IN MEMORIAM Manolo Carrilero

Aún ha pasado demasiado poco tiempo para que el recuerdo de nuestro compañero y amigo Manolo Carrilero, se haya convertido en una nostalgia evocadora de una perdida irreparable, que ya no duela de forma casi física. Y ello no solo se debe al poco tiempo transcurrido, sino a la brutalidad del proceso, y a la falta de capacidad de asimilación, que supone una enfermedad imprevisible y devastadora, como en todos los casos en que se presenta con las características de la que nos lo arrebató, y con él, todo lo que compartíamos. Tal vez, el intento de reflejar aquí la faceta docente e investigadora de Manolo, nos ayude a aceptar, en lo personal, una desaparición tan inesperada como incomprensible.

La vinculación de Manolo Carrilero con la Universidad de Granada y, más en concreto, con el Departamento de Prehistoria y Arqueología, se remonta a los momentos del comienzo de sus estudios universitarios, planteados desde la más entusiasta y casi épica necesidad de superación, que significaron la culminación de una ya larga serie de estudios previos, marcados por el esfuerzo y las privaciones personales y familiares, emprendidos en el marco de unas circunstancias sociales y económicas, que en nada favorecían, no ya la culminación de unos estudios superiores, ni siquiera la posibilidad de iniciarlos. Pero el primer contacto personal de muchos de los que en la actualidad formamos parte de este departamento, nos indicaron que estábamos ante un futuro investigador en Tartessos, constatación no exenta de dosis de comicidad, que siempre acompañaría a Manolo, y a quienes a su alrededor nos encontrábamos, pero llena de fe y determinación, como el tiempo se encargaría de demostrar. Y es que la trayectoria de Manolo en su formación, primero como historiador, como le gustaba definirse, y a la vez, como arqueólogo, no estuvo ausente de dificultades derivadas de sus propias circunstancias personales, y de una serie de circunstancias académicas, que hicieron que terminara como profesor de la Universidad de Almería, en un área de conocimiento diferente a la de su elección inicial.

Nada de ello supuso para él una renuncia a sus principios intelectuales de investigador, comprometido con su vocación de historiador-arqueólogo, con su auto descubrimiento, en los demás, como “maestro” y, en momentos concretos y puntuales de su trayectoria, como divulgador y difusor, plasmado en su querido proyecto de contenidos del Museo Arqueológico de Almería, todo ello abordado desde unas inquietudes históricas, para nada complacientes con un orden social injusto, y, en consecuencia, cargadas de intención crítica hacia los usos de la Historia y la Arqueología que predominan.

Esa orientación crítica quedó plasmada, de manera consciente y explicita, en la elección de una teoría explicativa como el marxismo, decidida no sin dificultades personales y académicas, bastante diferente a las dominantes en los ambientes académicos de su formación, o al de las prácticas de investigación, docentes y, no digamos, divulgativas. Manolo siempre procuró canalizar su posición crítica en dos aspectos específicos de su formación y su práctica. Su posición inconformista se reflejó en su constante búsqueda de una profundización en la teoría elegida, y en el cuestionamiento de su uso como esquemas interpretativos, no exentos de una fuerte carga dogmática. Por otro lado, en su rigor e innovación en la pretensión de producir registros empíricos de calidad, entendida ésta como claves de significación social, que le permitieran contar con una base sólida sobre la que apoyar inferencias y explicaciones de orden social.

De lo señalado son testimonios las etapas, como investigador y docente, vinculado con la Universidad de Granada. Primero, como Becario de Investigación y colaborador, participó en numerosas campañas de excavación y documentación arqueológicas, llevadas a cabo por el Departamento. Los Millares, El Cerro de la Encina, entre otros muchos y, sobre todo, su participación como codirector del proyecto de pre y protohistoria desarrollado en la Serranía de Ronda, muy relacionado con su vocación tartésica, son los trabajos que le forjaron una sólida formación como arqueólogo de campo, en su vertiente más pragmática, junto a una primera e inconformista posición teórica de arqueólogo histórico-cultural, que se refleja en muchos de los trabajos publicados previos a su Tesis Doctoral sobre “El fenómeno campaniforme en el Sudeste de la Península Ibérica”, nunca publicada, que le proporcionó el grado de Doctor en 1991. A pesar de abordar en ella una frecuente temática historicista de esa época, en la que el campaniforme pasaba por ser uno de los paradigmas de esas posiciones teóricas, lo laborioso de la elaboración de su Tesis, los cambios de enfoque a lo largo de su elaboración, y los resultados alcanzados, reflejados en los capítulos de teoría, metodología, la contextualización del fenómeno en las sociedades del Sudeste y sus conclusiones, reflejan una actitud de búsqueda teórica, que le acompañó hasta el final de su vida, ya en un explícito y crítico marco materialista.

La segunda etapa de la vinculación de Manolo a nuestra Universidad se plasma, como docente, en su participación en las enseñanzas de postgrado, primero en el Doctorado sobre Arqueología y Territorio, en el que, desde el principio, compartió la asignatura relacionada con las colonizaciones mediterráneas del primer milenio, y su impacto en las sociedades indígenas, prolongándose en la primera promoción del actual Master, en el que, en el transcurso de su participación, se detectaron los primeros síntomas de la terrible enfermedad.

Desde la figura de profesor invitado se había convertido en un habitual de nuestras enseñanzas de tercer ciclo, pues, más que un invitado ocasional, era el verdadero artífice de la asignatura, retomando desde la docencia, su primera vocación sobre las sociedades protohistóricas. En ello, no sólo se reflejó su predilección por esa etapa histórica, y sus problemas arqueológicos, sino que primó su capacidad para contagiar al conjunto de alumnos que asistieron a sus clases su entusiasmo por la investigación y la teoría. Ellos son el mejor testimonio de su facilidad para conectar, como docente, con todo tipo de auditorios, en los que Manolo, con una mezcla de seriedad expositiva, pasión comunicativa, gracejo cordobés y trabajo constante, supo conseguir eso tan difícil, para un docente, que es el aprecio y valoración unánime de compañeros y alumnos.

En el tiempo de su participación en la docencia de Doctorado y Master, surgieron una serie de proyectos de trabajos de investigación y doctorado, centrados en la temática del primer milenio, además de su contribución al planteamiento e inicio de desarrollo de otros Masteres y futuras enseñanzas de postgrado. Lo inesperado de su ausencia ha truncado de manera tan abrupta esos proyectos, que aún resulta difícil calibrar la magnitud de su pérdida. Sin embargo, si es posible entrever el estímulo de su legado intelectual y vital, lo que al tiempo se puede convertir en una pesada carga, al intentar culminar algunos de tantos frentes abiertos, fruto de sus inquietudes profesionales e intelectuales, que, sólo siendo Manolo, podían abordarse y culminarse de la forma que él había ido programando, o aún bullían en su cabeza, para lo que, hasta el final, reclamaba más tiempo para la culminación de los trabajos comenzados, o aplazaba, para después de su recuperación, abordar los pasos necesarios para comenzar otros planes de investigación y nuevos trabajos.

Si cualquier trayectoria, vital y profesional, puede resultar corta o insuficiente, su interrupción repentina y prematura implica una sensación de orfandad personal y, en el caso de Manolo, intelectual, para los que, con él, compartíamos proyectos de investigación, docentes o de divulgación, que ya nunca llegarán a completarse con la plenitud y la satisfacción, en todos los órdenes, que su presencia y constante estímulo significaban. Su memoria y obras serán el único consuelo para paliar su irremediable perdida.

Pedro Aguayo de Hoyos

Dpto. de Prehistoria y Arqueología
Universidad de Granada