DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2007, 27: 369-425.

Geoffrey Lloyd; Nathaw Sivin. The way and the word. Science and Medicine In early China and Greece, New Haven/London, Yale University Press, 2002, xvii + 348 pp. ISBN: 9780300101607.

Ruego disculpas por la tardanza de esta reseña que, ya que no sirve para difundir el libro, espero que convenga para compartir algunas reflexiones. La primera de ellas surge de la información aportada sobre los contenidos de la ciencia antigua; los propios autores reconocen que pretenden recrear ese saber, ya conocido, con nuevas preguntas, y es precisamente la heurística la que dirige la organización del material. Los conocimientos científicos y médicos se recogen, pues, según un discurso en torno a la cuestión del origen de la actividad racional, que aparece definida como el surgimiento de una atención a la realidad subyacente (Grecia, p. 140) o a la trascendente (China, p. 188). Esto da lugar a un doble modelo clasificatorio y discursivo que evoca el título del libro. Para Grecia (cap. 4, The Fundamental Issues of Greek Science), el saber permite repasar la aparición del concepto de naturaleza y de su concepción elementarista, recordar la doctrina etiológica, e interpretar la utilización del modelo matemático como una forma de garantizar la incontrovertibilidad de las doctrinas elaboradas (apartados 3-4): lógos como ejercicio de la facultad calculadora, que reconoce particularidades y las significa. En el caso del origen de la racionalidad en China (cap. 5, The Fundamental Issues of the Chinese Sciences) el discurso se torna más literario en la propia denominación de los apartados (the world that concepts describe) y en la presentación de los contenidos científicos o médicos del propio discurso (conocimiento experto, dualismos, falsas apariencias, orden cósmico, estado como cosmos, cuerpo viviente como cosmos, etc.,) como si los fines de la investigación en la sociedad china hubiesen creado ese mundo trascendente y la propia investigación constituyese la senda para reconstruirlo: hermenéutica para dotar de sentido a las informaciones concretas.
En los capítulos dedicados a los respectivos medios institucionales y sociales, podemos descubrir el marco exploratorio que organiza la exposición de los conocimientos. Una gran parte de ambos capítulos está constituida por la historia política, enhebrada también por la heurística, debido al intento explícito de rechazar la categoría analítica de contexto (p. 3). En lugar de ella, proponen la de interacción: «the key notion that guides our work is that the intellectual and social dimensions of every problem are parts of one whole» (ibid.), una propuesta que debe conducir a comprender la totalidad del pensamiento y de la práctica del mundo antiguo (pp. xiv-xv) . Por ello el marco histórico transcurre a lo largo de seis siglos, y las vicisitudes políticas de tan amplio periodo aparecen como incitadoras de diversas incorporaciones y transformaciones en el saber, a su vez, entendido originariamente como el resultado de la apropiación y transformación del legado lingüístico, esto es, significativo, de la cultura (p.ej., aition, pp. 158-165, ch’i, 253-256). Sin embargo, los autores no abordan una comprensión lingüística de dicha clase de saberes —enunciados, inscripciones, différance—, y se inclinan por efectuar un análisis sociológico que les resuelve la interpretación al centrarse en los sujetos agentes —los autores de los textos estarían sometidos a un juego de intereses, valores y necesidades que impulsan a la acción científica— y en definitiva, les permite sostener que las ambiciones personales y las circunstancias sociales determinaron la trasformación cultural (p. i). Entonces se concluye, si el desarrollo científico esta institucionalizado, centralizado, patrocinado y censurado por el estado y si los expertos proceden de un estrato social determinado no ha lugar ni a la competitividad, ni a la rivalidad ni a la disputa, y las creaciones científicas y médicas reproducen literalmente el orden social; por ello, no se da el desarrollo del saber (argumentos, libros, comentarios, memoriales): los científicos se desenvuelven como poseedores de la verdad (p. xv). Y viceversa, el ganarse la vida a través de las ideas suscita tanto la emergencia de una variedad de escuelas y de planteamientos, como la de una diversidad de métodos e insta a la demostrabilidad de las teorías en un ambiente de rivalidad y competitividad —queda así explicada la concepción griega materialista y elementarista del universo—; por ello la escritura es fuente de nuevo y distinto saber (debates, lecturas, diálogos, tratados, comentarios, aquí con el testimonio de Aristóteles) y los científicos aparecen como maestros de la verdad (p. xv). A un lado, China, a otro, Grecia. El método comparativo, en fin, les permite mostrar que la creación del saber es una «manifestación de la totalidad de la vida común», que abre nuevas perspectivas a partir de lo dado, cuando las circunstancias así lo exigen; de ahí que ambas formas científicas acojan valores sociales y, por tanto, que sus similitudes temporales, finalistas y descriptivas (explícitas en la teorización de la relación macrocosmos-microcosmos expuesta en los apartados 5 de los capítulos 4 y 5) supongan meras apariencias. El intento profeso, pero sólo incoado, es visualizar cómo la nueva herramienta, la ciencia, interactúa a su vez en la sociedad.
El objetivo historiográfico y los contenidos y modelos heurísticos aplicados aquí ya habían sido propuestos y trabajados por Lloyd (no hay más que leer el título de su obra Adversaries and authorities. Investigations into ancient Greek and Chinese science, Cambridge, CUP, 1996), donde llegó a proponer como disciplina marco la sociología del conocimiento y, a este respecto, ya he mencionado cómo algunas de las nuevas explicaciones evocan las teorías de la lectura y cómo se puede hablar de un hilo narrativo que continuamente vincula el juego entre la senda y la palabra con la construcción argumental. Por esto, me sigue resultando incómodo que se menosprecie un análisis historiográfico (ninguna referencia sobre esta materia aparece en la bibliografía, y en el texto sólo encontramos menciones genéricas a los resultados vanos extraídos del acercamiento de la historia social, intelectual o cultural), que es justamente el que configura la ordenación de contenidos, siendo uno y otros, por otra parte, ampliamente conocidos: a fin de cuentas, no hay continuidad ni en la ciencia ni en las concepciones; la ciencia es un modo de explorar el mundo físico en el que las acciones de los personajes en sus propias circunstancias formalizan modelos de comprensión (p. xiii), the way and the word, por fin reunidos.

Rosa M.ª Moreno Rodríguez
Universidad de Granada