DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2004, 24, 307-358.
DEBRU, Armelle; PALMIERI, Nicoletta; JACQUINOD, Bernard (eds.).
«Docente natura». Mélanges de médicine ancienne et médiévale offerts à
Guy Sabbah, Saint-Étienne, Université de Saint-Étienne, 2001, pp.
329. ISBN: 2-86272-230-8
Esta obra en honor del conocido latinista Guy Sabbah, parte de cuya
valiosa labor investigadora ha estado dedicada al estudio de textos médicos
latinos, reúne aportaciones de discípulos y amigos. Se trata de quince estudios
de corte filológico que discuten problemas textuales en las obras de diversos
autores mayoritariamente de la antigüedad, analizan referencias a autoridades
médicas o a cuestiones de carácter médico en la producción literaria de otros,
y examinan la terminología empleada para nombrar distintas funciones y
elementos. En esta última categoría se encuentran tres artículos que abordan,
respectivamente, los usos lexicográficos latinos sobre la producción de voz y
sobre la respiración, y la terminología griega para los antídotos. En los ensayos
dedicados al análisis de cuestiones textuales se examinan algunos pasajes de
obras como la Historia natural de Plinio, el tratado veterinario de Nemesio, la
correspondencia epistolar entre Frontón y Marco Aurelio, el libro III de la
obra de Aretaeus y las Composiciones de Escribonio Largo. Algunos de ellos
ofrecen nuevas interpretaciones o dan a conocer algunos elementos que no
habían sido señalados con anterioridad. Si bien ninguna de estas aportaciones
supone una contribución fundamental para nuestro conocimiento de los textos
estudiados, su valor reside en aportar pequeñas pero sólidas contribuciones
al estilo de las que durante los últimos treinta años han ido consolidando lo
que hoy sabemos sobre la medicina antigua, y sobre su evolución y transmisión
a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento.
Pero antes de pasar a valorar la validez de la filología como instrumento
interpretativo para la historia de la medicina, me gustaría proseguir con un
repaso sucinto al contenido del resto de los artículos. Uno de ellos discute la
influencia del metodismo en Cassius Félix, y otro ofrece unas correcciones a
los comentarios alejandrinos sobre Hipócrates y Galeno. Del mismo modo,
otro ensayo aporta también algunas observaciones sobre los comentarios a
Galeno, esta vez de los comentadores de Rávena. Además, contamos con una
relectura de las referencias a Hipócrates y Galeno en los escritos de Jerónimo,
notas sobre la disección de un elefante por Galeno, y los consejos sobre
preparados para calmar a un paciente ofrecidos por un miembro de la Universidad
de París de fines del siglo XIV y principios del XV. De esta relación se
desprende que el contenido de los artículos comprende un amplio espectro de
temas, si bien todos ellos tienen en común el estar basados en el análisis
filológico de textos, como no podía ser de otra manera tratándose de un
homenaje a Guy Sabbah.
Como filóloga no puedo menos que congratularme por la publicación de
un trabajo de este tipo, ya que soy consciente de la aportación inapreciable
para la historia de la medicina que se ha hecho desde la filología. No a través
de descubrimientos espectaculares y definitivos, sino de la labor modesta, con
frecuencia lenta, a menudo ingrata, de ir fijando textos y descubriendo cómo
se produjeron y transmitieron, haciéndolos accesibles a otras y otros historiadores
y contribuyendo a nuestro conocimiento de cómo se elaboró y se transmitió
el saber médico de la antigüedad. Sin embargo, la filología como campo
del saber tiene sus limitaciones. ¿Qué disciplina no las tiene? Se le ha reprochado
con frecuencia la aridez en los planteamientos y en la exposición de
argumentos, la tendencia al exclusivismo que parece caracterizar a algunos
círculos filológicos, la supuesta ausencia de un objetivo claro en los trabajos de
investigación que a veces parecen no llegar a ningún sitio, sino que se justifican
en sí mismos. He oído estos argumentos de boca de historiadores en
muchas ocasiones y si, en general, me parecen con frecuencia injustos, he de
reconocer que parte de la responsabilidad de esta imagen se debe a la actitud
y a los planteamientos metodológicos que se observan en parte de las publicaciones
e intervenciones públicas (congresos y conferencias) de algunas y algunos
filólogos.
Esta reflexión es perfectamente aplicable a este volumen. Todos los trabajos
presentados en él demuestran una calidad indiscutible, a veces regada de
erudición. Pero erudición no es siempre sinónimo de trabajo bien hecho o de
resultados interesantes y significativos. En general, las autoras y autores de los
artículos no han parecido tener en cuenta a otros lectores más que a sus
colegas especialistas en el tema. Algunos ensayos están repletos de abreviaturas
difíciles de interpretar si no se está familiarizado con la especialidad (incluso
para filólogos de otras especialidades) y las citas en latín y griego, imprescindibles
cuando se tratan cuestiones textuales, no han sido acompañadas de
traducción, incluso cuando algunas se presentan como el principal argumento
esgrimido. Estos aspectos no sólo hacen ardua la lectura, sino que excluyen a
todas y a todos los que no posean conocimientos amplios de latín y griego, e
invalidan la que, para mí, es una de las funciones fundamentales de la filología
en relación con otras disciplinas, la de hacer accesible las fuentes escritas en
lenguas cuyo conocimiento está poco extendido. En un par de ocasiones, a
pesar de la erudición demostrada por el autor, el artículo no parece dirigirse
a ningún sitio, limitándose a dar una lista de datos, sin ofrecer ningún tipo de
análisis o de conclusión que justifique el estudio.
Esta no es, sin embargo, la tónica general del volumen. Algunos artículos
me han parecido muy interesantes, con planteamientos metodológicos novedosos
e, incluso, de lectura amena. En general, el libro posee una gran calidad y se
presenta como un instrumento de trabajo válido para filólogos especialmente,
pero también para historiadores de la medicina.
CARMEN CABALLERO NAVAS
Universidad de Granada