APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DE LA CERÁMICA NAZARÍ EN LAS ÁREAS PERIURBANAS DE GRANADA. EL CASO DE AYNADAMAR

APPROXIMATION TO THE STUDY OF NASRID POTTERY AT GRANADA'S METROPOLITAN AREAS

Universidad de Granada. desthera@yahoo.es

Esther VILLARINO MARTÍNEZ*

Resumen

Se presenta en este trabajo un resumen de los resultados del estudio del material cerámico de época nazarí procedente de los vertidos realizados sobre la estructura E4-2 (fosa–pozo) localizada en el yacimiento del “Cerro de los Almendros” en el área de Aynadamar. La metodología de análisis ceramológico ha permitido caracterizar el material desde diversos puntos de vista que han proporcionado una serie de datos que analizados desde una perspectiva contextual nos permiten extraer conclusiones preliminares sobre el poblamiento bajomedieval en esta importante área periurbana granadina, así como interpretaciones relativas al propio vertido y su contenido.

Palabras clave

Cerámica nazarí, áreas periurbanas, Aynadamar, La Cartuja, vertedero bajomedival.

Abstract

This study shows the outcome of the analysis of the nasrid pottery, located over the structure E4-2, of the site “Cerro de los Almendros” in Aynadamar. The research methodology of this analysis helps to characterize the material from different points of view. These studies have provided data that offers preliminary conclusions on the late medieval settlement in this important metropolitan area of Granada.

Key words

Nasrid pottery, metropolitan area, Aynadamar, Cartuja, Late Medieval dump.


INTRODUCCIÓN

El presente trabajo trata de ser una contribución al conocimiento del área periurbana de Aynadamar entre los siglos XIII y las primeras décadas del XVI a partir de la cerámica recuperada en las intervenciones preventivas realizadas con motivo de las recientes obras de reurbanización del Campus Universitario de “La Cartuja” (Granada), las cuales han proporcionando abundante información sobre el poblamiento medieval en la zona.

La cerámica estudiada procede del yacimiento que se ubicaba inmediatamente al Oeste de la Facultad de Filosofía, hoy desaparecido, y que hemos pasado a denominar “Cerro de los Almendros”, tomando el topónimo del nuevo estacionamiento que ha propiciado su eliminación, y donde se documentaron niveles de época moderna y contemporánea, además de dos fases de ocupación bajomedievales. Concretamente se analiza la cerámica recuperada en el vertido que colmataba una estructura hidráulica localizada en este yacimiento en el año 2013, durante la primera de las dos fases de intervención llevadas a cabo en el mismo (MORENO PÉREZ et al. 2015), y debe entenderse como una presentación preliminar del tipo de materiales bajomedievales que están apareciendo en la zona. En cualquier caso, esta primera contribución abre líneas de discusión que deben ser trabajadas en futuros estudios y evidencia el potencial de los yacimientos de la Cartuja para la investigación de la cerámica nazarí.


CONTEXTO HISTÓRICO

La zona del Cercado Alto de Cartuja, topónimo que hace referencia a la tapia que limita los terrenos asociados al Monasterio de La Cartuja (GÓMEZ-MORENO 1994: 352), se extiende por la amplia ladera septentrional del cerro del Albaicín que desciende hacia la Vega, limitado al Norte por el curso medio del río Beiro, encontrándose en una situación física de transición entre el piedemonte de las laderas montañosas del Cerro de San Miguel y la depresión conformada por las terrazas aluviales de la Vega de Granada. Pero sin duda es la propia ubicación del área, hoy Campus Universitario, en las proximidades del núcleo urbano conformado en el Albaicín, la circunstancia que determinaría las características del poblamiento en la zona.

Por lo que respecta al período medieval los niveles más antiguos hasta ahora conocidos se sitúan en el sector SE del actual Campus Universitario, en el solar situado tras la Facultad de Empresariales, y nos remiten a distintos momentos del periodo emiral (ss. VIII-IX) (ROMÁN et al. e.p), poblamiento que debe asociarse a los puntuales niveles preziríes detectados principalmente en la parte superior del Albaicín (MALPICA CUELLO 2007a; SARR MARROCO 2010).

Entre este momento y el siglo XIV, no tenemos constancia arqueológica o literaria sobre el poblamiento en la zona. No obstante, la fundación zirí de la medina en el s. XI, y más concretamente la creación del sistema de abastecimiento de agua a partir de la acequia de Aynadamar, que desde su nacimiento en Alfacar discurre por toda esta ladera del río Beiro, debió incidir en cierto grado de trasformación y percepción de su entorno periurbano septentrional (MALPICA CUELLO 1994, 2009; SARR MARROCO 2010, 2011), incluyendo la zona de La Cartuja que nos ocupa. De este modo, el paso de la acequia de Aynadamar (GARRIDO ATIENZA 2002; BARRIOS AGUILERA 1983; ESPINAR 1993-94, 1998) incorporaría el sector a la red hidráulica sobre la cual se proyectaría la organización espacial de la nueva medina y su entorno inmediato, pasando a formar parte de los terrenos periurbanos destinados a la agricultura de regadío. Se desconoce, sin embargo, si la explotación de estos terrenos irrigados se llevó a cabo ya desde un primer momento, como parte de un programa urbanístico planificado, o bien se trató de un proceso paulatino que se da al amparo de las transformaciones urbanas y sociales que se operan en la medina con el paso del tiempo. Lo cierto es que este paisaje de fincas abocadas a una productiva agricultura irrigada aparece consolidado en las fuentes escritas de plena etapa nazarí, coincidiendo en gran medida con un punto avanzado de la expansión de la ciudad y la configuración definitiva de su nueva cerca noroccidental que limitaría el arrabal del Albayzín en tiempos de Yūsuf I, hacia mediados del s. XIV (SECO DE LUCENA 1956; MALPICA CUELLO, 2007b). No menos importante para la configuración de este parcelario irrigado periurbano fueron las transformaciones sociales que van acompañadas de la expansión urbana que se da en época nazarí, y que quedan reflejadas en conflictos por el uso del agua entre las costumbres de las alquerías tradicionales de organización gentilicia y una clase urbana que cultiva amplias áreas periurbanas al amparo del “mercado” del agua (MALPICA CUELLO y TRILLO SAN JOSÉ, 2002). El ejemplo más temprano de este tipo de conflicto en el sector que nos ocupa estaría representado por el repartimento del Beiro de 1334 (QUESADA GÓMEZ 1988), que enfrentaría a los vecinos de la alquería de Beiro con propietarios urbanos de tierras en el entorno de la acequia de Aynadamar, reproduciéndose las disputas en tiempos de Muhammad IX, según sendos documentos de 1433 y 1444 (MALPICA CUELLO y TRILLO SAN JOSÉ 2002). Por lo demás, el paisaje de exuberante agricultura reflejado para la zona por la literatura árabe del s. XIV (OROZCO DÍAZ 1972; CABANELAS RODRÍGUEZ 1979), plantea que el desarrollo de las huertas y cármenes en este sector debió iniciarse en etapas anteriores, tal vez en los primeros momentos de la dinastía nazarí, o incluso antes. En este sentido el análisis de la cerámica recuperada, apunta también a una posible consolidación temprana del tipo de parcelario documentado para el siglo XIV. La mayor parte de las formas estudiadas remiten, efectivamente, a los momentos centrales y finales del reinado nazarí, pero la presencia de algunos tipos más antiguos de tradición almohade podrían remontar la cronología, al menos, a principios del siglo XIII.

Tras la conquista y hasta el extrañamiento de la comunidad morisca, se asiste, en líneas generales, a una continuidad del modo de explotación de estos pagos, donde de nuevo se constata una importante presencia de cármenes, constituyendo los moriscos el 91% de los propietarios de los terrenos con anterioridad al levantamiento, mientras el resto eran propiedad de cristianos viejos o a instituciones religiosas como la Iglesia de San Andrés de la ciudad y, principalmente, la orden de La Cartuja (BARRIOS AGUILERA 1985: 164-168), que acabará convirtiéndose en la principal propietaria de terrenos a finales del s. XVI (BARRIOS AGUILERA 1985: 165-166; TORRES MARTÍN 2007: 30).


AMORTIZACIÓN DE LA ESTRUCTURA HIDRÁULICA E4-2: EL VERTIDO OBJETO DE ESTUDIO

La estructura hidráulica E4-2 (Fig. 1) estaba compuesta por una fosa (UEC 24.023) en la que se ubica un pozo de extracción de agua (UEC 24.029) de época nazarí. Tras un período de uso, la estructura fue amortizada mediante un sistema de sellado de la boca del pozo y un vertido sincrónico de tierras acompañadas por abundantes residuos, cuya cerámica es objeto de este trabajo. Dicho vertido constituye un contexto propicio para analizar algunos aspectos de la vida cotidiana en Granada a finales de la Edad Media, ya que, se trata de un contexto individualizado espacial y estratigráficamente, sellado por arrastres sedimentarios posteriores, y que ha podido ser excavado en su totalidad. Además, el vertedero ha proporcionando un interesante conjunto de restos cerámicos, faunísticos, antracológicos y arquitectónicos. Entre estos últimos destaca un elemento monumental, concretamente parte del nervio de una bóveda de estilo tardo gótico, para el que se plantea su asociación al primitivo Monasterio de La Cartuja, la Cartuja Vieja, edificación de la que se tienen escasos datos, pero sin duda emblemática en relación al inicio del proceso de transformación del área periurbana al norte de la ciudad de Granada. En cualquier caso, el citado elemento nos remite a contextos de desmantelamiento y amortización de las estructuras nazaríes en la zona a principios del siglo XVI, contribuyendo además a fechar el vertido al ser el material más reciente de toda la secuencia.

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Fig.1. Arriba: planta de la E4-2, con ubicación de la sección acumulativa extraída. Abajo: Sección de la E4-2. Autores: Santiago Moreno Pérez y Esther Villarino Martínez.


Por su parte, la cerámica recuperada es, a grandes rasgos, altamente representativa del repertorio cerámico que circulaba por Granada durante los últimos siglos medievales. Es en este aspecto en donde reside esencialmente el interés por su estudio, ya que a pesar de existir una abundante bibliografía acerca de la cerámica nazarí, son todavía muy escasos los trabajos que se han centrado en conjuntos procedentes de excavaciones arqueológicas desarrolladas bajo criterios estratigráficos.


EL CONJUNTO CERÁMICO DEL VERTEDERO: LA DITRIBUCIÓN DEL AJUAR Y SUS PARTICULARIDADES

El vertido objeto de estudio ha proporcionado un interesante repertorio cerámico que ha sido analizado desde varias perspectivas (tipológico-funcional, estadística, tecnológica y decorativa) con objeto de obtener diferentes lecturas que derivan en interpretaciones de carácter económico, social o simbólico.

El conjunto cerámico presenta una cronología relativa de entre finales del siglo XIII y finales del XV, aunque se documentan formas más antiguas que se remontan, al menos, a principios del siglo XIII. En principio, la asociación de estos tipos tempranos a otros claramente más tardíos nos llevan a considerar el conjunto como plenamente nazarí. No obstante, queda pendiente un análisis que permita matizar la cronología del conjunto especialmente en lo relativo a formas tempranas de tradición almohade y a las de transición al mundo cristiano.

En el vertedero están representados los siete grupos funcionales o vajillas establecidos por Navarro (NAVARRO PALAZÓN 1986: XV-XVI) a partir de la agrupación de las diversas series cerámicas definidas por G. Rosselló (ROSSELLÓ BORDOY 1978, 1991): vajilla de cocina, de almacenamiento, transporte y conservación, de mesa, contenedores de fuego, juguetes, objetos de uso complementario, y objetos de uso múltiple. A estos añadimos las piezas destinadas de manera específica a la iluminación (Fig. 2). Dichos grupos integran un total de veintitrés series cerámicas (Fig. 3), en las que constatamos una gran diversidad tipológica que es especialmente significativa en cerámica de agua (jarras y jarritas) y las series jofaina y cazuela, por ser también las más numerosas.

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Fig. 2. Porcentaje de grupos funcionales según el cálculo del N.m.I (Número mínimo de Individuos).


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Fig. 3. Representación de series cerámicas en términos porcentuales.


Como ocurre en otros yacimientos andalusíes (GARCÍA PORRAS 2001; LINARES LOSA 2014; BUSTO ZAPICO 2013; CARVAJAL LÓPEZ 2004) observamos una concentración del material en tres de los grupos funcionales (la vajilla de mesa, de almacenamiento, transporte y conservación y de cocina) a los que corresponden el 76,8 % de las piezas. Estos grupos concentran diecisiete de las series documentadas mientras que las restantes vajillas funcionales están integrados por una única serie, siendo su porcentaje equivalente, por tanto, al de dichas series y constituyendo un total del 23,1 %.

La vajilla más representada es la destinada al servicio de mesa (Lam.1), donde la serie numéricamente más importante es la jarrita que es, además, la más representada en el conjunto estudiado y en la que encontramos una gran diversidad formal, característica habitual en esta serie. La abundancia de jarritas es común a otros yacimientos como es el caso de “El Castillejo” (GARCÍA PORRAS 2001: 424), de Íllora (CARVAJAL LÓPEZ 2004: 172,175), o de Murcia (NAVARRO PALAZÓN 1991: 69), aunque en ninguno de ellos alcanza los porcentajes documentados en nuestro vertedero. Quizás habría que relacionar la frecuencia de jarritas con el elevado índice de fracturación de este tipo de piezas realizadas en pastas tan finas.

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Lam.1. Selección de vajilla de mesa, iluminación, uso complementario y uso lúdico.


La siguiente serie en relevancia estadística sería la jofaina superando numéricamente al ataifor, característica de nuestra muestra no documentada generalmente en los yacimientos estudiados y que tal vez deba ponerse en relación con las características contextuales del grupo analizado, cuestión que merecería un análisis más detallado. Se ha vinculado el predominio de estas piezas con contextos urbanos (GARCÍA PORRAS 2001: 428), siendo en este sentido interesante la ubicación de nuestro yacimiento al situarse en una zona periurbana donde, como veremos, las características del ajuar cerámico estarán a medio camino entre contextos rurales y urbanos, aunque más próximo a estos últimos. Esta preponderancia de la jofaina frente al ataifor se ha considerado, además, propia de contextos nazaríes tardíos (RODRÍGUEZ AGUILERA y BORDES GARCÍA 2001: 71), aunque no exclusivamente dado que en Murcia en el siglo XIII ya encontramos este predominio (NAVARRO PALAZÓN 1991: 69). Por otro lado, un análisis detallado de varios contextos permitiría valorar si esta característica nos informa exclusivamente de la configuración del ajuar doméstico en uso, o refleja también patrones de desecho de piezas, ya que tal vez podría plantearse la existencia de un mayor nivel de desecho de estas pequeñas piezas sobre los ataifores.

Por último, en relación a la vajilla de mesa destacamos dos piezas, no incluidas en la tipología clásica (ROSSELLÓ BORDOY 1978), con una morfología particular y funcionalidad indeterminada, para las que no se han encontrado referentes. Se trata de un platito y un cuenquito que por sus dimensiones podrían considerarse miniaturizaciones, grupo al que no hemos creído conveniente adscribirlas al no estar reproduciendo un tipo concreto del ajuar cerámico. En cuanto a la funcionalidad para la que fueron concebidas estas piezas, la ausencia de referentes y de informaciones precisas sobre el contexto no nos permite determinarla, no pudiéndose descartar el carácter ritual de los mismos, dado su tamaño y acabado.

El segundo grupo en importancia numérica es el de la vajilla destinada al almacenamiento, transporte y conservación (Lam. 3), conjunto compuesto principalmente por jarras, en el que destacamos la presencia significativa de cantimploras, serie poco frecuente en los yacimientos andalusíes, habiéndose documentado únicamente a partir del periodo almohade (GARCÍA PORRAS 2001: 336), momento en el que parecen surgir (ÁLVAREZ GARCÍA y GARCÍA PORRAS 2000: 145), y manteniéndose tras la conquista sin diferir formalmente en lo esencial de las islámicas (LENTISCO NAVARRO 2008: 149, fig. 31; AMORES CARREDANO et al. 1995, fig.3-17). La importancia relativa de esta serie en nuestro conjunto y en general en los yacimientos bajomedievales de La Cartuja, podría explicarse por la orientación agrícola de la zona, actividad que, junto al pastoreo, tradicionalmente se ha relacionado con esta serie (FLORES ESCOBOSA et al. 1993: 120; ÁLVAREZ GARCÍA y GARCÍA PORRAS 2000: 144), y que pudo generar la necesidad de un almacenamiento moderado de agua para portar al lugar de trabajo.

Respecto a la vajilla de cocina (Lam. 2), posicionada en tercer lugar, destacamos el predominio de cazuelas frente a marmitas y la importancia numérica de la vajilla de reducido tamaño. Nos referimos a un conjunto de marmitas y cazuelas con diámetros inferiores a los 12,2 cm, que encajarían con las denominadas “miniaturizaciones” (NAVARRO PALAZÓN 1991: 40-41) y cuya presencia está documentada literaria y arqueológicamente (ROSSELLÓ BORDOY 1995: 136). La función que desempeñaban estas piezas es una incógnita dado su reducido tamaño. Por el momento, la única propuesta razonada las interpreta como recipientes empleados en la elaboración de algún tipo de salsa preparada al fuego (NAVARRO PALAZÓN 1991: 40). En nuestro caso solo dos ejemplares presentan rubefacciones, de lo que se deduce que fueron expuestas al fuego, no habiéndolo sido la mayoría de las piezas.

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Lam.2. Selección de vajilla de cocina y usos múltiples.


En cuanto a las series no vinculadas los grupos funcionales mayoritarios, (anafres, alcadafes, candiles, tapaderas, miniaturas. Lams. 1, 2 y 3), únicamente destacamos la homogeneidad de las tapaderas y la relativa importancia numérica de las miniaturas. Respecto a las primeras, 22 de las 23 tapaderas recuperadas son convexas con paredes discoidales y asidero central. Tapaderas que, en nuestra opinión, debieron estar pensadas para cubrir jarritas y jarras, dada la coincidencia de diámetros y pastas, así como la existencia de otras formas específicas destinadas a cubrir series de cocina, no representadas en nuestro vertedero aunque sí en otros niveles recientemente excavados en Cartuja. No obstante, algunos ejemplares recuperados apuntan a un uso versátil de estas piezas, como ocurre con otras series del ajuar cerámico nazarí. La presencia de huellas de fuego en ambas caras en el área perimetral de algunos ejemplares puede ser un indicio de su uso puntual en la cocina, hecho también documentado en otros contextos (HITA RUIZ y VILLADA PAREDES 2003: 382, CAVILLA 2007: 441). Por otro lado, destacamos el porcentaje de miniaturas, común a otros niveles nazaríes excavados en La Cartuja (MORENO PÉREZ 2010), pero no frecuente en otros yacimientos.

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Lam.3. Selección de vajilla almacenamiento, transporte y conservación y contenedores de fuego.


Respecto a esta serie, aprovechamos para aclarar la diferencia entre el tipo de piezas, las miniaturas y lo que J. Navarro denominó miniaturizaciones, a las que nos hemos referido anteriormente (NAVARRO PALAZÓN 1991: 40-41), ya que pensamos que son piezas concebidas con fines distintos y sobre las que, sin embargo, existe una confusión en ciertas publicaciones donde son tratadas como un conjunto (FLORES ESCOBOSA et al. 2006: 55, MALPICA CUELLO 2003: 263). Ambos tipos son imitaciones de la vajilla cerámica doméstica, incluso desde el punto de vista tecnológico (MARINETTO SÁNCHEZ 1993: 215, 1997: 157; ÁLVAREZ GARCÍA y GARCÍA PORRAS 2000: 160; MOTOS GUIRAO 2000: 443-444). La principal diferencia estriba en las dimensiones, considerablemente menores en el caso de las miniaturas, mientras que el tamaño de las miniaturizaciones se situaría ente dichas miniaturas y sus referentes mayores. Por otra parte, las miniaturizaciones documentadas corresponden principalmente a vajilla de cocina, presentando en algunos casos restos de fuego, lo que en principio implica una vinculación a tareas culinarias y por lo tanto un uso doméstico, mientras que la variedad formal de las miniaturas es mucho más amplia documentándose prácticamente todas las series del ajuar andalusí. Además, las piezas de cocina en miniatura no conservan rubefacciones, lo que por otro lado sería ilógico dado su tamaño.

En cualquier caso, las particularidades del conjunto respecto a la representación de ciertas series son aspectos que deben ponerse en relación con las características contextuales del grupo analizado, es decir, con la caracterización del poblamiento en la zona. No obstante, en términos generales, la distribución de vajillas y series cerámicas en el vertedero responde, a los documentados en otros yacimientos. Igualmente los procesos de elaboración, acabados superficiales y recursos decorativos identificados en nuestro conjunto responden a la tradición tecnológica propia del mundo nazarí, constituyendo una evidencia más del alto grado de estandarización de la producción cerámica bajomedieval (FERNÁNDEZ NAVARRO 2007: 295), así como de la complejidad tecnológica. Desde el punto de vista decorativo (Fig. 4) el repertorio es bastante modesto predominando los acabados y cubiertas sencillas. Además de un porcentaje elevado de acabados bizcochados simples o combinados con decoraciones realizadas durante el modelado de la pieza (peine, acanalada, incisa), destacamos las cubiertas vidriadas seguidas de las esmaltadas, siendo residuales las decoraciones refinadas siempre limitadas a las vajillas con mayor visibilidad en el espacio doméstico, pauta común en los ajuares cerámicos nazaríes.

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Fig. 4. Tipos de acabados documentados en el conjunto estudiado


CONCLUSIONES: CERÁMICA Y POBLAMIENTO EN AYNADAMAR

La distribución de las series cerámicas indica que estamos ante un repertorio próximo a los ajuares urbanos. La variedad de tipos y la importancia de series como jarritas, jofainas, cazuelas, candiles o miniaturas, son indicadores en este sentido. Sin embargo, se constata una presencia relativamente significativa de algunas series más propias (aunque no exclusivas) de contextos rurales como jarras, cantimploras y tinajas, estas últimas con porcentajes a medio camino entre uno y otro contexto. Este hecho puede interpretarse por el carácter liminar de estos espacios a medio camino entre la ciudad y el campo, donde la explotación agrícola de los terrenos estaba bajo el control de individuos urbanos (MALPICA CUELLO y TRILLO SAN JOSÉ 2002: 240-245, 257, TORRES MARTÍN, 2007: 35).

En cualquier caso la composición del conjunto evidencia que estamos ante un ajuar eminentemente doméstico. Se trata por tanto de cerámica de uso cotidiano con representación de todas las series necesarias para cubrir las necesidades del hogar, pese a la ausencia de algunas como bacines, botellitas o reposaderos de tinajas (series que si han sido documentadas en otras unidades del yacimiento). Por este motivo, el conjunto desechado en el vertedero debió estar en origen vinculado a una vivienda, tal vez localizada en el propio solar o en las cercanías del mismo a juzgar por el escaso índice de rodadura de las piezas. Igualmente, el estudio de la fauna del yacimiento confirma la procedencia doméstica de los restos recuperados en el vertedero (GARCÍA GARCÍA 2015: s/p).

Las fuentes son confusas respecto al tipo de edificaciones existentes en este espacio periurbano. Autores como Münzer o Navagiero, hablan de pequeñas casas salpicadas entre huertas y plantaciones de frutales, olivos y vides (MALPICA CUELLO 1996: 54-55), informaciones que concuerdan con las aportadas por las cartas de compra-venta de terrenos en la zona por parte de los Cartujos a partir del siglo XVI, y con la derivadas del Apeo de Loaysa de 1575, donde se habla de casas y pequeños cármenes, mencionando excepcionalmente alguno de mayor tamaño (TORRES MARTÍN 2007: 35; BARRIOS AGUILERA 1985: 73-78). Estas crónicas contrastan con las descripciones de autores como Ibn al-Jatib que hace referencia a almunias con magnificas casas y torres (MALPICA CUELLO y TRILLO SAN JOSÉ 2002: 257). Tal vez la variedad de modelos de habitación descritos en las fuentes reflejen una realidad heterogénea, acorde con la fluctuación de dimensiones de las fincas, aunque este aspecto precisa una investigación en profundidad. Por el momento los resultados aportados por las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en la zona parecen apoyar las informaciones de las primeras crónicas mencionadas, aunque queda pendiente un análisis conjunto de los complejos hasta ahora excavados.

En cuanto a los modelos de ocupación de dichas viviendas, no sabemos si tuvieron un carácter estacional (BARRIOS AGUILERA 1985: 53-58 y MOLINA y CASCIARO 1998: 34) o continúo. Lo que sí sabemos es que en dichas casas se realizaron actividades eminentemente domésticas, como evidencian los ajuares cerámicos y las repisas, hogares y hornos documentados, por ejemplo, en la vivienda del solar del Centro de investigación de la Mente, Cerebro, y Comportamiento (MORENO PÉREZ 2011: 340-341), o en el propio Cerro de los Almendros, cuyos espacios domésticos están aún en curso de análisis (GARCÍA CONTRERAS y MARTÍNEZ ÁLVAREZ 2015: s/p). Ello podría quizás relacionarse con una ocupación permanente de las viviendas por parte de familias contratadas por los propietarios para la explotación y mantenimiento de estas fincas, tal como refieren algunos estudios (MALPICA CUELLO, y TRILLO SAN JOSÉ 2002: 244-245, TORRES MARTÍN 2007: 35). Este tipo de ocupación podría explicar el carácter humilde de las casas (MORENO PÉREZ 2011: 342) y las características de los ajuares cerámicos documentados.

En relación a la extracción social de las gentes que las habitaron, la cerámica aporta algunas pistas que nos pueden ayudar a dilucidad dicha cuestión. En primer lugar, hay que destacar la total ausencia de piezas de importación y de loza dorada, ya sea granadina o de otros talleres peninsulares coetáneos, hasta el momento los mejores indicadores cerámicos relativos al status. Asimismo debemos tener en cuenta la total ausencia de vajilla de metal, claro indicador de contextos de prestigio, tanto en lo que respecta al vertedero como al conjunto del yacimiento. La única serie documentada tradicionalmente relacionada con ajuares de prestigio, es la de ataifores turquesa decorados en manganeso con una representación del 20 % dentro de la serie. Sin embargo, recientes investigaciones ponen en cuestión la asociación de esta serie a la élite nazarí (MELERO GARCÍA 2012: 39), hipótesis que se confirma en los contextos bajomedievales excavados en la zona de La Cartuja donde es una serie muy frecuente que aparece asociada a edificaciones relativamente humildes. Por otro lado, la decoración nos remite a un conjunto sencillo donde predominan los acabados decorativos simples, a excepción de alguna pieza decorada en azul o manganeso bajo esmalte blanco o las tinajas estampilladas. En principio, las únicas series que podrían apuntar en sentido contrario serían las miniaturas, las copas, el cuenquito y el platito. En cuanto a las primeras la falta de estudios en profundidad no nos permite asegurar que estuvieran exclusivamente ligadas a espacios de extracción social elevada. Respecto a las segundas constituyen únicamente el 1,51 % del total del conjunto. Otro indicador que podría apoyar un status elevado para los dueños de este ajuar es la ausencia de evidencias de lañado en la cerámica.

La cuestión queda abierta para futuras investigaciones pero en principio no parece que estemos ante un conjunto que podamos relacionar con un ambiente especialmente acomodado. Las series documentadas son comunes a todo tipo de contextos, lo que nos indica que pudieron ser piezas accesibles desde el punto de vista económico. Tal vez en la Granada de finales de la Edad Media, la congestión poblacional implicara la presencia de un elevado número de alfareros que repercutiera en la caída de los precios de ciertas series cerámicas, y por lo tanto en cierta “democratización” de las mismas. En cualquier caso, parece que familias con un poder adquisitivo medio podían tener la posibilidad de acceder a la compra de un ataifor vidriado en verde o una jofaina esmaltada en blanco con decoración en manganeso, por poner un ejemplo.

No obstante, esta información aportada por la cerámica contrasta con las conclusiones del estudio de la fauna recuperada en el yacimiento, que apuntan a un status social elevado para las gentes que consumieron tales productos (GARCÍA GARCÍA 2015: s/p). Por otro lado, entre el material de construcción recuperado, tanto en el vertedero como en otros niveles del yacimiento e incluso en otros puntos de La Cartuja como el yacimiento de “Mente y Cerebro”, se documenta un significativo número de olambrillas, azulejos y aliceres esmaltados y vidriados, así como varios fragmentos de enlucido, lo que puede apoyar los resultados del estudio de fauna.

En cualquier caso, el carácter híbrido, mixto y sobre todo ecléctico de nuestro conjunto cerámico evidencia la necesidad de estudios más concretos sobre los indicadores cerámicos de estatus y su necesaria comparación con otros registros (faunísticos, constructivos, carpológicos, antracológicos, etc.). Debemos concluir, por tanto, que los ajuares cerámicos no pueden analizarse aisladamente en este sentido.


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