Gazeta de Antropología
Gazeta de Antropología, 1983, 2, artículo 01 · http://hdl.handle.net/10481/6734
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Publicado: 1983-11
La Semana Santa andaluza
Easter in Andalusia

Rafael Briones Gómez
Universidad de Granada.


RESUMEN
Es constatable el hecho de la revitalización de las fiestas de Semana Santa. El análisis trata de buscar las claves de ese hecho, que es multidimensional y complejo. Se establece una hipótesis psico-sociológica. El ritual cumple una función social, referente a la pertenencia al grupo y a la lucha por el poder. Cumple además una función simbólica. En ambos aspectos se da un peligro de manipulación política y religiosa.

ABSTRACT
There has been a marked revival of Easter festivities in Andalusia. This analysis examines the key points of this revival, which is multidimensional and complex. A psico-sociological hypothesis is established. The ritual fulfills a social function, particularly with respect to the importance of the group and the struggle for power. It also has has a symbolic function. In both aspects there is a risk of political and religious manipulation.

PALABRAS CLAVE | KEYWORDS
Semana Santa | fiestas | pertenencia | poder | religión | Easter | celebrations | membership | power | religion


Antes de decir nada sobre la cuestión que nos ocupa, es necesario el comenzar recordando que faltan estudios antropológicos serios sobre las fiestas populares religiosas, concretamente sobre la semana santa andaluza, que sería una de las fiestas andaluzas por antonomasia. Falta un apoyo económico serio a este tipo de investigaciones. Por eso, a la hora de tratar el tema, hay que dejar bien claro que nos movemos a nivel de intuiciones e hipótesis de interpretación. Serán muchas las ciencias humanas que tendrán que prestar su colaboración, aunque esto lleve consigo las repeticiones ylas fluctuaciones en la terminología.

En este clima de tanteos, yo voy a presentar mi análisis, interpretación y juicio de la semana santa andaluza. Pero quiero decir el lugar desde donde hablo, mis antecedentes, que, naturalmente, colorean el análisis: El estudio de un caso concreto, la semana santa de Priego de Córdoba, a la que dediqué cuatro años de investigación que culminaron en una tesis doctoral, presentada en la Universidad de la Sorbona de París. El haberme sumergido en este caso me dio una serie de intuiciones que creo se pueden extrapolar yaplicar, mutatis mutandis, a la semana santa de Andalucía.

Y, entrando un poco más en el tema, quiero hacer una serie de precisiones preliminares:

A. La semana santa andaluza no es un hecho homogéneo e idéntico en toda Andalucía, es decir, que no se da de la misma manera en toda Andalucía, ni con las mismas características. Hay una enorme variedad, según se trate de la semana santa de un pueblo pequeño, mediano, grande, o de una ciudad capital. Igualmente, las diferencias regionales (Andalucía occidental y oriental) y provincias presentan características variadas.

B. Tampoco es un fenómeno de igual vitalidad ni a lo largo de la historia ni en la actualidad. En este sentido, se puede decir que hay lugares en que la semana santa está muerta, en otros está esclerotizada, en otros en descomposición, en otros en crecimiento (unas veces espontáneo y natural -en el sentido que existían unas raíces que no se habían secado-, otras postizo -por un fenómeno de mimetismo forzado en el sentido de querer imitar a pueblos o ciudades en que la semana santa es considerada como un valor cultural, por ejemplo el caso de Sevilla-).

C. En este sentido, no se puede hablar de la semana santa andaluza en general, sin correr el riesgo de ser inexacto. Habría que hablar de casos particulares o muy parecidos, dudando de que exista la semana santa andaluza como contrapuesta a otras semanas santas. No obstante, y hecha esta salvedad, creo que se pueden enunciar una serie de análisis que iluminarían este fenómeno cultural que se da en Andalucía. Es lo que pretendo hacer en esta serie de reflexiones.
 

I. Constatación de un hecho: La revitalización de la Semana Santa

Se puede decir, como constatación de un hecho, que en los últimos cinco años, se ha observado en Andalucía, en pueblos y ciudades, una tendencia hacia la revitalización de las actividades de la semana santa, que ya eran bastante ricas. Sería interesante el analizar y sopesar detenidamente las diferentes causas que pueden haber influido en este hecho sociocultural. No voy a hacerlo de una manera exhaustiva. Sólo voy a enumerar algunos factores que me parece influyen en ello. Veámoslos:

1. La revalorización de las tradiciones de cada pueblo, ciudad o grupo social. Cuando entró la urbanización e industrialización, en los años cincuenta y sesenta, hubo una especie de desprecio por todo lo rural y tradicional. Hubo una fuga del campo (la tradición) a la ciudad (modernidad). En la actualidad se empieza a notar un hastío de la ciudad (lo moderno) y una fuga hacia en campo, a la búsqueda de raíces. Este fenómeno se hace más patente en las grandes ciudades donde se acumulan muchos emigrantes desarraigados. Las salidas de los fines de semana hacia las residencias secundarias, muchas de ellas construidas en los pueblos que habían sido abandonados en el éxodo rural, así como el retorno de los emigrantes a sus lugares de origen en tiempo de vacaciones, o con ocasión de fiestas religiosas, son una buena muestra de este éxodo urbano a la búsqueda de las raíces tradicionales.

2. El desarrollo de la dimensión festiva y participativa de nuestra sociedad, frente a la pasividad del consumismo. La civilización moderna ha destruido gran parte de las fiestas tradicionales en las que se vivía la fiesta hecha y vivida por todos, la fiesta que identificaba a los grupos sociales, la fiesta ritual que cada año se repetía y se esperaba. En aquellos lugares en que estas fiestas se han perdido, se observa una gran nostalgia y envidia por aquellos lugares en que todavía existen estas fiestas. En esta revalorización de la fiesta que va creciendo en nuestro momento actual, Andalucía se da cuenta de que las raíces de sus fiestas no se han perdido y se lanza a fomentarlas con un cierto orgullo.

3. La revalorización de lo popular, es decir, de todo aquello que exprese o identifique al pueblo, es un hecho de la mentalidad y opinión pública. Tanto la Iglesia como los partidos políticos o grupos sociales influyentes han pasado de una consideración o actitud destructiva o minusvalorativa a una postura de respeto, a precio e incluso entusiasmo o favor. En el caso de la Iglesia católica, la cosa es clara. Tras el concilio Vaticano II, entre los teólogos y pastores, predominaba un clima de ignorancia, desprecio, aguante o censura de la religión popular. Sin embargo, mediados los años setenta, se observan aires nuevos, venidos en parte de América Latina: Se empieza a mostrar interés, aprecio, fomento e incluso deseos de recuperación de todo lo religioso popular. Muestra de ello es el comienzo de una teología de la religión popular, así como la elaboración de una pastoral de esa misma religiosidad por parte de los obispos o incluso de los grupos cristianos de izquierda. Los partidos políticos también muestran un aprecio y apoyo por todo lo religioso popular, aunque las convicciones personales o partidistas no sean religiosas.

4. El ocaso de lo racional y utilitario en la civilización occidental es un hecho evidente que podría ser confirmado con muchos datos. En esta especie de crisis emocional de cultura que padecemos, lo irracional toma un auge y fuerza enormes. Igualmente se favorecen todas las experiencias de lo lúdico, lo inútil. Y la semana santa abunda en estos motivos irracionales y lúdicos.

5. El turismo es también otro factor importante en esta revitalización de la semana santa andaluza, no el único, como pretenden algunos análisis a mi entender poco serios y completos. Andalucía sabe que tiene una serie de valores culturales apreciados hoy y ausentes en otras regiones y naciones. Son valores admirados y codiciados por otros; de aquí que se dedique a comercializarlos. No sólo vive estos valores para sí misma, sino que se dedica a producirlos para venderlos y ganar así dinero y admiración.

6. En esta misma perspectiva del prestigio social, habría que indicar el factor del mimetismo: la semana santa se está desarrollando o resucitando en muchos sitios por la influencia de la imitación de pueblos o ciudades valorados en el conjunto de Andalucía y en los que la semana santa funciona como elemento de refuerzo de ese valor. En este sentido, diríamos que la feria de Sevilla, su semana santa y la romería del Rocío están sirviendo de término de referencia o de modelo para muchos pueblos y ciudades de Andalucía, que se lanzan a aprender a bailar sevillanas, a llevar los pasos y acudir a las procesiones de semana santa o a fundar su hermandad del Rocío.
 

II. Análisis del hecho

1. Posibles claves de análisis de un hecho pluridimensional y complejo

Vamos a entrar ya en la tarea de la presentación del análisis de la semana santa andaluza. Se trata de dar una visión lo más completa posible de este fenómeno tan rico, tanto en su fase descriptiva como interpretativa.

Lo primero que hay que decir es que la semana santa -como cualquier otro fenómeno religioso popular- es un hecho pluridimensional y complejo.

Y digo pluridimensional porque en él están presentes muchas dimensiones: Lo tradicional histórico de un pueblo que lo ha hecho siempre y de una historia que se recuerda; lo religioso, tanto por el tema --cuanto por la serie de actividades ascético -místicas que en ella se practican; lo cristiano, por la temática de la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret y de la tradición cristiana; lo teatral, una procesión es como un gran teatro al aire libre, en las calles y plazas, en que hay una trama, unos actores que representan a personajes y que van disfrazados y a veces con caretas, y en que hay también unos actores que reaccionan ante los personajes y su acción dramática; lo lúdico: el juego inútil y divertido ocupa grandes momentos de la semana santa andaluza; lo mágico: los ritos religiosos de la semana santa rozan en muchas ocasiones lo mágico; lo simbólico poético; lo estético; lo emocional: las procesiones y los ritos que se repiten cada año remueven grandes emociones en los participantes; casi habría que decir que la gente acude a la semana santa andaluza precisamente en busca de estas emociones; lo inconsciente; lo creativo: una procesión es una ocasión de continua creatividad por parte de sus organizadores; lo salvaje: muchas de las secuencias de algunas procesiones están montadas en la fuerza bruta y en el caos y el desorden; lo social comunal: diríamos que la semana santa es un «acto total», en el sentido de que en él se dan cita todas las categorías de individuos y grupos, fundidos en una masa global; hay otras reuniones masivas que son privativas de ciertas categorías; la semana santa da cabida a todos; lo festivo: la semana santa es, sin duda, una de las grandes fiestas de Andalucía, en que, por otra parte se realizan las notas esenciales de la fiesta.

Digo también complejo, porque todas estas dimensiones de que ha hablado están enmarañadas y liadas, sin saber dónde empieza y termina cada una de ellas. Hay que tener, pues, presentes todas las dimensiones, incluso cuando queremos centrarnos en una de ellas. De ahí que los análisis simplistas, orientados a justificar o descalificar sin más, sean poco serios y respetuosos con el mismo hecho.
 

2. Hipótesis de análisis psicosociológico

Voy a considerar la semana santa andaluza como un conjunto de fenómenos de interacción social de personas, grupos y masa global, unos medios que hacen posible esa interacción y una serie de efectos sociales.

Según esto, la hipótesis de trabajo es que la semana santa pone en marcha una serie de mecanismos rituales y asociativos, e n torno a la temática cristiana de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret, que originan una reactivación de la vida social y una catarsis del inconsciente colectivo.

Podemos decir que los elementos esenciales de esta hipótesis juegan un papel importante en la semana santa dentro de su variedad. En este sentido, al tratarlos, podemos decir que hay una serie de rasgos comunes a la semana santa de toda Andalucía. Expliquemos más en detalle los elementos de esta hipótesis:

Cuando hablamos de mecanismos rituales, nos referimos a los rituales religiosos, muchas veces bañados en lo mágico, que encontramos a lo largo de la semana santa. El ritual es algo ya hecho, casi estereotipado, que se repite y se espera cada año, donde las normas, objetos, procesos y roles están perfectamente fijados y predeterminados, y que hay que seguir y obedecer con exactitud. La unidad fundamental del ritual social global de la semana santa se encuentra en la procesión. El ritual se considera como un lenguaje no racional, susceptible de ser analizado en su morfología (formas o elementos diferentes que lo componen y que, en el caso de la semana santa, son de una complejidad y riqueza inmensas) y en su sintaxis (la concatenación o conexión de esos elementos en conjuntos diferentes); finalmente hay que decir que este lenguaje mecanismo, que es el ritual, tiene una capacidad de significación (emitir mensajes diferentes) y de funcionalidad (hacer funcionar a las personas y grupos de una u otra manera). Hay que hacer notar que este lenguaje es tanto más importante cuanto que toca zonas de la persona que no son controlables por la razón, y, por ello, está abierto a ser manipulado para fines muy contrapuestos.

Se habla también de los mecanismos asociativos de la semana santa andaluza. Nos referimos a las cofradías y otros grupos que gravitan en torno a la misma. Los miembros de las cofradías son los especialistas del ritual y por tanto de lo sagrado. Ellos son también los actores y líderes del ritual, frente a una masa de personas que siguen este ritual. Se trata de un elemento característico de la semana santa andaluza. Sin ellas, la semana santa no habría surgido, ni se habría revitalizado actualmente, ni tendría las mismas significaciones sociales. Ellas tienen un gran papel en la reactivación social que el ritual de la semana santa origina.

La figura de Jesús en su pasión y muerte es, sin duda, el centro explícito de la fiesta de la semana santa. Se trata de un recuerdo anual del drama central del cristianismo, que toma los aires de una repetición y reactualización -en algunos rituales muy viva- del drama. Pero esta temática de la vida-muerte-lucha-sufrimiento no sólo es central por su referencia histórico-racional, sino también por su contenido simbólico, que juega sobre el inconsciente. En este sentido, hablaremos de la semana santa como de un dispositivo simbólico o una pantalla en la que las personas y grupos sociales proyectan sus propias realidades de vida y muerte, se identifican con ellas y las resuelven.

El ritual de la semana santa toma los aires de un gran teatro vivo, en que hay unos actores, unos espectadores, unos protagonistas, antagonistas, un coro, etc. Los personajes de este gran teatro invaden las calles y plazas para renovar el drama del gran antepasado Jesús. El considerar las procesiones de la semana santa bajo la categoría de un teatro aclara mucho la comprensión de este ritual, que puede parecer absurdo y sin sentido. Por otra parte, la semana santa sería incomprensible antropológicamente si no le aplicáramos la categoría de la fiesta. En efecto, hemos hablado ya de ella como de una fiesta total, donde todo el mundo está invitado y puede participar, sin importar la edad, el dinero, la clase social, y otros determinantes; la semana santa, como toda fiesta, se espera y se prepara (en Andalucía se empieza a oler la semana santa dos meses antes: los ensayos de tambores y cornetas, las pruebas de llevar los tronos, las casas que se blanquean, los vestidos que se preparan para ser estrenados en esta ocasión); las comidas y dulces especiales que se cocinan para esta semana nos dan también otro rasgo característico de la fiesta; las grandes concentraciones de personas y los encuentros en un clima de alegría, de comunicación y calor humano, que son tan frecuentes e intensos en la semana santa andaluza, nos hacen sentirnos en una fiesta que nadie -ni propios ni extraños- quieren perderse; hay, por último, un exceso en la comida y bebida, así como en el no dormir o el someter el cuerpo a pruebas duras, sin faltar tampoco el elemento lúdico.

Y nos queda por explicar el aspecto más importante de la hipótesis: la eficacia social del ritual de la semana santa. ¿Para qué sirve la semana santa? ¿Cuál es su funcionalidad? Y vamos a hablar de una doble funcionalidad: una de tipo social, que ocasionaría una reactivación de las relaciones sociales, instaurando una especie de dinámica de grupos, y otra de tipo simbólico, que daría pie a una reactivación del inconsciente colectivo en un tono catártico.
 

Función social

El ritual sería una instancia de reestructuración social y de socialización. Dicho de otra manera: el ritual es un !'capital simbólico religioso» al que recurren y que manejan las personas y los grupos para su integración social y para expresar, restablecer y remodelar las relaciones sociales ordinarias. Vayamos por partes:

* El ritual y la pertenencia al grupo: La participación variada y pluriforme en el ritual constituye para los individuos y grupos un medio privilegiado por el que se integran al grupo total. El ritual sería, pues, una plataforma y un mecanismo de integración social, con una eficacia acentuada sobre todo para los miembros del grupo que se encuentran en situación marginal (emigrantes, jóvenes, extraños al grupo, enfermos, viejos, niños y los que soportan acontecimientos naturales o sociales que amenazan su pertenencia a ' 1 grupo y, por tanto, su identidad social). Estos serían los que participan en el ritual con mayor motivación. El ritual, por medio de las imágenes que la gente lleva consigo o guarda en sus casas, sería como un emblema del grupo, por el cual se acredita su pertenencia al mismo. Los que se encuentran perdidos, en una situación de pérdida de identidad -como es, por ejemplo, la de las situaciones de «paso» o cambio de estado- gracias a la participación en un grupo social, en un momento de efervescencia de ese grupo, como es el ritual, afirman su identidad, esto es, pueden decir quiénes son, puesto que se sienten enraizados en un grupo que tiene un lugar y una historia común.

* El ritual y la lucha por el poder social: Integrarse en un grupo y llevar en él una vida social da identidad, pero conlleva inevitablemente el establecimiento, la negociación y la aceptación de una serie de normas y roles sociales. Esto implica una repartición de la gestión del poder social en el seno del grupo. Esto quiere decir que el ritual genera en el grupo una lucha por el poder social entre grupos diferentes. En muchos casos, se puede comprobar que la entrada en la vida social 0 publica (la política en sentido amplio) pasa, de una forma o de otra, por la participación en la semana santa. Si se estudia el dinamismo y proceso de las relaciones dichas entre las cofradías y demás grupos que intervienen en la semana santa, se puede ver que el ritual aparece, por una parte, como la expresión y el reforzamiento de los status y roles sociales existentes y, por otra, como una posible instancia de contestación, remodelación y evolución de los mismos, en clave ritual. Dicho de otra manera, estos grupos diferentes, cambiantes, de especialistas de lo sagrado, pretenden dominar el mercado de los bienes simbólicos, frente a una masa de clientes consumidores de estos bienes, dado el poder social que lo sagrado les confiere.

A este respecto, se podrían aducir muchas constataciones de la semana santa andaluza, en que se vería cómo lo político, en el sentido más estricto de la palabra, y lo ritual han ido en correspondencia y en paralelismo. Grupos sociales determinados han estado coloreados por lo religioso en sus oposiciones y en sus predominios o depresiones en lo social han ido en paralelo con lo ritual. Se trata, pues, de una lucha oculta por el poder, frecuentemente disimulada y casi siempre negada o racionalizada religiosamente. El ritual es objeto de rivalidades entre los grupos, ofreciendo cantidad de momentos y objetos que son ocasión y terreno para la competitividad. Hay también otra serie de fenómenos constatables, que son de naturaleza política, aunque funcionan en clave simbólico-religiosa, como son el deseo de tomar el poder, la tendencia a la diferenciación, oposición y afirmación de la propia identidad, la negociación con los grupos rivales, la búsqueda de alianzas con otros grupos o con instancias exteriores a la semana santa y que pueden dar prestigio o poder (dinero, nobleza, poder político, mundo intelectual, etc.), las campañas frente a la masa anónima. Además de estos mecanismos, que van orientados sobre todo a diferenciar a los grupos, estableciendo una situación de lucha por el poder y de violencia interior al grupo, el ritual tiene también capacidad para evitar que dicho grupo estalle por la violencia. Hay una serie de momentos del ritual que van orientados a borrar las diferencias y a unificar.
 

Función simbólica

Se trata de ver ahora, siempre a la búsqueda de una mejor comprensión e interpretación del ritual, si, además de esa función sociopolítica, que incide en las relaciones sociales horizontalmente, el ritual tiene otras funciones que lo hagan algo más que un sustitutivo subsidiario de las instancias de estructuración social. Y aquí la hipótesis sería que, en efecto, es posible otra lectura que podríamos llamar simbólica, conscientes de la ambigüedad del término, y que pondría a poner de manifiesto que el ritual genera otro tipo de relaciones de índole proyectivo-vertical. Con esto quiero decir que tanto el individuo como los grupos parciales y el grupo total instauran una relación con una instancia exterior al mismo grupo, relación que va hacia la imagen misma y hacia todo lo que ella conlleva, es decir, el ritual. La función de esta relación simbólica proyectivo -vertical sería la de proyectar hacia la imagen y gestionar realidades del inconsciente, como son el deseo profundo de vida de los individuos y su búsqueda de paz social, frente a la muerte y a la violencia de su existencia. En el caso de la semana santa, podríamos decir que el conjunto simbólico construido alrededor del mito de Jesús de Nazaret, en su pasión, su muerte y su resurrección, canaliza la muerte y la violencia del grupo, encontrando de esta manera, aun engañándose a sí mismos, una solución a estas realidades del mundo irracional, que la razón es incapaz de captar, expresar y gestionar. La imagen y el ritual de la semana santa se presentan, por una parte, como un signo de miseria, muerte, violencia, desorden y caos, que permite a los individuos y grupos el proyectarse e identificarse, expresando así la realidad de su propia existencia, hecha de opresiones y muerte, mucho más en el pueblo andaluz; por otra parte, el ritual está hecho de signos de grandeza, triunfo, vida, paz y reconciliación, y es esto lo que da respuesta y salida a la tragedia. En este sentido, podemos decir que la participación en la semana santa puede ser para muchos individuos o grupos una experiencia catártica o de liberación del inconsciente, por la capacidad que el ritual tiene para ello.
 

III. Evaluación de la Semana Santa andaluza

Tras la descripción e intento de análisis de la semana santa andaluza, parece oportuno el dar un juicio. Según esto, vista la virtualidad de la misma para la reactivación de las relaciones sociales y del inconsciente colectivo, habría que preguntarse si la celebración de la semana santa en Andalucía, cada año, contribuye al saneamiento global de esta sociedad, es decir, si la semana santa andaluza es liberadora o alienante. Y la respuesta es la siguiente: la semana santa será liberadora a condición de que no se ejerza una manipulación con pretensiones alienantes, ni en su dimensión social ni en su dimensión simbólica. Y ¿cómo pueden ser manipulados estos aspectos? Veámoslo.
 

1. La manipulación simbólica de la semana santa

Esta se ha dado por la interpretación que se ha propuesto y difundido de la temática de la muerte de Jesús. La teología tradicional de la muerte de Jesús (asimilada hondamente por la masa popular) ha insistido en la muerte de Jesús, dejando casi ausente la resurrección; se ha insistido en la necesidad de la muerte de Jesús como un sacrificio expiatorio al Padre, por, los pecados de los hombres; consecuentemente se han exaltado el sufrimiento y el dolor como un valor en sí mismos que hay que admirar e imitar; la vida y la muerte de Jesús -y consecuentemente la del cristiano se han planteado de una manera ahistórica, sin situarla en sus coordenadas espaciotemporales y sociopolíticas y, por lo tanto, sin estar condicionada ni condicionar el aquí y el ahora. En los males de Jesús no se ve el abuso de poder y la confabulación de. los poderes religiosos y políticos en contra de un hombre que se alza en defensa de los pobres, de la verdad y de la justicia. Su muerte no se analiza como un crimen injusto, ante el que cualquiera se sublevaría, sino como un sacrificio ritual, que es necesario y que el hombre tiene que agradecer. La actitud de Jesús que esta teología pone de relieve -y que se expondrá como ideal ascético al hombre- será su entrega resignada a la muerte, sin más, y no su enfrentamiento valiente, hasta la muerte, contra los poderes injustos, aun arriesgando su vida por solidarizarse con los demás, y confiando por encima de todo en el Padre que da la vida a los muertos y reúne a los hermanos.

Y aquí está patente la manipulación: lógicamente la identificación que se produce en la experiencia simbólica (identificación con el héroe que produce y encarna los valores) no causa, en el caso de la semana santa, sino la resignación con el orden establecido (divisiones, injusticias, clases, privilegios, pobreza), en vez de la subversión; colorismo y masoquismo en vez de deseo de vida.

Sin esta manipulación de la interpretación de la muerte de Jesús (teología) por parte de los poderes religiosos y políticos, aliados en esta empresa, los efectos simbólicos de la semana santa serían diferentes: La «memoria de Jesús», como dice el teólogo J. B. Metz, sería «peligrosa». Si la identificación fuera con otra identidad de Jesús, mucho más acorde con una correcta teología, los efectos de la semana santa serían el predominio de la victoria de Jesús en su resurrección, la subversión ante los poderosos, el paralelismo entre los pobres, desposeídos, marginados y oprimidos del pueblo de hoy, en Andalucía, y aquellos con los que él se solidarizó y por los que murió, entre los seguidores del Maestro y los cristianos de hoy, entre los líderes de entonces y los de hoy, etc.

La tarea social de restituir la verdadera interpretación histórica y cristiana de la muerte de Jesús -motivo central de la experiencia simbólica de la semana santa- compete a los teólogos cristianos y a los ministros de la Iglesia encargados de la catequesis o difusión de esta interpretación y también del culto. En esta tarea se emplean ya muchos de ellos.
 

2. La manipulación social de la semana santa

Hemos visto ya cómo el ritual de la semana santa es un capital simbólico que es valorado por la masa y que les atrae y concentra. Las personas o grupos que tienen o buscan el poder económico, o de prestigio o de clase, intentan meterse en la semana santa, a través de las cofradías, para hacerse con el monopolio de su gestión y orientar ese capital y esa influencia sobre la masa, para acrecentar ese poder y prestigio propio y utilizarlo al servicio de sus intereses. Se trata de un verdadero secuestro del ritual. Cuando las cofradías dejen de estar secuestradas por los poderosos (dinero y prestigio), para pasar a manos del pueblo, las virtualidades sociales del ritual serán un cauce de participación, creatividad y ejercicio de la vida social y no -como es de hecho, en la mayoría de los casos- un hacerles el juego a estos poderosos, que dan a cambio «pan y espectáculos» a personas, grupos y masas que se sienten tocadas por el ritual, en fibras muy hondas de su ser. Se habla a veces que la semana santa es algo turístico. En efecto, el turismo, que está en manos de estos grupos de poder, sería una forma de manipulación del ritual, sin tener en cuenta al pueblo y su cultura.

Só1o acabando con esta manipulación del ritual por los poderosos, devolviendo el ritual al pueblo, la semana santa andaluza dejará de ser un fenómeno de justificación y reforzamiento del estado de cosas, reproduciéndolas y conservándolas, y no será una experiencia conservadora, elitista y consumiste, sino participativa y popular, que hace vivir, revivir y transformar la sociedad, es decir, un fenómeno revolucionario, una fiesta liberadora, inspirada en Jesús de Nazaret, el liberador.

¿Es esto posible? Se trata de una revolución sociocultural lenta, que no se hace por decreto ley, sino por el trabajo de cambio sociocultural que el pueblo mismo lleva adelante, alentado y guiado por sus agentes religiosos y socioculturales.


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