Gazeta de Antropología
Gazeta de Antropología, 1991, 8, artículo 07 · http://hdl.handle.net/10481/13673
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Publicado: 1991-06
Identidad y poder en las fiestas patronales de Los Guájares
Identity and power in the patronal fiestas of Los Guájares

Rafael Briones Gómez
Universidad de Granada.


RESUMEN
Este estudio intenta analizar y sistematizar algunos aspectos de la fiesta popular, en el municipio de Los Guájares, formado por tres núcleos de población muy cercanos entre sí. Estos aspectos son el ruido, las imágenes, la procesión de los santos patronos, las personas que hacen de actores o de espectadores, las actividades de convivencia, comensalidad y danza. Mediante todo esto, la comunidad refuerza su propia identidad, real y simbólica.

ABSTRACT
This study analyzes and systematizes some aspects of this popular fiesta, which takes place in the municipality of Los Guájares (Granada, Spain), formed by three nearby centers of population. Attention is given to noise, images, the holy patrons' procession, participants and spectators, activities of coexistence, shared meals, and folk dances. Through these activities, the community reinforces its real and symbolic self-identity.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
identidad y poder | fiestas patronales | fiesta popular | Los Guájares | Granada | identity and power | patron saint’s day | folk celebration


El presente estudio surge como un primer esfuerzo de análisis y sistematización teórica tras el trabajo de campo que desde algunos meses estamos llevando a cabo en los Guájares (Granada) y en la Vega Norte de la capital sobre el tema de la fiesta.

Constatamos que la fiesta es uno de los momentos cumbres, estratégicos, cálidos y significativos para el estudio de una comunidad. Vemos también que los individuos y los grupos se aferran a la fiesta y no quieren dejarla extirparse. Nos llama la atención especialmente el caso de los emigrantes como los primeros defensores de sus fiestas de origen. Finalmente, observamos en la fiesta la realidad de la competitividad y de la lucha de las personas y los grupos en torno al ritual y objetos simbólicos constitutivos de la fiesta; dicho de otro modo, la fiesta implica una pugna por el poder simbólico.

En nuestra búsqueda del hecho festivo nos hemos encontrado con variedad de fiestas. Las fiestas por excelencia serían las fiestas patronales. Por eso nos vamos a detener ampliamente en ellas para intentar verificar en ellas nuestras hipótesis sobre poder e identidad. Pero junto a ellas hay una serie de fiestecillas, aparentemente sin importancia y en abandono o retroceso, pero que siguen vigentes. Vamos a presentar la fiesta de los Palmitos en Guájar Faragüit y la fiesta del Pucherico y las Cruces en el Jun. También ellas procuran una identidad y ponen en juego la realidad del poder, aunque de otra forma.

De esta confrontación de las fiestas patronales y su contrapunto de las otras fiestas tomamos pie para plantear una hipótesis teórica sobre la estructura y función de las fiestas, esbozando una tipología de las fiestas que puede explicar y organizar otros casos de fiestas.

* * *

Los Guájares es un municipio creado en 1973 por fusión de los territorios de tres antiguos ayuntamientos: Guájar Alto, Guájar Faragüit y Guájar Fondón. Estos pueblos forman un conjunto montañoso situado en las estribaciones de la cordillera Penibética, al norte de la costa de Granada, en un pequeño valle subtropical por donde corre el río de la Toba o de la Sangre, en recuerdo de la batalla de Las Guájaras. Guájar Faragüit es la actual cabecera de municipio, donde reside al Ayuntamiento y donde se ubican la mayoría de los servicios (escuelas y médico, entre otros). La población actual, según el censo de 1981, es de 1659 habitantes, de los cuales corresponden 836 a Guájar Faragüit, 511 a Guájar Fondón y 312 a Guájar Alto. Hay que señalar que hasta mediados de los años sesenta los Guájares han estado aislados por carretera de Granada y de Motril. Sólo existían caminos de bestias. La economía de la zona es actualmente una economía rural de subsistencia, con comercialización de ciertos productos tradicionales y la implantación de frutos subtropicales en la superficie de regadío (nísperos, chirimoyos y aguacates). Se ha yuxtapuesto también una incipiente economía de consumo provocada fundamentalmente por rentas provenientes del exterior (desplazamientos estacionales para trabajar en Motril o en Francia). El número de emigrantes es considerable en los Guájares. Englobamos en los emigrantes a todos aquellos que se sienten pertenecientes a los Guájares, aunque por razones económicas y laborales tengan que estar fuera: extranjero, Cataluña, Granada y otras capitales españolas.

Tras haber estado visitando estos pueblos a lo largo de un año, hemos constatado una gran diferencia entre los meses de julio y agosto y el resto del año. Tras una especie de letargo social en el otoño, invierno y primavera, los Guájares se reaniman durante el verano, particularmente en los quince primeros días del mes de agosto en que se suceden las fiestas de los tres Guájares y que son vividas por los habitantes de los tres núcleos. El 1, 2 y 3 de agosto serán las fiestas de Guájar Fondón. El 9, 10 y 11 serán los días grandes de las fiestas de Guájar Faragüit y, finalmente, los días 14, 15 y 16 la fiesta se vivirá en Guájar Alto. Todos asisten a las fiestas de todos. Además, el esquema fundamental de la fiesta será el mismo para todos: el primer día comienzan los fiestas con disparo de cohetes, recepción de la banda de música que recorrerá en repetidas ocasiones las calles del pueblo y estará presente en los momentos de importancia, castillo de fuegos artificiales y baile hasta bien entrada la madrugada. En el día segundo se empezará con una diana floreada; a media mañana habrá una misa solemne, seguida de un concierto de la banda musical; por la tarde, a primera hora, habrá juegos infantiles y cucañas; y a última hora la procesión, seguida de castillo de fuegos artificiales o traca y de baile de nuevo hasta bien entrada la madrugada. El tercer día es una repetición del anterior: diana, misa solemne, concierto, juegos infantiles, procesión, traca final y baile. Este es el esquema tradicional sobre el que trabajan los tres pueblos, añadiendo cada uno sus peculiaridades y sus invenciones, de modo que será muy ilustrativo el observarlos y analizar su posible significado.

Tras esta sumaria presentación de los Guájares y de sus fiestas patronales queremos analizar en detalle estas mismas fiestas desde el punto de vista de la problemática que queremos verificar en ellas. Nuestra hipótesis quiere dar una explicación al hecho de que las personas y los grupos acudan cíclicamente a sus fiestas patronales (y a otras) y se aferren a ellas. Nos dicen que lo hacen «por un gusto especial», «por una costumbre que les gusta», «porque desde chicos lo han hecho», «porque es una tradición». Tras esta explicación espontánea proponemos la siguiente interpretación que queremos aplicar a las fiestas patronales: en estas fiestas se logra una afirmación de las personas y grupos en aquello que son y quieren ser en la sociedad. El fruto principal de la fiesta sería, pues, la identificación de las personas y los grupos (identidad). Ahora bien, esto es posible por la presencia del grupo total (los de dentro y los de fuera) y la presencia de lo sagrado. Identificarse significa afirmar el propio ser ante los demás y frente a los demás. Y para ello hay que lanzarse a la arena de la toma del poder simbólico (muy en relación con el poder social), que en la fiesta está en efervescencia y abierto y disponible para todos. En algunos casos, la toma del poder para afirmarse se convierte en lucha y diferenciación. De todas formas, más allá de estas rivalidades rituales, el ritual afirmará la identidad y unión del grupo total.

Para verificar estas hipótesis sobre el poder y la identidad en la fiesta de los Guájares, vamos a ir recorriendo aquellas realidades o actividades de la fiesta patronal guajareña que los miembros del grupo valoran y consideran como esenciales e imprescindibles; aquello que gusta a todos y sin lo cual no habría fiesta; aquello que cuesta dinero, en lo cual se invierte porque a cambio se recibe algo: ¿el poder que viene del reconocimiento del grupo o de lo sagrado y que afirma la identidad?
 

1. El ruido

El ruido es algo apetecido por los guajareños. Producir ruido o recibirlo es algo que gusta y se busca y se propone como primordial en la fiesta. Al patrón o patrona se le ofrecen cohetes, castillos y tracas como el mejor obsequio para una manda. Las personas gozan y se autoafirman al producir ruido en alguna de estas formas. Los tres pueblos se compararán y dirán quién lo ha hecho mejor y quién ha sido más según que los cohetes, castillos y tracas hayan sido mejores y «más crujíos». Nos decían que los de Guájar Faragüit y Guájar Fondón, respectivamente, se tiraban los cohetes unos a otros y ponían los castillos para que los otros los vieran.

La banda de música y el conjunto músico-vocal son otra forma de ruido (más armónica y articulada), esencial para que haya fiesta. De ellas se servirán las personas y los grupos para autoafirmarse, valorarse y compararse con los otros grupos (pueblos), entrando así en una lucha por el poder y el prestigio social. A los mayordomos se les obsequia «en su honor» con una diana en la puerta de su casa. Al santo se le toca la música en la misa y procesión. Al pueblo en general se le toca en los conciertos y en los bailes. Todos, se puede decir, entran en contacto con esta forma de ruido haciendo uso de ella.

El ruido del cohete o de la música (banda o conjunto) acompañan continuamente la fiesta. Comienza el día con la «diana floreada» que recorre todas las calles, deteniéndose especialmente en casa de los mayordomos en señal de deferencia. Los cohetes acompañarán la diana. Seguirá la Santa Misa donde banda y cohetes se aúnan, sobre todo en el momento de la Consagración en que la banda tocará el himno nacional y los cohetes llenarán el cielo, mientras las campanas de la torre de la iglesia se lanzarán también al vuelo. Tras la misa viene el concierto en la plaza, acompañando así con el agradable ruido la convivencia de la gente en la calle y en los bares. Por la tarde habrá también música y cohetes para los juegos y cucañas infantiles. La procesión será un momento cumbre de la concentración del ruido: cohetes-«mandas» a lo largo del recorrido, que la gente compra y tiran ellos mismos o se los dan al cohetero; castillos en lugares estratégicos que se ven y escuchan, parándose toda la comitiva para contemplarlos (en el barrio alto de Guájar Faragüit -en el cruce que va a Guájar Fondón y Guájar Alto-, en la era de la cruz de Guájar Fondón o delante de la iglesia en Guájar Alto). Son momentos de éxtasis, de transfiguración o apocalipsis, creados en parte por la conjunción de diferentes fuentes de ruidos. Y tras la procesión vendrá un ruido rítmico (el conjunto), que durará casi hasta la hora de la diana. Esa es, al menos, la pretensión de los guajareños: el enganchar la diana con el baile. Puede decirse, pues, que en la fiesta se permanece en estado de ruido.

Creemos que estos ruidos son tan importantes porque están directamente relacionados con la afirmación de las personas y grupos, ya que les confiere un poder con el que se llama la atención, se compite y se refuerza el ser. El ruido está cargado de resonancias sagradas y forma parte del ritual, ya que sus momentos cumbres son los momentos en que éste se concentra. Hemos observado también que el que tira los cohetes en Guájar Faragüit es el mismo que sacrificó el choto el día de los palmitos y desenterraba los palmitos. Curiosa coincidencia, que hace confluir en una misma persona dos actividades sagradas de sacrificante.
 

2. Las imágenes

Lo sagrado de la fiesta se concentra en las imágenes y en sus rituales sagrados, las procesiones. Además, a lo largo del año y especialmente en el tiempo de las fiestas, hay una actividad de intercambio con lo sagrado, las mandas.

San Lorenzo es el patrón y protagonista de Guájar Faragüit. Le acompaña en la procesión Nuestro Padre Jesús Nazareno. En Guájar Fondón la patrona es la Virgen de la Aurora y le acompaña San Antonio. En Guájar Alto es la Virgen de la Aurora y le acompaña el Sagrado Corazón de Jesús.

Llama ante todo la atención la dualidad de las imágenes y su complementariedad sexual en el caso de Guájar Fondón y Guájar Alto. ¿No estaríamos ante un soporte simbólico que el rito ofrece para la identificación sexual? Pensamos esto sobre todo en Guájar Alto, donde los hombres llevan a la Virgen y las mujeres al Sagrado Corazón. La procesión nos está presentando simbólicamente una sociedad en la que hay hombres y mujeres atraídos heterosexualmente.

Los habitantes, cada año, procuran invertir parte del dinero recogido en enriquecer sus imágenes y cargarlas de más valor. En el año 1987, Guájar Alto estrenó una imagen nueva de la Virgen de la Aurora y un manto nuevo, y en Guájar Faragüit se puso un mosaico de San Lorenzo en la puerta de la iglesia. Este enriquecimiento de las imágenes va paralelo con la afirmación y valorización de todos los que se identifican con ellas, que son los guajareños o aquellos que han invertido dinero en ellas. Todos saben muy bien quién ha regalado la imagen, el manto y el mosaico, y estas personas se sienten más fuertes que las otras gracias a su ofrenda al santo.

La imagen es el centro de la procesión y de la misa, actos donde se concentra todo lo sagrado de la fiesta. Los guajareños se identifican con sus imágenes y, a través de ellas, se afirman a sí mismos. Entablan una relación de intercambio sagrado en que «mandan» cosas a la imagen (cohetes, castillos, tracas, velas, ramos de flores, ir en la procesión, ir descalzos, etc.) para recibir algo a cambio. Las promesas son un contrato que se hace con la imagen para dar algo que cuesta dinero o sacrificio a cambio de un favor que consiste en la solución de algún problema. Los guajareños aseguran y protegen su ser por esta alianza con la imagen patronal. Los momentos difíciles de la existencia, que amenazan destruir el ser individual o social, están asegura dos por la protección del patrón o patrona que cada pueblo tiene. Nos decían en Guájar Faragüit sobre su patrón: «La gente acude a San Lorenzo siempre que tiene una necesidad... ¡Ay, San Lorenzo bendito!... Yo, todo lo que le pido a San Lorenzo me lo arregla...».

En la conversación que transcribimos había un señor que no es de Guájar Faragüit, sino de Pinos del Valle -pueblo vecino- y que reside aquí por estar casado con una vecina de Guájar Faragüit. Este le dijo: «Si San Lorenzo hiciera milagros no se moriría la gente».

Al oír esta frase, el anterior informante, en un aparte nos dice: «Este no es de aquí y por eso no cree en San Lorenzo».

Está claro en la mentalidad de los guajareños la función del patrón del pueblo y las relaciones mutuas que eso implica para los que «son» de ese pueblo. La renovación de ese contrato de protección y defensa de todos y cada uno de los guajareños se hace anualmente en la fiesta patronal y durante el ritual sagrado de misas y procesión. Por eso aquí acuden todos los guajareños para afirmar su identidad. Nos decía un faragulero: «A mí no me gustan las fiestas, pero en éstas me gusta estar porque a lo mejor no estás aquí y tienes un accidente y dices: ¡Claro, esto me ha ocurrido por no estar aquí durante las fiestas!».

Tras las promesas y las mandas de las que hemos hablado ya hay un mundo de miseria, necesidad, accidente, temores, enfermedades, etc., que sería interesante analizar. Se trata de todo aquello que atenta contra el «ser» individual o social de la persona y que en la relación con la imagen se pretende asegurar.

Pero la imagen corrobora la identidad no sólo porque está comprometida con el grupo e individuos por el contrato sagrado (están endeudados mutuamente: el fiel honra a la imagen y recibe de ella defensa contra las amenazas vitales), sino también porque, al ser un objeto valioso socialmente, se convierte en blanco de la lucha por el poder social que de su posesión y manipulación se deriva; también se utiliza por el grupo como blasón y motivo para competir con los otros pueblos en una lucha por el prestigio y poder. De la misma manera que los tres Guájares rivalizan sobre quién tuvo el mejor castillo de fuegos artificiales, la traca más crujía o la mejor banda de música, competirán también por ver quién tiene mejor patrón o patrona.
 

3. La procesión

En los Guájares, el momento y la actividad de la procesión -que se duplica exactamente en dos días consecutivos- son el centro de la fiesta. Dejamos a un lado la santa misa por ser menos concurrida, por ser una actividad más típicamente eclesiástica y que está más rutinizada, dado que es el mismo esquema de todos los domingos.

En cuanto a la procesión, creemos que es un momento de gran eficacia simbólica. Dicho de otra forma, los frutos que produce el ritual festivo se concentran en la procesión. En ella se produce la integración social de las personas en el grupo, su identificación en edades, sexos, rangos y también en ella se da una lucha y rivalidad por el poder simbólico y social.

Hemos observado que, a diferencia de otras procesiones de otros pueblos y ciudades -sobre todo los más grandes-, la procesión se constituye por la totalidad de las personas que están en el pueblo. Todos asisten yendo en las filas. El porcentaje de espectadores que miran desde las casas o esquinas es mínimo y diríamos que obligado, en contra de su voluntad. La totalidad de las personas que pertenecen al grupo se representa unida y articulada en la procesión. Participar en la procesión sería, pues, equivalente a sentirse integrado y situado en un grupo con una tierra común (Los Guájares y sus montañas, valles y aguas) y una historia y tradición protegida por lo sagrado (San Lorenzo o la Virgen de la Aurora). En la procesión hay un orden que articula las edades, sexos y situación social. Comienza la cruz de la iglesia con los ciriales llevados por dos monaguillos. Siguen dos filas donde van primero los niños, luego las mujeres y al final los hombres. En el centro van las imágenes y los mayordomos poniendo orden y tirando los cohetes-mandas que la gente les da. Tras la imagen va el cura con alba y capa pluvial y, tras él, las autoridades, reinas de las fiestas y un grupo de hombres. Termina la procesión la banda de música. Echando una mirada rápida a esta comitiva podríamos decir que estamos ante un tipo de sociedad dominado por lo religioso -que engloba y tutela todo lo social (tanto las imágenes como los ministros y otros símbolos)- y también por lo masculino que va en lugar preeminente y encargado del orden. En esta estructura de base se van identificando socialmente y van siendo reconocidos como personas los diferentes individuos. Al ir entre los niños, mujeres y hombres, se da un reforzamiento del ser niño o mujer. Al ir bajo las andas del Sagrado Corazón o de la Virgen de la Aurora en Guájar Alto ese grupo de mujeres u hombres normalmente jóvenes- se identifican como hombres o mujeres heterosexuales. Las autoridades religiosas e institucionales, las reinas de las fiestas y, sobre todo, los mayordomos, (autoridad local delegada) reciben un respaldo ritual en la procesión, que es un reforzamiento. Hay, pues, una legitimación y un refuerzo del poder social por el simple hecho de participar en la procesión, colocándose en un sitio determinado o realizando una determinada acción.

Además de esto, la procesión ser convierte o funciona como una especie de sesión pública o asamblea general donde las personas que quieran pueden destacar para poder ser sancionadas con un veredicto de más o menos poder o prestigio. Por eso veremos que las personas van a la procesión «para ser vistas», y según esto se arreglan y actúan. Y también «para ver a los otros», observándolos y valorándolos. Con esta actitud, los modelos de los vestidos y trajes, el arreglo personal de mayores, niños y jóvenes, las promesas y mandas (cohetes, castillos y tracas, velas, ir descalzos, asistir en lugar y actitud determinada) se convierten en una lucha y competencia por el poder dentro del grupo («ser más que los otros compitiendo con ellos»).

En este sentido hay que interpretar que ser mayordomo es una manera de ser valorado y tener un poder reconocido por el conjunto del grupo. Según el sistema rotatorio de la mayordomía guajareña, todas las familias (los hombres, ya que estamos en una sociedad patriarcal en que el hombre es el cabeza de familia) tienen opción a ser mayordomos y, por tanto, a tener el poder sobre la fiesta. Pero cada año los mayordomos intentarán competir con los de otros años y otros pueblos. Incluso entre ellos mismos habrá una cierta estratificación, constituyéndose los mayordomos mayores, que dominarán sobre los otros y que serán los que verdaderamente decidirán. La manera de llevar y organizar la procesión será para los mayordomos uno de los temas de reconocimiento, tasación de su poder y comparación con otros años y pueblos. El pueblo, efectivamente, dará su opinión sobre la procesión (concurrencia, cohetes, trono, castillos, traca, modo de llevarlo y adornarlo, orden, etc.). Oí a unos mayordomos que decían a los que llevaban la imagen de San Lorenzo que fueran despacio para llegar arriba (a la plaza alta de Guájar Faragüit) al anochecer, para que «luciera la traca».

Por otra parte, no hay que olvidar la dimensión de la procesión como ritual dirigido directamente al patrón, en el sentido de cumplir con el voto, votos y promesas, renovando el compromiso de fidelidad mutua tanto a nivel individual como grupal. Esta dimensión también repercute en la búsqueda de la identidad personal y grupal en cuanto que va dirigida a una afirmación frente a la muerte, enfermedades y todo tipo de catástrofes.

Resumiendo, participando en la procesión se refuerza la identidad personal y grupal, asegurándose la protección del patrón, insertándose en el grupo y afirmándose tal y como se quiere ser reconocido, y teniendo la ocasión de mostrar también la preeminencia sobre los otros. A nivel comunal, la procesión es también la ocasión de afirmar la propia identidad y su poder frente a las otras comunas competidoras.
 

4. Las personas

La concurrencia total y heterogénea de las personas es tan importante en las fiestas de los Guájares que en Guájar Fondón y Guájar Alto, donde las fiestas eran en el mes de septiembre (para el 8 de septiembre), se han trasladado al 1-2 y 3 y 14-15 y 16 de agosto con el fin de que pueda participar más gente, «todos», incluyendo a los emigrantes. Digamos, pues, que es esencial a las fiestas el que haya mucha gente, la concurrencia, y que estén todos los que forman el grupo, la totalidad.

Pero, aunque todos participan en la fiesta, no todos lo hacen de la misma manera. Podríamos establecer una primera división de las personas entre espectadores y actores.

4.1. Los espectadores: Los primeros espectadores son los forasteros, es decir, aquellos que no son de los Guájares y que han venido acompañando a algún vecino o porque conocen a alguien o porque son de pueblos vecinos (sobre todo de Pinos del Valle, Molvízar, Vélez de Benaudalla, etc.). Entre los forasteros merecen categoría aparte los «fondoneros», «guajalteros» y «faraguleros», que son más bien rivales, además de formar una unidad administrativa. Ante ellos, con ellos y frente a ellos se desarrolla la fiesta y se produce su fruto, la afirmación de la identidad y el refuerzo del poder:

«Con esto de los cohetes se lleva una idea también: aquéllos van a ver si superan a éstos».

«Habría que traerse los castillos aquí; ¡con la pila forasteros que hay aquí!» (se refiere a los bares que hay a la entrada de Faragüit, donde hay más espacio que en la plaza de la iglesia, donde normalmente se tiran los castillos y cabe menos gente).

«San Lorenzo arranca gente de todos los puntos de España y el extranjero».

«El año que viene a ver si podemos tirar una traca fuerte pa' que la gente la vea, que es lo suyo».

Son frases oídas al terminar la traca de fin de fiestas de Guájar Faragüit.

Los otros espectadores son los del pueblo que no participan organizando nada ni responsabilizándose de ninguna actividad. Su participación es el acudir a las procesiones, misas, juegos infantiles, bares y bailes. Pasemos una rápida revista a las diversas categorías de estas personas.

Los niños y las niñas en esos días se ven a todas horas y en todos sitios. En la procesión y misa ocuparán sus lugares propios delante de la iglesia o al principio de la procesión. Acudirán a las cucañas que se organizan para ellos, y en el baile y bares se les verá hasta altas horas de la noche, mezclados con los jóvenes y los mayores.

En cuanto a los jóvenes, hay que hacer notar el interés y el entusiasmo con que acuden a todos los actos de la fiesta. A pesar de no ser especialmente religiosos se les verá participar en la misa y procesión. Pero su presencia más asidua e intensa será en bares, baile y discoteca, donde pasarán toda la noche «dando saltos y pasándoselo bien». Los jóvenes sueñan con las fiestas para no dormir y vivir libre y entusiasmadamente con los jóvenes del otro sexo y con los amigos en una cierta permisividad sexual. Creemos que también en este sentido hay una ocasión de afirmación de la propia identidad, puesto que esto se lleva a cabo en presencia de chicos y grandes, en la sociedad, que están presentes, observan y aprueban o niegan. Esta autoafirmación no está exenta de lucha y rivalidad. Las peleas en esos días en los bailes y bares son otro de los accidentes habituales: brotes de violencia que el mismo grupo controla sin necesidad de guardias ni policías.

Las personas mayores tampoco están excluidas de las fiestas patronales. Acuden a la iglesia y a la procesión. Se les ve también en el baile. Las mujeres de cierta edad disfrutan bailando juntas, sobre todo si la banda de música disfruta bailando pasodobles o tangos. Nos hablan de cómo les gusta esto que desde chicas han conocido y lo sano que es el estar todos juntos, chicos y grandes, como una gran familia. Y es que en la fiesta el grupo se autoafirma, por encima de las divisiones y luchas que también están presentes, unido en el presente y enganchando con el pasado, con la tradición.

El caso de los emigrantes merece una mención especial, al pasar revista a las personas interesadas y participantes en la fiesta. Para los tres Guájares, pero sobre todo para Guájar Alto, puede afirmarse que son los más interesados en la fiesta. Por ellos se han trasladado las fiestas al mes de agosto. Su número es considerable, hasta el punto de que la población de los Guájares se triplica o cuadruplica en agosto. Casi todos hacen por acudir a la fiesta, por lo menos los tres días grandes. Nos cuentan que los que no pueden venir llaman, a veces, por teléfono para preguntar cómo va la fiesta e incluso para escuchar el ruido de la traca. ¿Qué buscan los desarraigados sino la identificación como guajareños por la participación en el rito festivo? En la opinión de la gente, ellos son los que más mandas y más dinero aportan. La fiesta será también para ellos una manera de acrecentar su poder y prestigio social. Salieron del pueblo, en muchos casos, con poco poder económico. En la emigración les ha ido bien; y cuando llegan al pueblo lo quieren hacer constar con sus aportaciones económicas, que son las más fuertes. Los mayordomos llevan cuenta por escrito de estas aportaciones, y esto se sabrá por todos. El ritual les brindará múltiples motivos y ocasiones para hacerse notar. A su deseo de afirmar su persona como influyente en el grupo se les da la oportunidad de ser mayordomos. Ellos no la desaprovechan y procuran que se note que son mayordomos en el dinero que dan, en el que recogen de los otros y en las cosas que se organizan.

4.2. Los actores: Los mayordomos son los actores o agentes sociales de la fiesta guajareña. Las autoridades municipales y eclesiásticas -que en otros grupos humanos son los promotores y gestores de las fiestas por medio de las concejalías o comisiones de fiestas, o por las hermandades y cofradías- están en la penumbra o tienen un papel de subsidiariedad o subordinación a lo que digan los mayordomos. Preguntamos en una de nuestras visitas a los Guájares a la auxiliar administrativa del Ayuntamiento (que resulta ser la mujer del secretario y que, a nivel administrativo tiene la reputación de ser la que influye y decide en los asunto municipales) y nos dijo que en los Guájares los mayordomos mandaban más que el Ayuntamiento, que el cura y que la comunidad de regantes. De hecho sólo supimos que el alcalde y algunos concejales iban tras el santo en la procesión, pero sin especial distintivo. La ayuda económica del Ayuntamiento para las fiestas es también mínima: 25.000 para cada pueblo. Y esto en los últimos años, porque en años anteriores incluso cobraba un impuesto por la caseta de las fiestas. A cambio de esta inactividad municipal, al Ayuntamiento no tendrá ningún poder en la decisión y gestión de las fiestas.

Estamos ante un caso de poder popular delegado y rotativo. Todos los cabezas de familia tienen la oportunidad de mandar sobre los otros en un momento tan importante para el pueblo como es el de sus fiestas, verdadera cumbre de la convivencia y de la identidad. En Guájar Fondón y Guájar Faragüit se va haciendo por calles, y en Guájar Alto por una lista que se establece, en la que están incluidos todos los cabezas de familia. En Guájar Fondón son 14, en Guájar Alto 10 y en Guájar Faragüit 18. Cuando les toca el turno nadie suele renunciar. Entre el grupo de mayordomos que se nombran en la misa de la fiesta para el año siguiente se ponen de acuerdo en cuáles serán los dos o tres más activos (los mayordomos mayores). Su función consiste en recoger dinero a lo largo del año, yendo de casa en casa, organizando rifas y fiestas y, también, vendiendo lotería y encargándose del chiringuito de las fiestas. Los grupos de mayordomos entran en una -según ellos- «sana competencia» con los de otros años y con los de otros pueblos con el dinero que logran recoger. Otra de sus tareas será la de administrar el dinero recogido, organizando actividades que se adecuen a la tradición y que sean del agrado de la gente. Estas actividades, básicamente, son el traer un buen cohetero, que se luzca con unos buenos castillos y una buena traca(s) y una buena música y conjunto. También tendrán la obligación de alojar a los músicos.

El paso por la mayordomía da a los guajareños una ocasión para afirmarse en una lucha por el poder y prestigio de los otros. Nos consta por los informantes que hasta hace unos años eran «los más pudientes» socialmente los que de hecho aceptaban la mayordomía. También durante algunos años un cura estuvo al frente de los mayordomos, siendo como una especie de mayordomo mayor. Hoy, la fórmula vigente mantiene un sistema organizativo totalmente civil, aunque la autoridad religiosa será la que proclame la lista de mayordomos del año siguiente al final de la misa del patrón. (¿No suena esto a una legitimación religiosa del poder civil?)

El hecho de que todos manden por el sistema de mayordomía, ¿no podría ser interpretado como una inversión simbólica de poderes: hay un poder popular igualitario y accesible a todos en lo simbólico-ritual (la fiesta), ya que en lo real son otros poderes los que funcionan? Pero creemos que, en algunos casos, la mayordomía no es una inversión de poderes sino un paralelismo de poderes: el poder de la mayordomía, poder simbólico, legitima, refuerza o abre el camino para la gestión o adquisición del poder civil. Tenemos un caso en Guájar Alto: el mayordomo mayor del año 1986, que pidió seguir de mayordomo en el año 1987, encabezó en el mismo año 1987 las listas para las elecciones municipales por el CDS, siendo elegido él y dos concejales más. Nos comentan que «ha usado la mayordomía como trampolín».

La persona del cura o autoridad religiosa no puede estar ausente de este repaso a las personas de la fiesta. En las fiestas del año 1986 coincidió que cada pueblo era atendido por un cura diferente, lo cual nos ha ilustrado más sobre las posibles relaciones de la institución religiosa con las fiestas patronales y con la mayordomía como instancia de poder. Ya hemos dicho que el poder sobre la fiesta lo tienen los mayordomos, aunque estos son proclamados (¿legitimados?) en la iglesia, por el cura y al final de la misa, según las reglas ya expuestas. Además, la Iglesia tiene un poder subsidiario en la fiesta, ya que la misa y la procesión son presididas y organizadas por ella. Sin esta ayuda y colaboración no habría fiesta. Por eso hay que decir que la Iglesia como institución y el cura como ministro refuerza su identidad y su poder en este momento festivo que reúne a todos. Es la ocasión para reforzar el poder simbólico-moral de la Iglesia sobre todos, los que van y los que no van frecuentemente a la Iglesia durante el año. A cambio, los mayordomos tienen asegurado el ritual sagrado en el que la identidad y poder de los guajareños se afianzan.

Aparte de esto, que sería común a los tres sacerdotes, vemos tres comportamientos diferentes según la mentalidad teológica y pastoral de los diversos sacerdotes. Hay uno que está a la cabeza de los mayordomos en el potenciar las fiestas y las tradiciones. Es hijo de Guájar Alto. Otro, de mentalidad más moderna y secularizada, atiende respetuosamente su obligación de asegurar el rito, pero diríamos que soportándolo sin el más mínimo entusiasmo. Otro, finalmente, estuvo un tiempo al frente de los mayordomos, pero tuvo problemas, según él de incomprensión y según algunos jóvenes porque era muy mandón. El resultado es que los dejó todo en manos de ellos, como está en la actualidad. Hoy muestra despego y resentimiento, sin valorar lo que se hace y sin entusiasmarse con lo de la gente, aunque procura observar cómo se desarrollan las cosas.
 

5. Convivencia, comensalidad y danza

Estar juntos, reencontrarse los dispersos, comer y beber juntos y bailar es otra de las actividades centrales de la fiesta. En ellas, como venimos mostrando, se va desarrollando ese proceso que consideramos fundamental en la fiesta: la identificación de las personas y su afirmación por la competencia y lucha de prestigio y poder.

Llama la atención la animación de las casas, las calles y los bares. La gente no para de hablar entre sí. Se cuentan sus cosas mutuamente, porque muchos no se vieron desde «el año pasado». Y se lo cuentan a muchos porque esos días todos están en la calle. Cuando hablan podemos decir que están afirmándose a sí mismos y compitiendo, luchando por ser más que los otros y, al mismo tiempo, sintiéndose unidos a ellos.

Comer y beber juntos refuerza el sentido de comunidad y pertenencia mutua. Y en estos días se come y se bebe en exceso. Las comunidades de Guájar Alto, Guájar Faragüit y Guájar Fondón existen y están vivas, y los miembros de ellas que participan de esas fiestas se sienten impregnados de esa vida. La identidad del grupo y de los individuos sale reforzada de ese comer y beber.

En los bares hemos observado también una costumbre muy propia de la fiesta, que nos parece canaliza la afirmación personal en el terreno económico y de poder: el convidar generosamente a los otros del pueblo. Todos quieren ser los primeros o quedar por encima de los otros en el convidar. Hay un afán de mostrar que se tiene dinero («que se es alguien») y que se da a los otros estando sobre ellos. Este afán los hemos visto más fuerte y patente en los emigrantes. Su identidad débil o perdida necesita quizá una mayor afirmación. Soy alguien superior y prestigioso porque convido y gasto más que los otros.

Las comidas en las casas también son dignas de reseñarse como una ocasión de reunir a todos los presentes todo el año y a aquellos que están ausentes. Esa unión familiar amenazada durante el año se refuerza en la fiesta comiendo y bebiendo juntos en abundancia. Hay comidas tradicionales como son el «fritillo» de Guájar Faragüit con bacalao o con carne (el auténtico se hace con fritura de tomate, pimientos asados y cebolla y bacalao). También hay familias que matan un choto, un cordero o incluso un cerdo, si son muchos. Las comidas son experiencia de alegría, de vida, de abundancia, e incluso de exceso, que refuerzan la identidad. Hay otras comidas tradicionales, como son los «palillos» o «pestiños». El hecho de que sean tradicionales pone el enganche con la tradición de esa identidad.

Queda por comentar la importancia del baile en la fiesta, como ocasión de afirmación de la vida, encuentro con el otro sexo, exceso en el sueño y la bebida (junto al baile están los bares, que la gente no para de visitar) y lucha erótica por conseguir al chico o a la chica. Todo esto refuerza nuestra hipótesis de que en la fiesta se busca y se refuerza el «ser» y «el ser más que» (identidad y poder). En el baile se tejen muchas historias afectivas que después terminan uniendo a jóvenes de los tres Guájares (caso que es frecuente) porque al baile asisten los de los otros pueblos. Y todo esto se hace en presencia de todos, chicos y grandes, que también bailan. La diferencia entre el baile de la fiesta y la discoteca reside precisamente aquí: a la discoteca va sólo la gente joven, mientras que aquí en el baile están todos porque se trata de una afirmación de todos en el ser y en la vida.
 

Conclusión

Tras este recorrido por estas realidades o actividades que la gente vemos considera como esenciales e imprescindibles en la fiesta patronal, creemos estar en la pista para dar una explicación de las mismas. Aunque parezcan absurdas racionalmente, rutinarias, tradiciones vacías, rivalidades sin sentido, gasto inútil, creencias vanas y repeticiones inexplicables, a través de ellas y en el terreno de lo simbólico, con ineludibles repercusiones sobre lo real, resuelven una de las tareas primordiales de personas y grupos: el de la propia identificación.


 Gazeta de Antropología