DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2007, 27: 369-425.
Enrique Beldarraín Chaple. Los médicos y los inicios de la antropología en Cuba,
La Habana, Fundación Fernando Ortiz-Ediciones Pontón Caribe S.A., 2006, 248
pp., 17.5 cm., ISBN: 959-7091-61-5.
Se trata de un libro de formato cómodo organizado internamente en siete capítulos.
Contiene también secciones de Agradecimientos e Introducción, una titulada Testimonio
gráfico, la bibliografía y un currículum del autor. Es una edición becada por la Fundación
Fernando Ortiz con financiamiento del Fondo de Desarrollo para la Educación y
la Cultura de Cuba y fue presentado en sociedad en el Centro Nacional de Información
de Ciencias Médicas de La Habana en julio de 2006.
El primer capítulo, Medicina y Esclavitud, está dedicado en esencia, al testimonio
de la medicina académica isleña sobre varios aspectos de la población negra esclava
usando para ello cuatro obras escritas por médicos alrededor del siglo XIX cubano.
De estas obras, Beldarraín Chaple describe y comenta segmentos que le resultan
interesantes que incluyen aspectos demográficos, sanitarios, fisiopatológicos y clínicos.
Destaca, frente al corto recibo que les dio la comunidad científica local, el carácter
pionero de las obras, las vicisitudes de su difusión, la trayectoria de los autores y de
otros médicos nacionales. El capítulo está ambientado con la suerte de los aborígenes
tras el descubrimiento de América por los españoles como antecedente de la esclavitud
negra. En el segundo capítulo, Medicina de los indios de la isla de Cuba, de igual
manera, trae el libro las noticias de tres obras de médicos cubanos que versan esta
vez sobre la medicina indígena de la isla y no desde observaciones propias, como los
anteriores autores, sino que usan como fuente los textos de los cronistas españoles de
la Conquista. Los autores releen los clásicos para extractar aspectos de la vida de los
siboneyes y taínos, incluidos los referentes a su práctica médica, y presentarlos ante
sus colegas como ejercicio académico entre 1880 y 1936. El tercer capítulo inspecciona
la actividad de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana y
su órgano oficial de publicación para dar cuenta de la presencia de intereses antropológicos.
Este organismo, de composición mayoritariamente médica, en las últimas
décadas decimonónicas recibió trabajos, acogió debates y patrocinó expediciones
que el autor clasifica como de corte antropológico. De ellos se dan fechas, títulos de
los trabajos y apuntes sobre la formación de sus autores, sus opiniones y su consideración
en el medio académico habanero. Dedica atención especial a la escisión de la
sección de antropología de la Real Academia para formar un nuevo organismo según
directiva matritense informada en 1877. El nuevo ente, la Sociedad Antropológica de
la Isla de Cuba, es el motivo del cuarto capítulo, desde su fundación en 1877 hasta su
disolución en los últimos lustros del siglo. Los fundadores, los objetivos proclamados
y los temas que animaron las sesiones y su revista son comentados desde el archivo
de actas y publicaciones de la sociedad. Los capítulos 5 y 6 tratan, respectivamente,
la participación protagónica de los médicos en la cátedra de antropología de la Universidad
de La Habana y el carácter antropológico impuesto por ellos a la medicina
legal isleña. El primero da cuenta de la fundación y desarrollo de la cátedra en las
décadas iniciales del siglo XX, de las materias dictadas y de los textos de estudio, y,
también, de la participación de los médicos como directores y benefactores del Museo
de Anatomía Comparada (1823) y del Museo Antropológico Universitario (1903). Sobre
los peritajes médico-legales se enfatiza su realización con técnicas antropológicas que
fueron aplicadas durante el siglo XIX a dirimir problemas raciales y de identificación de
esclavos muertos por lesiones. Luego, en el siglo XX, se expone el recibo del legado y
su ampliación por los médicos de la Comisión de Medicina Legal de la Academia de
Ciencias. El último capítulo se titula Doctrina médica neofascista: eugenesia, homicultura
y algunos médicos cubanos de inicios del siglo XX. Trata la invención de la homicultura
por médicos cubanos como una disciplina dedicada a producir y aplicar conocimiento
científico para evitar la degeneración de la especie humana y promover su mejoramiento.
También toca el proyecto médico de hacerla una ciencia nacional y mundial
en la primera mitad del siglo XX. Finalmente, sus relaciones con la eugenesia y los
debates médicos sobre la mezcla de razas, las conductas antisociales, la inmigración
antillana, jamaicana y china, entre otros temas.
El libro entrega justamente lo que ofrece en su título Los médicos y los inicios de la
antropología en Cuba. Reúne un abundante material, probablemente disperso, en torno
al eje médicos-antropología que hace loable el esfuerzo. La vinculación de trabajos histórico-
médicos a este eje y, por tanto, su inclusión en el libro, se ve favorecida por el uso
de una acepción amplia de la disciplina antropológica y su abordaje metodológico. El
único criterio limitante sería el que tales trabajos puedan vincularse a los prolegómenos
de la antropología isleña. A mi entender, esto lleva al texto a contemplar las incursiones
médicas en un dilatado período de tiempo y sobre una mayúscula diversidad de temas
que le dan un acentuado carácter enumerativo y pandean su calado analítico. Explicaría
también una común ausencia del contexto y que se queden sin profundizar asuntos
de la importancia del racismo científico o de los efectos prácticos de la homicultura y
la eugenesia en el pueblo cubano, o del proceso de institucionalización de la ciencia a
través del discurso médico y su influencia en la configuración de la nación, o, también
por ejemplo, el carácter colonialista que tal vez tuvo en muchas ocasiones la antropología.
El texto se inscribe en la tendencia tradicional de la historiografía de la medicina,
es decir aquella originada en la medicina facultativa, en sus archivos y dedicada a la
celebración del saber y las prácticas de la profesión. Estos médicos, la mayoría formados
en el extranjero y discípulos de eminentes maestros, son miembros de la élite social
habanera, altos funcionarios del gobierno y políticos. Ellos escribieron para sus colegas
de la academia, fueron precursores en la difusión de la ciencia europea y protagonizaron
hitos como la apertura de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia en 1909, «nuestro
primer ministerio y primero a nivel mundial» (p. 208), como la introducción y desarrollo
de la homicultura que «tuvo gran florecimiento y esplendor en Cuba, considerada su
verdadera cuna» (p.189), o, el descubrimiento del homo cubensis «uno de los temas más
polémicos de la antropología cubana e internacional» (p. 164). Fotografías de algunos
de estos médicos, de las portadas de sus trabajos, de la sede de la Real Academia que
los convocó y de las deformaciones elefantiásicas de unos de sus anónimos pacientes
se reproducen en la sección de Testimonio Gráfico (pp. 213-232). Así, la sesquicentenaria
revisión realizada, es enfocada a proveer argumentos para la tesis de los médicos
antropólogos pioneros, en el marco de un añorado dominio de la medicina sobre la
antropología y de una inexplicada exclusión de la materia antropológica en la cátedra
de medicina de la Universidad de la Habana.
En mi opinión, quien lee el libro lamentará particularmente la insuficiencia del
contexto de los hechos y la privación de información para el contraste, así como de
bibliografía crítica. Esto permite una narración sin tensiones en la que las fracturas del
proyecto médico son tímidamente atendidas y se transmite la idea de una opinión única
de la que se ausentan los demás hombres y todas las mujeres del entorno cubano.
Una hagiografía, en fin, que pretende en ese sentido definir la historia. De otra parte,
son ausencias que también facilitan otro riesgo historiográfico que el autor asume a
veces cuando juzga desde el presente las «abominables» actuaciones de los esclavistas
(capítulo 1), o el uso de las nociones de asepsia y contagio en la medicina indígena
(capítulo 2) o las «ideas científicas absurdas» de la eugenesia de principios del siglo XX
(capítulo 7). Son cuestiones con las cuales se endeuda Enrique Beldarraín que junto a
los deslices en la gramática normativa y otros detalles no cuidados de la edición me
hacen pensar en esta obra como la trascripción apretujada de un magnífico cuaderno
de apuntes de investigación cuyas notas de campo se ordenaron apresuradamente en
un producto prematuro.
Marco Aurelio Luna
Universidad de Granada,
Universidad de Pamplona (Colombia)