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* Plantas sagradas patentadas
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Plantas sagradas patentadas

Plutarco Naranjo. Area Salud. Universidad Andina (Ecuador)/ La noticia de que Loren Miller, dueño de la International Plant Medicine Corp. (EE.UU.) ha obtenido la patente sobre la ayahuasca, ha conmovido a la opinión pública y preocupado a la comunidad académica.
Las patentes protegen especialmente inventos originales o procedimientos novedosos. De esta manera los autores o las empresas pueden recuperar gatos de investigación y obtener utilidades.
En el caso concreto de la ayahuasca, se trata de una patente concedida sobre la variedad "Da Vine" de Banisteriopsis capi, planta psicoactiva utilizada ceremonialmente por los pueblos indígenas amazónicos, por varios miles de años; de cuya existencia y uso se tiene conocimiento desde 1852, a través de las investigaciones realizadas por el botánico inglés Sprude, quién estableció la identidad botánica de la misma. Desde entonces se han realizado centenares de estudios antropológicos, etnológicos, botánicos, químicos y clínicos. De modo que todo esto está muy bien conocido en el campo científico y nada es patentable.
Las especies vegetales del bosque húmedo tropical, salvo excepción, no son exclusivas de un solo nicho ecológico, son comunes a toda la Amazonia. En el caso de la ayahuasca, crece desde Colombia hasta Perú y Brasil, y ha sido y sigue siendo utilizada por las etnias de toda la Amazonia. Por lo tanto, en el caso concreto de esta planta como de otras que pueden llegar a tener un valor industrial y comercial, deberían existir acciones conjuntas de todos los países afectados por la biopiratería.
El caso de la ayahuasca cobra mayor importancia e inclusive demanda atención urgente porque está pendiente de aprobación por parte del Congreso Nacional el "Acuerdo entre el Gobierno del Ecuador y el Gobierno de los Estados Unidos de América sobre la Protección y el Cumplimiento de los Derechos de Propiedad Intelectual". El documento, aunque sostiene cláusulas relacionadas con la propiedad intelectual, está dirigido, esencialmente, a proteger los intereses industriales y comerciales de la gran potencia del Norte, sin preocuparse de lo que pueda ser de interés para otros países como Ecuador.
Los Estados Unidos de América, como país de innovadores y comerciantes, trata de defender sus intereses mediante patentes que deben ser respetadas por las otras parte. Esto, en cierta forma, es lógico, ya que las empresas industriales no son entidades de beneficencia o filantropía. Sin embargo, lo que sobrecoge a un ciudadano del Tercer Mundo es una cierta sensación de impotencia frente a la voracidad comercial de los dueños de patentes que, incluso, quieren apropiarse de lo ajeno para obtener ganancias millonarias.
Como no hay posibilidad de patentar el cacao, el café, banano o los camarones, seguimos aceptando, sin chistar, el precio a los productos que exportamos.
Muy pocos inventos tenemos, para protegerlos mediante patentes de las empresas industriales y comerciales, peor aun cuando se trata de patentes otorgadas por el gobierno de los Estados Unidos, cuyo trámite es casi imposible para un ciudadano tercermundista. Pero sí tenemos medios para defender por lo menos lo que la naturaleza nos ha brindado.
Hace pocos años se reunió en Rio de Janeiro la Convención Mundial sobre el Medio ambiente, la "Cumbre de la Tierra", la cual aprobó el Convenio Internacional sobre Biodiversidad. Los Estados Unidos, en defensa de sus propios intereses, no la ha ratificado aun.
Por eso debería introducirse en el texto del Acuerdo entre Ecuador y Estados Unidos, por lo menos el artículo 8 del Convenio de Biodiversidad, que obliga a las partes contratantes a que "con arreglo a su legislación nacional, respetará, preservará y mantendrá los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de la comunidades indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinente para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica y promoverá su aplicación más amplia con la aprobación y participación de quienes posean esos conocimientos, innovaciones y prácticas, y fomentará que los beneficios derivados de la utilización de esos conocimientos, innovaciones y prácticas se compartan equitativamente".
El Ecuador, por obvias razones, no puede pretender negociar, en cuanto a patentes se refiere, de igual a igual con el gobierno de Washington, que es el país que tiene registrado el mayor número de patentes del mundo.
Treinta años atrás, más del 70% de las patentes norteamericanas eran inventos del propio país. En 1980, pese al aumento en el número absoluto de inventos americanos, estos representaron sólo el 62%. Al Japón le correspondió el 10%, a Alemania el 9%, al Reino Unido el 4%, y el 15% al resto de Europa y otros países. En 1990, del total de patentes, solo correspondió al propio país norteamericano el 53%.
Con el Acuerdo binacional no estamos sometiendo al cumplimiento de los derechos de explotación comercial no sólo de los productos originariamente norteamericanos, también a muchos de terceros. Algunos artículos de este Acuerdo son peligrosos o, por lo menos, inconvenientes. Por ejemplo, el literal a, del numeral 2 sobre Derechos otorgados, del Art. VI sobre Patentes, penaliza la fabricación, uso, venta o importación de la materia de objeto de la patente, sin el consentimiento del titular de la misma. El que se penalice al fabricante no autorizado, es perfectamente razonable. Pero ¿cómo puede llegar a saber un comerciante ecuatoriano, más todavía si es minorista, que un producto que ha comprado a algún distribuidor, ha sido fabricado por un vendedor extranjero que respetó la patente?
La preocupación de los industriales norteamericanos tiene como principal justificación las pérdidas estimadas de sus ventas debido a que en algunos países, especialmente en Asia, se elaboran productos sin respetar las patentes norteamericanas. Esto sucede sobre todo en el campo de la informática y computación, los productos de audio y de video, y los farmacéuticos, todo lo cual no es aplicable a Ecuador.
Por lo dicho, el Acuerdo no debe ser ratificado por el Congreso sin un estudio detenido y responsable. No hay o no debe haber, de la parte ecuatoriana, ninguna urgencia y hay que resistir a las indebidas presiones.


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Luis Domenianni. (Universidad de Buenos Aires) / Dos parecen ser hasta aquí los sujetos beneficiarios de la tan alardeada globalización: el flujo de capitales y los medios de comunicación. El primer elemento contrasta con las negativas al flujo de personas (leyes de inmigración) y al de productos (proteccionismo de las naciones más poderosas). El segundo parece certificar un nuevo modelo de dictadura: una forma única de pensamiento inducida e impuesta desde un poder mundial no institucional fundamentado en el primer elemento: los dueños del capital.
Muy lejos de algún ideal de internacionalismo, este modelo no sólo vacía de contenido las democracias, sino que logra ya no sólo que las personas sean dueñas de su destino, pero además les niega el conocimiento de lo que efectivamente ocurre.
La Universidad de Buenos aires, como toda Universidad pública, tiene un compromiso con la sociedad de la que forma parte. De allí que se propuso intentar un camino multimediático desde cuyos productos el universitario en particular y el ciudadano en general piense y reflexiones acerca de los problemas que "efectivamente" enfrenta.
Temas como la exclusión, el urbanismo, el enfrentamiento entre globalización y culturas nacionales y locales, la subordinación del gasto social al mercado de capitales, la transnacionalización de la economía en detrimento del empleo, la inequidad tributaria, el abandono de la investigación científica por parte del Estado, la sociedad del futuro frente a un mundo sin empleo, el futuro de la industria, los nuevos paternalismos, el rol del agro, el silencio sobre la deuda externa, la definición del hombre sano, la deserción del Estado en materia de infraestructura, el medio ambiente, el compromiso artístico-literario, las tendencias del mercado frente a la estética del cuerpo humano, la desinformación, el pacifismo impuesto por los estados guerreros y la justicia como instrumento de los poderosos, son algunos de los sujetos que la Universidad de Buenos Aires piensa abordar desde un nuevo ciclo televisivo, realizado y producido íntegramente desde la propia Casa de Estudios.
El ciclo se llamará "Diálogo Universitarios" y en él participarán especialistas de todas las disciplinas académicas. Se trata, en síntesis, de reunir lo más granado del pensamiento nacional, con la participación de especialistas internacionales, para ayudar a nuestra gente a conocer, individualizar y, si es posible, debatir soluciones para los problemas que nos aquejan.


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