, todos descubrimos que el tema era bastante serio.

La crisis

Pero, ¿por qué menciono esto ahora?. Soy una persona que viaja mucho, quizás demasiado. Fue así que hace pocos meses completé mi tercer viaje alrededor del mundo en dos años. Resultó ser una experiencia muy especial, y me sucedió algo que nunca antes me había pasado, mientras estaba en Bangkok, la capital de uno de mis países asiáticos favoritos. La primera mañana me desperté sintiendo una gran depresión, como si estuviera enfrentando una crisis existencial profunda. No creo que pueda expresarse con palabras, pero la sensación fue algo así: «He visto demasiado. No quiero ver más. ¡Estoy harto!». Era un sentimiento horrible, atemorizante, y me pregunté: «¿Por qué estoy sintiendo esto?». La respuesta llegó con la súbita constatación de que lo que crece con mayor velocidad, y se difunde con la mayor eficiencia y aceleración en el mundo moderno, es la estupidez humana. Ya sea cuando conocí la etapa final de un plan que arrasó miles de  poblados rurales en Rumania con el fin de modernizar y expandir la producción agrícola [18] ; o cuando presencié el colosal programa de transmigración en Indonesia, financiado por el Banco Mundial, que desarraigó millones de personas y las transportó de un lado a otro del país en nombre del desarrollo; o cuando las autoridades del desarrollo en Tailandia anunciaron orgullosas que en el norte, que permanecía aún densamente forestado, se desmantelarían cientos de poblados, cuyos pobladores serían reinstalados en catorce centros urbanos «con todas las comodidades que requiere una sociedad moderna»; todas esas acciones reflejaban el mismo tipo de estupidez.

Me di cuenta entonces que la estupidez es una fuerza cósmicamente democrática. Nadie está a salvo. Y ya sea en el norte, el sur, el este o el oeste, cometemos las mismas estupideces una y otra vez. Parece existir algo que nos vuelve inmunes a la experiencia.

Pero no todo era oscuridad, sin embargo. En el medio de mi crisis, me di cuenta de que se están abriendo caminos, y existen también signos positivos. En realidad, al final, me invadió la sensación de que estaba presenciando los últimos cien metros de una carrera de diez kilómetros entre dos fuerzas irreconciliables, y que una de ellas iba a ganar por una nariz, y que todo parecía indicar que sería la nariz más importante de la historia humana.

Dos fuerzas, dos paradigmas, dos utopías, desarrolladas en forma brillante en el libro de Vandana Shiva «Abrazar la vida» [19] , que producen un mundo esquizofrénico. Cualquier persona sensible no puede evitar caer en un estado esquizofrénico. Esa es nuestra realidad y no podemos engañarnos. Entonces la pregunta es cómo hacemos frente a esta situación. ¿Cómo la interpretamos? O también, ¿cómo llegamos a caer en una situación así, si el mundo no fue siempre esquizofrénico, según creo honestamente?.

El resultado final de mi crisis fue positivo. Pocos días después me encontraba con mi esposa en una maravillosa isla de Polinesia -el lugar perfecto para volver a enamorarse de la vida. Imaginen el caminar en el agua cristalina de un magnífico arrecife de coral y los peces que vienen a comer de nuestra mano.  Fue maravilloso, comencé a recuperarme, y pude asi continuar mis reflexiones en circunstancias más propicias.

Siempre sucede que uno recibe ayuda de los amigos, no sólo de los que uno conoce personalmente, sino de los amigos que se han hecho a través de los libros. En esta ocasión, fue Ludwig Wittgenstein el que vino en mi ayuda. Me concentré de nuevo en el problema del lenguaje. El lenguaje no es sólo una expresión de cultura, sino que también genera cultura. Si el lenguaje es pobre, la cultura será pobre. Pero el tema es que también estamos atrapados por el lenguaje. El lenguaje es una forma de prisión. La forma en que utilizamos las palabras o conceptos influencia y hasta a veces determina no sólo nuestro comportamiento sino también nuestras percepciones. Cada generación, como señalaba el gran filósofo español Ortega y Gasset, tiene su propio tema, o sea, su propia preocupación. Yo agregaría que cada generación tiene también su propio lenguaje, que la atrapa.

La coacción del lenguaje

Estamos atrapados, nos guste o no, en el lenguaje de la economía, que ha domesticado al mundo entero. Un lenguaje nos doméstica cuando logra empapar toda nuestra vida cotidiana y nuestras formas cotidianas de expresión. El lenguaje de la economía se utiliza en la cocina, entre amigos, en las asociaciones científicas, en los centros culturales, en el club, en el lugar de trabajo, y hasta en el dormitorio. En cualquier lugar del mundo, estamos dominados por el lenguaje de la economía y esto influencia en gran medida nuestro comportamiento y nuestras percepciones.

Pero el hecho de que estemos domesticados por un lenguaje determinado, no necesariamente es negativo, aunque en este caso puede serlo. Todo se reduce a una cuestión de coherencia e incoherencia. Paso a explicar.

A fines de los años veinte y principios de los treinta, durante el período conocido como la «Gran Crisis Mundial», surgió el lenguaje de la macroeconomía keynesiana. La macroeconomía keynesiana no fue sólo consecuencia de la crisis, sino que permitió su interpretación, y fue además una herramienta eficiente para superarla. Fue un caso de lo que yo llamo un lenguaje coherente con su desafío histórico. El siguiente cambio en el lenguaje ocurrió en los años  cincuenta, cuando hizo su aparición el «lenguaje del desarrollo». Aunque Joseph Schumpeter ya había escrito sobre los conceptos del desarrollo económico en los años veinte, no fue hasta los años cincuenta que se puso de moda. Pero el lenguaje del desarrollo no fue consecuencia de una crisis, más bien lo contrario. Fue un lenguaje que respondió al entusiasmo generado por la espectacular reconstrucción económica de la Europa de la postguerra. Era un lenguaje optimista basado en el profundo sentimiento de que al fin se había encontrado la forma de erradicar la pobreza del mundo. Recordemos algunos de sus clichés: industrialización rápida, modernización, urbanización, gran impulso, despegue, crecimiento autosustentado, etc. Produjo muchos y muy importantes cambios durante los años cincuenta y sesenta, cambios que parecían justificar el optimismo. En cierta manera, fue otra vez un caso de coherencia entre el lenguaje y el desafío histórico.

Desde mediados de los setenta y durante todos los años ochenta (década que fue bautizada en los círculos de las Naciones Unidas como la «década perdida»), surgió una nueva crisis, una megacrisis que nos enfrenta, una megacrisis que todavía no podemos interpretar en toda su magnitud. Lo extraño acerca de esta crisis es que no ha generado su propio lenguaje. En esta megacrisis todavía usamos el lenguaje del desarrollo, «enriquecido», por así decirlo, con la introducción de los principios más reaccionarios desenterrados del cementerio de la economía neoclásica. Entonces lo que tenemos ahora es un lenguaje basado en el entusiasmo del crecimiento y la expansión económica ilimitados frente a una realidad de crecientes colapsos sociales y ecológicos. Esto significa que estamos viviendo -y esto puede ser una de las características principales de la crisis actual- en una situación de incoherencia peligrosa: nuestro lenguaje es incoherente con nuestro desafío histórico.

Esto no ocurre porque no haya aparecido un lenguaje alternativo. Existen lenguajes alternativos que pueden probar que son más coherentes, pero lo cierto es no han logrado terminar con el viejo lenguaje. Lo que en realidad vemos es que en el mejor de los casos, algunos conceptos de los lenguajes alternativos han logrado penetrar el lenguaje todavía dominante, pero simplemente como adjetivos. Representan solamente arreglos cosméticos. Tomemos el concepto de sustentabilidad (a pesar de todas las discusiones bizantinas que se dan en cuanto a su definición),

¿Por qué los lenguajes alternativos no logran penetrar más? Una de las razones es que muchos de los llamados esfuerzos alternativos no se dirigen a aquellos que todavía adhieren a posiciones convencionales y tradicionales. Parece haber una actitud prevalente, resumida en observaciones como: «No les hablamos»; después de todo, «los académicos no valen la pena»: «la ciencia occidental es dañina»: «los hombres de negocios son insensibles». Pero entonces, si no somos capaces de dialogar en forma inteligente, nunca dejaremos de ser esquizofrénicos. Los escépticos seguirán existiendo: no podemos pretender que abandonen el planeta. Entonces, aquellos que hacen esfuerzos por cambiar las cosas, también tendrán que intentar hacerse entender por los demás. Ahora nos toca a nosotros, y debemos tener sentido de la autocrítica. Nunca me sumaría a la idea de que somos los dueños de la verdad: eso sería muy arrogante. Simplemente presumo que estamos buscando algo con buena fe, pero también podemos equivocarnos, y dentro de veinte años, quizás digamos: «¡Qué ingenuo fui, qué absurda que era mi posición! Nunca me imaginé esto y aquello».

No está mal equivocarse: sí esta mal ser deshonesto, y nonos podemos dar el lujo de serlo. Formulamos propuestas, hacemos proposiciones, y esto es natural entre seres humanos. Tendemos a pensar, que cada propuesta es justa o equivocada. Por eso es que somos tan apasionados cuando tomamos partido. Yo recomendaría otra vez recurrir a Wittgenstein porque es una forma de darse cuenta que las proposiciones no son necesariamente verdaderas o falsas. De hecho, quizás la mayoría de las proposiciones son carentes de sentido, y es importante tenerlo en cuenta. También deberíamos darnos cuenta que es muy peligroso caer en pensamientos rígidos y poco flexibles. Hemos vivido experiencias históricas de intolerancias fundamentalistas de todo tipo y color. A veces tiemblo cuando pienso en la posibilidad de una futura intolerancia fundamentalista verde.

¿Existen soluciones?

Este mundo está harto de grandes soluciones.  Está cansado de gente que sabe exactamente lo que hay que hacer.  Está aburrido de gente que anda con el portafolio lleno de soluciones buscando problemas que encajen con esas soluciones.  Creo firmemente que debemos comenzar a respetar un poco más la capacidad de reflexión y el poder  del silencio.

Este mundo quizás necesite algo sumamente simple –que seamos : pero cuando digo ser, no me refiero a ser esto o aquello.  Es, en mi opinión, el cambio personal más grande al que nos enfrentamos: ser lo suficientemente valientes para ser.

Dado que aquí estamos todos preocupados por el bienestar humano y la salud de nuestro planeta, permítanme recordarles algunos hechos.  Primero, estamos viviendo en un planeta en el cual las sociedades están cada vez más interconectadas e interdependientes en todo lo que es positivo y también en todo lo que es negativo.  En realidad, así es como debe ser en cualquier sistema viviente.  Sin embargo, debido a la característica humana de la estupidez, desaprovechamos las condiciones de interdependencia y de conexión, que darían una oportunidad a la solidaridad para desplegar sus posibilidades sinérgicas, y así superar nuestra grave situación.  Parece que todavía preferimos la eficiencia económica de la avaricia y la dinámica política de la paranoia.  Esto hace que siga en pie un sistema global en el que la pobreza sigue creciendo en todo el mundo y una gran parte del esfuerzo científico y tecnológico está directa o indirectamente dirigido hacia asegurar las posibilidades de destruir a toda la especie humana.

Segundo, ya no tiene sentido hablar de países desarrollados y países en vías de desarrollo, a menos que agreguemos otra categoría: países en vías de subdesarrollo.  Esta sería la categoría correcta para denominar a varios de los actuales países ricos, en los que la calidad de vida de la población se está deteriorando a ritmos alarmantes.  Tomemos un caso extremo.  A principios de octubre de 1989, el Miami Herald publicó que en Estados Unidos, uno de cada cinco niños vive por debajo de la línea de pobreza.  Una proyección advierte que para el año 2010 esta proporción aumentará a uno de cada tres.  Y ese país que posee el 6% de la población mundial, consume casi el 45% del total de la energía utilizada en el mundo.

Tercero, una de las condiciones más trágicas, por la que la humanidad en conjunto debería sentir vergüenza, es que hemos logrado construir un mundo en el que, según datos de UNICEF, la mayoría de los pobres son niños, y, aún peor, donde la mayoría de los niños son pobres. Una cosa debe quedar clara: no podemos seguir pretendiendo que podemos resolver una pobreza insustentable por medio de la instrumentación de un desarrollo insustentable.

La paradoja es, me parece, que sabemos mucho pero comprendemos muy poco. Permítanme elaborar un poco más esta afirmación.

Tendemos a pensar que una vez que describimos y explicamos algo, ya lo hemos comprendido. Esto es un error porque, como observamos en el capítulo anterior, describir más explicar, no es igual a comprender. Permítanme recordarles un ejemplo: nunca podrán comprender el amor si no se enamoran. Esto es válido para cualquier sistema viviente. No se puede pretender comprender algo de lo que no se forma parte. Por esta razón, ¿cómo pretendemos comprender una sociedad, un mundo, un planeta, una biosfera, si nos apartamos de ellos?.

¿Cuántos de nosotros realmente comprendemos los problemas que estamos tratando de resolver? La resolución de problemas pertenece al campo del conocimiento y requiere un pensamiento fragmentado. En el campo de la comprensión, el planteo de problemas y la resolución de problemas no tienen sentido, porque debemos enfrentarnos a transformaciones que comienzan con y dentro de nosotros mismos.

El futuro posible

¿Y qué pasará en el futuro? Con respecto a este tema, me gustaría compartir con ustedes la idea de un buen amigo mío, el distinguido ecólogo argentino Dr. Gilberto Gallopin, que ha propuesto tres posibles versiones del futuro [20] .

La primera, es la posibilidad de la extinción total o parcial de la especie humana. La forma más obvia de que esto ocurra es a través de un holocausto nuclear, el cual, según sabemos, se basa en el principio de la Destrucción Mutuamente Asegurada. Pero además del holocausto nuclear, hay una serie de procesos actuales que pueden causar dicha situación: el deterioro del medio ambiente, la destrucción de los bosques, la destrucción de la diversidad genética, la polución de los mares, lagos y ríos, la lluvia ácida, el efecto invernadero, la reducción de la capa de ozono, y otros.

La segunda posibilidad es la barbarización del mundo. Algunas características serían el surgimiento de «burbujas» de enorme riqueza, rodeadas de barricadas o fortalezas para proteger esa riqueza de los inmensos territorios de pobreza y miseria que se extienden más allá de las barricadas. Es interesante destacar que esta versión aparece cada vez más en la literatura de ciencia-ficción de la última década. Es como la atmósfera de Mad Max, tan brillantemente descrita por los australianos en ese film. Muchos de estos síntomas ya se encuentran en algunas actitudes mentales y en la existencia real de áreas aisladas para los muy ricos, que no quieren contaminarse visual, auditiva o físicamente con la pobreza. Un componente de esta versión será el resurgimiento de regímenes represivos, que cooperarán con las élites ricas e impondrán condiciones de vida cada vez peores a los pobres.

La tercera versión presenta la posibilidad de una gran transición -el pasaje de una racionalidad dominante de competencia económica ciega y de codicia, a una racionalidad basada en los principios de la solidaridad y el compartir. Podríamos llamarlo el pasaje de una Destrucción Mutuamente Asegurada a una Solidaridad Mutuamente Asegurada. La pregunta es si podemos hacerlo. ¿Tenemos las herramientas, la voluntad y el talento para construir una Solidaridad Mutuamente Asegurada? ¿Podremos vencer la estupidez que hace que posibilidades como esa queden fuera de nuestro alcance? Creo que sí podemos, y que tenemos la capacidad. Pero no nos queda mucho tiempo.

Queremos cambiar el mundo, pero nos enfrentamos a una gran paradoja. En esta etapa de mi vida, he llegado a la conclusión de que no soy capaz de cambiar el mundo, ni siquiera una parte de él. Sólo tengo el poder de cambiarme a mí mismo. Y lo fascinante es que si decido cambiarme a mí mismo, no hay fuerza policial en el mundo que pueda impedirme hacerlo. La decisión depende de mí, y si quiero hacerlo, puedo hacerlo. Pero el punto fascinante es que si yo cambio, puede ocurrir algo en consecuencia que conduzca a un cambio en el mundo. Pero tenemos miedo de cambiar. Siempre es más fácil intentar cambiar a los otros. La enseñanza de Sócrates fue: «Conócete a ti mismo», porque sabia que los seres humanos tienen miedo de conocerse. Sabemos mucho de nuestros vecinos, pero muy poco sobre nosotros mismos. Entonces, si simplemente pudiéramos cambiar nosotros mismos podría darse la posibilidad de que algo fascinante pudiera suceder en el mundo.

Espero que llegue el día en que cada uno de nosotros sea lo suficientemente valiente para poder decir, con toda honestidad: «Soy, y porque soy, me volví parte de ...». Me parece que este es el camino correcto a seguir si queremos poner fin a una manera estúpida de vivir.

 

Traducción: Soledad Domínguez

En base a la edición de Development dialogue, número especial de 1986, en español, editado por la Fundación Dag Hammarskjöld, Uppsala, Suecia, traducciones del libro Human Scale Development, ed.  The Apex Press, Nueva York, EE.UU., hechas por Soledad Domínguez, y nuevos agregados del autor.

© 1993, Manfred Max-Neef.

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Para su distribución en España:

Icaria Editorial, S.A.

Comte d'Urgell, 53

08011 Barcelona

Primera edición: marzo 1994

 

ISBN: 84-7426-217-8

Depósito legal: B-784-1994

Impresión y encuademación:

Tesys, S.A. Manso, 15-17 - 0815 Barcelona



[1] El equipo encargado de este proyecto desea expresar su agradecimiento a los funcionarios y académicos de la Universidad de La Serena en Chile, la Universidad Federal de Pernambuco, Brasil y la Fundación para el Desarrollo de la XII Región, Chile, por su apoyo entusiasta y la eficaz realización de varios seminarios regionales llevados a acabo durante el período de ejecución de este proyecto.  Sin el apoyo intelectual y material de estas instituciones, no hubiera sido posible la terminación exitosa de este proyecto.

[2] Por "articulación" entendemos la construcción de una relación coherente y consistente de interdependencia equilibrada entre elementos dados.

[3] Utilizamos aquí la noción de teoría como un proceso deductivo a partir de ciertos postulados.

[4] La transdisciplinariedad es una solución que, con miras a alcanzar un mayor entendimiento, va mas allá de los ámbitos esbozados por disciplinas estrictas. Mientras que el lenguaje de una disciplina puede limitarse a describir algo (un elemento aislado, por ejemplo), puede resultar necesaria una actividad interdisciplinaria para explicar algo (una relación entre elementos). Por la misma razón, para entender algo (un sistema como se lo interpreta por otro sistema de mayor complejidad) se requiere una participación personal que vaya mas allá de las fronteras disciplinarias, convirtiéndola así en una experiencia transdisciplinaria.

 

[5] Si bien en la cultura judeocristiana, se nos ha dicho que "la ociosidad es la madre de todos los vicios", creemos firmemente que tiene muchas virtudes. De hecho, el Ocio y la Creación parecen ser inseparables si se interpreta al primero como el "estado de conciencia y espíritu que invita a todas las musas". Se puede encontrar una brillante argumentación en este sentido en la obra de Bertrand Russell «ln Praise of Idleness». De cualquier manera, ocio no es sinónimo de holgazanería

 

[6] La columna del SER registra atributos personales o colectivos, que se expresan como sustantivos.  La columna del TENER registra instituciones, normas, mecanismos, herramientas (no en sentido material), leyes, etc. que pueden ser expresados en una o más palabras.  La columna del HACER registra acciones personales o colectivas que pueden ser expresadas como verbos.  La columna del ESTAR registra espacios y ambientes.

[7] Sinergia significa el comportamiento de un sistema completo, que resulta impredecible a partir del comportamiento de cualquiera de sus partes tomadas aisladamente. Fueron los químicos los primeros en reconocer la sinergia, cuando descubrieron que toda vez que aislaban un elemento complejo, o separaban átomos o moléculas de un compuesto, las partes separadas y sus comportamientos singulares jamas lograban explicar el comportamiento de todas las partes asociadas. En este sentido, la sinergia connota una forma de una potenciación, es decir, un proceso en el que la potencia de los elementos asociados es mayor que la potencia sumada de los elementos tomados aisladamente.

 

 

[8] N. del Trad.: Expresión que se utiliza para identificar una forma de vida, según la cual trabajar esforzadamente es bueno, la falta de moderación es mala, y el triunfo es digno de admiración.  Estos lineamientos tiene sus raíces religiosas en la doctrina calvinista.

[9] Jacobo Schatam, World Debt: Who is to pay?, London, Zed Book, 1987

[10] Los trabajos de los neoclásicos sobre macro conceptos, de todas formas, están basados en postulados bastante ingenuos.

 

[11] Cada articulación entre elementos es una relación, pero no cada relación es una articulación. Ver nota de Capítulo 1

[12] Este capítulo ha sido tomado en gran parte de un trabajo previo de M. Max-Neef: «About the Pruning of Language (and other unusual exercises) for the Understanding of Social Improvement», preparado para la Society for International Development, New Delhi, India, 1988.

[13] Vandana Shiva, Staying Alive, Londres: Zed Books, 1988, pág. 220.  Abrazar la vida.  Montevideo: Instituto del Tercer Mundo, 1991, pág. 247

[14] Jane Jacobs, Cities and the Wealth of Nations, Nueva York: Random House. 1985, pág. 6.

 

[15] Sobre el concepto de Necesidades Humanas y Satisfactores. Ver la Primera Parte de este libro

[16] El Centro de Alternativas de Desarrollo (CEPAUR) en Chile, encabezado por el autor, está investigando sobre el tema.

 

[17] Adaptado de la conferencia en el marco de la Conmemoración de Schumacher en Bristol, Inglaterra, el 8 de octubre de 1989.

 

[18] La Conferencia en Conmemoración de Schumacher, sobre la cual se basa este capítulo fue realizada antes de la caída del régimen de Ceausescu.

 

[19] Vandana Shiva. Staying Alive. Londres: Zed Books. 198S.

 

[20] Elaborado en una conversación privada con el autor.

 

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