BREVE APROXIMACIÓN A LOS MODOS DE VIDA EN LOS ESTABLECIMIENTOS FENICIOS DE LAS CHORRERAS Y MORRO DE MEZQUITILLA (MÁLAGA)

BRIEF APPROACH TO THE WAYS OF LIFE IN THE PHOENICIAN SETTLEMENTS OF “LAS CHORRERAS” AND “MORRO DE MEZQUITILLA” (MÁLAGA)

Aurora RIVERA HERNÁNDEZ *

Resumen

El presente artículo consiste en un análisis, desde una perspectiva de género, de dos de los asentamientos fenicios más antiguos, localizados en la Península Ibérica, que datan del s. VIII a. C: Las Chorreras y El Morro de Mezquitilla (Málaga). El trabajo aquí presentado ha de englobarse dentro de los denominados estudios poscoloniales ya que su objetivo principal, no ha sido otro que, el de hallar el rastro de aquellos grupos silenciados por las narrativas coloniales (gentes nativas, mujeres y niños).

Palabras clave

Arqueología del Género, Poscolonialismo, Indígenas, Las Chorreras, Morro de Mezquitilla.

Abstract

This article is an analysis, from a gender perspective, two of the oldest Phoenician settlements, located in the Iberian Peninsula, which date from the 8th century B. C: Las Chorreras and Morro de Mezquitilla. The work presented here is to be included within the so-called postcolonial studies as their main purpose was none other than finding the trail of those groups silenced by colonial narratives (native peoples, women and children).

Keywords

Gender Archaeology, Postcolonialism, Indigenous, Las Chorreras, Morro de Mezquitilla.


INTRODUCCIÓN

El trabajo, que aquí presentamos, constituye un resumen de algunos de los apartados del Trabajo de Fin de Máster Entre fenicios e indígenas: Una breve aproximación a los modos de vida en los establecimientos de Las Chorreras y Morro de Mezquitilla (RIVERA-HERNÁNDEZ 2013), presentado con motivo de la evaluación final del Máster de Arqueología y Territorio de la Universidad de Granada.

En el presente artículo exponemos el estudio, desde una perspectiva de género, de dos asentamientos fenicios localizados en la costa malagueña: Morro de Mezquitilla y Las Chorreras. El estudio de la cultura material presente en el registro arqueológico de estos yacimientos se ha llevado a cabo tomando como categoría de análisis las “actividades de mantenimiento”, y se engloba dentro de los denominados “estudios poscoloniales”.

El concepto de “actividades de mantenimiento” dentro de la teoría arqueológica ha sido empleado desde diversas concepciones. En la década de los 80 del pasado siglo, Binford, definió esta categoría como el conjunto de actividades que engloban el acondicionamiento y la limpieza de un asentamiento (BINFORD 1983). Spector fue la encargada de introducir este término en la Arqueología del Género, diferenciando dos tipos de actividades de mantenimiento: las referidas al mantenimiento físico del grupo y las ligadas al mantenimiento social del grupo (SPECTOR 1983; CONKEY y SPECTOR 1984). Por otro lado y más recientemente, destaca la aportación de Castro y otros autores que matizan aún más esta categoría de estudio creando el concepto de “producción de mantenimiento”, de este modo amplían el significado del concepto de producción entendiendo por esta cualquier tipo de actividad social. Estos investigadores diferencian tres tipos de producción: producción básica, producción de objetos y producción de mantenimiento (CASTRO et al.; FALCÓ 2003). En cuanto a nuestra posición respecto a esta categorización ha de ser situada dentro del marco teórico-metodológico que a finales de la década de los 90 fue definido por algunas especialistas de la Arqueología del Género. Consideramos el concepto del mantenimiento en un sentido amplio definiendo las actividades de mantenimiento como “un conjunto de labores que se han venido agrupando tradicionalmente bajo la rúbrica de lo doméstico, relacionadas con el cuidado y mantenimiento de la vida en los grupos humanos: actividades relativas a la práctica de la alimentación, la gestación, la crianza de niños y niñas, la atención a los segmentos del grupo que no pueden cuidarse a sí mismos, la higiene y salud pública” (MONTÓN-SUBÍAS 2000, similares PICAZO 1997; MEYERS 2008; SÁNCHEZ ROMERO y ARANDA 2008; ALARCÓN 2010). Desgraciadamente, esta serie de prácticas han sido ignoradas por la historiografía tradicional debido, entre otras cosas, al concepto que hoy en día tenemos de “lo doméstico” como una serie de labores de baja consideración social (SÁNCHEZ ROMERO y ARANDA 2008).

En el seno de la sociedad occidental, el fenómeno del colonialismo, como expresión fundamental de la expansión del modelo capitalista e imperialista, ha ocupado y todavía ocupa, en la actualidad, un rol protagonista. La influencia de esta corriente teórica ha sido tal que, normalmente las explicaciones y los discursos históricos, realizados sobre acontecimientos antiguos y contemporáneos han estado condicionados por este fenómeno, estableciéndose paralelos entre ellos (SAID 1993). En el último tercio del s. XX, como reacción frente al colonialismo, surge la “teoría poscolonial” que tuvo su germen en la crítica, dentro del marco del neocolonialismo occidental, a las relaciones políticas, sociales y económicas entre las metrópolis y sus antiguas colonias, surgiendo como resultado una serie de “historias alternativas” que enfatizaban el papel de los pueblos indígenas, intentando romper con la excesiva importancia que se le había dado de forma tradicional, al papel civilizador de la colonización. A pesar de que la teoría poscolonial surgió como un fenómeno literario y son muchas las disciplinas que se mueven en su órbita, tal vez la historia haya sido una de las que se ha visto más influenciada por esta corriente (GOSDEN 2004; VAN DOMMELEN 2008). Desde un punto de vista arqueológico, el “éxito” de los planteamientos poscoloniales, resulta patente en todo un abanico de nuevas temáticas entre las que destacan el estudio del contacto cultural y la denominada “agencia” de las poblaciones indígenas (VAN DOMMELEN 2011).

Dentro de este marco teórico-metodológico y en relación con los estudios del mundo fenicio, hemos de destacar los trabajos realizados por Ana Delgado y Meritxell Ferrer que, combinando la teoría poscolonial con la arqueología del género, en especial con las actividades de mantenimiento, han logrado romper con el marcado carácter colonial y androcéntrico que ha caracterizado, hasta hace poco tiempo, a la arqueología fenicia (DELGADO y FERRER 2007a; 2007b; 2011; 2012). Estas autoras han criticado la tendencia de la arqueología protohistórica mediterránea a poner el énfasis en la etnicidad así como en la dualidad colono/colonizado, debido a que estos rasgos han contribuido a borrar otras identidades sociales (de clase, de estatus o género) que son elementos clave en la construcción de jerarquías sociales en las colonias protohistóricas del Mediterráneo (DELGADO y FERRER 2007b:19).

A través de la unión entre la “teoría poscolonial” y la propuesta de las actividades de mantenimiento, como categoría de análisis, pretendemos en el presente trabajo “dar voz” a aquellos grupos silenciados por las narrativas coloniales (gentes nativas, mujeres y niños) e historizar ese ámbito de la práctica humana, restituyendo al pasado la importancia de su día a día (MONTÓN SUBÍAS 2000; DELGADO 2011). Para poder llegar a este fin, en primer lugar hemos llevado a cabo el estudio de los modos de vida de una serie de comunidades indígenas, cercanas a los establecimientos fenicios objeto de estudio, pues es necesario conocer cómo vivían estas gentes para, posteriormente, identificar sus vivencias en los asentamientos coloniales. En segundo lugar, presentaremos el estudio de los establecimientos fenicios de Chorreras y Morro de Mezquitilla, siempre tomando como categoría de análisis las actividades de mantenimiento y por último presentaremos las conclusiones a las que nos ha llevado este trabajo.


BREVE APROXIMACIÓN A LOS “MODOS DE VIDA” DE LOS CENTROS INDÍGENAS DE VÉLEZ-MÁLAGA

La costa oriental malagueña, desde los años 60, ha sido un marco excepcional para el estudio de la colonización fenicia arcaica en Occidente, sin embargo los datos con que contamos para llevar a cabo el análisis de las sociedades indígenas de esta zona son muy escasos (GARCÍA ALFONSO 2000), hecho que dificulta en gran medida poder llevar a cabo la investigación sobre los procesos de imbricación que se llevaron a cabo entre los fenicios y las poblaciones autóctonas de dicha zona.

En la costa de Vélez-Málaga, el área analizada en este trabajo, durante el s. VIII a. C, centuria en la que los fenicios establecerán sus primeros asentamientos en este litoral, los asentamientos indígenas tendrán una gran fuerza en esta zona costera, concentrándose en torno al Río Vélez (Fig. 1). El Valle del Río Algarrobo, donde los fenicios se asentarán en un momento más temprano, estará mucho menos poblado ya que a pesar de contar con un suelo de excelentes potencialidades agrarias el territorio es limitado por el encajonamiento que ejercen las montañas de rocas metamórficas de las estribaciones meridionales de la Sierra de Bentomiz (MARTÍN CÓRDOBA et al. 2006a: 36).

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Fig. 1. Yacimientos fenicios e indígenas de la Costa de Vélez-Málaga. Extraído de (MARTÍN CÓRDOBA et al. 2006a).

 

Los yacimientos indígenas objeto de estudio en este trabajo han sido los siguientes: Cerca Niebla, Peña del Hierro, Cerro de la Capellanía, La Fortaleza de Vélez-Málaga, Los Romanes (Viñuela) y Alcolea (Periana). Todos ellos se localizan en la cuenca del Río Vélez y, por tanto, se presentan cercanos a los asentamientos fenicios de Las Chorreras y Morro de Mezquitilla. El análisis que hemos hecho ha prestado especial atención a esos objetos de la cultura material, considerados por algunos “objetos vulgares” (MEYERS 2005), y que nos aportan información sobre la vida cotidiana de estas gentes.

Aunque no todos, la mayoría de estos asentamientos indígenas presentan dos horizontes culturales, uno que se corresponde con el Bronce Final y otro más reciente ya de época protohistórica, por lo que presentaremos el material siguiendo un criterio cronológico.

Bronce Final

Durante este periodo la cerámica destinada a la elaboración de alimentos y almacenaje, en la mayoría de los casos, aparece caracterizada por la presencia de pastas con una textura porosa y gran cantidad de impurezas. En cuanto a la morfología de los recipientes destacan las ollas y orzas así como los cuencos y cazuelas frente a otros tipos cerámicos tal y como ha podido observarse en la fase VII del Cerro de la Capellanía (Fig. 2) (MARTÍN CÓRDOBA 1993-1994), en la Peña del Hierro (GRAN AYMERICH 1981) o en el Nivel IV de Cerca Niebla (GRAN AYMERICH 1975). Tipológicamente, estas ollas y cazuelas, se caracterizan por presentar paredes gruesas y fondos muy gruesos y planos. En cuanto a la cerámica empleada para el consumo de alimentos hemos de diferenciar la destinada al consumo de alimentos líquidos o semilíquidos destacando, dentro de este grupo, una serie de vasos finos caracterizados por presentar una superficie alisada como puede observarse en el registro arqueológico de Cerca Niebla (GRAN AYMERICH 1975) o en los cuencos y cálices presentes en la Fortaleza de Vélez (GRAN AYMERICH 1981). En relación con el servicio de alimentos en estado sólido podemos resaltar la existencia de platos y fuentes, de un tamaño considerable, en la Peña del Hierro (GRAN AYMERICH 1981).

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Fig. 2. Productos cerámicos de finales del II milenio. Cerro de la Capellanía Fase VII. Puede apreciarse un claro predominio de los cuencos y las ollas sobre las fuentes. Extraído de (MARTÍN CÓRDOBA 1993-1994).

 

Pero el repertorio cerámico no es el único que nos puede aportar información sobre la vida de estas gentes, por lo que también presentaremos una serie de hallazgos líticos ya que de dichos utensilios de manufactura local se puede deducir cierta información de los “modos de hacer las cosas nativos”. A finales del II milenio se da un incremento de los instrumentos líticos ligados a la producción cerealista así como muestran los elementos de hoz del Cerro de la Capellanía (MARTÍN CÓRDOBA 1993-1994). Desde un punto de vista de una arqueología del género es interesante enfatizar la presencia de estos ítems relacionados con la cosecha del cereal. Tradicionalmente, la recolecta, asociada desde antiguo al sexo femenino, ha sido considerada una actividad secundaria respecto a la caza, asociada al hombre. De esta manera, los posicionamientos tradicionales han pasado por alto la exigencia de conocimiento, experiencia, trabajo, esfuerzo, etc., que requiere esta actividad, dada la gran variedad de vegetales existentes en el medio natural. Es decir, en el caso de que las mujeres fueran o en la mayoría de los casos son (y en las sociedades actuales lo son) las encargadas de llevar a cabo este trabajo, por ende, tenían que ser conocedoras de las propiedades y capacidades nutritivas de cada uno de los vegetales y frutos que recolectaban, así como de las partes de las plantas que eran comestibles (raíces, tallos, hojas, flores o frutos) o cuáles eran directamente venenosas o tóxicas y también cuáles de estas podían ser consumidas pero restringidas a una preparación y cocinado determinado (ALARCÓN GARCÍA 2010: 201).

Respecto a la industria lítica, también hay que destacar el conjunto de Cerca Niebla (GRAN AYMERICH 1975), donde destaca el hallazgo de algunas hachas pulimentadas, lascas de sílex, núcleos, etc., siendo de especial importancia el conjunto de una serie de piedras de molino de mano talladas en arenisca (Fig. 3). En una economía de base agrícola cerealista, la tarea de la molienda es imprescindible ya que el cereal ha de ser procesado para convertir el grano en harina. Por tanto, se puede deducir que, en esta zona, el procesado de cereal fue una de las principales tareas de la vida cotidiana. La molienda del cereal, así como la preparación para su consumo, también es una actividad ligada a las mujeres desde antiguo tal y como demuestra Carol Meyers en un trabajo en que lleva a cabo la investigación de la producción de harina en las unidades domésticas de la Edad del Hierro en Palestina, estableciendo una conexión entre los materiales arqueológicos y los textos antiguos. De la realización de este trabajo Meyers obtuvo tres conclusiones principales: en primer lugar, en la Edad del Hierro en Palestina, la moltura con molinos de mano de piedra tenía lugar en las casas individuales de los asentamientos agrícolas en los que vivía aproximadamente un 90% de la población; en segundo lugar cada casa tenía, en principio, un conjunto de piedras para moler y por último y en tercer lugar, según los textos antiguos, la tecnología de la moltura con molino de mano era prácticamente un monopolio femenino salvo en contextos institucionales, que usaban trabajo esclavo o alquilado, donde los hombre pudieron ser forzados a trabajar con molinos de mano (MEYERS 2002; 2005).

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Fig. 3. Campaña de 1972. Cerca Niebla. Horizonte Prehistórico. Piedras de molino de mano talladas en piedra arenisca. Cuadro B.0. Extraído de (GRAN AYMERICH 1975).

 

Época Protohistórica

Coincidiendo prácticamente con la llegada de la población semita, en la Fase VIII del Cerro de la Capellanía, se pueden apreciar cambios sustanciales en la producción cerámica ligada al servicio de alimentos ya que, en este momento, se da un fuerte incremento de los platos y las fuentes frente a los cuencos, apareciendo también una vajilla de gran calidad decorada con la técnica del esgrafiado (MARTÍN CÓRDOBA 1993-1994). Sin embargo la cerámica relacionada con la elaboración y almacenaje de alimentos presenta una clara continuidad respecto al periodo anterior, continuando el predominio de las ollas y cazuelas de pastas gruesas y porosas con sus característicos fondos planos. En Cerca Niebla, en el nivel III, ya aparecen fragmentos cerámicos modelados a torno que nos permiten rastrear los contactos que se dieron entre este asentamiento y las poblaciones semitas establecidas en la zona (GRAN AYMERICH 1975).

En cuanto a la industria lítica hay que señalar que sufre un gran descenso, aunque los elementos relacionados con la actividad cerealista siguen estando presentes en el registro arqueológico (MARTÍN CÓRDOBA, 1993-1994).

Algunas reflexiones sobre las poblaciones indígenas

Del repertorio cerámico presentado en las publicaciones se puede inferir, en primer lugar, la existencia, tanto durante el Bronce Final como ya en época protohistórica, de una tipología cerámica de uso doméstico que presenta continuidad en sus características (paredes gruesas y fondos planos), destinada a la preparación y procesado de alimentos. Los tipos cerámicos localizados en estos escenarios y vinculados a la elaboración de alimentos nos permiten conocer, en cierta medida, los gustos culinarios de estas gentes. Los fondos de las ollas planos indican modos de cocción lentos y prolongados de alimentos líquidos o semilíquidos (DELGADO 2011: 298). Además, la presencia de cuencos también se puede relacionar con el consumo de alimentos de estas características. Si, a parte de todo esto, tenemos en cuenta la base cerealista de estas comunidades, podemos deducir que estas gentes guisaban el cereal para su consumo en potajes. Pero, como no contamos con análisis bioarqueológicos de estos recipientes, consideramos precipitado hacer esta afirmación, por lo que ha de ser considerada por el lector como una posible hipótesis a la espera de la realización de análisis que la confirmen.

En segundo lugar, la presencia de una vajilla de calidad, tanto en momentos del Bronce Final como ya en época protohistórica, permite hablar de la relevancia que, para estas gentes, tuvieron los actos de comensalidad que, al parecer, jugaron un papel crucial en los procesos de construcción de identidades y distinciones sociales.

En el Cerro de la Capellanía se han registrado elementos de telar que reflejan la actividad de la producción textil (MARTÍN CÓRDOBA 1993-1994), pese a que estas piezas son muy importantes, desde un punto de vista de las actividades de mantenimiento ligadas a la confección de la vestimenta, sólo conocemos de ellas una serie de datos tipométricos sin contar con ningún tipo de documentación gráfica. A pesar de los impedimentos que nos muestran las publicaciones en este sentido, podemos argumentar que la vinculación de las mujeres a la producción de tejidos se ha dado desde muy antiguo. En este caso Elisabeth Barber, ha intentado dar sentido a esta asociación, casi universal, argumentando que el tejido y, especialmente el hilado, suponen una actividad fácilmente compatible con el cuidado y vigilancia de las criaturas de corta edad, dados los escasos instrumentos necesarios para llevarla a cabo y la posibilidad de interrumpirla y retomarla sin que quede afectada la labor que se realiza (BARBER 1994).

En las narrativas coloniales predomina un silencio que es especialmente relevante en lo referente a las mujeres que vivían en esas colonias y a sus actividades de mantenimiento. La maternidad y la gran debilidad de los bebés humanos obligaron a crear a las mujeres nuevos espacios de actuación (ALARCÓN GARCÍA 2010) donde llevaron a cabo lo que hoy estudiamos bajo el nombre de “actividades de mantenimiento” que tienen su reflejo en el registro arqueológico siendo el principal problema la escasa atención mostrada hacia estos artefactos. De este modo, en los utensilios de cocina destinados a la preparación y cocinado de alimentos así como a la creación de reservas y almacenaje, en los elementos de hoz utilizados en la actividad de la recolecta del cereal, en los molinos de mano destinados al procesado del mismo y en las piezas de telar, hemos de ver el reflejo de las mujeres nativas de estos poblados que dentro de sus espacios de actuación de carácter doméstico realizaban las tareas de la molienda y del hilado compatibilizando dichas actividades con el ejercicio de la maternidad.

Frente a las carencias que estas publicaciones presentan, por un lado, por ser la mayoría resultado de investigaciones de urgencia realizadas hace varias décadas y, por otro, porque el estudio de los grupos subalternos se ha introducido de forma relativamente reciente en la arqueología fenicia occidental, pensamos que esta revisión de la cultura material de estos yacimientos indígenas, en la cuenca del Río Vélez, constituye un acercamiento a la “vida cotidiana” de estas mujeres nativas. Labor que consideramos de gran importancia pues la presencia de estas gentes, reflejada a través de registro arqueológico que evidencia “los modos de vida nativos”, será constatada, como podremos ver a continuación, en los asentamientos fenicios objeto de estudio en nuestro trabajo.


APROXIMACIÓN A LA VIDA COTIDIANA EN LOS ESTABLECIMIENTOS DE MORRO DE MEZQUITILLA Y LAS CHORRERAS

Antes de comenzar con el análisis de la arquitectura y de la cultura material de los yacimientos de Chorreras y Morro de Mezquitilla, realizaremos una breve introducción a los mismos.

Las Chorreras

El yacimiento de las Chorreras, situado en el cerro homónimo, se encuentra localizado a unos 200 m de la costa y a unos 800 m al este de Morro de Mezquitilla, en un espacio que conecta directamente con el mar y que se configura formando dos promontorios, separados por una vaguada, que permiten la subdivisión del terreno arqueológico en dos áreas bien diferenciadas: Chorreras Este y Chorreras Oeste (AUBET et al. 1979; AUBET 1974). El yacimiento de Las Chorreras fue dado a conocer entre los años 1973 y 1974 con motivo de diferentes intervenciones de urgencia que se realizaron como consecuencia de la construcción de viviendas. Desde la primera intervención llevada a cabo por Gran Aymerich en julio de 1973 hasta el año 2005, han sido siete las excavaciones de urgencia que se han realizado en este yacimiento, obteniendo importantes resultados arqueológicos que confirman que las dimensiones del hábitat fenicio eran muy superiores a las que se había pensado en el momento en que comenzó la investigación (MARTÍN CÓRDOBA et al. 2005).

El Morro de Mezquitilla

El yacimiento de Morro de Mezquitilla se localiza en una meseta aislada, de forma más o menos oval, con una longitud aproximada de 150 m y una anchura de unos 75 m. En 1964, tras visitar el yacimiento de Trayamar y partiendo de la característica relación de un asentamiento fenicio respecto a su necrópolis, emplazados en cada una de las orillas de un río, enfrente uno de otro, se inspeccionó la colina de Morro de Mezquitilla, cuyos hallazgos de superficie permitieron identificarla como el hábitat correspondiente a la necrópolis (SCHUBART 2006: 13). Desde su descubrimiento hasta 1982 se llevaron a cabo, en este yacimiento, tres excavaciones que fueron dirigidas por Schubart (SCHUBART 1979; 1984; 1985a; 1985b). Los trabajos en el Morro de Mezquitilla se paralizaron tras las excavaciones de 1982, sin haber llegado a agotar las ricas posibilidades estratigráficas y arqueológico-urbanísticas de este yacimiento; hecho que ha llevado a retomar, en los últimos años, las excavaciones destacando el descubrimiento de unas infraestructuras relacionadas con una probable zona portuaria de época púnica y romana (RAMÍREZ SÁNCHEZ 2012).

En cuanto a lo relativo a los vínculos existentes entre Chorreras y Morro de Mezquitilla, al principio de la investigación, según los procedimientos de datación basados en los platos de engobe rojo, se planteó la posibilidad de que Chorreras fuera unos decenios más antigua que Morro de Mezquitilla (SCHUBART 1979). Sin embargo, en las publicaciones más recientes, son varios los autores que han apostado por una mayor antigüedad de Morro de Mezquitilla (primeras décadas del s. VIII a. C) frente a Chorreras (mediados del s. VIII a. C), aunque, de todos modos, hay que señalar que la diferencia entre ambos sería mínima (SCHUBART 1985b; 2006; DELGADO 2008a). La mayoría de los investigadores defienden que Chorreras sería un centro dependiente de Morro que habría acogido a los colonos a los que éste no habría podido dar cabida, sin embargo otros autores, como Schubart, otorgan a Las Chorreras un papel más importante. Teniendo en cuenta que Chorreras y Morro de Mezquitilla existieron simultáneamente, al menos durante algunos decenios, y que es improbable que ambos compitieran entre sí, este investigador ha intentado dotar de sentido la ubicación de dichos asentamientos dando a cada uno una función principal de modo que se complementaran entre sí:

“De ambos yacimientos, Morro de Mezquitilla dispondría del puerto mejor situado y de una situación favorable para el establecimiento de una factoría, mientras que la protección natural de que gozaba Chorreras daba mayor seguridad a este último enclave. Al mismo tiempo, Chorreras emplazado en un lugar más seguro, naturalmente también ofrecía una cierta protección al asentamiento del Morro de Mezquitilla, situado en campo abierto. No obstante, parece que, a largo plazo, la seguridad que ofrecía Chorreras dejó de jugar un papel decisivo” (SCHUBART 2006: 140).

Por tanto, según la hipótesis de Schubart, Chorreras no sólo funcionó como núcleo residencial sino que habría jugado un papel como elemento de protección. Otros autores otorgan a este asentamiento, una función de referencia para los navegantes “con sus casas encaladas en blanco, este centro residencial situado en una atalaya rocosa que mira al mar debió de ser un claro punto de referencia para los navegantes que atravesaban estas costas” (DELGADO 2008a).

El abandono de Chorreras en un momento temprano para la dinámica de la ocupación fenicia se ha asociado al apogeo del establecimiento fenicio de Toscanos, ubicado también en Vélez-Málaga, mientras que en Morro de Mezquitilla la ocupación se prolongará hasta el s. I a.C.

La arquitectura en Chorreras y Morro de Mezquitilla

La arquitectura constituye un elemento fundamental para construir la identidad colonial (DELGADO y FERRER 2007b) pues de ella se pueden extraer conclusiones relacionadas, no sólo con técnicas de construcción o materiales empleados sino vinculadas con la imagen que los habitantes de estas moradas quisieron mostrar al mundo que les rodeaba, imágenes, sobre todo, ligadas al poder, la riqueza y el estatus.

En el Morro de Mezquitilla, dentro de la primera fase constructiva, hemos de destacar el “Complejo K” caracterizado por sus grandes dimensiones, cuenta con 16 habitaciones, y por presentar un espacio central o patio en torno al cual se articulan el resto de las estancias. De la segunda fase constructiva de este yacimiento destaca el “Complejo F”, edificio que aparece caracterizado sobre todo por la importancia de su zona central que forma una habitación de 3, 8 x 2, 8 m, desde la cual parten otras habitaciones cuya extensión no fue posible verificar en el transcurso de la excavación (SCHUBART 1985a).

De la planimetría del yacimiento de Chorreras apenas tenemos información, salvo la publicada por María Eugenia Aubet, Gerta Maass Lindemann y Hermanfrid Schubart. Estos autores establecen la existencia de, principalmente, siete áreas diferenciadas. En muchas ocasiones, durante el desarrollo de los trabajos de excavación en el yacimiento, no pudieron establecerse los límites de las casas, todas ellas caracterizadas por la presencia de habitaciones rectangulares (AUBET et al. 1979).

En relación con la arquitectura de Chorreras, hay que resaltar la realización de una serie de estudios llevados a cabo en los últimos años, que se están centrando en la investigación de restos arquitectónicos en el sector de Las Chorreras 2, donde se ha localizado un edificio, de carácter orientalizante, en el que se han podido diferenciar varios sectores (MARTÍN CÓRDOBA et al. 2005):

- Sector Norte: en este sector, se han diferenciado dos habitaciones, la A y la B, a las que no se ha adjudicado ninguna función debido a las carencias que presenta el registro arqueológico en estas áreas.

- Sector Este: aparece subdividido en tres espacios: el C, el C1 y el C2. Por los hallazgos localizados, a los que nos referiremos de forma posterior, parece que esta estructura funcionó como estancia-cocina.

- Sector Sureste: se corresponde con un patio a cielo abierto en el que se localizó un horno sobre el que hablaremos en el siguiente apartado.

- Sectores Oeste y Sur: se encuentra prácticamente destruido por la realización del vial de la urbanización y las excavaciones mecánicas de los años 70 y 80.

Como hemos podido comprobar, tanto en el caso de Chorreras como en el de Morro de Mezquitilla, destacan las viviendas de estilo oriental caracterizadas por la existencia de un espacio centralizador en la casa, normalmente un patio, que puede estar tanto en la parte central de la vivienda como adosado a ella; este elemento centralizador ha de ser considerado un lugar de trabajo y/o reunión (DIES CUSÍ 1995: 38-39). Sin embargo y como veremos más adelante, al adentrarnos en los contextos domésticos, en los que estas gentes llevaron a cabo su vida cotidiana, así como a partir del análisis de aquellos elementos relacionados con los quehaceres del día a día, comprobaremos que la homogeneidad es tan sólo un rasgo aparente en estos establecimientos sin constituir, de ninguna manera, una realidad.

Tecnología culinaria y vida cotidiana

En primer lugar, y antes de proceder al análisis de los elementos que conformaron los diferentes equipos culinarios así como de las distintas técnicas empleadas en la elaboración de los diferentes alimentos, hemos de hablar de los productos que, preferentemente, consumían estas gentes (fenicios e indígenas). Conocemos que los productos cerealísticos supusieron el principal alimento para las familias levantinas de la Edad del Hierro, donde ha sido estimado que el 50% de las calorías diarias procedían del consumo del pan (MEYERS 2002). De este modo, las actividades ligadas al procesado del grano, supusieron un rol esencial en las familias del área sirio-palestina, siendo una actividad diaria, que ha sido vinculada, desde antiguo, a las mujeres tal y como muestran los estudios antropológicos, etnográficos e iconográficos. De este modo, un estudio etnográfico realizado por Murdock y White, ha demostrado el dominio de las mujeres en las labores de preparación de los vegetales. De las 185 sociedades analizadas, en 145 de ellas las labores asociadas al procesado y preparación de vegetales serían llevadas a cabo sólo por mujeres, mientras que en tres serían labores solamente desempeñadas por hombres, siendo, en los 27 casos restantes, desempeñadas por ambos géneros (MURDOCK y WHITE 1969).

El control de la producción del pan, por parte de las mujeres, también aparece documentado a partir del hallazgo de algunas terracotas en Megara Hyblaea (Sicilia) (DELGADO 2010), que representan a mujeres cociendo pan. Además también destacan diversos testimonios bíblicos donde la actividad de la molienda, así como la elaboración de tortas de pan, aparecen vinculadas con el sexo femenino (Éxodo 11:5; Isaías 47:2; Jeremías 7:18).

De este modo, hay que destacar la centralidad de los cereales y de las comidas elaboradas con cereal en las vidas cotidianas de las gentes fenicias, pero también de las poblaciones indígenas. Algunos estudios, entre los que destacan los de José Luis López Castro, han demostrado que las dietas de las poblaciones autóctonas, al menos del sureste peninsular, no difería mucho de la desarrollada en el mundo Oriental. Dicho autor realiza un estudio a partir de una serie de análisis carpológicos realizados en diferentes yacimientos del sureste peninsular observando que, en todos ellos, se da un predominio de los cereales (LÓPEZ CASTRO 2003). Además de contar con los análisis carpológicos de determinados yacimientos, también contamos con el registro arqueológico de diversos poblados indígenas en los que localizamos una gran abundancia de útiles líticos vinculados con la labor de la siega o recolecta, tal y como hemos visto en algunos de los asentamientos indígenas analizados en este trabajo como es el caso del Cerro de la Capellanía (MARTÍN CÓRDOBA 1993-1994) y Cerca Niebla (GRAN AYMERICH 1975), donde han aparecido molinos de piedra y elementos de hoz ligados al auge de una economía eminentemente agrícola cerealista.

Podemos entonces afirmar que, tanto en las comunidades indígenas como en las fenicias, los cereales constituyeron el principal sustento dietético. Sin embargo, las formas de preparación de los alimentos no fueron las mismas, tal y como nos indica la presencia en los yacimientos objeto de estudio de diferentes equipos culinarios, tanto de tradición oriental o indígena así como la presencia de elementos híbridos.

Tanto en el establecimiento de Chorreras como en el de Morro de Mezquitilla, dentro del registro arqueológico, hemos localizado elementos cerámicos de tradición indígena destacando, en ambos yacimientos, la presencia de ollas de base plana. Este tipo de recipiente (ollas ovoides o esféricas con base plana), cuya presencia es muy habitual en las comunidades nativas del sureste de Iberia, están destinadas a la preparación de alimentos líquidos como sopas, pucheros o gachas, y se corresponden con una forma de cocinar indígena (DELGADO y FERRER 2007b; DELGADO 2011).

Mientras que, en los equipos de cocina indígenas, entre los utensilios destinados a la elaboración de alimentos, destacan las ollas esféricas u ovoides con fondos planos; entre los utensilios relacionados con las actividades culinarias de tradición típicamente oriental, tanto en Morro de Mezquitilla como en Chorreras destaca la presencia de ollas caracterizadas por sus fondos ovoides, tipología ampliamente difundida en el área sirio palestina. Dentro de las ollas hay que señalar la presencia de elementos híbridos que reflejan el dinamismo de las cocinas coloniales, como lo son las ollas hechas a mano caracterizadas por asas de tipo tubular o con acanaladura, siendo este un elemento típicamente fenicio (Fig.4) (DELGADO 2010).

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Fig. 4. Morro de Mezquitilla, 1982. Ollas hechas a mano con base plana y asas que arrancan del borde o del hombro. Se trata de elementos híbridos. Extraído de (SCHUBART 1985a. Fig. 10).

 

Dentro del registro arqueológico también podemos documentar otros elementos típicamente orientales como es el caso de las bandejas de horno, “torteras” o “baking trays” de Morro de mezquitilla (Fig. 5) (SCHUBART 1985a; 1985b), así como la presencia de trípodes fabricados en arcilla.

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Fig. 5. Morro de Mezquitilla, 1982. Platos para hornear. Extraído de (SCHUBART 1985a. Fig. 12).

 

Entre las formas predominantes de la cerámica a torno fenicia y relacionadas con el consumo de alimentos destacan, sobre todo, los platos y las fuentes que se caracterizan por ser formas abiertas frente a las características formas esféricas de los indígenas, como los cuencos destinados al consumo de determinados alimentos; “esta diferencia en la tipología de los utensilios destinados al consumo de alimentos, refleja diferentes tradiciones o gustos culinarios, destacando para las gentes orientales el gusto por la comida sólida mientras que los indígenas se decantarían por las comidas líquidas y semilíquidas” (DELGADO y FERRER 2007b).

En lo relativo a las estructuras de combustión, tanto en el yacimiento de Chorreras (GRAN AYMERICH 1981) como en el de Morro de Mezquitilla (SCHUBART 1984), destacan los hornos de tradición oriental; este tipo de hornos normalmente se construían en el interior de las casas, en patios o incluso en áreas abiertas ya que, normalmente, eran de uso comunal. Junto a este tipo de horno, que constituye una instalación fija, pudo convivir otra tipología: los hornos portátiles o braserillos, elaborados a mano y que servían tanto para calentar los alimentos como las propias casas, conocidos en otros yacimientos como en el Cerro del Villar (Málaga) (DELGADO y FERRER 2007b; DELGADO 2011: 298).

Como un gran ejemplo de la diversidad y dinamismo característicos de las cocinas coloniales señalaremos el caso de la cocina localizada en el Sector de Las Chorreras 2, que hemos presentado de forma anterior en el capítulo dedicado a la arquitectura (MARTÍN CÓRDOBA et al. 2005). En este edificio aparece un horno de tradición oriental, ubicado en un patio. A pesar de que el horno sea de tradición oriental en el espacio de la estancia-cocina, se da un predominio de la cerámica a mano de tradición indígena, apareciendo también elementos híbridos.

Religiosidad doméstica

Como elemento llamativo y sujeto a discusión, tanto en el yacimiento de Morro de Mezquitilla como en Chorreras hay que señalar la presencia de ollas y recipientes cerámicos bajo los suelos de los edificios fenicios. Este tipo de hallazgo ha contado con diversas interpretaciones siendo algunos autores partidarios de identificar en este conjunto un uso cultual o ritual relacionado con ofrendas realizadas en los contextos domésticos (DELGADO 2008b: 176-177). Otros especialistas han apostado por un carácter meramente funcional argumentando que estos recipientes estarían destinados a la conservación de alimentos aprovechando el frescor del suelo y las características estructurales de la cerámica a mano, mientras que otros autores no se han decantado por una función concreta, argumentando que estas ollas podrían haber tenido una labor funcional como contenedores de almacenaje de diferentes productos o ritual, relativas a los actos fundacionales de los edificios (SCHUBART 1985a; MARTÍN CÓRDOBA et al. 2005).

En nuestra opinión, la presencia de estos conjuntos cerámicos bajo el suelo de las construcciones fenicias, dependiendo de la tipología y cantidad de elementos depositados tendría una función ritual, relacionada con cualquier tipo de acto religioso o funcional, vinculada a la conservación de alimentos. En el caso del hallazgo de cerámica cerrado procedente de suelo de una estancia del complejo constructivo K de Morro de Mezquitilla podría tratarse de una ofrenda realizada en el ámbito de la religión doméstica pues la presencia de una jarra de boca de seta, tipología empleada en otros rituales, entre otros, los funerarios, podría dar a este conjunto un carácter ritual frente al meramente funcional (SCHUBART 1985a).

Además, conocemos que, en el área sirio-palestina, los “cultos familiares” desarrollados principalmente por las mujeres tuvieron un gran peso frente a la religión oficial de los hombres; mientras los hombres acudían a la Sinagoga y estudiaban la Torah, las mujeres preparaban la comida para el Sabbath, mantienen las relaciones con el núcleo familiar y rezan por su propia fortuna y por la del resto de la familia, convirtiéndose en las protagonistas de la “religión doméstica” (DEVER 2005). La existencia de esta “religión doméstica” también aparece testimoniada en diversos relatos Bíblicos (Jeremías 44: 17-19) en los que las mujeres aparecen haciendo ofrendas y libaciones.

Aparte de los testimonios bíblicos, dentro del registro arqueológico contamos con una serie de utensilios que evidencian la existencia de esta religiosidad doméstica: lucernas, quemaperfumes o pebeteros y otros elementos relacionados con cultos desarrollados en el ámbito doméstico como huevos de avestruz pintados (SCHUBART 1985a) y máscaras de arcilla que probablemente estén relacionadas con el culto a los ancestros (SCHUBART 1984).


CONCLUSIONES

A pesar de la escasa atención con que las actividades de mantenimiento han contado por parte de la arqueología tradicional, el presente trabajo muestra las posibilidades que esta categoría de análisis presenta para el conocimiento de la construcción social de dos de las colonias fenicias más antiguas de la Península Ibérica: Morro de mezquitilla y Chorreras.

El estudio aquí realizado nos ha permitido “dar voz” a las mujeres que habitaron en estos establecimientos coloniales así como romper con la pretendida, por algunos autores, homogeneidad social, cultural y étnica de estos asentamientos, muchas veces imaginados como “pequeños orientes” en las tierras occidentales (DELGADO 2010: 28).

En relación con las actividades de mantenimiento en los poblados indígenas, objeto de estudio en este trabajo y vinculadas con las mujeres que en ellos habitaron, hemos de destacar, en primer lugar, la actividad de la siega tal y como muestran los diferentes elementos de hoz registrados en el Cerro de la Capellanía (MARTÍN CÓRDOBA 1993-1994). En segundo lugar, las labores destinadas al procesado y elaboración de alimentos, como es el caso de la molienda (MEYERS 2002; 2005), reflejada en la presencia de molinos de mano en el yacimiento de Cerca Niebla (GRAN AYMERICH, 1975). En cuanto a los procesos de elaboración de los alimentos, la preeminencia, desde el Bronce Final hasta época protohistórica, de un tipo cerámico concreto, es decir de la olla de fondo plano que ha sido registrada en todos los poblados objeto de estudio y que, como sabemos, está destinada a cocciones lentas obteniendo como resultado comidas en estado líquido o semilíquido, muestra las preferencias culinarias de estas comunidades; gustos que pervivirán a pesar de la llegada de las gentes fenicias, tal y como hemos podido observar en el registro arqueológico de Las Chorreras y Morro de Mezquitilla, donde se han documentado este tipo de ollas. En lo relativo al servicio de comida destacan las fuentes de gran tamaño cuya presencia puede ligarse con una forma comunitaria de comer. Destaca también la presencia de una vajilla de calidad, cuya existencia muestra la relevancia que, para estas gentes, tuvo el consumo de comida y bebida, suponiendo las prácticas de comensalidad, para estas sociedades, una forma de manifestar las desigualdades sociales. Por último, la presencia de dos pesas de telar en el Cerro de la Capellanía (MARTÍN CÓRDOBA 1993-1994) también nos permite intuir que las mujeres de, al menos este poblado, llevaron a cabo la confección de diferentes tejidos en sus telares (BARBER 1994).

En los asentamientos de Chorreras y Morro de Mezquitilla hemos podido llevar a cabo la diferenciación de dos equipos culinarios: además del de tradición indígena, al que hemos hecho alusión en el párrafo anterior, el de tradición oriental, caracterizado por la presencia de ollas que presentan un fondo ovoide así como por la abundancia de platos. La presencia de estos elementos, en primer lugar, evidencia la diferencia en los gustos culinarios: los elementos de los equipos de cocina orientales muestran el gusto por la comida sólida, frente a la preferencia de los indígenas por las comidas en estado líquido o semilíquido (DELGADO y FERRER 2007b) y, en segundo lugar, muestra la convivencia en estos establecimientos de gentes de diferentes procedencias, configurándose, de este modo, una comunidad de un marcado carácter pluriétnico. De especial importancia, para nuestro trabajo, ha sido el hallazgo de elementos híbridos en estos establecimientos coloniales, tal y como podemos observar en una serie de ollas fabricadas a mano pero que presentan asa, procedentes del yacimiento de Morro de Mezquitilla (SCHUBART 1985); este tipo de elementos híbridos nos permiten ver la interacción que se dio entre ambas comunidades así como apreciar la centralidad que la “comensalidad” ocupa en la construcción de la identidad colonial, en la que participaron no sólo mujeres de origen oriental sino también mujeres de origen indígena.

Por tanto, como hemos podido observar, el análisis de la cultura material vinculada a las actividades de mantenimiento, nos da la oportunidad de romper con los pilares centrales del discurso colonial, ya que nos permite superar la dualidad clásica entre colono-colonizado, haciendo posible la caracterización de determinados estadios mixtos en algunas manifestaciones coloniales. Esta perspectiva alternativa nos da otra visión de los establecimientos coloniales fenicios, los cuales pueden ser definidos como escenarios en los que actuaron gentes de diversas procedencias (tanto nativos como semitas), a la vez que nos permite romper con la imagen de estos asentamientos como réplicas de las propias metrópolis (DELGADO 2010).

Gracias al análisis de los contextos domésticos, conocemos que en estos establecimientos mujeres de descendencia oriental convivieron junto a nativas y mestizas, desempeñado la función social de mediadoras entre sus hijos e hijas, convirtiéndose en transmisoras de costumbres dentro de sus espacios de actuación, siendo las encargadas de transmitir la moralidad y otros valores a través de una serie de prácticas que podemos englobar dentro de la “religión doméstica” tradicionalmente ignorada frente a la “religión oficial” como consecuencia del marcado sesgo androcentrista de la arqueología fenicia (DEVER 2005). Convirtiéndose, de este modo, los espacios domésticos en importantes núcleos de construcción de nuevas identidades colectivas en los que se tejieron memorias compartidas (DELGADO 2008b).

En último lugar y parafraseando a P. Van Dommelen “las historias alternativas no surgen de forma natural de la evidencia arqueológica, ya que gran parte de la investigación arqueológica está a menudo influenciada de forma tendenciosa por la evidencia escrita y las obras de arte, y guiada por una perspectiva de élite” (VAN DOMMELEN 2008: 75) Las palabras de este autor, hacen que insistamos en la necesidad de impulsar este tipo de estudios dentro de cualquier análisis arqueológico, dotando de una interpretación a estos elementos que, tradicionalmente, han sido englobados bajo el nombre de ”cerámica común” o “cerámica de cocina” y que tan sólo han servido para establecer tipologías. Sin embargo hemos demostrado que gracias a estos elementos, podemos rastrear a diferentes sectores ignorados, de forma tradicional por la arqueología, como las mujeres y las comunidades nativas, y acabar con esa “amnesia histórica” que ha provocado la invisibilidad de las mujeres de sociedades pasadas.


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* Universidad de Salamanca. Riveraurora90@gmail.com