DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2007, 27: 369-425.

Jeffrey Sachs. El fin de la pobreza. Cómo conseguirlo en nuestro tiempo, Barcelona, Editorial Debate, 2005, 550 pp. ISBN: 84-8306-690-4.

Ni que decir tiene que la pobreza, y más concretamente aquellos y aquellas que la han sufrido y que la sufren, ha sido objeto de estudio histórico desde distintas perspectivas y metodologías. La historia y antropología de la medicina, la historia de la asistencia, la historia social, cultural y de las mentalidades, la historia de la ciencia y de la práctica psiquiátrica han pretendido analizar el complejo fenómeno de la marginación, destacando los elementos económicos, pero también raciales, culturales, sexuales, ideológicos, políticos, etc. que componen la polivalente marginalidad desarrollada en las diferentes sociedades históricas. En este sentido, el interés que despierta el libro de Sachs es incuestionable. Aborda un tema clásico y muy estudiado, el crecimiento económico, pero lo hace desde un ángulo diferente al habitual, desde la perspectiva de la pobreza, y, sobre todo, con una finalidad eminentemente práctica y de gran trascendencia social, por referirse a aspectos esenciales de la vida —la subsistencia— y afectar a una sexta parte de la población mundial. Precisamente, esta llamada expresa a la acción inmediata para acabar con la pobreza en los próximos veinte años, es su mayor aportación. Es cierto que todos los trabajos de ciencias sociales pretenden, en última instancia, ejercer algún tipo de influencia en las conciencias y, a través de ellas, modificar el entorno que nos rodea, pero también lo es que, en pocas ocasiones, esta intención resulta tan explícita y urgente. Así pues, acabar con la pobreza extrema justifica sobradamente éste y otros muchos trabajos, y no caben demasiados rodeos sobre este particular. ¿Por qué entonces realizar un libro sobre este tema si todos estamos de acuerdo con «el fin de la pobreza»? La respuesta no es sencilla, básicamente porque el crecimiento económico sostenido —iniciado por el Reino Unido hace doscientos años— todavía es privilegio de unos pocos países; ya que no ha existido la suficiente voluntad política ni solidaridad social con los menos favorecidos; y, por último, porque, cuando el conjunto social parece que ha tomado conciencia del problema, no existe acuerdo sobre sus causas y, menos, sobre sus remedios. Como todos estaremos de acuerdo en terminar con la pobreza, tal vez resulte interesante al lector conocer el hilo argumental del libro reseñado, al mismo tiempo que los apartados que pueden suscitar mayor interés desde una óptica crítica.
El libro de Sachs, economista y profesor de la Universidad de Columbia 1, tiene como pretensión el ambicioso reto de acabar con «la pobreza en nuestra época». Para el cantante, fenómeno de masas y prologuista del texto, Paul Hewson «Bono», pagar el precio de la igualdad no es sólo cuestión de corazón, sino de inteligencia. E incluso se pregunta si en los tiempos que corren (11-S) no resulta, también, más barato e inteligente convertir en amigos a los potenciales enemigos, que defenderse de ellos. Pero, como bien refiere el subtítulo, el libro no sólo presenta un camino para cumplir el Objetivo de Desarrollo del Milenio para 2015 —reducir la pobreza a la mitad—, sino que tiene como principal virtud mostrar el modo en el que esta ardua tarea puede realizarse por nuestra generación antes del año 2025.
Sachs parte de su experiencia como observador privilegiado, conferida en sus veinte años de asesor cualificado de gobiernos con graves problemas económicos, para contribuir a la acción colectiva de buscar el «éxito económico» de los menos favorecidos. Parte de la premisa de que cuando la ayuda gubernamental y exterior establecen las condiciones previas de infraestructuras básicas (carreteras, energía, puertos) y capital humano (sanidad y educación), los mercados son poderosos motores de desarrollo.
Pero, como él mismo reconoce, su trabajo no responde al importante problema de la desigual distribución de la riqueza en el mundo, sino que desea mostrar «el modo de avanzar hacia la senda de la paz y la prosperidad, basándose en una comprensión detallada de cómo la economía mundial ha llegado a donde está hoy y de la manera en que durante los próximos veinte años nuestra generación podría movilizar sus capacidades para erradicar la pobreza extrema que subsiste».
El voluminoso libro, más de 500 páginas y 18 capítulos, se puede reagrupar para su análisis en tres apartados. El primero (capítulos 1 a 4) teoriza sobre el fenómeno de la pobreza. El segundo (capítulos 5 a 10) diseña un nuevo método de análisis económico («clínico»), a partir de las lecciones prácticas del asesoramiento a gobiernos. Y el tercero (capítulos 11 a 18) concreta la formulación de propuestas y soluciones posibles.
En el primer capítulo, «Retrato de familia mundial», Sachs establece que la erradicación de la pobreza extrema 2 está al alcance de la mano solamente si somos capaces de damos cuenta de la oportunidad histórica que tenemos ante nosotros. Luego el primer paso es comprender «cómo hemos llegado a donde estamos». Si hace doscientos años casi todo el mundo era pobre, será necesario conocer qué factores se esconden tras el llamado crecimiento económico moderno. A ello dedica el segundo capítulo, «La extensión de la prosperidad económica» y, de manera especial, el tercero, «Por qué algunos países no consiguen prosperar». El autor realiza todo ello con la idea de que los países pobres superen la trampa de la pobreza, alcancen el primer peldaño de la escalera del desarrollo y, en definitiva, puedan dirigirse por la senda del crecimiento autosostenido.
http://www.copdes.gov.do/documentos/Bio_Jeffrey_Sachs.pdf#search=%22jeffrey%20sach %20university%20of%20columbia%22
Aunque resulta clave la importancia que Sachs le confiere a la Historia económica en el buen diseño de la política económica de nuestros días, coincido con él —frente a su esquemática presentación del crecimiento económico a largo plazo— en que sólo un diagnóstico riguroso de las circunstancias particulares, donde interactúan múltiples factores (económicos, geográficos, políticos y culturales), permitirá una comprensión precisa de la persistencia de la pobreza.
Justamente en el segundo apartado del libro Jeffrey expone las importantes dificultades que afectan a los países por él asesorados (Bolivia, Polonia, Rusia, China, India, África). Más allá de la inconmensurabilidad de sus trabajos de estabilización monetaria o revitalización económica y de la casuística de inconvenientes y ventajas reconocidos en el camino del crecimiento económico 3, la aportación más importante de este bloque temático reside en el capítulo 4, «Economía clínica», y su debilidad mayor en el 10, «Los moribundos sin voz: África y las enfermedades».
Resulta cierto que la economía del desarrollo de corte neo-liberal (guía de importantes instituciones como el FMI, BM, etc) necesita algo más que una revisión general, como viene denunciándolo persistentemente el Nóbel de economía Joseph Stiglitz. Y, como avanza Sachs, la «economía clínica» puede ser muy útil como nuevo método de trabajo porque comparte al menos cinco lecciones estimables de la medicina clínica, que traducidas al campo de la economía serían: a) las economías son sistemas complejos, b) la complejidad requiere de un diagnóstico diferencial, c) el entorno social tiene gran trascendencia, por lo que los tratamientos deben ser «familiares» (globales) y no sólo «individuales», d) el seguimiento y la evaluación son esenciales para el éxito del tratamiento, y f ) los economistas deben guiarse por cierta ética profesional. Estas recomendaciones, según Sach, deben servir para olvidar la «época de ajuste estructural », inaugurada por los gobiernos conservadores (estadounidense y británico), y que nos hizo creer que los problemas de la sociedad actual se solucionarían con simples cambios en la gestión (pública-privada) de los medios de producción 4. Por ello el autor de libro requiere, antes de establecer un tratamiento para erradicar la pobreza, analizar la sintomatología del paciente, entre otros: la extensión de la miseria, las pautas del gobierno, las barreras culturales y la geopolítica.. Resulta poco coherente, sin embargo, que Sachs tan sólo dedique un capítulo al diagnóstico de la pobreza extrema (el referido a África).
No se puede decir lo mismo respecto al tratamiento de la pobreza, porque el bloque tercero (desde el capítulo 11 al 18) da cumplida cuenta de ello. Tras explicar el contexto histórico y personal bajo el cual asume la dirección del Proyecto Milenio y del Instituto de la Tierra de Columbia, el autor esboza su estrategia para acabar con la pobreza extrema: las inversiones clave que proporcionarán los instrumentos para el desarrollo sostenible. Ello lo realiza, primero, exponiendo las soluciones proyectadas en dos regiones especialmente afectadas por la pobreza (Sauri, en Kenia y Mumbai, en India) y, después, tras teorizar sobre las inversiones requeridas (capital humano, empresarial, natural, institucional e intelectual), documenta 10 ejemplos exitosos que llaman al optimismo 5. Más adelante subraya la importancia de la necesidad de un pacto global realista, de responsabilidad compartida entre pobres y ricos, y los cinco elementos básicos de una verdadera estrategia de reducción de la pobreza: (a) diagnóstico diferencial y (b) planes de inversión, (c) económico, (d) de donantes y (e) de gestión pública. Pero, como la ejecución estratégica no siempre puede abordarse mediante una gestión descentralizada regionalmente, determina cuatro políticas globales de reducción de la pobreza de ámbito supranacional: (a) deuda, (b) comercio, (c) ciencia y (d) medioambiente, que deberían ser dirigidas de manera coordinada por la ONU y sus instituciones especializadas.
Los cuatro últimos capítulos se refieren, no obstante, a las motivaciones. En la medida que la iniciativa de llevar a cabo los Objetivos del Proyecto Milenio parte de los países ricos, Sachs señala que éstos disponen de los recursos (económicos y técnicos) y motivos sociales e individuales (filántrópicos y de seguridad nacional) para asumir un esfuerzo relativamente modesto y cuantificable. Además, no caben antiguas excusas, como el mal gobierno y la corrupción, justificativas de la inacción, ni tampoco soluciones mágicas (p. ej. la libertad económica).
Sachs, por último, llama a la acción —institucional y personal— de nuestra generación en pro de una globalización «ilustrada» que, basada en la cooperación internacional y en la ciencia, promueva sistemas políticos y económicos más justos, capaces de mejorar la condición humana. La agenda para acabar con la pobreza antes de 2025, así pues, requiere varios pasos: compromiso firme del mundo rico, plan de acción (los objetivos del Desarrollo del Milenio son el primer paso), llamamiento a la justicia del mundo pobre, reorientación del papel de Estados Unidos hacia el multilateralismo y de algunas importantes instituciones internacionales (FMI, BM, ONU) a sus principios fundacionales, finalmente: respeto al desarrollo sostenible y compromisos personales.
Desde mi punto de vista, aunque pueda parecer contradictorio, no resulta muy honesto plantear una revisión crítica «al uso» del trabajo de Sachs como las que normalmente se realizan en el capítulo de Reseñas de nuestras revistas científicas. No debemos olvidar que este libro no es un tratado teórico sobre la riqueza y la pobreza de las naciones o el crecimiento económico moderno, ni tampoco valorativo sobre la eficacia o ineficacia asesora de Sachs, aunque lógicamente el autor haya tenido obligatoriamente que retomar estos temas para justificar de forma vehemente su llamada a la acción colectiva. Pero, a mi modo de ver, cuando lo hace su propósito no es tanto sentar cátedra «ex novo», de hecho no aporta ninguna idea extremadamente original sobre lo ya conocido por las diferentes teorías del crecimiento económico (desde Adam Smith hasta Solow), simplemente su exposición tiene una finalidad didáctica: demostrar al público en general los factores que explican el origen de la pobreza y su persistencia, frente a la ignorancia o los argumentos simplistas que llaman a la inacción. Evidentemente, en la argumentación de Sachs se perciben ciertas preferencias teóricas del autor que, al no encuadrarse en ninguna escuela económica determinada, se podrían definir como de un sabio «eclecticismo con preferencias». Esta actitud permite explicar, además, algunas duras e injustas críticas vertidas por ciertos científicos sociales que, olvidando el sentido real y finalista del libro, se han sentido aludidos de manera negativa u olvidados. Sin embargo, hay que reconocer que el entusiasmo de Sachs ha podido resultar a algunos, sobre todo a quienes han venido trabajando en la lucha contra la pobreza durante décadas, como insultante por su frecuente recurso al «easy-to-achieve».
Es cierto que existe, por su parte, una velada crítica a las teorías del crecimiento endógeno, no en vano el autor sostiene que la ayuda exterior es la principal arma de lucha contra la pobreza, pero en reiteradas ocasiones hace alusión a la importancia que juegan los factores propios (recursos naturales e institucionales) para ascender un peldaño en la escalera del crecimiento. Es más, no son pocos quienes han visto en la defensa de los factores geográficos (como poderosos condicionantes del desarrollo), así como en la desmitificación de la corrupción de los países pobres (como elemento insalvable para mantener la eficacia de la ayuda económica exterior), también, cierta exageración y determinismo económico en el primer caso, e ingenuidad peligrosa, en el segundo 6. Del mismo modo, Sachs se despacha en más de una ocasión en contra de las últimas corrientes neo-liberales que han tendido a simplificar los modelos de crecimiento, garantizando el éxito de aquellos que siguen sus proclamas liberalizadoras y privatizadoras, rechazando cualquier tipo de ayuda estatal por inútil e incluso perniciosa bajo viejos pretextos. Pero, frente a lo que cabría pensar inicialmente, esto no es óbice para encontrar en Sachs a un ferviente defensor de las virtudes del mercado, una vez que los países pobres dejen de serlo y puedan beneficiarse de la globalización. Eso sí aunque, entretanto, resulta imprescindible la ayuda institucional y económica de los gobiernos del mundo rico y contar con la colaboración institucional de los países pobres. En esta reseña no quisiera caer en la trampa de los críticos de Sachs, entre otras cosas porque encuentro que son muchísimas más las virtudes que los defectos.
De todos modos, de manera sintética, me gustaría señalar que el estilo de libro es ágil y de fácil lectura. El autor lo ha escrito, de acuerdo a su finalidad, para el gran público (best-seller). Pero, teniendo en cuenta este último criterio, probablemente la obra hubiera aumentado su repercusión lectora si el autor hubiera resumido la parte biográfica a su mínima expresión, sobre todo cuando los problemas tratados afectan a países que no cabe calificar de extremadamente pobres. Desde el punto de vista del análisis, la historia económica y la propia realidad nos viene demostrando que los procesos de crecimiento económico, frente al modelo lineal descrito por Rostow 7, siguen caminos diferenciados porque, aunque las tendencias puedan ser semejantes, sus resultados son fruto de la interacción de múltiples factores (capital humano y capital físico), cuya dotación y uso eficiente (PTF) ha sido desigual geográficamente y cambiante a lo largo del tiempo. Si se conviene que el modelo de desarrollo no es único y, como dice el autor, la superación de la pobreza extrema requiere de un diagnóstico y tratamiento «clínico» para cada caso, el autor, junto a su interesante propuesta canalizada a través de la ONU, hubiera hecho bien en subrayar que caben otras soluciones y escenarios institucionales complementarios y/o alternativos 8, porque ante el tamaño de la tarea toda ayuda siempre será poca. Mientras muchos economistas se devanan los sesos por buscar la solución más eficiente, hay otros que se limitan a buscarla y ponerla en práctica. Evidentemente, todos los esfuerzos son necesarios, pero en el tema de la pobreza es y ha llegado la hora de la acción.

1. Para disponer de una idea más completa de la trayectoria académica y profesional del autor puede verse entre otras la siguiente página:
2. Esta se identifica con el último escalón de la «escalera del desarrollo», que afecta a una sexta parte de la población mundial, y se localizada preferentemente en Extremo Oriente, sur de Asia y África subsahariana.
3. Entre otros, se pueden destacar la importancia de los condicionantes geográficos y políticos —reformas del mercado—, de la ayuda exterior (inversión y condonación de la deuda), de la participación ciudadana y de la improvisación o falta de preparación de ciertos gobiernos e instituciones internacionales.
4. Así se identificó el mal gobierno a la excesiva intervención, propiedad y gasto estatal y se propuso como remedio el mayor control presupuestario, las privatizaciones y las liberalizaciones, bajo «el buen hacer» de la gestión privada.
5. Revolución verde en Asia, erradicación de la viruela, campañas para la supervivencia infantil y la malaria, Alianza Mundial para la Vacunación y la Inmunización, control de la ceguera de los ríos de África, erradicación de la poliomielitis, difusión de la planificación familiar, zonas de procesamiento de exportaciones en Extremo Oriente y revolución del teléfono móvil en Bangladesh.
6. KLEIN, Joseph A. Global deception. The UN´s stealth assault on America´s freedoms, Los Angeles, World Ahead Publishing, 2005, pp. 58-60.
7. ROSTOW, W. W. The stages of economic growth: a non-communist manifiesto, Cambridge, Cambridge University Press, 1961.
8. Entre ellos, porque no, se puede recoger algunas ideas de sus más fervientes críticos. Resulta difícil pensar que Sachs no reconozca la importancia de lo que William Easterly llama «piecemeal reform approach», en contra de su «utopian social engineering», que consiste en la suma de cambios más pequeños acumulativos en el tiempo y fáciles de evaluar. Nada nuevo bajo el sol, simplemente validar e integrar el trabajo desplegado por las diferentes instituciones humanitarias (ONGs, etc.) ya existentes, con la idea de generar todas cuantas sinergias sean posibles. EASTERLY, William, A modest proposal, reviewed of the end of poverty. Economic posibilitieis for our time, The Washington Post, Sunday, March 13, 2005, p. BW03. Sobre la ventajas de los programas integrados frente a los parciales, desde el punto de vista financiero, Dejak señala que con ello se evita la dependencia de los donantes y los altos costes de transacción de los programas más pequeños, pp. 145-146. DEJAK, Bojan. The Cold War was won in the nineties: or a short history of the European bank for reconstruction and development, Victoria (Canada), Trafford Publishing, 2005.

José Ángel Garrués Irurzun
Universidad de Granada