CLASIFICACIÓN CULTURAL, PERIODIZACIÓN Y PROBLEMAS DE COMPARTIMENTACIÓN EN EL NEOLÍTICO DE LA ALTA ANDALUCÍA

Cristóbal PÉREZ BAREAS
José Andrés AFONSO MARRERO
Juan Antonio CÁMARA SERRANO
Francisco CONTRERAS CORTÉS
Rafael LIZCANO PRESTEL

Resumen

Este artículo tiene tres objetivos fundamentales: En primer lugar dar a conocer diversos hallazgos del Alto Guadalquivir que podrían aportar nuevos datos a la ya vieja controversia sobre las características de las primeras fases neolíticas en Andalucía, sobre todo los yacimientos de Las Montalvas (Baeza, Jaén) y Los Horneros (Las Escuelas, Baeza, Jaén). En segundo lugar discutimos sobre las posibles causas de la presunta ausencia del Neolítico Antiguo en el Alto Guadalquivir en relación a la presencia o no de cardial, documentada en zonas cercanas como Montefrío. En tercer lugar ofrecemos una posible periodización del Neolítico en la Alta Andalucía.

Palabras clave

Neolítico, Alto Guadalquivir, Cerámica Impresa, Periodización, Cultura.

Abstract

This paper has three main goals: First, it tries to show different High Guadalquivir findings which could provide new data to the old discussion about the characteristics of the earlier neolithic phases in Andalusia. We're talking about Las Montalvas (Baeza, Jaén) and Los Horneros (Las Escuelas, Baeza, Jaén) sites. Secondly we discuss about the possible causes for the believed absence of the Early Neolithic in High Guadalquivir in relation to the presence of pottery decorated with cardium, known at close sites such as Montefrío. Third, we offer a frame for the chronological periods in the Neolithic of the High Andalusia.

Key words

Neolithic, High Guadalquivir, Impressed Pottery, Chronological frame, Culture.


1. Niveles neolíticos iniciales y/o epipaleolíticos. Algunas indicaciones sobre la escasez de la cerámica cardial

En los últimos años la supuesta división cultural de Andalucía en el Neolítico Antiguo ha sido acentuada e incluso se ha querido incluir determinadas zonas de Andalucía Oriental dentro del propuesto Neolítico occidental no cardial (Asquerino, 1992:35), en base a las secuencias de determinadas cuevas cordobesas como la de Los Murciélagos (Zuheros) (Gavilán et al., 1996) y jiennenses como la Cueva del Nacimiento (Pontones) (Asquerino y López, 1981) o los abrigos de Valdecuevas (Cazorla) (Asquerino, 1984) y de la Grieta de la Peña (Porcuna) (Arteaga et al., 1993), en los que a fases, más o menos antiguas, donde no se había localizado cerámica, pero sí, a veces, microlitos geométricos (Navarrete, 1986:109), sucedían fases con cerámicas almagradas e impresiones a punzón y peine. Si estas últimas podrían indicar, como veremos, una ocupación del Neolítico Antiguo, esto no supondría una oposición al Horizonte Cardial, como han demostrado hallazgos decorados con cardium en la Baja Andalucía y la asociación de impresas cardiales y a peine en Montefrío.

Un problema que se nos plantea es la existencia de dataciones antiguas para la secuencia de la Cueva del Nacimiento. Podríamos sugerir dos alternativas, o bien un envejecimiento del Neolítico Antiguo en la zona, y en general en Andalucía, hipótesis no descartable, o bien, dados los problemas de incongruencia (Navarrete, 1986:110) con las nuevas dataciones (4830 b.c. frente a 3540 b.c.) (Asquerino, 1992:39), habría que considerar inválidas las muestras o no totalmente equivalentes las secuencias obtenidas en las diferentes excavaciones, lo que no sería extraño si pensamos en ocupaciones estacionales de las grutas y una lenta formación de sus depósitos.

La presencia de fases antiguas, neolíticas o anteriores, parece atestiguada, sin embargo, por los microlitos geométricos (Asquerino y López, 1981:133; Asquerino, 1984:38), y creemos que la ausencia de cerámica en los sondeos no siempre debe corresponder a niveles preneolíticos sino a la escasa densidad de cerámica en esos depósitos antiguos, tal vez por la estacionalidad (Vega et al., 1997:64). En este sentido es interesante la presencia de microlitismo geométrico en niveles también neolíticos de la Cueva de los Mármoles (Priego, Córdoba), sobre todo en los niveles más bajos de este neolítico (Asquerino, 1990:378), aunque dentro del predominio de las láminas1. También existen problemas debido a la ausencia, o escasez, de dataciones y los problemas de análisis de los sedimentos para establecer la cantidad de tiempo a que corresponden los posibles momentos de abandono, especialmente en los yacimientos en que se habla de niveles epipaleolíticos subyacentes.

A todo esto habría que añadir que, salvo las excavaciones de la Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba) (Gavilán et al., 1996), todas las actuaciones han consistido en pequeños sondeos donde puede que no se haya localizado cerámica en los niveles del Neolítico Antiguo. Además la cerámica cardial se concentra en áreas concretas como ha demostrado el caso de Montefrío (Ramos et al., 1997:268), lo que puede tener una fuerte relación con las características técnicas de las cerámicas del Neolítico Antiguo (Navarrete et al., 1991), que, a veces, las incapacitan para actividades de cocción, aun con la buena calidad de algunas pastas.

En otros casos, como en las continuas referencias a las cuevas del Plato, de la Chatarra y de la Murcielaguina en Castillo de Locubín (Jaén) (Navarrete y Carrasco, 1978:54-62), Guadalijar (Huelma, Jaén), a numerosas cuevas cordobesas como Huerta Anguita (Priego) (Gavilán, 1990), La Murcielaguina (Priego) (Gavilán, 1984) u otras (Gavilán, 1985), o hallazgos recientes en La Loma de Úbeda y la Campiña Oriental (Jaén) como Las Montalvas (Baeza) (Pérez, 1994) (Fig. 1), los materiales proceden o de una prospección superficial o de una recuperación no controlada (colecciones particulares o públicas o expolio), lo que explicaría la ausencia de cerámica cardial dada la escasa densidad de ésta antes referida, si bien es cierto que en las provincias de Granada y Málaga los mismos métodos de recuperación han proporcionado hallazgos de cerámica cardial (Navarrete, 1986) por ejemplo en Las Majolicas (Alfacar, Granada) (Navarrete y Molina, 1987) o la Cueva de Malalmuerzo (Moclín, Granada) (Carrión y Contreras, 1983).

Por ello, aun situando las fases cerámicas hacia el Neolítico Medio, no queremos decir que exista una ausencia real de poblamiento en el Neolítico Antiguo de estas zonas. Por el contrario, mantenemos que algunos de estos niveles con microlitos corresponden a esta fase, de acuerdo a un modelo de alta movilidad (Arteaga et al., 1993; Martínez y Afonso, 1998).

El problema se agudiza cuando se debe valorar el carácter "neolítico" o no de los yacimientos y de los niveles sin cerámica en función de otros factores como por ejemplo la presencia o no de animales domesticados, aunque habría que tener en cuenta los desplazamientos y divisiones estacionales de los grupos como ha destacado J.A. Afonso (1993).

Sin duda es cierto que es imposible en el estado actual de la investigación proponer un Neolítico Antiguo andaluz con una evolución de la decoración cardial más o menos clarificada en diferentes fases de forma similar a como se ha planteado en otras zonas del Mediterráneo (Martí et al., 1987:98). Existen, sin embargo, determinados indicios de esa evolución en Carigüela (Navarrete, 1976a), incluso con los problemas que presenta su secuencia estratigráfica (Vega et al., 1997:72), así como en Montefrío donde los elementos cardiales también muestran una disminución progresiva en la secuencia.

Otro problema es definir el carácter más o menos permanente de tales poblados que, en cualquier caso, se sitúan en un marco temporal que llevará, en unas zonas previamente y en otras después, a la agregación poblacional y sedentarización consolidada, relacionadas ambas con la competencia por determinados recursos entre como la fuerza de trabajo y los rebaños y, por consiguiente, los terrenos para su movilidad, apartados del acceso de las comunidades exteriores (Cámara, 1997:372).

2. Sobre la transición del Neolítico Antiguo al Neolítico Medio. Impresiones a peine y perduración de la cerámica cardial

Si bien no se puede mantener una perduración de la cerámica cardial durante todo el Neolítico, es cierto que su desaparición no es repentina, como muestran los estratos XIII y XII de Carigüela (Arribas y Molina, 1979:126) o los escasos restos de Los Castillejos (Montefrío) (Afonso et al., 1996:298). Tanto en uno como en otro yacimiento existen asociaciones a impresiones con otra matriz dentada que sugieren, como en Levante, cierta evolución.

Esta posibilidad permitiría enriquecer la adscripción a partir de materiales superficiales de determinadas cuevas al Neolítico, casi siempre referido como Medio, sugiriendo un panorama más complejo en el que no serían descartables reocupaciones periódicas en lugar de una ocupación permanente de las cavidades.

Creemos que éste es el caso de determinados materiales de la Cueva del Agua de Prado Negro (Iznalloz, Granada) (Navarrete y Capel, 1977:45-46, figs. 14 y 15), sobre todo cuando se sitúan sobre vasos globulares y con cuello (Navarrete y Capel, 1977:49, fig. 18, 55-56), y de otras cerámicas de la Cueva "CV-3" de Cogollos-Vega (Granada) que incluso sus descubridores sitúan en momentos antiguos (Navarrete et al., 1983:11, fig. 2:2-3,5, 1987-88:17 fig. 13:42), aunque en esta cueva ya hay vasijas ovoides con cuello del Neolítico Medio (Navarrete et al., 1987-88:10).

Dentro del Alto Guadalquivir debemos destacar la presencia en el yacimiento de Los Horneros de cerámicas impresas a peine (Zafra y Pérez, 1993:262) (Fig. 1), aunque, desgraciadamente los procesos erosivos naturales y la acción humana han destruido la estratigrafía (Zafra y Pérez, 1993:261). En la Cueva del Nacimiento se documentan también estas cerámicas (Asquerino y López, 1981:122, fig. 11, 2C062, 2D170), y en Montefrío las cerámicas de este tipo se sitúan en el período I junto a las cardiales.

Pese a que se ha hablado de inicios del Neolítico Medio para estos materiales, preferimos hablar de una fase final del Neolítico Antiguo pues las transformaciones en las formas deben preceder sobre las transformaciones de la matriz, especialmente cuando la "cardial", un fósil-guía en el Mediterráneo Occidental, parece perdurar.

3. Agrupación cultural e identidad social. El caso de la denominación propuesta para el Neolítico Medio de la Alta Andalucía

De acuerdo a los planteamientos que hemos presentado (Cámara, 1997:120-135) de jerarquización de las categorías descriptivas usadas en la clasificación arqueológica previamente (aunque en reformulación continua) a la explicación (y que serían: horizonte cultural, cultura, grupo arqueológico y subgrupo arqueológico), los problemas de la denominación Cultura de las Cuevas con cerámica decorada de Andalucía Oriental (Navarrete, 1976a) serían tres:

1. Definición cronológica insuficiente en relación a los avances de la investigación, pues las mayores transformaciones no se dan entre el Neolítico Antiguo y el Neolítico Medio, sino entre este último y el Neolítico Tardío, incluido tradicionalmente en la Cultura de las Cuevas, momento en el que las grandes transformaciones (agregación, sedentarización, afirmación del territorio con los enterramientos, etc., como expresiones y resultado de nuevas relaciones sociales) ya se están produciendo (Lizcano et al., 1991-92:79-81; Cámara, 1997:391-394). Debemos precisar, sin embargo, que, tiempo después de su formulación, la autora que fue la máxima responsable de la acuñación del término fue capaz de adecuarlo (Navarrete, 1986:12) alejándose de los planteamientos inmovilistas de otros autores.

2. Inadecuación del término, pese a su coletilla, a un uso como Cultura específica de una región (Andalucía Oriental o parte de ella), ya que frente a los términos usados para Culturas referidas a otros períodos cronológicos (Los Millares, El Argar, etc.), y como otros términos como Cultura de los Silos que ya hemos criticado (Lizcano, 1995:38-50), al utilizar en la denominación (y en la caracterización) rasgos muy generales (hábitat en cueva más permanente que el abierto, cerámica decorada con diversas técnicas, importancia de la ganadería, etc.) se puede aplicar a un espacio muy extenso y una cronología muy amplia, por lo que, si debe sobrevivir como término, lo debe hacer como un Horizonte Cultural (no restringido a Andalucía Oriental), en la misma medida que existe un Horizonte Campaniforme, cuya concreción temporal es, sin embargo, mayor, o un Horizonte Cardial.

En cualquier caso el uso de este término no fue ningún obstáculo a la investigación, más bien lo contrario, pues la clasificación preliminar (Navarrete, 1976a) permitió hipótesis sobre el Neolítico andaluz hasta entonces impensables. Lo que sucede es que para avanzar en su resolución es necesaria una clasificación más estricta que, sinceramente, nosotros sólo hemos emprendido para periodos más avanzados (Lizcano, 1995:207-310). Es, por tanto, inútil para el avance en nuestra disciplina la multiplicación de hallazgos de difícil contextualización regional y temporal, ejemplificados en las difíciles atribuciones de los materiales de las cuevas cordobesas a un Neolítico Medio y Final (Gavilán, 1985) como ya hemos comentado, bien es cierto que la escasez o práctica inexistencia de excavaciones y de secuencias publicadas, dificulta enormemente estos objetivos.

3. El mantenimiento del término en relación a un "modo de vida" ganadero y con campamento-base en las cuevas es, en nuestra opinión, también rechazable pues al no ser las "estrategias económicas y de hábitat" las características que describen una sociedad en mayor grado sino los rasgos culturales móviles más variables (teniendo en cuenta que ninguno de ellos explica la sociedad), la clasificación debe partir de éstos y no de aquéllos, evitando de esta forma la arbitraria oposición entre comunidades pastoriles y agrarias, tal y como ya hemos señalado (Lizcano et al., 1991-92:86-88; Cámara, 1997:296-297).

Las sociedades prehistóricas deben explicarse desde la investigación de las relaciones sociales dominantes (y las subordinadas), teniendo en cuenta la organización del trabajo (comunitario con mayores o menores diferencias de edad y sexo) y la circulación de los productos (acceso) y no en función meramente de estrategias económicas, cuya importancia o predominio se debe valorar no en términos cuantitativos sino cualitativos, en cuanto a su importancia en la reproducción de la sociedad también en términos de poder (Cámara, 1997:146-150). Además también debemos valorar los diversos tipos de asentamiento, incluso en las fases más antiguas del Neolítico, destinados a un control de las diferentes zonas de explotación como hemos mostrado para la provincia de Jaén en el Neolítico Medio con asentamientos en la Campiña Oriental al aire libre como Los Horneros (Baeza, Jaén) o Los Morales (Jimena, Jaén) (Zafra y Pérez, 1993:262; Pérez, 1994:106) (Fig. 2) o para la Vega de Granada y el Pasillo Alcalá-Moclín (Martínez y Afonso, 1998) donde era ya conocido el asentamiento de La Molaina (Pinos Puente, Granada) (Sáez y Martínez, 1981).

En cualquier caso, y señalando que lo fundamental es el análisis concreto tanto de la cultura material mueble como de los tipos de asentamientos de regiones concretas, tal vez sería útil, que no imprescindible, para evitar confusiones, buscar un término para referirse a la "unidad tipológica" de las distintas formaciones sociales de la Alta Andalucía en el Neolítico Medio y, en este caso, si reservamos el nombre de Carigüela para la Cultura Andaluza del Neolítico Antiguo pese a que el Horizonte Cardial del Neolítico Antiguo aún no es fácil de subdividir ni siquiera en culturas regionales, el nombre de Zuheros podría usarse para el Neolítico Medio.

4. Problemas de periodización en el Neolítico Reciente

Ya hemos comentado que similares problemas presenta la denominación de Cultura de los Silos para el Neolítico Final (Lizcano et al., 1991-92:16-17; Lizcano, 1995:38-50). El inicio de las transformaciones sociales que implican la oposición entre comunidades, la ampliación del control sobre las mujeres y el inicio de la diferenciación entre las familias, asociadas a la agregación y la sedentarización, tienen lugar, al menos, a mediados del IV milenio b.c. en el Alto Guadalquivir (Lizcano, 1995:435-446), y, si atendemos al papel justificador de los megalitos, posiblemente antes en otras zonas peninsulares como el Alentejo (Cámara, 1997:407-414).

En cualquier caso, ya en el contexto del Neolítico Tardío (3500-3200/3100 b.c.), representado ya en el Alto Guadalquivir en el yacimiento del Polideportivo de Martos (Jaén) (Lizcano, 1995:291-310) y en Los Montes granadinos en Los Castillejos de Las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada) (Afonso et al., 1996:299-300), se han podido apreciar claramente las diferencias no sólo con los materiales del Neolítico Medio sino con los del Neolítico Final, aunque el estudio del material sólo ha sido exhaustivo en el primero de los yacimientos (Lizcano, 1995:217-391; Lizcano et al., 1991-92:42-79). Los yacimientos de la Alta Andalucía que presentarían este período no son, hasta ahora, numerosos pues los investigadores no han prestado atención a estas cerámicas, ligeramente abiertas, de inflexión marcada.

No parecen pertenecer a este período sino al Neolítico Medio los materiales de la fase IV del Canjorro III, adscritos por sus excavadores a una fase final de la Cultura de las Cuevas (Carrasco y Medina, 1983:377), aun con la salvedad de que las cerámicas pintadas del Neolítico Final de Montefrío (Afonso et al., 1996:301; Ramos et al., 1997:268) también están presentes en el Canjorro (Navarrete y Carrasco, 1978:52) lo que sugiere diversas fases en el estrato considerado, ya que los materiales similares de las cuevas de Castillo de Locubín y la de Guadalijar (Huelma) son adscritos a finales del V Milenio b.c. (Navarrete y Carrasco, 1978:65).

Martos y Montefrío cubren también el Neolítico Final (3200/3100-2800-2700 b.c.) cuando las cerámicas (fuentes y cazuelas sobre todo) con inflexión marcada son substituidas por los conocidos recipientes carenados, mientras las cerámicas decoradas, salvo las pintadas que aparecen en este último período, tienden a disminuir (Lizcano, 1995:301-310; Ramos et al., 1997:268-269).

5. Sugerencias para una periodización del Neolítico en la Alta Andalucía

En definitiva, teniendo en cuenta los rasgos culturales que expresan mejor los cambios sociales que tienen lugar en la Prehistoria Reciente, podemos sugerir una periodización del Neolítico en la que se debe tener en cuenta que todas las indicaciones cronológicas son aproximativas y sin calibrar2:

I. NEOLÍTICO INICIAL (¿5000?-3500 b.c.). Ocupación temporal de diferentes zonas en relación a distintas estrategias económicas.

a) Neolítico Antiguo Inicial (¿5000?-4000 b.c.). Cerámica cardial que no estaría presente en todos los yacimientos o, al menos, no en grandes cantidades, ya se por las distintas estrategias económicas (Afonso, 1993) o por la perduración de comunidades de economía cazadora y recolectora, y presencia progresiva de otras impresiones con matriz dentada.

Otros rasgos de cultura material incluyen tipos con perfil globular, a veces con cuello marcado, abundantes asas para colgar y cordones (Molina, 1983:35).

Aparte de los niveles XVI a XIV de Carigüela (Navarrete, 1986:110; Navarrete y Molina, 1987)3 se pueden situar en este período la cueva de Malalmuerzo (Moclín, Granada) por la presencia de impresiones con el natis de la concha (Carrión y Contreras, 1983; Navarrete y Molina, 1987) y el inicio de Las Majolicas (Alfacar, Granada) que incluso llega a ser considerado más antiguo que la Carigüela en base a la asociación de cardial y almagras de buena calidad en el segundo yacimiento (Navarrete y Capel, 1980:24), no pudiéndose hablar, por lo exiguo de los hallazgos de los fragmentos de la Cueva de las Cabras (Montefrío, Granada), Cueva de las Goteras (Mollina, Málaga), etc. (Navarrete y Molina, 1987).

b) Neolítico Antiguo Avanzado (4000-3800 b.c.). La cerámica cardial se hace más escasa pero aún existe un rasgo que diferencia este período del siguiente, la cerámica con impresiones a peine que, como la cardial anteriormente, desciende en las secuencias. Aparecen brazaletes decorados y asas-pitorro (Molina, 1983:40) y es el momento además en que se pueden iniciar las cerámicas esgrafiadas (Navarrete, 1976b:60).

A este momento corresponde el período I de Montefrío (Afonso et al., 1996:297-298), donde, sin embargo, aún predomina la cardial entre las impresas con matriz, y las fases XIII y XII de Carigüela (Arribas y Molina, 1979:126)4, junto a la posible primera ocupación de algunas cuevas que ya hemos discutido como la Cueva del Agua de Prado Negro (Iznalloz, Granada) (Navarrete y Capel, 1977:55-56), la Cueva "CV-3" de Cogollos-Vega (Granada) (Navarrete et al., 1983:40, 1987-88:25) o de yacimientos al aire libre como La Molaina (Pinos Puente, Granada) donde se refiere un fragmento impreso a peine (Sáez y Martínez, 1981:19) o Los Horneros (Las Escuelas, Baeza, Jaén) donde éstos son más numerosos (Zafra y Pérez, 1993:262; Pérez, 1994), siendo muy interesante que la industria lítica (Fig. 3) del último yacimiento se encuentre muy relacionada con la de la Cueva del Nacimiento y la de Valdecuevas (Afonso, 1993:342).

c) Neolítico Medio (3800-3500 b.c.). En la decoración predominan las impresiones a punzón e incisiones, al mismo tiempo que tienen su auge las cerámicas almagradas que en Carigüela sólo descenderán de calidad a fines del período (fase X) como también sucede en Zuheros y posiblemente en otros yacimientos como Cueva del Agua (Alhama) y Cueva del Capitán (Salobreña, Granada) (Navarrete y Capel, 1980:25-30). Dentro de la perduración de las formas globulares y ovoides parece darse una evolución hacia estas últimas. La cerámica ya está presente en todos los yacimientos existiendo evidencias de áreas especializadas en algunos de ellos, por ejemplo en Los Castillejos de Las Peñas de los Gitanos (Montefrío, Granada) (Afonso et al., 1996:298-299) donde se localizan numerosos hogares. A los tipos globulares se añaden formas ovoides con cuello cilíndrico muy marcado (Molina, 1983:42).

A este momento corresponden las fases XI-IX de la Carigüela (Navarrete y Molina, 1987; Arribas y Molina, 1979:126), el período II de Los Castillejos (Afonso et al., 1996:298-299; Ramos et al., 1997:268), posiblemente el Neolítico A de la Cueva de Los Murciélagos (Zuheros, Córdoba) (Gavilán et al., 1996) y numerosos materiales de cuevas sin estratigrafía en Granada (Navarrete, 1986), Córdoba (Gavilán, 1985) y Jaén (Navarrete y Carrasco, 1978), y yacimientos al aire libre como el de Hornos de Segura (Jaén) (Maluquer, 1975:300-303), u otros en la zona de Castro del Río como Guta (Carrilero y Martínez, 1985:187, 192-194), cuya perduración (Carrilero y Martínez, 1985:188) indica que los procesos de sedentarización podrían remontarse a estas fases, como ya hemos sugerido en relación a los megalitos.

La no sedentarización plena, junto a los pequeños grupos de residencia, explicaría la proliferación de hábitats en determinadas zonas (Asquerino, 1987:81; Navarrete y Molina, 1987), como puntos focales del desplazamiento.

II. NEOLÍTICO RECIENTE (3500-2800/2700 b.c.). Se desarrollan las transformaciones sociales que acompañan la agregación y la sedentarización plena.

a) Neolítico Tardío (3500-3200/3100 b.c.). Cerámicas más abiertas (cazuelas) de inflexión marcada y disminución de la decoración. Aumento de la preocupación por la delimitación sacra del territorio en relación a la agregación y al estructuración de los poblados en términos de cabañas familiares (sin excluir por supuesto zonas comunales) como se aprecia en Martos (Lizcano, 1995:110-134). A este período corresponde el período III de Montefrío (Afonso et al., 1996:299-300) y el I de Martos (Lizcano, 1995:291-310). Tal vez aquí se podrían situar las fases VIII y VII de Carigüela (Arribas y Molina, 1979:126) aunque mantienen una alta proporción de decorados y hay pocas formas reconstruibles, algunos de los materiales publicados del Cortijo de Amelia (La Carolina, Jaén) (López y Soria, 1978:figs. 5 y 6, págs. 124 y 126) y tal vez algunos de la Cueva de los Molinos (Alhama, Granada) (Navarrete et al., 1985:36 fig. 2:1), en cualquier caso de momentos avanzados del Neolítico Medio.

b) Neolítico Final (3200/3100-2800/2700 b.c.). Aparecen las cerámicas carenadas cuyos rasgos creemos que, tal vez como en la fase anterior, permitirán en el futuro una mejor diferenciación regional. La agregación ha conducido a la consolidación de los grandes poblados que, en muchos caos, serán los núcleos políticos posteriores (Lizcano, 1995:409). Corresponde a las fases 0 y I de F. Nocete (1994:277-287), el período IV de Montefrío (Afonso et al., 1996:300-301) y el II de Martos (Lizcano, 1995:291-310) y las fases VI a III de Carigüela (Arribas y Molina, 1979:126) o, tal vez, sólo desde la V.

Notas

1. En este contexto la búsqueda de una secuencia continua en cada una de las cuevas sin tener en cuenta posibles abandonos ha llevado a una hipótesis de división de Andalucía en tres áreas en base a la presencia de microlitos geométricos (Asquerino, 1992:34). Si la presencia o ausencia de éstos puede tener no sólo origen cultural sino funcional y, probablemente, cronológico (Martínez y Aguayo, 1984:35, 35 n. 32), no debemos olvidar que a su presencia, testimonial según la autora, en la Cueva del Nacimiento de Pontones o en Valdecuevas, se suma su localización en Las Montalvas (Baeza, Jaén) y Centenares (Begíjar, Jaén) (Pérez, 1994:104) por lo que el mantenimiento de la opción cultural obligaría a una multiplicación de esas tres regiones.

2. Cabe, por ejemplo, pensar en un envejecimiento de las series del Neolítico Inicial y el Neolítico Medio, sobre todo si tenemos en cuenta las dataciones que se han obtenido recientemente para el denominado Neolítico A de La Cueva de los Murciélagos (Zuheros, Córdoba) desde mediados del V Milenio b.c. (Gavilán et al., 1996:325) pese a que la descripción de los materiales (Gavilán et al., 1996:324) no permite suponer una importante presencia de cerámicas impresas a peine. En cualquier caso, frente a los modelos que hemos criticado aquí, los autores optan, prudentemente, por una adscripción de tal Neolítico A al Neolítico Medio (Gavilán et al., 1996:326).

3. El hecho de que no exista una correlación perfecta entre los niveles excavados por M. Pellicer y los documentados recientemente por L.G. Vega y su equipo y la forma lenticular de los depósitos como resultado de la proliferación de hogares no tiene por qué multiplicar las fases estratigráficas (Vega et al., 1997:72), dado que, como en Montefrío, muchos hogares debían ser contemporáneos, lo que si podría modificar los límites de estas fases.

4. E incluso hasta la XI donde se documenta también, al menos, un fragmento de cerámica impresa a peine (Navarrete, 1976a:lám. CXXXVIII:7).

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Leyenda de figuras

Fig. 1. Cerámicas impresas a peine del Alto Guadalquivir.

Fig. 2. Situación topográfica de los yacimientos neolíticos en la Campiña Oriental de Jaén.

Fig. 3. Industria lítica de Los Horneros (Las Escuelas, Baeza).