EL POBLADO DE LA EDAD DEL BRONCE DE PEÑALOSA (BAÑOS DE LA ENCINA)

Francisco CONTRERAS CORTÉS y Juan Antonio CÁMARA SERRANO

Universidad de Granada

1. Introducción

El yacimiento arqueológico de Peñalosa se sitúa en un espolón sobre la orilla sur del embalse del Rumblar, cerca de la presa de dicho pantano y dentro del término de Baños de la Encina. Sus coordenadas geográficas son 38º 10' 19" de latitud norte y 3º 47' 37" de longitud oeste.

El yacimiento arqueológico de Peñalosa ha tenido un gran papel en la valoración cultural de la Edad del Bronce del mediodía peninsular, al ser considerado como uno de los poblados más septentrionales de la Cultura del Argar, delimitando no sólo su expansión hacia el norte, sino también la importancia de la metalurgia en el proceso.

El Proyecto de Investigación en el que se inscribe la excavación sistemática del poblado de Peñalosa se ha desarrollado en dos fases, ambas financiadas por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. La primera de ellas se extendió entre 1985 y 1992 y fue dirigida por D. Francisco Contreras Cortés, D. Francisco Nocete Calvo y D. Marcelino Sánchez Ruiz (Contreras et al., 1987; Contreras, 2000), mientras la segunda ha empezado en 2001 bajo la dirección de D. Francisco Contreras Cortés y D. Juan Antonio Cámara Serrano.

Los objetivos generales de este proyecto de investigación se relacionan con el análisis histórico de las comunidades que vivieron en las zonas metalúrgicas del Alto Guadalquivir durante el segundo milenio A.C.., y las relaciones que tuvieron con las áreas vecinas, su integración u oposición. Esto servirá de punto de partida para el desarrollo a más largo plazo de estrategias de investigación globales que nos permitan explicar el desarrollo del proceso de jerarquización durante la Prehistoria Reciente en el Alto Guadalquivir.

2. Cronología de Peñalosa

Aunque hemos podido definir ya tres fases en la ocupación prehistórica del yacimiento de Peñalosa, sólo disponemos de dataciones sobre muestras de vida larga (vigas y postes) correspondientes a la última fase de ocupación y analizadas por el laboratorio americano Teledyne Isotopes. Eliminando las más problemáticas y atendiendo a la calibración presentada recientemente (Castro et al., 1996) podemos sugerir que la construcción de las estructuras de la última fase (IIIA) tendría lugar entre el 1400 y 1500 a.C. (1750 cal A.C.) y el abandono definitivo, teniendo en cuenta la presencia de materiales decorados de tradición Cogotas I (sin presencia atestiguada de excisión ni boquique) podría haber tenido lugar hacia el 1600 cal A.C.

3. Características generales del poblado de Peñalosa

Las viviendas documentadas en Peñalosa constan de varias habitaciones de distinto tamaño apreciándose en algunos casos actividades especializadas. El sistema de construcción de las viviendas de Peñalosa durante la fase IIIA está en función del aterrazamiento artificial del cerro, cuyas laderas son así cortadas en el sentido de las curvas de nivel para conformar plataformas más o menos anchas a partir de las cuales se disponen las habitaciones. Una vez cortada la roca, ésta es revestida por un muro que arranca de la terraza inferior y que conforma la pared trasera de una vivienda y la delantera de otra, tal y como sucede por ejemplo entre los CE IIIa y IVa. En otros casos aparece un doble muro, llegando el inferior sólo hasta la altura de la techumbre de la casa más baja y aprovechándose el superior para embutir las vigas transversales destinadas a sostener la techumbre de ésta, como sucede entre los GE VI y VII en relación al muro de fortificación antiguo parcialmente reutilizado en la fase IIIA.

Los tramos de muros conservados son de mampostería con aparejo irregular de pizarras y la conservación de hasta dos metros de su alzado en algunas zonas y las dimensiones de los derrumbes nos permiten señalar que los muros constaban de piedra en toda su altura. Al menos en determinados espacios los tejados debieron ser planos o ligeramente inclinados, y constituidos de barro rojizo sobre un armazón de ramas y cubierto de grandes lajas, como se aprecia en el CE VIg, o láminas de corcho.

En cuanto a otras estructuras relacionadas con la construcción de las viviendas contamos con evidencias sobre pilares de mampostería (CE VIe) y sobre postes de madera encajados en hoyos y calzados con piedras. Las puertas en algunos casos cuentan con verdaderas jambas con huecos para los goznes y con postes para ayudar a sostener la techumbre en sus inmediaciones (CE VIg). En otros casos los accesos son una simple prolongación de los pasillos o bien la interrupción de los tabiques, existiendo en algunos casos escalones para facilitar el paso de un lugar a otro.

En relación a las estructuras presentes al interior de los CE las más frecuentes son los bancos, ya sean de mampostería, de barro apisonado o de pequeñas piedras o lajas planas. En algunos casos (CE IIa, IIIa, IVa) estos bancos cubrían y revestían cistas de enterramiento, en otros, incluían recipientes embutidos (CE Ib) que a veces también eran urnas de enterramiento (CE IIa) y, en otros, presentaban una superficie superior de barro (CE IVa, VIf, VIIa). Casi igual de frecuentes son los contenedores de pizarra realizados con la misma técnica de las cistas, situando las lajas en oblicuo.

Los espacios de circulación (pasillos, puertas, calles, etc.) ponen en comunicación los distintos compartimentos y viviendas, así como unas terrazas con otras. En algunos de estos pasillos, situados al interior de las viviendas, se utiliza una parte del espacio para colocar una estructura de molienda o alguna vasija de almacenamiento, e incluso se documentan actividades metalúrgicas favorecidas por el carácter descubierto de estas estructuras. Estarían a veces enlosados con grandes lajas de pizarra.

Este complejo urbanístico aparece delimitado en su parte oriental por un gran muro defensivo que va cerrando el poblado. En él hemos localizado una puerta estrecha de acceso, flanqueada por dos bastiones macizos (Sector 10). Si ya se había demostrado la presencia de estos bastiones a lo largo de todo el muro exterior de la fase IIIA, las últimas excavaciones han demostrado la prolongación de los pasillos estrechos a partir de esta zona de acceso y el revestimiento de los farallones de roca al este para cerrar todos los ángulos del poblado ya desde las primeras fases de la ocupación, aspecto que era evidente entre los grupos estructurales VII y IX delimitados al norte por el cierre del poblado en la fase IIIB.

Además cabe señalar, como estructura especializada, la existencia de una fosa destinada a recoger el agua de lluvia, incluyendo los desagües de las viviendas vecinas. Esta cisterna estaría en uso ya durante la fase IIIB sufriendo ciertas modificaciones sobre todo en lo que respecta a su acceso durante la fase IIIA.

4. Condiciones naturales de la producción y materias primas

Los ácaros identificados (Morales, 1997) han sugerido bosques esclerófilos de encinares y alcornoques, presentes en los estudios antracológicos. La presencia de alcornoque en torno a los 400 m. sobre el nivel del mar nos indica un clima más húmedo que el actual aun dentro de un bosque termófilo evidenciado por especies como el madroño, el acebuche, la olivilla y el lentisco. En la construcciòn de las viviendas además de las pizarras debemos destacar la utilización de las encinas tanto para las vigas como para los postes, mientras el entramado del techo se completaba con ramas de alcornoque utilizándose además la corteza de éste (corcho)y grandes pizarras planas como impermeabilizante.

La utilización del corcho en la fabricación de tapaderas para determinados recipientes está también atestiguada, relacionándose con la importancia del almacenamiento de cereales en determinadas habitaciones del poblado. La encina/coscoja también se utilizó como leña en los hogares (Rodríguez, 2000), incluyendo aquellas zonas donde se dieron determinadas partes del proceso metalúrgico.

Un fragmento de fresno (Fraxinus sp.) (Rodríguez, 2000) y los datos sobre plantas acuáticas determinadas a partir de los restos de parénquima (Peña, 2000) nos hablan de la existencia de cursos de agua cercanos..

En cuanto a las materias primas silíceas casi la mitad de los elementos están realizados sobre materiales recuperados de depósitos secundarios (Afonso, 2000) mientras el aprovechamiento de filones cupríferos y argentíferos ha quedado reflejado en la cultura material recuperada en las excavaciones de Peñalosa (Moreno, 2000). Otros tipos de roca utilizados por los habitantes del poblado de Peñalosa también proceden de depósitos secundarios e incluyen tanto rocas sedimentarias (areniscas) como, sobre todo, el espectro de rocas metamórficas presente en los alrededores del poblado (pizarras, granitos y pórfidos graníticos), si bien también se han localizado tres rocas volcánicas de tipo basáltico entre los elementos manufacturados (Carrión, 2000).

5. Las bases subsistenciales

Parece claro que los habitantes de Peñalosa tenían una dieta basada principalmente en el consumo de la cebada tanto en su variedad vestida (***%) como desnuda (***%) siendo la primera la más común en el yacimiento (Peña, 2000). El trigo (***%), en su mayoría perteneciente a las especies desnudas parece jugar un papel secundario. La presencia de barcias, raquis y plantas adventicias ha llevado a L. Peña a rechazar el intercambio de cereales a amplia distancia, dado además que el deterioro de determinadas tierras de las inmediaciones puede ser muy reciente, que hay áreas cultivables en las inmediaciones que aun cuando queden fuera del control de Peñalosa estarían incluidas en el sistema territorial, y que terrenos susceptibles de ser cultivados están hoy cubiertos por el pantano del Rumblar.

Las leguminosas también parecen formar parte de la dieta ya que nos encontramos con al menos dos especies diferentes bien definidas (guisantes y habas) y otras que sólo han podido ser identificadas a nivel de género. A esto se debe añadir la explotación de frutos y plantas considerados silvestres (semillas de Sorbus/Pyrus, Quercus, Vitis sp., Olea) y el aprovechamiento de otro tipo de recursos como raíces y rizomas, y también la bellota. Destaca también la presencia de lino, ya sea para la realización de prendas o para la obtención de linaza, y de semillas de "lavanda" en diferentes contextos (Peña, 2000).

Más interesante es, sin duda, la distribución de los restos animales y especialmente la concentración de équidos, y secundariamente ovicrapinos, y su buena conservación, en el GE X (Sanz y Morales, 1997), donde además tiene lugar su descuartizamiento. Parece claro que en caballos y porcinos dominan los animales adultos (***%) mientras que en los rumiantes la cohorte más frecuente es la de subadultos (***%). El predominio de subadultos tiende a interpretarse como ejemplo de optimización de la explotación cárnica mientras que la dominancia de adultos se toma como ejemplo de uso diversificado de las reses que, en el caso de los caballos se puede relacionar con la monta y la tracción.

6. Las bases técnicas

El trabajo de la piedra no ha sufrido variaciones con respecto a otras fases de la Prehistoria Reciente si bien en lo que respecta a la piedra tallada predomina el reaprovechamiento de piezas anteriores o la extracción de lascas de mediano tamaño que sirvan como soportes para la realización de dientes de hoz a partir de un retoque normalmente abrupto (Afonso, 2000).

El resto de los útiles de piedra se realizaban a partir de un piqueteado destinado a proporcionar la forma general del elemento y un acabado posterior a base de abrasivos que sólo alcanzaba el carácter de verdadero pulimento en el caso de los adornos. Dependiendo de los elementos el proceso incluía también perforaciones, formación de ranuras para el enmangue, etc La mayoría de los molinos realizados en pórfido granítico estarían asociados a la molienda del grano evitando así, frente a otro tipo de molinos (de arenisca por ejemplo) que las pérdidas de material granítico se incorporaran a los restos de cereales molidos (Carrión, 2000).

La ausencia de bases de tallos y de semillas de especies trepadoras de malas hierbas parece indicar que la recolección no se hizo arrancando las plantas sino a través de las hoces, segando al mismo tiempo la espiga y el tallo aunque después se tuviera que separar el grano de otras malas hierbas (Peña, 2000). La presencia de dientes de hoz en el asentamiento, aunque escasa es especialmente relevante en cuanto a su distribución prácticamente homogénea por todo el poblado sugiriéndose un mínimo de cinco hoces (Afonso, 2000).

Aunque debemos recordar que la limpieza del grano se hizo en algunos casos antes del almacenamiento en las viviendas, dentro de las cuales en algunos casos se han documentado restos de estas actividades (Peña, 2000) no se puede descartar que se diera un almacenamiento previo en estructuras excavadas.

En relación a los elementos en hueso trabajado (Mérida, 2000) es difícil determinar el soporte, pero entre los determinados dominan de forma abrumadora en cuanto a especie los ovicápridos (30,43 %) y anatómicamente dominan los metápodos (21,74% de los soportes identificados) y tibias (17,40 %). El proceso de manufactura incluye habitualmente el corte longitudinal del soporte y la abrasión intensa de las superficies con elementos de grano fino o muy fino.

Dentro de los vasos cerámicos se han distinguido cuatro grandes categorías. La primera de ellas es la de los vasos de consumo. Dentro de éstos las paletas podrían haber sido usadas como cucharas o lucernas y los vasitos podrían vincularse al consumo de bebidas alcohólicas o perfumes. El resto de los vasos de esta categoría entran dentro de la gama típica argárica, especialmente los vasos carenados, y se caracterizan por un tratamiento muy cuidado de sus superficies, pero además existen importantes diferencias entre algunos de los elementos localizados en las sepulturas y otros recipientes (Contreras et al., 2000).

La segunda categoría corresponde al conjunto cerámico relacionado con la metalurgia e incluye crisoles planos y hondos, moldes y piezas circulares. La tercera categoría incluye el conjunto de vasos de producción/consumo, particularmente ollas, cazuelas y lebrillos. Los elementos de este conjunto suelen presentar un tratamiento de las paredes menos cuidado que el primer conjunto referido, además de que su matriz suele incluir desgrasantes de mayor tamaño y en su superficie muestran, a menudo, las huellas de haber estado sometidos a fuego. También en este conjunto se han incluido las queseras.

Por último distinguimos el conjunto de recipientes de almacenaje con orzas de borde entrante o abierto y orzas de borde marcado, teniendo en cuenta que algunas de las ollas grandes también se pudieron utilizar para el almacenaje previo al consumo. Frecuentemente estos recipientes aparecieron llenos de granos de cereal y, a veces, asociados a contenedores o estructuras de molienda.

La posición de las pesas de arcilla en los suelos de ocupación de los CE IVa y VIg de Peñalosa (Contreras y Cámara, 2000) puede proporcionar abundante información sobre el tipo de telares. También pudieron estar conectados a la actividad textil ciertas piezas en pizarra con escotaduras laterales, tradicionalmente denominadas husos.

La actividad más importante, tanto en relación al número de restos como con respecto al contraste con otros yacimientos, es la metalurgia. Han aparecido restos de artefactos y ecofactos que muestran todo el proceso metalúrgico del cobre (mineral, escorias, gotas de cobre, crisoles, moldes, lingotes, piezas manufacturadas), aunque también ha quedado demostrado el trabajo de la plata (almacenamiento de galena acompañado de una estructura de molino para machacar el mineral, molde para realizar brazaletes, crisoles que muestran restos de plata en sus paredes, etc.), pese a que estudios recientes hayan destacado la poca concentración argentífera de la galena hasta ahora analizada (Moreno, 2000).

La extracción del mineral, fundamentalmente óxidos (cuprita, tenorita) y sulfuros de cobre (calcopirita) en paragénesis compleja con otros sulfuros, en el caso de la pirita, o con galena, se realizaría en varios lugares. Tras los trabajos de cantería de menas fácilmente explotables de carácter filoniano, por medio de los martillos de minero, se procedía a un intenso machacado del mineral para después, posiblemente por sedimentación o simple flotación separar la mena de la ganga o al menos de buena parte de ella. Este era el mineral que se transportaría a las zonas más próximas al poblado para proceder a la tostación fuera de las áreas de habitación en estructuras de hornos simples, o en las denominadas vasijas-horno, alimentados con aire, posiblemente mediante toberas.

 

La masa resultante contenía cobre metálico e impurezas que eran eliminadas al menos parcialmente con un intenso triturado. Los restos metálicos son introducidos en crisoles para su refinado y fundición. Estas tareas se realizaban en espacios abiertos dentro de las casas del poblado. Posteriormente el metal líquido era vertido en los diferentes moldes para la obtención bien de piezas con formas determinadas bien de lingotes con destino al almacenaje y distribución.

Los objetos manufacturados son relativamente escasos y presentan poca variedad tipológica. Los elementos implicados en tareas domésticas más comunes son los punzones, leznas, cinceles y puntas de flecha. En los enterramientos, como elementos de ajuar se hallan también representados algunos de estos elementos, sobre todo los punzones, junto con objetos de adorno en plata y oro como aretes y pulseras o brazaletes y armas no arrojadizas (puñales, espadas, etc.) (Moreno, 2000).

7. Uso del espacio en Peñalosa

Los complejos estructurales de Peñalosa pueden dividirse en varios grupos según las actividades que se han podido documentar en ellos. El almacenamiento de alimentos está documentado prácticamente en todas las viviendas, a excepción de la V, posiblemente dada la escasa superficie excavada. Si en el plano de la concentración de recipientes destacan los Complejos Estructurales IIIa, IVa y Xa debemos destacar también la gran cantidad de grano recuperada en el CE IIc.

En muchos casos las actividades de molienda se llevaban a cabo en los mismos espacios (CE IVa) o en espacios anejos (CE IIb), existiendo con frecuencia una fuerte relación entre estas actividades y la presencia de bancos, con molinos inclinados y fijos, asociados a pequeños y medianos contenedores de lajas de pizarra hincadas (CE IVa), a veces con recipientes embutidos (CE Ib). También a veces en estos mismos espacios hay evidencias sobre el consumo de alimentos en base a la disposición de algunos recipientes (CE IIIa, IVa, VIf), aunque sólo en determinados casos hemos podido constatar claramente hogares (CE VIg y Xb).

Sin embargo, en relación a estas estructuras relacionadas con el fuego la actividad más clara es la transformación del metal. Tal actividad ha sido documentada en algunas de sus fases en todas las viviendas a excepción de la IV, aunque sí se aprecian diferencias importantes en las actividades llevadas a cabo en los distintos complejos estructurales de cada vivienda. De hecho, es la trituración del mineral la parte del proceso más representada. La fundición y el vertido en moldes también son relativamente abundantes y parecen estar presentes en complejos estructurales próximos (VIa, VIb, Id). Mucho menos frecuente es el almacenamiento de mineral, especialmente relevante en el caso del CE VIIe donde se concentra una gran cantidad de galena (Contreras y Cámara, 2000). La reducción hasta ahora solo parece haberse definido con claridad en el CE Vb durante la fase IIIA pero desde luego ésta estaría presente en el exterior del poblado durante la fase IIIB.

La presencia de estructuras relacionadas con el desecho parece ser o bien anecdótica o bien problemática, dado que en los dos casos en que se puede sugerir tal actividad (CE IIIb y VIc -subsector 6.Cc-) nos encontramos con que se pueden asociar a sepulturas especiales.

Por último, una de las actividades mejor documentadas en Peñalosa, si bien en función sólo de algunos restos de los instrumentos dedicados a ella, es la textil en relación con la cual debemos destacar la posición en que se sitúan estos telares, siempre junto a espacios abiertos (CE IVa y VIg) y el elevado número de pesas hallado, así como su disposición oblicua favorecida por su ubicación sobre estructuras escalonadas.

8. Situación y características de las sepulturas

En el total de tumbas excavadas en Peñalosa (Baños de la Encina, Jaén) los hombres, en los casos determinados, doblan a las mujeres, lo que deriva del hecho de que en la mayoría de los casos las mujeres acompañan en las tumbas a los hombres. En cuanto a las edades la distribución es muy diferente, y si la ausencia de individuos seniles puede indicar la esperada baja esperanza de vida, el corto número de niños no se relaciona con la mortalidad infantil que se daría en la época. Los datos paleopatológicos muestran que en casi todos los casos existen anomalías que pueden atribuirse a problemas nutricionales o de presión ambiental general. Más diferencias entre los inhumados muestran las alteraciones relacionadas con los patrones de actividad, especialmente la frecuencia de la artrosis (Robledo y Trancho, 2000).

La mayoría de las tumbas de la fase IIIA en la parte alta de Peñalosar se realizaron en habitaciones de uso exclusivamente funerario, en unos casos embutiendo verdaderas cistas en espacios estrechos y en otros, con la tumba monumental número 7, configurando habitaciones nuevas en un espacio que queda transformado en el transcurso de la fase IIIA.

En relación a los ajuares destaca el uso de tipos cerámicos exclusivamente funerarios en algunas tumbas pero, sobre todo, la exclusión del acceso a adornos metálicos y el hecho de que los resultados del análisis morfométrico de los puñales muestren que aquellos incluidos en las tumbas más ricas tienen remaches muy alejados del borde de la placa de enmangue (a más de 20 mm), ya se sitúen en paralelo o muestren una disposición triangular con un remache más cercano a aquel borde (Cámara, 1998).

La combinación de estos datos, con la asociación entre sepulturas de diferente carácter en las mismas viviendas, nos ha llevado a plantear que existen determinadas tumbas de la zona alta del poblado correspondientes a siervos o, al menos, capas no guerreras de la población, encargadas de las tareas más duras.

Se trataba así de una comunidad fuertemente jerarquizada, pero en la que la base aun no había caído en un estado de servidumbre y opresión generalizada, aunque hay indicios de que esto sí afectaba a parte de la población, probablemente sin ninguna propiedad, obligados, al menos, a enterrarse con sus señores, y constituyendo, junto al ganado apropiado, la base de su poder, de su capacidad de acumulación.