El Yo y el Deseo

 

 

La Autoconciencia se produce a sí misma a título de objeto. Lo que significa simplemente que autodeterminarse en los objetos es una forma de objetividad más alta y rica.

La historia de su realizarse pasa por tres momentos:

El deseo por el cual la autoconciencia se orienta hacia otras cosas

b) la relación entre señorío y servicumbre, que no es más que el deseo no ya de cosas sino el deseo de poseer otras conciencias de sí.

La conciencia universal de sí que se reconoce en otras conciencias de si , existiendo como igual a ellas, a la vez que ellas mismas le son iguales.

A) El Deseo

Los dos movimientos anteriores, el desobjetivar y el autodeterminarse hacia fuera en una nueva objetividad, son ligados el uno al otro inmanentemente. Es importante entender esta inmanencia de la necesidad.

Desobjetivar subjetivando y volviendo a determinar objetivando, esa autosubjetivación es lo que Hegel llama suprimir y conservar, los dos movimientos propios del superar (aufheben). El mismo movimiento de liberar la objetividad de su propia objetividad "pasándola por el sujeto de sí", es la traducción de lo positivo en autónomo, en libre. Tal libertad sólo será completa si es creativa si se determina más allá de la forma vacía de la autoconciencia. Es preciso realizar el ideal de la libertad más allá de su mera proposición "programática.

Por esto dice Hegel que es "conciencia práctica".

Se reinterpreta la razón práctica kantiana derivándola de la pura. Una vez llegados a la ilusión de la verdad absoluto en la simple certeza de sí es necesario "prácticar", realizar el programa de lo que dice la conciencia que ella es.

En la conciencia teórica que es la propiamente llamada conciencia, las determinaciones de la conciencia y de sus objetos (anteriores al momento de la autoconciencia) se modifican en sí mismas.

Ahora ocurre algo nuevo: La conciencia misma por su actividad produce por si misma esta modificación. Sabe perfectamente que a ella le pertenece esa actividad modificadora de los objertos, en los que suprime su abstracción y los libera.

El concepto de conciencia de sí tiene en sí misma el concepto de la diferencia todavía no realizada. Si la autoconciencia es sabedora de que ella es la liberadora, humanizante de los objetos, este saber le lleva a "cansarse" de la objetividad, de las cosas muertas y su concepto, su ideal le lleva a producir una diferencia realmente diferente de sí misma.

Los objetos han sido por la subjetivación liberados de su positividad, ahora la autoconciencia singular, individual, cansada de objetos necesita "tenérselas" con otra conciencia de sí, alguien igual a sí,

En la medida en que consiga a parecer esta diferencia en ella, ella tiene el sentimiento de la alteridad de otro, de que tiene otro igual a ella delante de sí.

El tener frente a uno mismo, otro igual a sí supone un defecto, una falta, una negación por privación y carencia. El otro, precisamente por ser otro de mi mismo e igual a mi mismo me "pone en entredicho". Ya no estoy sólo sino tengo que "vérmelas" con otro que me va a exigir los mismos derechos que yo exijo y que van a entrar en contradicción con los míos.

Por lo tanto lo que la aparición del otro produce en mí es una necesidad. Desde un punto de vista lógico se preapara lo que llamará m,ás adelante el sistema de necesidades o lo que es igual: la Economía Política.

Es evidente que este sentimiento de tener a otro delante contradice a aquella paz que le proporcionaba la certeza verdadera de la conciencia de sí. El otro siempre trae problemas. La tendencia es la necesidad sentida de suprimir esta contradicción.

Aunque la forma de este movimiento se repite indefinidamente, encontramos aspectos siempre nuevos. Tener a otro frente a mi que reivindica ser igual que yo, es decir, ser yo mismo, "amenaza liquidarme". Esto hace surgir dentro de mi el sentimiento de la necesidad de superar esa dualidad o conflicto de resolver "el problema social".

a)Por una parte conformada con la tendencia que le obliga a suprimir el conflicto.

b) Por otra parte , como una realidad negativa en si misma y cuya sustancia debe ser suprimida por el yo y puesto en igualdad con él. Este poner en igualdad no es más que la paz de la conciencia que ya no va a considerar al otro como enemigo, sino que el otro se tiene que ajustar a sus condiciones, si tiene que haber paz.

Así la actividad del deseo suprime la alteridad del objeto, su sustancia y la une al sujeto. Es decir hace del otro mi prolongación, mi alguacilillo, engullirlo. Tal sometimiento del otro a mis condiciones no puede producir más que la satisfacción del deseo.

Por un lado el deseo es condicionado por un objeto exterior (que es la otra autoconciencia, el otro) que se le enfrenta indiferente precisamente porque es conciencia.

Además, tal actividad produce la satisfacción, suprimiendo el objeto.

Con ello la conciencia de si no va a parar a otro sitio que al sentimiento que tiene de sí misma.

La conciencia de sí en el deseo , hace que la concienbcia se comporte respecto a sí misma como una realidad individual y reconduce a un objeto desprovisto del ser sí mismo que ya ha dejado de ser conciencia de sí.

Esta conciencia no alcanza la paz, la igualdad consigo misma sino suprimiendo al objeto. Y así:

El deseo es destructor.

En la satisfacción del deseo no se va a llega r a ninguna parte salvo al sentimiento de sí mismo, el ser para sí de un sujeto , se llega al concepto indeterminado de un concepto ligado a una cosa.