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La filosofía, además de como ontología,
ética, epistemología, etc., se ha considerado
a sí misma como therapeia desde sus orígenes
griegos. Ya desde el mundo socrático-platónico....
Toda
la filosofía de Platón puede considerarse como
la construcción de una gran terapéutica pensada
para liberar al hombre de los muchos problemas que ensombrecen
su existencia. En realidad, fue el propio Sócrates
el que concibió la filosofía como therapeía
o epimeleía, es decir, como una cura o cuidado del
alma, consagrada al Dios Apolo. Sócrates dice en el
Cármides (156d-157a) que los males del cuerpo no pueden
ser tratados sin antes haber curado las dolencias del alma.
Pero «los ensalmos» con los que se cura el alma
son «los bellos discursos» que quieren convertir
la reflexión filosófica y la razón en
el centro de la vida humana. De manera que el tema del ensalmo
terapéutico recorre toda la obra platónica,
desde los diálogos iniciales hasta las Leyes.
Este tema, ligado esencialmente a la curación por la
palabra, experimenta una evolución a través
de los diálogos, desde su concepción como discurso
racional vinculado a la dialéctica filosófica
hasta su construcción como instrumento político,
pensado para establecer mediaciones con diversos factores
irracionales en la pólis (véanse aportaciones
de Álvaro Vallejo Campos, en materiales de miembros
del equipo). La terapéutica socrática tiene
antecedentes en el mundo de los sofistas. A Antifonte de Ramnunte
(87DKA6) se le atribuye haber compuesto una obra o un método
consistente en un «Arte para evitar la aflicción».
Pero la concepción más sistemática de
la filosofía como terapéutica y del gobernante
como un experto en el arte de la curación de los males
que afectan al alma se halla en Platón, que la lleva
desde el ámbito individual donde había sido
ejercida por Sócrates hasta la reflexión sobre
el destino de la pólis. En el Gorgias el filósofo
es la alternativa crítica que Platón ofrece
al político realista, responsable de haber provocado
una enfermedad en la ciudad que la ha dejado "hinchada"
y "emponzoñada" (Gorgias 518e4-519a1). Pero
en la República, donde Platón desarrolla en
todas sus implicaciones la concepción de la filosofía
como una terapéutica destinada a operar en el ámbito
comunitario, no debemos olvidar que la ciudad ideal se construye
sobre la base de que estamos no ante un estado sano, sino
"afiebrado" (372e7-8).
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En el aristotelismo
De
manera que toda la reflexión psicológica, ética,
política y filosófica subsiguiente se deja vincular
sin solución de continuidad a esta idea de una ciudad
enferma, que exige una terapéutica y una consciencia
clara de las enfermedades que la aquejan. El tratamiento que
ha de darse a las emociones y a las pasiones tiene un desarrollo
teórico más detallado en Aristóteles,
donde lo encontramos tanto en la teoría de la persuasión
ubicada en los dominios de su Retórica como en las
reflexiones éticas, donde vienen a configurar un aspecto
muy importante del êthos. La «persuasión
terapéutica» de las emociones, nos permitiría
establecer conexiones, en consecuencia, con la filosofía
práctica del Estagirita, que ha tenido una extraordinaria
recepción a lo largo del siglo veinte, y está
presente en la hermenéutica (Gadamer).
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En la filosofía helenística
Sin embargo, si el tema de la salvación por el conocimiento
es una cuestión central en la filosofía clásica
desde el Protágoras (356d), en la filosofía
helenística se convierte en el horizonte que lo domina
todo. La superioridad de la ética sobre la ontología,
característica del pensamiento en esta época,
va unida a una concepción de la filosofía como
«terapia de los sufrimientos humanos», tal y como
la define Epicuro. Su «tetrafármaco» demuestra
hasta qué punto disciplinas de la tradición
filosófica, como la teología, la física
o la canónica, cuyo estudio es necesario para la consecución
del placer y el alejamiento de las preocupaciones humanas,
se han convertido para el epicureísmo en particular
y la filosofía helenística en general en una
parte integral de un proyecto filosófico concebido
como terapéutica. De manera que el proyecto que presentamos
tiene una honda raigambre en la tradición filosófica
clásica.
El
helenismo es una de las corrientes de pensamiento más
ricas en cuanto a lo que teorías y prácticas
para la labor de la filosofía como terapia se refiere.
Epicuro señalaba:
“Vacío es el argumento de aquel filósofo
que no permite curar ningún sufrimiento humano. Pues
de la misma manera que de nada sirve un arte médico
que no erradique la enfermedad de los cuerpos, tampoco hay
utilidad ninguna en la filosofía si no erradica el
sufrimiento del alma.”
(Epicurea, colección de fragmentos y noticias
editado por H. Usener, Leipzig, 1887)
También
el estoicismo llamó la atención sobre la necesidad
de desarrollar terapias, o políticas, ajustadas a las
singularidades de cada persona y a las características
del contexto histórico-cultural.
¿No se podría recuperar la labor práctica
de la filosofía, y poner de manifiesto el papel que
desempeña, junto con otras disciplinas en la elaboración
de propuestas educativas, éticas y políticas
que promuevan la salud emocional. Y ello porque es precisamente
la teoría de las pasiones del estoicismo lo que constituye
el núcleo en torno al cual se articula la terapia.
Tal y como señala, M. Nussbaum:
“el conocimiento de las emociones que nos proporciona
la lectura de las fuentes estoicas es indispensable para poder
determinar lo que significa para el individuo y una comunidad
política la salud emocional”.
Paisajes del pensamiento. La inteligencia de las emociones,
Paidós, Barcelona, 2008 (orig. 2001)
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¿No es, pues, posible recuperar la concepción
de la filosofía como terapia de la civiliación,
de la cultura, en su sentido supra o trans-individual? ¿No
existe una intrahistoria de la filosofía como tarea
terapéutica, en ese sentido, que llega hasta nuestros
días? ¿No se consideró F. Nietzsche,
por ejemplo, a sí mismo "médico de la civización?