PATOLOGÍAS DE LA HIPEREXPRESIÓN
EJEMPLO: Confusión, dispersión y pánico
La
hiperexpresión, al hacer proliferar los significantes
a gran velocidad, impide que se interpreten de forma secuencial.
«En el universo proliferante de los medios veloces,
la interpretación no se realiza a lo largo de líneas
de secuencia sino siguiendo espirales asociativas y conexiones
asignificantes» (Franco Berardi, «Patologías
de la hiperexpresión», Archipiélago,
nº 76 (2007), p. 62)
Por la aceleración y densificación reticular
de los flujos semióticos ya cada vez es más
difícil discernir lo relevante de lo irrelevante,
crece la indiferenciación, la desorientación
y, como consecuencia, el pánico.
¿Pánico?
Promovido, sí, por la experiencia de desorientación.
Pero, además, por la velocidad misma de los contenidos
y demandas semióticos: impide una elaboración
emocional del otro y genera un temor consecuente a las expectativas
que le presenta:
«La emisión veloz intimida al oyente (…)».
Y
este mecanismo parece ir vinculado al desarrollo occidental:
«Hay
pruebas de que la globalización ha traído
consigo ritmos de emisión más rápidos
en partes del mundo en las que los estilos de radio y teledifusión
occidentales han sustituido a los estilos tradicionales
basados en la autoridad. En la Unión Soviética,
por ejemplo, la emisión medida en sílabas
por segundo casi se ha doblado desde la caída del
comunismo, pasando de tres a seis sílabas por segundo»
(Ibid., p. 62).