DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2007, 27: 369-425.

Francisco Fernández Buey. Albert Einstein: ciencia y conciencia, Barcelona, Ediciones de Intervención Cultural / El Viejo Topo, Colección «Retratos del Viejo Topo», 301 pp. ISBN: 84-96356-21-3.

La biografía de Einstein (Ulm, 1879—Princeton, 1955) aquí reseñada resulta paradigmática acerca del valor, dignidad y multiplicidad de usos del género biográfico cuando el acercamiento es intelectualmente crítico y ambicioso en el manejo de las diversas fuentes históricas. En efecto, esta monografía de Francisco Fernández Buey, además de presentar los principales trazos del periplo vital de uno de los más grandes científicos de la humanidad, nos acerca a algunos de los acontecimientos y debates socio-políticos más decisivos en la historia del siglo XX a través del destacado protagonismo que, más allá de sus esenciales contribuciones a la física contemporánea, jugó en ellos este gigante intelectual. El incansable activismo público de Einstein en defensa de la paz hasta el final de sus días hace de él un modelo de la responsabilidad moral y social de los científicos en las sociedades industriales avanzadas. De ahí la relevancia de las lecturas ética y pedagógica que esta biografía también suministra.
Su estructura básica sigue de cerca la cronología vital de Einstein, si bien la organización de los 34 capítulitos no numerados que la integran es temática y analiza el desarrollo de sus inquietudes intelectuales y actividades públicas, dentro y fuera del campo de la física, desde su adolescencia y juventud hasta el final de sus días. Fernández Buey repasa el amplio espectro de temas y problemas que interesaron a Einstein en su insaciable curiosidad, proporcionándonos una visión de su biografía intelectual integrada, coherente y plenamente inserta dentro de las corrientes del pensamiento y de la cultura de su época, sin olvidar tampoco las frecuentes revisiones a que sometió sus ideas extracientíficas en el transcurso de su vida.
Se trata de una síntesis vigorosa, rigurosamente documentada en las las fuentes primarias (incluída la correspondencia de Einstein) y en la bibliografía internacional más reciente sobre su figura y obra, lo que no es óbice para que Fernández Buey haya logrado imprimir a su estudio un estilo claro y ágil que invita a la lectura y amplía notablemente la audiencia potencial del mismo. Así, por ejemplo, no resultan nada desdeñables los plausibles esfuerzos del biógrafo por explicar de forma sencilla y crítica, con sus limitaciones y fracasos, las aportaciones revolucionarias de Einstein a la física contemporánea en el ámbito de la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica. Aunque no aparezcan formalmente establecidas, en esta biografía de Einstein pueden distinguirse tres partes. En la primera (pp. 13-116, capítulos 1-14), centrada en sus años de adolescencia y juventud, se abordan sus destacadas inquietudes en distintos campos filosóficos (ética, lógica, epistemología, metodología, filosofía de la ciencia, metafísica), así como las fuentes intelectuales de que éstas se vieron nutridas, además de exponerse sus contribuciones científicas en el campo de la física.
Una segunda parte, más breve (pp. 117-151, capítulos 15-19), incluye la definición de los principales rasgos de la personalidad y cosmovisión de Einstein, con particular énfasis en sus ideas sobre las relaciones —a su entender no necesariamente conflictivas— entre ciencia y religión; en su concepción de la «religiosidad cósmica», de raíz sobre todo spinoziana; y en su «racionalismo atemperado» (en la acertada expresión de Fernández Buey) que entraba en conflicto con el espíritu positivista de su tiempo. Tal como destaca su biógrafo, Einstein no aceptaba la existencia de líneas de demarcación rígidas entre el conocimiento científico y otros tipos de conocimiento, señalaba las limitaciones del análisis reductivo propio de las ciencias experimentales, rechazaba las exageraciones empiristas de los positivistas, y vindicaba la especulación y la intuición como parte del armamentarium esencial para el conocimiento científico.
La caracterización de Einstein como «un hombre realista y racionalista en física» a la vez que «un idealista en el plano político-moral» (p. 135) abre las puertas a la tercera parte (pp. 152-275, capítulos 20-34) de esta biografía suya, que se centra en su incansable proyección pública, desde su juventud hasta sus últimos días, como activista cívico frente a los grandes males socio-políticos de su tiempo. Fernández Buey aborda de forma específica las ideas de Einstein sobre la cuestión judía (no está de más recordar aquí que prefería un acuerdo razonable y pacífico de la comunidad judía con los árabes a la creación de un estado judío con fronteras, ejército y poder político), su crítica contra los nacionalismos (de la que sólo salvaba al nacionalismo judío porque «su fin no es el poder, sino la dignidad y la salud moral», p. 180), la anarquía económica y el hombre máquina (a raíz de la crisis de 1929), y su defensa de un socialismo liberal y cosmopolita. Ahora bien, el tema estrella de esta última y más extensa parte de esta biografía de Einstein, y que más contribuyó a convertirle en un personaje incómodo, es inevitablemente su pacifismo, cuya evolución al hilo de las gravísimas crisis socio-políticas de que fue testigo en el transcurso de su vida adulta (desde la I Guerra Mundial hasta la Guerra Fría, pasando por la crisis de 1929, el advenimiento del nazismo al poder en Alemania, la Guerra Civil Española, la II Guerra Mundial y las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki) se analiza con cierto detalle. En el relato sobresale su protagonismo cívico, sin que ello implique la renuncia a situar sus actividades en el complejo contexto histórico de la primera mitad del siglo XX, con particular atención al decisivo papel de la ciencia (la física, sobre todo) en la lucha por el control entre las grandes potencias por la hegemonía en el dominio del planeta.
Durante la I Guerra Mundial y hasta comienzos de la década de 1930, Einstein propugnaba un pacifismo radical de marcado signo antimilitarista que arremetía contra las actividades armamentistas de los gobiernos frente a las cuales llamaba a la objeción de conciencia activa y a la desobediencia civil. El nazismo le abrió los ojos acerca de los límites del pacifismo como instrumento de resistencia frente a los regímenes despóticos, y le llevó a propugnar desde EE.UU., donde se había trasladado en 1933, un tribunal internacional y una fuerza de policía supranacional. Ante la Guerra Civil Española en 1937 criticó severamente (para escándalo de Ortega y Gasset, entonces residente en París) a los pacifistas británicos y franceses que apoyaban la política de no intervención de sus gobiernos. En agosto de 1939 firmó una célebre carta dirigida al presidente Roosevelt que le alertaba sobre el supuesto potencial armamentístico de las investigaciones sobre el uranio desarrolladas en el Instituto Kaiser Wilhelm de Berlín que están en los orígenes del Proyecto Manhattan. Tras los bombardeos atómicos norteamericanos en Japón que pusieron final a la II Guerra Mundial, Einstein sufrió agudamente el final definitivo de la «edad de la inocencia» de la ciencia y el destino trágico de los físicos, volcándose en el activismo por la paz y el desarme nuclear desde el «Comité de Emergencia de los Científicos Atómicos», que presidió entre 1946 y 1949 y que propugnaba como aglutinador de los científicos conscientes que habían de liderar este movimiento. En los duros tiempos de la Guerra Fría, acentuó sus críticas contra la carrera armamentística y el militarismo estadounidense que calificaba de «poder desnudo» y cuya deriva «hacia un régimen fascista» denunciaba. Sus últimos años los dedicó a insistir en su vieja idea del gobierno mundial, a defender el socialismo, a vindicar las formas de lucha gandhiana (objeción de conciencia, no-cooperación y desobediencia civil) para resistir al «poder desnudo», y a propugnar el desarrollo de una cultura ética como garantía de supervivencia de la especie humana en la era nuclear.
Albert Einstein: ciencia y conciencia constituye, en suma, una aproximación biográfica a este fascinante personaje, centrada en su proyección pública como librepensador humanista y destacado activista de la paz y los derechos humanos en los tiempos particularmente convulsos que le tocaron vivir. Pese al medio siglo transcurrido desde su muerte, su ideario y el testimonio de su infatigable activismo siguen teniendo validez para iluminar los problemas socio-políticos más acuciantes del planeta en nuestros días. Su énfasis en el ethos de los científicos —la aristotélica «causa final» que la ciencia moderna pretendió desterrar de su epistemología— no puede resultar más oportuno ante la magnitud de dimensiones que han cobrado las implicaciones sociales y morales de la actividad tecno-científica en el mundo global del siglo XXI.

Jon Arrizabalaga
Institución Milà i Fontanals (CSIC, Barcelona)