LA EDAD DEL BRONCE EN EL ALTO GUADALQUIVIR: UNA APROXIMACION A TRAVES DEL REGISTRO ARQUEOLOGICO

Francisco Contreras Cortés

 


Introducción

A nivel geográfico la zona en cuestión tiene como protagonista al río Guadalquivir, que se convierte en un auténtico eje este-oeste que atraviesa por entero la provincia de Jaén, creando un amplio valle que se cierra al este por las Sierras de Cazorla y Segura y, por el contrario, se abre hacia occidente por las campiñas de Córdoba, hacia la Baja Andalucía(1). Tanto al norte como al sur está delimitado por dos barreras montañosas: Sierra Morena y el Subbético; pero estas barreras están franqueadas por una serie de pasos y afluentes del Guadalquivir que abren esta zona tanto a la meseta como al Sureste de la Península Ibérica.

En la parte norte y oriental del río Guadalquivir, y gracias a la distancia que se encuentra Sierra Morena, nos encontramos con tres áreas abiertas: el Condado, la Loma de Ubeda y la Depresión Linares-Bailén-La Carolina. Por supuesto toda esta área presenta una gran potencialidad agrícola, máxime cuanto más nos acercamos al río. Si bien hay que añadir como importante recurso los filones metalíferos que afloran en la Depresión Linares-Bailén-La Carolina y el Condado, en el Piedemonte de Sierra Morena.

Por el contrario, al sur del río las Sierras del Subbético quedan muy cerca del Guadalquivir, delimitándose en todo caso pequeños pero fértiles valles como los de los ríos Vega, Toya, Guadiana Menor, Jandulilla, etc. Esta zona es rica en agua y presenta una tierra, las terrazas del Guadalquivir, que es bastante fértil: la articulación de estos dos factores permite señalar el valor de unas tierras cuyas posibilidades para el regadío son bastante ostensibles.

Hª de la Investigación y evidencia arqueológica

La zona objeto de este trabajo presenta un estado de la investigación bastante precario. Son muchas las noticias recogidas y yacimientos detectados, que para la Edad del Bronce pueden pasar de los cincuenta. Por ello, vemos como lo que podríamos considerar como una primera fase del análisis regional, es decir, la definición de las entidades arqueológicas en el tiempo y en el espacio, trabajo que ha realizado la Arqueología Histórico-Cultural en otras áreas, aún no ha sido concluida en el Alto Guadalquivir. Ello ha hecho que apenas se haya avanzado en el estudio sistemático del registro arqueológico y que la mayor parte de las síntesis construidas hasta el momento estén muy limitadas por la falta de datos secuenciales y cronológicos.

El análisis de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir, por tanto, lejos de haber recibido un tratamiento metodológico apropiado y haberse inscrito en un programa científico capaz de abordar todas las posibilidades que del tema se desprenden, quedaba enmarcado en meras actuaciones aisladas de sondeos estratigráficos, cuando no en simples actuaciones de urgencia que aunque evidenciaban la importancia de esta fase cronológico- cultural, también dejaban aflorar una compleja problemática que, al no estar resuelta, hipotecaba la interpretación histórica, siendo sus esquemas simples reproducidos por todos los especialistas. Para ser conscientes de las deficiencias del tratamiento científico que se ha llevado a cabo sobre este tema consideramos importante trazar una breve sipnosis de las actuaciones arqueológicas realizadas durante este último siglo y la interpretación de la dinámica cultural de esta zona a la que han conducido.

Si exceptuamos las noticias, siempre problemáticas sobre enterramientos de presuntos "santos", recogidas por los "párrocos-eruditos" desde el siglo XVII, los primeros datos sobre las comunidades de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir, procederían de las excavaciones realizadas por J. de M. Carriazo durante 1925 en el yacimiento de "Corral de Quiñones" del Cerro de la Magdalena de Quesada(2). Se trata de un yacimiento con sepulturas de inhumación en el interior de las viviendas. El enlace geográfico de este yacimiento se establece a través del Guadiana Menor, uniendo las tierras altas granadinas y el Sureste con el Guadalquivir. En estas excavaciones se detectaron tres enterramientos entre los posibles muros de una cabaña excavada en la roca.

El primer enterramiento era de un adulto joven con un ajuar compuesto de hacha de talón redondeado y vasijas indeterminadas. El segundo enterramiento apareció en el centro de la habitación y era de un adulto, cuyo ajuar se componía de un puñal de cobre con cuatro orificios y tres remaches, un hacha de cobre con señales de mango de madera, un punzón de cobre de sección cuadrada enmangado en hueso o madera y dos vasijas, una de ellas una copa de pie ancho. Por último, el tercero, apareció junto a la pared rocosa. Era un niño de entre 9 y 14 años, seguramente varón, cuyo ajuar se componía de 1 vaso esférico y un fruto fósil (alcaparrón).

Por la descripción de J. de M. Carriazo podemos decir que se trata de una casa destruída por el fuego, en la que la cerámica doméstica se mezclaba con la funeraria, estando acompañado todo el conjunto por fragmentos de barro quemado procedentes del techo y las paredes.

A partir de estos trabajos en Quesada y de algunos hallazgos sueltos, en 1947, J. de M. Carriazo realizó una síntesis de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir(3). Por estas mismas fechas C. de Mergelina excavó la cueva artificial de "Haza de Trillo" en Peal de Becerro(4).

En los años 50 y 60 la aparición de una necrópolis en el casco urbano de Jaén (Marroquíes Altos)(5), volvió a ofrecer una nueva luz sobre el tema, aunque al tratarse de una excavación de urgencia a la que se le había aplicado una pobre metodología, la lectura de los datos obtenidos se hace difícil, máxime cuando según los propios excavadores las sepulturas recuperadas suponen solo una pequeña parte del conjunto destruido.

En 1966-67 R. García Serrano comienza a excavar en el poblado y necrópolis de Peñalosa (Baños de la Encina), para algunos investigadores la máxima avanzadilla argárica septentrional en la provincia de Jaén. Sin embargo, el yacimiento no es conocido por estos trabajos, que nunca se publicaron, sino por la publicación de materiales procedentes del expolio editados por J. Muñoz Cobo(6) y sobre todo por el hallazgo de su famosa alabarda. Este objeto, creador de una gran polémica dentro de la cultura material argárica(7), ha resultado no proceder de Peñalosa según nos confesó su propietario, hecho que a priori nos hace desonfiar de todos aquellos elementos arqueológicos descontextualizados.

Esta primera fase la podemos cerrar con los nuevos datos sobre las comunidades que ocuparon el oriente de la provincia que aportaron los trabajos de J. Maluquer en Hornos de Segura(8), que nuevamente evidencian la gran importancia y complejidad del mundo de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir.

Una segunda fase en la investigación va desde los años setenta a mediados de los 80. En ella podemos incluir los trabajos de excavación realizados por algunos miembros del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada en esta zona. En concreto se realiza un pequeño sondeo en el yacimiento de Ubeda la Vieja(9) aprovechando el desmonte practicado en el mismo por la construcción de una carretera. Se trata de un poblado de la Edad del Bronce en el que fueron hallados algunos enterramientos: uno en urna y otro en fosa. Una excavación más sistemática se realiza en el poblado de la Edad del Bronce de Cabezuelos (Jódar)(10) dónde se excavan una serie de cabañas ovales y una muralla consistente que defiende el sitio. Tras la publicación del avance de los resultados obtenidos F. Molina et al. elaboraron el primer esquema de la síntesis cultural de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir, mostrando básicamente una oposición entre el norte y este de la provincia y el resto de las zonas que integra. (11).

Al final de la década de los setenta se llevan a cabo las excavaciones de dos yacimientos de la Edad del Bronce, la Cueva del Canjorro (Jaén) y el Rincón de Olvera (Ubeda), dirigidas ambas por J. Carrasco. De ellas contamos con una breve reseña estratigráfica de la Cueva del Canjorro(12) y una valoración del yacimiento del Rincón de Olvera en conexión con los momentos tardíos de la Edad del Bronce de la Alta Andalucía(13). Este yacimiento presenta un gran interés, ya que se trata de un poblado de nueva planta, con enterramientos en cista y en urna desde la base. Ambas actuaciones afirman la ya comentada oposición además de arrojar una débil luz sobre los diferentes tipos de yacimientos que podemos encontrar en la provincia correspondientes a la Edad del Bronce.

Ya en los años ochenta se intensifica la labor de investigación en el Guadiana Menor, concretamente en el límite entre las provincias de Granada y Jaén un equipo dirigido por F. Molina y P. Aguayo realiza la excavación de un yacimiento argárico, la Terrera del Reloj(14), que proporciona una buena base documental para el estudio de la cultura argárica, con un habitat en terrazas y con un perfecto estado de conservación del registro arqueológico.

Los trabajos de campo los podemos concluir en esta fase con la realización de una prospección del Guadiana Menor por parte de M. Sánchez, que proporciona el conocimiento de nuevos yacimientos arqueológicos como el Cerro Negro(15), y la excavación de urgencia que realiza este mismo autor en la Iglesia de Santa María de Ubeda que aporta importante información sobre este yacimiento de la Edad del Bronce con un fuerte sustrato de la Edad del Cobre(16).

Esta fase se cierra con los trabajos de síntesis de la zona de algunos autores:

- F. Molina et al. (1978)(17): realizan la primera aproximación a la reconstrucción cultural de la zona, planteando ya el Alto Guadalquivir como un auténtico mosaico cultural en donde convivirían diversos complejos de tradición eneolítica con auténticas poblaciones argáricas, procedentes de los focos granadinos y almerienses en busca de los yacimientos mineros de Sierra Morena. En este contexto el yacimiento de Peñalosa se constata como una auténtica avanzadilla argárica en dirección a las minas de Sierra Morena.

- J. Carrasco et al. publican una serie de trabajos de catalogación de yacimientos y de noticias arqueológicas, realizando una valoración sobre la Edad del Bronce en la provincia de Jaén(18). Estos datos los sintetizan en un artículo presentado en el Homenaje a Luis Siret (1986)(19). En este trabajo y a partir de la cultura material de la Cueva del Canjorro y el Rincón de Olvera, junto con las fechaciones de C-14, los autores establecen un armazón crono-cultural: Argar B1 con enterramientos en cista (a partir de 1500 a.C.) y Argar B2, definido por enterramientos en pithoi y urnas (1400-1325 a.C.).

- V. Lull (1983)(20) integra esta zona dentro de lo que él denomina formación social argárica, en donde Peñalosa sería una avanzadilla argárica en la búsqueda de los recursos mineros de Sierra Morena.

- Por último, A. Ruiz et al. (1986)(21) realizan en el Homenaje a Luis Siret análisis del paso del mundo de la Edad del Cobre a la Edad del Bronce. En su estudio distinguen tres facies culturales en el Alto Guadalquivir: asentamientos calcolíticos que perviven durante la edad del Bronce tras una remodelación en sus estructuras; asentamientos de nueva fundación con presupuestos argáricos, no excluyendo la posibilidad de avanzadillas de "prospectores metalúrgicos" y, por último, poblados también de nueva fundación pero con un sustrato indígena muy fuerte.

En esta última síntesis, el foco de la Depresión Linares-Bailén y el reborde más meridional de Sierra Morena a tenor de los datos obtenidos en Peñalosa y en el mismo núcleo minero de Linares, se erigía como el centro de atención no sólo para resolver los problemas fundamentales de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir, sino también de una serie de cuestiones histórico-culturales que afectan a todo el mediodía peninsular, aunque hasta entonces los datos más numerosos procedían de otras zonas y otros momentos históricos, hasta alcanzar su culminación con la realización por F. Nocete de su Tesis Doctoral sobre las comunidades calcolíticas de Las Campiñas Occidentales en 1988(22).

La tercera fase en las investigación arranca a partir de 1985 cuando se realizan las transferencias relativas a la Arqueología a la Junta de Andalucía. A partir de este momento el trabajo arqueológico se aborda desde dos frentes:

a) Arqueología de gestión. Se llevan a cabo tareas de prospección para la catalogación de los yacimientos arqueológicos del Alto Guadalquivir. Se realizan algunas excavaciones de urgencia que proporcionan nuevos datos sobre la Edad del Bronce. Este es el caso de los trabajos llevados a cabo en la muralla de Ubeda(23), Cerro del Salto en Vilches(24), Castillo de Sabiote(25), Iznatoraf(26), etc.

Merece la pena recalcar la excavación realizada por la Escuela Taller de Baeza, dirigida por C. Pérez y N. Zafra en el Cerro del Alcázar donde se documenta un poblado de la Edad del Bronce con enterramientos individuales en cista(27).

b) Arqueología de investigación. Para esta zona se programa y diseñ el Proyecto de Investigación: Análisis histórico de las comunidades de la Edad del Bronce de la Depresión Linares-Bailén y Piedemonte meridional de Sierra Morena, llevado a cabo por un grupo de arqueólogos del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada entre los que nos incluimos. La investigación arqueológica dentro de este proyecto se centra por un lado en trabajos de prospección sistemática en la Depresión Linares-Bailen y en las cuencas de los ríos que nacen en Sierra Morena (Jándula, Rumblar, Guadalen, Guadiel, etc.)(28)y, por otro lado, en la excavación sistemática del poblado de Peñalosa (Baños de la Encina)(29).

Rasgos generales de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir

El registro arqueológico de los poblados argáricos presenta una serie de innovaciones, tanto en su ubicación y disposición, como en los componentes de su complejo material y ecofactual, en relación a las poblaciones precedentes de la Edad del Cobre. Algunas de estas nuevas características perdurarán en el tiempo, mientras que otras son exclusivas de este período y sirven para caracterizar a la Cultura Argárica. Seguidamente señalamos algunas de las más evidentes y que, tradicionalmente, se han utilizado para su definición:

Las comunidades de la Edad del Bronce van a presentar una serie de innovaciones con respecto a las poblaciones de la Edad del Cobre:

- Se van a dar cambios importantes en los complejos de cultura material de las entidades arqueológicas que adscribimos a la Edad el Bronce: predominio de las cerámicas lisas, muy bruñidas, a menudo carenadas, potenciándose las formas cerradas frente al dominio de las vasijas abiertas (platos y fuentes) en los dominios de la Edad del Cobre. Se producen cambios tipológicos en las industrias líticas (la materia prima silícea prácticamente reduce su utlización a la fabricación de elementos denticulados), cambios en formales en las pesas de telar, sustanciales transformaciones tipológicas y tecnológicas en los ítems metálicos, etc.

- La sustitución del enterramiento colectivo en necrópolis situadas a extramuros de sus poblados por sepulturas individuales localizadas en el interior del área de habitación.

- Mayor especialización en la estructura económica, en la que el factor metalúrgico jugará un papel fundamental.

- Desarrollo de la desigualdad social, con una mayor incidencia del "militarismo".

- La consecuencia de todo ello conduce a la implantación de una nueva concepción del urbanismo con patrones que perduraran en algunas zonas mediterráneas hasta hoy día.

Actualmente no existe consenso entre los investigadores a la hora de definir cual ha sido el elemento generador que ha movido la dinámica interna de las sociedades andaluzas, haciéndolas pasar de una organización social igualitaria, como la existente en el neolítico, a una sociedad estratificada y compleja como la Edad del Bronce, en la que se observan tres tendencias(30): por una parte la creciente importancia de la metalurgia, que conlleva un crecimiento de la especialización;, por otra parte, el incremento del militarismo con la progresiva importancia de las fortificaciones y del armamento y, en último lugar, el desarrollo de la división de clases, documentada en los cambios de ritual funerario y en el constante aumento de la diferencia de riqueza en los ajuares funerarios.

Podemos destacar el modelo propuesto para esta zona por V. Lull(31). Para él la abundancia de minerales de cobre y plata con el consiguiente desarrollo de la metalurgia local, cada vez más especializada, fue el elemento que produjo la estratificación de la sociedad al potenciarse la diferenciación social del trabajo en comunidades donde hasta ese momento cada familia era capaz de abastecerse de sus propias necesidades. El aumento del comercio, con el consiguiente desarrollo de las comunicaciones y transportes que requieren un control y una mayor seguridad por parte de una jerarquía directora, fueron factores determinantes para la creación de nuevas clases políticas, que controlaron parte de los recursos de las comunidades y que determinaron una jerarquización social.

Para otros autores, A. Ruiz, F. Nocete y M. Ruiz(32), en las zonas orientales de Jaén, se dará una rápida transformación en las poblaciones de la Edad del Cobre en parte debido a la expansión de la cultura argárica a través del Guadiana Menor. Los factores decisivos serán la crisis agraria, producida por el agotamiento de los suelos debido a la práctica de una agricultura intensiva de rozas, la demanda de metales (tanto por parte de la población del Sureste como por la población indígena), como también del aumento de las necesidades defensivas generadas por la propia crisis. Lo cierto es que todos estos factores conllevan una modificación substancial del poblamiento con un cambio profundo en la tipología de los asentamientos.

Aún quedan muchas cuestiones pendientes, ya que no contamos con una secuencia estratigráfica que nos de un continuum en la zona. Además, el tercer milenio y primera mitad del segundo nos es aún hoy prácticamente desconocido. Conocemos muy poco de las poblaciones de la Edad del Cobre en la zona que nos ocupa, por lo que las interpretaciones del impacto cultural argárico en esta zona son díficiles de precisar.

La evidencia arqueológica nos dice que es partir del 1500/1400 a.C. cuando comienza la explotación intensiva de los recursos mineros del Piedemonte de Sierra Morena. A partir de esta fecha, avalada por las dataciones proporcionadas por el C-14, se establecen una serie de poblados de nueva planta (Terrera del Reloj, Cerro del Alcázar, Rincón de Olvera y Peñalosa).

Este poblamiento parece en principio dirigido desde los altiplanos granadinos a través del Guadiana Menor con la intención de controlar los filones metalíferos. Aún queda por determinar cómo nos informa el registro arqueológico de las relaciones entre los índigenas, lo que se ha denominado el Bronce de Piedemonte(33), y estos nuevos poblados. A juzgar por el fuerte componente defensivo de los poblados estas relaciones no debieron ser del todo pacíficas, posiblemente las élites guerreras pugnarían no solo por el control del metal sino también por controlar las rutas de intercambio y circulación del metal y de las piezas manufacturadas.


Otro factor que sería importante analizar son las relaciones existentes entre estas poblaciones y las culturas ganaderas de la Meseta. Parece probable, si interpretamos las cerámicas decoradas que aparecen en Peñalosa como imitaciones de los estilos típicos de Cogotas, que ya en esta época, a partir del 1400, se establecieran contactos entre las poblaciones ganaderas de La Meseta y las del Alto Guadalquivir. Quizás en este sentido el Cerro de la Magdalena en Quesada pudo jugar un papel decisivo como punto de control de la ruta ganadera hacia las altas tierras granadinas.

Un ejemplo de poblado de la Edad del Bronce y su área de influencia: Peñalosa y el Rumblar

El yacimiento de Peñalosa se haya ubicado en la margen derecha del río Rumblar, dentro del término municipal de Baños de la Encina, siendo sus coordenadas geográficos 38º 10' 19'' de latitud norte y 3º 47' 37'' de longitud oeste. El poblado se asienta sobre un espolón de pizarra en forma de lengua, con pedientes pronunciadas, estando enmarcado por el arroyo Salsipuedes y el propio río Rumblar (Fig. 2). Se alza, por tanto, sobre dicho río, cuyo valle está inundado actualmente por las aguas del embalse del Rumblar. El yacimiento arqueológico de Peñalosa ha tenido y tiene un gran papel en la valoración cultural de la Edad del Bronce del mediodía peninsular, al ser considerado como el poblado más septentrional de la expansión de la Cultura del Argar en su búsqueda de mineral de cobre.

El yacimiento fue excavado a principios de los años setenta por R. García Serrano. Sin embargo, la documentación de dicha actuación, centrada en la parte superior del poblado, nunca fue publicada, desconociendo en la actualidad los resultados de la misma. Las primeras noticias publicadas al respecto y de las que se derivaron las adscripciones culturales con se dotó a este yacimiento son las referentes a una colección de materiales obtenidos del expolio y publicados por J. Muñoz Cobos(34). Los restos constructivos que actualmente son visibles en la superficie del cerro son el fruto de cuatro campañas de excavación realizadas en los años 1986, 1987, 1989 y 1991 por un equipo de investigadores del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada dirigido por F. Contreras Cortés, F. Nocete Calvo y M. Sánchez Ruiz.

Peñalosa se ha convertido tras estas campañas de excavación en un yacimiento modélico para el estudio y contrastación del mundo de la Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir, no sólo por su localización en los núcleos mineros de Sierra Morena, sino también por el buen estado de conservación del registro arqueológico, a pesar de la erosión postdeposicional sufrida por el efecto del embalsamiento del agua, con una última fase del poblado marcada por el abandono pacífico del mismo, lo cual se manifiesta en una buena conservación no sólo de los complejos estructurales, sino también de la cultura material asociada a ellos. Esta situación ha propiciado el desarrollo de un detallado análisis microespacial que nos ha conducido a la interpretación funcional del espacio en el asentamiento, factor clave para la reconstrucción socioeconómica de estas comunidades.

Cronología: Se ha podido definir la existencia de al menos dos grandes fases en la ocupación prehistórica del yacimiento de Peñalosa. Los niveles estratigráficos de la primera fase están muy mal conservados como consecuencia de la reestructuración espacial que se hace en la siguiente fase. En este momento el poblado se expande hacia el norte, bajando hacia el río Rumblar. Las dataciones de C-14 para este momento nos señalan el final del poblado entre el 1400 y 1500 a.C.

Patrón de asentamiento: el habitat se organiza adaptándose perfectamente a las características morfológicas del terreno mediante el aterrazamiento de las laderas del cerro. Este aterrazamiento se realiza construyendo grandes muros de pizarra que recorren longitudinalmente dicha ladera. El amplio espacio resultante se compartimenta, creando una serie de estancias comunicadas a través de puertas y pasillos (Fig. 3). En cada una de las terrazas la distribución espacial viene marcada por la existencia de varias unidades de habitación de gran tamaño. No todas las casas presentan el mismo tamaño, ya que existen algunas, como las situadas en la Terraza Media (Fig. 4) que son mayore que las situadas, por ejemplo, en la Terraza Baja (Figs. 5 y 6). En todas ellas se documentan diversos espacios dedicados tanto a actividades domésticas como productivas o especializadas. Los distintos grupos de unidades habitacionales están perfectamente comunicados por una serie de calles y pasillos estrechos que van recorriendo el poblado y ponen en comunicación las distintas áres de habitación.

Este complejo urbanístico aparece delimitado en su parte oriental por un gran muro defensivo que va cerrando el poblado, utilizando una serie de bastiones macizos como contrafuertes. En él se encuentra una puerta estrecha de acceso, flanqueada por dos bastiones macizos. En la parte superior del cerro se han documentado restos de una fortificación, afectada en gran parte por las excavaciones antiguas. Hacia el norte la planta de esta estructura defensiva se sobreeleva, asentándose las construcciones sobre un banco de roca cortado verticalmente. En el interior se ha podido documentar la existencia de una estancia, de forma rectangular, fuertemente fortificada por su parte oriental, cuyo relleno arqueológico quedó alterado por las excavaciones antiguas.

La producción económica: el registro arqueológico de Peñalosa nos ha permitido muy bien reconstruir cuales serían las actividades económicas que se desarrollarían en la vida cotidiana del poblado. El medio en que se enclava el asentamiento fue ampliamente aprovechado por los habitantes del poblado como lo muestra la intensa actividad deforestadora y cinegética documentada. Los carbones recogidos corresponden fundamentalmente a encinas, coscojas y alcornoques, que serían las especies vegetales más utilizadas tanto para la construcción de las viviendas y talleres, como combustible para las actividades domésticas y metalúrgicas. El corcho además sería utilizado para realizar artefactos como tapaderas(35). La caza tuvo también un papel importante en la dieta de esta población como lo demuestra el alto número de individuos recuperados en el registro arqueológico. Entre las especies cazadas destacan fundamentalmente el ciervo, el corzo y el conejo(36).

Por lo que respecta a las actividades agrícolas, se puede precisar que los suelos que rodean el asentamiento no se pueden considerar como muy productivos, debido a lo escarpado del terreno y a su constitución pizarrosa, si bien la parte baja del valle del río Rumblar, aunque estrecha, proporcionaría suelos aptos para el cultivo. A pesar del poco especio de tierra cultivable, los restos carpológicos recuperados nos indican una intensa actividad de transformación y almacenaje de especies vegetales. Las especies documentadas son muy variadas(37): cebada de seis carreras tando vestida como desnuda, variedades desnudas de trigo (triticum aestivum-compactum y triticum durum), lino, leguminosas (guisantes, habas, algunas indeterminadas, etc.) bellotas, malas hierbas...

Esta gran cantidad de restos carpológicos, cuya recuperación ha sido posible gracias a la flotación del sedimento del interior de los complejos estructurales, se corresponde con la presencia por todo el poblado de estructuras de transformación del grano. Tanto en el interior de espacios domésticos, como en pasillos o estrechando puertas se han documentado grandes estructuras de molienda, constituidas por un basamento de pizarras sobre el que se sitúa una gran piedra de molino. Junto a ella siempre aparece grandes vasijas de almacenamiento. Estas estructuras aparecen en todos los ámbitos del poblado: fortificación y distintas terrazas, bien el en el interior de las casas, o bien en los pasillos que comunican con las espacios más pequeños.

En lo relativo a la fauna doméstica podemos apuntar, siguiendo los avances preliminares de A. Morales y J.L. Sanz, que las especies con mayor presencia en el registro arqueológico son el cabalo, la vaca, los ovicápridos, el cerdo y el perro. En algunas viviendas se han podido documentar actividades relacionadas con la fabricación de quesos. En las casas de las distintas terrazas predominan las vacas y los ovicápridos, mientras que en la fortificación sobresale el número de caballos recogidos, indicándonos una posible diferenciación entre los pobladores de la fortificación y de las terrazas, ya que el caballo en estas sociedades guerreras juega un papel importante como símbolo de prestigio.

Un aspecto importante de la producción artesanal es la actividad textil. Esta se realizaba fundamentalmente con telares formados por varios travesaños de madera sobre los que se tensaban las fibras. Para esta función se utilizaban pesas de arcilla de forma circular. Los telares documentados hasta el momento se situaban junto a la puerta de las viviendas, donde existía más luz. En las mismas viviendas, pero en otro espacio, se suele documentar la actividad de confección, con la presencia de punzones de hueso, husos de piedra... Importante era también el trabajo de las fibras vegetales, sobre todo el esparto, para la realización de esteras, cestos, etc.


Sin duda alguna, la actividad más importante del poblado y la que realmente actúa como motor económico de éste y otros asentamientos del Rumblar es la metalurgia. Aún no se ha realizado la prospección arqueometalúrgica para encontrar los filones metalíferos que explotaría el poblado, si bien conocemos en las proximidades del yacimiento diversos afloramientos de óxidos y carbonatos de cobre. La fase extractiva del mineral aparece documentada por la presencia de diversos tipos de martillos de minero presentes en las casas. Sin embargo, es la fase de reducción y fundición la mejor documentada(38): molienda del mineral, mineral de cobre, escorias, gotas de cobre, crisoles, etc. Posteriormente se realizaría el vertido del metal en los distintos moldes, tanto de piera como de arcilla. Se han documentado moldes para la realización de artefactos (puntas de lanza, hachas, punzones, etc.), lingotes (de forma trapezoidal) y tortas (circulares). Podemos decir que no existe una concentración del trabajo del metal en una parte determinada del poblado, lo que nos podría indicar la presencia de especialistas o herreros, sino que la actividad metalúrgica se ha documentado en todas las unidades habitacionales del poblado excavado, tanto en la fortificación como en las terrazas, lo que nos indica que todas las familias de Peñalosa trabajan de manera intensiva en la producción metalúrgica. Ai bien hay que resaltar que pueden existir determinadas especializaciones, como sería el caso del taller en donde se ha documentado el trabajo de la plata (almacenamiento de galena argentífera, estructura de molienda, crisoles con restos de plata, moldes de aretes, etc.).

Esta importante producción metalúrgica tiene que estar encaminada al intercambio con las poblaciones contemporáneas tanto de las campiñas del Guadalquivir como con la Depresión de Linares-Bailen, en suma con las comunidades del Alto Guadalquivir. Este intercambio, dirigido por las élites sociales tanto de Peñalosa como de los otros poblados mineros del Rumblar, proporcionaría el alimento necesario para el abastecimiento de estas poblaciones mineras, así como objetos de prestigio que ayudaran amantener el papel coercitivo de este grupo social.

Organización social y el papel de la muerte: Lo funerario en el mundo de la Edad del Bronce siempre ha jugado un gran papel a la hora de estudiar estas culturas. Las sepulturas se caracterizan no solo por sus rasgos formales (cista o urnas), sino también por su localización, bajo las unidades de habitación. Los poblados, por tanto, funcionaban como lugares de morada de los vivos y de los muertos. Esto traduce de una manera clara la significación que para los habitantes de Peñalosa tenían sus difuntos, a los cuales no solo rendían cultos rituales, cifrados en las creencias relativas al "más allá", sino que también llegaban a venerarlos como antepasados notables, manteniéndolos cerca, seguramente para simbolizar de una manera directa la ascendencia que algunos vivos mostraban con orgullo, sobre todo en aquellos casos que importaba justificar conceptos de sangre y linaje. El ritual es siempre la inhumación, individual o doble, sasi siempre hombre-mujer, y en alguna ocasión niño. Esto nos demuestra el gran papel que dentro del seno de algunas organizaciones sociales de la Edad del Bronce habían llegado a desempeñar los núcleos familiares y los individuos, siendo elementos capaces de alcanzar ostentaciones de prestigio, alcurnia, riqueza y poder.

Las sepulturas son un buen indicador para poder delimitar los distintos conjuntos espaciales, ya que normalmente cada unidad habitacional cuenta con una o dos sepulturas. Se puede observar cierta diferenciación en una serie de aspectos:

- Diferencia en los ajuares: una sepultura presenta un pendiente de oro; otra abundante material de plata y la mayor parte una o dos piezas de cobre y varios vasos cerámicos.

- Diferencia en los sistemas de enterramiento. Hasta ahora se han documentado tres tipos de enterramiento: cistas (Fig. 7), pithoi (Fig. 8) y estructuras de mampostería.

- Diferencia en la localización espacial de las sepulturas: excavadas en el suelo de las unidades habitacionales, en estructuras especiales formando parte de la unidad habitacional, en la fortificación, etc.

Habrá que analizar la causa de esta diferenciación (edad, sexo, jerarquía, etc.) a través del estudio de los restos humanos localizados y el análisis global de cada una de las Unidades Habitacionales del poblado (posición en el poblado, presencia/ausencia de actividades especiales, características generales de la cultura material, etc.).

Organización del territorio: La importancia que tiene en la vida económica del poblado la actividad metalúrgica parece reafirmar la hipótesis de que nos encontramos ante un patrón de asentamiento asociado y dirigido a la explotación de los ricos filones cupríferos que afloran en el paisaje de Sierra Morena. Este patrón de asentamiento está articulado dentro de un modelo económico de aprovechamiento del territorio en el que la explotación agraria de los valles interiores del río Rumblar no permiten una infraestructura de producción para el sustento capaz de alimentar un elevado número de población. Por otro lado, está muy bien documentado en el registro arqueológico la transformación de los productos agrícolas y su almacenaje, demostrando que existe un abastecimiento contínuo cuya procedencia parece ser exógena a este territorio.

Igualmente, la magnitud de la producción metalúrgica escapa a las necesidades internas de esas formaciones sociales, por lo que debió estar encaminada al intercambio por bienes de consumo que vendrían de los poblados situados en en el valle bajo del Rumblar y en el Guadalquivir, en donde el fenómeno registrado es el inverso, como lo demuestra el registro arqueológico de Sevilleja, cerca de la confluencia del Rumblar con el Guadalquivir, es decir se documenta una gran actividad agrícola y la única fase metalúrgica documentada es el útil ya manufacturado.

El modelo de asentamiento para la cuenca del río Rumblar implica una organización jerárquica del territorio con varios tipos de asentamientos (Fig. 9):

- Yacimientos de Tipo A, como La Verónica (Fig. 10), Peñalosa y Cerro de las Obras (Fig. 11). Son poblados superiores a 1 Ha., ubicados en espolones sobre el valle del río Rumblar con habitat en terrazas y potentes sistemas de fortificación.

- Yacimientos de tipo B, con tamaño inferior a 1 Ha., con carácter estratégico, sistemas de fortificación y alta visibilidad, como Piedras Bermejas (Fig. 12). Se distribuyen longitudinalmente en el límite este de las estribaciones de Sierra Morena y orientados hacia el

control exterior de la Depresión. Algunos de ellos ofrecen un control hacia el interior de la cuenca.

- Yacimientos de Tipo C, ligados directamente a los afloramientos metalúrgicos. Situados en lugares altos.

Por último, existirían una serie de poblados de control de salida y entrada de grano o de mineral en los límites del valle del Rumblar. En la cuenca baja está el Cerro de Plaza de Armas de Sevilleja(39) (Fig. 13) y en la cuenca alta el Cerro Barragán.

El mundo de Peñalosa en el contexto de El Alto Guadalquivir queda así delineado como uno más de los asentamientos metalúrgicos que en la Cuenca del río Rumblar desarrollaron una estrategia productiva especializada en la obtención y trnsformación del mineral de cobre/plata, que estuvo fuertemente dirigida por unas élites consolidadas, fundamentalmente en el momento del intercambio, tal vez enfocado hacia las comunidades agrarias de la Campiña Occidental o la Depresión de Linares-Bailén donde a veces se documenta una metalurgia incipiente ya en momentos del Cobre Final.

En este proceso de consolidación de la jerarquía social y las rutas de intercambio asistimos en la zona a un fuerte proceso de fortificación que, aunque presente en las Campiñas en fases anteriores responderá ahora a nuevos planteamientos y estrategias. El proceso de fortificación se dará a dos niveles:

- Por un lado asistimos en los asentamientos centrales, y en otros menores, a una elección de unidades geomorfológicas escarpadas y de difícil acceso para su ubicación además de reforzarse con complejos sistemas de fortificación que, como demuestra Peñalosa, mezclan diversas unidades de apoyo y refuerzo a la muralla (torres, bastiones macizos, ...)

- Por otro lado surgen en el interior de la Cuenca del Rumblar asentamientos pequeños enfocados al control interior de las rutas que la atraviesan desde los filones hasta la salida al Guadalquivir y que también cuentan con sistemas de refuerzo (torres) y evidencias de situaciones políticas complejas e inestables.

Posiblemente el final de estas poblaciones esté relacionado con las mismas contradicciones de su estructura económica, basada en una especialización excesiva. La contínua degradación del medio ambiente y el agotamiento de algunos recursos materiales, en especial de los filones superficiales del mineral de cobre fueron factores que pudieron acelerar este proceso. La caída en desgracia de los productos metálicos de cobre arsenicado característicos de la producción argárica que paulatinamente van a ser sustituidos por los objetos fabricados con la aleacción de cobre con estaño pudo ser otro de los determinantes.

PIE DE FIGURAS

Fig. 1: Salida del valle del Rumblar a la Depresión Linares-Bailén a través de Baños de la Encina.

Fig. 2: Peñalosa. Vista áerea desde el oeste.

Fig. 3: Planimetría del poblado de Peñalosa.

Fig. 4: Vista aérea de la Terraza Intermedia de Peñalosa.

Fig. 5: Vista áerea de la terraza Inferior de Peñalosa.

Fig. 6: Recosntrucción ideal de la terraza Inferior de Peñalosa.

Fig. 7: Peñalosa: Enterramiento en cista.

Fig. 8: Peñalosa: enterramiento en urna.

Fig. 9: Plano de distribución de yacimientos en el Valle del Rumblar.

Fig. 10: Vista aérea de La Verónica.

Fig. 11: Vista aérea del Cerro de las Obras.

Fig. 12: Vista aéra del Fortín de Piedras Bermejas.

Fig. 13: Vista aéra del Cerro de Plaza de Armas de Sevilleja.

1. Para una introducción al medio del Alto Guadalquivir hemos seguido fundamentalmente las obras de R. Cabanas: La geología de la Provincia de Jaén en relación con las obras hidraúlicas, B.I.E.G., II, 4, Jaén 1953; M. Corchado Soriano: Pasos naturales y antiguos caminos entre Jaén y La Mancha, B.I.E.G., 38, pp. 9-41, Jaén 1963; E. Hernández Pacheco: La Sierra Morena y la Llanura Bética, Madrid 1926 y A. Higueras Arnal: El Alto Guadalquivir. Estudio geográfico, Instituto de Estudios Giennenses y C.S.I.C., Zaragoza 1961.

2. J. de M. Carriazo Arroquía: La Cultura del Argar en el Alto Guadalquivir. Estación de Quesada, Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria 41, Tomo IV, pp. 173-191, Madrid 1925.

3. J. de M. Carriazo Arroquía: La Edad del Bronce. En Historia de España de Menéndez Pidal, pp. 755-852, Madrid 1975.

4. C. Mergelina: Tugia. Reseña de unos trabajos. Haza dfe Trillo, Boletín de la Sociedad de Amigos de la Arquyeología X, pp. 27-29, Madrid, 1944.

5. R. Espantaleón: La necrópolis eneolítica de Marroquíes Altos, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 13, pp. 165-175, Jaén, 1957. Idem: La necrópolis en Cueva artificial de Marroquíes Altos. Cueva III, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 26, pp. 35-51, Jaén, 1960. M.R. Lucas de Pellicer: Otra cueva artifical en la necrópolis "Marroquíes Altos", de Jaén (Cueva IV), Excavaciones Arqueológicas en España 62, Madrid, 1968.

6. J. Muñoz Cobos: Poblado con necrópolis del Bronce II Mediterráneo en Peñalosa, término de Baños de la Encina, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 90, pp. 45-54, Jaén, 1976.

7. H. Schubart: Las alabardas tipo Montejícar, Estudios dedicados al Prof. Pericot, Instituto de Arqueología y Prehistoria de la Universidad de Barcelona. Publicaciones eventuales 23, pp. 247-269, Barcelona, 1973.

8. J. Maluquer de Motes: La estratigrafía prehistórica de Hornos de Segura (Jaén), Pyrenae 10, pp. 43-66, Barcelona, 1974.

9. F. Molina et al.: La Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir: Excavaciones en Ubeda, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 95, pp.3-21, Jaén, 1978. F. Molina et al.: Excavaciones en Ubeda la Vieja y Cabezuelos (Jaén), XV C.A.N. (Lugo, 1977), pp. 287-296, Zaragoza, 1979.

10. F. Contreras Cortés: Una aproximación a la urbanística del Bronce Final en la Alta Andalucía. El Cerro de Cabezuelos (Ubeda, Jaén), Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada 7, pp. 307-329, Granada, 1982.

11. F. Molina et al.: La Edad del Bronce en el Alto Guadalquivir: Excavaciones en Ubeda, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses 95, pp.3-21, Jaén, 1978.

12. J. Carrasco y J. Medina: Excavaciones en el complejo cavernícola de El Canjorro (Jaén). Cueva 3, XVI C.A.N., PP. 371-381, Zaragoza, 1983.

13. J. Carrasco y J.A. Pachón: La Edad del Bronce en la provincia de Jaén, Homenaje a Luis Siret (1934-1984), pp. 361-377, Sevilla, 1986.

14. P. Aguayo y F. Contreras: El poblado argárico de la terrera del reloj (Dehesas de Guadix, Granada), Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada 6, pp. 257-286, Granada, 1981. F. Molina et al.: Nuevas investigaciones en yacimientos de la edad del Bronce de Granada, Homenaje a Luis Siret (1934-1984), pp. 353-360, Sevilla, 1986.

15. M. Sánchez: Estudio arqueológico de los yacimientos del Valle del Guadiana Menor y la zona de confluencia con el Guadalquivir desde el Neolítico al Bronce Final, Memoria de Licenciatura, Granada, 1984 (inédita).

16. A. Ruiz et al.: La Edad del Cobre y la argarización en tierras giennenses, Homenaje a Luis Siret (1934-1984), pp. 271-286, Sevilla, 1986.

17. Op. cit. nota 11.

18. J. Carrasco et al.: Aproximación al poblamiento eneolítico en el Alto Guadalquivir, Publicaciones del Museo de Jaén, 8, Jaén 1981 y J. Carrasco et al.: Vestigios argáricos en Alto Guadalquivir, Publicaciones del Museo de Jaén, 6, Jaén 1980. J. Carrasco: Panorama arqueológico de la provincia de Jaén, Publicaciones del Museo de Jaén 9, Granada, 1984.

19. Op. cit. nota 13.

20. V. Lull: La Cultura del Argar. Un modelo para el estudio de las formaciones sociales prehistóricas, Ed. Akal, Barcelona, 1983.

21. Op. Cit. nota 16.

22.

23. F. Hornos et al.: Excavaciones de urgencia en el sector Saludeja-Redonda de Miradores de la Muralla de Ubeda (Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía 1985, III, pp. 199-205, Sevilla, 1987.

24. F. Hornos et al.: Excavación de urgencia en el Cerro del salto de Miralrío (Vilches, Jaén), 1985, Anuario Arqueológico de Andalucía 1985, III, pp. 192-198, Sevilla, 1987. Nocete et al.: Cerro del Salto. Historia de una periferia, Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada 11, pp. 171-198, Granada, 1986.

25. F. Hornos et al.: Actividad de limpieza, consolidación y sondeos estratigráficos en la explanada frente al Castillo de Sabiote. Jaén, Anuario Arqueológico de Andalucía 1986, III, pp. 210-215.

26. R. Lizcano: Actuación de urgencia en el solar de la calle Gómez de Llano nº 10. Iznatoraf, Jaén, Anuario Arqueológico de Andalucía 1987, III, pp. 354-357, Sevilla, 1990.

27. N. Zafra: Excavaciones arqueológicas en el Cerro del Alcázar (Baeza, Jaén). Informe previo, Anuario Arqueológico de Andalucía 1989, III, pp. 328-337, Sevilla, 1991.

28. F. Nocete et al.: Prospección arqueológica sistemática en la cuenca media/baja-alta del río Rumblar (Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía 1986, II, pp. 75-78, Sevilla 1989. C. Pérez et al.: Prospección Arqueológica sistemática en la cuenca del río Jándula, Anuario Arqueológico de Andalucía 1991, II, Sevilla, 1993. R. Lizcano et al.: Prospección arqueológica superficial en la Depresión Linares-Bailén. 1988, Anuario Arqueológico de Andalucía 1991, II, Sevilla, 1993.

29. F. Contreras et al.: Primera campaña de excavaciones en el yacimiento de la Edad del Bronce de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía 1986, II, pp. 342-352, Sevilla 1989. F. Contreras et al.: Segunda campaña de excavaciones en el yacimiento de la Edad del Bronce de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía 1987, II, pp. 252-261, Sevilla 1990. F. Contreras et al.: Tercera campaña de excavaciones en el poblado de la Edad del Bronce de Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén), Anuario Arqueológico de Andalucía 1989, II, pp. 227-236, Sevilla 1991.

30. F. Molina y J.M. Roldán: Historia de Granada I, Granada, 1983.

31. Op. cit. nota 20.

32. Op. cit. nota 16.

33. Op. cit. nota 16.

34. Op. cit. nota 6.

35. Un avance de los estudios antracológicos realizados por M.O. Rodríguez se pueden ver en M.O. Rodrígez Ariza y F. Contreras Cortés: Contrastación antracológica entre dos complejos estructurales del yacimiento del Bronce de Peñalosa, Arqueología medioambiental a través de los macrorestos vegetales, Madrid, 1991 (en prensa).

36. La fauna de Peñalosa está siendo actualmente estduiada por A. Morales Muñiz y J.L. Sanz Breton de la Universidad Autónoma de Madrid.

37. Los restos carpológicos de Peñalosa están siendo actualmente estudiados por L. Peña Chocarro en el Instite of Archaeology of London.

38. Los restos arqueometlúrgicos están siendo actualmente estudiados por A. Moreno Onorato, del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, y D. Hook, del British Museum Research Laboratory.

39. F. Contreras et al.: Análisis histórico de las comunidades de la Edad del Bronce de la Depresión Linares-Bailén y estribaciones meridionales de Sierra Morena. Sondeo estratigráfico en el Cerro de Plaza de Armas de Sevilleja (Espeluy, Jaén), 1985, Anuario Arqueológico de Andalucía 1985, II, pp. 141-149, Sevilla 1987.