UNA CASA DE LA GALICIA RURAL DEL SIGLO XX. ETNOARQUEOLOGÍA DE LOS ESPACIOS DEL HOGAR Y SUS USOS

A HOUSE FROM THE 20TH CENTURY RURAL GALICIA. ETHNOARCHAEOLOGY OF HOME SPACES AND THEIR USES

Eva GONZÁLEZ FORMOSO*

Resumen

Los espacios cotidianos en un yacimiento nos proporcionan información sobre la cosmovisión y aspectos socioculturales de una comunidad. El estudio etnográfico abre nuestros enfoques a perspectivas diferentes y nuevos conceptos culturales. Nuestro caso de estudio es una vivienda rural en Ourense, Galicia. A partir de la materialidad, una entrevista semiguiada y la revisión bibliográfica de las principales obras, alcanzamos unos resultados: sopesamos la importancia de la interdisciplinariedad en Arqueología; evidenciamos la importancia de la comunidad para el desarrollo familiar en nuestro contexto; y estudiamos procesos productivos y sociales, llegando a conclusiones sobre la manera de habitar una vivienda.

Palabras clave

usos del espacio; vivienda; Galicia rural; materialidad; Etnoarqueología.

Abstract

The daily spaces in a site provide us with information about the worldview and socio-cultural aspects of a community. Ethnographic study opens our approaches to different perspectives and new cultural concepts. Our case study is a rural house in Ourense, Galicia. From the materiality, a semi-guided interview and the bibliographic review of the main works, we reached some results: we weigh the importance of interdisciplinarity in Archeology; we evidence the importance of the community for family development in our context; and we study productive and social processes, reaching conclusions about the way to inhabit a house.

Key words

space uses; housing; rural Galicia; materiality; Ethnoarcheology.

INTRODUCCIÓN

La comprensión de los espacios interiores y los usos de un hogar es fundamental para entender cualquier comunidad, ya que son reflejo de sus creencias y concepciones dentro y fuera del mismo. Como explica Sánchez Romero (2015:21), “el espacio construido es un artefacto cultural, forjado por la intervención y la intención humana, un lugar en el que podemos vislumbrar la toma de decisiones, las creencias y las prioridades de cualquier sociedad” y, por otra parte, “los edificios no son solo objetos, son transformaciones del espacio en objetos y esa transformación, esa ordenación del espacio, supone también la ordenación de las relaciones de la gente” (SÁNCHEZ ROMERO 2015:21). A la hora de analizar una sociedad es imprescindible, por tanto, tener presente la información que nos pueden proporcionar los espacios en los que las personas vivieron y se relacionaron y como fueron cambiando los unos a la par de los otros.

Al estudiar los espacios en un yacimiento, en especial los espacios construidos, se lleva a cabo un análisis gramatical de los mismos. En él entran en juego la morfología, la sintaxis y la semiótica. La morfología, tiene en cuenta “la forma de las unidades domésticas y de las transformaciones que experimentan”; la sintaxis, “enfatiza las relaciones entre las estructuras elementales en el marco de una estructura espacial organizada”; y la semiótica, “las analiza como expresiones sociales, materialización e instrumento de significados culturales” (GUTIÉRREZ LLORET 2012:139). Sin embargo, durante la práctica arqueológica, la interpretación de comunidades pasadas a través de su legado material resulta siempre complicada. Estas dificultades aumentan con aquello que no apreciamos de una manera explícita, aspectos subjetivos como las relaciones o el porqué de determinados acontecimientos o usos de materiales y espacios.

Nuestra mentalidad y manera de entender determinadas construcciones sociales como el género, la edad o la crianza y otros conceptos que asociamos a los espacios de nuestro hogar, como la privacidad o la productividad, no es universal ni atemporal. Es conveniente, por tanto, lograr una deconstrucción del pensamiento mediante el análisis de comportamientos culturales diferentes a los nuestros (los propios de la Europa occidental capitalista del siglo XXI). Uno de los casos más visuales y ejemplificativos, es cómo al tratar de reconstruir una sociedad que ya no existe, aplicamos normalmente nuestra percepción dual o bisexo y bigénero: pensamos en la existencia de dos sexos biológicos (femenino y masculino) e igualamos las características sexuales con el género, constructo del cual partimos cuando investigamos. Además, tendemos a reconstruir unas relaciones sociales muchas veces basadas en las nuestras propias, en lo que concebimos como natural o normal. El registro arqueológico, en numerosas ocasiones, no es capaz de darnos toda la información que habríamos deseado, dado que es complicado vislumbrar aspectos sociales que no perviven en la materialidad. Es entonces cuando nuestra propia visión del mundo entra en juego. En palabras de Gutiérrez Lloret (2012:139):

Al hablar de la casa en sociedades históricas se plantean varios problemas, que van desde la ambigüedad conceptual que reflejan las distintas semánticas empleadas para designarla, al dificultoso reconocimiento de su significado social a partir de los testimonios contemporáneos y los vestigios materiales que perduran.

La complejidad aumenta si tenemos en cuenta que:

La morfología e incluso la sintaxis de la gramática de la casa son a menudo comparables en expresiones arquitectónicas concretas, pero su significado social puede no ser el mismo. No conviene olvidar, como ya advirtieron los lingüistas, que la relación entre significante y significado es siempre arbitraria y la asignación de significados a los significantes materiales requiere de procedimientos de contrastación arqueológica metodológicamente depurados, sin los cuales la interpretación del uso social del espacio será siempre un gigante construido sobre los pies de papel de modelos definidos a partir de la bidimensionalidad congelada de una «planta» arqueológica. (GUTIÉRREZ LLORET 2012:141).

CONTEXTO

El rural en Galicia ha sufrido notables y rápidas transformaciones desde la segunda mitad del XX, de la mano del proceso de industrialización que caracterizó la década de los 60 y 70 en la región noroccidental. Sin embargo, todavía podemos estudiar gran parte de la cultura del rural gallego de finales del XIX y principios del XX y analizar todos esos cambios que se vienen dando hasta hoy en día, gracias a la perduración material y los testimonios orales.

Fig. 1. Ubicación del conjunto de estudio, rodeado en azul, en el fondo del núcleo principal del pueblo (izq.). Detalle de las viviendas, bordeadas en amarillo, y el espacio que generan entre ellas, destacado en azul (dcha.). Imagen modificada de Información Xeográfica de Galicia, <http://mapas.xunta.gal/portada>.

 

En nuestro caso hemos utilizado el ejemplo concreto de un conjunto de viviendas (Fig. 1) habitadas por una misma familia durante varias generaciones desde al menos principios del siglo XX. El último grupo familiar en vivir en ellas constaba de 7 miembros, 5 hermanas, madre y padre, casados alrededor de 1928 y muriendo este último tempranamente, en 1957. Una de las hermanas será nuestra entrevistada. Una de las construcciones ha sufrido menos modificaciones durante su tiempo de vida, mientras que las otras han sido remodeladas a lo largo de los años, hasta adquirir una apariencia más moderna. Nuestro caso de estudio se sitúa en el lugar de Folgoso, concello de Esgos, en la provincia de Ourense (Fig. 2). Se trata de un pueblo pequeño, con una población actualmente muy reducida (las familias de residencia habitual son alrededor de 15, mientras en época vacacional se puede llegar a unas 22). Las actividades predominantes en el lugar son la agricultura y la ganadería, cuenta con una capilla propia y tres hornos comunales. En el fondo del lugar (en la parte más baja, al Sur) corre un río en el que se encuadran varios puentes de piedra y varios molinos, parte de los cuales pertenecen al pueblo vecino. En el Diccionario de Pascual Madoz (1989-1992:240), se describe la parroquia a la que pertenece (Santa María de Villar de Ordelles), cuyas producciones principales son “centeno, maíz, vino flojo, patatas, lino, legumbres y heno; hay ganado vacuno, de cerda y lanar, y caza de perdices y conejos. El 9 de cada mes se celebra en la ald. de Pinto una feria [de] ganado vacuno y de cerda (…) paños, granos, lienzo y otros art. del país”. Estas características se mantienen, aunque venidas a menos, hasta hoy en día. Se trata de un sistema de subsistencia basado en el minifundismo y la propiedad privada y comunal o en mano común de las tierras, muy habitual en Galicia. El régimen de mano común o comunal se caracteriza:

por su titularidad colectiva, (…) su pertenencia a agrupaciones vecinales en su calidad de grupos sociales, y por su aprovechamiento consuetudinario en régimen de comunidad. Además, la propiedad (…), con independencia de su origen, es de naturaleza privada: pertenecen a las agrupaciones vecinales en su calidad de grupos sociales y no como entidades administrativas de carácter público. Y también colectiva, sin asignación de partes para cada comunero, ya que su aprovechamiento es en régimen de comunidad sin asignación de cuotas. [Son] bienes indivisibles, inalienables, imprescriptibles e inembargables. Todo pertenece a toda la comunidad sin división posible, no cabe ejercer ninguna acción para dividir lo común. (IDEGA-UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE COMPOSTELA 2001).

Fig. 2. Mapa de ubicación del lugar de Folgoso en Galicia. Imagen extraída de Información Xeográfica de Galicia,<http://mapas.xunta.gal/portada>.

METODOLOGÍA

La metodología empleada para abordar este estudio se basó principalmente en tres puntos: La revisión bibliográfica de las principales obras; el análisis in situ de nuestro caso de estudio; y la entrevista semiguiada a la dueña de las casas, que hemos denominado Casa1 (C1), Casa2 (C2) y Casa3 (C3).

Para la revisión bibliográfica, contamos con publicaciones que tratan la casa tradicional gallega, así como conceptos culturales propios de las áreas rurales y características arquitectónicas de esta y otras localizaciones. No ha sido complicado dar con numerosas publicaciones, habitualmente de autoría gallega.

El análisis in situ ha consistido sobre todo en el estudio físico y estructural de las viviendas. Por su parte, el registro material mueble es muy abundante en las casas rurales gallegas, que en general lo han venido atesorando por unos u otros motivos, en los que profundiza González Ruibal (2003). Desde la Arqueología conocemos la capacidad documental e informativa de este tipo de registro. Esperamos poder continuar por la línea de investigación del material mueble próximamente, dado que un análisis del mismo, contando con fuentes semejantes a las del actual proyecto y con los propios resultados de este, sería de sumo interés para ampliar nuestras conclusiones. Siempre que ha sido posible, hemos tomando fotografías durante el estudio de las viviendas. Por otra parte, no contamos con planos ni constancia escrita de las remodelaciones, dada la época y la manera en la que se llevaron a cabo, así que hemos realizado croquis de las plantas de cada casa en su estado actual, una aproximación realizada para facilitar el seguimiento de las explicaciones.

A mayores, hemos realizado una entrevista semiguiada a los actuales dueños de las construcciones, que nos ha servido para conocer la evolución e historia de las mismas, dado que la dueña nació y creció en ellas. La entrevista (a disposición contactando con la autora) fue realizada durante varios días, en el entorno familiar, dentro y fuera de la casa, en un ambiente ameno, y nos han proporcionado gran cantidad de información no solamente referente a las viviendas, sino también a las relaciones sociales y circunstancias vitales que han acogido. Posteriormente las hemos traducido y transcrito. Sería demasiado extenso profundizar en todas las cuestiones que se nos han planteado durante la misma, si bien hemos tratado de sacarle el máximo partido.

EL CONJUNTO DE ESTUDIO

Las estructuras elegidas, como hemos expuesto con anterioridad, son tres edificaciones localizadas en el fondo do lugar de Folgoso, es decir, en la parte baja del núcleo principal pueblo (véase Fig. 1). Se trata, a mayores, de la localización de las viviendas más antiguas del lugar y más cercanas al río. En la parte más eleva, a partir de la ermita del lugar, podemos encontrar una mayor cantidad de viviendas de nueva planta. Actualmente solo dos de las tres viviendas pertenecen a los antiguos propietarios (C1 y C2). Todas son herencia o compra de la familia de la mujer. La Casa 1 es residencia habitual de los dueños. Anexa a esta, formando un ángulo recto se encuentra C2. La última, C3, es hoy vivienda de una persona ajena a la familia, y se sitúa aproximadamente en frente de C2. Por lo tanto, entre los tres inmuebles se genera una pequeña placita o área recogida (véase Fig. 1). Poder contar con esta relación todavía visible a día de hoy es una de las características “que permit[e]n analizar las tramas y relaciones espaciales” (GUTIÉRREZ LLORET 2012:39), ya que cada unidad doméstica debe ser tenida en cuenta dentro de su contexto y en relación con su conjunto.

Casa 1

Pasamos a analizar el primer inmueble (Fig. 3 y Fig. 4), residencia actual de la entrevistada. La morfología original consistía en una planta baja con separaciones livianas, y una superior con una cocina en una esquina y camas dispuestas en el resto de la estancia. Dicha disposición era común entre las viviendas del pueblo y de la zona. El uso inicial de la planta baja desde que la familia adquirió esta casa, fue para ganado, como era normal, mientras el superior se destinó a secado y almacén, sobre todo de grano. Por lo tanto, se usaba como un espacio externo, no para vivienda.

Fig. 3. Fachada principal (izq.) y parte posterior (dcha.) de C1. Figura propia.

Fig. 4. Plano de C1. Escalas aproximadas: Planta Baja 1:65. Planta Alta 1:100. Figura propia.

Actualmente, la planta baja hace de comedor cocina y sala de estar, con una pequeña bodega para almacenaje de alimentos y un pequeño baño. En la superior, se distribuyen a los lados de un pasillo tres dormitorios, una sala de estar, y un aseo. Se accede a la planta a través de unas escaleras que dan a una pequeña galería (véase Fig. 3). Se trata de las escaleras originales de la casa, de piedra, hoy recubiertas en baldosa. Tras atravesar otra puerta a mano izquierda, nos encontramos el corredor.

En la parte baja del inmueble, nos encontramos con muros de piedra doble, llegando a alcanzar el metro de ancho, recubiertos interiormente de azulejo, a excepción del que comparte la sala principal con la pequeña bodega, de ladrillo. El fondo de la estancia más amplia, que hace de cocina y comedor, se reserva a una chimenea de ladrillo y piedra, con dos espacios a los lados para leña, del mismo material. También se dispone una cocina rematada en piedra para la encimera y aglomerado para los muebles. Saliendo de la estancia, podemos encontrar un pequeño almacén de objetos variados, que aprovecha el hueco de las escaleras, construido con bloques de hormigón. Presenta un pequeño ventanuco y una división horizontal, también realizada a base de bloques, a modo de estantería elevada para aprovechar el espacio en altura. El almacén se recubre con baldosa y azulejo en su interior, y al exterior se encuentraenyesado y pintado con técnica de gotelé.

La casa la compra la familia en 1958, usándose, como decimos, como un espacio externo de almacenaje alimenticio y resguardo del ganado. Al heredarla una de las cinco hijas (nuestra entrevistada, Antonina), comienza la remodelación de la casa. La disposición actual se adquiere tras dos reformas. La primera compartimenta la planta superior y la segunda, elimina la cocina de la superior, y dedica toda la planta baja a ella. Tras la primera reforma, la planta superior pasa por lo tanto a utilizarse como la concina del hogar, que como veremos se trata de la estancia más relevante. Tras la segunda y hasta la actualidad, la cocina adquiere unas dimensiones mucho mayores y la planta superior empieza a usarse para aseo y dormitorio. Para resumir, el ganado y la cosecha son los principales usos de este inmueble, hasta que Antonina la herede y reformen para tenerla como residencia, utilización que permanece hasta la actualidad. Los materiales de construcción son principalmente bloques de hormigón, ladrillo, azulejo, baldosa, yeso y cemento, con la madera reservada a algunos muebles.

Casa 2

Este inmueble (Fig. 5 y Fig. 6) permanece sin remociones desde aproximadamente 1947. Nuestra interlocutora tendría entonces en torno a 4 años, así que no contamos con información por su parte del estado anterior. El inmueble cuenta con una entrada a la izquierda de la fachada para la planta baja y a la derecha, hacia la superior.

Fig. 5. Imagen de la fachada de C2, en ángulo recto con C1. Figura propia.

Fig. 6. Plano de C2. Escala aproximada 1:125. Figura propia.

Se trata de la casa paterna, que heredará la mayor de las hermanas, Rosa, tras la temprana muerte de su padre en el 1957. Este a su vez la había heredado alrededor de 1929, de su madre, llevando a cabo una reforma. Sustituye el suelo de madera por uno nuevo, también de madera, y crea las divisiones actuales, instalándose algunos puntos de luz eléctrica. En un principio, pretendía poner una cocina, hasta que la madre del mismo le sugirió que no lo hiciera, permitiéndole usar la casa de enfrente con ese fin (C3). Este le hizo caso, sin embargo, parte del suelo de una de las habitaciones había pasado a ser de piedra con la intención de tener allí la cocina. Por último, cambia la entrada a la planta superior: el acceso anterior había que realizarlo desde el interior de la planta baja, pasando por donde los animales. Ahora, las escaleras de madera contaban con un rellano de piedra que salía a la calle directamente, según nos dice la encuestada “para entrar de una manera más señorial” (Antonina, 77; 26 de diciembre de 2019). En la planta baja, se crea el espacio de almacenaje separado del resto de la estancia por un murete de ladrillo.

La distribución de la planta superior consta de tres habitaciones separadas mediante puertas que había que atravesar para llegar de unas a otras, siendo el cuarto más resguardado el paterno. Esto crea en el observador una falsa sensación de privacidad. En ellas se disponían camas y mesas, alguna silla, y en la más grande de las que usaba la familia, un armario y un mueble para el aseo. Separada de estas tres y sin acceso desde las demás, había una cuarta habitación dedicada a acoger a familiares de visita o gente que tuviera que pasar allí la noche. En ella había dos camas, un armario y una pequeña mesa redonda con 6 sillas para reuniones, a modo de sala de estar. Hoy hay una cocina de hierro en la habitación en la que su padre tenía intención de ponerla, sobre el suelo de piedra, que colocó la heredera. Añadió también un tiro para el humo, un pequeño mesado y lavadero y revistió la pared con azulejo.

Actualmente, la disposición de nuestros hogares hace que una de las estancias más usadas sea nuestra propia habitación, o bien un estudio acorde con nuestro trabajo individual o actividades prioritarias. Esta habitación es, en la mayoría de las ocasiones, un lugar íntimo y privado, en el que cualquier otra persona sobreentiende que no puede entrar sin un contexto que así lo permita o un permiso específico. Pero el espacio más usado en una casa rural del siglo pasado en Galicia, como veremos más adelante, era la cocina, para uso colectivo, familiar, social, para trabajo y celebraciones. Es decir, era para todos los miembros de la unidad familiar y se trataba de una estancia “multiusos”. Cabe entonces preguntarse qué concepción había en torno a las habitaciones, que relevancia tenían en la vida de una persona y cuánto tiempo se les dedicaba. En este caso, las estancias para dormir se situaban en la casa de en frente a la de la cocina, por tanto, es un espacio bien diferenciado que no tiene nada que ver con los usos de la anterior. Las hermanas dormían de dos en dos en las camas y la habitación familiar más grande (Fig. 7) tenía además otra función: la de aseo. Cabe mencionar que no existe instalación de agua corriente en esta casa. El lavabo consistía en un mueble (véase Fig. 7, al fondo a la derecha de la imagen) con una palangana y una jarra. En la habitación para las visitas había algo semejante, más sencillo. A parte de esto, se producía jabón en pequeñas cantidades, y se disponían bacinillas en cada habitación. En verano, los baños se realizaban en el río. Por sus características y amplitud, la habitación para aseo se usaba también para dar a luz y para los cuidados posteriores de la madre. Por lo tanto, las habitaciones se usaban para el aseo básico y para dormir, con lo que el tiempo destinado a ellas durante el día era mínimo.

Fig. 7. Habitación familiar más grande, que se corresponde con el espacio D en Fig. 6. Figura propia.

Sin embargo, el trasfondo social de esta casa iba más allá. Era el sitio en el que pasarían la noche los invitados, más o menos cercanos familiarmente, de manera que todo debía estar dispuesto para que la impresión fuese buena. Para ello se disponía en su habitación una mesa de reuniones y el armario más grande de la casa. También es la sala mejor iluminada gracias a la galería de piedra y madera, con vistas a la casa de enfrente (C3) y al espacio recogido entre las casas familiares. Esta sala se utilizaba también para velar a los difuntos de la familia. Este uso se fue trasladando de casa a medida que esta empezó a caer en desuso y se utilizó C1, hasta que este tipo de culto desapareció.

A mayores, las ropas de las camas implicaban más que una manera de abrigarse. Las mantas, como es general en la Galicia del XX, eran un objeto de valor y sobre todo de prestigio. Cuando había visita, las camas debían lucir las mejores colchas, símbolo de una inversión de tiempo trabajando la lana y el lino, además de un importante esfuerzo físico y económico. Del trabajo diario del textil se iban guardando restos y ovillos. Cuando era suficiente para una colcha, se teñía o no, y se llevaba la materia prima a la tecedeira (tejedora). Se realizaban unas sencillas de uso diario, otras blancas con bordados simples y otras mucho más coloridas y con las iniciales del matrimonio, a juego con sábanas de lino bordadas. La ropa de cama formaba parte, habitualmente, del ajuar de boda. Con el tiempo, la llegada de la fabricación de colchones de lana también entraría dentro de este “juego” social.

Por tanto, los usos iniciales eran, en la planta baja, para ganado y en la superior, descanso, aseo ocasional y participación dentro de los patrones sociales de la comunidad. Actualmente la planta superior está en desuso, mientras la inferior se usa de bodega y almacén y para cocinar ocasionalmente.

Casa 3

Este era el inmueble en el que más tiempo se pasaba (Fig. 8). La morfología original consistía en una única planta diáfana baja, a la altura de la piedra en la fotografía de la Fig. 8. Esta planta única era la cocina, que también servía para almacenaje alimenticio y trabajo femenino.

Fig. 8. Plano y foto de la Casa 3. Escala aproximada del plano 1:85. Figura propia.

Cuenta con una planta baja y una superior, a la que se accede mediante unas escaleras interiores. En ella hay dos habitaciones y un baño, mientras la planta baja es diáfana. En su interior, los muros dejan la piedra a la vista. Las escaleras al piso superior son de tabla y se asientan sobre un pilar de madera de la antigua casa en uno de los extremos y sobre el muro en su parte derecha. En el piso superior se ven materiales modernos (parquet, yeso policromado y azulejo). No conocemos el material constructivo de los muros (probablemente ladrillo), levantados en tapial hasta la reciente obra. Exteriormente, en su parte inferior, el muro es de piedra, de sillares irregulares colocados con argamasa añadida durante la reforma. Los sillares de mayor calidad y regularidad se reservan a los márgenes de los vanos y a los dinteles. Estos son dos ventanas en la parte superior lateral, junto con un pequeño ventanuco en la parte baja, de piedra. Cuenta con dos puertas en esta parte inferior, al frente, una más ancha que la otra, para entrada de personas en un principio y de animales. Los materiales que cubren los vanos son aluminio y vidrio. La parte superior de la vivienda está enlucida y policromada exteriormente. Como estamos viendo, los materiales constructivos de las viviendas contrastan entre sí, en un choque entre tradición y modernidad.

Este inmueble perteneció a ambos padres de la familia. Inicialmente solo medía unos 3m de altura, con un techo sin abuhardillar, a través del cual salía el humo (era lo normal que no hubiese chimenea). Constaba de una división para almacenaje, ataviada con arcas, arcones y demás muebles propios para este fin. Alrededor de 1955 se reforma, dándole una altura más a base de tapial. La cocina como tal se pasó a la planta de arriba, con el comedor. El techo se hizo abuhardillado con madera, aunque siguió sin chimenea. Además, en la planta baja se abrió una entrada de menor tamaño, para no tener que acceder por el mismo sitio que los animales, separándose de la estancia ahora acondicionada para estos. La segunda reforma, del 2007, crea los espacios arriba descritos. En general, se transforma en una vivienda moderna y pasa a propiedad diferente a la familiar.

Al hablar de la casa del XX y hasta la actualidad en la Galicia rural, debemos considerar que se trata especialmente de lugares de socialización, con la familia y la comunidad, así como de aprendizaje y realización de actividades de mantenimiento y producción dentro de un marco económico de subsistencia. Si nos fijamos en las descripciones, podemos darnos cuenta de que el espacio central en las casas es la cocina. En este caso, en la parte inferior (la única en esta vivienda en un primer momento) se encontraba originalmente la cocina. La misma planta servía también para almacenaje y, una vez se añadió la planta superior, la baja pasó a usarse para cobijar animales. La cocina como tal se levanta siempre sobre suelo de piedra: mientras el resto del suelo era de tierra pisada, la piedra se dedicaba a la lareira, es decir, el hogar, el lugar del fuego. Sobre este se hacía la comida para animales y personas. Este espacio es aprovechado al máximo según las características de la zona. Por ejemplo, allí donde recolectan castañas, se coloca sobre la cocina un espacio dedicado a secar el fruto, el canizo (LORENZO 1982:124), que en este caso dejó de existir tras las remodelaciones.

La relevancia del espacio de la cocina en la Galicia rural va más allá de la imprescindible preparación alimenticia. Así pues, el fuego del hogar proporcionaba calor al espacio, así como al piso superior. Sin embargo, era el ganado el que más caldeaba el ambiente de la planta alta. Por este motivo (el aprovechamiento calorífico), era también habitual una disposición como la que C1 tenía en un principio: la cocina en una esquina, en la misma sala las camas, y los animales en el piso inferior, del que emanaba el calor hacia el superior.

Además, la cocina es un lugar de aprendizaje y socialización. El traspaso de las actividades culinarias y productivas de madres a hijas es fundamental para el progreso social y la supervivencia familiar. Antonina nos expone como su madre y su tía enseñaron a ella y a sus hermanas a hilar la lana y el lino que cultivaban, a calcetar y a coser. Destaca también su uso para actos sociales, familiares, festivos o de otro tipo. Es el lugar de las reuniones y de acogida de vecinos en el ir y venir diario. Respondía perfectamente a la afirmación de Gutiérrez Lloret (2012:139): “El espacio doméstico construido es un producto social que a su vez crea sociedad, en tanto que actúa como medio de expresión y transmisión de conductas y comportamientos”. Así, por ejemplo, el marido de Antonina, igual que sus contemporáneos, acudió a esta estancia cuando fue a pedir la mano de su futura esposa, acompañado de su madre y uno de sus hermanos, en donde celebraron la pedida comiendo juntas ambas familias, consolidando el acontecimiento.

Por lo tanto, como acabamos de ver, la cocina era el espacio de la vida diaria, el aprendizaje, la socialización y el trabajo femenino, desde la preparación final del alimento hasta la confección textil. Este se reflejaba en las habitaciones de la casa de enfrente, lugares para la vida nocturna, el aseo, la hospitalidad y el estatus social. Se trata de estancias diferentes, en este caso separadas por completo dentro de distintas edificaciones y, a pesar de no tener nada que ver en cuanto a usos, sus concepciones entran a la par dentro de una visión más amplia en cuanto al progreso de la familia, la productividad y los aspectos de socialización fuera de la misma.

Espacios externos asociados al hogar

Las actividades y procesos de producción que se realizan dentro del hogar, necesitan espacios adyacentes o cercanos, en cualquier caso, externos, que hacen posible el éxito del proceso completo y que no logran desprenderse completamente del concepto de hogar. Es especialmente visual con la preparación alimenticia, para lo que se necesitan determinadas estructuras de secado y almacenamiento, por ejemplo. Esta idea la podemos aplicar a prácticamente cualquier yacimiento, dando por sentada la existencia de estructuras de este tipo. Sin embargo, el proceso alimenticio, como cualquier otro como el de producción textil, es mucho más largo y complejo, lo que implica una mayor planificación además de la construcción de almacenes. Durante el mismo, se necesitan otros espacios, aperos y animales, que necesitan un cuidado determinado.

En primer lugar, una de las estructuras más conocidas del área noroeste peninsular es el hórreo, llamado en nuestra zona cabaceiro (Fig. 9). El pan fue un alimento fundamental durante el siglo XX en Galicia, igual que lo ha venido siendo históricamente alrededor del globo. La falta de abundancia de otros tipos de alimentos, sobre todo durante la posguerra, pero ya con anterioridad, lo dota de gran respeto y simbolismo. En el rural gallego, se puede escuchar actualmente que desperdiciarlo o dejar que caiga “es pecado” y debe ser recogido y besado. Por ello, la arquitectura relacionada con el trabajo y transformación de la cereal cobra gran relevancia. El hórreo es una estructura destinada al almacenamiento y secado, especialmente del maíz a partir de su popularización durante el siglo XVII, y se pueden encontrar en pequeños grupos o solos a lo largo de todo el lugar, de propiedad individual o compartida.

Fig. 9. Algunos ejemplos de cabaceiros en el lugar de Folgoso. Figura propia.

En segundo lugar, las eras, aquí airas (Fig. 10), son espacios imprescindibles en el planteamiento espacial de un pueblo del rural gallego, pues no solo es necesario un almacén y un horno para obtener pan. Están destinadas al procesado del grano (trigo, centeno, lino, etc.) y su separación de la paja, en resumen, a la malla o maza de los cereales. La paja, fundamental para las camas y alimento del ganado, nos muestra el aprovechamiento máximo de los procesos productivos y la interrelación entre ellos, como parte de una estructura productiva compleja. La era de Folgoso (véase Fig. 10) se sitúa en la parte alta del lugar. Es una explanada diáfana ubicada sobre roca madre, lo que la hace bastante singular. Hoy en día una parte está rodeada por un murete de mampostería completamente irregular y tosco, y el resto ha sido cubierto por gravilla y alquitrán. En un extremo se ha levantado un parque infantil. Presenta también un parche de mampostería de piedra de pequeño y mediano tamaño con argamasa, en el suelo, probablemente construido para nivelarlo ligeramente, ya que presenta cierta inclinación. Alrededor de la explanada se disponen espacios auxiliares o palleiras (pajares). Es un espacio en régimen de mano común, aunque la falta de compartimentación no es sinónimo de la ausencia de diferenciación de usos. Cada familia sabía cuál era su lugar, adscrito por costumbre, y a qué estaba destinada cada zona. Se trata de un espacio de trabajo colectivo en el que, igual que en otros procesos como la matanza o la vendimia, trabajaba toda o parte de la comunidad. De estas relaciones y construcciones sociales dependía el éxito del mantenimiento y el progreso familiar.

Fig. 10. Detalle de las eras del lugar de Folgoso. Figura propia.

Por último, el pajar era otra de las dependencias fundamentales. Con la paja se hacían las camas de los animales, donde dormirían para dar calor a la casa; cuando esta cama se cambiaba, aquella servía para abonar las fincas; servía también como alimento para los animales de tracción y era necesaria para los procesos de producción de otros alimentos. Se hace vital la construcción de estructuras adecuadas para guardarla. La familia contaba con una pequeña palleira, situada a unos 100 metros de la vivienda. Las más grandes de estas construcciones, esparcidas por todo el pueblo, se usaban también para la celebración de fiestas. Se utilizaban también para guardar herramientas y se reservaba para el trabajo masculino en este hogar, es decir, al padre, encargado del trabajo en madera. Es destacable por tanto la diferenciación de espacios según el género. No estaba prohibida la entrada en el lugar de trabajo del otro género, ni había restricciones, pero unas y otros entendían que el pajar no era lugar para hilar o calcetar, mientras que la cocina no era lugar para el trabajo de la madera.

Desde el sembrado del cereal, la siega, el trabajo en la era, el almacenamiento, la molienda, amasado y horneado del pan en los 3 grandes hornos del lugar, hasta que el producto final diese de comer a la familia, se forjaba una serie de relaciones con el entorno (levantando y acondicionando espacios y estructuras adecuadas) y la comunidad, entrelazándose con partes fundamentales de otros procesos productivos.

TRES ESPACIOS PRINCIPALES

Para resumir, el hogar de nuestro estudio nos muestra tres estancias principales:

Por un lado, la más empleada de la casa, la cocina, que se sitúa en C3. Se usa para preparación de alimento, almacenaje y para trabajo femenino. Este, cuando se desarrolla dentro del hogar, tiene que ver con la alimentación, el mantenimiento y la confección textil. Es un espacio asociado al fuego, la semilla y el pan. Es también un lugar común, de socialización con el resto de la comunidad y de reunión familiar.

Por otro lado, tenemos los dormitorios, en C2, dedicados al descanso, al aseo puntualmente, al nacimiento (ya que es donde se da a luz) y a la muerte (ya que es donde se vela a los difuntos). Es también un espacio fundamental para generar un estatus y una imagen dentro de la comunidad.

Por último, están los espacios externos: los dedicados al trabajo masculino, carpintería en nuestro caso, que se desarrollaban en el pajar; aquellos dedicados al trabajo comunal, por ejemplo, la era, que evidencia la importancia de la comunidad para la subsistencia familiar; y, por último, estructuras para secado y protección del grano, como puede ser en un principio C1 o los hórreos.

CONCLUSIONES

En primer lugar y como acabamos de ver, concluimos que la subsistencia familiar, el mantenimiento de la casa, es el objetivo principal y depende directamente de un núcleo más grande: la aldea.

En cuanto a los usos de las estancias del hogar, hemos constatado como en un principio, son siempre compartidos, ya sea un espacio para la realización de actividades comunes o para actividades más concretas como el aseo o dormir. No existe privacidad (nuestra actual concepción de la misma) que quede evidenciada en las compartimentaciones de la casa y los espacios no tienen una única utilización. El registro inmueble nos muestra estancias diáfanas o con separaciones livianas que implican el tránsito por todas ellas para el acceso a otras. A mayores, la diferenciación de uso de los espacios del hogar con fin productivo, lleva consigo una diferenciación de género, principalmente. En este sentido, el femenino es un espacio de trabajo asociado al fuego, almacenaje de semillas y a la preparación de los esenciales para la familia: vestido y alimento. El masculino es un espacio de trabajo externo a la casa, en el que se almacena la paja seca, el otro producto resultante del trabajo del grano. Por otro lado, son espacios acondicionados y provistos de manera que cumplan con una imagen social determinada para con la comunidad o la familia de fuera del núcleo habitual. Podemos concluir que se trata de espacios comunes y con varios usos, ya sean la producción, el aprendizaje, el estatus, la socialización o la festividad.

Otra reflexión que podemos sacar del estudio de este conjunto, es que en todas las viviendas hay individualidades: todas se salen un poco de la norma general de una u otra manera. Que el registro arqueológico nos muestre piezas idénticas o estancias semejantes no quiere decir que toda una comunidad le diese los mismos usos. En este caso, hemos visto que hay pautas de uso de estancias y materiales que se siguen por parte de todo el lugar de Folgoso, pautas que entran dentro de un mismo “juego social”, generalizadas y asumidas por todos. Estas pautas quedan patentes en las obras de las casas, en las que destacan los espacios acondicionados para varias personas. Por otro lado, hay individualidades. En nuestro caso, tener la vivienda para dormir separada de la estancia para cocina, en vez de en la misma sala o en una planta superior, supone una excepcionalidad, como además constatamos durante nuestra revisión bibliográfica. En cuanto a los materiales muebles, no se daba el mismo uso de unas a otras casas a pesar de que las piezas fueran idénticas y habitualmente compartiesen alguna o varias utilidades. Concluimos que la excepcionalidad siempre debe ser tenida en cuenta, su existencia entra también dentro de las posibilidades en un yacimiento.

Con respecto al análisis morfológico y los cambios en su apariencia física, hemos evaluado los materiales constructivos, su disposición y maneras de cerrar o abrir estancias en el hogar, construcciones anexas y la funcionalidad de su fábrica. Para nuestro caso, esta información ha sido complementada con la perduración de parte del registro mueble y el testimonio oral de quien conoce los datos y procesos de este conjunto de viviendas. ¿Qué interpretaciones haríamos de tener solamente las construcciones? El análisis arquitectónico y de los materiales, nos proporciona siempre información imprescindible sobre los procesos constructivos y como se sucedieron: la importancia de determinados conceptos socioculturales (la privacidad, la relevancia de la individualidad y la colectividad, entre otros, reflejados en la compartimentación espacial); algunos usos (alacenas que nos pueden indicar estancias de almacenamiento, marcas de fuego que reflejan la presencia de actividades culinarias, etc.); la presencia de entradas y salidas de diferentes tamaños nos hablan de su propia utilización (una entrada de carro o para ganado es siempre mucho más amplia que una de uso exclusivo para personas); la funcionalidad de los materiales (la piedra para muros exteriores y las estancias animales, que mantienen más estable la temperatura; la madera para el suelo del piso superior, que deja pasar el calor).

Durante nuestro trabajo, constatamos que la Etnoarqueología supone una vía igualmente imprescindible para abordar el estudio, de la mano de un análisis arquitectónico y gramático, de la espacialidad de las unidades construidas y sus relaciones. El conocimiento etnográfico nos permite ampliar nuestras visiones culturales y cuestionar nuestras reglas sociales, que nos hacen partir, consciente o inconscientemente, de determinadas ideas preconcebidas al observar un yacimiento. Son muchas las ocasiones en que en el registro nos encontramos elementos que somos incapaces de interpretar, dado que no podemos incluirnos dentro de nuestro esquema mental previo, etiquetándolos a menudo de una manera abstracta y genérica (como suele suceder con el uso del término ritual). La Etnoarqueología nos permite incluir en nuestros estudios perspectivas que han sido descartadas, equiparando en valor unas y otras para contemplar los datos de una manera más honesta. Ocurre lo mismo con la edad o las relaciones familiares y de comunidad. Se trata de ir más allá de la extrapolación de nuestra cosmovisión actual a sociedades arqueológicas a la hora de concebir identidades pasadas. De estos planteamientos deriva la importancia de analizar sociedades vivas desde un punto de vista arqueológico, social y cultural. Concluimos, tras estas deliberaciones, que no podemos aplicar las concepciones occidentales del siglo XXI ni siquiera a un yacimiento tan cercano en el tiempo y que sigue activo. De ello deriva la relevancia de la interdisciplinaridad en Arqueología, que nos hace comprender este hecho e ir más allá en nuestras interpretaciones.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda de Antonina Fernández Lorenzo, abuela e interlocutora en nuestra entrevista, que tuvo disponibilidad absoluta para ayudarnos con el mismo como fuera necesario.

Debo agradecer también el apoyo a Manuel García Cabo y Ladislao Castro Pérez, miembros del GEAAT de la UVigo, que se ofrecieron a facilitar sus libros, de una ayuda inestimable en circunstancias tan excepcionales para las bibliotecas.

Gracias a mis compañeros y compañeras Adriana, Aser, Carmen, Iris, Jaime, Rafa y Teresa por el apoyo y el cariño recibido.

Por último, agradezco a mi tutor, José María Martín Civantos, la ayuda prestada.

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* Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad de Granada. evaglezfor@gmail.com