Incitando al estudio...

J. Lacan. Una ontología de la "falta"

—› ¿Qué podemos aprender de la obra lacaniana respecto a una crítica de patologías de civilización, en un sentido trans-individual? Uno de los temas lacanianos fundamentales es el del reconocimiento de una "falta" constitutiva del sujeto, cuyo rechazo conduce a la patología:

En la enseñanza de Lacan se reconoce una alieación fundamental en la estructura misma del inconsciente. Si concretamos, habría que decir que si bien hay una falta que se juega en la posición del inconsciente, es en el ámbito del lenguaje donde ésta cobra sentido, puesto que para Lacan el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Por lo tanto es en el lenguaje donde acontece este "agujero en el ser", que en su siendo constituye la condición de posibilidad de la formación de un yo en tanto producción de sentido.

Esta falta se constituye en significantes de nuestro tiempo y lugar que en ningún momento hemos elegido. Somos seres en cuya falta originaria se sitúa la condición crucial de la libertad y, por ello, no hay forma de rechazar la alieación (productiva) que ello implica sin encadenarnos. No alienarse equivaldría a nunca decir nada, es más, a no aprender a hablar siquiera.

La falta es un agujero en el saber y en el ser, en la que se pone en juego lo que somos:
- Se trata de significantes carentes de sentido, y ellos son los que, al final de cuentas, nos determinan. Cuando éstos son rechazados adviene la locura (en un sentido peyorativo)
- La locura, entonces, no es el rechazo del sentido, sino el rechazo de que el sentido se constituye a partir de la falta.

El núcleo filosófico de Lacan gira en torno a la imposibilidad de verse. Y ello pone en cuestión a la modernidad cartesiana y, en especial, a la concepción que posee Kant respecto al sujeto.
V. Alenka Zupanci, Ética de lo real: Kant, Lacan, Buenos Aires, Prometeo, 2010.

—› ¿Conduce el rechazo de la falta a una cultura enferma regida por la necesidad de "llenarla" a toda costa?

El rechazo de la falta que nos constituye desde siempre como seres divididos se produce por la cobardía consistente en no querer sabernos incompletos, motivo por el cual anhelamos una identidad originaria que, como tal, nunca ha llegado a producirse. Aquí se localiza el germen de la patología que deviene en enfermedad, cuando en un intento desesperado se busca llenar este vacío constitutivo a costa de lo que sea.

Pero, además, rechazar la falta implica romper los lazos sociales. La renovación clínica de las psicosis inspirada por la clínica borderline describe la influencia creciente del individualismo en la actualidad, tal vez una norma contemporánea de vida: estamos en “la era del individuo”, donde la precariedad de los vínculos sociales da nombre al síntoma por excelencia de nuestra civilización.
V. Jacques-Alain Miller, et al. La psicosis ordinaria: la convención de Antibes. Buenos Aires: Paidós, 2004.
V. Massimo Recalcati. Clínica del vacío. Anorexias, dependencias, psicosis. Madrid: Síntesis, 2008.

—› ¿Podríamos además encontrar, a partir de estos supuestos, una causa del malestar en la cultura en la propensión identitaria de nuestras sociedades occidentales?

Lo que garantiza el vínculo social, según la línea lacaniana, es un proceso de alienación (impulsado por la "falta") por medio del cual el individuo se constituye como tal en la medida en la que algo de su ser se funde en el nosotros y, al mismo tiempo, algo del vínculo social se diluye en él, sufriendo con ello una modificación recíproca en la que tanto el yo como el nosotros se edifican gracias a un proceso de intercambio continuo. Son los procesos de blindaje de la identidad, a partir de los cuales se busca asegurar la constitución de un "individuo", como si se tratara de un proyecto completado, de una tarea finalizada o de una obra en exposición que sólo puede ser admirada pero no interpelada, los que promueven un yo férreo que en tanto impenetrable, estático y auto-referente, degenera en enfermedad.

El malestar de la cultura se genera, tal vez, no cuando la identidad se debilita, sino cuando ésta se radicaliza.
V. Slavoj Zizek (Ed.), Lacan. Los interlocutores mudos, Madrid, Akal, 2010.