Hugo von Hofmannsthal

La carta de Lord Chandos, 1902

El 18 y 19 de octubre de 1902 el diario berlinés Der Tag publicó un texto del poeta y dramaturgo vienés Hugo von Hofmannsthal, con el escueto título de Ein Brief (Una carta) pero que terminaría siendo mucho más conocido como La Carta de Lord Chandos.
Pese a su brevedad, se trata de uno de los escritos más densamente representativos del gran debate cultural, artístico y literario de la Viena fin de siglo. Como es bien sabido, en el caldo de cultivo de los conflictos entre tradición y modernidad y las graves contradicciones internas del Imperio Austro-Húngaro, Viena alumbró, entre 1870 y 1914, una irrepetible constelación de figuras que introdujeron innovaciones radicales en diferentes ámbitos de la cultura contemporánea: Otto Wagner, Karl Kraus, Adolf Loos, Gustav Klimt, Oskar Kokoschka, Peter Altenberg, Joseph Roth, Arthur Schnitzler, Ludwig Wittgenstein, Sigmund Freud, Gustav Mahler, Robert Musil, Arnold Schönberg, Egon Schiele, Stefan Zweig y un largo etcétera, incluyendo al propio Hofmannsthal, que aportó a este florecimiento cultural hitos como La muerte de Tiziano, La torre, El libro de los amigos o sus libretos para óperas de Richard Strauss (Elektra, Der Rosenkavalier...).
La Carta de Lord Chandos trata uno de los temas centrales del debate vienés: el de la crisis del lenguaje y de sus posibilidades para expresar y narrar el mundo. En esta ficticia misiva, un noble inglés, Lord Chandos, se dirige a Francis Bacon para explicarle no sólo las razones de su prolongado silencio epistolar previo, sino también del que habrá de seguir a esta carta, que será la última. El autor, dolorosamente consciente de lo fútil que resulta el esfuerzo del lenguaje, opta por el silencio y hace de él todo un proyecto de vida que incluye la reconstrucción de su propia casa.
El texto de Hofmannsthal se enmarca, así, en las grandes dudas sobre el valor heurístico del lenguaje que también asaltaron al filósofo Wittgenstein (recuérdese su célebre frase “El que tenga algo que decir, que dé un paso adelante y se calle”) y al arquitecto Adolf Loos, no casualmente hermanados en su interés por una arquitectura silenciosa que pusiera fin a las estridencias ornamentales del Art Nouveau.