DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2003, 23, 409-454.

Luise WHITE. Speaking with vampires. Rumor and history in colonial Africa, Berkeley, Los Angeles, London, University of California Press, 2000. ISBN: 0-520-21703-9.

Una línea de interés reciente en las ciencias sociales es el estudio de las formas culturales de percepción y negociación de la violencia padecida por los seres humanos. También la historia ha abordado este tipo de cuestiones. La revisión y controversia historiográfica, quizá con escaso eco en nuestro país, sobre el holocausto y los riesgos de convertir el sufrimiento en una abstracción, es una buena muestra del interés por historiarlo. Speaking with vampires aborda, particularmente, la respuesta cultural de algunas comunidades de africanos y africanas a la violencia, dominación e incertidumbre que supuso el colonialismo. Este libro también contribuye, como la propia autora señala, a una historiografía reciente interesada en el valor de la experiencia, una cuestión que incluye cosas aparentemente tan dispares como la memoria, lo corporal o qué constituye una prueba. Luise White utiliza como fuentes, en su texto, una serie de historias muy populares sobre vampirismo —historias de captura y sangre— recogidas en una vasta extensión de territorios del África central y del este, que en la actualidad se corresponderían con Kenia, Uganda, Tanzania, Zambia y la República Democrática del Congo.
El cruce de caminos metodológico —entre la etnografía y la historia oral— y disciplinar —entre la historia social y cultural o la antropología histórica— da un enorme valor a esta obra que transgrede límites disciplinares.
En la primera parte el texto propone reflexiones metodológicas de calado considerable y en las que conviene detenerse con algo más de detalle. Para White, los rumores de vampiros que utiliza como fuente histórica, habrían ayudado a las personas a comprender y reevaluar experiencias cotidianas incomprensibles, es decir, a afrontar las maneras en las que opera el poder y el conocimiento en regímenes violentos, como el colonial (p. 31). Estas historias de vampiros serían algo así como un nuevo dialecto, nutrido con ideas procedentes de la brujería tradicional y nociones sobre el colonialismo que reflejarían situaciones de violencia ejemplificadas en lo que la autora llama estados de extracción. No existe, por tanto, una interpretación única que explique la popularidad y persistencia de estas historias que fueron extendiéndose bajo la denominación de banyamata o wazimamoto, neologismos surgidos en el periodo colonial. Los rumores, como la sangre extraída y abstraída de la que hablaban, tenían la flexibilidad de decir muchas cosas que se exploran a lo largo del libro. Por ejemplo, cómo los europeos habían traído, con su cultura, formas de reconocimiento articuladas a través del dinero, los nuevos significados médicos y religiosos adquiridos por la sangre o los sistemas de clasificación establecidos en función del color de la piel.
Quizá anticipándose a una de las principales objeciones que puede hacérsele al texto, White señala que el uso de este tipo de fuentes remite a una disquisición más general sobre el valor de la verdad en el trabajo histórico y defiende que con el uso de los rumores como fuentes no se merman las bases materiales de una verdad histórica. Es decir, que la mediación del lenguaje no menoscaba los sucesos que describe pues es a través del habla como comprendemos las causas y las intenciones de lo que nos sucede (p. 33). En resumen, lenguaje y acontecimientos no son opuestos sino pares dialécticos en constante diálogo e interrogación mutua. Su defensa para el uso legítimo de este tipo de fuentes es explícita: reducir la discusión sobre la verdad contenida en los rumores de vampiros a una dicotomía verdad/ficción podría eclipsar otras formas más complejas de comprender la experiencia del pasado, es decir, de entender cómo las personas articulan y debaten maneras de dar sentido a sus propias vidas (p. 42). Como ha señalado Patrick Malloy en su reseña a Speaking with vampires (Journal of Interdisciplinary History, 2001, 32, 155) el texto propone una reinterpretación del valor de lo fantástico que la historiografía colonial había considerado como expresión de una falsa o simplemente nula conciencia de los colonizados. El texto, por tanto, cuestiona el pesimismo de algunas posiciones defendidas desde los Estudios Postcoloniales por autoras como Gayatri Spivak sobre la imposibilidad de darle voz al subalterno.
¿Cómo usa la autora estos rumores (fuentes)? Con diversas aproximaciones. En la segunda parte del libro —aborda en dos capítulos cuestiones laborales y médicas—, no utiliza los rumores como experiencias individuales ni testimonios sino cómo géneros literarios que comparten argumentos comunes más allá de culturas y fronteras coloniales. Estos rumores de vampiros que recogen historias sobre bocas vendadas o gasolina roja permiten acceder, según la autora, a la experiencia que ocasionó la parafernalia tecnológica de la medicina colonial (capítulo tercero). La importancia concedida por los africanos a la medicina colonial habría que relacionarla con la dificultad para su obtención (largas jornadas de desplazamiento al centro, novedad de las instalaciones, etc.) más que a la percepción de su efectividad terapéutica. Estos tratamientos adquirirían su significado en el contexto local a través de la traducción a sus sistemas creenciales propios. Para la elaboración del capítulo cuarto, uno de los tres que abordan la explotación laboral, emplea, en lugar de fuentes de archivo, 130 entrevistas utilizadas como fuentes orales en su sentido más tradicional. Estas historias hablarían de condiciones de trabajo, de autoridad o burocracia colonial, de cómo concebían los trabajadores sus remuneraciones o del sin sentido de las rutinas del trabajo diario.
White explora en la tercera parte del libro las posibilidades interpretativas de los rumores de vampirismo, para poner de manifiesto las resistencias al poder colonial en cuestiones como la propiedad matrilineal de la tierra (capítulo quinto) —a través de rumores recogidos en Nairobi entre los años 1919 y 1939— o cómo las enseñanzas y las prácticas misioneras se introdujeron en estos rumores (capítulo sexto).
El capítulo séptimo ofrece un interés especial pues confronta el discurso científico occidental de la década de 1930 sobre la enfermedad del sueño (historias de microbios), utilizando fuentes de archivo que tradicionalmente la historiografía consideraría apropiadas, con los relatos de los africanos (historias de vampiros) habitantes de la zona. Ambas serían maneras negociadas de hablar de la enfermedad del sueño. Esta confrontación de fuentes ayudaría a superar lo que tradicionalmente hemos denominado, quienes hacemos historia colonial, la pesadilla ecológica de África que desencadenó el colonialismo. Desde el marco en el que se mueve White, el desastre ecológico sería un tropo, es decir una figura retórica desarrollada por el discurso científico médico para hablar sobre África a través del paradigma del desastre y la recuperación. Para White la historia ecológica de África necesita desplazar este paradigma. Esa propuesta la aborda resignificando el valor de los testimonios. Tanto el informe científico como el rumor serían productos culturales, con posiciones narrativas diferentes, de igual categoría pues ambos forman parte del mosaico fragmentado de ideas coloniales que revelan el desasosiego ante la enfermedad de grupos sociales específicos, las autoridades sanitarias en un caso y la población autóctona en el otro. Este abordaje entra, necesariamente, en la discusión del valor de las fuentes contenidas en los archivos metropolitanos. Estas fuentes no hablan de lo que les sucedía a los habitantes de las colonias sino, más bien, del proyecto colonial que intentó recodificar las ideas locales en términos imperiales. Una remodelación que no logró totalmente el colonialismo como muestran los relatos de vampiros.
El capítulo octavo se centra en relatos muy detallados de vampirismo recogidos por la prensa local en Kampala en la década de los cincuenta. Estos relatos de vampiros fueron un foro para hablar de cuestiones como la política del rey que silenciaba la prensa inglesa, y las noticias sobre los juicios a vampiros eran una manera de disciplinar a los oficiales africanos de la corona inglesa. En el capítulo noveno vuelve de nuevo a la experiencia laboral para mostrar cómo, a través de rumores e historias más convencionales sobre canibalismo, pueden reinterpretarse las emigraciones como estrategias de resistencia de los propios trabajadores africanos.
La propia autora reconoce que Speaking with vampires no trata tanto del vampirismo en sociedades coloniales sino que, más bien, se trata de una obra que reflexiona sobre la escritura histórica. ¿Verdad o ficción? ¿Hechos o narrativas plurales? La salida a estas dicotomías vendría de la mano de aceptar que lo que importa no es tanto qué se estudia sino cómo se estudia. Es decir, cómo se constituye un sujeto histórico, con qué fuentes y con qué pruebas. No es una apuesta por el relativismo extremo pues las interpretaciones han de hacerse con precaución —aunque el texto contiene en ocasiones interpretaciones muy arriesgadas—. Es una apuesta por la indagación en fuentes desechadas por la historiografía tradicional, por conceder importancia a lo fantástico como una vía para comprender al subalterno y por romper la distinción entre fuentes e interpretaciones. La riqueza histórica de estas historias de vampiros residiría en su capacidad para establecer interrelaciones complejas para desvelar la vida y el pensamiento cotidiano, pues se ocupan de muchos campos de la realidad —del poder al cuerpo—. Pero riqueza también porque estas fuentes permiten interpretaciones más analíticas que ayudan a recontextualizar lo local. En definitiva un libro, si se me permite, historiográficamente insurrecto.

ROSA MARÍA MEDINA DOMÉNECH
Universidad de Granada