DYNAMIS. Acta Hisp. Med. Sci. Hist. Illus. 2000, 20, 553-598.

Peter BALDWIN. Contagion and the State in Europe 1830-1930, Cambridge, Cambridge University Press, 1999, 581 pp. ISBN: 0-521-64288-4.

Este libro se plantea el análisis comparado de las estrategias preventivas nacionales frente al cólera, la viruela y la sífilis en Gran Bretaña, Francia, Alemania y Suecia, en el periodo que indica su título, muestra la gran diversidad nacional e internacional que ha existido al respecto e intenta explicarla.

La vieja hipótesis de Ackerknecht de 1948, sobre las vinculaciones respectivas entre políticas autoritarias y cuarentenas, y posiciones liberales y saneamiento ambiental, que han servido de piedra de toque para tantos estudios monográficos sobre la historia de enfermedades catastróficas en los últimos cuarenta años, sirve como telón de fondo o, mejor, como primer borrador explicativo que Baldwin, catedrático de historia en UCLA, inmediatamente complica, para rechazarlo, con apabullante documentación.

En efecto, no sólo se roza la exhaustividad en el manejo de bibliografía secundaria, favorecido por el dominio lingüístico de que hace gala el autor, sino que se exhuma una no menos ingente cantidad de fuentes primarias, documentos parlamentarios, informes técnicos y administrativos, memorias académicas, artículos de las principales revistas médicas y actas societarias. Montañas de materiales que son leídos, comparados y discutidos de manera inteligente y, en general, muy clara. Su argumento es finalmente una reivindicación de la Historia, con mayúsculas: la forma que adopte la defensa frente a una determinada enfermedad contagiosa en un determinado país y momento es la resultante de la sumatoria de una serie de elementos (ciencia, política, administración, geografía, epidemiología, riqueza pública, educación) y no está predeterminada por ninguno de ellos, sino por la forma concreta en que se produzca su interacción. Dándole la vuelta a la hipótesis de Ackerknecht, no es la estrategia preventiva la que está determinada por la tradición política del país, sino que la forma que adopte aquella contribuye a crear una determinada tradición política.

Todo el libro está recorrido por el horror a «la causa única» y los dualismos enfrentados y excluyentes, pecado mortal de la sociología histórica: nunca ha existido ese claroscuro de o cuarentena o reformas, ni siquiera el de contagio o anticontagio, mucho menos el que haya habido una divisoria política neta entre defensores y atacantes de una determinada medida profiláctica, ni entre personas ni entre países; tampoco es correcto definir como homogéneos los sectores sociales favorecidos o antagonizados por cada medida concreta: la suma de testimonios en contra resulta abrumadora, de manera que no podemos sino concluir que, de encontrar alguna de estas situaciones de «dos campos» en un análisis histórico, debemos pensar en un error o en una excepción.

Es importante advertir que este libro se aleja también de la idea de una «historia de la salud pública», desdeña el advertir las líneas del desarrollo general de esa materia para fijarse empíricamente en las medidas concretas frente a amenazas concretas. Ahora bien, por la manera en que dispone su material, comenzando por la aparición del cólera en Europa en los años 1830, el relato se ordena de ayer a hoy (las referencias al SIDA no son ni escasas ni aleatorias en el último capítulo) y termina por dibujar en la mente del lector una panorámica muy cercana a aquella, con afán contradictorio frente al estándar tradicional (por ejemplo, para el autor, se ha subestimado el grado de intervencionismo estatal presente en las acciones ambientalistas británicas y se ha sobrevalorado la capacidad despótica del centralismo europeo continental). Una de las observaciones que se repiten y justifican con ejemplos múltiples es la complejidad práctica que determinadas novedades del laboratorio imponen al diagnóstico (más perfecto, desde luego) y a su aplicación universal (caso de la detección bacteriológica de cólera o de sífilis).

El caso del cólera sirve de terreno para presentar la confluencia e interacción de los diversos modos explicativos de la infección, del miasma a las hipótesis telúricas, y a los microbios, y también para discutir las relaciones internacionales sanitarias a la luz de las Conferencias internacionales, de 1851 a 1911, con presencia significada de otras experiencias nacionales además de las centrales para el libro. El caso de la viruela permite explorar el problema de los movimientos antivaccinistas, y el de la sífilis la importante cuestión cultural de la moral sexual, y, de por medio, el crecimiento de los dispositivos públicos de atención médica o el de la formación de los ejércitos nacionales. Una amplísima panoplia de temas, perfectamente engarzados, fruto de un trabajo exhaustivo y al que el único pero que se le puede poner es la ausencia de algún país claramente mediterráneo para cerrar el ámbito de la comparación (Baldwin reconoce una distinta sensibilidad atlántica y mediterránea respecto a la prevención ultramarina).

La composición del texto es una vuelta de tuerca a la actual ansiedad por conseguir la simplicidad mayor en términos editoriales, a costa de la salud de los lectores, claro: un sumario de 9 líneas, donde sólo se recogen los títulos de los grandes apartados del libro (Agradecimientos, Lista de abreviaturas, seis capítulos —Variaciones en profilaxis, Aparición del cólera, Mayoría de edad del cólera, Viruela contra lanceta, La sífilis entre prostitución y promiscuidad, Las políticas de la prevención— e Índice), aunque cada uno está después ampliamente subdividido, como no podía ser menos dada su gran extensión, notas a pie de página (en muchos casos, cuando su contenido es corto, montadas sobre la misma línea), del orden de las 400 ó más por capítulo (562 en el dedicado a la sífilis), y un índice en el que se mezclan las entradas onomásticas, topográficas y de materias con los títulos de obras citadas más de una vez (que indican el lugar donde aparece la referencia completa). Lo cual hace que el texto sea de consulta bastante farragosa, salvo que uno afronte limpiamente su lectura completa o la de un determinado capítulo. ¿Realmente sería tan costoso, en un libro que sobrepasa las 500 páginas en su formato actual, haber publicado el sumario amplio, con los títulos y subtítulos detalla-dos de todos los capítulos y una lista bibliográfica alfabética?

ESTEBAN RODRÍGUEZ OCAÑA Universidad de Granada