APROXIMACIÓN AL ESTUDIO TERRITORIAL DE LOS BERONES

APPROACH TO A TERRITORIAL STUDY OF THE BERONES

Francisco CASTRO PORTOLÉS*

Resumen

Partiendo de la definición vinculada entre etnia, estado y ciudad en el mundo prerromano peninsular, se fijan las fronteras del territorio de la etnia berona, basándose en lo descrito por las fuentes clásicas. En esta zona de estudio se aplica un modelo territorial fundamentado en el sinecismo, que pretende explicar el proceso de formación de la ciudad-estado durante el 1er milenio a.C. Esta propuesta explicativa concuerda diversamente con la realidad estudiada, pero abre nuevas e interesantes vías de investigación.

Palabras clave

Territorio, modelo, berones, celtíberos, sinecismo.

Abstract

On the basis of the definition linked between ethnicity, state and city in the pre-Roman Iberia and according to what is described in classical sources, the borders of the territory belonging to the Beronian ethnic group are fixed. In this area of study, a territorial model based on synecism, that aims to explain the formation process of the city-state during the 1st millennium BC, has been applied. This explanatory proposal applies unevenly with the studied reality, but opens new and interesting ways of research.

Keywords

Territory, model, Berons, Celtiberics, sinecism.

INTRODUCCIÓN

La razón principal que nos ha movido a realizar un estudio del territorio berón ha sido, la ausencia de ningún trabajo similar dentro de la literatura científica. Esto atestigua la escasa atención y renovación que han sufrido las comunidades prerromanas desde un punto de vista espacial en La Rioja. En este sentido, hemos creído interesante la aplicación de un modelo territorial basado en el sinecismo que intenta explicar la formación de las ciudades-estado que aparecen en las fuentes clásicas. Creemos que esta zona posee un enorme potencial arqueológico, que puede aportar nuevas perspectivas al proceso de surgimiento de la ciudad-estado en el interior peninsular en la 2a mitad del 1er milenio a.C.

ETNIA, CIUDAD-ESTADO Y TERRITORIO

Con este primer apartado no se pretende entrar de lleno en el debate sobre arqueología y etnias, sino más bien posicionarme por una opción teórica concreta, la cual sustenta toda la justificación posterior sobre el área de estudio y el análisis territorial.

Definición de etnia

Es la definición de etnia y todas sus implicaciones lo que vertebra, lógicamente por otra parte, las diferentes corrientes dentro del estudio de la paleoetnografía, que a fin de cuentas bebe de conceptos antropológicos, por lo que es oportuno empezar por ello.

En mi opinión, el concepto de etnia aplicable a la realidad berona es una construcción ideológica identitaria por parte de las élites basada en la unificación y utilización política de un sustrato de elementos comunes con el objetivo de crear una unidad que fortalezca la cohesión social y amplíe las capacidades bélicas frente a un enemigo común.

Esta definición entraría dentro de lo que en algunas propuestas califican como “instrumentalista”, precisamente por la comentada utilización de la etnia por el poder político (GARCÍA Y FERNÁNDEZ 2010).

Dentro del concepto de etnia, el sustrato cultural sobre el que se construye vendría a ser todo un abanico de realidades cotidianas compartidas, como los espacios de vida, la cultura material, la lengua, la economía, pero también mitos, creencias y tradiciones que aluden a un pasado común, real o ficticio, que, ideologizados, dotan de contenido a la etnia. Estudiar y conocer los significados étnicos que tienen cada uno es casi imposible, lo que no niega que en su tiempo lo tuvieran como parte de la producción de una sociedad.

El origen de la ciudad-estado

El origen de la ciudad-estado en este periodo y lugar concreto se basaría en el sinecismo. Entendido como una concentración de población en un lugar determinado que provoca la sustitución de las estructuras u organizaciones tribales y familiares previas por instituciones representativas comunitarias. Dichas instituciones surgen como forma de mantener la convivencia entre grupos que antes se autogestionaban, pero necesita la cesión del poder político por parte de esos grupos. Derivado de este proceso de surgimiento de las ciudades-estado mediante el sinecismo, la propia definición aplicable a este caso no cuadra con esa división entre lugar construido y organización política que lo gobierna, porque, como vemos, el espacio y la organización política forman una sola cosa. No hay ciudad sin concentración física de la población, y no hay concentración física posible sin una gestión de la convivencia supra-tribal.

ÁREA DE ESTUDIO

El área de estudio elegida es el territorio berón. Dicho territorio viene delimitado historiográficamente ya que las fuentes clásicas hablan de los Berones y sus ciudades, localizándolas en el Alto Valle del Ebro. Cabría plantear una delimitación arqueológica, pero en la cultura material perteneciente a la etapa prerromana no se encuentran rasgos diferenciadores, que podamos llamar étnicos, entre esta zona y las vecinas.

Como en la mayoría de etnias descritas en las fuentes clásicas, la localización es relativa, es decir, en relación a otros grupos humanos diferentes desde el prisma del historiador grecolatino. En este caso, las fronteras aplicadas a los Berones serían de época romana, a partir del siglo II a.C. Este hecho es importante tenerlo en cuenta porque la zona de estudio aportada por la historiografía, establece estas fronteras en una etapa avanzada de la realidad étnica, cuando la etnia está en pleno vigor histórico con todas las manifestaciones culturales escritas que conocemos (BURILLO 1998, MARCO 1995). “Es evidente, que con anterioridad a los primeros datos escritos, la delimitación espacial de su territorio es una mera conjetura, basada esencialmente en la distribución de topónimos derivados del término -Berones-.” (VILLACAMPA 1980: 33).

Las fuentes sitúan a los Berones al sur de Várdulos, al sureste de Cántabros Coniscos o Autrigones, al oeste de Vascones, y al sur de Celtíberos o Pelendones y Arévacos.

Fig. 1. Mapa territorio berón (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia).

ESTUDIO TERRITORIAL

El modelo

El modelo territorial utilizado es el planteado por F. Burillo (BURILLO 1997, 1998), para el Valle del Huecha durante el 1er milenio a.C.

El modelo plantea tres fases diferenciadas en cuanto a las características del poblamiento.

Fase 1. Fase previa

La primera fase correspondería al momento previo al surgimiento de las ciudades, donde existirían un territorio con gran densidad de pequeños poblados, con cierta jerarquía en cuanto al tamaño, y la cercanía a las mejores tierras de cultivo. Esta fase correspondería a un momento intermedio de la I Edad del Hierro, que para el Valle del Huecha sería el siglo VI a.C. (BURILLO 1998: 222).

Fase 2. Surgimiento de la ciudad

En esta segunda fase, aún en el Hierro I, se produce la “crisis del Ibérico Antiguo”, situada entre finales del siglo VI y la primera mitad del V a.C., que es parte de un fenómeno de cambio y ruptura más amplio experimentado en otras partes de la Península Ibérica y Europa, dando lugar al cambio de Hallstatt a La Tène. Este proceso de crisis o cambio transformará profundamente la estructura socioeconómica, los patrones de asentamiento y el ritual funerario, dando lugar a la base sobre la que surgirán las ciudades. Este proceso se plasma en el abandono de muchos de los poblados anteriores, que presentan niveles de incendio, mientras la población se concentra en poblados que perviven y aumentan en tamaño. Existirán también unos pocos núcleos rurales que no serán abandonados y se mantendrán hasta la fase posterior. Los asentamientos de mayor tamaño serán las futuras ciudades, que en este momento ya incorporan el hierro a las actividades productivas, con lo que también empiezan a surgir los primeros poblados mineros dependientes de la ciudad (BURILLO 1998: 222).

Fase 3. Organización del territorio desde la ciudad

En esta tercera fase, el proceso de formación de la ciudad ya estaría terminado, y experimentaría su máxima expresión: la ciudad como centro político de un territorio que organiza el poblamiento de nuevos lugares para el aprovechamiento de los recursos y el control de los mismos. En el ejemplo utilizado por F. Burillo, la ciudad de Beliciom se asemejaría al modelo propuesto para Edeta, que confirmaría la existencia de la ciudad a finales del siglo V a.C. sobre la base de la organización del territorio, que realiza mediante la construcción de atalayas o fortines en zonas estratégicas, con una misma planta, de calle central con casas adosadas a la muralla y un torreón en un extremo (BURILLO 1998: 224-225).

Planteamientos iniciales

Una vez planteado el modelo es necesario aclarar las implicaciones que se siguen de este método. Como se ha podido observar previamente, estamos ante un modelo surgido de un estudio territorial concreto, el cual se pretende hacer generalizable y extrapolarlo a otras regiones que posean las características necesarias para experimentar, del mismo modo, este proceso. En primer lugar, dichas características son la realidad socioeconómica de las sociedades del centro peninsular durante el 1er milenio a.C. En segundo lugar, la aplicación del modelo debe tener presente que no se pretende hacer encajar la realidad en una idea preconcebida, sino mediante una concepto general previa, resultado de un caso concreto, intentar explicar los vacíos de información que actualmente existen y plantear líneas de investigación futura.

La cronología para las diferentes fases del surgimiento de las ciudades se podría presuponer parecidas a las establecidas en el valle del Huercha, pero hasta la confirmación mediante dataciones precisas no se podrá saber con exactitud para nuestra área de estudio. En este sentido, asumiendo la “Crisis del Ibérico Antiguo” como expresión de las trasformaciones que darán como resultado el cambio de estructura socioeconómica y, por lo tanto, el patrón de asentamiento que precede al surgimiento de la ciudad, la cronología de dicha crisis fijada a finales del siglo VI y la primera mitad del V a.C. nos serviría de fecha post quem. A su vez, utilizaremos la cerámica para diferenciar entre las dos fases de ocupación claves en todo el proceso, el Hierro I, con cerámica a mano con decoración incisa, excisa, digital, etc., y Hierro II, con cerámica a torno o celtibérica, siendo conscientes de las limitaciones que posee este criterio clasificador, y de las posibles divisiones internas de cada fase. Para concretar mejor la cronología de las cerámicas, sobre todo de las elaboradas a mano, se deberá hacer una revisión de dichas cerámicas y ver si es posible aplicar la división de P. Álvarez Clavijo (ÁLVAREZ1995). A su vez, las formas finales de transición del Hierro I, pueden continuar su uso durante el inicio del Hierro II, por lo que en los casos de ser el único indicador nos obligaría a cuestionar su adscripción exacta.

Fases de ocupación

A continuación, se expone mediante un mapa la relación de yacimientos con posibles fases de ocupación en base a su cultura material, información obtenida de la bibliografía específica de cada yacimiento y de los catálogos referentes a la Edad del Hierro.

Fig. 2. Yacimientos y su tipo de cerámica. (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia)

Las tres posibilidades cerámicas

Volviendo a una visión general del conjunto, podemos observar que se dan tres situaciones: yacimientos con cerámica manufacturada, yacimientos con cerámica torneada celtibérica y yacimientos con ambas.

Cerámica a mano

En los casos en los que solo se encuentra cerámica a mano, adscrita tipológicamente al Hierro I, o sin especificar, creo que, debido al papel homogeneizador de la fase estatal, es improbable que perduraran poblados durante la fase urbana (fase 3) desarrollando cerámica a mano, sin experimentar e introducir la cerámica a torno. Como hemos comentado previamente, esta cerámica celtibérica tiene una gran homogeneidad en su espacio de distribución, además de aumentar con creces su producción respecto a la elaborada a mano, por lo que es lógico pensar que núcleos más pequeños influenciados o dependientes de la ciudad compartiesen esta cerámica e incorporaran cerámica celtibérica a sus modos de vida. Ello no implica, como he comentado antes, que abandonaran completamente la cerámica a mano. En definitiva, los yacimientos que solo tienen cerámica a mano, propongo admitir que fueron poblados únicamente en la I Edad del Hierro (siglos VIII-V). En cualquier caso, la investigación futura sobre estos yacimientos podrá especificar mejor su cronología y desmentir lo que planteamos si se encuentran materiales propios del Hierro II, pero actualmente esta suposición es la que nos permite interpretar estos yacimientos.

Cerámica a torno

Para los yacimientos que solo encontramos cerámica celtibérica, la interpretación es más sencilla, ya que tenemos una fecha post quem de mediados del siglo IV a.C., que es cuando se introduce la cerámica torneada celtibérica. En este caso, la vinculación entre cerámica a torno y Hierro II es clara. Para este segundo supuesto, hay que ser conscientes que es posible que nos encontremos ante una visión sesgada de los yacimientos, ya que, en la propia superposición de estratos, los niveles de Hierro I con cerámica a torno estarían más profundos y puede suceder que no hayan aparecido en superficie. Coincidiendo con esto, todos los casos que cuentan, en exclusividad, con cerámica torneada no han sido excavados con método científico, a excepción de los dos yacimientos de Viana, La Iglesia y el IEML.

Ambas cerámicas

En esta situación, el poblamiento seguro es el de la II Edad del Hierro, pero los análisis tipológicos que se hagan a la cerámica a mano, además de todo el contexto estratigráfico en el que se encontraron, si se conoce, también confirmarán el poblamiento durante la I Edad del Hierro. En el resto de los yacimientos, solo podemos suponer el poblamiento continuado.

LAS CIUDADES Y SU TERRITORIO

Las fuentes clásicas nos proporcionan el nombre de tres ciudades beronas: Libia, Tritium Magallum y Vareia. Por lo tanto, tenemos que entender la presencia de estas tres ciudades en las fuentes como el reflejo de un proceso histórico que, en el momento de la conquista romana (S. II a.C.), ha dado como resultado el establecimiento de estos tres centros de poder político en la zona. Lo que no significa que previamente no hubiera otras ciudades, ni que contemporáneamente a estas existieran otras, pero que no quedaron reflejadas en las fuentes.

A la hora de plantear el estudio territorial basándose en estas tres ciudades, se presenta necesario realizar una división interna del territorio berón, buscando las zonas de influencia de cada ciudad. En este sentido, y basándome en la identificación de El Piquillo, El Villar y La Custodia con Libia, Tritium Magallum y Vareia, proponemos plantear la hipótesis de 3 zonas geográficas planteadas como territorios ciudadanos:

1. La zona de Libia, que sería la Rioja Alta, en el margen derecho del río Tirón.

2. La zona de Tritium Magallum, que comprendería el Valle del Najerilla y la parte cercana del margen derecho del Valle del Ebro.

3. La zona de Vareia, que abarcaría el margen izquierdo del Ebro y el Valle del Iregua y Leza.

Fig. 3. Territorio de cada ciudad (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia).

Los valles de los afluentes de la margen derecha del Ebro funcionarían como vías de comunicación entre la meseta y el alto valle del Ebro, los montes vascos y la cordillera cantábrica, por lo tanto, un papel importante en las vías de comunicación del interior peninsular (Cunliffe y Lock 2010). El mapa expuesto a continuación es una representación gráfica hipotética de los territorios de cada ciudad, siendo conscientes de las reservas sobre el tema, principalmente, por la ausencia en la actualidad de la información necesaria para vincular cada yacimiento dependiente de su ciudad. Por ese motivo, la propuesta es de carácter hipotético y se basa en la cercanía y la situación con respecto a unidades geográficas como los valles y los ríos.

Libia. El valle del Oja y del tirón

El cerro de El Piquillo, donde se localiza la ciudad de Libia, se encontraría junto al Río Tirón y podría controlar toda la Rioja Alta, al margen derecho de dicho río. Dentro de esta región, encontraríamos el Valle del Oja y toda la margen derecha el Valle del Ebro, desde la actual Haro hasta un punto intermedio con la zona de influencia de Tritium Magallum. Lo particular de este espacio es la ausencia de referencias a yacimientos relacionados con las fases culturales prehistóricas del 1er milenio a.C., a excepción de la propia Libia. El Piquillo sería una colina amesetada, en cuya parte alta se excavaron niveles del Hierro I y, sobre ellos, Hierro II. De los demás yacimientos estudiados, el más cercano sería La Humedé, y se encuentra en Estollo, bastante alejado, en el Valle del Río Cárdenas, afluente del Najerilla, lo que nos hace pensar en su adscripción a la otra zona de influencia. Esta delimitación en negativo tiene como claro inconveniente que todas las explicaciones que se propongan sobre este vacío carecen de casi ningún punto de apoyo argumental, y solo es posible extrapolarlo desde las áreas cercanas. Partiendo de que este territorio, no presenta ninguna característica propia que pueda hacernos pensar en la despoblación del mismo durante la fase estudiada, pensamos que el poblamiento se dio, y por lo tanto, los yacimientos existirían. Ejemplo de esto es El Piquillo (Libia). Por lo tanto, se plantea una opción para explicar el vacío de yacimientos en esta zona: inexistencia o ineficacia de las prospecciones realizadas. En este punto, cabría plantear una aplicación de los patrones de asentamiento propios de cada fase de las áreas vecinas, para delimitar sectores con mayor potencial de prospección, siendo conscientes de la gran variabilidad experimentada (Llanos 1995: 293-294). Haciendo un primer acercamiento a este punto, basándonos en los otros territorios, más que orografías concretas, creemos que la búsqueda de espacios con potencialidad debería empezar basándose en factores zonales de control de los cursos de los ríos, especialmente durante el Hierro I. A su vez, será necesario estudiar los posibles procesos postdeposicionales sufridos por los yacimientos que habrían provocado la desaparición u ocultación de los mismos, especialmente en esta zona.

Fig. 4. Territorio de Libia (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia).

Tritium Magallum. El valle del Najerilla

La localización de Tritium Magallum en el Valle del Najerilla es casi segura. La identificación de un yacimiento con la ciudad, ha sido historiográficamente más problemático. Tradicionalmente se venía vinculando el Tricio actual a la ciudad berona, pero la ausencia de importantes niveles de ocupación prerromana del cerro del pueblo actual, nos empujan a buscarla en otro yacimiento. Siguiendo a U. Espinosa, el yacimiento de El Villar, al sur por el valle en Bobadilla, tendría las características adecuadas para serlo, tanto de dimensiones, como de materiales encontrados y localización estratégica. Este yacimiento no fue excavado con métodos científicos, y su hallazgo se debió a una remoción de tierras. Pese a eso, la gran cantidad de materiales recuperados nos habla de un importante yacimiento en época celtibérica. La otra opción barajada por U. Espinosa es basarse en el nombre de Tritium, y su prefijo tri-, para plantear un origen tripartito del nombre. Es decir, que tres unidades, puedan ser núcleos de población o grupos familiares, conformaran la unidad política que diese lugar a ese nombre (ESPINOSA 1995). Ambas opciones no ponen en discusión que la zona de influencia de Tritium Magallum sea el Valle del Najerilla, y serán contrastadas a continuación con la realidad territorial.

Fig. 5. Territorio de Tritium Magallum con los yacimientos y sus cerámicas (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia).

En el Valle del Najerilla y en el de su afluente Cárdenas encontramos estos yacimientos: La Certún (Matute), El Villar (Bobadilla), El Patín (Estollo), La Humedé (Villarejo), Castillo Antiguo (Nájera), San Andrés (Manjarrés), Tricio (Tricio), Cerro de la Mota (Nájera), Cerro Molino (Nájera) y San Justo (Cenicero).

A continuación, siguiendo los planteamientos del modelo, expondremos la evolución del poblamiento en el territorio:

El poblamiento inicial para este proceso sería el representado por los yacimientos con cerámica a mano, propia del Hierro I. Sobre este sustrato se producirían cambios profundos, durante finales del siglo VI y mediados del siglo V, que darían como resultado un cambio en el patrón de asentamiento. El panorama durante este proceso de cambio se presenta con un solo yacimiento que es abandonado, Cerro de La Mota, y la mayoría continúa su uso durante la fase posterior del Hierro II, con la ausencia de niveles de incendio o abandono constatables en dos de ellos, los mejor conocidos (Cerro Molino y Castillo Antiguo). Además, durante la etapa celtibérica, nos encontramos con yacimientos sin restos de la fase anterior, que podemos achacar a la ausencia de excavaciones o al surgimiento ex novo de estos, como parte de la gestión del territorio por parte de la ciudad. Apoyándonos en la continuidad de hábitat de los yacimientos mejor estudiados, y en la mayor densidad de poblados propia de la fase pre-urbana (fase 1), optamos por la primera opción, y presuponemos que la gran mayoría de estos poblados con solo cerámica celtibérica estarían en uso durante la I Edad del Hierro, pero que fruto de la naturaleza del hallazgo y de la ausencia de excavaciones científicas el conocimiento sobre esta fase previa tiene un sesgo importante. Otra cosa importante es explicar el proceso que sufre la población de la zona. En este sentido, la gran mayoría de los yacimientos, en vez de ser destruidos o abandonados, como explica el modelo, experimentan un proceso de cambio. Un cambio que teniendo en cuenta la acumulación de población en las futuras ciudades que precede o acompaña al surgimiento de estas, nos lleva a pensar que fue un traslado de población importante hacia la futura ciudad. Traslado que también significaría perdida parcial o completa de la importancia local o regional en favor del núcleo receptor. Por último, y a la vez que las futuras ciudades, se dio la introducción de un urbanismo nuevo, más ordenado, que en los casos conocidos (Cerro Molino y Castillo Antiguo) se plasmó en el aterrazamiento de los cerros, una arquitectura doméstica rectangular en planta y más duradera, y una revitalización de algunos poblados, más alejados de la ciudad (Cerro Molino). En definitiva, en esta explicación en la fase pre-urbana todos los yacimientos de la zona estarían en uso, con una cultura material propia de Hierro I (fase 1), aunque en algunos no se conserven o conozcan. Durante el proceso de sinecismo perderían gran parte de su población en favor de la ciudad, y el único yacimiento que se abandonaría sería Cerro de La Mota (fase 2). Durante la fase posterior, la ciudad ejercería su influencia sobre el resto de yacimientos, ya en periodo celtibérico (fase 3), revitalizando y reestructurándose los poblados.

La otra propuesta explicativa, derivada de la partícula tri- del nombre de la ciudad, que plantea el origen en base a tres unidades poblacionales o familiares, podría presentarse tomando los tres núcleos más extensos de la zona (Cerro Molino, Castillo Antiguo y El Villar). Estos núcleos experimentarían un proceso de concentración de la población de los alrededores durante la Fase 2. Este hecho puede comprobarse en Cerro Molino, y extrapolarse a El Villar, pero está ausente en Castillo Antiguo. Por lo tanto, la ciudad-estado estaría constituida por tres núcleos poblacionales, pero ejercería como un único centro político de control territorial, siguiendo un modelo de lugar central sobre la base de clanes cónicos. Y ya avanzada la etapa celtibérica (siglo II), por otras causas, se produciría el traspaso de esta población al actual Tricio, ya bajo el dominio romano. Para esta segunda opción no se conocen paralelismos en la zona.

Fig. 6. Proceso diacrónico del poblamiento del Valle del Najerilla (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia).

Vareia. Valle del Iregua y del Ebro

La localización de la Vareia berona en el yacimiento de La Custodia (Viana) y no en el actual barrio de Logroño, con el mismo nombre, ha sido planteado por J.C. Labeaga basándose en la entidad del yacimiento de La Custodia, y la ausencia de niveles prerromanos en el yacimiento romano de Varea (LABEAGA 1999-2000). Partiendo de que la Vareia prerromana estaría en ese yacimiento navarro, podemos circunscribirle dos unidades geográficas distintas. Por una parte, estaría toda la ribera izquierda del Ebro hasta la Sierra de Cantabria, y por otra, el Valle del Iregua en su curso medio y bajo. El caso de El Castejoncillo, en Montemediano, se sale del estudio, ya que estando en el Valle del Iregua, se encuentra en un medio diferente al resto de yacimientos estudiados.

En los mapas que representan el proceso estudiado, tendremos que utilizar dos escalas, la regional y la local, porque hay yacimientos diferenciados que se encuentran en el mismo término municipal, y en los mapas regionales no se apreciaría.

La evolución del poblamiento de la zona de influencia de Vareia, desde la óptica del modelo, empezaría, como en el anterior caso, con los poblados de la I Edad del Hierro, que correspondería a la Fase 1. La mejor parte para conocer esta fase es el sector alavés y navarro, donde encontramos numerosos yacimientos con gran cercanía entre ellos. En el Valle del Najerilla, al mal conocido yacimiento de Las Pasadas se le puede atribuir un poblamiento del Hierro I, siguiendo los patrones del resto. Este sustrato de pequeños yacimientos iría trasformando paulatinamente, durante la I Edad del Hierro, sus arquitecturas, dotándolas de más organización y de materiales más duraderos. Pero durante finales del IV y el siglo V, se produce un abandono de muchos de ellos, que pasan a aumentar otros. Este proceso de sinecismo estaría claramente representado en el ejemplo de Alto del Castejón, que experimenta un abandono paulatino en la parte baja del cerro, y en otros espacios, provocado por un incendio. La población se trasladaría a poblados que empiezan a desarrollar en esta época urbanismos más ordenados y aptos para concentrar más población. Sería el caso de La Hoya o La Custodia (PEÑALVER 2008).

La particularidad de este territorio en concreto es que uno de esos núcleos receptores, La Hoya, sufre un ataque durante el siglo IV y es arrasado. Se vuelve a reconstruir, pero parece evidente que después de este hecho habría perdido la importancia o hegemonía del territorio. Esto provoca que en la fase plenamente celtibérica la población se traslade al cerro actualmente ocupado por Laguardia. El testimonio de ello nos lo documenta el yacimiento de IEML. A su vez, el papel preponderante en la zona, es ejercido por otro de los núcleos que sufre este proceso de sinecismo más al este, La Custodia. En definitiva, el proceso de formación de la ciudad en el caso de La Hoya se vería interrumpido por ese episodio violento, lo que provocó, a la larga, su desaparición en la fase plenamente celtibérica. En cambio, La Custodia ejercería plenamente el control de toda el área estudiada. Todo ello nos ha llevado a dividir cartográficamente el proceso en cuatro fases, ya que el sinecismo de la fase 2 quedaría dividido en dos periodos. El primero, donde La Hoya aún posee un papel importante y se concentra población en él (2a). El segundo, tras el episodio de arrasamiento de La Hoya, donde la gestión del territorio pasa a La Custodia, Vareia en las fuentes clásicas (2b).

Para terminar, la fase urbana, la fase 3, quedaría representada en la gestión del territorio por el centro político localizado en Vareia, La Custodia.

Fig. 7. Territorio de Vareia con los yacimientos y sus cerámicas (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia).

Fig. 8. Proceso diacrónico del poblamiento del Valle del Iregua y del Ebro (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia).

Fig. 9. Proceso diacrónico del poblamiento del término municipal de Viana (Mapa base hidrografía y relieve Google e IGN. Elaboración propia).

SÍNTESIS

Más allá de las conclusiones particulares de cada zona, relativas a las interpretaciones que pretenden suplir los vacíos actuales de información, en este apartado se recogen las cuestiones resultantes de la aplicación del modelo sobre todo el territorio berón desde un punto de vista general. En este sentido, desde el primer momento (Hierro I) se observa una diferencia clara entre la margen derecha y la margen izquierda del Ebro. Mientras en el sector alavés y navarro contamos con yacimientos bien conocidos que son abandonados durante esta fase, al otro lado del Ebro, la gran mayoría de los yacimientos presentan una continuidad con la fase posterior. Así, la adecuación del modelo es mayor en la región mejor conocida, el margen izquierdo del Ebro. Mientras, la continuidad de poblamiento en la gran mayoría de yacimientos se sale del planteamiento inicial del modelo. Las razones detrás de este hecho pueden ser muy variadas y complejas, pero se nos plantean dos, no excluyentes. La diferente intensidad de la investigación en las distintas CCAA, que produciría que en la zona riojana no se hayan descubierto estos poblados del Hierro I, que serían abandonados. Y la segunda, y más interesante, una dinámica poblacional diferenciada entre las dos márgenes del Ebro, lo que supondría valorar el río Ebro como una divisoria real entre dos realidades sociales para los siglos VIII-V.

En la fase siguiente, fase 2, continuamos viendo la adecuación del modelo basado en el sinecismo en la zona mejor conocida, el margen izquierdo del Ebro. Así, el caso de Vareia y La Hoya representan, con bastante solidez, el modelo planteado en la concentración de población y crecimiento de núcleos con planimetría más organizada.

Por último, en la fase 3, la adecuación del modelo es parcial, porque sí encontramos grandes poblaciones que pudieron ejercer como centros políticos, pero no se encuentran poblados de nueva planta que pudieran ser fruto de una gestión organizada y homogénea del territorio. En esta línea, el conocimiento arqueológico actual sobre los yacimientos de la II Edad de Hierro, no nos permite establecer vínculos entre la posible ciudad y sus núcleos dependientes más allá de la propia distancia entre ellos. Estos vínculos podrían buscarse, en la correlación temporal de la introducción de las novedades propias de la nueva fase: la cultura material, la arquitectura y organización interna del poblado, y los cambios de extensión vinculables a las fases de ocupación.

CONCLUSIONES

Siguiendo el modelo planteado por F. Burillo, la conclusión sobre la aplicación del mismo sugiere que se debe buscar el origen de las ciudades en una fase anterior a lo que tradicionalmente se ha hecho. En este sentido, la fase final del Hierro I se descubre esencial para conocer los cambios experimentados que darán como resultado el surgimiento de la ciudad y su realidad territorial. El problema es que el conocimiento específico de esta fase en nuestra zona de estudio es muy desigual, pudiendo dar origen a distorsiones propias de los vacíos de investigación.

Al aplicar el modelo nos encontramos con una adecuación desigual dentro de nuestra área de estudio. Así, las zonas más estudiadas responden mejor al modelo, mientras que la zona riojana necesita de variaciones importantes del modelo que expliquen su realidad específica. Esto es el resultado de una investigación desigual entre las dos regiones, y de una realidad arqueológica indudable como es la continuidad de hábitats durante toda la Edad del Hierro en la parte riojana, y que no casa muy bien con el modelo planteado. En este sentido, otra conclusión importante es que, a la hora de trabajar con modelos, estos deben ser entendidos con flexibilidad y adaptabilidad a las realidades concretas. Porque si no el resultado del estudio no abriría nuevas perspectivas científicas sobre el objeto de estudio, sino que daría como resultado el propio modelo inmóvil.

Por último, se ha detectado un vacío de información importante en la Rioja Alta, solo entendible por una falta de investigaciones. En esta línea, esta zona requiere de un tratamiento específico que analicé las causas de dicho vacío y planté estrategias dirigidas a ampliar el conocimiento arqueológico.

En general, las líneas de investigación deben ir encaminadas a conocer mejor los posibles cambios espaciales y los hiatos de poblamientos de los diferentes yacimientos, principalmente, mediante la ampliación del conocimiento específico de cada yacimiento y el estudio territorial de esta zona, buscar correlaciones entre el cambio en el registro arqueológico detectado en los dos horizontes para el Hierro I, y los posibles cambios poblacionales de algunos poblados dentro de esta fase, ya que obtendríamos un claro indicador que aplicar a otros yacimientos para explicar los procesos de sinecismo y continuidad de hábitat, que son parte fundamental del origen de la ciudad.

Sin duda, será necesario revisar las publicaciones sobre la cerámica a mano y los materiales aún sin estudiar, buscando la posible clasificación en las dos fases del Hierro I de Álvarez Clavijo. Esta búsqueda tendrá como objetivo concretar más las posibles fases de poblamiento sobre este periodo, ampliando la capacidad de interpretación sobre los procesos de abandono y de población continuada, tan importantes para comprender la formación de las ciudades.

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* Universidad de Granada frcastroportoles@gmail.com