LOS CAZADORES-RECOLECTORES DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN EL SAHARA OCCIDENTAL

LATE PREHISTORIC HUNTERS-GATHERERS IN WESTERN SAHARA

Daniel GARCÍA QUIROGA

Resumen
A partir del estudio realizado por Carrión et al. (2003), en el “Proyecto Erqueyez”, surge la idea de la realización de este articulo, que expresa las principales conclusiones a las que se ha llegado tras un trabajo de investigación más extenso.

Se proponen varios bloques en la investigación, el primero, tratará, desde la Antropología y la Arqueología, de analizar documentación sobre grupos de economía cazadora-recolectora, para crear una base sólida de aproximación al estudio de éstos. El examen de la arqueografía del Sahara Occidental y del desierto del Sahara será el siguiente de los temas tratados. A partir de ambos, contando con el apoyo de diversos estudios paleoambientales, se bosquejarán las principales características y evolución de estas sociedades.

Palabras clave
Sahara Occidental, cazadores - recolectores, etnoarqueología, cambio social, paleoambiente.

Abstract
From the study by Carrion et al., in the “ Erqueyez Project “ arises the motive of this article, wich express the main conclusions reached after a longer research. Several blocks are proposed in the research, the first tries from Anthropology and Archeology to examine documentation on groups of hunter-gatherer economy, to create a solid foundation of the study of them. An examination of the Archaeography of Western Sahara and the Sahara desert will be the next argument. From both and their oversized, with the support of several paleoenvironments studies, the main characteristics and evolution of these societies will be outlined.

Key words
Western Sahara, Hunters-gatherers, etnoarchaeology, social change, paleoenviroment.


INTRODUCCIÓN

El presente estudio parte del trabajo que viene desarrollando desde 1987 la Universidad de Granada, mediante la colaboración interdisciplinar de algunos de sus departamentos, en una serie de actividades científicas y culturales en África, y se sitúa como complemento de estos trabajos, y más en concreto, con el desarrollado por el llamado “Proyecto Erqueyez”. Surge como un análisis, desde la disciplina antropológica, de las principales características, de las sociedades de cazadores-recolectores de la Prehistoria Reciente del Sahara Occidental.

El análisis arqueográfico se centra principalmente en la gráfica rupestre, sin obviar otros artefactos arqueológicos. Las conexiones entre los conjuntos rupestres saharianos son más que plausibles, y debemos aprovechar las pruebas que nos aportan, tanto las cronologías absolutas, la asociación de las imágenes con algunos restos de cultura material o con túmulos funerarios, y las coincidencias entre unas y otras, para así poder realizar inferencias, tanto a una escala micro como macro.

El análisis teórico, de la organización de las sociedades cazadoras-recolectoras, a partir de los investigaciones de expertos sobre el tema (SAHLINS 1977; INGOLD 1980; TESTART 1985; LEE et al. 1999, BATE 2002; MONTANÉ 1982; SERVICE 1979….) nos ayudará a la comprensión del fenómeno de la caza-recolección, y a la posterior explicación de un contexto arqueológico determinado. La siguiente parte se centrará en el análisis de la arqueografía disponible, tanto del Sahara Occidental como del Sahara (SOLEILHAVOUP 1987; MORI 1998; LE QUELLEC 1993,1998; MUZZOLINI 1995, 2001; GATTINARA CASTELLI 2005; HACHID 1998; FERNÁNDEZ MARTÍNEZ 1996…), intentando mostrar las conexiones plausibles entre los diversos artefactos arqueológicos y su posible asociación con la gráfica rupestre, además de su interacción con la estructura propia de las sociedades cazadoras-recolectoras.

El objetivo último del presente trabajo es establecer la relación del Sahara Occidental con el resto del Sahara en un marco cronológico de Prehistoria Reciente, en el que los grupos de cazadores-recolectores se encuentran en un periodo de profundo cambio. Planteando el surgimiento de una mayor complejidad social, que desembocará en unas sociedades estratificadas de economía ganadera.


ETNOARQUEOLOGÍA: ENTRE LA ETNOLOGÍA Y LA ARQUEOLOGÍA

La Arqueología, o mejor, los arqueólogos siempre interpretan el registro arqueológico sacando conclusiones sobre las poblaciones que ya han desaparecido y nos han dejado sus vestigios materiales con base, principalmente, en las observaciones hechas en el presente. Estos vestigios del pasado no nos informan de los comportamientos humanos, pero son resultado de los procedimientos y producto de estos comportamientos. De esta forma surgen procedimientos que intensificarán la búsqueda en los distintos contextos etnográficos con el fin de observar y documentar las relaciones entre el comportamiento humano y la matriz material-espacial-ambiental en la que tienen lugar, y, a partir de esto, desarrollar teorizaciones sobre los procesos de formación del registro arqueológico (SILVA 2000).

A ese nuevo modo de pensar el registro arqueológico se le ha llamado Etnoarqueología, que en su sentido mas amplio, puede ser entendida como un modo de proporcionar los medios para poder interpretar la estática del registro arqueológico, teniendo como referencia la dinámica del contexto etnográfico: “(…) a partir del estudio de sociedades contemporáneas, proporciona los medios para formular y comprobar hipótesis, modelos y teorizaciones que posibilitarán el poder responder cuestiones de interés arqueológico” (SILVA 2000).

Para Millar por ejemplo “los datos etnográficos orientados en términos de sitios, pueden ser útiles, al proporcionar posibilidades alternativas para la interpretación de artefactos y de estructuras excavadas” (MILLER 1982).

Para los estudios entre el material arqueológico y su relación con el comportamiento humano, la Etnoarqueología se vale de analogías etnográficas, principalmente a partir de las observaciones de aspectos del comportamiento de grupos humanos contemporáneos, para corroborar el entendimiento de estos hechos y procesos del pasado (MONTICELLI 1995).

Estos estudios, al explicar las relaciones entre cultura material y comportamiento, intentan crear presupuestos teóricos para la interpretación arqueológica, lo que aumentará el potencial arqueológico, ya que considerará todas las informaciones observables del comportamiento humano.

Por medio de referencias teóricas, es posible entender determinados aspectos del comportamiento humano pretérito, que muchas veces dejamos de lado en algunas observaciones arqueológicas.

Por lo tanto la etnoarqueología puede darnos pistas para interpretar y complementar análisis arqueológicos, que no cuentan más que con datos sobre la sociedad que elaboro, uso o descarto objetos hallados por la investigación arqueológica, constituyéndose de esta manera en un recurso fundamental para el entendimiento de los procesos de formación del registro arqueológico (SILVA 2000).

Los datos generados con la información recogida de sociedades recientes y de su cultura material, pueden ser aplicados como fuente de hipótesis que posibilite inferir explicaciones de la dinámica social pretérita “considerando la posibilidad de que existan semejanzas en cuanto a las características organizativas de las sociedades, su nivel tecnológico, su entorno ambiental y la conjunción de estos aspectos” (FOURNIER 1994).


LAS RELACIONES SOCIALES DE PRODUCCIÓN EN LAS SOCIEDADES DE CAZADORES-RECOLECTORES

Los arqueólogos en general parten, para sus inferencias, de objetos que son el resultado de las distintas actividades productivas de sociedades pasadas. Por lo tanto comenzaremos discutiendo las implicaciones de los procesos de trabajo desde una perspectiva teórica de acuerdo con las necesidades propias del quehacer arqueológico. De las actividades de los hombres la actividad laboral es el núcleo central de todas ellas. (MONTANÉ 1982).

Partamos de una concatenación lógica de argumentos simples. Todo ser vivo, sea el hombre, los animales o los vegetales, necesita una aportación energética que extrae del ambiente para poder vivir, es decir, necesita alimentarse. Ésta es la única e indispensable necesidad común a toda la humanidad (SERVICE 1979). La estrategia de alimentación de estas sociedades es la recolección de vegetales y la caza y pesca de animales, además del consumo de agua.

Resaltar también que el termino recolector-cazador seria mas útil a nuestra posición de análisis económico de dichas sociedades. Descriptivamente, hace mayor justicia, pues en todas las sociedades, sin tener en cuenta las de latitudes extremas, donde es imposible la vida a partir del consumo de vegetales, y aquéllas que se mueven en función de grandes manadas de animales, el consumo de vegetales aporta aproximadamente el 70% de la necesidad energética de las dietas. Por otra parte el androcentrismo reinante en la producción científica y en las propias sociedades estudiadas, intenta ocultar el papel de la mujer, principal recolectora, y menospreciar su papel en el campo de la producción. Sin embargo y por pura convención científica, seguiremos utilizando el término cazadores-recolectores.

Como principales características de estas sociedades deberíamos destacar:

Tecnología apropiadora

Las sociedades cazadoras-recolectoras, obtienen su alimento a través de la apropiación, su tecnología no permite la reproducción de plantas y animales, se les define como “economías apropiadoras”, es decir, la sociedad no invierte fuerza de trabajo en el control directo de la reproducción biológica de las especies animales y vegetales que son su base alimenticia. Esta situación les llevara en gran medida a depender del ambiente en el que viven, pues esa será su despensa de la cual proveerse. Por ello se encuentran altamente constreñidos a las distintas circunstancias que les depara la naturaleza. En 1952, Birdsell demostró que existía una correlación positiva (0.8) en las 123 tribus consideradas, entre precipitaciones medias y densidad de población. La lluvia es uno de los principales determinantes de la vegetación y, puesto que la vegetación es el primer término de la cadena trófica, determina asimismo la abundancia de la vida animal. El hombre cazador y recolector está en la cima de la cadena trófica y, al explotar todos los recursos animales y vegetales disponibles depende de sus condiciones ecológicas de reproducción. (GODELIER 1976).

Sociedades en movimiento

Otra de sus características será la alta movilidad, que se refiere, tanto a los sistemas de asentamiento como a su supuesta flexibilidad en la magnitud de las personas que lo componen. Antes que ignorar las variantes ambientales, los cazadores-recolectores las rastrean para adaptarse a ellas mediante cambios en su ubicación y en la magnitud del grupo local.

Restricciones materiales

Se puede decir que la primera consecuencia de la elevada movilidad, es la pobreza del equipo material. Hay sociedades de cazadores-recolectores que se mueven más que otras, todo depende de las características de su medio. Las que estén obligadas a cambiar su ubicación con cierta asiduidad, suelen tener un equipo bastante reducido, suele ser aquello que puedan cargar, prescindiendo de todo lo prescindible (VALDÉS 1977).

División del trabajo

Según diferentes autores, la división del trabajo en estos grupos de recolectores-cazadores, es de las más simples que hay. Se organiza en función del sexo y la edad. La división sexual del trabajo parece ser una característica humana universal, que nos coloca aparte de otras especies. (CASHDAN 1991).

Los ciclos de producción-consumo

Una característica importante para entender las relaciones sociales y económicas en estas sociedades, es la inmediatez del consumo. Una vez apropiados los distintos alimentos por parte de estas sociedades, su consumo suele realizarse dentro de un lapso máximo de unas 48 horas. Éste es uno de los hechos que pueden llevar a la consideración de estas economías como precarias, y dejarlas en muchos momentos en manos de las contingencias naturales que les puedan acaecer. (BATE 1986).

Reciprocidad generalizada e intercambio

Todos los observadores que han estado con estos pueblos, estaban impresionados por el hecho de que los productos de la caza y la recolección eran divididos entre todos, o eran el objeto de una amplia distribución.

Reproducción: Restricciones poblacionales

La gran mayoría de autores coinciden en la necesidad que tienen las sociedades cazadoras-recolectoras de controlar el crecimiento de su población mediante diversas estrategias. Los factores ecológicos no pueden considerarse como los principales determinantes del tamaño de una población, pues el sistema se volvería muy inestable, aunque es posible que en momentos determinados jueguen un papel más o menos importante.

Sistema de parentesco y exogamia

La gran mayoría de investigadores coinciden en que en un sistema sin clases sociales, en el que el nivel político es inexistente, y que se base en la caza y la recolección, las relaciones formales que rigen el comportamiento y las conexiones entre el modo de producción y las relaciones sociales, serán las relaciones de parentesco.

Según el recientemente desaparecido Levi-Strauss, en las relaciones de parentesco nos encontramos con uno de los universales de la especie humana la prohibición del incesto, y la regla de la exogamia que en cierto modo la acompaña (LEVI-STRAUSS 1998).

Según Godelier, el sistema de parentesco en estas sociedades de cazadores-recolectores, funcionaria a la vez como infraestructura y superestructura. Regulará el acceso de los grupos y de los individuos a las condiciones de producción y a los recursos, regulariza el matrimonio, proporciona el marco social de la actividad político-ritual y funciona, como esquema ideológico, como código simbólico para expresar a la vez las relaciones de los hombres entre si y con la naturaleza. (GODELIER 1974).


LOS CAZADORES-RECOLECTORES COMPLEJOS

La  denominación de “cazadores-recolectores complejos” viene siendo empleada cada vez con más frecuencia en las últimas décadas, tanto en investigaciones de carácter  antropológico como arqueológico (TESTART 1982; YESNER 1980; ZVELEBIL 1996; etc…). Esta definición o “tipo” social pretende ordenar o dar cuenta de un registro creciente de sociedades cazadoras-recolectoras que claramente no concuerdan con la tradicional caracterización de estos grupos; al constatarse que características asociadas clásicamente a agricultores (sedentarismo, desigualdad social, trabajo especializado, intercambios a largas distancias, arte elaborado, enterramientos diferenciados, entre otras) estaban presentes entre cazadores-recolectores.

Los diversos grupos socialmente heterogéneos y económicamente intensivos de cazadores-recolectores que vienen siendo identificados en las últimas décadas no encajan entre las sociedades “pequeñas, simples y móviles”, “sin poder y sin historia”. Éste es el perfil de grupos como los de la costa noroeste del Pacifico, del sur de Alaska y también algunos Eskimó, los Chumash de California, los Calusa de Florida, además de otros reconocidos en la costa de Perú, Australia, tierras altas de Nueva Guinea, sudeste de Asia, etc... Estas sociedades no encajan en el modelo estereotipado de los cazadores-recolectores, visto que son bastante sedentarias, presentan adaptaciones estables y duraderas, altas densidades poblacionales, intensificación en la subsistencia, tecnología especializada, almacenamiento de alimentos y bienes, riqueza diferenciada intragrupal, circunscripción ambiental con límites territoriales rígidamente mantenidos, liderazgo formalizado y estatus heredado (PRICE & BROWN, 1985). Tales características definen sociedades intermediarias entre las igualitarias y las jefaturas y su grado de complejidad antecede inmediatamente al de estas últimas.

Niveles crecientes de complejidad han sido relacionados con la aparición de técnicas de almacenamiento (TESTART 1985), o sea, el mayor o menor lapso transcurrido entre adquisición del recurso y su consumo. Este aumento de complejidad se ha vinculado también con procesos de incremento tanto demográfico, como de la explotación de determinados recursos; grupos más numerosos y menos móviles aplicarían una presión mayor sobre los recursos, es decir, una mayor amplitud de dieta y aumento en los costes de procesamiento (BINFORD 1980). Esta tendencia ha sido frecuentemente señalada para ambientes costeros de alta productividad (YESNER 1980). Un aumento en los niveles de intensificación podría observarse tanto en el plano económico (uso del espacio y recursos), como en el de la estructura social (producción de individuos, compartimentación interna) así como el superestructural (ideología, ritual) (ZVELEBIL 1986). Las cualidades carismáticas de ciertos individuos en determinadas coyunturas “difíciles”, así como su habilidad  para la reordenación del sistema de trabajo y la apropiación de porciones del trabajo de otros han sido señalados también como catalizadores en la emergencia de la complejidad social.

Clásicamente, según Price y Feinman (1995), existen dos posiciones que se fundamentan en la economía para explicar el surgimiento de la desigualdad socio-económica y la concentración de poder político en manos de algunos pocos: La primera, entiende como condiciones necesarias la abundancia de recursos y una población numerosa. La segunda defiende su opuesto y los factores habrían sido estrés alimentario y la densidad poblacional creciente, con fluctuación de recursos y presión demográfica dificultando la subsistencia. El desequilibrio en la relación población/recursos habría abierto el camino para la diferenciación.


PALEOAMBIENTE DEL SAHARA OCCIDENTAL

Enfrentado al clima muy árido de hoy, el conjunto de la zona sahariana se ha beneficiado en otro tiempo de condiciones climáticas claramente más favorables, como aparece en una primera aproximación a las producciones rupestres. En efecto, éstas representan frecuentemente animales que no podrían sobrevivir en el medio regional actual. Todos los autores coinciden en que las diversas graficas rupestres del Sahara se hayan contextualizadas temporalmente en el Holoceno, por lo tanto, esta será la secuencia climática que analizaremos.

Según la teoría tradicional más aceptada, la mayor insolación estival, que viene provocada por las modificaciones de algunos parámetros de la órbita terrestre, notablemente la excentricidad y la oblicuidad, hacía que las bajas presiones térmicas, que se forman en los continentes durante el verano, fuesen más profundas que en la actualidad. Estas bajas presiones continentales atraían tierra adentro a las masas húmedas de aire oceánico y provocaban unos monzones veraniegos, más penetrantes e intensos que hoy. En la estación veraniega las lluvias se adentraban más en el continente, pudiendo llegar hasta el corazón del Sahara. Por su parte, la mayor densidad de la vegetación que cubría la región saheliana, contribuía a retener y reciclar la humedad entrante (BROSTÖM et al. 1998). Para otros, las causas de la humedad son más complicadas. Así, para el geógrafo francés Leroux, (LEROUX 1983) las diferencias de la insolación veraniega con respecto al presente en el trópico de Cáncer, son demasiado pequeñas e insuficientes para explicar la mayor humedad de la primera parte del Holoceno en África. Cree este investigador que la explicación hay que buscarla más lejos: en los cambios circulatorios atmosféricos que afectan a toda la zona atlántica y que se originan primordialmente en el Ártico, donde los cambios del reparto estacional de la insolación sí que han sido notables. También la circulación oceánica y su interrelación con el sistema atmosférico intervienen en el proceso. La circulación termohalina y su relación con el transporte atmosférico de vapor de agua, reorganizan el sistema océano-atmósfera.

De acuerdo con este supuesto clima más húmedo, durante la primera parte del Holoceno, en contraste con las épocas frías anteriores, la intensidad de las tormentas de polvo y la concentración de aerosoles minerales en el aire era mucho menor. Los estudios de las zonas áridas prueban que entonces las dunas se encontraban generalmente en un estado durmiente, mucho más fijas que antes y en consecuencia, también la erosión eólica era mucho menor.

Para ilustrar el cambio climático sucedido en el Holoceno, podríamos comenzar con las distintas fases climáticas en las que podríamos dividir este periodo (PETIT MAIRE 2002).

El primer Húmedo Holoceno, o gran periodo Húmedo Holocénico, podríamos fecharlo entre el 10000-8000 B.P. Las lluvias abundantes provocaron en el Sahara la subida de todos los niveles de agua y la aparición de una flora y fauna tropicales, creando variaciones regionales y una banda climática similar al Sahel actual, que se extendía hasta el paralelo 23ºN. La llanura estaba dominada por una flora de sabana arbolada donde evolucionaban el elefante, el rinoceronte, el hipopótamo, el cocodrilo o la gacela. Esto pone pues en causa, al menos parcialmente, la ecuación a menudo evocada: neolítico sahariano=gran humedad del holoceno antiguo. Los análisis polínicos concernientes a las regiones septentrionales de Malí-Níger y el suroeste de Libia (Akâkûs) confirman la reducción del espacio desértico en los alrededores del 8000 BP. Hacia el 8500 BP, se confirma también una extensión considerable de las zonas lacustres y la aparición de numerosos cursos de agua en la región. El gran árido del Holoceno Medio,este periodo de menor humedad, va a prolongarse aproximadamente durante 1000 años (7000-6500 B.P.), con un periodo especialmente seco, hiperárido, entre 7300 y 6900 B.P. En torno al 6000 B.P., tiene lugar un nuevo episodio húmedo, que se extenderá hasta el 4500 B.P., y que se denominara: Húmedo neolítico. Tiene unas primeras fases de recalentamiento acompañado de una relativa humedad en un clima tropical con estación seca, cuyo resultado es un paisaje de sabana. Las zonas centrales más elevadas, disfrutaban de la influencia mediterránea por la acción del frente polar, afectando a la parte septentrional del desierto, mientras que en la parte meridional, la degradación del monzón aportaba lluvias torrenciales ocasionales. Los lagos recuperan parte de su extensión, y los oueds llevan agua en sus cursos. Reaparece la gran fauna de hipopótamos y elefantes. Algo más tarde, en las áreas continentales del Sáhara Oriental comenzó la desaparición de los lagos y el cese de la recarga de acuíferos, hacia el 4500-4000 BP, a este periodo se le denominara, Árido Pos-neolitico. Este brusco incremento de aridez durante el Holoceno Medio podría relacionarse con perturbaciones transitorias del clima como fue el enfriamiento del Atlántico Norte (5800 BP), y con la interacción vegetación-atmósfera regional, que condicionaron la permanencia o desaparición de humedad según las zonas. El Sahara se verá nuevamente convertido en desierto, y así va a continuar hasta nuestros días con sólo ligeras variaciones algo menos secas. La aridez se convierte desde el principio en un hecho progresivo y no cesa de agravarse con el paso de los siglos. Desaparecen casi todos los representantes de la gran fauna, y solo sobreviven los mas adaptados a la extrema sequía.

La historia detallada de los paleoclimas saharianos es de las más complejas y debería acompañarse de una engorrosa enumeración de numerosas variaciones locales. Es necesario igualmente tener en cuenta el hecho de que los “áridos” son raramente absolutos, que cada pulsación se compone de una serie de oscilaciones menores y de ciclos cortos, y que el paso entre áridos y húmedos ha podido efectuarse en varios siglos.


GRÁFICA RUPESTRE DEL NORTE DE ÁFRICA Y DESIERTO DEL SAHARA

La gráfica rupestre es una forma cultural que expresa contenidos de la conciencia social, de representación ideológica y de conocimiento de la realidad, en relación con el ser social (BATE 1977), por lo tanto debe ser comprendida, “como el resto del material desechado, producido y/o utilizado por la sociedad humana (…) Al tratar las manifestaciones graficas como artefactos arqueológicos con el mismo estatus, en cuanto a ser objeto de investigación arqueológica considero interesante y pertinente aplicarle las mismas preguntas generales que al resto de artefactos recolectados y analizados (…) Cómo se manufacturó y cómo se utilizó” (GONZÁLEZ 1986).

A Grandes rasgos, el esquema crono-cultural clásico y más sencillo con el que se ha estudiado y dividido la gráfica rupestre sahariana se articula en cuatro estilos que se corresponden con cuatro periodos, desarrollados en evolución unilineal. Primero el Bubaliense (Fig. 1), de carácter naturalista y técnica de grabado, que junto con las representaciones de las “Cabezas Redondas” (Fig. 3) incorporadas por Lhote, corresponderían a la fase más antigua: serían paleolíticos o mesolíticos. Segundo, en momentos ya neolíticos, una sociedad pastoral (Fig. 6), dejaría las manadas de los frescos del Tassilli, que sería la fase denominada bovidiense. Tercero, ya en cronologías del I milenio a.C., y con técnica tendente al esquematismo, aparecerían representaciones de caballos a “galope volador” y carros esquemáticos; sería el periodo o estilo equidiense. Cuarto, desde el primer siglo a.C. y hasta hace pocos siglos aparecen representaciones de camellos asociados con escritura líbico-bereber que fueron clasificadas bajo la denominación de estilo cameliense. (LHOTE 1973; MORI 1998; JULIVERT 2003).

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Fig 1. Fuente: (Brooks et al. 2003). Grabado elefante. Estilo Bubaliense. (Sluguilla Lawaj)

Atendiendo a las escenas y actividades representadas, las pinturas y grabados muestran una larga ocupación estacional del territorio por sociedades con estrategias de subsistencia diversificadas, desde la caza-recolección y pesca, a la ganadería y economías mixtas que pudieron surgir en el tránsito de una a otra. Si bien las diferentes técnicas en la ejecución y representación de las imágenes muestran una gran diversidad de sociedades o etnias, contemporáneas o no, hasta el cambio de era, la continuidad de las estrategias de caza parece dilatarse en el tiempo hasta los últimos períodos de ocupación.

Las distintas gráficas tratadas en el complejo arqueológico de Erqueyez y su entorno, en el Sahara Occidental, reflejan la periodización propuesta:

Una primera fase, que vemos representada en Sluguilla Lawaj (Fig. 1), en algunos de sus grabados, que algunos autores, conectan con el periodo Bubalino, o de la gran fauna, presente a lo largo del Sahara (BROOKS et al. 2003). Una fase posterior, que vemos representada en algunas pinturas del Erqueyez, como puede ser la de “La cacería del elefante” (Fig. 4), representaría bien la fase de los cabezas redondas, con gran número de características similares. De la siguiente fase, el ciclo pastoral (fig. 6), son pocos los ejemplos claros de pastores acompañados de ganado, aunque sí aparecen representaciones de bóvidos de apariencia doméstica formando conjuntos o filas, o bien aislados. En fases posteriores de la grafica bovidiense, las pinturas se muestran ricas en detalles, máscaras, tocados y penachos, vestidos, adornos corporales y tatuajes, que prueban la variedad de etnias que poblaban el territorio, y que presentan un carácter más localista de representación de las comunidades, que parecían querer diferenciarse unas de otras.

En las distintas imágenes (CARRIÓN 2003) se pueden rastrear algunas innovaciones y cambios sufridos por las diversas sociedades. Hallamos, por ejemplo, en el panel de “El hombre del ronzal” (Fig. 5) un posible intento de domesticación. Sea esta una domesticación simbólica, o sea una domesticación que reflejara la realidad contextual, merece gran importancia, ya la consideremos perteneciente a un grupo de pastores, ya sea un grupo de cazadores, con conocimientos que impliquen una mayor complejidad. También parecen ilustrativa de un cambio, las diferencias entre “La cacería del elefante” (Fig. 4) y “La cacería de las jirafas” (Fig. 2), en la que la posición de las mujeres parece variar, desde una supuesta posición activa en la primera, a una posición pasiva en la segunda. Además, también queda constatado una disminución de las representaciones femeninas, cuanto mas nos acercamos a la actualidad. (QUESADA 2008).

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Fig 2. Fuente (“Proyecto Erqueyez”2002). “La cacería de la jirafa. (Erqueyez)

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Fig. 3 Fuente: (“Proyecto Erqueyez” 2002). Estilo cabezas redondas. (Erqueyez).

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Fig. 4 Fuente:(“Proyecto Erqueyez” 2002) “La cacería del elefante”.(Erqueyez)

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Fig. 5 Fuente: (“Proyecto Erqueyez” 2002). “El hombre del ronzal” (Erqueyez)

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Fig. 6 Fuente: (Muzzolini 1995) Estilo bovidiense.

La aparición de las supuestas alabardas en “La cacería de las jirafas” (Fig. 2), muestra un patrón de explotación del territorio, en relación con la caza, muy amplio. La caza se muestra como estrategia de subsistencia en casi todos los períodos de ocupación del yacimiento. Como lugar que mantuvo condiciones favorables aún dentro del proceso de degradación del medio, el Erqueyez podría ser punto de encuentro e intercambio de las diferentes comunidades. La presencia de estampaciones de manos (Fig. 7), sugiere la participación de amplios grupos en algún tipo de ritual de paso. Las jirafas y los elefantes parecen ser los zoomorfos más recurrentes en la grafica rupestre, lo que no se relacionaría con su distribución real, según estudios zoológicos, y esto implicaría cierta importancia de carácter simbólico.

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Fig. 7 Estampaciones de manos. Bou Dheir 2009.


ENTERRAMIENTOS Y TÚMULOS FUNERARIOS

En cierto momento, parece afirmarse un interés creciente hacia el muerto, a través de prácticas que demuestran intenciones de carácter simbólico y que van más allá de la necesidad material del alimento. La ausencia de verdaderas sepulturas durante periodos de tiempo muy amplios ha inducido a pensar que el hombre abandonaba el cadáver en el sitio, al aire libre, como sucede actualmente en algunos grupos humanos. Como quiera que fuese, a partir del momento en que el hombre comienza a practicar la sepultura, la muerte ha adquirido otro sentido para él.

Es sin embargo cierto que la práctica expresa algo más que una simple conciencia de la muerte. Quizás las diversas prácticas correspondan a una multiplicidad de intenciones y de simbolismos: la piedad hacia el difunto, cuyo cadáver se protege, el deseo de tenerlo prisionero y apartado, el pensamiento de la supervivencia o el deseo de trascender la muerte, son algunas de las interpretaciones propuestas, para las primeras fases. En posteriores fases el aumento de la complejidad social y la monumentalización del enterramiento, cumplirían mayormente la función de marcadores de prestigio social.

Podemos no obstante concluir que existe una presencia del sentimiento religioso cuando, además de las atenciones hacia el difunto, nos encontramos ante un contenido simbólico evidente, como los trofeos u otros elementos animales, los sílex trabajados, las conchas, las substancias colorantes, etc… que remiten a una creencia en fuerzas y entidades que trascienden las necesidades vitales inmediatas.

Tras el análisis de cuerpos presentes en diversos enterramientos (TAFURI et al. 2006), se señala que los contextos más antiguos parecen poseer una gran variabilidad y heterogeneidad entre los individuos, mientras que en los contextos Pastorales, se ponen de manifiesto una gama más restringida de valores. Este marco puede explicarlo la alta movilidad, que se traduce en esa mayor heterogeneidad. Para estas fases, la relativamente alta variación probablemente refleja la movilidad residencial de estos grupos de cazadores-recolectores, que en momentos determinados parecen haber tenido reuniones de caza en grandes campamentos, tal como sugieren las evidencias arqueológicas. Para las comunidades Pastorales, la evidencia arqueológica indica la cría especializada de ganado. La limitada gama de valores, puede indicar un asentamiento localizado pero, más probablemente, refleja un regreso a las mismas zonas en repetidas ocasiones (DI LERNIA et al. 2006). Esta interpretación es especialmente interesante, como solución del sistema Pastoral, con la participación de movimientos estaciónales para hacer frente a grandes cambios en la disponibilidad de precipitaciones, de la temporada húmeda (verano) a la seca (invierno). La segunda, muestra en sus resultados la posibilidad de que el cambio en las pautas de movilidad haya modificado los sistemas de parentesco. En condiciones de humedad relativa, los pastores de ganado, preferentemente, se desplazan estacionalmente para satisfacer las necesidades anuales de los animales. Es probable que un movimiento anual tuviera implicada a una única sección del grupo residencial (no necesariamente por edad o sexo).

Se propone una sociedad matricéntrica, antes de las sociedades Pastorales, donde el espacio doméstico, se asocia con la propiedad de las mujeres, mientras que los hombres están principalmente involucrados en actividad de la cría, como también, hoy en día, podemos observar en las sociedades pastorales de África (SMITH 2005).

Con la aparición de las elites nómadas, los hombres pasarán a tener el control de la principal forma de subsistencia. En consecuencia, el sistema de parentesco podría haber cambiado a uno de carácter patrilocal (DI LERNIA et al. 2006), donde las mujeres (es decir, las novias) podrían representar los medios de mantener relaciones políticas y económicas con grupos vecinos.

Di Lernia et al. (DI LERNIA et al. 2006), interpretan la evolución de los monumentos funerarios y prácticas y patrones de asentamiento como evidencia de importantes cambios en la población, en la mayor región del Sahara. Los monumentos funerarios, han servido a un doble propósito en un paisaje ocupado por un número creciente de pastores, por un lado, actúan como focos para reuniones sociales relacionadas con las de grupos, y por el otro actúa como marcadores de límites, de los territorios o zonas de influencia, afirmando las relaciones entre los grupos de clanes y el paisaje. Otros autores le otorgan una tercera función, que seria la de la institucionalización de la diferenciación social. En sociedades donde la complejidad se acrecienta, es plausible la emergencia de ciertas élites, que a través de la monumentalización del territorio llevaran las diferencias sociales más allá de la vida, e instauraran una diferenciación por nacimiento o herencia.

El paisaje de la región en torno a Tifariti (a unos 30 km. de Erqueyez) está plagado de túmulos y monumentos pre-islámicos, típicos de todo el área sahariana, que según varios investigadores, se remontan a finales del 7º milenio BP. Su uso se fue haciendo más y más frecuente, cuanto más avanzaba el período prehistórico, particularmente durante el 5º y 4º milenio BP. Las características arquitectónicas de los monumentos del Sahara Occidental reflejan claramente los mejor conocidos de las regiones centrales Saharianas. Sin embargo lo más interesante de este tipo de manifestaciones monumentales es su distribución y relación entre ellas y el entorno circundante, ya que se encuentran presentes en todo el Sahara, en disposiciones nada azarosas, que han servido y sirven como auténticos hitos o balizas que señalizan las rutas de desplazamiento de las poblaciones. Prueba de ello es la reiteración en la ubicación de estas manifestaciones funerarias en los mismos lugares, sin que tenga que ver la época, la cultura o la religión que las generaron. Además también resaltar la reiterante asociación que suele darse entre los monumentos funerarios, y la gráfica rupestre.


DISCUSIÓN

Intentaremos bosquejar, aunque sea a grandes rasgos, algunas de las características de estas sociedades y, lo que es mas importante, mostrar y aclarar algunos de los momentos fundamentales de cambio de estas, rastreables a partir del registro arqueológico e íntimamente relacionados con los procesos de cambio climático sufridos por la zona.

En toda la zona se producen sucesivos cambios climáticos de húmedo a seco. Durante las altas precipitaciones en montañas y mesetas se imponen los fenómenos de escorrentía y las aguas subterráneas alimentarán los ríos y confluirán en lagos. La región estaría cubierta por un espeso manto vegetal que atrajo a los animales del norte y del sur. En los periodos de reducción de las precipitaciones, el medio natural muta, los ríos tienden a secarse y los lagos se convierten en marismas. Estos cambios influirán profundamente en la situación étnica y cultural de estas poblaciones, obligadas a adaptarse a la circulación de la fauna y la flora, a través de la migración, del nomadismo o incluso concentrándose en las zonas llamadas de “refugio” (como pueden ser los macizos rocosos que albergaran condiciones mas benignas). Este fenómeno de creciente aridez afectará en gran medida a estas sociedades apropiadoras, que se encontrarán ampliamente constreñidas y condicionadas por su medio. Los macizos montañosos, representarían en todas las fases un lugar de encuentro e intercambio cultural entre las diferentes poblaciones, produciéndose flujos de movilidad con zonas más alejadas del territorio, como muestran las similitudes morfológicas y técnicas de algunas imágenes del Sahara. Además también funcionarían como lugares de refugio, cuando las condiciones de aridez se hacían más extremas, tanto para humanos como para animales, a raíz de unos recursos hídricos más elevados en esas zonas. Asimismo servían como soporte de la gráfica rupestre, lo que les conferiría una importancia simbólico-religiosa, además de político-social, porque en ellos sin duda se celebrarían distintos ritos de paso.

La variedad de estas sociedades cazadoras-recolectoras, y las posteriores pastorales, quizás represente adaptaciones de diferentes etnias en un mismo plano cronológico, pero nosotros las interpretamos, a raíz de otros hechos arqueológicos y de distintas dataciones, como una secuencia cronológica de fases, en las que se da un profundo cambio en la vida de estas sociedades.

Intentaremos distinguir tres fases, en los temas representados por la gráfica rupestre, que apoyados por diferentes fenómenos arqueológicos, resaltados a lo largo del trabajo y por abstracciones teóricas, intentarán reconstruir las características principales de las sociedades de cada periodo, y las grandes rupturas ideológico-sociales que se pueden rastrear en el cambio de una fase a otra. Nos gustaría, a estas alturas, resaltar que estas rupturas no serán tan bruscas como las expondremos, habrá periodos de larga convivencia, así como supervivencias de diferentes organizaciones en otras etapas. Dos son los cambios drásticos, que intentaremos ilustrar, que parece que se producen en todo el Sahara, con ciertos decalajes entre las diversas zonas, que pueden deberse a fenómenos de innovación propia o a fenómenos difusionistas; el cambio de una economía propia de cazadores-recolectores simples a una economía propia de cazadores-recolectores complejos, y el posterior cambio (sin excluir las posibles supervivencias de grupos cazadores-recolectores, ni a la caza como estrategia) a una economía basada en la domesticación y explotación a gran escala de especies animales.

En una primera etapa nos encontraremos pues con una sociedad de cazadores-recolectores simples, que en el arte rupestre se corresponderá con la primera fase llamada, Bubaliense naturalista. Sobre las rocas grabadas, nos encontramos con un creciente proceso de toma de conciencia (sobre el 10000 BP.) que llevó a los grupos de cazadores-recolectores simples a representar el mundo a partir de la técnica del grabado. La propia técnica, lleva implícita en sí una importante innovación tecnológica, además de un proceso de abstracción más complejo, que los lleva a diferenciarse del mundo de la naturaleza y a situarse en el centro del universo, con el que anteriormente habían vivido en simbiosis y del que dependían para su supervivencia, y que los llevara a descubrir las posibilidades de la explotación domesticada de animales y plantas. Los grabados de la fase bubalina no son muchos, y han sido confundidos algunas veces con grabados de otras épocas. Éstos parecen compartir algunos temas básicos: la centralidad de la figura animal, la atención en los órganos sexuales de las figuras humanas, la ausencia de líneas que caractericen el rostro, la aparición de mascaras o antropomorfos, etc… Esta fase parece corresponderse con un periodo húmedo.

Existe una marcada transición desde los primeros grabados naturalistas que representan principalmente grandes animales de la llamada fauna etíope, en las que el ser humano apenas es representado, y si lo es se hace en un tamaño muy inferior o no se representa totalmente antropomórfico como demostrando la superioridad del ambiente que rodea al hombre, hasta los de la siguiente fase, en los que el hombre es el centro de la composición, su profusión en imágenes es mucho más elevada, y el mundo que le rodea ya no expresa tanto su peligrosidad, y parece como si el hombre, adquiriera la capacidad de controlar este medio natural.

En esta fase las características de una economía cazadora-recolectora simple parecen encajar a la perfección con los datos arqueológicos procesados. Parece tratarse de grupos relativamente pequeños, que podrían tener una estructura de banda. Sus pautas de asentamiento son las típicas de estos grupos, con diversos tipos de movilidad, y que encuadraríamos dentro de las sociedades nómadas, ocupaban emplazamientos estacionales cercanos a la costa o a cursos de agua, situados en cuevas o abrigos al aire libre. Según el registro funerario, no aparecen diferencias relevantes entre ajuares, lo que se podría traducir en una inexistente diferenciación de estatus social. Parece desprenderse cierta importancia del universo femenino, que puede llevar a pensar en organizaciones matricéntricas.

En el periodo de los Cabezas Redondas, parece ser que la elección de los lugares y las paredes es cualquier cosa menos casual. Dada la escasa vinculación con el mundo representado en el ciclo Bubalino, y la elección de nuevos emplazamientos para las pinturas, así como el uso de otra técnica, se podría hablar de una nueva identidad cultural y religiosa. Los colores utilizados (blanco, rojo, púrpura amarillo, verde, etc..), no siempre pueden encontrarse entre la gama de materias primas existentes en el territorio, lo que podría indicarnos la importancia de los colores, y su posible carga simbólica. La utilización de pintura así como el procesado, los aglutinantes, etc., suponen una innovación en si misma, en lo que respecta al anterior sistema. Su tema principal será el hombre. Son la expresión de un universo ideológico de mayor complejidad y que probablemente se encuentre vinculado al culto de deidades (pero ya con claras características humanas, que reflejan la supremacía, por lo menos ideológica, del hombre sobre el medio). Son las pinturas más antiguas del Sahara, y es en ellas donde por primera vez el hombre representa a la divinidad en su propia imagen y semejanza, parece evidente que el artista en este momento, no estaba interesado en la representación del hombre en su apariencia natural, a pesar de ser capaz de hacerlo. Pintándolos en las rocas se inmortalizaban eternamente estos mitos posiblemente transmitidos de forma oral. El nacimiento de este antropomorfismo, coincide con el momento en que el hombre, que vivía en simbiosis con la naturaleza, toma conciencia de si mismo y de sus infinitas posibilidades. Se trataba de poblaciones más o menos sedentarias que gracias a las favorables condiciones del medio, realizaban actividades de procesado y transformación de los recursos naturales, sin llegar a una economía productora. En esta fase se producirán un gran numero de innovaciones y la diversificación de las estrategias económicas, y formas de explotación del entorno entre las sociedades cazadoras-recolectoras, que se desarrollarán en función de los condicionamientos del medio y la disponibilidad de recursos, originándose diferentes tipos de organización social. Contaban con cerámica para el almacenamiento, útiles para el tratamiento de vegetales y molienda, conocimientos sobre domesticación y utilización de algunos animales domésticos, selección de semillas, recolección y pesca a gran escala, etc…. Por lo tanto nos encontramos en una fase en la que la complejidad se acrecienta, y que llevara a identificar a estas sociedades como cazadores-recolectores complejos. Niveles crecientes de complejidad han sido relacionados con la aparición de técnicas de almacenamiento. Este aumento de complejidad se ha vinculado también con procesos de incremento tanto demográfico, como de la explotación de determinados recursos; grupos más numerosos y menos móviles aplicarían una presión mayor sobre los recursos, es decir, una mayor amplitud de dieta y aumento en los costes de procesamiento. Un aumento en los niveles de intensificación podría observarse tanto en el plano económico (uso del espacio y recursos), como en el de la estructura social (producción de individuos, compartimentación interna) así como el superestructural (ideología, ritual).

Las dataciones obtenidas por Mori en el Acacus (Sahara Central), plantean el final de esta fase hacia el VIII milenio, cuando aparece una ligera fluctuación árida en el Sahara, que durara todo el milenio, y es precisamente en este momento cuando declina la cultura mesolítica y se predice lo que se ha venido llamando la revolución neolítica. Según Mori (MORI, 1998), la domesticación no representa una revolución socio-económica, pero si la nueva visión del mundo que la causa.

En la siguiente fase llamada “Pastoral” o “Bovidiense” (5500-1500 AC.) se representan escenas de la vida más cotidiana, los pastores, sus rebaños, e incluso conflictos que enfrentarán a grupos rivales armados de arcos y flechas. Esta mayor complejidad social es definida por Mori como civilización, y los contactos de estos pastores, increíblemente móviles, con otros grupos difundirán las distintas innovaciones que presentan. Nos encontraremos con gran variedad de sociedades y estrategias económicas diferentes, determinadas en parte por las variaciones medioambientales y el proceso de aridez que dio comienzo a mediados del Holoceno. Sin embargo el inicio de las actividades de pastoreo no implicó el completo abandono del sistema de caza-recolección. El cambio en las relaciones y modos de organización social de los grupos, originaría la emergencia de élites nómadas que aspiraban al control de los recursos, y al enriquecimiento, a través de la acumulación de riquezas e intercambio de objetos. Cronológicamente también parece ser que las primeras representaciones se corresponden con pueblos de fisonomía mediterránea, y en las fases posteriores aparecen tipos de carácter negroide. Los rasgos negroides de algunas de estas poblaciones se relacionan con la evolución de grupos autóctonos de los “cabezas redondas”, y no por casualidad los sitios elegidos se corresponden con los de la etapa anterior. Los pueblos de rasgos mediterráneos parecen haber penetrado desde el norte.

Las cualidades carismáticas de ciertos individuos en determinadas coyunturas “difíciles”, así como su habilidad  para la reordenación del sistema de trabajo y la apropiación de porciones del trabajo de otros han sido señalados también como catalizadores en la emergencia de la complejidad social. El surgimiento de la monumentalización de la muerte, o por lo menos su mayor profusión, es otro de los indicadores del aumento de la complejidad social.

Algunos estudios etnográficos, sugieren que, en un clima árido, las relaciones sociales tienden a ser dominadas por los hombres (SMITH, 2005).

Cada vez más estos sistemas de parentesco de carácter matricéntrico, parecen irse disolviendo en un sistema patriarcal y patrilocal, el intercambio de mujeres podría representar una forma de establecer relaciones políticas y económicas con los grupos vecinos. Esta tesis se puede ver apoyada por los estudios de los isótopos de estroncio, que a partir de las últimas fases del periodo pastoral, detectan una mayor heterogeneidad en el grupo de las mujeres, que podría deberse a la pertenencia a un grupo externo que se uniría al grupo local a través del matrimonio.

Basándose en los tipos de economía a los que corresponden, se distinguen cuatro categorías de arte prehistórico, que se refieren respectivamente a:

• Cazadores-recolectores simples.

• Cazadores-recolectores complejos.

• Pastores y ganaderos.

• Poblaciones de economía mixta.

En el arte de los orígenes, representado por un estadio económico de cazadores-recolectores simples, la relación fundamental era entonces la que le religaba con el mundo animal en el que basaba su subsistencia. Los paisajes son muy raros, como lo son las representaciones vegetales y las imágenes personalizadas. Los paisajes están casi totalmente ausentes en los pueblos de los cazadores-recolectores simples y de los cazadores-recolectores complejos.

También parecen existir constantes en las técnicas de ejecución, ya se trate de pinturas, grabados, inscripciones en la piedra o diversos modos de pulimento. Algunos elementos se repiten, pero, por lo que podemos ver no siempre parecen reflejar factores de enculturación o difusión. En algunos casos el método de ejecución parece simplemente el resultado de un cierto nivel tecnológico o de un determinado modo de pensar, por lo que se podría llegar a la conclusión de que aunque las poblaciones no se comunicaran sus respectivas técnicas, llegaban a resultados semejantes aun en lugares muy distantes y diferentes entre si. Además de la elección de las superficies, técnicas de ejecución, tema y tipología, también la dimensión tiene una notable importancia a la hora de identificar características recurrentes. A lo largo del Sahara, jirafas y elefantes parecen jugar un papel importante en la vida de los pueblos de las distintas regiones, por lo menos a nivel simbólico. (DUPUY, 1999)

Se ha observado a este respecto otro hecho curioso: allí donde las figuras de animales son de gran dimensión, las figuras humanas son rarísimas; allá donde las figuras animales son pequeñas, el porcentaje de representaciones antropomórficas es claramente mas elevado.

Constatamos, por ejemplo, que entre los cazadores-recolectores evolucionados la escena representada responde a la vida común, trátese de la caza, de actividades cotidianas, de ritos, danzas, etc…; los temas son limitados. Los cazadores simples, por el contrario, no parecen haber representado verdaderas escenas descriptivas de episodios, o, si existen, no somos actualmente capaces de reconocerlas como tales. Encontramos en sus obras asociaciones, composiciones de contenido simbólico, pero, salvo tal vez rarísimas excepciones, no se han hallado representaciones descriptivas o narrativas, hecho que podría ser revelador de un elemento psicológico. También cabe destacar que la proporción de elementos locales crece a medida que las complicaciones aumentan, y esto especialmente en el marco de economías diversificadas o complejas. Por el contrario, en el arte de los pueblos cazadores-recolectores prevalecen los paradigmas universales.


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