DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2006, 26, 323-366.

Michael STOLBERG. Homo patiens. Krankheits und Körpererfahrung in der frühen Neuzeit, Köln/ Weimar/ Wien, Böhlau Verlag, 2003, 303 pp. ISBN: 3-412-16202-7.

El propósito de elaborar una historia de la medicina desde el paciente, del que algo viene hablándose aunque no todo lo que la propuesta merece desde hace un par de décadas, ha encontrado su realización más concreta, hasta donde llegan mis noticias, en el presente libro del historiador alemán de la medicina Michael Stolberg. Interesado yo mismo en esta perspectiva no puedo sino celebrar su aparición, especialmente porque, salvando algunos aspectos que comentaré, y que me producen alguna inquietud, el estudio de Stolberg es sumamente sólido, brillante en no pocas ocasiones, y representa desde luego el paso más firme dado en esta dirección.
Desde el punto de vista metodológico el libro presenta una novedad de gran valor: está basado en el análisis de centenares de cartas enviadas a algunos médicos por sus pacientes con el fin de hacerles conocer su estado de salud o solicitar prescripciones dietéticas o terapéuticas susceptibles de mejorar su situación; verdaderamente, una buena manera de escuchar la voz del paciente. Los destinatarios, médicos célebres, pertenecen a períodos diferentes de la modernidad y según nuestros criterios historiográficos, de la contemporaneidad, de modo que el subtítulo de la obra induce alguna confusión en el lector español, que podría pensar que Frühe Neuzeit hace referencia al Renacimiento ese fue mi caso, cuando de hecho alcanza el siglo XIX.
Entre los recipiendarios de la correspondencia se encuentran Leonhard Thurneisser, Albrecht von Haller, James Jurin, Samuel Auguste Tissot y Samuel Hahnemann, junto a otros autores menos conocidos de los que da cuenta Friedrich Hoffmann en su Medicina consultatoria. Como puede verse, una muestra más que notable, de la que sin duda pueden extraerse conclusiones muy sólidas.
Precisamente la sección introductoria se cuida de mostrar las cautelas adoptadas por el autor en el manejo de un material cuya capacidad de seducción es muy alta. La descripción de las fuentes y el manejo de la bibliografía relativa al tema, menos escasa de lo que podría parecer por lo que ahora diré, son prácticamente irreprochables aunque a ese «prácticamente» habré de referirme al final y merecen una mención especial por cuanto demuestran un gran conocimiento del campo de trabajo, así como una notable capacidad de análisis. Quien pretenda seguir por este camino hará bien en tener en cuenta las referencias citadas por Stolberg y su manera de utilizarlas. Hay que señalar que, dada la escasez de bibliografía sobre el problema objeto de la investigación el homo patiens buena parte de la bibliografía citada hace referencia a los estudios, tanto historicomédicos como antropológicos, a menudo elaborados por historiadores no médicos, relativos al cuerpo propiamente dicho. En este sentido la mención expresa a la Körpererfahrung en el subtítulo hace justicia a este extremo, aunque ello no signifique que la información sobre la Krankheitserfahrung sea escasa. Más bien sucede lo contrario, y es el peso de la bibliografía ya circulante, que se pone de manifiesto en la sección metodológica, lo que debe de haber motivado la decisión del autor al titular su libro. En todo caso éste es un argumento más para considerar especialmente importante el trabajo de Stolberg, que desde luego permite contemplar esa «experiencia de la enfermedad» con una inmediatez a menudo desgarradora.
El cuerpo de la obra está estructurado en tres partes, de las cuales, sin desmerecer a ninguna de las otras, es la primera la más original y la que más fielmente cumple con los objetivos del estudio, o más bien con sus pretensiones teóricas. Esa primera parte, «la cotidianidad del estar enfermo » (Kranksein im Alltag) es, a mi parecer, soberbia tanto por lo que ofrece como por el modo en que lo hace. La estructuración del índice es excelente incluso para su eventual utilización docente cosa que yo, concretamente, me propongo hacer de inmediato: temas como la experiencia del sufrimiento, la búsqueda del sentido de la enfermedad, la «reconstrucción narrativa de la propia historia vital», los miedos suscitados por la enfermedad o «la sociedad de la cabecera de la cama» el perfil de quienes, a lo largo de la época estudiada, rodean al enfermo con voluntad de ayuda resultan apasionantes, especialmente por estar descritos en primera persona. A menudo lo expuesto no descubre nada nuevo, en el sentido estricto del término; pero viene a refrendar con una fuerza inusitada lo que se sabía o se conjeturaba. Otras veces el material consultado aporta novedades, e incluso corrige algunas apreciaciones precedentes.
La segunda parte, «percepciones e interpretaciones», siendo igualmente apasionante, no alcanza el calado teórico de la primera salvo en sus primeros apartados, relativos a la popularización médica y a la formalización cultural de la enfermedad; pero el enorme caudal de testimonios en torno a las entidades morbosas que se citan —Plethora, apoplejía, peste, sífilis, cáncer, tisis...— constituye una auténtica danza de la muerte o de la enfermedad, tan impresionante como las pictóricas, o tal vez más aún.
Por fin la tercera parte, «experiencia de enfermedad y discurso dominante », se centra en el surgimiento del «cuerpo ¿emotivo? ¿sentimental?» (empfindsam), estudiando monográficamente los «vapores», la «hipocondría» y la «histeria», por una parte, y la masturbación por otra. Una vez más la lectura resulta enormemente atractiva y aleccionadora.
En su conjunto la obra da tanto como propone, y eso es mucho. Pues a partir de ella pueden emprenderse nuevas investigaciones, así como dar un aire diferente a otras ya en curso. Es lástima que, al estar escrita en alemán, su lectura se vea limitada, ya que hay que considerarla, sin ambages, como una obra fundamental en el panorama de la historia de la medicina.
Sin embargo, como anuncié al comienzo, hay en ella un par de aspectos menos brillantes, obra humana es al fin y al cabo, que deben ser mencionados. Uno de ellos es la relativa falta de atenimiento al esquema propuesto: que la obra termine con un apartado dedicado a la masturbación y al discurso antimasturbatorio parece quitarle buena parte de sus pretensiones, no sólo legítimas, sino dignas de aplauso, de sistematicidad. Comenzar hablando del ser humano enfermo y concluir con «un nuevo habitus burgués» no resultará decepcionante solamente para aquél que haya leído la obra entera y la haya almacenado creativamente en su cerebro. Se echa en falta una amplia conclusión que conduzca al lector al territorio que el autor no debería haber abandonado, el del homo patiens. Y precisamente en relación con este latinismo viene a cuento mi segunda crítica.
He dicho, y lo sostengo, que la reflexión teórica del autor es irreprochable, y que la bibliografía que maneja abundante y excelente. Pero produce una extraña turbación, al menos a mí me la produce, que en esa bibliografía no exista una sola referencia a Heinrich Schipperges. El difunto maestro de Heidelberg publicó en 1985 un libro con el mismo título, Homo patiens, subtitulado «para la historia del hombre enfermo», y desde mucho tiempo atrás propugnaba la necesidad de construir una historia de la medicina «desde el paciente»; yo lo escuché de sus propios labios en 1982 y dudo que inventara esa consigna para mí. Nueve años más tarde apareció su Gute Besserung. Ein Lesebuch über Gesundheit und Heilkunst, muy parecido en algunas de sus partes al libro objeto de esta recensión, aunque bastante más modesto en sus pretensiones. De hecho los esfuerzos de Schipperges en pos de una medizinische Anthropologie no aspiraban a otra cosa, y en ese empeño se encontró con su casi gemelo español, Pedro Laín Entralgo, de quien por cierto cita Stolberg un trabajo publicado en alemán en Antaios en 1961. Hay que decir que, a mi parecer, en este tema el maestro alemán llegó más lejos que el español, lo que hace aún más extraña su ausencia de la obra de Stolberg. Como tantos otros ¡pero él mismo es alemán! Stolberg atribuye la paternidad de la idea de una «historia de la medicina desde abajo» a Roy Porter (1985). No pretendo entrar en estériles polémicas acerca de «quién lo dijo antes»; pero en estas circunstancias el hecho me produce, como ya he señalado, malestar, pues o bien representa un exponente más del hecho, enormemente triste para la diversidad cultural, de que «lo que no está escrito en inglés no existe» y en ese caso tengo que llamar en mi socorro, y en el de muchos, a todos aquellos que defienden a las minorías, o bien haría pensar en otro asesinato psicoanalítico del padre.

LUIS MONTIEL
Universidad Complutense de Madrid