DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2007, 27: 369-425.
Diego Armús (eds.) Disease in the History of Modern Latin America: From Malaria
to AIDS, Durham, Duke University Press, 2002. ISBN: 0-8223-3057-1.
Desde el título, Enfermedad en la historia de América Latina moderna, mismo se plantea
el propósito de esta colección de ensayos: una mirada a la historia a través de la óptica
de la enfermedad. Lejos ya de una historia de la medicina como relato heroico de una
ciencia que avanza, o de la “conquista” de una enfermedad determinada, los trabajos
aquí recopilados dan cuenta de una disciplina consolidada en el continente, que enriquece
el estudio histórico al conceptualizar la enfermedad como lugar de decantación
de interacciones políticas, económicas, sociales y culturales y al incluir la salud y la
enfermedad como elementos importantes de la experiencia histórica.
El libro consta de once ensayos, laxamente organizados de forma cronológica, que
abarcan el siglo XX y estudian, además de Brasil, México y Argentina (los países más
representados en los estudios latinoamericanos en Estados Unidos), enfermedades en
Colombia, Perú y Bolivia. A cada ensayo corresponde una enfermedad: malaria, histeria,
enfermedad de Chagas, tuberculosis, lepra, uncinariasis, sífilis, hospitalismo, enfermedades
mentales, cólera y SIDA (que en Brasil conservó su acrónimo en inglés AIDS).
Sus autores son reconocidos estudiosos del tema que trabajan en América Latina o en
universidades estadounidenses.
El excelente ensayo introductorio de Diego Armús da cuenta de la riqueza de la
producción reciente en el campo de la historia de la medicina, la salud pública y la
historia social de la enfermedad en las últimas dos décadas en América Latina. Los trabajos
recopilados en el libro son una muestra de lo mejor que se escribe actualmente
en este campo, ilustrando la variedad de temas y perspectivas abiertas a la investigación.
Logrando con éxito “evitar la tentación de concebir la historia de la enfermedad
en la región como centrada necesariamente en las enfermedades tropicales,” (p. 1) no
por ello deja esta colección de incluirlas, pero como parte integral de la historia de la
modernización de América Latina durante el siglo XX.
De este proceso de modernización hace parte el interés del gobierno brasileño en
sanear la región amazónica entre 1900 y 1920, en un periodo de intensa explotación
cauchera. El ensayo de Nancy Stepan sobre las encuestas maláricas emprendidas en
esta zona nos muestra una “versión local de un estilo internacional de investigación”
(p. 27). Estos estudios, llevados a cabo por científicos reconocidos internacionalmente
(Oswaldo Cruz, Carlos Chagas), alcanzan conclusiones originales y están animados por el
compromiso de aplicar una ciencia nacional a las necesidades de desarrollo del país.
El propio Carlos Chagas ocupa un lugar central en el trabajo de Marilia Coutinho
sobre medicina tropical en Brasil. En 1909 Chagas describió la enfermedad que lleva su
nombre. Su historia hace parte, en palabras de la autora, del “tipo tropical de medicina
tropical” (p. 79). Se resalta aquí la actividad científica en una región periférica, inserta
en una red internacional de intercambio científico pero con motivaciones locales y una
agenda política propia. No se trata ya de la empresa imperial de potencias europeas,
sino de una investigación estrechamente ligada a la construcción de una identidad
nacional.
En México, la campaña contra la uncinariasis iniciada por la Fundación Rockefeller
en 1924 se transformó, según Anne-Emanuelle Birn, en vehículo de legitimación del
gobierno revolucionario, ofreciendo algo para cada quien: servicios de salud pública rural
en forma de letrinas, tratamientos y educación para los campesinos, reconocimiento y
cargos públicos para una elite médica, materia de negociación para los politicos, una
misión redentora para los funcionarios de la Rockefeller y buena prensa para los Estados
Unidos. Todo ello pese a que la uncinariasis no fue nunca un problema epidemiológico
de importancia en México, como sí lo fue en otros países de América Latina.
También en el México revolucionario se enmarcan otros dos ensayos: Katherine
Elaine Bliss estudia la sífilis como problema que ocupó a médicos y salubristas durante
varias décadas en su propósito de proteger a las generaciones futuras. Si por una parte
la guerra en los campos llevó a miles de mujeres jóvenes a la capital, muchas de ellas
sin más opción que la prostitución, por otra parte el gobierno revolucionario intentó
desarrollar una política de prevención de la sífilis acorde con nuevos ideales: transformación
de las ideas populares y atávicas sobre la sexualidad y la enfermedad a través
de la educación; educación guiada por una salud pública que busca la integridad del
cuerpo nacional.
Disminuir la mortalidad infantil fue otra de las metas del estado revolucionario
mejicano. Proveer el más avanzado cuidado hospitalario para niños huérfanos fue una
de las intervenciones desarrolladas durante la década de los veinte. Paradójicamente,
los niños institucionalizados languidecían, con peores resultados que al lado de sus
miserables familias. Ann S. Blum, partiendo del trabajo de médico Gómez Santos en
el orfanato público de ciudad de México, nos muestra la consolidación de una ciencia
pediátrica en México, atenta a los desarrollos internacionales pero respondiendo a
necesidades nacionales, redefiniendo en el proceso la maternidad, la eugenesia y la
política social con ideales revolucionarios.
El caso de la lepra en Colombia, analizado brillantemente por Diana Obregón, nos
muestra otro ejemplo en el que el control de una enfermedad se convierte en asunto
de prestigio nacional. Sirviendo a los médicos para legitimar su autoridad en materia
sanitaria frente a las instituciones de caridad, la lepra es asumida por el gobierno nacional
como prioridad de salud pública, paso indispensable para la construcción de
una sociedad moderna.
El estudio de Ann Zulawski, utilizando los registros del Manicomio Nacional
Pacheco, nos abre una ventana a la experiencia de ser enfermo mental en la Bolivia
de la década de los cuarenta, que pasa por las categorías de género, clase y raza.
Armús estudia la cultura popular del Buenos Aires de la primera mitad del siglo XX,
especialmente el tango, para mostrar cómo la tuberculosis es reiterada como metáfora
de la caída de las mujeres proletarias que abandonan su entorno doméstico, en
una época de rápidas transformaciones sociales. También en Buenos Aires se sitúa
el ensayo de Gabriela Nouzeilles, que interpreta lo que se describió como epidemia
de histeria entre las mujeres porteñas a finales del siglo XIX como intersección de
poder patriarcal y resistencia desplazada, manifestación de la ansiedad generada por
la intensa modernización.
Dos ensayos sobre epidemias al final del siglo XX cierran el libro. En su análisis
sobre la epidemia de cólera en Perú en 1991 y la forma en que el gobierno manejó
la situación, Cueto nos muestra con claridad la naturaleza profundamente política del
control de las enfermedades. Frente a las causas fundamentales de la epidemia, sociales
y económicas, se opta por una definición de la enfermedad en términos de riesgos y
comportamientos individuales, a tono con las políticas neoliberales que están siendo
implementadas en ese periodo. Patrick Larvie estudia la interacción entre el concepto
de una peculiaridad sexual brasileña y el imperativo de desarrollar un estado nacional
moderno. Utilizando la respuesta al SIDA como objeto de análisis, arguye que teorías
de las primeras décadas del siglo XX sobre una peculiaridad de la sexualidad brasileña,
que han sido uno de los pilares de la construcción de la identidad nacional, se reconfiguraron
en los años 80s para explicar la epidemia de SIDA y diseñar una respuesta
netamente brasileña.
Este libro es esencial para quienes estén interesados en la historia de la enfermedad
en América Latina, pero también para los estudiosos de América Latina en general.
A través de la enfermedad, cada uno de los ensayos nos muestra diversas caras de la
modernización de la sociedad y la construcción y legitimación de estados que ha tenido
lugar durante el siglo XX en toda la región. La medicina, como la manifestación más
desarrollada de la ciencia en todos los países latinoamericanos, ha sido uno de los más
importantes aliados de cualquier gobierno en estos procesos. Por ello, no sorprende que
estos estudios se realicen estrictamente dentro del marco de las historias nacionales.
Falta aún una perspectiva regional, o una historia comparativa que no tenga como
único referente las metrópolis de cada periferia.
Paola Mejia
Columbia University (EE.UU.)