DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2007, 27: 369-425.
Arnaldi de Villanova. Opera Medica Omnia. XVII. Traslatio Libri albuzale de
medicinis simplicibus [ediderunt J. Martínez Gásquez et M. R. McVaugh]. Abu
l-esalt Umayya, Kitab al-adwiya al-mufrada [edidit A. Labarta]. Llibre d´Albumesar
de simples medecines [edidit L. Cifuentes]. Praefatione et comentariis instruxerunt
A. Labarta, J. Martínez Gázquez, M. R. McVaugh, D. Jacquart et L. Cifuentes,
Barcelona, Universidad de Barcelona, 2004. ISBN: 84-9779-240-8.
La obra está dedicada a la memoria del profesor García Ballester y pertenece a la muy
cuidada colección Arnaldi de Villanova. Opera medica omnia, de la que fue uno de sus
principales colaboradores. Se trata de una edición árabe-latín con una Introducción
catalana e inglesa, con partes en francés, del Kitab al-adwiya al-mufrada (Libro de los
medicamentos simples) del polifacético autor andalusí —escribió sobre poesía, filosofía,
astronomía, matemáticas, música, geografía y medicina— conocido como Abu l-esalt
Umayya (1068-1134). En forma de apéndice se incluye la versión medieval catalana del
texto, realizada a partir de la traducción latina.
Inicialmente compuesta en árabe, fue traducida al latín por Arnau de Villanova a
finales del siglo XIII y, posteriormente, vertida al catalán por una mano anónima, quizás
en el siglo XIV y también al hebreo, por obra de Yehuda Natan. De algún modo, si no
fuera por los párrafos en lengua inglesa y francesa que acompañan la obra, se diría que
todo el escrito forma parte de un ambiente absolutamente bajomedieval, respondiendo
plenamente a nuestra visión de la ciencia en ese tiempo.
Se trata, en suma, de tres versiones medievales yuxtapuestas, en ningún caso
de dos traducciones actuales. Esto es una cierta novedad, pues lo usual es ofrecer la
versión establecida, en árabe o latín, seguida de su traducción en alguna lengua occidental.
Las introducciones a cada una de ellas son muy completas y muestran la gran
dedicación al tema de sus autores. Casi todos los aspectos de interés como puedan
ser los manuscritos, sus características, omisiones de términos, etc, se han analizado
amplia y satisfactoriamente.
La versión árabe de Ana Labarta está en la línea que nos tiene acostumbrados
en cuanto a rigor y adecuación al texto y el empleo de seis manuscritos garantiza
una completa y cuidada edición. La versión latina, que acompaña a la árabe, ha sido
establecida por Martínez Gázquez y McVaugh, utilizando para ello cuatro manuscritos,
y así mismo refleja un exquisito cuidado. La versión catalana, hecha sobre un único
manuscrito, ya que no se dispone de más, es obra de Lluis Cifuentes.
Con respecto a otros puntos, diremos que el estudio sobre la vida y la obra del
autor está al completo, dado que no poseemos excesivos datos. El Kitab al-adwiya almufrada
fue su texto médico más conocido, del que disponemos en la actualidad de
once manuscritos en árabe, lo que garantizó una gran difusión en su tiempo entre los
autores islámicos. También se conoció ampliamente entre los médicos latinos gracias
a la traducción que hizo Arnau de Vilanova, y de la que se conocen, al menos, catorce
copias. Sin embargo, solo hay una versión en catalán, formando parte de un texto
perteneciente al género médico medieval conocido como Articella.
El Libro de los medicamentos simples tiene un título muy usual, pues gran parte
de los escritos del género así se denominan. A este respecto, quizás hubiese sido
conveniente realizar un apartado incluyendolo en la importante tradición de escritos
sobre medicamentos simples existente en al-Andalus. A esta tradición pertenecen,
entre otras, las obras de Ibn Yulyul, Ibn al-Haitam, Abulcasis, Ibn Wafid, Ibn Biklariš,
Avempace, A„hmad Ibn Mu„hammad al-Gafiqi, Barhebraeus, al-Nabati e Ibn al-Bay„tar.
Todos ellos, junto con Abu-l-esalt, dedicaron toda o parte de su actividad científica al
estudio y clasificación de los medicamentos simples que la Naturaleza les brindaba en
al-Andalus, preferentemente.
La obra Abu-l-esalt comprende un prólogo, de carácter teórico, que en este trabajo
se omite, puesto que en la traducción de Arnau de Vilanova no consta, pero que
Ana Labarta tradujo y publicó en Dynamis en 1998. En el mismo, entre otras cosas, se
advierte al lector que los medicamentos, los simples, están ordenados de acuerdo con
sus efectos terapéuticos. El cuerpo de la misma, con veinte capítulos muy desiguales
—hay uno que contiene 17 medicamentos y otro 159— recoge aquellos que tienen
una acción purgante sobre cada uno de los humores, o varios a la vez, o los que deben
usarse para las enfermedades de los huesos, los nervios, los músculos, las venas, el cerebro
y la cabeza, el corazón, etc. A su vez, en cada uno de estos grupos se distingue
que medicamentos son calientes y cuales fríos y en cada uno de ellos se pormenoriza
su acción concreta.
El escrito debió resultar en su tiempo bastante novedoso, pues no mantiene la
forma generalizada de estos textos. Lo usual es que fueran ordenados por orden alfabético,
y que en cada uno de ellos se describiesen sus cualidades. A partir de ahí, el
médico iría seleccionando aquellos que le interesaban para confeccionar el compuesto
con el que pretendía solucionar los problemas de su paciente. Pero, obviamente, debía
leerlos todos. La disposición del texto en cuestión, el ir relacionando cada simple con
las enfermedades para las que es útil, era más habitual en el género denominado antidotaria,
o en los escritos sobre medicamentos compuestos, en los que, tras indicar la
enfermedad, aparecen los distintos simples que lo componen, sus cantidades, el modo
de confección y la dosis a administrar. También encontramos escritos en los que los
medicamentos aparecen sin orden, como sucede con la parte dedicada a los mismos
en el Kitab al-Kulliyyat fi l-„tibb de Averroes, algo posterior, en el que se ofrecen sin otra
clasificación que el dividirlos en vegetales y minerales.
Coincido plenamente en que se trata de un texto para conocedores de la medicina,
a diferencia de los escritos sobre medicamentos compuestos en los que basta conocer
la enfermedad y utilizar el medicamento recomendado, sin más. Con el Kitab al-adwiya
al-mufrada, el usuario, para poder sacarle provecho, debía conocer las cualidades de
la enfermedad, así como las características del paciente, pues de otro modo no podría
confeccionar el compuesto adecuado. Consignamos además otro logro, como fue el
de facilitar grandemente la tarea, a base de la división ofrecida de simples de naturaleza
caliente y simples fríos. Así se guiaba su empleo en las enfermedades, que debían
combatirse con los medicamentos de naturaleza contraria.
La labor de confección de los glosarios ha sido necesariamente muy complicada,
dada la gran entidad del trabajo. Por ello se han reducido a los medicamentos contenidos
en el escrito, omitiendo las enfermedades para las que se emplean, y a pesar de
esto son cuatro: árabe-latín, con caracteres árabes; latín-árabe, esta vez los términos
árabes aparecen transcritos, latín-catalán y catalán latín.
Nada puedo objetar a un trabajo tan correcto, todo lo contrario, opino que debiera
servir de norma para otras versiones de textos médicos medievales, tanto en árabe,
como en latín o catalán. Aunque siempre es posible encontrar algún tema en el que no
se profundiza. A modo de ejemplo, tenemos el hecho de que hay quince omisiones de
medicamentos en la traducción latina, por casi ninguna en la catalana. La diferencia me
parece excesiva para achacarlos solo a la labor del copista, como se indica. Es posible
fuera así, pero también que el propio Arnau de Vilanova, no conociendo el término
por estar incorrectamente escrito, o por ser de una variedad poco usual, decidiese no
incluirlo en su traducción. En apoyo de lo que estoy diciendo, se señala en el libro que
el traductor era algo neófito en dichas tareas, y que incluso es posible que se tratase
solo de un borrador, que pensaría corregir.
Así vemos como el término badaranyuya, se omite en la traducción latina. Se
trata de una palabra de origen persa que significa olor a limón, y se refiere a melisa o
basílico, pero que aparece en la versión árabe como ba„daranyuya. Lo mismo pasa con
el término „handaquqa, meliloto, que no consta, quizás por tratarse de otro término
no árabe. Otras omisiones encontramos que algunas corresponden a variedades de
medicamentos bien conocidos, como sucede con la pimienta o el almizcle, pero que
quizás éstas no se hallaban en su entorno.
Por otra parte, recordemos que se trataba de simples, de los que el médico podía
elegir para confeccionar el compuesto uno o varios y, por tanto, no tenía ninguna
obligación científica de consignarlos todos. Otra cosa hubiese sido si estuviésemos
hablando de medicamentos compuestos, en los que la omisión de un solo simple
podría ser capital, al restar fuerza a todo el medicamento o no compensar las acciones
del resto de los simples. Por tanto, todo eso pudo hacer que la traducción catalana
fuese más sencilla y de ahí las casi nulas omisiones, puesto que en la versión latina ya
no existían determinados términos extraños.
Fernando Girón Irueste
Universidad de Granada