DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2004, 24, 307-358.
Consuelo MIQUEO; Concepción TOMÁS; Cruz TEJERO; M.ª José BARRAL;
Teresa FERNÁNDEZ; Teresa YAGO. Perspectivas de género en salud.
Fundamentos científicos y socioprofesionales de diferencias sexuales no previstas,
Madrid, Minerva Ediciones, 2001, 254 pp.
El libro «Perspectivas de género en salud. Fundamentos científicos y socio
profesionales de diferencias sexuales no previstas» representa una buena aproximación
a las relaciones entre salud y género, si bien esta es un área de
conocimiento en continuo avance, fundamentalmente en lo que se refiere a
temas relacionados con la salud de las mujeres y con la posición de las mismas
en los servicios sanitarios. El texto esta estructurado en tres partes.
La primera parte incluye las aportaciones de tres autoras dedicadas a
revisar conceptos teóricos aplicados a la salud y a los servicios sanitarios. El
capítulo de Mª Luz Esteban «El género como categoría analítica. Revisiones y
aplicaciones a la salud», usando el punto de vista de la antropología feminista,
revisa conceptos centrales de la teoría feminista y la evolución de su aplicación
a la salud en las tres últimas décadas. Es lo que hace la autora con conceptos
tales como sexo, género y mujer. El sexo ha sido entendido como aquello que
es biológico y, por tanto, viene dado en cada sujeto de forma inmutable,
obviándose que admite variaciones históricas y culturales. El desarrollo de una
idea de género que se postula universal y olvida el fundamento relacional del
concepto, cambiante según los contextos témporo-espaciales. La definición de
la categoría «mujer» homogénea y uniforme que contribuye a invisibilizar la
diversidad y la complejidad de las mujeres. En todos los casos el feminismo
debe revisar los conceptos que esta utilizando, ligados exclusivamente con las
experiencias de mujeres y hombres en la cultura occidental. Esto pasa por la
incorporación de la clase social, la edad, el grupo étnico, etc., al análisis de las
desigualdades en salud entre mujeres y hombres, contemplando la interacción
dinámica entre todas estas categorías.
Teresa Ortiz en su texto «El género, organizador de profesiones sanitarias
» hace un análisis histórico de la asignación de hombres y mujeres a las
diferentes profesiones del campo de la salud y de las relaciones de poder que
se producen en este ámbito. Muestra la construcción androcéntrica de la
medicina a través de la historia, copada por hombres y por valores masculinos,
en tanto las mujeres quedan excluidas de la profesión medica y representadas
solo en profesiones sanitarias con menor poder. El capítulo recoge la aparición
de asociaciones de médicas a mediados del siglo XIX como consecuencia
de las dificultades encontradas por las mujeres para integrarse en las asociaciones
existentes. Las médicas se organizan en otros países y, algo más tarde en
España, con el fin de fortalecer su identidad y, en ocasiones, para dotarse de
herramientas de influencia y poder.
En el capítulo «Estrategias de promoción de la salud», Lucía Mazarrasa
Alvear, pone en conexión el feminismo y la promoción de la salud por cuanto
ambos movimientos ponen la mirada en lo social como origen y solución a los
problemas derivados de las desigualdades, y también ambos persiguen el
empoderamiento de las mujeres. Sin embargo, en los documentos en que se
define la estrategia de promoción de la salud resulta evidente la ausencia de
un enfoque de género. Entre sus componentes esenciales, la autora dedica
atención a los servicios de salud y a su reorientación con el fin de mejorar la
salud de las mujeres. Cuando examina las posibles intervenciones que se
pueden hacer desde los servicios sanitarios con una óptica de género y de
promoción de la salud, señala la necesidad de desplazar el énfasis de lo
biológico a lo psicosocial y de un modelo de relación profesional-paciente
paternalista a otro mas igualitario. Para la autora, la posición de hombres y
mujeres en la sociedad es diferente, sin que esto sea en si mismo un problema,
el cual aparece al surgir desigualdades de dichas diferencias. A mi juicio, en la
situación actual de las mujeres las diferencias son inseparables de las desigualdades.
En este sentido, no se cuestiona la existencia de rasgos «femeninos»
diferentes en las mujeres sino de como estos se enfrentan en la vida diaria. Así,
desde una óptica de promoción de la salud, se debe plantear la necesidad de
que las mujeres compartan los roles de cuidado o eviten el estrés debido a las
cargas familiares, pero sin plantear la posibilidad de que las mujeres tengan
libertad para cuestionar si desean o no asumir esos roles, algo que seria mas
acorde con la idea de empoderamiento.
En su segunda parte, el libro persigue deconstruir un conjunto de sesgos
inherentes a la construcción del conocimiento científico que son la causa de
que se produzcan desigualdades de género desde los servicios sanitarios. Los
diferentes capítulos enmarcan y explican la aparición de algunas ideas en su
contexto histórico, señalando la necesidad de hacer una relectura crítica de la
ciencia médica desde la teoría de género.
Consuelo Miqueo, en su capítulo «Semiología del androcentrismo. Teorías
sobre reproducción de Andrés Piquer y Francois Broussais», nos introduce en
la crítica que la historia de la ciencia ha realizado sobre la supuesta objetividad
y universalidad de la misma, rescatando el papel del sujeto que crea conocimiento.
Según la autora, históricamente se ha ignorado el papel del género
por la homogeneidad de los científicos, todos varones, y por la ausencia de una
teoría que diera cuenta de esta categoría como elemento que contribuye al
carácter del conocimiento generado. Pero, seguramente, la ausencia de mujeres
en la ciencia y en la medicina no es solo consecuencia de la ignorancia del
papel de sexo–género en la ciencia y del monopolio de esta por los varones,
sino que existe una relación circular y dialéctica entre estos factores y la
exclusión e invisibilización de las mujeres, y los estudios de la mujeres surgen
de la ruptura de fuerzas en un equilibrio previamente existente. La autora
plantea una serie de hipótesis sobre el androcentrismo de la ciencia. Basándose
en las aportaciones de varios autores del siglo XVIII pone de manifiesto
como se produjo la aplicación de los principios de organización y jerarquía
social según el sexo a los fenómenos naturales ligados a la reproducción
humana.
En su capítulo «Genes, género y cultura», M.ª José Barral cuenta como las
ciencias naturales han buscado distinguir a los individuos entre e intra especie
y, paralelamente, establecer una jerarquía social basada en la diferente dotación
genética o cromosómica en que se basaba la clasificación y relativizando
la influencia del ambiente en la aparición de la enfermedad. Actualmente ha
resurgido el determinismo genético que responsabiliza a los genes del comportamiento
humano y contribuye a legitimar el orden social discriminatorio
según sexo o etnia, obviando que existe una interacción entre ambiente y
genes cuyo resultado es único en cada persona.
Teresa Ruiz analiza en el capítulo «Igualdad de oportunidades en los
servicios sanitarios: sesgo de género como determinante de la estructura de
salud de la comunidad», la existencia del sesgo de género en la asistencia
médica y las causas del mismo. Estas responden a dos tipos de errores que
invisibilizan la realidad acerca de la salud de las mujeres. El primero es pensar
que hombres y mujeres son iguales cuando en realidad son diferentes, lo que
ha conducido a ignorar riesgos y enfermedades que son especificas de sexo o
de género. El segundo es creer que existen diferencias cuando no existe
igualdad, error que supone, por ejemplo, no valorar determinadas quejas o
síntomas de las mujeres en toda su magnitud.
La mirada androcéntrica de la medicina, tanto en su vertiente investigadora
como asistencial, ha conducido a la existencia de estos dos sesgos, y debe ser
trascendida para no seguir incrementado las desigualdades de género en la
salud.
Carmen Valls en el capítulo «El estado de la investigación en salud y
género» parte del mismo planteamiento que Teresa Ruiz, y expone la necesidad
de incorporar el sexo, además del género, en el análisis de la salud de las
personas. La medicina debe trabajar con un modelo que incluya categorías
ambientales e individuales tales como clase social, etnicidad, cultura, género,
edad, carga genética y riesgos adquiridos. El capítulo también analiza como los
estereotipos de los profesionales de la salud contribuyen a construir un conocimiento
epidemiológico determinado que está sesgado en sus observaciones
clínicas. Todo ello indica la necesidad de modificar los curricula de los estudiantes
de medicina para incorporar aspectos relativos al sexo y al género y así
mejorar la atención a las mujeres.
La tercera y última parte del libro contiene tres capítulos dedicados a
analizar como puede aplicarse la teoría de género a la práctica medica. Por un
lado, este enfoque permite reinterpretar algunas dimensiones de la salud de
las mujeres con connotaciones particulares, en las que el género debe ser
tenido en cuenta para resignificar esos aspectos de la salud y reorientar las
intervenciones sanitarias, y, por otro lado, los servicios de salud se están
modificando por la presencia de las mujeres.
En el capítulo «El género y los esquemas de referencia en salud mental»,
Ana Távora analiza el tipo de abordaje que realizan los profesionales de la
salud mental de acuerdo con su marco de referencia, y como este se modifica
cuando ese marco incluye el enfoque de género. Cuando las profesionales
cuestionan el rol de las mujeres e interpretan sus demandas y quejas como
malestares debidos a su posición social, ellas mismas se sienten cuestionadas
como mujeres y se establece una interconexión entre el enfoque que se hace
de las pacientes y el que se hace de la experiencia propia. Finalmente expone
la experiencia y la potencialidad de los grupos de terapia con mujeres para
producir cambios que les faciliten descubrir sus propios deseos y resignificar
los síntomas como expresión de sus roles de género.
Mercè Fuentes escribe «Salud reproductiva y salud integral de las mujeres.
Reflexiones desde la práctica en asistencia primaria» donde repasa la historia
reciente de la asistencia a la salud reproductiva de las mujeres que empezó en
la década de los 70 en los centros de planificación familiar y posteriormente
se realiza a través de los programas de atención a la mujer que, en la mayor
parte del estado, llevan a cabo matronas y ginecólogos y no profesionales de
atención primaria, lo cual implica para la autora dos cuestiones. Por un lado,
que la atención a la salud de las mujeres está desagregada en parcelas y, por
otro, que se ha sobredimensionado la salud reproductora y se produce, por el
contrario, una falta de atención a otros problemas no ginecológicos y/o de
carácter preventivo.
En «Trayectoria profesional e identidad de género. Reflexiones personales
», Mª Jesús Murria narra su experiencia personal y profesional, al entrar en
contacto, inicialmente, con un modelo masculino de la medicina que le produjo
un rechazo, por sus formas y por su fondo, en la relación con los
pacientes. Sus relaciones con mujeres legas o profesionales de la medicina,
unido a su propia experiencia y al aprendizaje de algunas lecturas, le permiten
ir descubriendo dos formas diferentes de enfrentar el trabajo clínico y adscribirse
a un tipo de práctica que pone en el centro al paciente y su vivencia de
la enfermedad. Finaliza su capítulo analizando la evolución que están siguiendo
las mujeres que desempeñan puestos de responsabilidad.
ANA DELGADO SÁNCHEZ
Unidad Docente de Medicina Familiar y Comunitaria, Granada