EL GRUPO ARGÁRICO DEL ALTO GUADALQUIVIR
Francisco Contreras CortésDpto. de Prehistoria y Arqueología | |
Facultad de Filosofía y Letras | |
Universidad de Granada | |
Tfno.: 958-243613 | |
e-mail: fccortes@ugr.es |
El contexto arqueológico
En trabajos anteriores (Contreras et al.,
1995, 2000b; Contreras y Cámara, 2002) hemos definido al Grupo Argárico del
Alto Guadalquivir como una entidad arqueológica que incluye un grupo de
formaciones sociales cuya vinculación en la circulación de elementos de
prestigio aristocrático durante la Edad del Bronce (mediados del II Milenio A.C.)
e implica el enterramiento bajo las casas y el aterrazamiento de los poblados.
En esta misma zona se ha definido otra entidad arqueológica, "Cultura del
Bronce de las Campiñas", como no argárica, sin enterramientos bajo las
casas pero con fortificaciones y torres circulares (Arteaga, 1987; Arteaga et
al., 1987; Nocete, 1994). En esta dirección habría que incluir los
enterramientos en cueva artificiales en Jaén y la adaptación de la nueva
ideología aristocrática en las poblaciones del oeste de Granada,
bien inhumando en antiguos dólmenes o bien erigiendo necrópolis de
grandes cistas exteriores a los poblados.
Las diferencias zonales son todavía difusas
entre las diferentes formaciones sociales debido fundamentalmente a lo sesgado
de la recuperación del registro arqueológico, que se ha centrado especialmente
en la Depresión Linares-Bailén y en los entornos de Jaén y Porcuna. En función
de los datos con qué contamos podemos situar el límite occidental del Grupo
Argárico del Alto Guadalquivir en la divisoria de aguas de los ríos Rumblar y
Jándula, ya que el valle de este último río, a la luz de la prospección
realizada (Pérez et al., 1992), parece indicar una articulación
diferente a la obtenida en el valle del Rumblar. Más al sur, según los datos
con que actualmente contamos, difícilmente alcanzarían estas sociedades el
cauce del río Guadalbullón (Arteaga, 2001) y, con seguridad, las formaciones
sociales del pasillo de Alcalá-Moclín formarían parte de otra gran unidad
social como resultado de las relaciones entre la costa malagueña y el
alto-medio Guadalquivir.
Como ya hemos señalado, ni siquiera en el interior
de la zona del Alto Guadalquivir incluida en la "Cultura Argárica"
observamos una homogeneidad en los rasgos arqueológicos, por lo que tendríamos
que pensar en la existencia de varias formaciones sociales. La Loma de Úbeda,
la cuenca del Rumblar y la Depresión Linares-Bailén, área central de nuestros
trabajos arqueológicos, presentan diferencias que se explican en gran medida
por la dicotomía poblados de nueva planta - poblados que perviven (Cámara et
al., 1996).
El
que aún no hayamos podido definir con claridad las características de las
distintas formaciones sociales que ocupan el Alto Guadalquivir durante la Edad
del Bronce se debe en parte a las
limitaciones que nos ofrece el registro arqueológico de esta área investigado
hasta el momento y que a su vez ha constreñido las síntesis regionales
establecidas debido a la falta de datos secuenciales y cronológicos.
Los
primeros datos fiables sobre las comunidades de la Edad del Bronce en el Alto
Guadalquivir proceden de las excavaciones realizadas por J. de M. Carriazo
durante 1925 en el yacimiento de "Corral de Quiñones" (Quesada). Se
trata de un yacimiento con sepulturas de inhumación en el interior de las
viviendas. El enlace geográfico de este yacimiento se establece a través del
Guadiana Menor, uniendo las tierras altas granadinas y el Sureste con el
Guadalquivir. A partir de estos trabajos, J. de M. Carriazo (1975) realizó una
síntesis de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir. Para ello se basó
fundamentalmente en el yacimiento anteriormente citado de Quesada, así como en
una serie de hallazgos sueltos. Por estas mismas fechas C. de Mergelina (1944)
excavó la cueva artificial de "Haza de Trillo" en Peal de Becerro.
Hasta
1978, fecha en que el equipo de la Universidad de Granada, dirigido por F.
Molina, realiza una primera síntesis
moderna sobre la ocupación prehistórica del Alto Guadalquivir (Molina et
al., 1978, 1979), las actuaciones habían sido muy escasas (Espantaleón,
1960; Vañó, 1963, Lucas Pellicer, 1968; Maluquer, 1974, etc.). Serán los
trabajos de campos de R. García Serrano en el yacimiento de Peñalosa (Baños
de la Encina) y sobre todo la publicación de los materiales procedentes de este
yacimiento (Schubart, 1973 y Muñoz Cobo, 1976) los que pondrán de relieve la
importancia del foco minero de Sierra Morena y su conexión con la cultura argárica.
Los
primeros trabajos de excavación con una metodología más científica serán
los realizados por algunos miembros
del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada en
esta zona: un pequeño sondeo en el yacimiento de Úbeda la Vieja y una excavación
más sistemática en el poblado de la Edad del Bronce de Cabezuelos (Molina et
al., 1978, 1979), dónde se excavan una serie de cabañas ovales y una
muralla consistente que defiende el sitio (Contreras, 1982). Tras la publicación
del avance de los resultados obtenidos, F. Molina et al. (1978)
elaboraron el primer esquema de la síntesis cultural de la Edad del Bronce en
el Alto Guadalquivir, mostrando básicamente una oposición entre el norte y
este de la provincia y el resto de las zonas que integra. Plantean ya el Alto
Guadalquivir como un auténtico mosaico cultural en donde convivirían diversos
complejos de tradición eneolítica con auténticas poblaciones argáricas,
procedentes de los focos granadinos y almerienses en busca de los yacimientos
mineros de Sierra Morena.
También
al final de la década de los setenta se llevan a cabo en Jaén las excavaciones
del yacimiento de la Edad del Bronce del Rincón de Olvera (Úbeda) (Carrasco y
Pachón, 1986), del que contamos con una valoración de su importancia en relación
con los momentos tardíos de la Edad del Bronce de la Alta Andalucía. Este
yacimiento presenta un gran interés, ya que se trata de un poblado de nueva
planta, con enterramientos en cista y en urna desde la base, y con algunas
dataciones de C-14. En esta época se intensifica la labor de investigación en
el Guadiana Menor, concretamente en el límite entre las provincias de Granada y
Jaén, donde se realizan las excavaciones del Departamento de Prehistoria y
Arqueología de Granada en los yacimientos argáricos de la Terrera del Reloj,
Castellón Alto y Loma de la Balunca (Aguayo y Contreras, 1981; Molina et al.,
1986), que proporcionaron una buena base documental para el estudio de la
cultura argárica, con un hábitat en terrazas y con un perfecto estado de
conservación del registro arqueológico.
De
manera simultánea a los trabajos de excavación se desarrolló un amplio
programa de prospecciones sistemáticas en el Alto Guadalquivir y en concreto en
la zona del Guadiana Menor. Esta labor se completaría más tarde con una serie
de excavaciones de urgencia en distintos yacimientos de la zona
y nuevas síntesis culturales para la zona (Ruiz et al., 1986,
Carrasco et al., 1980a, 1980b y Carrasco y Pachón, 1986). En
estas fechas se publica la tesis de V. Lull (1983) sobre la Cultura del Argar,
en la que integra esta zona dentro de lo que él denomina formación social argárica,
en donde Peñalosa sería una avanzadilla argárica en la búsqueda de los
recursos mineros de Sierra Morena.
En
todos estos trabajos se aprecia la importancia del foco minero de la Depresión
Linares-Bailén y el reborde más meridional de Sierra Morena. Por ello a partir
de 1985 se planteó desde el Departamento de Prehistoria y Arqueología de
Granada un ambiciosos Proyecto de Investigación centrado en el desarrollo histórico
de las sociedades jerarquizadas de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir,
focalizado fundamentalmente en el estudio arqueológico del valle del río
Rumblar y que se ha denominado Proyecto Peñalosa, ya que este yacimiento ha
constituido la base de este proyecto.
A
partir de 1985, una vez transferidas las competencias de cultura a la Junta de
Andalucía, se observa un doble campo de actuación: el desarrollo de la gestión
de la arqueología y el nacimiento de los Proyectos de Investigación.
Por
un lado, gracias al desarrollo de la llamada Arqueología de Gestión, aumentan
las intervenciones de urgencia en la zona, realizándose numerosas excavaciones
publicadas en los Anuarios de Arqueología de Andalucía. Es curioso obervar
como desde mediados de los 80 hasta 1990 el grueso de las actividades de
urgencia se centró en el patrimonio arqueológico prehistórico. A partir de
esta fecha se observa una ruptura en esta tendencia, con una mayor preocupación
por la investigación arqueológica de los periodos clásicos y medievales.
Para
el Alto Guadalquivir sólo se realizaron intervenciones en yacimientos prehistóricos
gracias al interés de determinados investigadores, canalizado a través de la
Escuela Taller de Baeza (Zafra, 1991, 1995; Zafra y Pérez, 1992; Pérez y
Zafra, 1993; Pérez, 1994). Gracias a ella se pudo documentar un poblado de la
Edad del Bronce con enterramientos individuales bajo las viviendas (Cerro del
Alcázar), a lo que se debe sumar la importancia de las prospecciones realizadas
en el mismo marco para la comprensión de la Edad del Bronce en el área (Pérez
y Zafra, 1993).
Por
otro lado, se desarrolló en esta zona el Proyecto Análisis histórico de
las comunidades de la Edad del Bronce de la Depresión Linares-Bailén y
estribaciones meridionales de Sierra Morena, dirigido por F. Contreras, F.
Nocete y M. Sánchez, centrado sobre todo en la excavación del poblado de Peñalosa
(Baños de la Encina) (Contreras et al., 1987, 1990, 1991, 1993a, 1993b,
Contreras, 2000; Contreras y Cámara, 2002), y en trabajos de prospección
sistemática en la Depresión Linares-Bailen y en las cuencas de los ríos que
nacen en Sierra Morena (Jándula, Rumblar, Guadalén, Guadiel, etc.). Este
Proyecto actualmente ha iniciado su segunda fase, dirigida por F. Contreras y J.
A. Cámara. Los resultados obtenidos en estas investigaciones son los que
ilustran el desarrollo de esta ponencia.
En el apartado anterior ya se han mencionado dos características que definen a este grupo: el habitat aterrazado y los enterramientos bajo las casas. A ello habrá que añadir que su cultura material mueble e inmueble responde a pautas argáricas: vasos carenados, copas, puñales, adornos de plata, elementos arquitectónicos, forma de las sepulturas, etc., aunque fundamentalmente podemos considerar como básicos los dos primeros rasgos, ya que la difusión de elementos de cultura material mueble o inmueble (especialmente armas, adornos de metales preciosos, copas) está más relacionado con la nueva ideología de emulación de las élites aristocráticas.
Un análisis más detallado del patrón de
asentamiento de este grupo se presenta en esta misma publicación ( Cámara et
al., 2002). Durante el Neolítico reciente los yacimientos se sitúan en las
cercanías de las grandes lomas, con probable aprovechamiento ganadero, aunque
sin perder de vista las posibilidades que ofrecían las riberas de los pequeños
arroyos que desembocaban en los ríos principales de la zona (Pérez et al.,
1992). Por el contrario, en la Edad del Bronce, a partir del 2000 A.C. las
prospecciones que se han realizado (Nocete et al., 1987; Lizcano et al.,
1990, 1992) evidencian la existencia de un patrón de asentamiento jerarquizado
y una proliferación de nuevos asentamientos fortificados y situados en lugares
estratégicos que controlan los pasos. Se van a colonizar nuevas áreas, como el
valle del río Rumblar, en donde encontramos un territorio jerarquizado y un
control exhaustivo de los filones metalíferos de cobre.
Por tanto, se pueden determinar una serie de hechos
evidentes del patrón de asentamiento de la Edad del Bronce en el Alto
Guadalquivir::
Ø
Hábitat
encastillado, con urbanismo en ladera típicamente argárico: casas de planta más
o menos rectangular, adaptadas a las curvas de nivel del terreno, calles
estrechas que ponen en contacto las distintas terrazas artificiales, zona
superior fortificada, presencia de cisterna, muralla para defender el acceso al
poblado.
Ø
La evidencia arqueológica nos dice
que es partir del 2000 A.C. cuando comienza la explotación intensiva de los
recursos mineros del Piedemonte de Sierra Morena. A partir de esta fecha,
avalada por las dataciones proporcionadas por el C-14, se establecen una serie
de poblados de nueva planta (Terrera del Reloj, Cerro del Alcázar, Rincón de
Olvera y Peñalosa).
Ø
En el
caso del Rumblar, se puede plantear un proceso de auténtica colonización,
similar al que tiene lugar en otras áreas durante estros momentos (Moreno et
al., 1991-92). Se trata de un poblamiento jerarquizado, dirigido al control
de los filones cupríferos del interior de la cuenca.
Ø
Este poblamiento parece en
principio dirigido, bien desde los
altiplanos granadinos a través del Guadiana Menor con la intención de
controlar los filones metalíferos, o bien desde los centros políticos de la
Depresión Linares-Bailen.
Otro
factor que sería importante analizar son las relaciones existentes entre estas
poblaciones y las culturas ganaderas de la Meseta. Parece probable, si
interpretamos las cerámicas decoradas que aparecen en Peñalosa como
imitaciones de los estilos típicos de Cogotas, que ya en esta época, a
partir del 1600 A.C., se establecieran contactos entre las poblaciones ganaderas
de La Meseta y las del Alto Guadalquivir. Quizás en este sentido el Cerro de la
Magdalena en Quesada pudo jugar un papel decisivo como punto de control de la
ruta ganadera hacia las altas tierras granadinas.
A
pesar de la importancia del sector minero, los resultados arqueológicos
obtenidos en la excavación de los poblados de Sevilleja y Peñalosa nos hablan
de la importancia de la agricultura y la ganadería. La agricultura tuvo que
jugar un papel importantísimo en estas formaciones sociales, sobre todo si
tenemos en cuenta la existencia de ricos suelos tanto en el valle del
Guadalquivir como en la Depresión Linares-Bailén. En el caso de los valles
interiores del Piedemonte de Sierra Morena, como el del Rumblar,
se planteó desde un principio la posibilidad de que existiera una
agricultura local en el entrorno inmediato de los poblados o bien se apuntaba la
hipótesis de la circulación del grano como tributo o como intercambio desde
los poblados agropecuarios de la las zonas llanas hacia los poblados mineros
situados en las partes más internas de los valles.
Los
primeros indicios arqueológicos recuperados en Peñalosa iban más en la
dirección de apoyar la hipótesis de la circulación del grano: pocos
instrumentos líticos relacionados con las prácticas agrícolas (dientes de
hoz, hachas y azuelas) y pocos fragmentos de paja con el grano que estaba muy
limpio (Contreras et al., 1987). Sin embargo, la aplicación del sistema
de flotación a todo el sedimento procedente de las casas mostraba claramente
evidencias de una agricultura local (Peña, 2000): las escasas hojas de sílex
recuperadas aparecían una por casa, aparición de raquis, semillas de malas
hierbas. Además, aunque el valle del río Rumblar está actualmente inundado la
tradición oral nos indicaba que en el valle existieron cultivos hasta la
construcción del embalse. Por ello, planteamos la existencia de un cultivo
local de la zona del valle y aledaños del poblado. Aunque de todas formas, la
abundante presencia de molinos, de estructuras de almacenaje y de grandes
vasijas llenas de cereal no descarta que una parte de la producción cerealística
llegara al poblado como intercambio por el metal.
Las
plantas domesticadas documentadas en Peñalosa nos hablan del cultivo variado de
cereales y leguminosas. En el caso de los primeros se ha documentado
fundamentalmente cebada de 6 carreras vestida y desnuda y trigo tetraploide (Tr.
Durum) o hexaploide (Tr. Compactum). En el caso de las leguminosas se
han documentado habas, guisantes (aparecen en contextos domésticos, por lo que
los podemos relacionar con la alimentación humana) y lino, utilizado para la
fabricación de aceite aceite (linaza) o fundamentalmente creemos que para la
obtención de fibras textiles (Peña, 2000).
En yacimientos agrarios en los que la subsistencia se basa fundamentalmente en la explotación de plantas cultivadas es muy difícil evaluar el papel de las plantas silvestres. Los restos vegetales recuperados de Peñalosa nos hablan de la importancia que tuvo para estas poblaciones la explotación de los recursos vegetales silvestres de su entorno. Se han documentado semillas de pera, huesos de aceituna, pepitas de uva y restos de bellotas. Los restos de aceituna y uva (determinados a nivel carpológico como silvestres), además de las bellotas, son habituales en yacimientos de la Edad del Bronce en Andalucía, indicando una recogida más o menos intensiva de ellos, lo que conducirá a la domesticación del olivo y la vid en fechas más o menos cercanas. Además la presencia de aceituna en Peñalosa no es de extrañar, pues se han documentado numerosos restos antracológicos de acebuche. También se han documentado una serie de plantas que nos hablan del aprovechamiento del medio, en este caso del valle del río como es la presencia de raíces, hojas, tallos, bulbos, tubérculos y rizomas de planta acuáticas.
Junto a las especies utilizadas en la alimentación, se han identificado otras especies cuyos usos resultan todavía más difíciles de valorar, como una gran cantidad de semillas de cantueso (Lavandula stoechas) y de cistus. Se trata de plantas aromáticas, cuyas semillas aparecen en gran cantidad en todas las casas de Peñalosa (desde 2 semillas hasta 1767) y que se pueden relacionar con el ritual de enterramiento o bien para repeler insectos o aromatizar las viviendas. La utilización del medio también se aprecia en la aparición de fragmentos de corcho, que se ha utilizado no sólo para la construcción, sino también para fabricar útiles como tapaderas
Sin
duda alguna, en estas sociedades jerarquizadas el ganado juega un gran papel, ya
que supone una fuente de riqueza y de prestigio. En Peñalosa (Sanz y Morales,
2000) la cabaña predominante es la ovicaprina (32%) seguida de los bóvidos
(21%), el cerdo (10%), el caballo (9%) y el perro (8%). Quizás por el ambiente
serrano en que se encuentra este yacimiento, la caza supone una baza importante
en la dieta cárnica, representando un 20%, fundamentalmente ciervo, conejo y
corzo. Sorprende el alto número de bóvidos en un ambiente tan serrano,
posiblemente se deba a un mayor índice de humedad en esta zona. En el caso
bovino y ovicaprino hay una explotación clara de los productos secundarios,
mientras que los cerdos son sacrificados a los dos años para un máximo
aprovechamiento de la carne.
Los
caballos documentados en Peñalosa presentan malformaciones del anillo óseo
alto, lo que indica que han estado acarreando grandes pesos, pero al igual que
en otros yacimientos argáricos de las depresiones granadinas, los caballos
tienen un significado especial: han sido consumidos en gran cantidad y sus
restos aparecen concentrados especialmente en la zona más fortificada del
yacimiento, que muestra evidencias del sacrificio de estos caballos en un período
de tiempo corto y además sólo aparecen las partes axiales. Esto se ha
relacionado con la celebración de fiestas o banquetes comunales. El caballo sin
duda sería uno de los elementos tributarios que circularían desde los poblados
agropecuarios dependientes a cambio del metal.
La
actividad textil está bien documentada en este grupo cultural. Existen indicios
del cultivo de lino y algunos restos de tejidos adheridos a piezas metálicas de
los ajuares funerarios nos indican que ésta debió ser la principal materia
prima utilizada en la fabricación de los tejidos junto con la lana. En el
poblado de Peñalosa han aparecido concentraciones de pesas de telar (en torno a
30 ejemplares de arcilla de forma circular con doble perforación) junto a la
puerta en varias de las viviendas. Podemos suponer que el tejido de la tela se
realizaba en telares verticales. También se han recuperado restos de esparto,
fibra vegetal que cuenta con una gran tradición de uso para cestería y
cordelería en el Sureste desde finales del Neolítico.
Asociado
a las zonas de telar suele aparecer en el registro arqueológico de Peñalosa
una amplia muestra de utensilios de hueso, punzones y agujas, asociados a las
labores de la confección textil. Estos útiles están realizados en su mayor
parte a partir de metápodos y tibias de ovicápridos.
Pero
sin duda alguna el factor minero y metalúrgico condiciona en gran medida la
vida de este grupo argárico del Alto Guadalquivir. Como ya se ha apuntado, el
valle del río Rumblar sufre en estos momentos un poblamiento organizado y
jerarquizado, dirigido desde los grandes centros de la Depresión, enfocado
hacia la explotación intensiva del mineral de cobre y, posiblemente también de
plata, localizado en grandes filones en esta zona.
Los
elementos asociados a la extracción del mineral han sido hallados no sólo en
Peñalosa, que ha sido excavado sistemáticamente, sino en otros poblados del
valle localizados en la prospección superficial. De esta forma se han recogido
martillos de minero, mazos, machacadores de mineral y sobre todo abundante
cantidad de minerales de cobre (malaquita, cuprita, tenorita, calcopirita) y
plata (galena). Normalmente el proceso de tostación y reducción se realizaría
en el exterior del poblado, evitando así la contaminación de los gases
nocivos, tal como se documenta en Peñalosa con la presencia de un mayor número
de vasijas-horno en las zonas exteriores al área de habitación. La fundición
y el moldeado de las piezas, así como la forja, se realizarían en áreas
especializadas dentro de las viviendas. La ingente cantidad de crisoles, restos
de escoria y moldes de fundición dan fe de la importancia de esta actividad en
estos poblados del valle del Rumblar. La evidencia arqueológica nos muestra que
la actividad metalúrgica está generalizada en todas las casas, si bien el
control de su distribución debía de ser dirigido por las élites aristocráticas
como un mecanismo con el que asegurar su dominio (Moreno, 2000).
Los
moldes nos hablan no sólo de útiles domésticos (punzones, barillas) y armas
(hachas, puntas de lanza) sino también de la producción en masa de lingotes de
cobre. Esto se explicaría en el contexto del Alto Guadalquivir en función de
la demanda de metal por parte de las comunidades del valle de este río, donde
este recurso está ausente. Por ello, podemos pensar que en esta área el metal
sí ha jugado un papel importante en la jerarquización a través del control de
su producción y especialmente su distribución.
Por
último, no queremos cerrar este apartado de las estrategias económicas sin
hacer una breve referencia a las bases tecnológicas de este grupo cultural,
cuyas pautas argáricas en la fabricación y tipología de las formas cerámicas,
líticas, óseas y metálicas es evidente. La presencia de elementos cerámicos
singulares como copas, botellas o tulipas, realizadas con la tecnología
característica de los grupos argáricos granadinos y almerienses, sobre todo la
vajilla funeraria, refuerza la relación de estos grupos con el Sureste. Esto se
refuerza si observamos las pesas de telar circulares con doble perforación o
los cuchillos, espadas o hachas metálicas.
El
ritual funerario documentado en los poblados excavados en el Alto Guadalquivir,
como Peñalosa, Cerro del Alcázar u Olvera responde claramente a la norma argárica,
no solo en los rasgos formales (cistas o urnas), sino también, sino también
por su localización, bajo las unidades de habitación. En Peñalosa (Contreras et
al., 2000a) se han excavado un total de 18 sepulturas, con 23 individuos
exhumados. Tipológicamente, las sepulturas responden a cistas de pizarra,
seguidas de pithoi, fosas y estructuras de mampostería de grandes
dimensiones. En cuanto a la disposición de los muertos se observan los patrones
característicos de la Cultura de El Argar: inhumaciones con los individuos en
posición flexionada, por lo general individuales, aunque también aparecen
sepulturas dobles de individuo masculino y otro femenino, con evidentes
muestras de haber sido realizado en dos momentos diferentes. En algunas
ocasiones, la inhumación es triple, siendo jóvenes o niños los enterrado
junto a la pareja.
la creencia en
otra vida se manifiesta en la colocación de ajuares funerarios junto a los cadáveres.
Las diferencias cuantitativas y cualitativas en estos ajuares nos indican la
diferenciación social existente en el poblado. La presencia de vasos de formas
específicas, como copas o botellas, de cerámica muy cuidada junto con la
presencia de elementos de plata u oro nos está marcando la existencia de
ciertos elementos de prestigio que van a jugar a favor de esa diferenciación.
El estudio paleopatológico
(Contreras et al., 2000a) indica que al menos el 50% de los individuos
analizados presentan algún tipo de lesión. Las artrosis podrían estar
relacionadas con fenómenos de actividad física prolongada en el tiempo y esta
hipótesis estaría apoyada en la edad madura de la mayoría de los individuos
afectados y en parte también en la actividad minera que sabemos se desarrolla
en el poblado. No se ha detectado
ninguna patología inesperada. Es relativamente frecuente la existencia de
hipoplasia dental y cribra orbitalia, lo que indicaría que la población se vio
sometida a situaciones de malnutrición durante la infancia. Mucho más común
resulta la presencia de caries y parodontosis en los individuos adultos,
mientras que las alteraciones más graves del tejido óseo, como la artrosis y
exóstosis, suelen afectar a personas de edad avanzada.
A través del registro arqueológico de Peñalosa
podemos aproximarnos a la organización social de este grupo cultural. Existen
una serie de indicadores que apuntan a una
división social marcada (Contreras y Cámara, 2002):
La
planificación del espacio en el asentamiento de Peñalosa es uno de los
rasgos que pueden utilizarse para sugerir la figura de una élite
que dirige la comunidad y que al mismo tiempo ejercen como rectores
de una colonización y control más estricto del territorio del valle del
Rumblar. Se observan una serie de rasgos que manifiestan esa planificación,
como la transformación espacial que sufre el poblado con su ampliación, la
construcción de un gran muro defensivo y de una cisterna, los sistemas de
acceso y circulación, la canalización de las aguas, la estructuración del
recinto fortificado de la parte superior del cerro, etc. | |
La diferencia en el tamaño de las casas que se ha podido determinar en el espacio excavado de Peñalosa. En ellas las actividades que se realizan parecen ser más o menos homogéneas, aunque esto no implica igualdad, ya que varían en el tamaño y en el número de estancias que las componen. También es importante la posición que ocupan estas casas en la topografía del cerro. Estas casas vienen a consolidar la unidad familiar como también se refleja en las tumbas familiares que aparecen en las mismas. | |
La actividad metalúrgica está presente en todas las casas del poblado, aunque en algunas hay varias áreas de actividad. La fabricación de lingotes de cobre indica que se está produciendo de cara al exterior y parece evidente que el auge del poder de las élites del valle del Rumblar se basó en parte en el control de la canalización del metal hacia los centros políticos de la Depresión Linares-Bailén. | |
Las cerámicas decoradas del tipo Cogotas que aparecen en al Alto Guadalquivir se convierten en un elemento simbólico, reflejo de los contactos con élites de otra cultura. Esta cerámica aparece en Peñalosa en casi todas las casas, aunque la cantidad y la variedad de motivos no es la misma, destacando en estos aspectos las casas de mayores dimensiones (casas VI y VII). | |
Diferencias en la distribución de los recursos agropecuarios, evidenciándose diferencias entre las distintas casas en cuanto al consumo de animales se refiere, estando concentrados los caballos y bóvidos principalmente en la zona alta. Casi todas las casas presentan abundantes restos de semillas, estando el almacenaje más o menos homogeneizado. La presencia abundante de vasijas con grano en las casas podría estar relacionada con la circulación tributaria dentro de una misma formación social. | |
Por último, los estudios paleopatológicos han mostrado la importante diferenciación interna que existe en estas comunidades en términos de trabajo realizado y malformaciones consiguientes, hasta tal punto que aquéllos que no las manifiestan tienen como ajuar funerario las piezas más interesantes y tumbas más espectaculares. |
Esta
correlación de hechos revela una sociedad marcada por una fuerte desigualdad
dentro de la formación social a la que pertenece y en la que los símbolos del
poder juegan un papel muy importante, ya que son utilizados por parte de las élites
aristocráticas para justificar esa diferenciación. Entre estos símbolos, el
metal va a jugar un papel destacado, no tanto por su valor intrínseco, sino
sobre todo porque se convierte en un elemento de cambio en los procesos de
circulación de bienes y personas. Pero, además, gracias al metal se construyen
las armas y en una sociedad con marcadas diferencias sociales y una alta
competitividad entre las élites, los conflictos van a ser frecuentes y por ello
las armas se van a convertir en un "medio para la guerra". La rapiña
y la guerra van a ser los procedimientos para obtener beneficios materiales y de
fuerza de trabajo.
Junto
a las armas, otros elementos considerados como típicamente "argáricos",
como las copas, botellas y determinadas vasijas carenadas, fuertemente bruñidas,
así como determinados elementos metálicos como los brazaletes en espiral de
cobre y plata participan en el intercambio. La adopción de estos elementos como
ajuares funerarios sólo adquiere sentido como resultado de la estratificación
social existente.
Dentro
de esta simbología jugará un gran papel la acumulación de rebaños, ya que el
ganado es un bien mueble que implica una riqueza, no sólo por su simple posesión,
sino también porque proporciona alimentos y fuerza de trabajo (Martínez y
Afonso, 1998, Cámara, 2001). Se convierte en un bien preciado, móvil, que
puede ser tributado e intercambiado. La acumulación de rebaños se observa en
determinadas zonas de los poblados, normalmente las viviendas de mayor tamaño y
mejor protegidas, pertenecientes a las élites del poblado. Esta acumulación
diferencial se observa en Peñalosa y en el Cerro de la Encina donde parece que
es resultado de la tributación de los asentamientos dependientes a las élites
de los poblados centrales.
Sin
duda alguna será a la hora de la muerte cuando mejor se plasme el status.
El tipo de sepultura y el ajuar funerario nos indican el papel social de la
familia que está enterrada. Pero además existen otros rasgos que nos confirman
esa preminencia social: la dieta alimenticia y las enfermedades sufridas no son
iguales para todos los individuos. Parece evidente que no todos los habitantes
del asentamiento comen lo mismo y sobre todo que no realizan los mismos trabajos
y esfuerzos físicos.
Por tanto, a través de la información que han proporcionado las sepulturas y los esqueletos conservados en yacimientos como Peñalosa o el Cerro del Alcázar podemos plantear la existencia de auténticos siervos, en un contexto en el que el territorio se define a través de una serie de poblados de distinto tamaño, muy fortificados. Las tumbas de los siervos aparecen asociadas a las casas de aquéllos a quienes estaban vinculados y a quienes tributaban con su trabajo y fidelidad. Entre las élites aristocráticas y los siervos estaría el resto de la población, una capa de "guerreros" con plenos derechos en la comunidad, y en la que se podrían incluir la mayor parte de los enterramientos argáricos, que prestan sus servicios a las clases nobiliarias defendiendo el poblado, lo que se podría expresar a través de la posesión de armas.
El análisis del registro arqueológico nos indica
que durante la Edad del Bronce una serie de productos, como el metal, circulan de unas comunidades a otras dentro y fuera de la cultura argárica.
Esta circulación la tenemos que relacionar con los circuitos que ya existían
durante la Edad del Cobre para los bienes de prestigio (ídolos, cerámicas de
lujo, etc.), que se habían utilizado para justificar el poder de determinados
centros y clanes (Contreras y Cámara, 2002).
La
relación entre los diferentes poblados de una misma formación social adquiere
la forma básica de una explotación tributaria. En algunos casos se ha llegado
a plantear, como por ej. para el Cerro de la Encina, la centralización de un
tributo en animales y su consumo en fiestas (Martínez y Afonso, 1998). En otros
casos se ha sugerido una redistribución de los productos metálicos desde los
centros políticos como El Argar obteniendo la población de los poblados
destinados a la extracción del mineral, como Fuente Álamo, beneficios no sólo
en la forma de parte de los bienes de prestigio, sino de animales criados en los
llanos (Schubart y Arteaga, 1986; Arteaga, 2001).
Los beneficios relativos que
obtenían las élites de los centros secundarios los podemos estudiar en Peñalosa.
El registro arqueológico sugiere que, aun sin llegar a los niveles de riqueza
de yacimientos centrales como la Cuesta del Negro o, sobre todo, el Cerro de la
Encina, la participación en la extracción del mineral y la fabricación del
metal garantizaba la existencia de una nobleza secundaria. Además esta
actividad permitía que el empobrecimiento de la capa más baja quedara
reducido, siendo todavía capaces de acceder en los rituales funerarios a poseer
armas como ajuar, símbolo de su posición, aunque el consumo cárnico estuviera
mucho más restringido. En
cualquier caso, el trabajo de estas capas bajas en las minas, en las casas o en
las expediciones guerreras, suponía una forma de tributo en favor de una élite
que regía la vida de los poblados. Esto tendría que sumarse al tributo
canalizado hacia los centros nucleares y, en el caso de los poblados
agropecuarios, en el producto desviado hacia los lugares especializados
La imagen transmitida por este Grupo Argárico del
Alto Guadalquivir es la de una sociedad jerarquizada, en la que la diferenciación
se va agudizando cada vez más y la explotación del medio se acerca a un punto
límite que pudo haber producido un colapso relativo por sobreexplotación. Esta
quiebra económica del sistema puede reflejarse en el abandono repentino de Peñalosa
y de otros poblados del Rumblar. Posiblemente el cese de la demanda del metal y
el desarrollo del verdadero bronce en el otro extremo del Guadalquivir pudieron
dar al traste con un sistema tan especializado como el observado en el Rumblar.
De esta forma, el sistema de control estricto
del territorio existente en época argárica parece entrar en crisis en torno al
siglo XVI A.C. (Bronce Tardío). A partir de estos momentos (Bronce Final) el
poblamiento se va a reestructurar lentamente atendiendo a los nuevos sistemas
sociales gentilicios centralizados y vamos a asistir a una intensificación
agropecuaria. La reestructuración del poblamiento se produce aprovechando los
yacimientos argáricos que cumplen las exigencias que demanda la nueva sociedad:
mesetas y laderas más bajas y mejor comunicadas y sobre todo buscando un
espacio amplio que permita el desarrollo del nuevo urbanismo.
Es por tanto presumible que la población ibérica
debe derivar del Bronce Final y antes de éste del Bronce Pleno, debiéndose los
aparentes vacíos a la diferente perceptibilidad de los poblados y a
desplazamientos dentro de las mismas áreas geográficas (Molina, 1976).
- Aguayo, P. y Contreras, F. (1981): El poblado argárico
de la Terrera del Reloj (Dehesas de Guadix, Granada), Cuadernos de
Prehistoria de la Universidad de Granada 6, Granada, pp. 257-286.
- Arteaga, O. (1987): Excavaciones arqueológicas
sistemáticas en El Cerro de los Alcores (Porcuna, Jaén). Informe preliminar
sobre la campaña de 1985. Anuario Arqueológico de Andalucía 1985:II,
Sevilla, pp. 279-288.
- Arteaga, O. (2001): La sociedad clasista inicial y
el origen del estado en el territorio de El Argar, Revista Atlántica-Mediterránea
de Arqueología Social 3 (2000), Cádiz,
pp. 121-219.
- Arteaga, O., Nocete, F., Ramos, J., Recuerda, A. y
Roos, A.M. (1987): Excavaciones sistemáticas en el Cerro de El Albalate
(Porcuna, Jaén). Anuario Arqueológico de Andalucía 1986:II,
Sevilla, pp. 395-400.
- Cámara, J.A. (2001): El ritual funerario en la
Prehistoria Reciente en el Sur de la Península Ibérica, British
Archaeological Reports. International Series 913,
Oxford.
- Cámara,
J.A., Contreras, F., Pérez, C. y Lizcano, R. (1996): Enterramientos y
diferenciación social II. La problemática del Alto Guadalquivir durante la
Edad del Bronce, Trabajos de Prehistoria 53:1, Madrid, pp. 91-108.
- Carrasco, J. y Pachón, J.A. (1986): La Edad del
Bronce en la provincia de Jaén, Homenaje a Luis Siret (1934-1984),
Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, Sevilla, pp. 361-377.
- Carrasco, J., Pastor, M., Pachón, J., Carrasco,
E., Medina, J. y Malpesa, M. (1980a): Vestigios argáricos en Alto
Guadalquivir, Publicaciones del Museo de Jaén 6, Jaén.
- Carrasco, J., Pachón, J.A., Malpesa, M. y
Carrasco, E. (1980b): Aproximación al poblamiento eneolítico en el Alto
Guadalquivir, Publicaciones del Museo de Jaén 8, Jaén.
- Carriazo, J. de M. (1925): La Cultura del Argar en
el Alto Guadalquivir. Estación de Quesada, Memorias de la Sociedad Española
de Antropología, Etnografía y Prehistoria 41:IV, Madrid, pp.173-191.
- Carriazo, J. de M. (1975): La Edad del Bronce. Historia
de España (R. Menéndez Pidal, Dir.), Madrid, pp. 755-852.
-
Cámara, J.A., Lizcano, R., Contreras, F., Pérez, C., Salas, F.E. (2002): La
Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir. El análisis del patrón de
asentamiento, 1ª Jornadas La Edad del Bronce en tierras valencianas y zonas
limítrofes (Villena, del 18 al 20 de abril de 2002).
- Contreras, F. (1982): Una aproximación a la
urbanística del Bronce Final en la Alta Andalucía. El Cerro de Cabezuelos (Úbeda,
Jaén), Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada 7, Granada,
pp. 307-329.
- Contreras, F. (Coord.) (2000): Proyecto Peñalosa.
Análisis histórico de las comunidades de la Edad del Bronce del
Piedemonte meridional de Sierra Morena y Depresión Linares-Bailén,
Arqueología Monografías 10, Junta de Andalucía, Sevilla.
- Contreras, F. y Cámara, J.A. (2002): La
Jerarquización Social en la Edad del Bronce del Alto Guadalquivir (España). El
poblado de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén), BAR International Series
1025, Oxford.
- Contreras, F., Nocete, F. y Sánchez, M.
(1987): Primera campaña de excavaciones en el yacimiento de la Edad del Bronce
de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía
1986:II, Sevilla, pp. 342-352.
- Contreras, F., Nocete, F. y Sánchez, M.
(1990): Segunda campaña de excavaciones en el yacimiento de la Edad del Bronce
de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía
1987,II, Sevilla, pp. 252-261.
- Contreras, F., Nocete, F., Sánchez, M., Lizcano,
R., Pérez, C., Casas, C., Moya, S. y Cámara, J.A. (1991): Tercera campaña de
excavaciones en el poblado de la Edad del Bronce de Peñalosa (Baños de la
Encina, Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía 1989,II, Sevilla, pp.
227-236.
- Contreras, F., Nocete, F., Sánchez, M.,
Lizcano, R., Pérez, C., Cámara, J.A. y Moya, S. (1993a): Análisis histórico
de las comunidades de la Edad del Bronce en la Depresión Linares-Bailén y las
estribaciones meridionales de Sierra Morena, Investigaciones arqueológicas
en Andalucía (1985-1992). Proyectos, (J.M. Campos, F. Nocete, Coords.),
Consejería de Cultura, Huelva, pp. 429-440.
- Contreras, F, Sánchez, M., Cámara, J.A., Gómez,
E., Lizcano, R., Moreno, A., Moya, S., Nocete, F., Pérez, C., Prejigueiro, R. y
Sánchez, R. (1993b): Análisis histórico de las comunidades de la Edad
del Bronce en la Depresión Linares-Bailén y estribaciones meridionales de
Sierra Morena. Actuaciones en 1991, Anuario Arqueológico de Andalucía
1991:II, Sevilla, pp. 289-294.
- Contreras, F., Cámara, J.A., Lizcano, R., Pérez,
C., Robledo, B., y Trancho, G. (1995): Enterramientos y diferenciación social I.
El registro funerario del yacimiento de la edad del Bronce de Peñalosa (Baños
de la Encina, Jaén), Trabajos de Prehistoria 52:1, Madrid, pp. 87-108.
- Contreras, F., Cámara, J. A., Robledo, B. y
Trancho, G. J. (2000a) : El poblado
de la Edad del Bronce de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén). La necrópolis,
Análisis Histórico de las Comunidades de la Edad del Bronce del Piedemonte
meridional de Sierra Morena y Depresión Linares-Bailen. Proyecto Peñalosa.
(F. Contreras, Coord.), Arqueología. Monografías 10, Consejería de
Cultura. Dirección General de Bienes Culturales. Sevilla, pp. 287-324.
- Contreras, F., Cámara, J. A., Lizcano, R., Pérez,
C., Moya, S. (2000b): La reconstrucción cultural. Peñalosa y la cuenca del
Rumblar. La contextualización regional y el análisis del Grupo Argárico del
Alto Guadalquivir, Análisis Histórico de las Comunidades de la Edad del
Bronce del Piedemonte meridional de Sierra Morena y Depresión Linares-Bailen.
Proyecto Peñalosa. (F.
Contreras, Coord.), Arqueología. Monografías 10, Consejería de Cultura.
Dirección General de Bienes Culturales. Sevilla,
pp. 383-404.
- Espantaleón, R. (1960): La necrópolis en
Cueva artificial de Marroquíes Altos. Cueva III, Boletín del Instituto de
Estudios Giennenses 26, Jaén, pp. 35-51
- Lizcano, R., Nocete, F., Pérez, C.,
Contreras, F. y Sánchez, M. (1990): Prospección arqueológica sistemática en
la cuenca alta del río Rumblar, Anuario Arqueológico de Andalucía
1987:II, pp. 51-59.
- Lizcano, R., Nocete, F., Pérez, C., Moya, S.
y Barragán, M. (1992): Prospección arqueológica superficial en la Depresión
Linares-Bailén. Campaña de 1988. Anuario Arqueológico de Andalucía
1990: II, Sevilla, pp. 95-97.
- Lucas Pellicer, M.R. (1968): Otra cueva
artificial en la necrópolis "Marroquíes Altos", de Jaén (Cueva IV),
Excavaciones Arqueológicas en España 62, Madrid.
- Lull, V. (1983): La Cultura del Argar. Un
modelo para el estudio de las formaciones sociales prehistóricas, Akal,
Barcelona.
- Maluquer, J. (1974): La estratigrafía
prehistórica de Hornos de Segura (Jaén), Pyrenae 10, Barcelona, pp.
43-66.
- Martínez, G. y Afonso, J.A. (1998): Las
sociedades prehistóricas: de la Comunidad al
Estado, De Ilurco a Pinos Puente. Poblamiento, economía y sociedad de
un pueblo de la Vega de Granada (R. Peinado, Ed.), Diputación Provincial de
Granada, Granada, pp. 21-68.
- Mergelina, C. (1944): Tugia. Reseña de unos
trabajos. Haza de Trillo, Boletín de la Sociedad de Amigos de la Arqueología
X, Madrid, pp. 27-29.
- Molina, F. (1976): Las culturas del Bronce
Final en el Sudeste de la Península Ibérica, Tesis Doctoral, Univ. de
Granada.
- Molina, F., Torre, F. de la, Nájera, T.,
Aguayo, P. y Sáez, L. (1978): La Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir:
Excavaciones en Úbeda, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 95,
Jaén, pp. 3-21.
- Molina, F., F. de la Torre, T. Nájera, P.
Aguayo y Sáez, L. (1979): Excavaciones en Úbeda la Vieja y Cabezuelos (Jaén),
XV Congreso Nacional de Arqueología (Lugo, 1977), Zaragoza, pp. 287-296.
- Molina, F., Aguayo, P., Fresneda, E. y
Contreras, F. (1986): Nuevas investigaciones en yacimientos de la edad del
Bronce de Granada, Homenaje a Luis Siret (1934-1984), Consejería de
Cultura, Sevilla, pp. 353-360.
- Moreno, Mª. A. (2000): La metalurgia de Peñalosa,
Análisis Histórico de las Comunidades de la Edad del Bronce del Piedemonte
meridional de Sierra Morena y Depresión Linares-Bailen. Proyecto Peñalosa.
(F. Contreras, Coord.), Arqueología. Monografías 10, Consejería de
Cultura. Dirección General de Bienes Culturales. Sevilla,
pp. 167-222.
- Moreno, Mª.A., Contreras, F. y Cámara, J.A.
(1991-92): Patrones de asentamiento, poblamiento y dinámica cultural. Las
tierras altas del sureste peninsular. El pasillo de Cúllar-Chirivel durante la
Prehistoria Reciente, Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada
16-17, Granada, pp. 191-245.
- Muñoz Cobos, J. (1976): Poblado con necrópolis
del Bronce II Mediterráneo en Peñalosa, término de Baños de la Encina, Boletín
del Instituto de Estudios Giennenses 90, Jaén, pp. 45-54.
- Nocete, F. (1994): La formación del
Estado en Las Campiñas del Alto Guadalquivir (3000-1500 a.n.e.), Monográfica
Arte y Arqueología 23, Univ. de Granada.
- Nocete, F., Sánchez, M., Lizcano, R.,
Contreras, F. (1987): Prospección arqueológica sistemática en la cuenca
baja/media-alta del río Rumblar (Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía
1986:II, Sevilla, pp. 75-78.
- Peña, L. (2000):
El estudio de las semillas de Peñalosa, Análisis Histórico de las
Comunidades de la Edad del Bronce del Piedemonte meridional de Sierra Morena y
Depresión Linares-Bailen. Proyecto Peñalosa. (F. Contreras, Coord.), Arqueología. Monografías 10,
Consejería de Cultura. Dirección General de Bienes Culturales. Sevilla,
pp. 237-256.
- Pérez, C. (1994): La evolución del
poblamiento [Recursos Culturales (M.L. Álvarez, C. Casas, P. Molina, C. Pérez)],
Inventario de recursos de la Comarca de La Loma, Colección Patrimonio
Cultural y Natural 4, Fundación Cultural Banesto, Madrid, pp. 103-123.
- Pérez, C. y Zafra, N. (1993): Segunda campaña
de prospecciones arqueológicas superficiales en la comarca de La Loma, Anuario
Arqueológico de Andalucía 1991:III, Sevilla, pp. 312-315.
- Pérez, C., Lizcano, R., Moya, S., Casado,
P., Gómez, E., Cámara, J.A. y Martínez, J.L. (1992): IIª Campaña de
prospecciones arqueológicas sistemáticas en la Depresión Linares-Bailén.
Zonas meridional y oriental, 1990, Anuario Arqueológico de Andalucía
1990:II, Sevilla, pp. 86-95.
- Ruiz, A., F. Nocete y M. Ruiz (1986): La Edad
del Cobre y la argarización en tierras giennenses, Homenaje a Luis Siret
(1934-1984), Sevilla, pp. 271-286.
- Sanz, J.L., Morales, A. (2000): Los restos
faunísticos, Análisis Histórico de las Comunidades de la Edad del Bronce
del Piedemonte meridional de Sierra Morena y Depresión Linares-Bailen. Proyecto
Peñalosa. (F. Contreras,
Coord.), Arqueología. Monografías 10, Consejería de Cultura. Dirección
General de Bienes Culturales, Sevilla, pp. 223-235.
- Schubart, H. (1973): Las alabardas tipo
Montejícar, Publicaciones eventuales 23, Instituto de Arqueología y
Prehistoria de la Universidad de Barcelona, Barcelona, pp. 247-269.
- Schubart, H. y Arteaga, O. (1986):
Fundamentos arqueológicos para el estudio socioeconómico y cultural del área
de El Argar, Homenaje a Luis Siret (1934-1984), Consejería de Cultura,
Sevilla, pp. 289-307.
- Vañó, R. (1963): Hallazgos eneolíticos en
Úbeda. Orígenes de esta ciudad. Noticiario
Arqueológico Hispánico VIII:1-3, Madrid, pp. 68-74.
- Zafra, N. (1991): Excavaciones arqueológicas
en el Cerro del Alcázar (Baeza, Jaén). Informe previo, Anuario Arqueológico
de Andalucía 1989:III, pp. 328-337.
- Zafra, N. (1995): Proceso histórico y reseña
cronológica. En M.L. Álvarez, C. Casas, J.J. Gálvez, P. Molina, Mª I. Moreno
y A. Tejada: Guía de Úbeda y Baeza, ceder, La Loma, Baeza, pp. 167-168.
- Zafra, N. y Pérez, C. (1992): Excavaciones arqueológicas en el Cerro del Alcázar de Baeza. Campaña de 1990. Informe preliminar, Anuario Arqueológico de Andalucía 1990:III, Sevilla, pp. 294-303.
Pie
de Láminas
Lám.
I. Vista aérea del poblado de Peñalosa (Baños de la Encina)
Lám.
II. Reconstrucción ideal del poblado de Peñalosa (Dibujo M. Salvatierra)
Lám.
III. Panorámica del valle del Rumblar
Lám.
IV. Salida del valle del Rumblar a la Depresión
Linares-Bailén
Lám.
V. Poblado de la Verónica (valle del Rumblar)
Lám.
VI. Poblado de “Cien Ranas” (BE-4) (valle del Rumblar)
Lám.
VII. Poblado del Cerro Barragán (Valle del Rumblar)
Lám.
VIII. Poblado de los Guindos (Valle del Rumblar)
Lám.
IX. Enterramiento de la Tumba 7 del cerro del Alcázar (Baeza) (Fotografía C. Pérez)
Lám.
X. Enterramiento de Peñalosa
Lám.
XI. Lingotes de cobre procedentes de Peñalosa
Lám.
XII. Poblado de Cerro Pelado en la Depresión Linares-Bailén