Publicado por vez primera en: Makypress, 21 Marzo 2003


Hackeando a Sadam
Arturo Quirantes Sierra





El Washington Post parece que es algo así como el Google del periodismo de papel.  Cualquier noticia que sale allí es automáticamente considerada, hasta tal punto que a veces el propio artículo es noticia.  Si Aznar tiene un orzuelo, no interesa; pero si el Post dice que Aznar tiene un orzuelo, ya tenemos portada para el Telediario.  Tamaño alcance informativo parecen algo exclusivo del Washington Post y del New York Times, a los que a veces se oculta bajo el piadoso eufemismo de “según fuentes bien informadas.”

Bien, pues a lo que iba.  Según el Washington Post, Bush ha dado la orden de lanzar ciberataques contra las redes informáticas enemigas.  Puesto que bin Laden sigue sin usar nada más sofisticado que vídeos caseros y los norcoreanos no tienen el presupuesto como para pulírselo en fibra óptica, supongo que lo que quieren decir es que van a vencer a Sadam Hussein a base de patearlo fuera del ciberespacio.  De repente, todas esas maloserías de que se supone son capaces los hackers (tirar abajo el sistema de tráfico aéreo, las redes de distribución eléctricas, los proxies de Telefónica, bla, bla) son ahora juego limpio si se trata de acabar con el malo maloso de turno.

Todos nos preguntamos qué queda de electrónica sofisticada en Irak.  Si se trata de chinchar a Sadam dejándolo sin correo electrónico, vale, pero no creo que tenga sus radares conectados a Internet, ¿no?  Que se limiten a regalarle un millón de copias de Windows 95, corriendo el Pentágono con los gastos de licencia.  Les costará un pico, pero el cuelgue de sistemas está asegurado.  A ver quién sobrevive al pantallazo azul.

Pero no debería tomármelo a broma.  Voy a contarles una pequeña historia.  En junio de 2002, el ejército norteamericano llevó a cabo unos enormes ejercicios militares, que combinaban tanto soldados reales como simulaciones por ordenador.  El objetivo era liberar un país imaginario de Oriente Medio llamado Rojo, gobernado por un megalomaníaco loco (qué originales).  El general de dicho país tenía que defenderse de un ataque Azul (los buenos) usando medios más bien rústicos a su alcance.

¿Quién adivinan ustedes que ganó?  Pues los malos.  El general de marines Van Riper, puesto al mando del equipo Rojo, dio una paliza a los azules de padre y muy señor mío.  Cuando los buenos les interfirieron las comunicaciones, él usó mensajeros en moto.  Como no tenía más flota que unos barcos de pesca, los usó como barcos-bomba.  Los pocos misiles antibuque que le permitieron usar hundieron un portaaviones y dos transportes de tropas (virtualmente, claro).  Si hubiera sido real, el enfrentamiento habría supuesto el mayor desastre naval norteamericano desde Peral Harbor.

Alfinal, se dio por vencedor al equipo azul, pero sólo porque los árbitros hicieron de jugador número doce.  Es decir, hicieron trampa.  Al final era como un show de Gila: “eh, vamos a desembarcar, así que llévate a tus soldados a otro sitio.”  Reflotaron la flota hundida, resucitaron los soldados “muertos” y acabaron mostrando al líder rojo la tarjeta del mismo color.  Ganadores por trampa: los buenos.  ¿Quién dijo que las guerras eran justa, siquiera las digitales?

De ahí la preocupación del Pentágono por la ciberguerra.  Imagínense que Estados Unidos e Irak se enfrentasen en un escenario virtual.  Genial, nada de muertos ni destrucción real, quien gane la partida se lleva el petróleo.  Pero si el general Van Riper era un zorro, Sadam no le va a la zaga.  Un tipo capaz de sobrevivir a una guerra con Irán, otra con Estados Unidos, rebeliones chiitas y kurdas, algo habrá aprendido.

Imagínense que el nuevo conflicto es una especie de guerra de barcos digital.  Sadam usa las técnicas de Van Riper, “hunde” media flota americana y gana.  Menudo globo el de Bush hijo.  Así que hay que hackear al enemigo.  No vaya a ser que al final nos gane y haya que darle al botón del reset.



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